Cómo conseguí (y tú también puedes) una transición pacífica a su habitación

Paternidad con Apego
Paternidad con Apego – Crianza con apego, paternidad y disciplina positiva. Reflexiones, ideas y conclusiones sobre la crianza basada en el respeto y el cariño.

Mi hijo mayor pronto cumplirá los tres años. Hasta hace algo más de un mes, dormía con nosotros en nuestra cama. Pero por un problema de humedades en el dormitorio tuvimos que “mudarnos” a otra habitación. Fue entonces cuando pensé que era un buen momento para que mi hijo durmiera solo en su cama, en su […]

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Boolino Book (2): María y la Navidad

Uno de los aspectos más maravillosos de la paternidad es que te permite reencontrarte con la magia de las fechas navideñas a unos niveles que prácticamente ni recordabas. A través de la ilusión reflejada en los ojos de un niño, decorar un árbol de Navidad, abrir cada día un calendario de adviento o incluso ir a una cabalgata de Reyes se redimensiona, se enriquece.
Así que me hacía especial ilusión que Gemser nos enviara un ejemplar de su libro María y la Navidadpersonalizado para M. No puedo llegar a describir su cara de ilusión cuando abrimos el paquete y no solamente descubrió su foto en la portada, sino que además reconoció su nombre en ella. Los ojos se le abrieron como platos, empezó a reír a carcajadas, cogió el libro y no lo quiso soltar hasta que nos fuimos a la cama, donde nos pidió que se lo leyéramos tanto mi mujer como yo.
La idea del libro personalizado es estupenda, sobre todo si, como es el caso de M., ya es capaz de reconocer su nombre y lo ve repetido (y, como es el caso, resaltado en un color diferente). Saberse protagonistas provoca en los niños una felicidad inenarrable.
El ejemplar en concreto que nos ocupa, María y la Navidad es, como su título apunta, indicadísimo para estas fechas, pues los textos de Berta García Sabatés van muy dirigidos a transmitirles a los pequeños el significado de las fiestas navideñas. En gran parte de las páginas se le pide algo de interacción al niño (una idea estupenda), pero en el resto se echa en falta por la (relativa) complejidad de los conceptos que se intentan transmitir, quizás algo complicados para los más pequeños.
Creo que es justo destacar, por su brillantez, las ilustraciones de Rosa María Curto. Me gustan especialmente los dibujos coloreados con acuarela, y la autora en cuestión utiliza, en mi opinión, muy bien la técnica, con unos resultados muy agradables y muy cálidos. El libro gana en presencia, de hecho, gracias al protagonismo que adquieren sus ilustraciones dentro de la maquetación.
Eso sí, hay que señalar que, a cambio de obtener un libro personalizado, con fotografía y textos (se puede incluir dedicatoria en la primera página) imprimidos en papel satinado de alta calidad, Gemser lo ofrece en formato de tapa blanda. No luce tanto como una tapa dura (M. insistía en que era una revista), pero en mi opinión, es una opción aceptable para no encarecer el producto.
En todo caso, creo que, por encima de todo, María y la Navidad es un regalo muy recomendable para las fechas en las que estamos inmersos. Es una forma excelente de convertir a los niños en máximos protagonistas, pero también de transmitirles, y sobre todo compartir con ellos, el sentido de las fiestas: lo facilitan, además, una serie de actividades complementarias que incluye, en las últimas páginas, el libro (¡M. está deseando hacer las galletas navideñas!).
Autoras: Berta García Sabatés (textos), Rosa M. Curto (ilustraciones)
Editorial: Gemser Libros Personalizados
Formato: Tapa blanda
Páginas: 36
Edad: 3-6
Precio: 22,83 €
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Boolino Book (2): María y la Navidad

Uno de los aspectos más maravillosos de la paternidad es que te permite reencontrarte con la magia de las fechas navideñas a unos niveles que prácticamente ni recordabas. A través de la ilusión reflejada en los ojos de un niño, decorar un árbol de Navidad, abrir cada día un calendario de adviento o incluso ir a una cabalgata de Reyes se redimensiona, se enriquece.
Así que me hacía especial ilusión que Gemser nos enviara un ejemplar de su libro María y la Navidadpersonalizado para M. No puedo llegar a describir su cara de ilusión cuando abrimos el paquete y no solamente descubrió su foto en la portada, sino que además reconoció su nombre en ella. Los ojos se le abrieron como platos, empezó a reír a carcajadas, cogió el libro y no lo quiso soltar hasta que nos fuimos a la cama, donde nos pidió que se lo leyéramos tanto mi mujer como yo.
La idea del libro personalizado es estupenda, sobre todo si, como es el caso de M., ya es capaz de reconocer su nombre y lo ve repetido (y, como es el caso, resaltado en un color diferente). Saberse protagonistas provoca en los niños una felicidad inenarrable.
El ejemplar en concreto que nos ocupa, María y la Navidad es, como su título apunta, indicadísimo para estas fechas, pues los textos de Berta García Sabatés van muy dirigidos a transmitirles a los pequeños el significado de las fiestas navideñas. En gran parte de las páginas se le pide algo de interacción al niño (una idea estupenda), pero en el resto se echa en falta por la (relativa) complejidad de los conceptos que se intentan transmitir, quizás algo complicados para los más pequeños.
Creo que es justo destacar, por su brillantez, las ilustraciones de Rosa María Curto. Me gustan especialmente los dibujos coloreados con acuarela, y la autora en cuestión utiliza, en mi opinión, muy bien la técnica, con unos resultados muy agradables y muy cálidos. El libro gana en presencia, de hecho, gracias al protagonismo que adquieren sus ilustraciones dentro de la maquetación.
Eso sí, hay que señalar que, a cambio de obtener un libro personalizado, con fotografía y textos (se puede incluir dedicatoria en la primera página) imprimidos en papel satinado de alta calidad, Gemser lo ofrece en formato de tapa blanda. No luce tanto como una tapa dura (M. insistía en que era una revista), pero en mi opinión, es una opción aceptable para no encarecer el producto.
En todo caso, creo que, por encima de todo, María y la Navidad es un regalo muy recomendable para las fechas en las que estamos inmersos. Es una forma excelente de convertir a los niños en máximos protagonistas, pero también de transmitirles, y sobre todo compartir con ellos, el sentido de las fiestas: lo facilitan, además, una serie de actividades complementarias que incluye, en las últimas páginas, el libro (¡M. está deseando hacer las galletas navideñas!).
Autoras: Berta García Sabatés (textos), Rosa M. Curto (ilustraciones)
Editorial: Gemser Libros Personalizados
Formato: Tapa blanda
Páginas: 36
Edad: 3-6
Precio: 22,83 €
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Tapizando sillones y montando el árbol y el Belén

Hace unos meses decidimos que quizá era el momento de tapizar dos sillones del salón e hicimos lo que hace cualquier familia normal: buscar un tapicero.

Así estaba cuando decidimos que era
el momento de cambiar el tapizado
Nos recomendaron uno, fuimos a verlo, elegimos la tela y esperamos presupuesto. Cuando nos lo comunicó (algo más de 400 €), la urgencia por cambiar el tapizado pasó de DEFCON 2 a DEFCON 4 inmediatamente. Buscamos otros presupuestos y lo máximo que conseguimos es una oferta por tapizar ambos sillones por 350 €. Con el dilema de si merecía la pena, de si era mejor ir a Ikea y comprar dos sillones nuevos u otra solución fue pasando el tiempo. Ya no era tan urgente.

Sin embargo -una vez más queda demostrado que los hombres somos de una manera y las mujeres de otra- A. no había olvidado el tema y un día me comentó que había encontrado (y comprado) unas telas a muy buen precio.

¿Telas? ¿Para qué?

Para tapizar los sillones

¿Y qué ahorro supone eso en el total del presupuesto?

No, es que … he decidido tapizarlos yo

Pe … pero si no has tapizado en tu vida

Oye, que he visto un tutorial en internet

Ante un argumento de tal calibre, uno es incapaz de rebatirlo y … ¡qué daño han hecho los tutoriales en las familias!

Había que aprovechar para lijarlos y barnizarlos. Pedí una lijadora a un buen amigo y empezamos la tarea. Comprobamos que había carcoma. Pero un poco, no. Tuve que rechazar varias ofertas de National Geographic solicitando grabar un documental sobre la carcoma urbana porque, al parecer, era un caso único. Después de introducir miles de veces esa cánula y derramar el spray asesino (de carcoma) en cada uno de esos agujeros, barnizamos los sillones. Acabadas las tres capas de barniz, ya estaban listos para ser tapizados. Como quiera que los muelles estaban en muy buen estado, «solo» se trataba de cambiar la tela. Empezó A y, la verdad, quedaba muy bien. Le tuve que ayudar un poco porque la fuerza que hay que hacer con la grapadora (especial para tapizar) es inhumana. Después de poner la tela en asiento, respaldo y brazos, quedaba poner un ribete alrededor de la tela. El resultado final fue éste:

Con el nuevo tapizado
Una vez acabado, nos dimos cuenta de lo mal que estaban y -por qué no reconocerlo- nos dio vergüenza haberlos tenido tan mal durante un tiempo. Son de esas cosas a las que uno está tan acostumbrado, que no se da cuenta de que da pena.

Ayer, último día festivo de este puente, aprovechamos para montar el árbol de Navidad y, cómo no, el Belén. Reconozco que este año no quería montar un Belén como en años anteriores y hacerlo mucho más sencillo, pero al final, los niños insistieron tanto que …

Aquí tenéis los resultados

Los personajes que salen en el vídeo pueden parecerse a los reales, pero son actores


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Tapizando sillones y montando el árbol y el Belén

Hace unos meses decidimos que quizá era el momento de tapizar dos sillones del salón e hicimos lo que hace cualquier familia normal: buscar un tapicero.

Así estaba cuando decidimos que era
el momento de cambiar el tapizado
Nos recomendaron uno, fuimos a verlo, elegimos la tela y esperamos presupuesto. Cuando nos lo comunicó (algo más de 400 €), la urgencia por cambiar el tapizado pasó de DEFCON 2 a DEFCON 4 inmediatamente. Buscamos otros presupuestos y lo máximo que conseguimos es una oferta por tapizar ambos sillones por 350 €. Con el dilema de si merecía la pena, de si era mejor ir a Ikea y comprar dos sillones nuevos u otra solución fue pasando el tiempo. Ya no era tan urgente.

Sin embargo -una vez más queda demostrado que los hombres somos de una manera y las mujeres de otra- A. no había olvidado el tema y un día me comentó que había encontrado (y comprado) unas telas a muy buen precio.

¿Telas? ¿Para qué?

Para tapizar los sillones

¿Y qué ahorro supone eso en el total del presupuesto?

No, es que … he decidido tapizarlos yo

Pe … pero si no has tapizado en tu vida

Oye, que he visto un tutorial en internet

Ante un argumento de tal calibre, uno es incapaz de rebatirlo y … ¡qué daño han hecho los tutoriales en las familias!

Había que aprovechar para lijarlos y barnizarlos. Pedí una lijadora a un buen amigo y empezamos la tarea. Comprobamos que había carcoma. Pero un poco, no. Tuve que rechazar varias ofertas de National Geographic solicitando grabar un documental sobre la carcoma urbana porque, al parecer, era un caso único. Después de introducir miles de veces esa cánula y derramar el spray asesino (de carcoma) en cada uno de esos agujeros, barnizamos los sillones. Acabadas las tres capas de barniz, ya estaban listos para ser tapizados. Como quiera que los muelles estaban en muy buen estado, «solo» se trataba de cambiar la tela. Empezó A y, la verdad, quedaba muy bien. Le tuve que ayudar un poco porque la fuerza que hay que hacer con la grapadora (especial para tapizar) es inhumana. Después de poner la tela en asiento, respaldo y brazos, quedaba poner un ribete alrededor de la tela. El resultado final fue éste:

Con el nuevo tapizado
Una vez acabado, nos dimos cuenta de lo mal que estaban y -por qué no reconocerlo- nos dio vergüenza haberlos tenido tan mal durante un tiempo. Son de esas cosas a las que uno está tan acostumbrado, que no se da cuenta de que da pena.

Ayer, último día festivo de este puente, aprovechamos para montar el árbol de Navidad y, cómo no, el Belén. Reconozco que este año no quería montar un Belén como en años anteriores y hacerlo mucho más sencillo, pero al final, los niños insistieron tanto que …

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Los personajes que salen en el vídeo pueden parecerse a los reales, pero son actores


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Regalar será uno de sus regalos

Imagen de Valber Cortez

Estas serán las primeras Navidades de Milagrito. Faltan sólo un par de semanas para que, como el turrón, vuelva a casa y pueda estar con su familia. Y ésta, como si fuera el calendario de adviento, va tachando los días que faltan para poder estar con ella (sí, somos conscientes de que sus padres estamos en un segundo o tercer lugar 😛 )

Eso nos hace pensar en lo afortunada que es. A sus padres les va bien y por tanto no le falta de nada, ni siquiera tiempo, porque ella es siempre la prioridad. Entre abuelos, tíos, primos, amigos, … son muchas las personas que están deseando estar con ella… Y desde luego, tendrá más regalos de los que pueda necesitar, sobre todo porque es una niña que puede estar toda una tarde con una tapa, una botella de plástico, o lo que sea, siempre que sus padres también jueguen…

Por eso hemos decidido empezar este proyecto: uno de sus regalos será regalar. Cada año elegiremos una causa y destinaremos uno de sus regalos a ayudar a otros niños. Guardaremos todo lo relacionado con ese regalo (justificantes, cartas, descripción del proyecto, …) más una carta que le dejarán los Reyes Magos explicando su regalo, contándole que gracias a ella un niño sería un poco más feliz en Navidad.

Puede que sea ella la que un día incluya un regalo así en su carta. Puede que un día ella misma elija la causa… o por qué no, que tenga su propia causa. No lo sabemos, ni pretendemos decirle cómo debe ser o sentir. Pero tampoco pretendemos decirle si debe ser vegetariana o no cuando sea mayor y de momento elegimos lo que debe comer. Lo único que pretendemos es enseñarle a compartir, a ser consciente de la situación de otros para que sabiendo esto, cuando llegue el momento pueda elegir conscientemente cómo quiere ser. Algún día cogerá el archivador de los regalos y leerá la carta de cada año, las podrá comprender y podrá decidir si es algo que le gusta o no… pero ya lo habrá probado, igual que la comida.

Y para empezar, este año Milagrito será un «Rey Mago de verdad» gracias a esta maravillosa iniciativa, que le permitirá hacer llegar un regalo a otro niño, pero no cualquier regalo, sino el que él mismo ha pedido a Los Reyes. Merece la pena echar un vistazo a la web, la idea me ha parecido brillante y le doy las gracias a estas chicas por hacer cosas así.

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Regalar será uno de sus regalos

Imagen de Valber Cortez

Estas serán las primeras Navidades de Milagrito. Faltan sólo un par de semanas para que, como el turrón, vuelva a casa y pueda estar con su familia. Y ésta, como si fuera el calendario de adviento, va tachando los días que faltan para poder estar con ella (sí, somos conscientes de que sus padres estamos en un segundo o tercer lugar 😛 )

Eso nos hace pensar en lo afortunada que es. A sus padres les va bien y por tanto no le falta de nada, ni siquiera tiempo, porque ella es siempre la prioridad. Entre abuelos, tíos, primos, amigos, … son muchas las personas que están deseando estar con ella… Y desde luego, tendrá más regalos de los que pueda necesitar, sobre todo porque es una niña que puede estar toda una tarde con una tapa, una botella de plástico, o lo que sea, siempre que sus padres también jueguen…

Por eso hemos decidido empezar este proyecto: uno de sus regalos será regalar. Cada año elegiremos una causa y destinaremos uno de sus regalos a ayudar a otros niños. Guardaremos todo lo relacionado con ese regalo (justificantes, cartas, descripción del proyecto, …) más una carta que le dejarán los Reyes Magos explicando su regalo, contándole que gracias a ella un niño sería un poco más feliz en Navidad.

Puede que sea ella la que un día incluya un regalo así en su carta. Puede que un día ella misma elija la causa… o por qué no, que tenga su propia causa. No lo sabemos, ni pretendemos decirle cómo debe ser o sentir. Pero tampoco pretendemos decirle si debe ser vegetariana o no cuando sea mayor y de momento elegimos lo que debe comer. Lo único que pretendemos es enseñarle a compartir, a ser consciente de la situación de otros para que sabiendo esto, cuando llegue el momento pueda elegir conscientemente cómo quiere ser. Algún día cogerá el archivador de los regalos y leerá la carta de cada año, las podrá comprender y podrá decidir si es algo que le gusta o no… pero ya lo habrá probado, igual que la comida.

Y para empezar, este año Milagrito será un «Rey Mago de verdad» gracias a esta maravillosa iniciativa, que le permitirá hacer llegar un regalo a otro niño, pero no cualquier regalo, sino el que él mismo ha pedido a Los Reyes. Merece la pena echar un vistazo a la web, la idea me ha parecido brillante y le doy las gracias a estas chicas por hacer cosas así.

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Vivir a tope



Sí oímos que alguien vive a tope, ¿que pensamos? Creo que lo más común es pensar que esa persona viaja muchísimo por el mundo, hace deportes de riesgo, tiene mucha vida social y nocturna, y no pierde un minuto en tonterías. En cierta manera todos la envidiamos, es la vida que uno se imaginaba de pequeño, o, mejor dicho, hablaré en primera persona, es lo que yo me imaginaba de pequeño.
Pero, por otro lado, con un trabajo que te reclama muchísimas horas, y 5 niños en casa, es inevitable pensar que uno está en el extremo contrario de la balanza, y supongo que la mayoría, también lo pensara.
Pero hoy, reflexionando, he llegado a una conclusión bien distinta. Estamos hartos de oír eso de que la vida es muy corta, y a fuerza de que los años te vayan cayendo encima en tropel, no hay más remedio que dar la razón, pero hay algo que pasa muchísimo más rápido, y que, a menudo nos olvidamos de disfrutar, y es la infancia de nuestros hijos.
El día que te lo ponen en brazos envuelto en una manta, no te da esa sensación, y cuando te despierta llorando a las 3 de la mañana, aún menos, pero es algo casi tan efímero cómo unas vacaciones de verano. En un abrir y cerrar de ojos, ya correteara por la casa, en otro pestañeo largo, estará en el colegio, y tú, ayudando con aquellos deberes, y, en lo que dura una temporada de juego de tronos, aquellos besos pegajosos y apretados, serán parte del recuerdo, y estarás en casa, mirando la hora preocupado, a ver cuando llega la niña, que ha salido con las amigas.
Pero, ser consciente de esto, es una gran ventaja, porqué saber el valor del tiempo hace que se disfrute mucho más cada minuto, y por eso, cada vez intento pasar con ellos el máximo tiempo posible, y cada minuto con ellos sea disfrutado a tope, y no hay que llevarlos a Disneyland para ello ( sí se puede, tampoco está mal) basta con oírlos con la máxima atención cuando te cuentan esa historia de lo que les pasó hoy en el colegio, o te explican en que consiste ese Picassiano dibujo que acaban de hacer, o declarar una guerra de cosquillas, dejarlos que se manchen cuando juegan, que se coman un último caramelo, y quizás otro, dejarlos que traigan a casa la enésima concha de la playa para meterla en el acuario, que se duerman en el sofá los fines de semana, sabiendo que se despertaran en sus camas por la mañana, que salgan a la calle disfrazados, que pidan tooodos los juguetes del catalogo para Reyes, que gasten medio bote de gel cada vez que se duchan, y que hagan todo lo que les haga ser lo que son, y pronto dejaran de ser, que es niños. Y sí es posible contigo al lado.
Por eso me he dado cuenta de una cosa, y es que yo sí vivo a tope, y que lo seguiré haciendo siempre que pueda.


PD: Muchas felicidades a la mami de los pequestresados, que hoy hace tropecientos años se casaba con un servidor, y que también vive a tope.

Su amigo y vecino, el padrestresado.

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Vivir a tope



Sí oímos que alguien vive a tope, ¿que pensamos? Creo que lo más común es pensar que esa persona viaja muchísimo por el mundo, hace deportes de riesgo, tiene mucha vida social y nocturna, y no pierde un minuto en tonterías. En cierta manera todos la envidiamos, es la vida que uno se imaginaba de pequeño, o, mejor dicho, hablaré en primera persona, es lo que yo me imaginaba de pequeño.
Pero, por otro lado, con un trabajo que te reclama muchísimas horas, y 5 niños en casa, es inevitable pensar que uno está en el extremo contrario de la balanza, y supongo que la mayoría, también lo pensara.
Pero hoy, reflexionando, he llegado a una conclusión bien distinta. Estamos hartos de oír eso de que la vida es muy corta, y a fuerza de que los años te vayan cayendo encima en tropel, no hay más remedio que dar la razón, pero hay algo que pasa muchísimo más rápido, y que, a menudo nos olvidamos de disfrutar, y es la infancia de nuestros hijos.
El día que te lo ponen en brazos envuelto en una manta, no te da esa sensación, y cuando te despierta llorando a las 3 de la mañana, aún menos, pero es algo casi tan efímero cómo unas vacaciones de verano. En un abrir y cerrar de ojos, ya correteara por la casa, en otro pestañeo largo, estará en el colegio, y tú, ayudando con aquellos deberes, y, en lo que dura una temporada de juego de tronos, aquellos besos pegajosos y apretados, serán parte del recuerdo, y estarás en casa, mirando la hora preocupado, a ver cuando llega la niña, que ha salido con las amigas.
Pero, ser consciente de esto, es una gran ventaja, porqué saber el valor del tiempo hace que se disfrute mucho más cada minuto, y por eso, cada vez intento pasar con ellos el máximo tiempo posible, y cada minuto con ellos sea disfrutado a tope, y no hay que llevarlos a Disneyland para ello ( sí se puede, tampoco está mal) basta con oírlos con la máxima atención cuando te cuentan esa historia de lo que les pasó hoy en el colegio, o te explican en que consiste ese Picassiano dibujo que acaban de hacer, o declarar una guerra de cosquillas, dejarlos que se manchen cuando juegan, que se coman un último caramelo, y quizás otro, dejarlos que traigan a casa la enésima concha de la playa para meterla en el acuario, que se duerman en el sofá los fines de semana, sabiendo que se despertaran en sus camas por la mañana, que salgan a la calle disfrazados, que pidan tooodos los juguetes del catalogo para Reyes, que gasten medio bote de gel cada vez que se duchan, y que hagan todo lo que les haga ser lo que son, y pronto dejaran de ser, que es niños. Y sí es posible contigo al lado.
Por eso me he dado cuenta de una cosa, y es que yo sí vivo a tope, y que lo seguiré haciendo siempre que pueda.


PD: Muchas felicidades a la mami de los pequestresados, que hoy hace tropecientos años se casaba con un servidor, y que también vive a tope.

Su amigo y vecino, el padrestresado.

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Fin de año

Sentarse en una silla chiquita, de jardín de infantes, es una experiencia renovadora. ¿Cuánto tiempo hace que no hago esto? ¿Cuántas veces en mi vida lo habré hecho sin poder ahora mismo recordarlo? ¿Me aguantará? Pero ahí está esa silla de miniatura que parece de juguete esperando a que nos animemos. La primera vez de un papá […]

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Buscando unos tejanos

Hace unos días, mis pantalones tejanos (vaqueros) dijeron basta. Eran ya muchos los años que llevaban conmigo, habíamos llegado a alcanzar una complicidad tal que formábamos un gran equipo. Los cuidé tanto e intenté que duraran más de lo habitual que llegué a hacer lo que nunca antes había hecho: los teñí. Sí, fue un fracaso porque no conseguí dar con el tinte adecuado y, si bien recuperaron vigor en el tono, su azul no era el que todos asociamos con ese tipo de prenda. Aun así, seguí fiel a ellos y me los ponía en cuanto tenía ocasión. Sin embargo, un día, así, de pronto, se hizo un agujero en la rodilla derecha y … decidí guardarlos para cuando tenga que pintar o hacer determinados arreglos.

La pérdida de mis tejanos hizo que me planteara la adquisición de otros de tan imprescindible prenda y, casualidad o no, la búsqueda de unos sustitutos cayó en el llamado Black Friday, que como sabéis, abarca algo más de un día de la semana. El viernes mismo estuvimos en un centro comercial. Había gente, mucha gente y me juego lo que queráis que, a pesar de que todos sabían que ese día era el famoso Black Friday, pocos serían capaces de distinguir cuál de las dos palabras corresponde al día de la semana. Busqué en diversas tiendas unos tejanos y resultó misión imposible. Ahí van unas cuantas pinceladas sobre lo que te puedes encontrar:


      – Pantalones rotos. Oiga yo venía a comprarme unos porque precisamente se me han roto   los míos. Lo llego a saber antes y les vendo los míos a los dueños de la tienda.


     – Pantalones pitillo. En mi época se llamaban así los que se ajustaban casi tanto como unas mallas. Ahora creo que lo llaman slim y aunque no distingas el pantalón de tu piel, se te entumezcan las piernas con un elevado riesgo de amputación y la cabeza esté a punto de estallar, no sabéis lo orgulloso que uno se siente vistiendo esos pantalones. Creo que si a Slim le añades, justo a continuación, la palabra fit, ya es lo más de lo más.


    – Pantalones sin color determinado. Están tan gastados que eres incapaz, no ya de adivinar su color, sino de imaginarte cuál fue el original. Mi suegro tiene una expresión muy graciosa para referirse a ese color que no sabes describir. “color gos quan fuig”, que traducido al castellano vendría a ser “color perro que huye”. Sí, ya sé, es absurdo, pero muy gracioso.


       –   Pantalones más que anchos. Pasamos de un extremo a otro: o los slim o los … anchos. No sé qué nombre tienen, que seguro que lo tienen.


En una de las tiendas, llegamos a preguntar si tenían jeans normales. La dependienta, que sorteaba clientes intentando colocar prendas en una estantería y que vestía una suerte de vaqueros –deduzco que con peto, pues por debajo del jersey le caía lo que parecía una de las dos cintas que se usan para atarlos- nos miró con cara de sorpresa y al ver nuestro estilo (y sobre todo edad) dijo “¿Regular?” Aunque creía que mi cabeza iba a toda velocidad intentando adivinar a qué se refería con eso de “regular”, si era el tono o intensidad de color, los rotos en la pernera, apretando hasta marcar solo las venas, otra pregunta me sacó de dudas


         – ¿Rectos?


          – Sí, eso


          – Ahí están, y señaló unos rotos y color perro que huye


Visitamos otras tiendas y el resultado venía a ser el mismo: no había tejanos como los que yo buscaba. El desánimo empezaba a hacer mella en mí y por mi cabeza se pasaron dos ideas a cual más descabellada. La primera consistía en recuperar mis tejanos a los que les había asignado un uso (para pintar) y estar más a la moda que nadie. La otra era resignarme y centrarme en la búsqueda de un modelo determinado de vaqueros, aquellos que tienen los bolsillos como los de un pantalón de vestir, propios de la tercera edad. En esas estaba yo cuando descubrimos una tienda cuyo nombre invitaba a la esperanza. USA JEANS.


Como aquí no los tengan, habrá que hacer un replanteamiento vital que incluya los tejanos, pensé. Entramos y, sí, tenían de todo. El dependiente, muy moderno, mayor que yo (o muy maltratado por la vida), con la cabeza rapada, gafas de pasta y, lo más importante, tejanos fit, vino hacia nosotros para atendernos.


       – ¿Tenéis tejanos rectos?


       –  Sí, claro … 75 … ¡y ahora 59!


Creo que este tipo me está intentando decir que o me doy prisa o se los quitan de las manos porque si no, no sé qué quiere decirme con eso de que ya ha vendido 16 tejanos. Luego vi que mientras decía eso señalaba la etiqueta, en un gesto inequívoco de hacernos partícipes de que el Black Fridayconllevaba esa “importantísima” rebaja. Sí, ya sé que estoy fuera de mercado, que todo me parece carísimo, pero es que gastarme 59 € … un momento … casi 10.000 Ptas (que acojona más), en unos tejanos me parecía muy fuerte. Al final me convenció A. Me dijo que si me duran lo que me han durado los anteriores están más que amortizados.


Pues eso, que tengo tejanos nuevos, rectos, azules … de los de toda la vida

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Buscando unos tejanos

Hace unos días, mis pantalones tejanos (vaqueros) dijeron basta. Eran ya muchos los años que llevaban conmigo, habíamos llegado a alcanzar una complicidad tal que formábamos un gran equipo. Los cuidé tanto e intenté que duraran más de lo habitual que llegué a hacer lo que nunca antes había hecho: los teñí. Sí, fue un fracaso porque no conseguí dar con el tinte adecuado y, si bien recuperaron vigor en el tono, su azul no era el que todos asociamos con ese tipo de prenda. Aun así, seguí fiel a ellos y me los ponía en cuanto tenía ocasión. Sin embargo, un día, así, de pronto, se hizo un agujero en la rodilla derecha y … decidí guardarlos para cuando tenga que pintar o hacer determinados arreglos.

La pérdida de mis tejanos hizo que me planteara la adquisición de otros de tan imprescindible prenda y, casualidad o no, la búsqueda de unos sustitutos cayó en el llamado Black Friday, que como sabéis, abarca algo más de un día de la semana. El viernes mismo estuvimos en un centro comercial. Había gente, mucha gente y me juego lo que queráis que, a pesar de que todos sabían que ese día era el famoso Black Friday, pocos serían capaces de distinguir cuál de las dos palabras corresponde al día de la semana. Busqué en diversas tiendas unos tejanos y resultó misión imposible. Ahí van unas cuantas pinceladas sobre lo que te puedes encontrar:


      – Pantalones rotos. Oiga yo venía a comprarme unos porque precisamente se me han roto   los míos. Lo llego a saber antes y les vendo los míos a los dueños de la tienda.


     – Pantalones pitillo. En mi época se llamaban así los que se ajustaban casi tanto como unas mallas. Ahora creo que lo llaman slim y aunque no distingas el pantalón de tu piel, se te entumezcan las piernas con un elevado riesgo de amputación y la cabeza esté a punto de estallar, no sabéis lo orgulloso que uno se siente vistiendo esos pantalones. Creo que si a Slim le añades, justo a continuación, la palabra fit, ya es lo más de lo más.


    – Pantalones sin color determinado. Están tan gastados que eres incapaz, no ya de adivinar su color, sino de imaginarte cuál fue el original. Mi suegro tiene una expresión muy graciosa para referirse a ese color que no sabes describir. “color gos quan fuig”, que traducido al castellano vendría a ser “color perro que huye”. Sí, ya sé, es absurdo, pero muy gracioso.


       –   Pantalones más que anchos. Pasamos de un extremo a otro: o los slim o los … anchos. No sé qué nombre tienen, que seguro que lo tienen.


En una de las tiendas, llegamos a preguntar si tenían jeans normales. La dependienta, que sorteaba clientes intentando colocar prendas en una estantería y que vestía una suerte de vaqueros –deduzco que con peto, pues por debajo del jersey le caía lo que parecía una de las dos cintas que se usan para atarlos- nos miró con cara de sorpresa y al ver nuestro estilo (y sobre todo edad) dijo “¿Regular?” Aunque creía que mi cabeza iba a toda velocidad intentando adivinar a qué se refería con eso de “regular”, si era el tono o intensidad de color, los rotos en la pernera, apretando hasta marcar solo las venas, otra pregunta me sacó de dudas


         – ¿Rectos?


          – Sí, eso


          – Ahí están, y señaló unos rotos y color perro que huye


Visitamos otras tiendas y el resultado venía a ser el mismo: no había tejanos como los que yo buscaba. El desánimo empezaba a hacer mella en mí y por mi cabeza se pasaron dos ideas a cual más descabellada. La primera consistía en recuperar mis tejanos a los que les había asignado un uso (para pintar) y estar más a la moda que nadie. La otra era resignarme y centrarme en la búsqueda de un modelo determinado de vaqueros, aquellos que tienen los bolsillos como los de un pantalón de vestir, propios de la tercera edad. En esas estaba yo cuando descubrimos una tienda cuyo nombre invitaba a la esperanza. USA JEANS.


Como aquí no los tengan, habrá que hacer un replanteamiento vital que incluya los tejanos, pensé. Entramos y, sí, tenían de todo. El dependiente, muy moderno, mayor que yo (o muy maltratado por la vida), con la cabeza rapada, gafas de pasta y, lo más importante, tejanos fit, vino hacia nosotros para atendernos.


       – ¿Tenéis tejanos rectos?


       –  Sí, claro … 75 … ¡y ahora 59!


Creo que este tipo me está intentando decir que o me doy prisa o se los quitan de las manos porque si no, no sé qué quiere decirme con eso de que ya ha vendido 16 tejanos. Luego vi que mientras decía eso señalaba la etiqueta, en un gesto inequívoco de hacernos partícipes de que el Black Fridayconllevaba esa “importantísima” rebaja. Sí, ya sé que estoy fuera de mercado, que todo me parece carísimo, pero es que gastarme 59 € … un momento … casi 10.000 Ptas (que acojona más), en unos tejanos me parecía muy fuerte. Al final me convenció A. Me dijo que si me duran lo que me han durado los anteriores están más que amortizados.


Pues eso, que tengo tejanos nuevos, rectos, azules … de los de toda la vida

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#siloshombreshablasen: Una cuestión de tiempo

Me permitirá el lector empezar con una afirmación que sonará, seguramente, excéntrica. Una cuestión de tiempo no habla sobre viajes temporales. Vale, su protagonista se traslada en el tiempo. Y altera, de forma consecutiva, y a veces algo caótica, algunos acontecimientos más o menos trascendentales de su vida. Pero no es, en realidad, lo que Richard Curtis nos está contando.

(Leer el resto del texto en la web de #Siloshombreshablasen…)

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#siloshombreshablasen: Una cuestión de tiempo

Me permitirá el lector empezar con una afirmación que sonará, seguramente, excéntrica. Una cuestión de tiempo no habla sobre viajes temporales. Vale, su protagonista se traslada en el tiempo. Y altera, de forma consecutiva, y a veces algo caótica, algunos acontecimientos más o menos trascendentales de su vida. Pero no es, en realidad, lo que Richard Curtis nos está contando.

(Leer el resto del texto en la web de #Siloshombreshablasen…)

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Cervell digital: com alteren les noves tecnologies el cervell dels infants i els joves?

Una de les imatges més habituals al carrer, als restaurants, al metro, a l’autobús o fent un cafè, es veure persones manipulant un aparell de comunicació digital, tipus mòbil o tauleta. I ara que s’acosten les festes de Nadal –d’aquí a pocs dies s’encendran els llums de Nadal als pobles, viles i ciutats de Catalunya i començaran les fascinants fires de Santa Llúcia–, un dels regals més freqüents a totes les llars (ja sigui per a una altra persona o tipus autoregal), és un d’aquests aparells. El nombre d’aplicacions que ens permeten fer coses cada cop més variades creix exponencialment, la qual cosa fa que incrementi el sentiment d’utilitat que ens provoquen i al mateix temps també augmenta la nostra dependència d’ells –o, millor dir, la interdependència mútua que tenim amb aquests ginys, perquè ells també depenen de nosaltres–. I, de cara als infants i joves, cal afegir també que cada cop són una eina més habitual d’aprenentatge, a banda de ser un instrument de comunicació social i de joc i esbarjo. Vindrien a ser com un “tot en un” sense precedents. Fa unes setmanes, una lectora d’aquest blog em va preguntar què se’n sap sobre els efectes que aquestes noves tecnologies poden tenir sobre el cervell, i d’aquesta pregunta neix aquest post. Per cert, sempre que us interessi un tema concret, ja sabeu que me’l podeu proposar; si en sé una mica, m’informaré més i en parlaré en un post; i no en sé res, ho reconeixeré obertament.

Nadius i immigrats digitals

Certament, la vida contemporània ens ha sorprès amb l’eclosió de les noves tecnologies, que permeten un grau de connectivitat personal i social sense precedents. La globalització i la socialització del coneixement estan en mans de tots. La societat i la cultura mundials en un puny. Es parla ja dels nadius digitals, persones que des del seu naixement s’han vist immerses en aquestes noves tecnologies i que han crescut amb elles, i dels immigrants digitals, aquells que vam néixer abans i que ens hi hem anat adaptant. No deixa de ser sorprenent, però, l’expressió «noves tecnologies», perquè són noves per als immigrants digitals, però no per als nadius. Bé, és igual. Sigui com sigui, si els immigrants digitals ens hi hem pogut adaptar és gràcies a la plasticitat del nostre cervell. N’he parlat sovint en aquest blog (podeu veure, per exemple el post que vaig penjar el 30/1/2014, el primer on en parlava, però ha anat sortint molt sovint relacionada a temes d’aprenentatge, creativitat, motivació, etcètera). Aquesta plasticitat neural és la que ens permet aprendre coses noves durant tota la vida, i es va construint i reconstruint constantment en interacció amb l’ambient i amb les nostres experiències vitals. I, a mida que es va construint i reconstruint, a mesura que va reforçant o podant determinades xarxes neurals, condiciona el nostra comportament, i afavoreix un tipus de respostes o unes altres.

Per què torno a explicar tot això? Ras i curt, perquè aquestes noves tecnologies han canviat la nostra relació amb l’entorn, i sens dubte això es reflecteix en les nostres connexions neurals, a través de la plasticitat neural. Per exemple, abans calia recordar un munt de dades, ja que l’accessibilitat a elles era dificultosa –números de telèfon, dates històriques, formules químiques, procediments legals, qualsevol cosa relacionada amb la nostra vida–. Ara, en canvi, es pot accedir a qualsevol dada amb un simple clic des de qualsevol racó del planeta, sempre que es disposi de connexió a internet. Canviarà això el nostre cervell? Sens dubte.

El cas dels taxistes londinencs

Hi ha un precedent que ha estat molt estudiat, el dels taxistes de Londres. Per a obtenir la seva llicència, han de fet un examen que popularment es coneix com The Knowlege («El coneixement»), en el qual s’avalua la seva capacitat per orientar-se en els més de 25.000 carrers d’aquesta gran urbs anglesa. De mitjana, els aspirants triguen un parell d’anys en aconseguir-ho. Doncs bé, el 2011 es va publicar un estudi on s’havia fet un seguiment de les connexions neurals d’aquests aspirants durant el procés d’aprenentage, i es va veure que havia canviat físicament un nombre molt significatiu de connexions, per tal de poder “encabir” totes les dades del mapa de carrers de Londres.

Sens dubte, la utilització de les noves tecnologies modificarà les connexions neurals. Ara bé, com serà el cervell dels nadius digitals en comparació amb el dels immigrants? Aquesta és la gran pregunta. Una pregunta, però, que encara no és senzilla de respondre, per un motiu molt simple: ha passat poc temps des de l’inici de la revolució digital i l’abast dels estudis que s’han realitzat fins a l’actualitat és encara limitat. I, per motius obvis, aquests estudis no es poden realitzar en models animals. Tanmateix, ja hi comença a haver algunes dades, i com veureu tot seguit són certament interessants.

Cervells més integrats i capaços de discriminar, però amb menys memòria i més narcisistes

Per exemple, s’ha vist que les persones que prioritzen les amistats a través de la xarxa es tornen més confiades, i incrementa la seva sensació de poder personal. També es detecta un increment del narcisisme, atès que a través de la xarxa hom esdevé el centre del seu propi univers. Dit d’una altra manera, el cervell percep com si tots els altres «donessinn voltes» al voltant de que gestiona l’aparell; hom pot seguir els xats que vulgui, participar com i quan vulgui i desconnectar-se dels que no li interessen, sense esperar els torns i ordres propis de les converses presencials.

També incrementa l’activitat dels mecanismes de comparació social, que resideixen a les zones del cervell implicades en l’anomenat cervell social. Alhora, en disminuir el contacte visual en les comunicacions interpersonals, disminueix l’efecte de la mirada sobre la percepció dels altres (en el proper post parlaré de l’efecte de les mirades). Però, en canvi, augmenta la necessitat d’interpretar la informació que es rep, ja que arriba més descontextualitzada. No és el mateix un text de whatsapp que digui «Avui em sento feliç» que sentir-ho directament d’una persona amb la qual estem parlant presencialment. En aquest segon cas, podrem percebre preconscientment el seu estat d’ànim a través de l’entonació de la veu, la mirada, etc.

També s’ha vist que la realitat virtual canvia les experiències conscients, en modificar les entrades sensorials que rep el cervell, la qual cosa, d’alguna manera, podria influir en l’autoconsciència. Tot això comporta canvis en la connectivitat de les àrees del cervell implicades, però, com ja he dit, encara és aviat per dir com influirà tot plegat en els processos mentals i, en conseqüència, en la societat.

Del que no hi ha cap dubte és que està canviant la connectivitat relacionada amb l’emmagatzematge i la gestió de la informació. Les xarxes neurals que gestionen la memòria disminueixen, i en canvi incrementen les implicades en la gestió ràpida de la informació, i en la seva integració, globalització, contextualització i valoració. No sabem com tot això acabarà condicionant el cervell del futur, però sens dubte no serà exactament igual que el del present, com aquest tampoc és igual al de fa un segle.

El proper post: L’efecte, l’afectivitat i l’efectivitat de les mirades

PS. Per cert, si us interessa el tema de les relacions entre la biologia i la cultura, i més concretament entre el genoma humà i la cultura, acabo de publicar un llibre de divulgació sobre aquest tema, intitulat «100 gens que ens fan humans»

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Cinismo institucionalizado

No hace mucho leí un texto escrito por un (supuesto) padre reciente que hablaba, en negativo, de lo que él calificaba como “la épica individual de la crianza”, acusaba a los progenitores de su misma generación de adorar a sus hijos “como a un Dios” (sic) y afirmaba asistir “con espanto al dictado infantil de las decisiones adultas”.

Reconozco que, tras todos esos exabruptos, había alguna reflexión interesante, incluso acertada, pero absolutamente anegada en una insostenible superioridad moral, un egocentrismo tan supino (y tan supremo) como para que el autor se atreviera a adjudicarse una visión mucho más clara, más diáfana, de la paternidad, sólo por el hecho de aplicar sobre la misma una visión radicalmente cínica.
El problema, sin embargo, no está en el propio artículo. Si no en que es síntoma de algo más grave: la rapidez con la que determinada visión cínica, distanciada, sobre la paternidad se está abriendo paso en nuestra sociedad.
Vivimos en un entorno que cada vez se ha hecho más individualista. Más egoísta. Así que la experiencia de tener un hijo, de volcarte en él e incluso de romper con tu estilo de vida anterior para cuidarlo, choca frontalmente con el hedonismo aburguesado al que nos ha acostumbrado la sociedad de consumo contemporáneo. Si nosotros, como individuos, estamos convencidos de ser el centro absoluto del universo, ¿por qué deberíamos abandonarlo todo y volcarnos en el cuidado de otro ser humano?
Según las teorías del filósofo Zygmunt Bauman (autor de la noción de la sociedadlíquida), en el mundo actual, las relaciones se miden en términos de coste y beneficio, así que el desarraigo afectivo, la capacidad de distanciarse de los demás, se considera una condición indispensable de éxito individual. ¿Dónde encaja, dentro de ese esquema de comportamiento moral y sentimental absolutamente económico, la experiencia de la paternidad?
No lo hace, pura y simplemente.
No hace falta más que sostener a un bebé en brazos (ni siquiera hace falta que sea tuyo) para darse cuenta de su fragilidad, de su necesidad de cuidados, de atención constante. Que un niño crezca y se sostenga en pie, se alimente y se vista solo, no significa que pierda su condición frágil. Al contrario. Necesita tanta (incluso más) ayuda, apoyo y comprensión respecto a cuando acababa de salir del vientre de su madre.
Que se nos den todas las facilidades del mundo, e incluso se incentive, que pasemos tiempo sin hijos, sumergidos en nuestra individualidad (de ahí esa proliferación de guarderías dentro de los centros comerciales), indica hasta qué punto los niños resultan molestos dentro del esquema egocentristade nuestra sociedad de consumo.
Me horroriza, a nivel personal, imaginar la sensación de desprotección, de abandono, que puede tener el (supuesto) hijo del autor del artículo antes mencionado si la experiencia no altera esa visión tan cínica de su papel como padre. Nuestros hijos no deberían recibir los daños colaterales de nuestras limitaciones, ni de nuestros traumas personales. Al contrario: deberían empujarnos a superarlos.
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Cinismo institucionalizado

No hace mucho leí un texto escrito por un (supuesto) padre reciente que hablaba, en negativo, de lo que él calificaba como “la épica individual de la crianza”, acusaba a los progenitores de su misma generación de adorar a sus hijos “como a un Dios” (sic) y afirmaba asistir “con espanto al dictado infantil de las decisiones adultas”.

Reconozco que, tras todos esos exabruptos, había alguna reflexión interesante, incluso acertada, pero absolutamente anegada en una insostenible superioridad moral, un egocentrismo tan supino (y tan supremo) como para que el autor se atreviera a adjudicarse una visión mucho más clara, más diáfana, de la paternidad, sólo por el hecho de aplicar sobre la misma una visión radicalmente cínica.
El problema, sin embargo, no está en el propio artículo. Si no en que es síntoma de algo más grave: la rapidez con la que determinada visión cínica, distanciada, sobre la paternidad se está abriendo paso en nuestra sociedad.
Vivimos en un entorno que cada vez se ha hecho más individualista. Más egoísta. Así que la experiencia de tener un hijo, de volcarte en él e incluso de romper con tu estilo de vida anterior para cuidarlo, choca frontalmente con el hedonismo aburguesado al que nos ha acostumbrado la sociedad de consumo contemporáneo. Si nosotros, como individuos, estamos convencidos de ser el centro absoluto del universo, ¿por qué deberíamos abandonarlo todo y volcarnos en el cuidado de otro ser humano?
Según las teorías del filósofo Zygmunt Bauman (autor de la noción de la sociedadlíquida), en el mundo actual, las relaciones se miden en términos de coste y beneficio, así que el desarraigo afectivo, la capacidad de distanciarse de los demás, se considera una condición indispensable de éxito individual. ¿Dónde encaja, dentro de ese esquema de comportamiento moral y sentimental absolutamente económico, la experiencia de la paternidad?
No lo hace, pura y simplemente.
No hace falta más que sostener a un bebé en brazos (ni siquiera hace falta que sea tuyo) para darse cuenta de su fragilidad, de su necesidad de cuidados, de atención constante. Que un niño crezca y se sostenga en pie, se alimente y se vista solo, no significa que pierda su condición frágil. Al contrario. Necesita tanta (incluso más) ayuda, apoyo y comprensión respecto a cuando acababa de salir del vientre de su madre.
Que se nos den todas las facilidades del mundo, e incluso se incentive, que pasemos tiempo sin hijos, sumergidos en nuestra individualidad (de ahí esa proliferación de guarderías dentro de los centros comerciales), indica hasta qué punto los niños resultan molestos dentro del esquema egocentristade nuestra sociedad de consumo.
Me horroriza, a nivel personal, imaginar la sensación de desprotección, de abandono, que puede tener el (supuesto) hijo del autor del artículo antes mencionado si la experiencia no altera esa visión tan cínica de su papel como padre. Nuestros hijos no deberían recibir los daños colaterales de nuestras limitaciones, ni de nuestros traumas personales. Al contrario: deberían empujarnos a superarlos.
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