#ElTemaDeLaSemana La educación, los abuelos y las abuelas

Esta semana nos toca hablar de los abuelos y la educación de los niños. Yo como muchos de vosotros no creo que los abuelos tengan que educar a nuestros hijos, aunque en muchas ocasiones suceda así.

Yo no viví a mis abuelos como lo están haciendo mis hijos. A mis abuelos maternos no los conocí, si a los maternos, pero vivíamos muy lejos, así que sólo los veía en vacaciones cuando íbamos a Andalucía.

Si que es cierto que algunas temporadas mi abuela vivió con nosotros, pero yo ya era más mayor, y ella también por lo que no se encargaba de cuidarnos, eso sí, nos contaba sus cosas que eran tan lejanas para mí como para mi hijo un walkman o una cinta de cassette.

Nosotros intentamos que nuestros padres, los abuelos tengan la menor carga posible con nuestros hijos. Pero es cierto que si no fuera por la ayuda que nos prestan, yo no podría estar trabajando, aunque sólo sean unas horas. 

Por circunstancias personales los cangreyayos no pueden ayudarnos tanto como sé que les gustaría, y cangreabuela, pues viene y pasa unas horas con sus nietos, lo que le da mucha vida, pero no trata de educarlos, se limita a jugar con ellos, a disfrutar de ellos, que es lo que deben hacer ellos.

Pero reconozco que esta sociedad esta mal hecha y nos obliga en muchas ocasiones a explotar a los abuelos en agotadoras jornadas de trabajo cuidando a sus nietos. Espero no tener que vivir esa situación, y que cuando estas horas que necesito su ayuda se reduzcan a los ratos que ellos quieran venir a pasar con ellos, sin la obligación que ahora impera.

Los abuelos no educan a los nietos, ya educaron a sus hijos, y creo que lo hicieron bien.

Gracias a todos esos abuelos y abuelas que una vez más nos salváis el culo.

Sigue leyendo ->

Impresiones sobre Rogue One: Una Historia de Star Wars [con spoilers]

Lo pongo ya en la primera línea: en este post quiero comentar mis impresiones sobre «Rogue One: Una Historia de Star Wars», y lo quiero hacer comentando todo tipo de escenas y detalles de la película. Así que, si no la has visto, no sigas leyendo. Contiene spoilers a mogollón. Si la has visto ya, …continúa leyendo Impresiones sobre Rogue One: Una Historia de Star Wars [con spoilers]

La entrada Impresiones sobre Rogue One: Una Historia de Star Wars [con spoilers] aparece primero en Padres Frikis.

Sigue leyendo ->

Veo veo…

  Hace frío. Algunos días hasta llueve. Y suele ser de noche. Es lo que tiene el otoño. Cualquiera me diría que mejor se está en casa calentito. Qué como se me ocurre salir de paseo con la tarde que está. Hasta mamá rechaza siempre el ofrecimiento que le hago algunas veces por si quiere…

Sigue leyendo ->

MASCULINIDADES TÓXICAS

Leo sobrecogido el relato de cómo Antonio Peñalver, el subcampeón olímpico de Barcelona 92, sufrió abusos sexuales a mano de su entrenador Miguel Ángel Millán (http://deportes.elpais.com/deportes/2016/12/17/actualidad/1482000887_427898.html) y pienso en cuántos enormes armarios quedan todavía por abrir en nuestras sociedades neomachistas.  Las palabras de Peñalver, que se suman a las que poco a poco van dejando al descubierto el dolor de tantos que un día se sintieron “puñeteros héroes” gracias a un guía todopoderoso al que con frecuencia se encontraban encima al despertarse, nos desvelan uno de los muchos rincones oscuros del patriarcado. El que tiene que ver con el abuso del poder y el dominio erotizado, el que se usa y del que se abusa sobre los y las más débiles, el que alimenta monstruos y genera víctimas de por vida. 


La masculinidad hegemónica, construida históricamente sobre el íntimo vínculo poder-violencia y que se ha traducido siempre en relaciones jerárquicas entre el que está en el púlpito y aquéllos y aquéllas que están a sus pies, no sólo ha convertido a las mujeres en las principales sufridoras de los excesos del macho sino que también ha herido de muerte a los hombres disidentes y a aquéllos que se han encontrado en una posición subordinada. Para mantener el estatus de dominio, el jerarca ha tenido que usar siempre sus poderes de seducción, tan ligados al poder que ha ejercido, y en última instancia la violencia, en cualquiera de sus formas: física, psicológica, emocional, sexual o puramente simbólica. Este brutal ejercicio del poderío masculino no solo se ha proyectado, insisto, con respecto a las mujeres consideradas por naturaleza desiguales y entregadas siempre a las necesidades del varón, sino también en aquellos círculos de hombres en los que se han generado vínculos de una cierta intimidad y que habitualmente han carecido de transparencia. Ahí está la vergonzante historia de la pederastia en la Iglesia Católica para demostrarlo: la más demoledora expresión de eso que el teólogo Juan José Tamayo ha denominado “masculinidades sagradas” (http://revistas.udc.es/index.php/ATL/article/view/arief.2016.1.1.1396).


Durante siglos, en seminarios, colegios, parroquias y noviciados, los “hombres sagrados” – obispos, diáconos, sacerdotes – han actuado como dioses capaces por tanto de someter y denigrar, de exigir y de abusar, de dictar la ley y de callar ante el pecado propio.  El poder sobre las almas acaba siendo poder sobre los cuerpos y todo ello en un contexto de moral represiva con la libertad sexual, con la expresión de las emociones y con la diversidad de género. Los mismos hombres enjaulados que interpretan las escrituras y lanzan proclamaciones dogmáticas acaban convertidos en monstruos que rezan por las mañanas en público y usan el látigo de sus placeres ocultos por las noches. Todo ello, además, con el silencio cómplice de todos los que sabiendo han callado.


Esa concepción de la virilidad, que con frecuencia se acompaña de  homofobia interiorizada y de una brutal represión de la propia identidad, se nutre y se multiplica en espacios de homosocialidad en los que existe una fuerte estructura jerárquica, ya sea explícita o implícita, y en los que se reafirma hasta la exasperación que ser hombre implica sobre todo no ser mujer. No cabe duda de que tradicionalmente el deporte ha sido uno de esos ámbitos en los que la virilidad dominante era la que marcaba las reglas e imponía fronteras en los espacios. Unos espacios en los que individuos singularmente vulnerables – menores de edad en general, chicos con problemas de identidad o con dificultades socioeconómicas en particular – son las principales víctimas de un sistema en el que es muy fácil sublimar lo que en un momento determinado puede dar sentido la vida. En el caso de Antonio Peñalver, y de otros muchos que en estos días se atreven a dar la cara, es evidente: “en esos momentos mi vida y mi religión era el atletismo”. Una religión en la que existía un sumo sacerdote que se creía dios, en las pistas y fuera de ellas, y una vida en la que el aprendiz de todo que entonces era Antonio se sentía dependiente del que consideraba “un puñetero Dios”.


La dramática historia del que un día se creyó un superhéroe y luego tuvo que vivir una larga travesía de soledad y lágrimas nos revela que, al igual que lentamente pero sin pausa ha ido ocurriendo con la violencia que sufren las mujeres, nuestra sociedad necesita poner al descubierto todos esos escenarios brutales en los que durante siglos ha ido engordando una masculinidad tóxica. Debemos ayudar a las víctimas a que sean capaces de salir de su silencio, a que se empoderen y a que se sientan acompañadas en el duro proceso que supone reconocer que un día fueron meros objetos en manos de aquellos a los que tenían por dioses. Y, sobre todo, debemos trabajar mucho más en la revisión de un modelo de virilidad que provoca tanto dolor, que genera tantas injusticias y que alimenta la ficción de un poder que al final solo se mantiene desde el abuso y la coacción.  Solo desde esa revisión de las subjetividades masculinas, de las relaciones entre ellas y, por supuesto, de las que mantenemos con las femeninas, será posible reconstruir un orden en el que ya no haya lugar para los depredadores. En el que al fin dejemos de creernos dioses y entendamos que la clave es entrenarse para disfrutar de los afectos en horizontalidad. Sin púlpitos ni látigos. Desde la gozosa autonomía que supone sentirnos dueños del cuerpo y de la palabra, de los deseos y de los placeres y, claro está, del heroísmo que supone ser conscientes de nuestra vulnerabilidad.

Foto: EFE.

Publicado en THE HUFFINGTON POST, 20 de diciembre de 2016:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/masculinidades-toxicas_b_13721878.html
Sigue leyendo ->

QUÉ GOYAS TAN MAJOS

Cualquiera que tenga dudas sobre lo que implica el patriarcado en cuanto orden cultural no tendría más que acercarse con una mirada de género —es decir, con las “gafas violetas” puestas— a los relatos colectivos que nos siguen definiendo y en bastantes casos maleducando. Basta con asomarse a cualquier medio informativo, a la televisión, a la música que más se consume o a las pantallas de cine para comprobar cómo no solo se prorrogan los binomios jerárquicos que oponen a hombres y mujeres sino que incluso se refuerzan unas reglas del juego que insisten en mantener el estado masculino de privilegios frente al subordinado femenino.
En este sentido, el cine continúa siendo un escenario privilegiado en el que detectar la pervivencia de lo que Celia Amorós denominó “pactos juramentados” entre varones y, en paralelo, la insignificancia femenina que sirve de espejo para que nosotros nos veamos y sintamos, como ya advirtiera Virginia Woolf, de un tamaño doble al natural. Y no solo porque, como demuestran los datos objetivos, el cine sea un ámbito profesional en el que existe una brutal discriminación por razón de género, tanto a nivel horizontal como vertical, sino porque los relatos que nos siguen ofreciendo mayoritariamente las pantallas no hacen sino reproducir una sola mirada, la masculina hegemónica, y por lo tanto prorrogan y consolidan una determinada visión de las subjetividades y de un mundo hecho a imagen y semejanza de quienes detentamos el poder y la autoridad.
El análisis de las películas que este año compiten por conseguir el Goya a la mejor producción del año serviría para hacer una tesis redonda sobre cómo el cine español continúa teniendo rostro masculino y, más aún, el rostro de una determinada masculinidad que es la que sustenta el sistema sexo/género.
Dirigidas “lógicamente” por hombres, las cinco finalistas nos servirían para montar una clase perfecta sobre el modelo dominante de virilidad y, en paralelo, sobre la subordinación femenina. En cuatro de ellas, los protagonistas absolutos son hombres y las mujeres apenas son personajes mínimos que poco o casi nada añaden al relato principal. Las historias que nos cuentan reflejan perfectamente cómo, por ejemplo, el poder —y la corrupción que parece irremediablemente unida a él— es cosa de hombres.

El Estado macho

El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez, cuyo título subraya lo evidente y cuya hermosa cartelera podría ilustrar una conferencia sobre los valores masculinos, nos cuenta una historia real en la que agentes secretos, directores generales y demás habitantes de las cloacas del Estado nos demuestran que el patriarcado no es solo el gobierno de los hombres sino también el gobierno de forma masculina. Es decir, que el Estado es macho. Si en su anterior película, La isla mínima, las mujeres eran visibles y apenas un pretexto para que ellos lucieran sus habilidades, en esta Alberto Rodríguez vuelve a centrarse en un relato en el que ellas ni están ni se las espera. O mejor dicho: solo están en función de lo que reclaman los personajes masculinos porque ellas, como debe ser, solo viven para otros y no para sí mismas.

Cerco a las emociones

Junto al poder, y a las múltiples pestilencias que puede generar, la violencia. Ahí está Tarde para la ira, la primera película dirigida por Raúl Arévalo, cuyo título es ya toda una declaración de intenciones. De nuevo, un cartel con omnipresencia masculina y con rostros femeninos insignificantes. Una historia de violencias y venganzas que viene a demostrarnos que los hombres solo somos capaces de expresar y gestionar determinadas emociones, como por ejemplo la ira del título. Boxeo, persecuciones de coches, cuchillos, pistolas y chicas seducidas y sufridoras. “He hecho lo que tenía que hacer”, dice su protagonista, dejando claro que ha cumplido fielmente con las expectativas de género.

Misoginia por enjaulamiento

La ira, esa emoción tan masculina, es también parte esencial de Que Dios nos perdone, dirigida por Rodrigo Irigoyen. En este caso, uno de los policías protagonistas en un tipo con problemas para controlar determinadas emociones. Él y su compañero —de nuevo, Antonio de la Torre, que se está convirtiendo en un especialista en interpretar a hombres sobre los que se podría hacer una tesis sobre neomachismo— tienen que investigar un conjunto de asesinatos que se producen en Madrid y que tienen como víctimas a mujeres mayores. En este caso el relato responde a una mirada brutalmente misógina como demuestra el regodeo en los cuerpos de las ancianas asesinadas o el retrato que se hace de unas mujeres que aparecen como las responsables de los males que enjaulan a los hombres.

Brujas o condenadas

Las tres películas anteriores demuestran además cómo los hombres, aunque se encuentren en el fango o hagan uso de las herramientas más incompatibles con la convivencia pacífica, aparecen siempre retratados como héroes. Algo para lo que somos educados desde niños. Ahí está Un monstruo vino a verme, la sensiblera y efectista película de Bayona, para demostrarlo. Una fábula en la que el niño protagonista se convierte en una especie de superhéroe sin capa y con buenos sentimientos y en la que las mujeres continúan condenadas a morir y desaparecer —la madre enferma que es la que posibilita el crecimiento emocional del hijo— o bien a ser las permanentes brujas de cualquier historia —esa abuela dura y estricta a la que solo le falta sacar en algún momento una pócima venenosa del bolsillo—.

Mujeres en negativo

Y es que ya se sabe, las mujeres en los relatos del patriarcado apenas son el pretexto para que los hombres confirmemos nuestra virilidad o, en el mejor de los casos, hojas movidas por los vientos que manejan los que tienen el poder también en los afectos y los deseos. Algo que de manera tan perfecta ha retratado Almodóvar en su filmografía y que lleva a uno de sus más estilizados extremos en Julieta, una película en la que de nuevo las protagonistas son mujeres que actúan como “vacas sin cencerro”. Mujeres encamadas, mujeres con enfermedades terminales, mujeres malísimas y mujeres en general que sufren las terribles consecuencias de los hilos que mueven los hombres. Y en la mayor parte de los casos no sabemos el porqué real de su cobardía, de su acomodo o, llegado el caso, de su histerismo.
En el caso del personaje principal, interpretado por una maravillosa Emma Suárez que bien podría ser la Marisa Paredes de otras películas del director, me cuesta trabajo entender cómo una mujer a la que vemos tan inteligente y lanzada en los 80 acaba convertida en un auténtico zombi años después, haciendo cosas inexplicables salvo en un folletín o en una telenovela de sobremesa (esas tartas cada año para recordar el cumpleaños de su hija) y que es incapaz de salir de un túnel al que le ha llevado dos de los factores que más heridas han causado y causan en las mujeres: la maternidad elevada a los altares y el sentimiento de culpa. Todas las protagonistas de la historia —Julieta, su hija Antía, Ava— se siente culpables y están pagando por ello. Una con el dolor de la soledad, otra con el silencio y la tercera con una enfermedad degenerativa. Por supuesto, al lado de esas mujeres nacidas para sufrir, y además, en este caso, para hacerlo en silencio, sin estridencias, sin lágrimas, para que el dolor parezca aún más hondo, los hombres aparecen como los verdaderos protagonistas aunque sean los que ocupen menos metraje.
Son ellos los que provocan las acciones, son los que hacen que ellas actúen o no de una determinada manera y, por supuesto, son los que en todo caso aparecen con una connotación positiva, aunque realmente tampoco se sepa cómo explicarla. De ahí que no nos deba extrañar que el padre de Julieta pueda rehacer su vida y haga pleno su derecho a la felicidad, o que el personaje que interpreta Darío Grandinetti, del que tampoco sabemos mucho, sea como una especie de ángel de la guarda sin el que obviamente Julieta acabaría muerta o hundida en una larga depresión. Y, por supuesto, el pescador que desencadena el drama es un héroe que parece sacado de la mitología que enseña la ingenua Julieta. El mismo físico del actor que lo interpreta contribuye a que lo veamos como un personaje de fábula, heroico y seductor, amoroso padre y cuidadoso amante, y ante el que todas las mujeres no tienen más remedio que caer rendidas. Es cierto que su final no es feliz, pero sí que es el final propio de un protagonista. Alrededor de él, ellas no parecen sino marionetas incapaces de manejar su propio destino.

Fiel aliado del patriarcado

De esta manera, cerramos el círculo mágico, y cinematográfico, del patriarcado. Las piezas encajan a la perfección y, en consecuencia, es lógico que en el puzle no haya más cabida para relatos disidentes como El olivo de Iciar Bollaín o para la magistral La puerta abierta, cuya directora, Marina Seresesky, habría merecido estar al menos entre las finalistas a la mejor dirección novel.
Menos mal que sí lo están las enormes Carmen Machi y Terele Pávez; Anna Castillo, esta mirada tan potente y luminosa que es el mayor descubrimiento de la película escrita por el marido de Bollaín, o Nely Reguera, la única mujer que ha conseguido colarse entre tanta testosterona.
Apenas una anécdota en un largo listado de nominados que nos confirman que el cine continúa siendo fiel aliado del patriarcado. Lo certifican las cuatro películas europeas nominadas: Yo, Daniel BlakeEl editor de librosEl hijo de Saúl y la brutalmente machista y hasta misógina Elle de Paul Verhoeven. Toda una declaración de intenciones mediante la que la Academia de Cine nos demuestra qué majos son los chicos que hacen cine y qué universales los relatos que nos cuentan. De ahí la urgencia de que las pantallas empiecen a contar otras historias,concebidas desde otras miradas y en las que no solo ellas estén presentes desde su autonomía real sino en las que también nosotros hayamos dejado de ir por la vida como si lleváramos “una pistola en cada mano”.
publicado en blog mujeres, el país, 16-12-2016:
http://elpais.com/elpais/2016/12/16/mujeres/1481892281_146057.html

Sigue leyendo ->

Colecho: ¿es seguro compartir cama con tu hijo?

En nuestro contexto sociocultural, todavía existe un tabú respecto al colecho a pesar de ser una práctica ampliamente extendida; es algo que los padres ocultan al pediatra, al maestro o a los amigos. Estamos bombardeados por mensajes que nos animan a compartir más y más tiempo con nuestros hijos, pero esos mensajes rozan la hipocresía …

El artículo Colecho: ¿es seguro compartir cama con tu hijo? se publicó originalmente en Psicólogo Valencia, Alberto Soler · Consulta y psicoterapia Online.

Sigue leyendo ->

El Tema de la Semana #35: La educación, los abuelos y las abuelas

El Tema de la Semana ha nacido como propuesta para compartir: experiencias, curiosidades, ideas,… poder conocer, comprender y poder aprender. Para conocernos mejor y para que os conozcamos mejor. Esta es la idea que hay detrás de este ejercicio semanal: #ElTemaDeLaSemana. Tomando como base el sistema por el que se comparten y difunden otras accionesLeer más sobre El Tema de la Semana #35: La educación, los abuelos y las abuelas[…]

La entrada El Tema de la Semana #35: La educación, los abuelos y las abuelas aparece primero en Papás Blogueros.

Sigue leyendo ->

Escola Miralletes

Una de las decisiones más dificiles como Padres es escoger la educación y el centro donde tus hijos se van a formar durante los próximos años.  Siempre surgen dudas al inicio: estarán aprendiendo?, avanzan?, esto de que no haya deberes, será lo correcto?… Ahora, cuando ves a tus hijos que cada día se expresan mejor, […]

Sigue leyendo ->

Peripecias de un papá: Su futuro pasado

Estando a un par de días de celebrar el cuarto aniversario de Miguel, me parecía indispensable volver a dar vida a esta sección. Sí, cuatro años ya desde que nació, y algunos meses más desde que comencé a narrar estas peripecias que en un principio eran de pre-papá. El paso del tiempo es inapelable, no cabe duda, pero lo que más lo pone en evidencia, lo que más hace que sientas que pasa por encima tuyo como una apisonadora, son los cumpleaños de nuestros hijos… y también un poco esas fotacas de archivo que Facebook se empeña en que compartas.

La entrada Peripecias de un papá: Su futuro pasado aparece primero en decabo.com.

Sigue leyendo ->

Diario de a bordo: Marina

Capitán, hoy se ha ido Marina. Mi tercera abuela, la que me cuidó de pequeño y me abrió su casa cuando no levantaba tres palmos del suelo. Marina era el hada buena de los cuentos. En todos estos años en La Tierra nunca la vi de mal humor, siempre amable, siempre cariñosa. En su cocina […]

Sigue leyendo ->

Mis dos cojones

Sí amigos, tengo dos cojones. Y los dos son bien grandes. Lo más curioso de todo es que uno es rubio y otro es moreno. Los tengo desde hace casi nueve meses. Uno es un poco más cojón que el otro, pero son bien cojones los dos. No paran ni un segundo, todo el día…

Sigue leyendo ->

VIERNES DANDO LA NOTA #64: USA TU ILUSION

Imaginad.
Madrid, 1993.
Una calurosa tarde del mes de Julio.
Un joven va a asistir a su primer gran concierto.
Además, en el estadio de fútbol de su corazón.

Mi primera gran concierto (esta es la crónica de la época) fue en el Vicente Calderón y vi a los grandiosos Guns N’ Roses. De teloneros tuvieron a Suicidial Tendences (no los conocía ni he vuelto a saber nada de ellos) y a The Brian May Band (disfruté sobre todo con las versiones de Queen). Recuerdo que tuve la sensación que el concierto fue un mero trámite para Axl y compañía, pero para mí fue muy especial. Pude hacer por fin mi Súper Guitar Air a la vez que Slash.

Y todos estos recuerdos me han venido porque hace unos días la banda ha anunciado que el año que viene vendrán a España, primero a Bilbao y después a Madrid (al Calderón para más señas). ¿Me gustaría ir? Pues sí. ¿Voy a ir? Pues no. Creo que el dinero de las entradas es demasiado alto y teniendo en cuenta que tendría que pillar dos, se hace imposible. Además, justo ese fin de semana, es la final de la champions y, bueno, a lo mejor estoy lejos, lejos (o no, que ahí la pasta también será muy alta).

Pero bueno, teniendo en cuenta que esto es #VDLN pongamos algo de música. De Guns N’ Roses podría poner cualquier canción porque me gustan (casi) todas. Los dos álbumes Use Your Illusion son lo mejor que han hecho. Es más, diría que son de los mejores álbumes así en general. Podría poner You Could Be Mine (que encima pertenece a la BSO de Terminator II, una de mis películas favoritas) Don´t Cry, Estranged o (la genial)  November Rain. Pero no, voy a poner por la que empezó todo, la clásica y la que espero algún día, saber tocar con la guitarra, Sweet Child O`Mine.

Estaría bien que en los comentarios pusierais cual es vuestra favorita. Feliz semana y bienvenidos a la jungla.

Sigue leyendo ->

VIERNES DANDO LA NOTA #64: USA TU ILUSION

Imaginad.
Madrid, 1993.
Una calurosa tarde del mes de Julio.
Un joven va a asistir a su primer gran concierto.
Además, en el estadio de fútbol de su corazón.

Mi primera gran concierto (esta es la crónica de la época) fue en el Vicente Calderón y vi a los grandiosos Guns N’ Roses. De teloneros tuvieron a Suicidial Tendences (no los conocía ni he vuelto a saber nada de ellos) y a The Brian May Band (disfruté sobre todo con las versiones de Queen). Recuerdo que tuve la sensación que el concierto fue un mero trámite para Axl y compañía, pero para mí fue muy especial. Pude hacer por fin mi Súper Guitar Air a la vez que Slash.

Y todos estos recuerdos me han venido porque hace unos días la banda ha anunciado que el año que viene vendrán a España, primero a Bilbao y después a Madrid (al Calderón para más señas). ¿Me gustaría ir? Pues sí. ¿Voy a ir? Pues no. Creo que el dinero de las entradas es demasiado alto y teniendo en cuenta que tendría que pillar dos, se hace imposible. Además, justo ese fin de semana, es la final de la champions y, bueno, a lo mejor estoy lejos, lejos (o no, que ahí la pasta también será muy alta).

Pero bueno, teniendo en cuenta que esto es #VDLN pongamos algo de música. De Guns N’ Roses podría poner cualquier canción porque me gustan (casi) todas. Los dos álbumes Use Your Illusion son lo mejor que han hecho. Es más, diría que son de los mejores álbumes así en general. Podría poner You Could Be Mine (que encima pertenece a la BSO de Terminator II, una de mis películas favoritas) Don´t Cry, Estranged o (la genial)  November Rain. Pero no, voy a poner por la que empezó todo, la clásica y la que espero algún día, saber tocar con la guitarra, Sweet Child O`Mine.

Estaría bien que en los comentarios pusierais cual es vuestra favorita. Feliz semana y bienvenidos a la jungla.

Sigue leyendo ->