Es salir a correr con Oli y que se duerma! Esto es genial! Segunda salida de mi desafío #runpapirun, a por el tercero el lunes!

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Publicado Es salir a correr con Oli y que se duerma! Esto es genial! Segunda salida de mi desafío #runpapirun, a por el tercero el lunes! inicialmente en Roderíc Papiblogger.

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LA MÍSTICA DE LAS NUEVAS PATERNIDADES

Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo. Todo esto, además, me ha permitido comprobar de primera mano que ser padre es un deseo no un derecho.


Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a su hijo como nunca el suyo hizo con ellos.


Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo.

Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento. Todo ello por no hablar, porque eso sí que sería para nota, de lo importante que sería que fueran haciendo algunas lecturas feministas que les permitieran asumir el tapiz que han tejido millones de mujeres como un modo de vida y no como una simple bandera que enarbolan el 8M o el 25N.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a sus hijos como nunca los suyos hicieron con ellos.

Publicado en THE HUFFINGTON POST, 17-3-2017:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/la-mistica-de-las-nuevas-paternidades_a_21879956/?utm_hp_ref=es-homepage

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LA MÍSTICA DE LAS NUEVAS PATERNIDADES

Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo. Todo esto, además, me ha permitido comprobar de primera mano que ser padre es un deseo no un derecho.


Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a su hijo como nunca el suyo hizo con ellos.


Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo.

Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento. Todo ello por no hablar, porque eso sí que sería para nota, de lo importante que sería que fueran haciendo algunas lecturas feministas que les permitieran asumir el tapiz que han tejido millones de mujeres como un modo de vida y no como una simple bandera que enarbolan el 8M o el 25N.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a sus hijos como nunca los suyos hicieron con ellos.

Publicado en THE HUFFINGTON POST, 17-3-2017:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/la-mistica-de-las-nuevas-paternidades_a_21879956/?utm_hp_ref=es-homepage

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LA MÍSTICA DE LAS NUEVAS PATERNIDADES

Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo. Todo esto, además, me ha permitido comprobar de primera mano que ser padre es un deseo no un derecho.

Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a su hijo como nunca el suyo hizo con ellos.


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Superpapás que cambian pañales

¿Los papás cambian pañales? Hombre, pues claro. Tienen que hacerlo. Primero porque es su obligación, y segundo porque a sus hijos les encanta que lo hagan. No es que se aburran de mamá, es que están deseando tener un ratito con papi. Además, un cambio de pañal es una oportunidad especial de estrechar lazos padre…

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Visita pero no dejes rastro

Nos gusta ir de paseo para descubrir lugares maravillosos de nuestra Isla y compartir nuestras experiencias de visita para que otros puedan motivarse a disfrutar igual que nosotros.  Pero a veces nos da temor. Temor porque durante nuestros paseos en sitios naturales hemos tenido la experiencia de encontrarnos con espacios donde hay basura dejada  por visitantes … Sigue leyendo

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Things I was better off not knowing – #43

(En español más abajo)
 
 
Canada

– I remember that time you fell asleep in my bed and got up -still asleep-, slapped me in the butt and said: “Good game!”
– Well, it must have been during tryouts time…
 
 
 
Argentina

– Me acuerdo de una vez que estando dormida en mi cama, te sentaste -aún dormida-y me pegaste en la cola; me dijiste: “Buen partido!”
– Bueno, debe haber sido durante la época de ‘tryouts’ (*) …

(*): Se refiere a la época (por lo general en Septiembre/Octubre) en que los chicos se presentan a las pruebas para entrar a los diferentes equipos de la región.

 
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Things I was better off not knowing – #43

(En español más abajo)
 
 
Canada

– I remember that time you fell asleep in my bed and got up -still asleep-, slapped me in the butt and said: “Good game!”
– Well, it must have been during tryouts time…
 
 
 
Argentina

– Me acuerdo de una vez que estando dormida en mi cama, te sentaste -aún dormida-y me pegaste en la cola; me dijiste: “Buen partido!”
– Bueno, debe haber sido durante la época de ‘tryouts’ (*) …

(*): Se refiere a la época (por lo general en Septiembre/Octubre) en que los chicos se presentan a las pruebas para entrar a los diferentes equipos de la región.

 
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Lecturas Infantiles: Las princesas Dragón (y II)

Hace algunas semanas os hablé de un nuevo libro que había llegado a casa: Las princesas Dragón. En la reseña ya vaticinaba que seguramente acabaríamos teniendo más en casa… Pues ya tenemos los 3 que completan la colección (y espero y deseo que la continúen!).

Os puedo asegurar sin ninguna duda que son los libros infantiles que más gustan en casa (para los que leen, el HermanoMenor se contenta con otros cuentos de los que ya hablaré otro día): Sus espectaculares portadas, los dibujos que acompañan a la historia y su lenguaje desenfadado y a veces algo irreverente nos hacen pasar ratos de tensión, alegría, suspense…
Tres princesas, tres libros (espero que haya más!): Bamba, Nuna y Koko son las narradoras de cada uno de ellos; cada una en su estilo, cada una en una aventura diferente.
Ahora mismo estamos con el tercer libro, Su majestad la bruja. No os voy a explicar nada de la historia porque vale mucho la pena vivirla a ciegas desde el principio. Lo único que os voy a decir es que la protagonista es la inconformista Koko.
El formato del libro es muy similar al de los dos anteriores (y que, pese a ser historias separadas, están enlazadas entre ellas): Capítulos cortos, mucho humor, lenguaje muy coloquial y desenfadado, fantásticos dibujos por todos sitios y, en ocasiones, partes de la historia explicada en formato cómic.
La edad recomendada la pondría a partir de los 5 años (es lo que tiene la HermanaMayor), de momento como oyente. Más pequeños no lo veo, a veces se usa la ironía y el sarcasmo y si son más pequeñas les costará pillar lo que están pretendiendo decir.
De verdad, son fantásticos… y sus cliffhangers (esos finales de capítulo que a veces te obligan a seguir leyendo) son espectaculares. Y nada de que sean ‘para niñas’… cualquiera se divertirá con ellos!
Si os interesa, los podéis conseguir a continuación:
1. El misterio del huevo dorado – Amazon
2. El pantano de las sirenas – Amazon
3. Su majestad la bruja – Amazon
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Lecturas Infantiles: Las princesas Dragón (y II)

Hace algunas semanas os hablé de un nuevo libro que había llegado a casa: Las princesas Dragón. En la reseña ya vaticinaba que seguramente acabaríamos teniendo más en casa… Pues ya tenemos los 3 que completan la colección (y espero y deseo que la continúen!).

Os puedo asegurar sin ninguna duda que son los libros infantiles que más gustan en casa (para los que leen, el HermanoMenor se contenta con otros cuentos de los que ya hablaré otro día): Sus espectaculares portadas, los dibujos que acompañan a la historia y su lenguaje desenfadado y a veces algo irreverente nos hacen pasar ratos de tensión, alegría, suspense…
Tres princesas, tres libros (espero que haya más!): Bamba, Nuna y Koko son las narradoras de cada uno de ellos; cada una en su estilo, cada una en una aventura diferente.
Ahora mismo estamos con el tercer libro, Su majestad la bruja. No os voy a explicar nada de la historia porque vale mucho la pena vivirla a ciegas desde el principio. Lo único que os voy a decir es que la protagonista es la inconformista Koko.
El formato del libro es muy similar al de los dos anteriores (y que, pese a ser historias separadas, están enlazadas entre ellas): Capítulos cortos, mucho humor, lenguaje muy coloquial y desenfadado, fantásticos dibujos por todos sitios y, en ocasiones, partes de la historia explicada en formato cómic.
La edad recomendada la pondría a partir de los 5 años (es lo que tiene la HermanaMayor), de momento como oyente. Más pequeños no lo veo, a veces se usa la ironía y el sarcasmo y si son más pequeñas les costará pillar lo que están pretendiendo decir.
De verdad, son fantásticos… y sus cliffhangers (esos finales de capítulo que a veces te obligan a seguir leyendo) son espectaculares. Y nada de que sean ‘para niñas’… cualquiera se divertirá con ellos!
Si os interesa, los podéis conseguir a continuación:
1. El misterio del huevo dorado – Amazon
2. El pantano de las sirenas – Amazon
3. Su majestad la bruja – Amazon
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34. Cantajuego

Para quien no sepa que es o mejor dicho quienes son los Cantajuego, son un grupo de 3 mancebos y 3 jamelgas que cantan miles de canciones. Cuando digo miles, es que son miles. Si entras en su pagina web, porque tienen pagina web, tiene para vender mas de 20 cd’s y dvd’s, ni la…
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33. Carnaval’17

Lo prometido es deuda… como bien os dije en Halloween, en carnaval teníamos pensado disfrazar también al bollete y no solo una vez… El disfraz de  la cabecera sin duda es el mejor, Max de Piloto. La madre aprovechando el carro de Halloween me dijo un día, tienes que coger cajas y fabricar un avión…
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Viernes dando la nota 20: Gran Final

Ganador de la Segunda Semifinal: QUEEN

Ya hemos llegado a la Gran Final de esta pequeña serie de combates musicales entre los diferentes grupos propuestos!

Quién nos iba a decir que en esta final finalísima se iban a enfrentar dos grupso tan grandes como Loquillo & Los Trogloditas (por la parte española) contra QUEEN (por la parte británica)! pero así ha sido… nunca puedes saber qué va a ocurrir… puedes imaginar por dónde irán los tiros… pero nunca se sabe a ciencia cierta como acabararían cada uno de los combates musicales que hemos tenido hasta ahora
Pero bueno… que no me enrollo más… como titular para esta Gran Final:


LOQUILLO & LOS TROGLODITASVSQUEEN


Y como estamos en la final… no pondremos una sóla canción de cada uno de los semifinalistas sino 3 temazos de cada uno… preparados?  Pues a disfrutar de estos videos!!!

Loquillo & Los Trogloditas: Rock & Roll Star


Loquillo & Los Trogloditas: El Ritmo del Garage



Loquillo & Los Trogloditas: El Rompeolas


A que lo habéis flipado con estos temazos? pues lo que viene ahora no se queda corto…

QUEEN: I Want It All

QUEEN: We Are the Champions



QUEEN: We Will Rock You


Y aquí acaba la final de estos grupazos!!

muchísimas gracias a tod@s l@s que habéis participado y apoyado esta propuesta!! Muchísimas gracias de verdad!…

… Por cierto… para la semana que viene… si puedo os doy una sorpresa… nos vemos la semana que viene!!!

Recordad: si queréis podéis haceros seguidores de mi blog registrando mi RSS aquí:
Un abrazo enorme y nos escuchamos en el siguiente post!

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Viernes dando la nota 20: Gran Final

Ganador de la Segunda Semifinal: QUEEN

Ya hemos llegado a la Gran Final de esta pequeña serie de combates musicales entre los diferentes grupos propuestos!

Quién nos iba a decir que en esta final finalísima se iban a enfrentar dos grupso tan grandes como Loquillo & Los Trogloditas (por la parte española) contra QUEEN (por la parte británica)! pero así ha sido… nunca puedes saber qué va a ocurrir… puedes imaginar por dónde irán los tiros… pero nunca se sabe a ciencia cierta como acabararían cada uno de los combates musicales que hemos tenido hasta ahora
Pero bueno… que no me enrollo más… como titular para esta Gran Final:


LOQUILLO & LOS TROGLODITASVSQUEEN


Y como estamos en la final… no pondremos una sóla canción de cada uno de los semifinalistas sino 3 temazos de cada uno… preparados?  Pues a disfrutar de estos videos!!!

Loquillo & Los Trogloditas: Rock & Roll Star


Loquillo & Los Trogloditas: El Ritmo del Garage



Loquillo & Los Trogloditas: El Rompeolas


A que lo habéis flipado con estos temazos? pues lo que viene ahora no se queda corto…

QUEEN: I Want It All

QUEEN: We Are the Champions



QUEEN: We Will Rock You


Y aquí acaba la final de estos grupazos!!

muchísimas gracias a tod@s l@s que habéis participado y apoyado esta propuesta!! Muchísimas gracias de verdad!…

… Por cierto… para la semana que viene… si puedo os doy una sorpresa… nos vemos la semana que viene!!!

Recordad: si queréis podéis haceros seguidores de mi blog registrando mi RSS aquí:
Un abrazo enorme y nos escuchamos en el siguiente post!

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#ViernesDandoLaNota Of Monster and Men

Esta semana vengo al viernes dando la nota con un grupo que no tengo ni idea como he conocido, seguramente habrá sido escuchando música en YouTube.

A veces lo hago, voy eligiendo vídeos de grupos que no conozco. La mayoría de las veces elijo según la cabecera que presenta el vídeo. Así que seguramente este grupo lo encontraría así, aunque tampoco puedo asegurarlo.

Lo importante es que los escuché, me gustaron y en mi lista de reproducción están. Según he visto por ahí son un grupo de indie folk, sea lo que sea eso, lo importante es que están muy bien. Son ideales, al igual que otros artistas y grupos, para momentos tranquilos, mientras trabajas, estudias, escribes…

Espero que os gusten .



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#ViernesDandoLaNota Of Monster and Men

Esta semana vengo al viernes dando la nota con un grupo que no tengo ni idea como he conocido, seguramente habrá sido escuchando música en YouTube.

A veces lo hago, voy eligiendo vídeos de grupos que no conozco. La mayoría de las veces elijo según la cabecera que presenta el vídeo. Así que seguramente este grupo lo encontraría así, aunque tampoco puedo asegurarlo.

Lo importante es que los escuché, me gustaron y en mi lista de reproducción están. Según he visto por ahí son un grupo de indie folk, sea lo que sea eso, lo importante es que están muy bien. Son ideales, al igual que otros artistas y grupos, para momentos tranquilos, mientras trabajas, estudias, escribes…

Espero que os gusten .



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Viernes dando la nota #192: Dolores

Cortito y al pie. Hoy me repito. No a mí, sino a Natalia (de Escondite de Mamá), que nos trajo hace dos semanas al #vdln esta tremenda canción de Reincidentes. Pero hoy me es imposible poner otro tema, o simplemente no ponerlo. Y no hay nada más que decir.

Como dice el amigo Marq, un 8 de marzo con "nada que celebrar". Nada salvo la lucha en sí misma.

Marzo es un mes raro,

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Viernes dando la nota #192: Dolores

Cortito y al pie. Hoy me repito. No a mí, sino a Natalia (de Escondite de Mamá), que nos trajo hace dos semanas al #vdln esta tremenda canción de Reincidentes. Pero hoy me es imposible poner otro tema, o simplemente no ponerlo. Y no hay nada más que decir.

Como dice el amigo Marq, un 8 de marzo con «nada que celebrar». Nada salvo la lucha en sí misma.

Marzo es un mes raro, contradictorio. En celebraciones y en reivindicaciones. Y hasta en el clima, que una no sabe cuántas capas poner en la cama. La mejor solución, como siempre, dormir desnudos. La semana que viene, más. Sed libres. Sobre todo, SED LIBRES.

¡Feliz #VDLN! ¡Y que la Fuerza os acompañe!
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Os dejo aquí directamente los códigos, tanto para Blogger como Wordpress. Si alguien necesita otro distinto, que no dude en pedírmelo.

BLOGGER, o WORDPRESS auto-hospedado (no wordpress.com):

Hospedado en WORDPRESS.COM:

Gracias a todos por participar. ¡Y a dar la nota!

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Mira papi, me he aprendido la canción de Titanic con la flauta, y te lo voy a demostrar: ♬FIUUURIURIU♬FFIRURIIII♬FFFFFFFFFFFFFF♬

Cuando tu hijo viene un día del colegio diciendo que quiere ser flautista, porque en clase de música ha aprendido a tocar la canción de Titanic y ha descubierto su vocación y, sin darte tiempo a reaccionar, comienza a deleitarte -del latín apitxat “delei” (taladrar) y “tarte” (el cerebro)- con una versión suya muy personal […]

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El cuarto de Giu

Hace varios meses empezamos a pensar sobre cómo sería el nuevo cuarto de Giulia, ella durmió en su pack and play desde el nacimiento en nuestro cuarto y lo haría hasta los 2 años (por decisión nuestra) pero sabíamos que, si bien su cuarto estaría listo, había la posibilidad de que ese tiempo se extienda según lo que ella decida. Pensamos seguir el modelo de la habitación Montessori, donde en el cuarto del bebé, todo tiene que estar a su alcance y a su medida, camas bajas, juguetes en estantes

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