Stand by

Llevo mucho tiempo con ganas de escribir, es mas, hace un par de semanas, escribí un post bastante largo, muy ocurrente, con mis bromas y todo, pero al releerlo, me di cuenta de que estaba completamente vacío, no contaba nada, hablar por hablar, como algunos políticos vaya, lo guarde en la nevera, en el congelador mejor dicho.
Y esto me lleva a una reflexión, realmente no tengo nada que contar, la vida son cuestas arriba y cuestas abajo, una especie de gráfico de la cotización en Bolsa, pero a veces, como ahora, es una raya recta, como las que aparecen en los monitores en las pelis, cuando quieren que entendamos que el individuo en cuestión la ha palmado, y no es que la hallamos palmado, ¡lagarto, lagarto! es que estamos en un stand by un tanto monótono y aburrido, como ese hueco que hay en las pelis entre la primera parte y la segunda, que empieza diciendo » dos años mas tarde…», y no sabes que ha pasado en ese tiempo… tanto es así, que me plantee seriamente cerrar el blog, escribir un post de despedida, y bye bye, pero luego entendí esto de que, el gráfico nunca se mantiene igual, y que en cualquier momento empezara a bajar, o a, esperemos, subir.

Mi bloggerlife está en stand by también, pero no ha muerto, en cuanto disponga de algo de tiempo, me gustaría volver, no solo a escribir, sino también a leer blogs, detrás de cada blog hay una persona, y me intriga saber que os va pasando por vuestras vidas.
Así que, como dijo Terminator, «volveré…»

Sigue leyendo ->

2 rayitas

| | 

2 rayitas, ese es el comienzo de la aventura, porque en cualquier blog, todos comienzan con un hola mundo, pero en este el primer post deben ser 2 rayitas, así de simple y así de complejo, porque en la inmensidad de esa segunda rayita se esconde una maravilla.

Aparece y te cambia la vida, y eso que aún era eso, dos rayas en un aparatito.

Esas dos rayitas te hacen llorar de

Sigue leyendo ->

2 rayitas

| | 

2 rayitas, ese es el comienzo de la aventura, porque en cualquier blog, todos comienzan con un hola mundo, pero en este el primer post deben ser 2 rayitas, así de simple y así de complejo, porque en la inmensidad de esa segunda rayita se esconde una maravilla.

Aparece y te cambia la vida, y eso que aún era eso, dos rayas en un aparatito.

Esas dos rayitas te hacen llorar de

Sigue leyendo ->

Ciencia para chicos, editada por chicos

Descubrí a través de Laboratorio de Neurociencia Integrativa la web Frontiers for Young Minds. Una web muy simpática e interesante donde podemos encontrar artículos de ciencia, como dice el título, editados por chicos y para chicos. La web propone un sistema de publicación de artículos científicos que serán revisados por un adulto mentor, y un […]

Sigue leyendo ->

El papel

Gentes que entienden de ello me aseguran que las redes sociales ganan terreno día a día y que sus usuarios abandonan en masa los medios de comunicación tradicionales: la radio y hasta la televisión y, sobre todo, la prensa escrita. Dicen que la celeridad de Twitter y otras redes es irresistible y que las noticias se anuncian en décimas de segundos al mundo entero. Y es verdad, veo que la estupidez y la mentira nos llega ahora a una velocidad inimaginable para quienes, como yo, preferimos la falsedad y la tontería reposada de los viejos diarios de siempre. En el papel sabemos leer entre líneas y creemos entender quién engaña a quién y para qué; entre las breves líneas de Twitter uno sospecha que jamás hay nada escrito. O sea, que todo ha cambiado. Y que todo es lo de siempre, pero ya ni el papel nos queda. A ver quién se limpia el culo con un iPad.

Sigue leyendo ->

El papel

Gentes que entienden de ello me aseguran que las redes sociales ganan terreno día a día y que sus usuarios abandonan en masa los medios de comunicación tradicionales: la radio y hasta la televisión y, sobre todo, la prensa escrita. Dicen que la celeridad de Twitter y otras redes es irresistible y que las noticias se anuncian en décimas de segundos al mundo entero. Y es verdad, veo que la estupidez y la mentira nos llega ahora a una velocidad inimaginable para quienes, como yo, preferimos la falsedad y la tontería reposada de los viejos diarios de siempre. En el papel sabemos leer entre líneas y creemos entender quién engaña a quién y para qué; entre las breves líneas de Twitter uno sospecha que jamás hay nada escrito. O sea, que todo ha cambiado. Y que todo es lo de siempre, pero ya ni el papel nos queda. A ver quién se limpia el culo con un iPad.

Sigue leyendo ->

Sillas de pensar… para nosotros…

por Olga Carmona

«… Papá…Si tú te enfadas cada vez que hago algo mal, entonces solo aprenderé cosas de agredir…»  Nicolás (6 años) 


A la hora de valorar que hacer frente a un “mal comportamiento” de un niño o niña,  invito a una primera reflexión sobre si lo ocurrido es un mal comportamiento y para quien, y después planteo no quedarnos solo en cómo intervenir para enseñarles la forma adecuada de resolver un conflicto, sino ir más allá y tratar de entender porqué se provocó y qué está detrás de un mal comportamiento.


Y digo esto porque detrás de algunas “malas” conductas lo que hay es simplemente una falta de herramientas y/o de información que hubieran permitido al niño o niña actuar de otra manera.


Otras veces, las “malas” conductas encierran emociones dolorosas a situaciones para las que no tienen otra forma de gestionar ni de expresar, ni siquiera de identificar.


Por eso, como padres, como educadores, tenemos que trabajar en las dos direcciones paralelamente: la intervención y la reflexión. Y dado que esta sobradamente demostrado que el castigo no sirve para crear aprendizajes a largo plazo, no cambia las causas que provocan la conducta inapropiada y conduce a emociones negativas hacia quien lo impone, tenemos que  habilitar otras maneras de enseñar a nuestros hijos a manejarse de formas más constructivas, tanto para ellos como para los demás. Esto exige, desde luego el empleo de una gran dosis de inteligencia emocional por nuestra parte y también de creatividad. Dejarnos llevar por el impulso, por el castigo cargado de impotencia, por la falta de alternativas, por la agresividad que algunas situaciones nos generan, es lo fácil, lo automático, para lo que estamos programados. Pero eso no es educar. Eso es reaccionar.


Educar requiere un máximo de paciencia, empatía y de creatividad. Requiere una intención voluntaria de desprogramarnos, requiere muchas veces una “silla de pensar” para nosotros. Un lugar donde, a solas y apartado de nuestro hijo, seamos capaces de calmarnos y recuperar un lugar de serenidad. A partir de ahí, podremos “accionar” en lugar de “reaccionar”, podremos conectarnos con la situación objetiva y valorar con suficiente distancia lo que de verdad ocurrió y hasta que punto era tan importante. Podremos ejercer como educadores, no como parte del problema.


Así pues, este sería el primer paso ante un conflicto que nos provoca emociones intensas de ira o agresividad: no actuar. Si se trata de una agresión entre hermanos, poner a salvo al agredido y tratar de hacer lo posible por no formar parte del círculo vicioso y añadir más agresividad y tensión. Parar. Buscar nuestra silla de pensar. Conectarnos con un lugar en calma porque es indispensable recuperar el equilibrio, por precario que sea, para poder ofrecérselo a ellos.


El siguiente paso sería neutralizar también la intensa emoción que tiene tanto el agresor, como el agredido, priorizando a éste último. Si se trata de otro tipo de mal comportamiento, también suele desatar emociones muy fuertes en ellos y cuando su cerebro está inundado de cortisol (hormona del estrés) no escucha, no ve, no aprende. Está literalmente borracho de negatividad y nuestras palabras serán incluso contraproducentes, aún en el caso de que remotamente sean escuchadas.


El abrazo, si se deja, el acompañamiento tranquilo y silencioso, las palabras calmadas que no buscan culpables ni respuestas, hacer un chiste, unas cosquillas,  ayudan a ir recuperando un estado donde sí será posible entenderse y tal vez, aprender algo.


Una vez sea posible iniciar un diálogo hay formas tóxicas, muy dañinas, a evitar:

Las etiquetas: eres… (eres agresivo, eres lento).
Los absolutismos: siempre, nunca.
Las generalizaciones: No hay una sola vez que te diga que hagas los deberes y te pongas a la primera.
Las ironías.
Las metáforas, que a determinadas edades no entienden y te alejan de ser escuchado.
Las frases hechas.


Una comunicación efectiva, tras un conflicto requiere pautas muy sencillas pero que sólo fluyen desde un estado de ánimo sereno y con ganas de construir:

Pedir al niño que describa lo ocurrido y escuchar sin corregirle, sin juzgarle.

Si no es capaz de hacerlo (por edad, por falta de recursos lingüisticos, etc), ayudarle a la reconstrucción de lo que ocurrió, tratando de bajar el lenguaje de forma que nos podamos entender.

Que intente identificar la emoción que le llevó a hacerlo y la que sintió después de haberlo hecho: “me enfadé tanto con mi hermano que le di con la caja”. 

Reconocer la emoción y darle importancia. No queremos inhibir el sentir, sino enseñarles a  identificar sus emociones para poderlas manejar. No está mal sentir cualquier cosa, es parte de la naturaleza humana y juzgarlas como malas o buenas invita a la culpa e impide su canalización.

Explicarle cómo nos hemos sentido nosotros frente a su mal comportamiento, con palabras certeras, llamando a cada emoción por su nombre: frustrado, enfadado, triste… Desde el “yo  me he sentido”, jamás  utilizaremos “me has hecho sentir”. Debes hacerte cargo de tus emociones, son tuyas, no suyas. Bastante tiene él o ella con empezar a conocerlas como para además ocuparse de las tuyas. Se supone que eres el que tiene la mayor cantidad de información. 

Ayudarle a empatizar, buscando ejemplos muy cercanos, cotidianos, que le conecten con una emoción parecida. Sirven las pelis, los dibujos animados, los cuentos, algún incidente en clase… Recordemos que para educar necesitamos altas dosis de creatividad.

Algunas veces, tal vez más de las que nos damos cuenta, el conflicto se puede evitar. Ello implica estar presente, estar atento, y ser capaz de adelantarse a la situación. Y aquí quiero hacer una aclaración : la profecía autocumplida.


Prevenir un conflicto no significa decir “cuidado porque se te va a caer el agua”, porque hay muchas más posibilidades de que se caiga después de haberlo advertido. La profecía autocumplida es  una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.

La prevención en este caso es evitar la situación que hará más que posible que “se le caiga el agua”: acción, no reacción.

Otra cosa a tener en cuenta cuando educamos es saber que nuestro cerebro tiene serias dificultades para procesar el “No”. Por tanto, tengo muchas más opciones de ser escuchado cuando enuncio frases en positivo que en negativo: “no debes pegar a tu hermano” es mucho menos eficaz que “me gustaría que cuidaras a tu hermano un poco más”… hay mil ejemplos.

Tener conciencia de que costará una y mil veces aprenderlo, de que parecerá que no ha servido de nada. Estamos sembrando, compañeros, estamos sembrando. Grandes dosis de paciencia, dije al principio. También para no caer en la inmediatez de algo tan difícil.

Reconoceremos cada éxito, pero también ( o más) cada intento. Y, si es posible, haremos una “marcha atrás” donde le damos al botón que vuelve a empezar para darles la oportunidad de hacerlo de otra manera, con la nueva, con la recién aprendida.

El sentido el humor es un maravilloso comodín a la hora de educar. La risa desbloquea y sustituye el cortisol por endorfinas, creando un cerebro abonado para el aprendizaje, el que perdura. Solo aprendemos aquello que está asociado a una emoción. Entonces, tratemos de hacerlo en positivo.

Confía, confía, confía… si mandas el mensaje emocional de que no crees que será capaz de cambiar, de hacerlo mejor, no lo hará. Y lo peor, esa sensación le acompañará el resto de su vida. Te necesita para construirse. CONFIA, con el corazón, con honestidad. Tiene todo el potencial para hacerlo, sólo necesita tu mirada positiva.

Recuerda lo hablado o vuelve a hablarlo las veces que hagan falta, cada vez que lo necesite. Sin caer en el hastío, en el “ya te lo he dicho” o peor, en el “te lo dije”.

Es esencial también tomar conciencia de que esto es una carrera de fondo, de que somos padres y educadores 24 horas al dia 7 días a la semana y que nadie hemos aprendido en un solo ensayo. Que es más fácil enseñar a leer o a hacer un logaritmo que enseñar comunicación emocional, estrategias de aprendizaje vital, recursos para preservar y construir su autoestima, poner los andamiajes del adulto feliz y pleno que pretendemos sea algún día.

Por eso, como madre, como educadora, como psicóloga y como persona deshecho el castigo, porque aunque pueda crear la ilusión óptica y superficial que hemos conseguido cambiar una conducta, puedo certificar que lo que habremos cambiado será una sóla manifestación de una falta de recursos emocionales y de la natural falta de información sobre como vivir, que tiene cualquier niño. No debemos nunca olvidar que están aprendiendo cómo vivir y construyéndo como ser, sin apenas recursos, inundados de estímulos y de emociones intensas.

Afirmo, sin embargo, que el castigo cambiará algo. 
Y lo cambiará de forma irreversible: la calidad del vínculo hacia sí mismo y hacia nosotros. 

Pero no le enseñará lo que verdaderamente necesita para que cambie y tenga una conducta más constructiva.


El castigo le enseñará a ser como los demas esperan que sea

Le educación emocional le enseñara a ser quien quiera ser, en libertad, sin depender de los otros en su trayecto personal y vital.

Sigue leyendo ->

Sillas de pensar… para nosotros…

por Olga Carmona

«… Papá…Si tú te enfadas cada vez que hago algo mal, entonces solo aprenderé cosas de agredir…»  Nicolás (6 años) 


A la hora de valorar que hacer frente a un “mal comportamiento” de un niño o niña,  invito a una primera reflexión sobre si lo ocurrido es un mal comportamiento y para quien, y después planteo no quedarnos solo en cómo intervenir para enseñarles la forma adecuada de resolver un conflicto, sino ir más allá y tratar de entender porqué se provocó y qué está detrás de un mal comportamiento.


Y digo esto porque detrás de algunas “malas” conductas lo que hay es simplemente una falta de herramientas y/o de información que hubieran permitido al niño o niña actuar de otra manera.


Otras veces, las “malas” conductas encierran emociones dolorosas a situaciones para las que no tienen otra forma de gestionar ni de expresar, ni siquiera de identificar.


Por eso, como padres, como educadores, tenemos que trabajar en las dos direcciones paralelamente: la intervención y la reflexión. Y dado que esta sobradamente demostrado que el castigo no sirve para crear aprendizajes a largo plazo, no cambia las causas que provocan la conducta inapropiada y conduce a emociones negativas hacia quien lo impone, tenemos que  habilitar otras maneras de enseñar a nuestros hijos a manejarse de formas más constructivas, tanto para ellos como para los demás. Esto exige, desde luego el empleo de una gran dosis de inteligencia emocional por nuestra parte y también de creatividad. Dejarnos llevar por el impulso, por el castigo cargado de impotencia, por la falta de alternativas, por la agresividad que algunas situaciones nos generan, es lo fácil, lo automático, para lo que estamos programados. Pero eso no es educar. Eso es reaccionar.


Educar requiere un máximo de paciencia, empatía y de creatividad. Requiere una intención voluntaria de desprogramarnos, requiere muchas veces una “silla de pensar” para nosotros. Un lugar donde, a solas y apartado de nuestro hijo, seamos capaces de calmarnos y recuperar un lugar de serenidad. A partir de ahí, podremos “accionar” en lugar de “reaccionar”, podremos conectarnos con la situación objetiva y valorar con suficiente distancia lo que de verdad ocurrió y hasta que punto era tan importante. Podremos ejercer como educadores, no como parte del problema.


Así pues, este sería el primer paso ante un conflicto que nos provoca emociones intensas de ira o agresividad: no actuar. Si se trata de una agresión entre hermanos, poner a salvo al agredido y tratar de hacer lo posible por no formar parte del círculo vicioso y añadir más agresividad y tensión. Parar. Buscar nuestra silla de pensar. Conectarnos con un lugar en calma porque es indispensable recuperar el equilibrio, por precario que sea, para poder ofrecérselo a ellos.


El siguiente paso sería neutralizar también la intensa emoción que tiene tanto el agresor, como el agredido, priorizando a éste último. Si se trata de otro tipo de mal comportamiento, también suele desatar emociones muy fuertes en ellos y cuando su cerebro está inundado de cortisol (hormona del estrés) no escucha, no ve, no aprende. Está literalmente borracho de negatividad y nuestras palabras serán incluso contraproducentes, aún en el caso de que remotamente sean escuchadas.


El abrazo, si se deja, el acompañamiento tranquilo y silencioso, las palabras calmadas que no buscan culpables ni respuestas, hacer un chiste, unas cosquillas,  ayudan a ir recuperando un estado donde sí será posible entenderse y tal vez, aprender algo.


Una vez sea posible iniciar un diálogo hay formas tóxicas, muy dañinas, a evitar:

Las etiquetas: eres… (eres agresivo, eres lento).
Los absolutismos: siempre, nunca.
Las generalizaciones: No hay una sola vez que te diga que hagas los deberes y te pongas a la primera.
Las ironías.
Las metáforas, que a determinadas edades no entienden y te alejan de ser escuchado.
Las frases hechas.


Una comunicación efectiva, tras un conflicto requiere pautas muy sencillas pero que sólo fluyen desde un estado de ánimo sereno y con ganas de construir:

Pedir al niño que describa lo ocurrido y escuchar sin corregirle, sin juzgarle.

Si no es capaz de hacerlo (por edad, por falta de recursos lingüisticos, etc), ayudarle a la reconstrucción de lo que ocurrió, tratando de bajar el lenguaje de forma que nos podamos entender.

Que intente identificar la emoción que le llevó a hacerlo y la que sintió después de haberlo hecho: “me enfadé tanto con mi hermano que le di con la caja”. 

Reconocer la emoción y darle importancia. No queremos inhibir el sentir, sino enseñarles a  identificar sus emociones para poderlas manejar. No está mal sentir cualquier cosa, es parte de la naturaleza humana y juzgarlas como malas o buenas invita a la culpa e impide su canalización.

Explicarle cómo nos hemos sentido nosotros frente a su mal comportamiento, con palabras certeras, llamando a cada emoción por su nombre: frustrado, enfadado, triste… Desde el “yo  me he sentido”, jamás  utilizaremos “me has hecho sentir”. Debes hacerte cargo de tus emociones, son tuyas, no suyas. Bastante tiene él o ella con empezar a conocerlas como para además ocuparse de las tuyas. Se supone que eres el que tiene la mayor cantidad de información. 

Ayudarle a empatizar, buscando ejemplos muy cercanos, cotidianos, que le conecten con una emoción parecida. Sirven las pelis, los dibujos animados, los cuentos, algún incidente en clase… Recordemos que para educar necesitamos altas dosis de creatividad.

Algunas veces, tal vez más de las que nos damos cuenta, el conflicto se puede evitar. Ello implica estar presente, estar atento, y ser capaz de adelantarse a la situación. Y aquí quiero hacer una aclaración : la profecía autocumplida.


Prevenir un conflicto no significa decir “cuidado porque se te va a caer el agua”, porque hay muchas más posibilidades de que se caiga después de haberlo advertido. La profecía autocumplida es  una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.

La prevención en este caso es evitar la situación que hará más que posible que “se le caiga el agua”: acción, no reacción.

Otra cosa a tener en cuenta cuando educamos es saber que nuestro cerebro tiene serias dificultades para procesar el “No”. Por tanto, tengo muchas más opciones de ser escuchado cuando enuncio frases en positivo que en negativo: “no debes pegar a tu hermano” es mucho menos eficaz que “me gustaría que cuidaras a tu hermano un poco más”… hay mil ejemplos.

Tener conciencia de que costará una y mil veces aprenderlo, de que parecerá que no ha servido de nada. Estamos sembrando, compañeros, estamos sembrando. Grandes dosis de paciencia, dije al principio. También para no caer en la inmediatez de algo tan difícil.

Reconoceremos cada éxito, pero también ( o más) cada intento. Y, si es posible, haremos una “marcha atrás” donde le damos al botón que vuelve a empezar para darles la oportunidad de hacerlo de otra manera, con la nueva, con la recién aprendida.

El sentido el humor es un maravilloso comodín a la hora de educar. La risa desbloquea y sustituye el cortisol por endorfinas, creando un cerebro abonado para el aprendizaje, el que perdura. Solo aprendemos aquello que está asociado a una emoción. Entonces, tratemos de hacerlo en positivo.

Confía, confía, confía… si mandas el mensaje emocional de que no crees que será capaz de cambiar, de hacerlo mejor, no lo hará. Y lo peor, esa sensación le acompañará el resto de su vida. Te necesita para construirse. CONFIA, con el corazón, con honestidad. Tiene todo el potencial para hacerlo, sólo necesita tu mirada positiva.

Recuerda lo hablado o vuelve a hablarlo las veces que hagan falta, cada vez que lo necesite. Sin caer en el hastío, en el “ya te lo he dicho” o peor, en el “te lo dije”.

Es esencial también tomar conciencia de que esto es una carrera de fondo, de que somos padres y educadores 24 horas al dia 7 días a la semana y que nadie hemos aprendido en un solo ensayo. Que es más fácil enseñar a leer o a hacer un logaritmo que enseñar comunicación emocional, estrategias de aprendizaje vital, recursos para preservar y construir su autoestima, poner los andamiajes del adulto feliz y pleno que pretendemos sea algún día.

Por eso, como madre, como educadora, como psicóloga y como persona deshecho el castigo, porque aunque pueda crear la ilusión óptica y superficial que hemos conseguido cambiar una conducta, puedo certificar que lo que habremos cambiado será una sóla manifestación de una falta de recursos emocionales y de la natural falta de información sobre como vivir, que tiene cualquier niño. No debemos nunca olvidar que están aprendiendo cómo vivir y construyéndo como ser, sin apenas recursos, inundados de estímulos y de emociones intensas.

Afirmo, sin embargo, que el castigo cambiará algo. 
Y lo cambiará de forma irreversible: la calidad del vínculo hacia sí mismo y hacia nosotros. 

Pero no le enseñará lo que verdaderamente necesita para que cambie y tenga una conducta más constructiva.


El castigo le enseñará a ser como los demas esperan que sea

Le educación emocional le enseñara a ser quien quiera ser, en libertad, sin depender de los otros en su trayecto personal y vital.

Sigue leyendo ->

"Estimado" Sr. Gallardón

Llevo un tiempo pensando en escribir sobre la polémica Ley de Protección de la Vida del Concebido, más conocida como la Reforma de la Ley del Aborto. Al tratarse de un asunto bastante sensible, he estado reprimiendo las ganas de desahogarme, pero después de la publicación de un Informe por parte del Ministerio de Justicia sobre las «bondades» de dicha reforma, no he podido contenerme por más tiempo. 

Embrión humano a los 21 días
de ser concebido. Vía: Flickr

Lo primero que me llama la atención es que la Ley parta del Ministerio de Justicia. En mi humilde opinión, no creo que sea competencia de este ministerio, sino del de Sanidad, como todo aquello que afecta a la maternidad. Pero claro, siempre impone más respeto y autoridad la Justicia que la Sanidad. 

En este documento se recoge que la restricción del aborto a las mujeres será positivo para España «por los beneficios económicos del incremento de la natalidad». Si lo que se busca es ese incremento de la natalidad, ¿no sería mejor incentivar más las bajas maternales, dar ayudas por nacimiento de hijo, aumentar los permisos maternal y paternal, crear más guarderías públicas, animar a las empresas a fomentar la conciliación familiar-laboral, …? De alguna manera hay que tratar de vender esta reforma y, en estos días todo lo que se haga en pro de la mejora económica parece que está justificado, o al menos, así lo creen ellos. Más adelante, en el mismo texto, se reconoce que «el impacto económico es difícilmente cuantificable». Teoría desmontada en el propio informe. 
Por ahora, tampoco permite el aborto aunque la vida del feto sea inviable o exista la posibilidad de que el bebé fallezca al poco de nacer. Si ya es bastante duro saber que vas a perder a un bebé que puede que llevaras tiempo buscando, además debes llevarlo dentro de ti, sentirlo y notarlo durante los 9 meses siguientes, alargando así un final inevitable. Gracias por hacerlo todo más fácil.
El único margen que permite la Ley para poder interrumpir el embarazo es cuando exista un grave riesgo de daño psíquico para la madre. En este caso, este daño deberá ser acreditado por dos médicos distintos, de distintos centros sanitarios y que no sean los mismos que van a practicar la interrupción. Una vez pasados los exámenes médicos, la mujer deberá reflexionar durante siete días. A lo mejor el Ministerio de Sanidad se plantea recomendar, durante esa semana de meditación, la lectura del libro «Cásate y sé sumisa». Así, además de pensarte bien lo de abortar, a ver si se te quita de tu cabezota la estúpida idea esa de trabajar y te dedicas a estar en casa y a cuidar de tu marido, que es para lo que estás en este mundo.
Vía: Editorial NuevoInicio

Pero la parte que más me llama la atención es cuando afirma que «protege la libertad de decisión de la mujer». Debe referirse a la libertad de elegir el nombre de la futura criatura, porque quieras o no quieras, lo vas a tener. Libertad es la que creen que tienen ellos para imponer sus normas morales. Libertad es la que tienen para manipular los datos: otro objetivo principal del informe era reducir el número de abortos, porque la actual ley no lo había logrado. Sin embargo, a los tres días de la publicación, el Ministerio de Sanidad saca a la luz los datos del 2013, en los que se observa un claro descenso. ¿Casualidad que se publiquen tres días después? No nos engañemos, en política no existen las casualidades.
Realmente han querido ver un problema donde no lo había. La sociedad no demandaba una reforma de la ley vigente, no había polémica sobre el tema… Y además, en un asunto tan delicado, lo correcto sería buscar un consenso con el pueblo o, al menos con los partidos de la oposición, pero ni siquiera dentro del propio gobierno están todos de acuerdo con esta reforma.

No estoy ni a favor ni en contra del aborto, nunca me he posicionado al repecto. Creo que es difícil mantener una postura firme hasta no verte en la situación y valorar las distintas posibilidades. Lo que sí tengo claro es que si algún día me encuentro ante esa complicada decisión, podré aconsejar y dar mi opinión, pero la última palabra correspondería a mi mujer, que es la que va a llevar a esa futura vida en su interior. Con esto quiero decir que si yo, como marido y futuro padre de la criatura no puedo obligar a ser madre a una mujer que no quiere serlo, mucho menos puede hacerlo usted, Sr. Gallardón.

Sigue leyendo ->

"Estimado" Sr. Gallardón

Llevo un tiempo pensando en escribir sobre la polémica Ley de Protección de la Vida del Concebido, más conocida como la Reforma de la Ley del Aborto. Al tratarse de un asunto bastante sensible, he estado reprimiendo las ganas de desahogarme, pero después de la publicación de un Informe por parte del Ministerio de Justicia sobre las «bondades» de dicha reforma, no he podido contenerme por más tiempo. 

Embrión humano a los 21 días
de ser concebido. Vía: Flickr

Lo primero que me llama la atención es que la Ley parta del Ministerio de Justicia. En mi humilde opinión, no creo que sea competencia de este ministerio, sino del de Sanidad, como todo aquello que afecta a la maternidad. Pero claro, siempre impone más respeto y autoridad la Justicia que la Sanidad. 

En este documento se recoge que la restricción del aborto a las mujeres será positivo para España «por los beneficios económicos del incremento de la natalidad». Si lo que se busca es ese incremento de la natalidad, ¿no sería mejor incentivar más las bajas maternales, dar ayudas por nacimiento de hijo, aumentar los permisos maternal y paternal, crear más guarderías públicas, animar a las empresas a fomentar la conciliación familiar-laboral, …? De alguna manera hay que tratar de vender esta reforma y, en estos días todo lo que se haga en pro de la mejora económica parece que está justificado, o al menos, así lo creen ellos. Más adelante, en el mismo texto, se reconoce que «el impacto económico es difícilmente cuantificable». Teoría desmontada en el propio informe. 
Por ahora, tampoco permite el aborto aunque la vida del feto sea inviable o exista la posibilidad de que el bebé fallezca al poco de nacer. Si ya es bastante duro saber que vas a perder a un bebé que puede que llevaras tiempo buscando, además debes llevarlo dentro de ti, sentirlo y notarlo durante los 9 meses siguientes, alargando así un final inevitable. Gracias por hacerlo todo más fácil.
El único margen que permite la Ley para poder interrumpir el embarazo es cuando exista un grave riesgo de daño psíquico para la madre. En este caso, este daño deberá ser acreditado por dos médicos distintos, de distintos centros sanitarios y que no sean los mismos que van a practicar la interrupción. Una vez pasados los exámenes médicos, la mujer deberá reflexionar durante siete días. A lo mejor el Ministerio de Sanidad se plantea recomendar, durante esa semana de meditación, la lectura del libro «Cásate y sé sumisa». Así, además de pensarte bien lo de abortar, a ver si se te quita de tu cabezota la estúpida idea esa de trabajar y te dedicas a estar en casa y a cuidar de tu marido, que es para lo que estás en este mundo.
Vía: Editorial NuevoInicio

Pero la parte que más me llama la atención es cuando afirma que «protege la libertad de decisión de la mujer». Debe referirse a la libertad de elegir el nombre de la futura criatura, porque quieras o no quieras, lo vas a tener. Libertad es la que creen que tienen ellos para imponer sus normas morales. Libertad es la que tienen para manipular los datos: otro objetivo principal del informe era reducir el número de abortos, porque la actual ley no lo había logrado. Sin embargo, a los tres días de la publicación, el Ministerio de Sanidad saca a la luz los datos del 2013, en los que se observa un claro descenso. ¿Casualidad que se publiquen tres días después? No nos engañemos, en política no existen las casualidades.
Realmente han querido ver un problema donde no lo había. La sociedad no demandaba una reforma de la ley vigente, no había polémica sobre el tema… Y además, en un asunto tan delicado, lo correcto sería buscar un consenso con el pueblo o, al menos con los partidos de la oposición, pero ni siquiera dentro del propio gobierno están todos de acuerdo con esta reforma.

No estoy ni a favor ni en contra del aborto, nunca me he posicionado al repecto. Creo que es difícil mantener una postura firme hasta no verte en la situación y valorar las distintas posibilidades. Lo que sí tengo claro es que si algún día me encuentro ante esa complicada decisión, podré aconsejar y dar mi opinión, pero la última palabra correspondería a mi mujer, que es la que va a llevar a esa futura vida en su interior. Con esto quiero decir que si yo, como marido y futuro padre de la criatura no puedo obligar a ser madre a una mujer que no quiere serlo, mucho menos puede hacerlo usted, Sr. Gallardón.

Sigue leyendo ->

Ojos azules

Leo en los periódicos que “los europeos de hace 7.000 años tenían la piel oscura y los ojos azules y, curiosamente, no poseían la capacidad de digerir la lactosa”. El estudio del genoma de los restos de un hombre del mesolítico hallado en unas excavaciones en León así lo indica. Bueno… ¿están seguros? ¿Y quienes están seguros? ¿Los científicos? ¿O los periódicos?
Me acuerdo ahora aquel chiste del viajero que, al acercarse su barco a las costas británicas por primera vez, divisó a lo lejos por fin a un hombre, que caminaba ayudado de sus muletas. “Los ingleses son cojos”, exclamó el viajero. Si en el futuro –unos 7.000 años, por ejemplo- mis restos son conservados magníficamente –y los vuestros no- y alguien pierde el tiempo en estudiar mi genoma, es posible que acaben deduciendo que los europeos de nuestra época tenían los ojos marrones. Llevaban gafas. Y digerían estupendamente la lactosa.
Leo también, y nada tiene que ver con lo anterior, que el científico Stephen Hawking ha asegurado que los agujeros negros no existen. ¡Bueno! ¡Por supuesto! No sé vosotros, pero yo siempre estuve seguro.

Sigue leyendo ->

Ojos azules

Leo en los periódicos que “los europeos de hace 7.000 años tenían la piel oscura y los ojos azules y, curiosamente, no poseían la capacidad de digerir la lactosa”. El estudio del genoma de los restos de un hombre del mesolítico hallado en unas excavaciones en León así lo indica. Bueno… ¿están seguros? ¿Y quienes están seguros? ¿Los científicos? ¿O los periódicos?
Me acuerdo ahora aquel chiste del viajero que, al acercarse su barco a las costas británicas por primera vez, divisó a lo lejos por fin a un hombre, que caminaba ayudado de sus muletas. “Los ingleses son cojos”, exclamó el viajero. Si en el futuro –unos 7.000 años, por ejemplo- mis restos son conservados magníficamente –y los vuestros no- y alguien pierde el tiempo en estudiar mi genoma, es posible que acaben deduciendo que los europeos de nuestra época tenían los ojos marrones. Llevaban gafas. Y digerían estupendamente la lactosa.
Leo también, y nada tiene que ver con lo anterior, que el científico Stephen Hawking ha asegurado que los agujeros negros no existen. ¡Bueno! ¡Por supuesto! No sé vosotros, pero yo siempre estuve seguro.

Sigue leyendo ->

Recesión emocional

Anteayer, mientras el comisario europeo Lazslo Andor exponía en rueda de prensa el último informe sobre el empleo y la situación social de la UE, corroboré, muy a mi pesar, que estamos viviendo en una época de involución moral y de deshumanización alarmante. Haciendo un uso escrupuloso y aséptico de una objetividad impropia de alguien cuyo trabajo debería centrarse en establecer mecanismos y estrategias para asegurar el bienestar y la prosperidad de las personas, Andor negó la responsabilidad de la troika (CE, FMI y BCE) en el aumento del desempleo y de la pobreza en los países rescatados del sur de Europa como consecuencia de los brutales ajustes económicos a los que éstos llevan años sometidos. De su discurso sólo alcancé a extraer datos y cifras macroeconómicas, que combinados con el decorado que tenía de fondo un adusto gráfico estadístico y el rictus frío y calculador de Andor, configuraban una estampa espeluznante. Ni una sóla palabra de las millones de personas que han quedado, y siguen quedando, en la cuneta, desamparados, sin ilusiones y con un futuro más que desalentador pues no tienen solución de continuidad. La montaña de datos y la palabrería eran suficientes para dejar bien sepultadas a todas esas personas, muchas de las cuales comen a diario gracias a la beneficiencia o escudriñando en los bidones de basura, y que a buen seguro «estropean» la estadística a todo color del flamante informe de Andor.
Como si de un flash se tratase, todo ello me hizo pensar en los trabajos de un neurocientífico olvidado e incluso denostado, el médico norteamericano Paul MacLean, quien hace más de 40 años definió la teoría evolutiva del cerebro, conocida como teoría del cerebro triuno, con la que venía a decir que el cerebro de los mamíferos superiores (entre ellos el de los humanos), había experimentado tres grandes etapas en su evolución que daba como resultado una jerarquía de tres cerebros en uno: (i) el cerebro reptiliano, llamado así porque lo compartimos con los reptiles, que se encarga de regular los sentidos (la percepción) y los elementos básicos de supervivencia, (ii) el sistema límbico o cerebro emocional, que añade la experiencia actual y reciente a los instintos básicos, permitiendo que los procesos de supervivencia interactúen con elementos del mundo externo, lo que resulta en la expresión de las emociones; y finalmente (iii)  la neocorteza, que regula y controla las emociones  basadas en las percepciones e interpretaciones del mundo inmediato, componiendo así el cerebro racional. Según MacLean, como estos cerebros se han ido «superponiendo» evolutivamente unos sobre otros, el más moderno sobre el más antiguo, la secuencia con la que el cerebro triuno funciona respeta esa jerarquía de tiempos. Así, los mamíferos superiores primero percibimos la realidad a través de los sentidos (reptílico), a esta información externa le asociamos unos sentimientos y emociones vinculados a experiencias vividas (límbico) y finalmente pensamos y actuamos en consecuencia (neocorteza). Por lo tanto, primero percibimos, luego sentimos y finalmente pensamos y actuamos, y lo hacemos así tanto si estamos en la ducha, en el trabajo, dando un paseo o haciendo la compra. Precisamente, eso lo saben muy bien los especialistas en neuromarketing, que dedican sus esfuerzos a diseñar productos y servicios que despierten emociones positivas en nuestros cerebros y que éstas condicionen las decisiones del cerebro racional y compremos incluso compulsivamente, sin pensarlo ni meditarlo demasiado.  
Relacionada con esta teoría está, por ejemplo, la conocida frase «es mejor no actuar en caliente», que lleva implícita la necesidad que tenemos de esperar a que se «enfríen» nuestras emociones para que éstas no condicionen nuestros pensamientos y nuestras actuaciones, y nos jueguen supuestas malas pasadas. Así, si queremos ser objetivos precisamos hacer una especie de «bypass emocional», saltarnos o atenuar nuestras emociones y sentimientos, para evitar que éstas nos hagan ser subjetivos en la valoración de la información que nos llega del exterior.
Si nos paramos a pensar, este control e incluso la supresión de las emociones lleva impregnando los cimientos de nuestra realidad social desde tiempos pretéritos. Desde pequeños nos enseñan a esconder nuestras emociones en público, a tratar de pensar con la cabeza lo más fría posible evitando así ser impulsivos y expresar aquello que sentimos (que comunmente se traduce en «actuar sin pensarlo dos veces»). Una cruzada permanente de la objetividad contra la subjetividad. El sistema educativo desde hace algunos lustros promueve el desarrollo de competencias básicas, ninguna de ellas competencias emocionales que se han demostrado esenciales para el éxito profesional, incluso prevaleciendo sobre los conocimientos y las aptitudes intelectuales. Y con todos estos antecedentes, yo me pregunto qué parte de responsabilidad tiene la educación que hemos recibido (dentro del trinomio sociedad, familia y escuela) en la construcción de una sociedad como la actual, indulgente, insolidaria, que es capaz de permanecer impasiva ante tanta injusticia y tanto dolor ajeno. ¿Acaso la supremacía de lo objetivo sobre lo subjetivo nos ha transformado de seres emocionales a seres meramente racionales?, ¿es posible que nos encontremos con una recesión emocional en la que la economía se ha centrado en índices bursátiles y beneficios empresariales y ha despreciado el bien común?, ¿ha olvidado el Sr. Andor que el llamado estado del bienestar fue una estrategia político-social que se puso en marcha después de la Segunda Guerra Mundial para evitar que se volvieran a producir en Europa las grandes desigualdades sociales que desencadenaron el desastre?.¿Acaso es preciso ser tan objetivo para suprimir los sentimientos y las emociones de tantas personas que están pasando un verdadero drama como consecuencia de la crisis económica?.
Considero preciso atajar lo antes posible esta recesión emocional, porque puede que, aunque no lo parezca, sea la causa principal de tanto dolor y deshumanización, y para ello propongo hacerlo desde la base constructiva de nuestra sociedad, la educación.



Sigue leyendo ->

Recesión emocional

Anteayer, mientras el comisario europeo Lazslo Andor exponía en rueda de prensa el último informe sobre el empleo y la situación social de la UE, corroboré, muy a mi pesar, que estamos viviendo en una época de involución moral y de deshumanización alarmante. Haciendo un uso escrupuloso y aséptico de una objetividad impropia de alguien cuyo trabajo debería centrarse en establecer mecanismos y estrategias para asegurar el bienestar y la prosperidad de las personas, Andor negó la responsabilidad de la troika (CE, FMI y BCE) en el aumento del desempleo y de la pobreza en los países rescatados del sur de Europa como consecuencia de los brutales ajustes económicos a los que éstos llevan años sometidos. De su discurso sólo alcancé a extraer datos y cifras macroeconómicas, que combinados con el decorado que tenía de fondo un adusto gráfico estadístico y el rictus frío y calculador de Andor, configuraban una estampa espeluznante. Ni una sóla palabra de las millones de personas que han quedado, y siguen quedando, en la cuneta, desamparados, sin ilusiones y con un futuro más que desalentador pues no tienen solución de continuidad. La montaña de datos y la palabrería eran suficientes para dejar bien sepultadas a todas esas personas, muchas de las cuales comen a diario gracias a la beneficiencia o escudriñando en los bidones de basura, y que a buen seguro «estropean» la estadística a todo color del flamante informe de Andor.
Como si de un flash se tratase, todo ello me hizo pensar en los trabajos de un neurocientífico olvidado e incluso denostado, el médico norteamericano Paul MacLean, quien hace más de 40 años definió la teoría evolutiva del cerebro, conocida como teoría del cerebro triuno, con la que venía a decir que el cerebro de los mamíferos superiores (entre ellos el de los humanos), había experimentado tres grandes etapas en su evolución que daba como resultado una jerarquía de tres cerebros en uno: (i) el cerebro reptiliano, llamado así porque lo compartimos con los reptiles, que se encarga de regular los sentidos (la percepción) y los elementos básicos de supervivencia, (ii) el sistema límbico o cerebro emocional, que añade la experiencia actual y reciente a los instintos básicos, permitiendo que los procesos de supervivencia interactúen con elementos del mundo externo, lo que resulta en la expresión de las emociones; y finalmente (iii)  la neocorteza, que regula y controla las emociones  basadas en las percepciones e interpretaciones del mundo inmediato, componiendo así el cerebro racional. Según MacLean, como estos cerebros se han ido «superponiendo» evolutivamente unos sobre otros, el más moderno sobre el más antiguo, la secuencia con la que el cerebro triuno funciona respeta esa jerarquía de tiempos. Así, los mamíferos superiores primero percibimos la realidad a través de los sentidos (reptílico), a esta información externa le asociamos unos sentimientos y emociones vinculados a experiencias vividas (límbico) y finalmente pensamos y actuamos en consecuencia (neocorteza). Por lo tanto, primero percibimos, luego sentimos y finalmente pensamos y actuamos, y lo hacemos así tanto si estamos en la ducha, en el trabajo, dando un paseo o haciendo la compra. Precisamente, eso lo saben muy bien los especialistas en neuromarketing, que dedican sus esfuerzos a diseñar productos y servicios que despierten emociones positivas en nuestros cerebros y que éstas condicionen las decisiones del cerebro racional y compremos incluso compulsivamente, sin pensarlo ni meditarlo demasiado.  
Relacionada con esta teoría está, por ejemplo, la conocida frase «es mejor no actuar en caliente», que lleva implícita la necesidad que tenemos de esperar a que se «enfríen» nuestras emociones para que éstas no condicionen nuestros pensamientos y nuestras actuaciones, y nos jueguen supuestas malas pasadas. Así, si queremos ser objetivos precisamos hacer una especie de «bypass emocional», saltarnos o atenuar nuestras emociones y sentimientos, para evitar que éstas nos hagan ser subjetivos en la valoración de la información que nos llega del exterior.
Si nos paramos a pensar, este control e incluso la supresión de las emociones lleva impregnando los cimientos de nuestra realidad social desde tiempos pretéritos. Desde pequeños nos enseñan a esconder nuestras emociones en público, a tratar de pensar con la cabeza lo más fría posible evitando así ser impulsivos y expresar aquello que sentimos (que comunmente se traduce en «actuar sin pensarlo dos veces»). Una cruzada permanente de la objetividad contra la subjetividad. El sistema educativo desde hace algunos lustros promueve el desarrollo de competencias básicas, ninguna de ellas competencias emocionales que se han demostrado esenciales para el éxito profesional, incluso prevaleciendo sobre los conocimientos y las aptitudes intelectuales. Y con todos estos antecedentes, yo me pregunto qué parte de responsabilidad tiene la educación que hemos recibido (dentro del trinomio sociedad, familia y escuela) en la construcción de una sociedad como la actual, indulgente, insolidaria, que es capaz de permanecer impasiva ante tanta injusticia y tanto dolor ajeno. ¿Acaso la supremacía de lo objetivo sobre lo subjetivo nos ha transformado de seres emocionales a seres meramente racionales?, ¿es posible que nos encontremos con una recesión emocional en la que la economía se ha centrado en índices bursátiles y beneficios empresariales y ha despreciado el bien común?, ¿ha olvidado el Sr. Andor que el llamado estado del bienestar fue una estrategia político-social que se puso en marcha después de la Segunda Guerra Mundial para evitar que se volvieran a producir en Europa las grandes desigualdades sociales que desencadenaron el desastre?.¿Acaso es preciso ser tan objetivo para suprimir los sentimientos y las emociones de tantas personas que están pasando un verdadero drama como consecuencia de la crisis económica?.
Considero preciso atajar lo antes posible esta recesión emocional, porque puede que, aunque no lo parezca, sea la causa principal de tanto dolor y deshumanización, y para ello propongo hacerlo desde la base constructiva de nuestra sociedad, la educación.



Sigue leyendo ->

PADRES INVOLUCRADOS

  Chile

Si las formas tradicionales de masculinidad se definen en oposición a lo femenino y a los roles de cuidado, ¿qué sucede cuando los hombres se involucran más activamente en el cuidado de las personas y la crianza de los niños? Algo de esos cambios es visible hoy en las sociedades latinoamericanas, donde ciertas ‘masculinidades emergentes’ parecen apostar a la equidad de género. Sin embargo, en esas mismas prácticas se filtran valores tradicionales acerca del rol del varón en la familia. La idea de cuidado paterno sigue siendo concebida por los hombres a la luz de nociones de masculinidad relacionadas con las labores de provisión y protección.
La participación de los padres en el cuidado de los hijos es un fenómeno relativamente nuevo en América Latina. La encuesta internacional IMAGES, sobre varones e igualdad de género, confirmó los hombres continúan valorando el rol proveedor económico como una de sus principales funciones. En el caso de Chile, un 87,5% declaró que “en general, tengo la mayor responsabilidad de proveer para mi familia”,en contrapartida con un 61,9% que sostuvo que su “rol en el cuidado de los hijos es principalmente como ayudante”. En el país fueron entrevistados1.192 y 426 mujeres de entre 18 y 59 años.
La investigación Ser padre en Santiago de Chile, dirigida por el sociólogo José Olavarría, constató la coexistencia entre los discursos equitativos con otros tradicionales sobre el rol de los hombres, evidente en aparentes inconsistencias o contradicciones en los relatos de los entrevistados. Pese a que los participantes de la investigación afirmaron con frecuencia el deseo de involucrarse más en la vida de sus hijos, ellos siguen siendo renuentes a realizar tareas domésticas, entre ellas las labores de cuidado. Los varones cesanteados de sus trabajos que habían asumido “labores del hogar” experimentaron malestar ante esa perspectiva, señala Olavarría. “El varón, especialmente al inicio, se siente indigno, no tiene dinero para sus gastos; la mujer le tiene que pasar dinero; siente que no se lo puede comentar a nadie, porque sería visto como un «zángano»”, relata el sociólogo. Pero con el tiempo los mismos varones asumen su nueva situación y logran adaptarse hasta encontrar un nuevo trabajo. “La cesantía es, para algunos, una oportunidad de sentir el amor, cariño y solidaridad de la mujer hacia él, o por el contrario, el menosprecio y rechazo”, reconoce.
Olavarría señala que el modelo hegemónico de masculinidad plantea a la condición adulta la exigencia de la paternidad. Al ser constitutiva de la masculinidad y uno de sus principales ejes, la paternidad reafirma mandatos y les da sentido en la vida cotidiana, entrecruzando dimensiones fundamentales de la identidad masculina con el hecho de ser padre. En palabras del sociólogo: “el padre es una persona importante, es el jefe de familia, la autoridad del hogar; su trabajo permite proveer a la familia y a los hijos; prueba y ejerce su heterosexualidad a través de los hijos que procrea, y demuestra su poder siendo fecundo”. El padre así, tiene un destino señalado: constituir una familia, estructurar relaciones claras de afecto y autoridad con la mujer y los hijos, que le permitan proteger, formar y proveerla en un espacio definido, el hogar.
El estudio IMAGES corrobora que todavía se está muy lejos de alcanzar la equidad de género y aun más lejos de poder afirmar que el machismo ha muerto. Las madres siguen asumiendo una parte desproporcionada de la atención del niño y las tareas del hogar en comparación con los padres. En el caso de Chile los resultados de la encuesta son elocuentes: la actividad donde el padre (u otro hombre en el hogar) tuvo una mayor participación fue preparar comidas: 23,6% señaló que lo hacía de manera frecuente y 32,6%, a veces. Sin embargo en el aseo, lavado y limpieza, un 52,6% señaló que su padre (u otra figura masculina) nunca hacía aseo, un 64,2% nunca lavaba ropa y un 69,5% nunca limpiaba el baño.
Existen a la vez cifras reveladoras de hombres más cómplices con la equidad de género y dispuestos a involucrarse en la crianza y el cuidado de sus hijos. Según los sondeos del Instituto Pew, a partir de 2011 los varones dedicaron siete horas a la semana al cuidado de niños y 10 horas a la semana a tareas domésticas. Eso es aproximadamente la mitad de lo que hacen las madres, pero es un gran salto desde 1965, cuando los padres dedicaban apenas dos horas y media a la semana a la atención infantil y cuatro horas a tareas domésticas, según afirma Gary Barker, director internacional de la ONG Promundo, coordinador de la campaña global de Paternidad MenCare y participante invitado en el seminario Paternidad Activa, Cuidado y Corresponsabilidad celebrado el año pasado en Chile.
En sentido dado a esas actividades se combinan diferentes valores. Según constata la encuesta IMAGES Chile, 97,8% de los encuestados considera importante que el padre esté presente en la vida de sus hijos, incluso si está separado de la madre y ocho de cada diez hombres (75,9%) que viven con sus hijos y trabajan indicaron que les “gustaría trabajar menos si eso significara pasar más tiempo con mis hijos”; mientras que un 61,7% señaló que “dedican muy poco tiempo a sus hijos por motivos de trabajo”. Sin embargo, el 46% afirmó que cambiar pañales, bañar y alimentar a los niños es responsabilidad de la madre. A esto se suma que, según resultados de la investigación, la madre fue por lejos el familiar que cuidó más a los hombres durante su infancia con un 94,4%. Mientras 69,8% también señalaron haber sido cuidados por su padre. Un porcentaje menor señaló a otros parientes como la abuela, con un 10,8%, y el abuelo, alcanzando un 7%.
Coexisten entonces, confirma Olavarría, dos modelos de paternidad, una patriarcal, donde el hombre es proveedor, figura de autoridad y protector, y otra más democrática, íntima, afectiva y cercana, que acarrea complejas demandas para los varones como padres. “Ser un buen padre capaz de satisfacer este rango de demandas o mandatos es imposible. Hay demasiadas demandas contradictorias para un simple mortal que, después de todo, es lo que son los hombres”, afirma el experto.
Francisco Aguayo, psicólogo e investigador en paternidades y masculinidades, y coordinador de la Campaña de Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre, reconoce que si bien se habla mucho de la paternidad 2.0, esto es, de la emergencia de un nuevo padre, esta aseveración es bastante discutible. “En el panorama global, mirando 8 países y más de 15 mil hombres, se observa que todavía tenemos un orden de género muy tradicional –en familias de pareja heterosexuales– donde gran parte de las tareas de cuidado la tienen las mujeres. También hay hombres que ayudan y existe un segmento que lo hacen sólo ellos, pero es menor”, afirmó recientemente en una entrevista. Sostuvo que en este nuevo escenario aparece el neomachismo”, donde muchos hombres dicen que comparten las tareas domésticas, que no son machistas y creen que la carga de cuidado es compartida, mientras que las encuestas revelan lo contrario.
Sin embargo, un espacio donde los varones sí han entrado con fuerza, dice el psicólogo, es la comunicación. “Hablan más con sus hijos, están más en contacto y buscan conocerlos. A diferencia de la generación anterior, que no se preocupaba mucho por los hijos, ahora ellos quieren ser más cercanos. Pero de ahí a compartir tareas de cuidado hay un salto”, explica. Relata que lo que los hombres más hacen es jugar con los hijos y sienten que cumplieron con su cuota. Pero falta mucho camino por recorrer cuando se observa todo el repertorio de acciones de cuidado que hay que resolver en un hogar.
Varones y cuidado
Cuando se habla de paternidad, en la actualidad resulta difícil ignorar los derechos y necesidades de las mujeres, así como desconocer la perspectiva de los derechos del niño. El artículo 18 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño señala que “los Estados miembros deben velar porque ambos padres sean igualmente responsables del cuidado del niño/a”. De esa manera la corresponsabilidad del padre en la crianza ha empezado a concebirse no sólo como una obligación de los varones sino también como un derecho que cada niño y niña tiene al nacer.
Diversos estudios dan cuenta de los beneficios para madres e hijos de la participación de los padres en las tareas de cuidado. Cuando los últimos tienen una presencia de calidad en la vida de sus hijas e hijos, éstos muestran mayores índices de salud física y mental, desarrollo cognitivo, motivación para el estudio y rendimiento académico. También mejoran las habilidades sociales, aumenta la autoestima, disminuyen los problemas de conducta y se observa mayor tolerancia al estrés (Allen y Daly, 2007; Barker, 2003; Nock y Einolf, 2008). El ingreso familiar también aumenta cuando los hombres llevan a cabo más tareas de cuidado. Cuando los hombres están involucrados en el trabajo doméstico, los niños muestran actitudes más equitativas de género.
La participación de los hombres en la paternidad y el cuidado de los otros puede ser una motivación poderosa –aunque a menudo desdeñada– para que se involucren de manera positiva en la vida familiar. Quienes promueven esos cambios en la sociedad han pasado a prestar más atención, en sus investigaciones e intervenciones, al desarrollo y las necesidades personales del padre, así como a las perspectivas de los propios hombres acerca de su rol en la familia. Cada vez es más común que en las investigaciones sean escuchadas las voces de los hombres respecto a sus creencias, percepciones y emociones, así como sus propios balances en materia de paternidad.
En cinco países del llamado Sur Global, México, Chile, Brasil, Sudáfrica e India, Barker y colegas registraron 83 historias de vida de varones que asumieron tareas del cuidado en un contexto de desempleo. Los entrevistados habían salido del mercado laboral. Para Gary Barker, “son hombres que se veían a sí mismos como perdedores en el mercado capitalista”, explica el experto. En él, si “no reciben un ingreso mensual, no existen”.
El estudio mostró que la mayoría no sabía cómo desarrollar el trabajo de cuidado. Carecían de referencias y se sentían confundidos en sus nuevos roles: “¿mis hijos me verán como hombre?” fue una de las preguntas más recurrentes, relata el director de Promundo. Escuchar las voces masculinas en la investigación permitió confirmar la hipótesis sobre la confusión que experimentan algunos hombres de cara a la transformación de las normas y roles de género, así como a las nuevas expectativas que esto ha implicado para los hombres en el hogar.
Muchos hombres reconocieron sentir que “el mundo no valorizaba su trabajo”. Se sentían “solitarios y deprimidos”. En resumen, constataron los investigadores, su discurso era muy parecido al de algunas mujeres que trabajan en el ámbito doméstico. Pero fue a través de esa experiencia que los hombres desarrollaron comportamientos más equitativos, afirma el experto. El cuidado los transformó en nuevos hombres y no al revés: “las actitudes equitativas de género no eran una vía para el cuidado; el cuidado fue un camino hacia las actitudes de igualdad de género”, afirma el profesional.
Una lenta transformación
En la búsqueda de caminos o procesos de cambio entre los hombres no se deben esperar cambios drásticos o revolucionarios. Las transformaciones en las normas de género y actitudes individuales a menudo son graduales, con paradigmas viejos y nuevos que existen simultáneamente. El llamado a los hombres a involucrarse en la promoción de la equidad de género se hizo más patente durante la década de los noventa, a partir de las conferencias de El Cairo (1994) y Beijing (1995). A su vez, cambios demográficos, migraciones y las propias dinámicas del mercado laboral impactaban profundamente los papeles del hombre y la mujer en las familias. Numerosas investigaciones y análisis apuntan a una creciente “incorporación de las mujeres en la modernidad” y su reconocimiento como sujetas de derechos. Según datos del Banco Mundial, ellas constituyen el 40% de la población económicamente activa a nivel global y aunque a los hombres aún se les pagan salarios más altos –se estima que a nivel global las mujeres ganan 22% menos que los hombres por el mismo trabajo– esas brechas tienden a reducirse. En educación también ha habido avances significativos. A nivel regional, las mujeres latinoamericanas lideran su participación en estudios universitarios.
En materia de conyugalidad, se registra que en América Latina más matrimonios terminan en divorcio o separación, que la edad de casamiento ha aumentado y que más niños nacen fuera de uniones formales. También se observa una creciente subcontratación para el cuidado de niños y niñas, aun en países con ventajosas licencias postnatales para hombres y mujeres.
Otro aspecto que ha nutrido el debate sobre el tema en los últimos años es el reconocimiento legal de las uniones del mismo sexo en varios países. Con relación a las mismas se ha indagado el papel que gays, lesbianas, bisexuales, y personas transgénero desempeñan como padres y madres. Para Barker, la cuestión pasa por tener dos o más cuidadores, sin importar el sexo de los mismos. “Dos es generalmente mejor que uno”, afirma. De hecho, indica el experto, algunos programas en Norteamérica y Europa Occidental han empezado a usar términos como “paternidad cooperativa”, “alianza paternal” o “paternidad en equipo”, para enfatizar la cooperación en pareja.
Estos cambios, así como la mayor atención a la participación de los hombres en la toma de decisiones en materia de salud sexual y reproductiva, parecen haber contribuido a la transformación de las relaciones de género en el seno de la familia, pero no lo suficiente como para promover una participación más activa en su rol de padres, pese al aumento del interés por parte de varones.
Sin embargo, a juicio de Olavarría, algunos hombres vislumbran o tienen conciencia de que la paternidad tal como la vieron en el propio padre y que aprendieron hoy ya no es posible, se ha comenzado a desmoronar. Los jóvenes de sectores medios y altos especialmente comienzan a plantearse nuevas formas de paternidad. Gary Barker reconoce que muchos hombres son conscientes de y responden a normas sociales cambiantes sobre la paternidad; sin embargo aclara que la internacionalización de estas nuevas normas –que muchos hombres se sienten obligados a cumplir– no es un proceso sencillo.
Equidad de género: el difícil camino de su promoción
Promover la equidad de género es un proceso complejo que implica ser sensible a cómo la clase social, el acceso al trabajo y a la educación formal, la edad y generación inciden en la búsqueda de justicia social. No se trata de un proceso lineal ni homogéneo. Los investigadores señalan que los cambios sucederían con mayor intensidad ahí donde los influjos culturales de la modernidad calan más hondo: en los sectores sociales ligados a la globalización, a la universalización de ciertos valores, a la convivencia con distintas visiones de mundo y estilos de vida. Otros sectores, en cambio, se opondrán a estos cambios, guiados por una visión de mundo que encuentra refugio en la tradición, o signados por un acceso diferenciado a los beneficios concretos de la modernidad, sea por su realidad socioeconómica o la disponibilidad de recursos simbólicos.
Olavarría confirma que en los sectores más populares, ser jefe de hogar y proveedores es uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica que tiene más arraigo. La inestabilidad laboral, la inclusión de las mujeres al trabajo y transiciones en el rol de género, entre los cambios socioculturales más relevantes del último tiempo, han transformado “el hogar en el espacio más importante en el que el hombre puede ejercer dominio”.
En cambio, continúa el investigador, esto no sucede así con los varones de clase media alta, a quienes estos cambios no les han afectado en su calidad de proveedores principales, y su mundo social y las redes de la que forman parte les permiten convivir en distintos espacios además de su hogar y ejercer normalmente dominio en otros, por ejemplo en su trabajo. Asimismo las mujeres de este sector son las que en mayor número han ingresado al mercado de trabajo, con altos niveles de escolaridad, y hacer aportes económicos al hogar.
La investigación Ser padre en Santiago de Chileconstató que la división sexual del trabajo se ve cuestionada por una proporción creciente de varones, especialmente los más jóvenes y de sectores medios alto, que estiman que las mujeres tienen los mismos derechos y deberes que ellos, “considerando que ellas pueden decidir libremente lo que desea hacer, dentro de un clima de respeto y comprensión mutua”. Para estos varones, tanto las mujeres como los hombres deben ocuparse de la crianza y sustento del hogar. Muchos participan ya en las actividades del hogar, cuando ellas hacen trabajo remunerado y aportan al hogar, detalla la publicación.
Los varones desean cada vez más que las mujeres participen como proveedoras o ellas así se lo están planteando. Las mujeres más jóvenes comienzan a ponerlo como condición para establecer una relación de pareja, especialmente en los sectores medios altos. “Es así que el mandato de que el varón sea el proveedor de la familia comienza a perder fuerza y se comienza a esperar que ese rol sea compartido”,observa Olavarría.
En Chile, al igual que en otros países latinoamericanos, los hombres más jóvenes están aceptando más la equidad de género que los mayores. Participan más en las tareas domésticas, en los controles prenatales, en el parto, y en el cuidado de los hijos. Sus actitudes de género también son más equitativas según el estudio de IMAGES. En este ítem los hombres chilenos son los campeones entre los países encuestados en términos de participación en el parto. La encuesta revela que cerca de la mitad de los hombres, un 49,8%, señalaron haber estado en la sala de partos al momento del nacimiento de su último hijo, un 22% declaró haber estado en la sala de espera o en otro lugar del hospital y un 28,2% de los hombres indicó no haber estado en el hospital al momento del nacimiento. Estos datos varían según el nivel educacional y la edad, donde los hombres con más escolaridad y más jóvenes aparecen con más frecuencia.
Olavarría corrobora que los padres, especialmente los mayores, se mantuvieron en los primeros meses más bien distantes del niño, hasta que éstos comenzaron a hacer manifestaciones de mayor sociabilidad. Se sentían torpes y en un espacio, en gran medida, privativo de la madre. Ellos eran más bien observadores. Los padres jóvenes, confirma el investigador, en cambio, consideran que les corresponde involucrarse activamente en la crianza de los primeros meses y así lo hacen. “Yo hacía de todo. Desde ponerle la cremita, que había que desinfectarle el ombligo, las leches, todo, absolutamente todo. Jamás pensé que esa fuera una labor que a mí no me correspondiera”, reconoce Patricio, de 32 años y estrato socio-económico medio alto.
Licencias parentales
Las instituciones juegan un papel activo en la promoción o exclusión de los varones del ejercicio de la paternidad activa y democrática. Cuestionarse y reflexionar sobre la exclusión de la perspectiva de género y la inclusión efectiva de los varones en los discursos de instituciones y profesionales es crucial para hacer efectiva esta transformación.
Aguayo corrobora que “la política de que los varones entren al parto ha sido modelo a nivel latinoamericano y los hombres han confirmado la importancia de esa experiencia en el vínculo con su hijo. Ahora se necesitan otras políticas, porque sí participan en el parto y en la ecografía, pero necesitamos que lo hagan en los controles de salud, porque ahí van poco, sólo alrededor de un 15%. ¿Por qué? Porque hay más mujeres en la casa, las barreras del trabajo de los hombres que no los dejan salir y los horarios son difíciles”.
A juicio de Olavarría, una de las grandes dificultades para que los varones asuman de un modo diferente su rol como padres se encuentra en la organización del trabajo. Por ello, es necesario revisar las agendas políticas, las negociaciones colectivas, fortalecer los sindicatos y redefinir las reglas del juego de la producción, con el fin de propiciar otras relaciones entre los varones y la familia. Parte de su problema es asumir las condiciones laborales y “dejar tiempo para el núcleo familiar”. Para Olavarría el neocapitalismo es una “máquina de moler carne” que tiene “presas” a las personas.
Es obvio que las políticas y legislaciones que excluyen a los trabajadores varones de los derechos de la crianza hacen que ésta siga siendo una responsabilidad femenina, donde los derechos relacionados al cuidado siguen ligados exclusivamente a las mujeres. En ese orden, el rol de los varones sería a lo sumo subsidiario de las mujeres en esas tareas. Según algunos estudios, la licencia postnatal para hombres sería una de las principales herramientas en la promoción de este cambio. En efecto, pocos hombres cambian espontáneamente, o solos; los cambios en actitudes y conductas generalmente requieren también cambios en el significado social que se da a sus acciones.
En Europa Occidental, Australia y América del Norte hace más de 20 años que se impulsan políticas para propiciar la participación masculina en la crianza y cuidado de los hijos. Destaca Noruega con uno de los permisos postnatales más avanzados del mundo. Desde 1977, el país escandinavo otorga participación activa a ambos progenitores con el objetivo de incentivar la participación del padre en el primer año de vida de sus hijos, además de estimular la fuerza laboral femenina en la actividad económica. Cuando las mujeres vuelven al trabajo luego de nueve meses, los hombres toman su posnatal, que tiene una duración de dos meses y medio.
De acuerdo con la experiencia de algunos países europeos, que los hombres se involucren más como padres es considerado positivamente por amplios sectores de la sociedad. Les da a los padres involucrados un estatus social especial. Los noruegos asumen el cuidado con orgullo. “Con otros amigos que también estaban en su posnatal hacíamos ‘grupos de papás’ y nos juntábamos a cocinar o a hacer actividades con los niños, lo que nos ayudó a compartir experiencias y a resolver dificultades. Lo único que no podemos hacer es alimentar a nuestros hijos con leche materna, pero incluso en eso podemos ayudar llevándolos al trabajo de nuestras esposas para que los puedan amamantar a tiempo”, comentó un empresario de 31 años en reportaje del diario La Tercera de Chile.
Según el estudio El cuidado compartido: hacia una propuesta de parentalidad, del PNUD/OIT (2013), todos los países en la región ofrecen actualmente algún tipo de licencia por maternidad y, recientemente, 16 países han aumentado esta licencia dando cumplimiento a convenciones apoyadas por la Organización Internacional del Trabajo. Sin embargo en 2003 sólo ocho países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Paraguay y Uruguay) ofrecían licencias remuneradas por paternidad. Aún en esos casos el período de la misma era bastante reducido: entre dos y ocho días de duración según constata la base de datos de condiciones de trabajo y empleo de la OIT.
En Brasil y Chile, este permiso es de 5 días, Argentina y Paraguay cuentan con 2 días. En Uruguay la normativa solo alcanza a los funcionarios públicos y es de 3 días, pero es una práctica extendida en los convenios colectivos. En Colombia, se contempla la facultad de la madre de ceder al padre una de las 12 semanas de su descanso por maternidad. Chile también le otorga a la madre la facultad de poder traspasar al padre del niño una o más semanas de dicho permiso. En el caso de Brasil, cursa un proyecto legislativo de un miembro del Partido de los Trabajadores para ampliar a 15 días la licencia de paternidad para empleados públicos, que actualmente sigue la regla de los 5 días como cualquier otra empresa. Pero nadie asegura que este eventual cambio modifique sustancialmente esta realidad.
De hecho, en Chile destaca la alta proporción de hombres que no se tomaron un período postnatal –remunerado o no: tres de cada cuatro hombres, un 76,6%, no la tomó. Un 20,6% señaló tomar una licencia pagada –que en Chile es de 5 días para los padres trabajadores con contrato de trabajo– y un 2,6% indicó haber tomado una licencia no pagada, según la encuesta IMAGES. Este indicador también revela una relación estrecha entre los permisos postnatales, la edad y el nivel educacional: las personas con menor edad y mayor nivel educacional se tomaron más permisos postnatales. Cerca de la mitad, un 51,9%, señaló que el trabajo no se lo permitió, mientras que un 13,9% manifestó que no tenía condiciones económicas para hacerlo y un 10,2% señaló que simplemente no quiso tomarse el permiso.
Aguayo recomienda como pieza clave de la política pública que exista una licencia postnatal para los padres exclusiva y remunerada de al menos 4 semanas de duración, siguiendo modelos como el Noruego, Sueco o Alemán. Adicionalmente sugiere incorporar incentivos para que los padres usen la licencia de modo compartido con la madre.
Si bien estos cambios pueden contribuir en cierta medida a un mejor reparto de las labores de cuidado y crianza, feministas han llamado la atención respecto de la efectividad de las licencias y si son los pasos más adecuados para garantizar el cuidado compartido. Tanto en Brasil como en Chile, se aprobó la extensión de la licencia por maternidad a 6 meses hace pocos años.
En Brasil, los hombres y las mujeres deben compartir dicha licencia remunerada, que es obligatoria, como en el caso de Dinamarca. Sin embargo, los resultados de la medida no han sido los esperados.“En Dinamarca y Suecia, cuando una mujer tiene un hijo, la madre puede permanecer hasta seis meses en su casa, y su padre también. Él tiene derecho a un permiso de paternidad obligatorio de igual duración. Aquí [en Brasil] se ha aumentado la responsabilidad de las madres sin extender el período para los padres para que puedan compartir esta responsabilidad con ellas, es decir, para que la carga se puede dividir entre hombres y mujeres”, comenta la investigadora Lena Lavinas, profesora asociada del Instituto de Economía, Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ ).
La legislación laboral sobre maternidad en Chile es considerada una de las más protectoras de la región. El país cuenta además con una red de salas-cuna que el gobierno, a través de la Junji (Junta Nacional de Jardines Infantiles), implementó en todo el país durante el gobierno de la presidenta Bachelet (2006-2010). Sin embargo, frente a la extensión del postnatal de 6 meses, organizaciones feministas chilenas se preguntan cómo aumentar la corresponsabilidad de los padres y facilitar una mayor conciliación en el seno de la familia, para que la medida no produzca un efecto negativo en el ámbito laboral de las mujeres. Actualmente, existe una suerte de «castigo remuneracional» o de competencias para las mujeres profesionales al tener que alejarse por tanto tiempo de su trabajo para atender la maternidad. Esto las hace menos atractivas que los hombres para el mercado laboral, porque con la extensión del postnatal su ausencia alcanzará los 7 meses y medio.
Al igual que feministas chilenas, Lena considera que una licencia de maternidad prolongada pero restringida a algunos segmentos ocupados puede aumentar las diferencias en el mercado laboral. A esto se suma que el beneficio de la licencia de maternidad deja fuera a un importante porcentaje de mujeres que no cuenta con contrato de trabajo y se desempeña en el sector informal. El desarrollo de una infraestructura adecuada –jardines infantiles y guarderías seguras– que permita aliviar la doble carga que pesa sobre las mujeres también ha sido una demanda de organizaciones feministas y de mujeres en Brasil.

A nivel regional son escasos los esfuerzos para involucrar a los hombres en sus roles como padres. Algunos entes gubernamentales –ya sea a nivel nacional, regional o municipal– y de la cooperación internacional han apoyado campañas de medios sobre la importancia de la participación de los varones en la paternidad, como la campaña global MenCare. Esta iniciativa conocida en América Latina como Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre está presente en 26 países de América Latina, África, Asia y Europa, y busca que los padres se involucren más en el cuidado diario de sus hijos, establezcan un buen trato y compartan equitativamente con la pareja las tareas de cuidado, crianza y labores domésticas.

A partir de estas intervenciones, orientadas a un cambio cultural y en las actitudes, sus promotores buscan activar debate sobre los roles de los hombres y su inclusión en las agendas estatales. Su ideal es un modelo alternativo de maternidad y paternidad que vaya más allá de “resignificar lo que es ser hombre así como reconocer que cuidar no es un atributo masculino o femenino, sino uno humano”, concluye Barker.
Publicada em: 16/01/2014

Fuente: http://www.clam.org.br/ES/destaque/conteudo.asp?cod=11364

Sigue leyendo ->

PADRES INVOLUCRADOS

  Chile

Si las formas tradicionales de masculinidad se definen en oposición a lo femenino y a los roles de cuidado, ¿qué sucede cuando los hombres se involucran más activamente en el cuidado de las personas y la crianza de los niños? Algo de esos cambios es visible hoy en las sociedades latinoamericanas, donde ciertas ‘masculinidades emergentes’ parecen apostar a la equidad de género. Sin embargo, en esas mismas prácticas se filtran valores tradicionales acerca del rol del varón en la familia. La idea de cuidado paterno sigue siendo concebida por los hombres a la luz de nociones de masculinidad relacionadas con las labores de provisión y protección.
La participación de los padres en el cuidado de los hijos es un fenómeno relativamente nuevo en América Latina. La encuesta internacional IMAGES, sobre varones e igualdad de género, confirmó los hombres continúan valorando el rol proveedor económico como una de sus principales funciones. En el caso de Chile, un 87,5% declaró que “en general, tengo la mayor responsabilidad de proveer para mi familia”,en contrapartida con un 61,9% que sostuvo que su “rol en el cuidado de los hijos es principalmente como ayudante”. En el país fueron entrevistados1.192 y 426 mujeres de entre 18 y 59 años.
La investigación Ser padre en Santiago de Chile, dirigida por el sociólogo José Olavarría, constató la coexistencia entre los discursos equitativos con otros tradicionales sobre el rol de los hombres, evidente en aparentes inconsistencias o contradicciones en los relatos de los entrevistados. Pese a que los participantes de la investigación afirmaron con frecuencia el deseo de involucrarse más en la vida de sus hijos, ellos siguen siendo renuentes a realizar tareas domésticas, entre ellas las labores de cuidado. Los varones cesanteados de sus trabajos que habían asumido “labores del hogar” experimentaron malestar ante esa perspectiva, señala Olavarría. “El varón, especialmente al inicio, se siente indigno, no tiene dinero para sus gastos; la mujer le tiene que pasar dinero; siente que no se lo puede comentar a nadie, porque sería visto como un «zángano»”, relata el sociólogo. Pero con el tiempo los mismos varones asumen su nueva situación y logran adaptarse hasta encontrar un nuevo trabajo. “La cesantía es, para algunos, una oportunidad de sentir el amor, cariño y solidaridad de la mujer hacia él, o por el contrario, el menosprecio y rechazo”, reconoce.
Olavarría señala que el modelo hegemónico de masculinidad plantea a la condición adulta la exigencia de la paternidad. Al ser constitutiva de la masculinidad y uno de sus principales ejes, la paternidad reafirma mandatos y les da sentido en la vida cotidiana, entrecruzando dimensiones fundamentales de la identidad masculina con el hecho de ser padre. En palabras del sociólogo: “el padre es una persona importante, es el jefe de familia, la autoridad del hogar; su trabajo permite proveer a la familia y a los hijos; prueba y ejerce su heterosexualidad a través de los hijos que procrea, y demuestra su poder siendo fecundo”. El padre así, tiene un destino señalado: constituir una familia, estructurar relaciones claras de afecto y autoridad con la mujer y los hijos, que le permitan proteger, formar y proveerla en un espacio definido, el hogar.
El estudio IMAGES corrobora que todavía se está muy lejos de alcanzar la equidad de género y aun más lejos de poder afirmar que el machismo ha muerto. Las madres siguen asumiendo una parte desproporcionada de la atención del niño y las tareas del hogar en comparación con los padres. En el caso de Chile los resultados de la encuesta son elocuentes: la actividad donde el padre (u otro hombre en el hogar) tuvo una mayor participación fue preparar comidas: 23,6% señaló que lo hacía de manera frecuente y 32,6%, a veces. Sin embargo en el aseo, lavado y limpieza, un 52,6% señaló que su padre (u otra figura masculina) nunca hacía aseo, un 64,2% nunca lavaba ropa y un 69,5% nunca limpiaba el baño.
Existen a la vez cifras reveladoras de hombres más cómplices con la equidad de género y dispuestos a involucrarse en la crianza y el cuidado de sus hijos. Según los sondeos del Instituto Pew, a partir de 2011 los varones dedicaron siete horas a la semana al cuidado de niños y 10 horas a la semana a tareas domésticas. Eso es aproximadamente la mitad de lo que hacen las madres, pero es un gran salto desde 1965, cuando los padres dedicaban apenas dos horas y media a la semana a la atención infantil y cuatro horas a tareas domésticas, según afirma Gary Barker, director internacional de la ONG Promundo, coordinador de la campaña global de Paternidad MenCare y participante invitado en el seminario Paternidad Activa, Cuidado y Corresponsabilidad celebrado el año pasado en Chile.
En sentido dado a esas actividades se combinan diferentes valores. Según constata la encuesta IMAGES Chile, 97,8% de los encuestados considera importante que el padre esté presente en la vida de sus hijos, incluso si está separado de la madre y ocho de cada diez hombres (75,9%) que viven con sus hijos y trabajan indicaron que les “gustaría trabajar menos si eso significara pasar más tiempo con mis hijos”; mientras que un 61,7% señaló que “dedican muy poco tiempo a sus hijos por motivos de trabajo”. Sin embargo, el 46% afirmó que cambiar pañales, bañar y alimentar a los niños es responsabilidad de la madre. A esto se suma que, según resultados de la investigación, la madre fue por lejos el familiar que cuidó más a los hombres durante su infancia con un 94,4%. Mientras 69,8% también señalaron haber sido cuidados por su padre. Un porcentaje menor señaló a otros parientes como la abuela, con un 10,8%, y el abuelo, alcanzando un 7%.
Coexisten entonces, confirma Olavarría, dos modelos de paternidad, una patriarcal, donde el hombre es proveedor, figura de autoridad y protector, y otra más democrática, íntima, afectiva y cercana, que acarrea complejas demandas para los varones como padres. “Ser un buen padre capaz de satisfacer este rango de demandas o mandatos es imposible. Hay demasiadas demandas contradictorias para un simple mortal que, después de todo, es lo que son los hombres”, afirma el experto.
Francisco Aguayo, psicólogo e investigador en paternidades y masculinidades, y coordinador de la Campaña de Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre, reconoce que si bien se habla mucho de la paternidad 2.0, esto es, de la emergencia de un nuevo padre, esta aseveración es bastante discutible. “En el panorama global, mirando 8 países y más de 15 mil hombres, se observa que todavía tenemos un orden de género muy tradicional –en familias de pareja heterosexuales– donde gran parte de las tareas de cuidado la tienen las mujeres. También hay hombres que ayudan y existe un segmento que lo hacen sólo ellos, pero es menor”, afirmó recientemente en una entrevista. Sostuvo que en este nuevo escenario aparece el neomachismo”, donde muchos hombres dicen que comparten las tareas domésticas, que no son machistas y creen que la carga de cuidado es compartida, mientras que las encuestas revelan lo contrario.
Sin embargo, un espacio donde los varones sí han entrado con fuerza, dice el psicólogo, es la comunicación. “Hablan más con sus hijos, están más en contacto y buscan conocerlos. A diferencia de la generación anterior, que no se preocupaba mucho por los hijos, ahora ellos quieren ser más cercanos. Pero de ahí a compartir tareas de cuidado hay un salto”, explica. Relata que lo que los hombres más hacen es jugar con los hijos y sienten que cumplieron con su cuota. Pero falta mucho camino por recorrer cuando se observa todo el repertorio de acciones de cuidado que hay que resolver en un hogar.
Varones y cuidado
Cuando se habla de paternidad, en la actualidad resulta difícil ignorar los derechos y necesidades de las mujeres, así como desconocer la perspectiva de los derechos del niño. El artículo 18 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño señala que “los Estados miembros deben velar porque ambos padres sean igualmente responsables del cuidado del niño/a”. De esa manera la corresponsabilidad del padre en la crianza ha empezado a concebirse no sólo como una obligación de los varones sino también como un derecho que cada niño y niña tiene al nacer.
Diversos estudios dan cuenta de los beneficios para madres e hijos de la participación de los padres en las tareas de cuidado. Cuando los últimos tienen una presencia de calidad en la vida de sus hijas e hijos, éstos muestran mayores índices de salud física y mental, desarrollo cognitivo, motivación para el estudio y rendimiento académico. También mejoran las habilidades sociales, aumenta la autoestima, disminuyen los problemas de conducta y se observa mayor tolerancia al estrés (Allen y Daly, 2007; Barker, 2003; Nock y Einolf, 2008). El ingreso familiar también aumenta cuando los hombres llevan a cabo más tareas de cuidado. Cuando los hombres están involucrados en el trabajo doméstico, los niños muestran actitudes más equitativas de género.
La participación de los hombres en la paternidad y el cuidado de los otros puede ser una motivación poderosa –aunque a menudo desdeñada– para que se involucren de manera positiva en la vida familiar. Quienes promueven esos cambios en la sociedad han pasado a prestar más atención, en sus investigaciones e intervenciones, al desarrollo y las necesidades personales del padre, así como a las perspectivas de los propios hombres acerca de su rol en la familia. Cada vez es más común que en las investigaciones sean escuchadas las voces de los hombres respecto a sus creencias, percepciones y emociones, así como sus propios balances en materia de paternidad.
En cinco países del llamado Sur Global, México, Chile, Brasil, Sudáfrica e India, Barker y colegas registraron 83 historias de vida de varones que asumieron tareas del cuidado en un contexto de desempleo. Los entrevistados habían salido del mercado laboral. Para Gary Barker, “son hombres que se veían a sí mismos como perdedores en el mercado capitalista”, explica el experto. En él, si “no reciben un ingreso mensual, no existen”.
El estudio mostró que la mayoría no sabía cómo desarrollar el trabajo de cuidado. Carecían de referencias y se sentían confundidos en sus nuevos roles: “¿mis hijos me verán como hombre?” fue una de las preguntas más recurrentes, relata el director de Promundo. Escuchar las voces masculinas en la investigación permitió confirmar la hipótesis sobre la confusión que experimentan algunos hombres de cara a la transformación de las normas y roles de género, así como a las nuevas expectativas que esto ha implicado para los hombres en el hogar.
Muchos hombres reconocieron sentir que “el mundo no valorizaba su trabajo”. Se sentían “solitarios y deprimidos”. En resumen, constataron los investigadores, su discurso era muy parecido al de algunas mujeres que trabajan en el ámbito doméstico. Pero fue a través de esa experiencia que los hombres desarrollaron comportamientos más equitativos, afirma el experto. El cuidado los transformó en nuevos hombres y no al revés: “las actitudes equitativas de género no eran una vía para el cuidado; el cuidado fue un camino hacia las actitudes de igualdad de género”, afirma el profesional.
Una lenta transformación
En la búsqueda de caminos o procesos de cambio entre los hombres no se deben esperar cambios drásticos o revolucionarios. Las transformaciones en las normas de género y actitudes individuales a menudo son graduales, con paradigmas viejos y nuevos que existen simultáneamente. El llamado a los hombres a involucrarse en la promoción de la equidad de género se hizo más patente durante la década de los noventa, a partir de las conferencias de El Cairo (1994) y Beijing (1995). A su vez, cambios demográficos, migraciones y las propias dinámicas del mercado laboral impactaban profundamente los papeles del hombre y la mujer en las familias. Numerosas investigaciones y análisis apuntan a una creciente “incorporación de las mujeres en la modernidad” y su reconocimiento como sujetas de derechos. Según datos del Banco Mundial, ellas constituyen el 40% de la población económicamente activa a nivel global y aunque a los hombres aún se les pagan salarios más altos –se estima que a nivel global las mujeres ganan 22% menos que los hombres por el mismo trabajo– esas brechas tienden a reducirse. En educación también ha habido avances significativos. A nivel regional, las mujeres latinoamericanas lideran su participación en estudios universitarios.
En materia de conyugalidad, se registra que en América Latina más matrimonios terminan en divorcio o separación, que la edad de casamiento ha aumentado y que más niños nacen fuera de uniones formales. También se observa una creciente subcontratación para el cuidado de niños y niñas, aun en países con ventajosas licencias postnatales para hombres y mujeres.
Otro aspecto que ha nutrido el debate sobre el tema en los últimos años es el reconocimiento legal de las uniones del mismo sexo en varios países. Con relación a las mismas se ha indagado el papel que gays, lesbianas, bisexuales, y personas transgénero desempeñan como padres y madres. Para Barker, la cuestión pasa por tener dos o más cuidadores, sin importar el sexo de los mismos. “Dos es generalmente mejor que uno”, afirma. De hecho, indica el experto, algunos programas en Norteamérica y Europa Occidental han empezado a usar términos como “paternidad cooperativa”, “alianza paternal” o “paternidad en equipo”, para enfatizar la cooperación en pareja.
Estos cambios, así como la mayor atención a la participación de los hombres en la toma de decisiones en materia de salud sexual y reproductiva, parecen haber contribuido a la transformación de las relaciones de género en el seno de la familia, pero no lo suficiente como para promover una participación más activa en su rol de padres, pese al aumento del interés por parte de varones.
Sin embargo, a juicio de Olavarría, algunos hombres vislumbran o tienen conciencia de que la paternidad tal como la vieron en el propio padre y que aprendieron hoy ya no es posible, se ha comenzado a desmoronar. Los jóvenes de sectores medios y altos especialmente comienzan a plantearse nuevas formas de paternidad. Gary Barker reconoce que muchos hombres son conscientes de y responden a normas sociales cambiantes sobre la paternidad; sin embargo aclara que la internacionalización de estas nuevas normas –que muchos hombres se sienten obligados a cumplir– no es un proceso sencillo.
Equidad de género: el difícil camino de su promoción
Promover la equidad de género es un proceso complejo que implica ser sensible a cómo la clase social, el acceso al trabajo y a la educación formal, la edad y generación inciden en la búsqueda de justicia social. No se trata de un proceso lineal ni homogéneo. Los investigadores señalan que los cambios sucederían con mayor intensidad ahí donde los influjos culturales de la modernidad calan más hondo: en los sectores sociales ligados a la globalización, a la universalización de ciertos valores, a la convivencia con distintas visiones de mundo y estilos de vida. Otros sectores, en cambio, se opondrán a estos cambios, guiados por una visión de mundo que encuentra refugio en la tradición, o signados por un acceso diferenciado a los beneficios concretos de la modernidad, sea por su realidad socioeconómica o la disponibilidad de recursos simbólicos.
Olavarría confirma que en los sectores más populares, ser jefe de hogar y proveedores es uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica que tiene más arraigo. La inestabilidad laboral, la inclusión de las mujeres al trabajo y transiciones en el rol de género, entre los cambios socioculturales más relevantes del último tiempo, han transformado “el hogar en el espacio más importante en el que el hombre puede ejercer dominio”.
En cambio, continúa el investigador, esto no sucede así con los varones de clase media alta, a quienes estos cambios no les han afectado en su calidad de proveedores principales, y su mundo social y las redes de la que forman parte les permiten convivir en distintos espacios además de su hogar y ejercer normalmente dominio en otros, por ejemplo en su trabajo. Asimismo las mujeres de este sector son las que en mayor número han ingresado al mercado de trabajo, con altos niveles de escolaridad, y hacer aportes económicos al hogar.
La investigación Ser padre en Santiago de Chileconstató que la división sexual del trabajo se ve cuestionada por una proporción creciente de varones, especialmente los más jóvenes y de sectores medios alto, que estiman que las mujeres tienen los mismos derechos y deberes que ellos, “considerando que ellas pueden decidir libremente lo que desea hacer, dentro de un clima de respeto y comprensión mutua”. Para estos varones, tanto las mujeres como los hombres deben ocuparse de la crianza y sustento del hogar. Muchos participan ya en las actividades del hogar, cuando ellas hacen trabajo remunerado y aportan al hogar, detalla la publicación.
Los varones desean cada vez más que las mujeres participen como proveedoras o ellas así se lo están planteando. Las mujeres más jóvenes comienzan a ponerlo como condición para establecer una relación de pareja, especialmente en los sectores medios altos. “Es así que el mandato de que el varón sea el proveedor de la familia comienza a perder fuerza y se comienza a esperar que ese rol sea compartido”,observa Olavarría.
En Chile, al igual que en otros países latinoamericanos, los hombres más jóvenes están aceptando más la equidad de género que los mayores. Participan más en las tareas domésticas, en los controles prenatales, en el parto, y en el cuidado de los hijos. Sus actitudes de género también son más equitativas según el estudio de IMAGES. En este ítem los hombres chilenos son los campeones entre los países encuestados en términos de participación en el parto. La encuesta revela que cerca de la mitad de los hombres, un 49,8%, señalaron haber estado en la sala de partos al momento del nacimiento de su último hijo, un 22% declaró haber estado en la sala de espera o en otro lugar del hospital y un 28,2% de los hombres indicó no haber estado en el hospital al momento del nacimiento. Estos datos varían según el nivel educacional y la edad, donde los hombres con más escolaridad y más jóvenes aparecen con más frecuencia.
Olavarría corrobora que los padres, especialmente los mayores, se mantuvieron en los primeros meses más bien distantes del niño, hasta que éstos comenzaron a hacer manifestaciones de mayor sociabilidad. Se sentían torpes y en un espacio, en gran medida, privativo de la madre. Ellos eran más bien observadores. Los padres jóvenes, confirma el investigador, en cambio, consideran que les corresponde involucrarse activamente en la crianza de los primeros meses y así lo hacen. “Yo hacía de todo. Desde ponerle la cremita, que había que desinfectarle el ombligo, las leches, todo, absolutamente todo. Jamás pensé que esa fuera una labor que a mí no me correspondiera”, reconoce Patricio, de 32 años y estrato socio-económico medio alto.
Licencias parentales
Las instituciones juegan un papel activo en la promoción o exclusión de los varones del ejercicio de la paternidad activa y democrática. Cuestionarse y reflexionar sobre la exclusión de la perspectiva de género y la inclusión efectiva de los varones en los discursos de instituciones y profesionales es crucial para hacer efectiva esta transformación.
Aguayo corrobora que “la política de que los varones entren al parto ha sido modelo a nivel latinoamericano y los hombres han confirmado la importancia de esa experiencia en el vínculo con su hijo. Ahora se necesitan otras políticas, porque sí participan en el parto y en la ecografía, pero necesitamos que lo hagan en los controles de salud, porque ahí van poco, sólo alrededor de un 15%. ¿Por qué? Porque hay más mujeres en la casa, las barreras del trabajo de los hombres que no los dejan salir y los horarios son difíciles”.
A juicio de Olavarría, una de las grandes dificultades para que los varones asuman de un modo diferente su rol como padres se encuentra en la organización del trabajo. Por ello, es necesario revisar las agendas políticas, las negociaciones colectivas, fortalecer los sindicatos y redefinir las reglas del juego de la producción, con el fin de propiciar otras relaciones entre los varones y la familia. Parte de su problema es asumir las condiciones laborales y “dejar tiempo para el núcleo familiar”. Para Olavarría el neocapitalismo es una “máquina de moler carne” que tiene “presas” a las personas.
Es obvio que las políticas y legislaciones que excluyen a los trabajadores varones de los derechos de la crianza hacen que ésta siga siendo una responsabilidad femenina, donde los derechos relacionados al cuidado siguen ligados exclusivamente a las mujeres. En ese orden, el rol de los varones sería a lo sumo subsidiario de las mujeres en esas tareas. Según algunos estudios, la licencia postnatal para hombres sería una de las principales herramientas en la promoción de este cambio. En efecto, pocos hombres cambian espontáneamente, o solos; los cambios en actitudes y conductas generalmente requieren también cambios en el significado social que se da a sus acciones.
En Europa Occidental, Australia y América del Norte hace más de 20 años que se impulsan políticas para propiciar la participación masculina en la crianza y cuidado de los hijos. Destaca Noruega con uno de los permisos postnatales más avanzados del mundo. Desde 1977, el país escandinavo otorga participación activa a ambos progenitores con el objetivo de incentivar la participación del padre en el primer año de vida de sus hijos, además de estimular la fuerza laboral femenina en la actividad económica. Cuando las mujeres vuelven al trabajo luego de nueve meses, los hombres toman su posnatal, que tiene una duración de dos meses y medio.
De acuerdo con la experiencia de algunos países europeos, que los hombres se involucren más como padres es considerado positivamente por amplios sectores de la sociedad. Les da a los padres involucrados un estatus social especial. Los noruegos asumen el cuidado con orgullo. “Con otros amigos que también estaban en su posnatal hacíamos ‘grupos de papás’ y nos juntábamos a cocinar o a hacer actividades con los niños, lo que nos ayudó a compartir experiencias y a resolver dificultades. Lo único que no podemos hacer es alimentar a nuestros hijos con leche materna, pero incluso en eso podemos ayudar llevándolos al trabajo de nuestras esposas para que los puedan amamantar a tiempo”, comentó un empresario de 31 años en reportaje del diario La Tercera de Chile.
Según el estudio El cuidado compartido: hacia una propuesta de parentalidad, del PNUD/OIT (2013), todos los países en la región ofrecen actualmente algún tipo de licencia por maternidad y, recientemente, 16 países han aumentado esta licencia dando cumplimiento a convenciones apoyadas por la Organización Internacional del Trabajo. Sin embargo en 2003 sólo ocho países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Paraguay y Uruguay) ofrecían licencias remuneradas por paternidad. Aún en esos casos el período de la misma era bastante reducido: entre dos y ocho días de duración según constata la base de datos de condiciones de trabajo y empleo de la OIT.
En Brasil y Chile, este permiso es de 5 días, Argentina y Paraguay cuentan con 2 días. En Uruguay la normativa solo alcanza a los funcionarios públicos y es de 3 días, pero es una práctica extendida en los convenios colectivos. En Colombia, se contempla la facultad de la madre de ceder al padre una de las 12 semanas de su descanso por maternidad. Chile también le otorga a la madre la facultad de poder traspasar al padre del niño una o más semanas de dicho permiso. En el caso de Brasil, cursa un proyecto legislativo de un miembro del Partido de los Trabajadores para ampliar a 15 días la licencia de paternidad para empleados públicos, que actualmente sigue la regla de los 5 días como cualquier otra empresa. Pero nadie asegura que este eventual cambio modifique sustancialmente esta realidad.
De hecho, en Chile destaca la alta proporción de hombres que no se tomaron un período postnatal –remunerado o no: tres de cada cuatro hombres, un 76,6%, no la tomó. Un 20,6% señaló tomar una licencia pagada –que en Chile es de 5 días para los padres trabajadores con contrato de trabajo– y un 2,6% indicó haber tomado una licencia no pagada, según la encuesta IMAGES. Este indicador también revela una relación estrecha entre los permisos postnatales, la edad y el nivel educacional: las personas con menor edad y mayor nivel educacional se tomaron más permisos postnatales. Cerca de la mitad, un 51,9%, señaló que el trabajo no se lo permitió, mientras que un 13,9% manifestó que no tenía condiciones económicas para hacerlo y un 10,2% señaló que simplemente no quiso tomarse el permiso.
Aguayo recomienda como pieza clave de la política pública que exista una licencia postnatal para los padres exclusiva y remunerada de al menos 4 semanas de duración, siguiendo modelos como el Noruego, Sueco o Alemán. Adicionalmente sugiere incorporar incentivos para que los padres usen la licencia de modo compartido con la madre.
Si bien estos cambios pueden contribuir en cierta medida a un mejor reparto de las labores de cuidado y crianza, feministas han llamado la atención respecto de la efectividad de las licencias y si son los pasos más adecuados para garantizar el cuidado compartido. Tanto en Brasil como en Chile, se aprobó la extensión de la licencia por maternidad a 6 meses hace pocos años.
En Brasil, los hombres y las mujeres deben compartir dicha licencia remunerada, que es obligatoria, como en el caso de Dinamarca. Sin embargo, los resultados de la medida no han sido los esperados.“En Dinamarca y Suecia, cuando una mujer tiene un hijo, la madre puede permanecer hasta seis meses en su casa, y su padre también. Él tiene derecho a un permiso de paternidad obligatorio de igual duración. Aquí [en Brasil] se ha aumentado la responsabilidad de las madres sin extender el período para los padres para que puedan compartir esta responsabilidad con ellas, es decir, para que la carga se puede dividir entre hombres y mujeres”, comenta la investigadora Lena Lavinas, profesora asociada del Instituto de Economía, Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ ).
La legislación laboral sobre maternidad en Chile es considerada una de las más protectoras de la región. El país cuenta además con una red de salas-cuna que el gobierno, a través de la Junji (Junta Nacional de Jardines Infantiles), implementó en todo el país durante el gobierno de la presidenta Bachelet (2006-2010). Sin embargo, frente a la extensión del postnatal de 6 meses, organizaciones feministas chilenas se preguntan cómo aumentar la corresponsabilidad de los padres y facilitar una mayor conciliación en el seno de la familia, para que la medida no produzca un efecto negativo en el ámbito laboral de las mujeres. Actualmente, existe una suerte de «castigo remuneracional» o de competencias para las mujeres profesionales al tener que alejarse por tanto tiempo de su trabajo para atender la maternidad. Esto las hace menos atractivas que los hombres para el mercado laboral, porque con la extensión del postnatal su ausencia alcanzará los 7 meses y medio.
Al igual que feministas chilenas, Lena considera que una licencia de maternidad prolongada pero restringida a algunos segmentos ocupados puede aumentar las diferencias en el mercado laboral. A esto se suma que el beneficio de la licencia de maternidad deja fuera a un importante porcentaje de mujeres que no cuenta con contrato de trabajo y se desempeña en el sector informal. El desarrollo de una infraestructura adecuada –jardines infantiles y guarderías seguras– que permita aliviar la doble carga que pesa sobre las mujeres también ha sido una demanda de organizaciones feministas y de mujeres en Brasil.

A nivel regional son escasos los esfuerzos para involucrar a los hombres en sus roles como padres. Algunos entes gubernamentales –ya sea a nivel nacional, regional o municipal– y de la cooperación internacional han apoyado campañas de medios sobre la importancia de la participación de los varones en la paternidad, como la campaña global MenCare. Esta iniciativa conocida en América Latina como Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre está presente en 26 países de América Latina, África, Asia y Europa, y busca que los padres se involucren más en el cuidado diario de sus hijos, establezcan un buen trato y compartan equitativamente con la pareja las tareas de cuidado, crianza y labores domésticas.

A partir de estas intervenciones, orientadas a un cambio cultural y en las actitudes, sus promotores buscan activar debate sobre los roles de los hombres y su inclusión en las agendas estatales. Su ideal es un modelo alternativo de maternidad y paternidad que vaya más allá de “resignificar lo que es ser hombre así como reconocer que cuidar no es un atributo masculino o femenino, sino uno humano”, concluye Barker.
Publicada em: 16/01/2014

Fuente: http://www.clam.org.br/ES/destaque/conteudo.asp?cod=11364

Sigue leyendo ->

Comunicado de prensa: Final "SOCORRO, HOMBRE EMBARAZADO"

Al igual que el anterior post, ha sido el más emotivo y bonito de escribir, este es sin duda el más triste y duro de redactar.

El motivo en si no es malo, ya que hacer que este blog deje de actualizarse (no va a desaparecer, ya que un día espero que lo lea mi primogénita), es debido al nacimiento de María.

Pero desde el jueves, María está con nosotros, por lo que ya dejo de ser un hombre embarazado, para ser padre con todo lo que ello acarrea. Mis miedos ahora son otros,  mucho mas superiores a los que tenia en mi etapa anterior.

Por el camino me dejo una cantidad de gente a la que agradecer, que han hecho que estos meses hayan valido la pena.

Por supuesto, la primera persona es mi pareja, que aunque ha censurado algún post o comentario, el hecho de sacarle una sonrisa y de vez en cuando un “oooh, que bonito”, ha sido la mayor de mis fuerzas.

Luego los fieles que han leído cada una de mis entradas, sin vosotros las 8.000 y pico visitas que he recibido en estos pocos meses, lógicamente no hubiesen existido, y por tanto mis ganas de escribir hubiesen sido menores.

Y luego, esa comunidad de padres y madres blogueras,  que merecen también una mención especial. Esta comunidad es muy grande, no solo en cantidad (que también) sino de sentimientos. Han estado ahí, apoyando, resolviendo dudas, descubriendo aficiones que tienen los padres (incluso los frikis ;)), y acordándose hasta el ultimo dia, que estasa punto de dar a luz.

No es un final, sino un punto  y seguido, ya que cierro Socorro, Hombre Embarazado con una lagrima pero abro un nuevo blog, empadrandome.com, en el que a partir de ahora contare mis experiencias como padre, y como siempre lo he hecho, exagerando, intentando que nos riamos a veces, y cuando toque que nos emocionemos un poco todos.

Asi que, espero que todos sigáis siendo igual de fieles y grandes, que lo sois y mucho, y a ti, mi blog, hasta siempre, ha sido un placer hacerte crecer y tienes en tu interior una parte muy importante de nuestras vidas.

Nos vemos en EMPADRANDOME

Abrazos y besos a millares!!!!

Fdo: ex Hombre Embarazado

Sigue leyendo ->

Comunicado de prensa: Final "SOCORRO, HOMBRE EMBARAZADO"

Al igual que el anterior post, ha sido el más emotivo y bonito de escribir, este es sin duda el más triste y duro de redactar.

El motivo en si no es malo, ya que hacer que este blog deje de actualizarse (no va a desaparecer, ya que un día espero que lo lea mi primogénita), es debido al nacimiento de María.

Pero desde el jueves, María está con nosotros, por lo que ya dejo de ser un hombre embarazado, para ser padre con todo lo que ello acarrea. Mis miedos ahora son otros,  mucho mas superiores a los que tenia en mi etapa anterior.

Por el camino me dejo una cantidad de gente a la que agradecer, que han hecho que estos meses hayan valido la pena.

Por supuesto, la primera persona es mi pareja, que aunque ha censurado algún post o comentario, el hecho de sacarle una sonrisa y de vez en cuando un “oooh, que bonito”, ha sido la mayor de mis fuerzas.

Luego los fieles que han leído cada una de mis entradas, sin vosotros las 8.000 y pico visitas que he recibido en estos pocos meses, lógicamente no hubiesen existido, y por tanto mis ganas de escribir hubiesen sido menores.

Y luego, esa comunidad de padres y madres blogueras,  que merecen también una mención especial. Esta comunidad es muy grande, no solo en cantidad (que también) sino de sentimientos. Han estado ahí, apoyando, resolviendo dudas, descubriendo aficiones que tienen los padres (incluso los frikis ;)), y acordándose hasta el ultimo dia, que estasa punto de dar a luz.

No es un final, sino un punto  y seguido, ya que cierro Socorro, Hombre Embarazado con una lagrima pero abro un nuevo blog, empadrandome.com, en el que a partir de ahora contare mis experiencias como padre, y como siempre lo he hecho, exagerando, intentando que nos riamos a veces, y cuando toque que nos emocionemos un poco todos.

Asi que, espero que todos sigáis siendo igual de fieles y grandes, que lo sois y mucho, y a ti, mi blog, hasta siempre, ha sido un placer hacerte crecer y tienes en tu interior una parte muy importante de nuestras vidas.

Nos vemos en EMPADRANDOME

Abrazos y besos a millares!!!!

Fdo: ex Hombre Embarazado

Sigue leyendo ->

El susurro de nuestra historia: reflexión en torno al "cachete a tiempo"

por Alejandro Busto Castelli

«…

Y como el lector puede adivinar, nadie está libre del susurro de su historia, nadie se escapa de ese murmullo sórdido y agotador. Ni un juez de menores más o menos mediático, ni un popular pediatra vendedor de panfletos, ni los psicólogos/as televisivos armados con sus manuales científicos. Ni siquiera un tertuliano convertido en reformista ministro de educación. Ni uno solo se escapa…»

Llevo más de 12 años impartiendo formación en empresas.

Mis alumnos, los participantes de talleres y seminarios, no son niños. Son adultos que algún día fueron niños, que se parece pero no es igual.

A través de los años, resulta curioso ver cómo evolucionan los contenidos a impartir. Es más que interesante ver cómo hemos ido  pasando poco a poco de las recetas “para parecer” a las reflexiones del “como ser”. Cada día más y más adultos, empleados en alguna de las empresas de nuestro país reciben información y formación acerca de cómo gestionar sus emociones, como comunicarse asertivamente, como influir positivamente en los demás, como afrontar la crisis de forma optimista  o como dirigir y crear equipos poderosos en su rendimiento y en su fortaleza emocional.

Y reciben esta formación básicamente por dos razones:

La empresa española despierta del letargo del autoritarismo y el abuso de poder, del ser humano como un expediente más, una nómina a pagar, a una realidad donde la propia rentabilidad empresarial, pasa por el bienestar emocional y físico de las personas que la componen. Donde cualquier tipo de violencia o agresividad, sea esta verbal, psicológica o física “no es rentable” y por lo tanto no vende.  Es un despertar por cierto muy lento, a veces demasiado.

La segunda es más obvia que la anterior. Los adultos hoy devenidos en profesionales no saben, no pueden o no quieren, aproximarse en casi nada a lo que hoy las empresas les demandan de un punto de vista de la construcción de las relaciones internas y externas de sus organizaciones. Básicamente porque son hijos de la pedagogía más negra, del adiestramiento cuasi científico, de la educación delegada o institucionalizada y por supuesto de poderosas afirmaciones como “este niño necesita un cachete a tiempo”, a mayor gloria del castigo y la falta de respeto como escuela de vida.

La paradoja es que a día de hoy mientras esto sucede en una parte de la sociedad, todavía debatimos sobre el supuesto valor pedagógico del “cachete a tiempo”, de la imposición adultocéntrica, de la norma no consensuada, de los negativos o puntos rojos en el cole, de las sillas de pensar como castigo al sentir, de la agresividad como comunicación prioritaria  si uno quiere convertirse en un “hombre o mujer de éxito”.

Sirvan de muestra la entrevista que el diario ABC realiza recientemente a Olga Carmona, mi compañera de viaje en todos los sentidos, con el sugerente título “¿Por qué la bofetada a tiempo no es un método educativo?”  y también los comentarios de algunos de los lectores de la misma.

Y es allí donde curiosamente aunque no tanto, aparecen algunos de los defensores de “a pie” de esta visión. No se me escapa que el fenómeno va más allá de los comentaristas virtuales y  fundamentalmente en el ámbito de lo infantil, todavía “la letra con sangre entra”. Y esto lo vemos bien en el sistema educativo o bien dentro de las familias, porque como he dicho, este discurso ya no se compra hace años en la formación empresarial de adultos donde ya resulta intolerable. Asimismo es perseguido social y penalmente en el mundo de la pareja y sin embargo de forma torticera a mi juicio, el discurso cala si de niños se trata, propiciando absurda pero calculadamente el disparate social en el que nos encontramos.

El siglo XXI es ya el siglo del cuestionamiento de la educación decimonónica, del desenmascaramiento de las escuelas psicopedagógicas que solo pretenden controlar conductas y anular la libertad, del principio del fin de la pedagogía negra y del surgimiento imparable de la psicología positiva y de la eco pedagogía entre otros movimientos.

Recientemente tuve el placer de asistir a una conferencia de D. Federico Mayor Zaragoza, ex Director general de la Unesco y actual presidente de la Fundación Cultura de Paz. En ella dijo sin despeinarse, “no tenemos que continuar siendo obedientes a un sistema responsable del genocidio de más de 60.000 personas diarias entre ellas  miles de niños”.  Y en eso estamos, pues seguimos siendo más que obedientes…

Entrevista a D.Federico Mayor Zaragoza en Canal Sur
Es ya el siglo del cambio social. Los que nos han traído hasta aquí, ya han demostrado de sobras el tipo de sociedad que ofrecen.

Con las cartas boca arriba… ¿Entonces que defienden los que defienden el cachete o bofetada a tiempo? O debo preguntarme mejor ¿a quién o quienes defienden?

Cada ser humano se desarrolla como adulto, se convierte en padre o madre, en profesional o no de la educación, la psicología o las ingenierías, escuchando el eco de su historia. Quiera o no quiera.

Una historia que susurra a veces de forma incómoda como fuimos queridos o no, deseados o no, aceptados o no tanto. Una historia que susurra de forma dolorosa cuantos cachetes, azotes, gritos, ausencias, incomprensiones e injusticias acumulamos de aquellos seres humanos, que en nombre del amor nos educaron.

Tengo clarísimo que detrás de los defensores de estos modelos de educación, está la profunda y cobarde negación del murmullo de sus fantasmas, parafraseando por cierto al gran Boris Cyrulnik en uno de sus más exitosos e imprescindibles libros.

Y digo cobarde porque los niños sobre los que todavía hoy se ejercen estos modelos, son indefensos, frágiles y están abiertos en canal desde el afecto incondicional a percibir como verdad incuestionable y absoluta aquello que reciben de sus padres y madres primero y de cualquier otra figura de autoridad luego.

No es un tema baladí. Es un tema vital que tiene que ver con contribuir o no a perpetuar un modelo social y familiar completamente agotado. Esa cultura de la paz de la que habla Mayor Zaragoza, parece en la España actual una falacia.

Y como el lector puede adivinar, nadie está libre del susurro de su historia, nadie se escapa de ese murmullo sórdido y agotador. Ni un juez de menores más o menos mediático, ni un popular pediatra vendedor de panfletos, ni los psicólogos/as televisivos armados con sus manuales científicos. Ni siquiera un tertuliano convertido en reformista ministro de educación. Ni uno solo se escapa.

Todos ellos, y usted y yo… fuimos niños educados probablemente desde un lugar parecido al tan cacareado panorama educativo actual.

No hay mejor forma de “salvar” a quienes han sido muy importantes en nuestras vidas, que seguir diciendo contra viento y marea, contra todas las evidencias y necesidades sociales, contra la esencia gregaria y emocional del ser humano, que “es bueno y educativo un cachete a tiempo”, amén de otras formas de menoscabo.  Créanme que no la hay.

Honestamente me resulta fácil entender este proceso en un ser humano cotidiano, algo menos desde mi punto de vista, en un profesional que trabaja con niños de una forma u otra. Quizá no sea muy complicado entender que al final defienden a aquellos que les dieron la vida y de forma consciente o inconsciente, confundidos o lúcidos, tal vez en nombre del amor contribuyeron a ser lo que son.

Sin embargo que se pueda entender y explicar no significa que sea en absoluto justificable. El propiciar una cultura que desde la base más tierna, hace de la violencia, el maltrato y la agresividad un valor social y cultural es algo completamente inaceptable.

No quiero y no me da la gana justificarlo.

Y lo digo bien claro y más alto.

Tal vez con el secreto deseo de que ellos, mis propios fantasmas, me escuchen y comiencen a callar para siempre.

Sigue leyendo ->

El susurro de nuestra historia: reflexión en torno al "cachete a tiempo"

por Alejandro Busto Castelli

«…

Y como el lector puede adivinar, nadie está libre del susurro de su historia, nadie se escapa de ese murmullo sórdido y agotador. Ni un juez de menores más o menos mediático, ni un popular pediatra vendedor de panfletos, ni los psicólogos/as televisivos armados con sus manuales científicos. Ni siquiera un tertuliano convertido en reformista ministro de educación. Ni uno solo se escapa…»

Llevo más de 12 años impartiendo formación en empresas.

Mis alumnos, los participantes de talleres y seminarios, no son niños. Son adultos que algún día fueron niños, que se parece pero no es igual.

A través de los años, resulta curioso ver cómo evolucionan los contenidos a impartir. Es más que interesante ver cómo hemos ido  pasando poco a poco de las recetas “para parecer” a las reflexiones del “como ser”. Cada día más y más adultos, empleados en alguna de las empresas de nuestro país reciben información y formación acerca de cómo gestionar sus emociones, como comunicarse asertivamente, como influir positivamente en los demás, como afrontar la crisis de forma optimista  o como dirigir y crear equipos poderosos en su rendimiento y en su fortaleza emocional.

Y reciben esta formación básicamente por dos razones:

La empresa española despierta del letargo del autoritarismo y el abuso de poder, del ser humano como un expediente más, una nómina a pagar, a una realidad donde la propia rentabilidad empresarial, pasa por el bienestar emocional y físico de las personas que la componen. Donde cualquier tipo de violencia o agresividad, sea esta verbal, psicológica o física “no es rentable” y por lo tanto no vende.  Es un despertar por cierto muy lento, a veces demasiado.

La segunda es más obvia que la anterior. Los adultos hoy devenidos en profesionales no saben, no pueden o no quieren, aproximarse en casi nada a lo que hoy las empresas les demandan de un punto de vista de la construcción de las relaciones internas y externas de sus organizaciones. Básicamente porque son hijos de la pedagogía más negra, del adiestramiento cuasi científico, de la educación delegada o institucionalizada y por supuesto de poderosas afirmaciones como “este niño necesita un cachete a tiempo”, a mayor gloria del castigo y la falta de respeto como escuela de vida.

La paradoja es que a día de hoy mientras esto sucede en una parte de la sociedad, todavía debatimos sobre el supuesto valor pedagógico del “cachete a tiempo”, de la imposición adultocéntrica, de la norma no consensuada, de los negativos o puntos rojos en el cole, de las sillas de pensar como castigo al sentir, de la agresividad como comunicación prioritaria  si uno quiere convertirse en un “hombre o mujer de éxito”.

Sirvan de muestra la entrevista que el diario ABC realiza recientemente a Olga Carmona, mi compañera de viaje en todos los sentidos, con el sugerente título “¿Por qué la bofetada a tiempo no es un método educativo?”  y también los comentarios de algunos de los lectores de la misma.

Y es allí donde curiosamente aunque no tanto, aparecen algunos de los defensores de “a pie” de esta visión. No se me escapa que el fenómeno va más allá de los comentaristas virtuales y  fundamentalmente en el ámbito de lo infantil, todavía “la letra con sangre entra”. Y esto lo vemos bien en el sistema educativo o bien dentro de las familias, porque como he dicho, este discurso ya no se compra hace años en la formación empresarial de adultos donde ya resulta intolerable. Asimismo es perseguido social y penalmente en el mundo de la pareja y sin embargo de forma torticera a mi juicio, el discurso cala si de niños se trata, propiciando absurda pero calculadamente el disparate social en el que nos encontramos.

El siglo XXI es ya el siglo del cuestionamiento de la educación decimonónica, del desenmascaramiento de las escuelas psicopedagógicas que solo pretenden controlar conductas y anular la libertad, del principio del fin de la pedagogía negra y del surgimiento imparable de la psicología positiva y de la eco pedagogía entre otros movimientos.

Recientemente tuve el placer de asistir a una conferencia de D. Federico Mayor Zaragoza, ex Director general de la Unesco y actual presidente de la Fundación Cultura de Paz. En ella dijo sin despeinarse, “no tenemos que continuar siendo obedientes a un sistema responsable del genocidio de más de 60.000 personas diarias entre ellas  miles de niños”.  Y en eso estamos, pues seguimos siendo más que obedientes…

Entrevista a D.Federico Mayor Zaragoza en Canal Sur
Es ya el siglo del cambio social. Los que nos han traído hasta aquí, ya han demostrado de sobras el tipo de sociedad que ofrecen.

Con las cartas boca arriba… ¿Entonces que defienden los que defienden el cachete o bofetada a tiempo? O debo preguntarme mejor ¿a quién o quienes defienden?

Cada ser humano se desarrolla como adulto, se convierte en padre o madre, en profesional o no de la educación, la psicología o las ingenierías, escuchando el eco de su historia. Quiera o no quiera.

Una historia que susurra a veces de forma incómoda como fuimos queridos o no, deseados o no, aceptados o no tanto. Una historia que susurra de forma dolorosa cuantos cachetes, azotes, gritos, ausencias, incomprensiones e injusticias acumulamos de aquellos seres humanos, que en nombre del amor nos educaron.

Tengo clarísimo que detrás de los defensores de estos modelos de educación, está la profunda y cobarde negación del murmullo de sus fantasmas, parafraseando por cierto al gran Boris Cyrulnik en uno de sus más exitosos e imprescindibles libros.

Y digo cobarde porque los niños sobre los que todavía hoy se ejercen estos modelos, son indefensos, frágiles y están abiertos en canal desde el afecto incondicional a percibir como verdad incuestionable y absoluta aquello que reciben de sus padres y madres primero y de cualquier otra figura de autoridad luego.

No es un tema baladí. Es un tema vital que tiene que ver con contribuir o no a perpetuar un modelo social y familiar completamente agotado. Esa cultura de la paz de la que habla Mayor Zaragoza, parece en la España actual una falacia.

Y como el lector puede adivinar, nadie está libre del susurro de su historia, nadie se escapa de ese murmullo sórdido y agotador. Ni un juez de menores más o menos mediático, ni un popular pediatra vendedor de panfletos, ni los psicólogos/as televisivos armados con sus manuales científicos. Ni siquiera un tertuliano convertido en reformista ministro de educación. Ni uno solo se escapa.

Todos ellos, y usted y yo… fuimos niños educados probablemente desde un lugar parecido al tan cacareado panorama educativo actual.

No hay mejor forma de “salvar” a quienes han sido muy importantes en nuestras vidas, que seguir diciendo contra viento y marea, contra todas las evidencias y necesidades sociales, contra la esencia gregaria y emocional del ser humano, que “es bueno y educativo un cachete a tiempo”, amén de otras formas de menoscabo.  Créanme que no la hay.

Honestamente me resulta fácil entender este proceso en un ser humano cotidiano, algo menos desde mi punto de vista, en un profesional que trabaja con niños de una forma u otra. Quizá no sea muy complicado entender que al final defienden a aquellos que les dieron la vida y de forma consciente o inconsciente, confundidos o lúcidos, tal vez en nombre del amor contribuyeron a ser lo que son.

Sin embargo que se pueda entender y explicar no significa que sea en absoluto justificable. El propiciar una cultura que desde la base más tierna, hace de la violencia, el maltrato y la agresividad un valor social y cultural es algo completamente inaceptable.

No quiero y no me da la gana justificarlo.

Y lo digo bien claro y más alto.

Tal vez con el secreto deseo de que ellos, mis propios fantasmas, me escuchen y comiencen a callar para siempre.

Sigue leyendo ->

El susurro de nuestra historia: reflexión en torno al "cachete a tiempo"

por Alejandro Busto Castelli

«…

Y como el lector puede adivinar, nadie está libre del susurro de su historia, nadie se escapa de ese murmullo sórdido y agotador. Ni un juez de menores más o menos mediático, ni un popular pediatra vendedor de panfletos, ni los psicólogos/as televisivos armados con sus manuales científicos. Ni siquiera un tertuliano convertido en reformista ministro de educación. Ni uno solo se escapa…»

Llevo más de 12 años impartiendo formación en empresas.

Mis alumnos, los participantes de talleres y seminarios, no son niños. Son adultos que algún día fueron niños, que se parece pero no es igual.

A través de los años, resulta curioso ver cómo evolucionan los contenidos a impartir. Es más que interesante ver cómo hemos ido  pasando poco a poco de las recetas “para parecer” a las reflexiones del “como ser”. Cada día más y más adultos, empleados en alguna de las empresas de nuestro país reciben información y formación acerca de cómo gestionar sus emociones, como comunicarse asertivamente, como influir positivamente en los demás, como afrontar la crisis de forma optimista  o como dirigir y crear equipos poderosos en su rendimiento y en su fortaleza emocional.

Y reciben esta formación básicamente por dos razones:

La empresa española despierta del letargo del autoritarismo y el abuso de poder, del ser humano como un expediente más, una nómina a pagar, a una realidad donde la propia rentabilidad empresarial, pasa por el bienestar emocional y físico de las personas que la componen. Donde cualquier tipo de violencia o agresividad, sea esta verbal, psicológica o física “no es rentable” y por lo tanto no vende.  Es un despertar por cierto muy lento, a veces demasiado.

La segunda es más obvia que la anterior. Los adultos hoy devenidos en profesionales no saben, no pueden o no quieren, aproximarse en casi nada a lo que hoy las empresas les demandan de un punto de vista de la construcción de las relaciones internas y externas de sus organizaciones. Básicamente porque son hijos de la pedagogía más negra, del adiestramiento cuasi científico, de la educación delegada o institucionalizada y por supuesto de poderosas afirmaciones como “este niño necesita un cachete a tiempo”, a mayor gloria del castigo y la falta de respeto como escuela de vida.

La paradoja es que a día de hoy mientras esto sucede en una parte de la sociedad, todavía debatimos sobre el supuesto valor pedagógico del “cachete a tiempo”, de la imposición adultocéntrica, de la norma no consensuada, de los negativos o puntos rojos en el cole, de las sillas de pensar como castigo al sentir, de la agresividad como comunicación prioritaria  si uno quiere convertirse en un “hombre o mujer de éxito”.

Sirvan de muestra la entrevista que el diario ABC realiza recientemente a Olga Carmona, mi compañera de viaje en todos los sentidos, con el sugerente título “¿Por qué la bofetada a tiempo no es un método educativo?”  y también los comentarios de algunos de los lectores de la misma.

Y es allí donde curiosamente aunque no tanto, aparecen algunos de los defensores de “a pie” de esta visión. No se me escapa que el fenómeno va más allá de los comentaristas virtuales y  fundamentalmente en el ámbito de lo infantil, todavía “la letra con sangre entra”. Y esto lo vemos bien en el sistema educativo o bien dentro de las familias, porque como he dicho, este discurso ya no se compra hace años en la formación empresarial de adultos donde ya resulta intolerable. Asimismo es perseguido social y penalmente en el mundo de la pareja y sin embargo de forma torticera a mi juicio, el discurso cala si de niños se trata, propiciando absurda pero calculadamente el disparate social en el que nos encontramos.

El siglo XXI es ya el siglo del cuestionamiento de la educación decimonónica, del desenmascaramiento de las escuelas psicopedagógicas que solo pretenden controlar conductas y anular la libertad, del principio del fin de la pedagogía negra y del surgimiento imparable de la psicología positiva y de la eco pedagogía entre otros movimientos.

Recientemente tuve el placer de asistir a una conferencia de D. Federico Mayor Zaragoza, ex Director general de la Unesco y actual presidente de la Fundación Cultura de Paz. En ella dijo sin despeinarse, “no tenemos que continuar siendo obedientes a un sistema responsable del genocidio de más de 60.000 personas diarias entre ellas  miles de niños”.  Y en eso estamos, pues seguimos siendo más que obedientes…

Entrevista a D.Federico Mayor Zaragoza en Canal Sur
Es ya el siglo del cambio social. Los que nos han traído hasta aquí, ya han demostrado de sobras el tipo de sociedad que ofrecen.

Con las cartas boca arriba… ¿Entonces que defienden los que defienden el cachete o bofetada a tiempo? O debo preguntarme mejor ¿a quién o quienes defienden?

Cada ser humano se desarrolla como adulto, se convierte en padre o madre, en profesional o no de la educación, la psicología o las ingenierías, escuchando el eco de su historia. Quiera o no quiera.

Una historia que susurra a veces de forma incómoda como fuimos queridos o no, deseados o no, aceptados o no tanto. Una historia que susurra de forma dolorosa cuantos cachetes, azotes, gritos, ausencias, incomprensiones e injusticias acumulamos de aquellos seres humanos, que en nombre del amor nos educaron.

Tengo clarísimo que detrás de los defensores de estos modelos de educación, está la profunda y cobarde negación del murmullo de sus fantasmas, parafraseando por cierto al gran Boris Cyrulnik en uno de sus más exitosos e imprescindibles libros.

Y digo cobarde porque los niños sobre los que todavía hoy se ejercen estos modelos, son indefensos, frágiles y están abiertos en canal desde el afecto incondicional a percibir como verdad incuestionable y absoluta aquello que reciben de sus padres y madres primero y de cualquier otra figura de autoridad luego.

No es un tema baladí. Es un tema vital que tiene que ver con contribuir o no a perpetuar un modelo social y familiar completamente agotado. Esa cultura de la paz de la que habla Mayor Zaragoza, parece en la España actual una falacia.

Y como el lector puede adivinar, nadie está libre del susurro de su historia, nadie se escapa de ese murmullo sórdido y agotador. Ni un juez de menores más o menos mediático, ni un popular pediatra vendedor de panfletos, ni los psicólogos/as televisivos armados con sus manuales científicos. Ni siquiera un tertuliano convertido en reformista ministro de educación. Ni uno solo se escapa.

Todos ellos, y usted y yo… fuimos niños educados probablemente desde un lugar parecido al tan cacareado panorama educativo actual.

No hay mejor forma de “salvar” a quienes han sido muy importantes en nuestras vidas, que seguir diciendo contra viento y marea, contra todas las evidencias y necesidades sociales, contra la esencia gregaria y emocional del ser humano, que “es bueno y educativo un cachete a tiempo”, amén de otras formas de menoscabo.  Créanme que no la hay.

Honestamente me resulta fácil entender este proceso en un ser humano cotidiano, algo menos desde mi punto de vista, en un profesional que trabaja con niños de una forma u otra. Quizá no sea muy complicado entender que al final defienden a aquellos que les dieron la vida y de forma consciente o inconsciente, confundidos o lúcidos, tal vez en nombre del amor contribuyeron a ser lo que son.

Sin embargo que se pueda entender y explicar no significa que sea en absoluto justificable. El propiciar una cultura que desde la base más tierna, hace de la violencia, el maltrato y la agresividad un valor social y cultural es algo completamente inaceptable.

No quiero y no me da la gana justificarlo.

Y lo digo bien claro y más alto.

Tal vez con el secreto deseo de que ellos, mis propios fantasmas, me escuchen y comiencen a callar para siempre.

Sigue leyendo ->