Ellas hablan más

Aceptémoslo: hay diferencias fundamentales en la forma en que los padres y las madres afrontamos la crianza de un hijo, sobre todo en el caso de los primogénitos.

Ya lo comenté en el post de presentación del blog: A la hora de compartir información y experiencias, de dar y buscar consejo y apoyo o simplemente de desfogarse ante frustraciones, las mamás nos ganan por goleada. Entras en un grupo de Facebook sobre [p|m]aternidad, BLW, o cualquier tema relacionado, y el 99.9% de la participación es femenina. Y no solo es abrumador el porcentaje, también el volumen de mensajes. Estos grupos de FB acumulan decenas de nuevos hilos cada día, cada uno de ellos con centenares de respuestas. Largas conversaciones donde las mamás intercambian desde quejas por sus suegras a detalles sobre lactancia y alimentación, cambio de pañales hasta cómo han cambiado sus vidas sexuales con sus parejas. Todo está abierto a discusión, intercambio y enriquecimiento.

De hecho, en el apartado de quejas no son pocas las que van dirigidas a nosotros, los padres de las criaturas. Cuando no nos involucramos tanto como deberíamos en la crianza de nuestros hijos, cuando en ocasiones somos un tanto desastre o descuidamos nuestras obligaciones como padres.

Todo esto lo puedo ver claramente en un par de grupos de WhatsApp: Dos grupos con los asistentes a un curso de preparación a la [p|m]aternidad al que asistimos hace ya cerca de dos años. Un grupo de madres y otro de padres. A través de mi mujer sé que el grupo de mamás tiene actividad regular, hablan entre ellas comentando los avances de los peques y hasta intercambian fotos. En el grupo de los papás, el último mensaje es del 4 de julio del año pasado; una disculpa por no haber podido ir a una quedada en el pub. Quedadas en las que se hablaba de trabajo, deportes, viajes… Pero poco o nada de paternidad.

Lo cual me lleva a plantearme… ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué los hombres parecemos incapaces de hablar abiertamente de ciertos temas? Personalmente, creo que es algo cultural. De forma tradicional, la crianza de los hijos ha recaído en las mujeres. Lo cual ha hecho que nosotros hayamos dado la espalda a hablar de ello, porque simplemente La Sociedad™ no espera que lo hagamos. Queda muchísimo camino por recorrer, pero está en nuestra mano cambiar eso. Papás Blogueros ha abanderado iniciativas muy interesantes como #siloshombreshablasen o Padres Igualitarios, pero hay que seguir trabajando en ello.

Hablar abiertamente de cualquier tema relacionado con la paternidad nos ayuda a todos: padres, madres e hijos. Nos ayuda a estar mejor preparados ante las eventualidades de la paternidad, porque muy probablemente lo que le pase a nuestro hijo ya le haya pasado al de alguien más y hayamos podido leer sobre ello. Nos abre a nuevas experiencias e ideas que, de otra forma, podrían pasarnos desapercibidas. Y nos da una vía de escape para la frustración y el descontento cuando las cosas se tuercen.

Papás del mundo, hablad sin miedo. Participad en las discusiones. Compartid lo que habéis aprendido. Todos saldremos ganando. Nos leemos en la red. 🙂

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Aceptémoslo: hay diferencias fundamentales en la forma en que los padres y las madres afrontamos la crianza de un hijo, sobre todo en el caso de los primogénitos.

Ya lo comenté en el post de presentación del blog: A la hora de compartir información y experiencias, de dar y buscar consejo y apoyo o simplemente de desfogarse ante frustraciones, las mamás nos ganan por goleada. Entras en un grupo de Facebook sobre [p|m]aternidad, BLW, o cualquier tema relacionado, y el 99.9% de la participación es femenina. Y no solo es abrumador el porcentaje, también el volumen de mensajes. Estos grupos de FB acumulan decenas de nuevos hilos cada día, cada uno de ellos con centenares de respuestas. Largas conversaciones donde las mamás intercambian desde quejas por sus suegras a detalles sobre lactancia y alimentación, cambio de pañales hasta cómo han cambiado sus vidas sexuales con sus parejas. Todo está abierto a discusión, intercambio y enriquecimiento.

De hecho, en el apartado de quejas no son pocas las que van dirigidas a nosotros, los padres de las criaturas. Cuando no nos involucramos tanto como deberíamos en la crianza de nuestros hijos, cuando en ocasiones somos un tanto desastre o descuidamos nuestras obligaciones como padres.

Todo esto lo puedo ver claramente en un par de grupos de WhatsApp: Dos grupos con los asistentes a un curso de preparación a la [p|m]aternidad al que asistimos hace ya cerca de dos años. Un grupo de madres y otro de padres. A través de mi mujer sé que el grupo de mamás tiene actividad regular, hablan entre ellas comentando los avances de los peques y hasta intercambian fotos. En el grupo de los papás, el último mensaje es del 4 de julio del año pasado; una disculpa por no haber podido ir a una quedada en el pub. Quedadas en las que se hablaba de trabajo, deportes, viajes… Pero poco o nada de paternidad.

Lo cual me lleva a plantearme… ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué los hombres parecemos incapaces de hablar abiertamente de ciertos temas? Personalmente, creo que es algo cultural. De forma tradicional, la crianza de los hijos ha recaído en las mujeres. Lo cual ha hecho que nosotros hayamos dado la espalda a hablar de ello, porque simplemente La Sociedad™ no espera que lo hagamos. Queda muchísimo camino por recorrer, pero está en nuestra mano cambiar eso. Papás Blogueros ha abanderado iniciativas muy interesantes como #siloshombreshablasen o Padres Igualitarios, pero hay que seguir trabajando en ello.

Hablar abiertamente de cualquier tema relacionado con la paternidad nos ayuda a todos: padres, madres e hijos. Nos ayuda a estar mejor preparados ante las eventualidades de la paternidad, porque muy probablemente lo que le pase a nuestro hijo ya le haya pasado al de alguien más y hayamos podido leer sobre ello. Nos abre a nuevas experiencias e ideas que, de otra forma, podrían pasarnos desapercibidas. Y nos da una vía de escape para la frustración y el descontento cuando las cosas se tuercen.

Papás del mundo, hablad sin miedo. Participad en las discusiones. Compartid lo que habéis aprendido. Todos saldremos ganando. Nos leemos en la red. 🙂

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#ElTemaDeLaSemana: El peor momento del día

Seguimos con el segundo post de la iniciativa #ElTemaDeLaSemana de @PapásBlogueros. ¿Que apenas publiqué ayer el primer post del tema de la semana? Pues sí, pero vamos a aprovechar que hoy estoy de vacaciones para darle un poco más a la tecla.

Esta semana el tema es: El peor momento del día.

En el post de ayer me quejaba de que era difícil escoger el mejor momento porque había muchos. En este caso, escoger un momento malo es difícil porque, afortunadamente, hay muy pocos. Tenemos la suerte de tener una niña realmente buena, fácil de cuidar y que no da apenas guerra, así que los momentos de tirarnos de los pelos los contamos con los dedos de las manos.

Pero dado que hay que escoger, yo diría que el peor momento del día es el ratito de antes de que la peque se vaya a dormir los días que está extremadamente cansada. Cuando, del sueño que tiene, está tan incómoda que arranca a llorar, se queja, no quiere colocarse de ninguna forma, y protesta y protesta sin parar. Porque tiene tanto sueño que no puede dormirse. Esos momentos, cuando da igual lo que hagas, cómo la cojas o por dónde la lleves, que ella sigue llorando, son los que muchas veces ponen a prueba nuestra paciencia y resistencia. Más aún si coinciden con esas noches en las que nosotros también estamos agotados tras un duro día. Hay veces que me la llevo en brazos y trato de dormirla paseando por el salón a oscuras, y soy yo el que se va quedando dormido de pie. Y entre eso y las quejas y las protestas, algunas noches he acabado bastante de los nervios.

Menos mal que, cuando por fin se duerme, resulta una criaturita tan tierna y encantadora que todo el mal rato previo queda casi inmediatamente olvidado…

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#ElTemaDeLaSemana: El peor momento del día

Seguimos con el segundo post de la iniciativa #ElTemaDeLaSemana de @PapásBlogueros. ¿Que apenas publiqué ayer el primer post del tema de la semana? Pues sí, pero vamos a aprovechar que hoy estoy de vacaciones para darle un poco más a la tecla.

Esta semana el tema es: El peor momento del día.

En el post de ayer me quejaba de que era difícil escoger el mejor momento porque había muchos. En este caso, escoger un momento malo es difícil porque, afortunadamente, hay muy pocos. Tenemos la suerte de tener una niña realmente buena, fácil de cuidar y que no da apenas guerra, así que los momentos de tirarnos de los pelos los contamos con los dedos de las manos.

Pero dado que hay que escoger, yo diría que el peor momento del día es el ratito de antes de que la peque se vaya a dormir los días que está extremadamente cansada. Cuando, del sueño que tiene, está tan incómoda que arranca a llorar, se queja, no quiere colocarse de ninguna forma, y protesta y protesta sin parar. Porque tiene tanto sueño que no puede dormirse. Esos momentos, cuando da igual lo que hagas, cómo la cojas o por dónde la lleves, que ella sigue llorando, son los que muchas veces ponen a prueba nuestra paciencia y resistencia. Más aún si coinciden con esas noches en las que nosotros también estamos agotados tras un duro día. Hay veces que me la llevo en brazos y trato de dormirla paseando por el salón a oscuras, y soy yo el que se va quedando dormido de pie. Y entre eso y las quejas y las protestas, algunas noches he acabado bastante de los nervios.

Menos mal que, cuando por fin se duerme, resulta una criaturita tan tierna y encantadora que todo el mal rato previo queda casi inmediatamente olvidado…

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#ElTemaDeLaSemana: Mi momento favorito del día

Prácticamente sobre la bocina, pero aquí estamos. A iniciativa de @PapásBlogueros, cada semana habrá un tema del que hablar brevemente.

Esta semana es el turno de: El momento favorito del día.

Lo cual, la verdad sea dicha, es una puñeta tremenda. Porque… ¿cómo escoger mi momento favorito, cuando hay tantos en las escasas 24 horas que tiene un día? ¿Con qué quedarte cuando disfrutas de tantas pequeñas cosas a diario? ¿Me quedo con el momento en el que llego del trabajo y a mi hija se le ilumina la cara con una sonrisa al verme? ¿O cuando la veo chapotear feliz en la bañera? ¿Acaso no es fabuloso cuando le pongo algo de música y se pone a bailotear totalmente descoordinada pero adorable? O, por un poco feo que pueda quedar… ¿No es también una delicia cuando la peque se queda dormida y mi mujer y yo podemos achucharnos un rato?

Pero después de mucho meditarlo, y con tal de dar una respuesta al tema propuesto…

Mi momento favorito del día es cuando mi hija, con poco más de 14 meses, viene decidida hacia mí con un cuento en la mano. Y me lo da. E insiste en que se lo lea. No habla todavía, ni una sola palabra. Ni mamá, ni papá. Pero se hace entender. Y cuando quiere que le lea un cuento no hay quien la disuada. Me tumbo en el suelo de su habitación (o en la alfombra del salón, donde sea que quiera que le lea el cuento), viene hacia mí, se sienta bien incrustada contra mi pecho, y escucha feliz y relajada mientras leo. A veces me interrumpe a la mitad. Otras veces decide que quiere que le cuente el cuento leyendo páginas en orden totalmente aleatorio (ya se encarga ella de pasarlas y decidir qué página le leo) y otras, en vez de con uno, viene con tres cuentos para que le lea uno detrás de otro. Pero veo el cariño que le está cogiendo a los libros y la lectura ya desde muy pequeña, y no puedo sino derretirme de ternura. Y de ahí que ese sea mi momento favorito.

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#ElTemaDeLaSemana: Mi momento favorito del día

Prácticamente sobre la bocina, pero aquí estamos. A iniciativa de @PapásBlogueros, cada semana habrá un tema del que hablar brevemente.

Esta semana es el turno de: El momento favorito del día.

Lo cual, la verdad sea dicha, es una puñeta tremenda. Porque… ¿cómo escoger mi momento favorito, cuando hay tantos en las escasas 24 horas que tiene un día? ¿Con qué quedarte cuando disfrutas de tantas pequeñas cosas a diario? ¿Me quedo con el momento en el que llego del trabajo y a mi hija se le ilumina la cara con una sonrisa al verme? ¿O cuando la veo chapotear feliz en la bañera? ¿Acaso no es fabuloso cuando le pongo algo de música y se pone a bailotear totalmente descoordinada pero adorable? O, por un poco feo que pueda quedar… ¿No es también una delicia cuando la peque se queda dormida y mi mujer y yo podemos achucharnos un rato?

Pero después de mucho meditarlo, y con tal de dar una respuesta al tema propuesto…

Mi momento favorito del día es cuando mi hija, con poco más de 14 meses, viene decidida hacia mí con un cuento en la mano. Y me lo da. E insiste en que se lo lea. No habla todavía, ni una sola palabra. Ni mamá, ni papá. Pero se hace entender. Y cuando quiere que le lea un cuento no hay quien la disuada. Me tumbo en el suelo de su habitación (o en la alfombra del salón, donde sea que quiera que le lea el cuento), viene hacia mí, se sienta bien incrustada contra mi pecho, y escucha feliz y relajada mientras leo. A veces me interrumpe a la mitad. Otras veces decide que quiere que le cuente el cuento leyendo páginas en orden totalmente aleatorio (ya se encarga ella de pasarlas y decidir qué página le leo) y otras, en vez de con uno, viene con tres cuentos para que le lea uno detrás de otro. Pero veo el cariño que le está cogiendo a los libros y la lectura ya desde muy pequeña, y no puedo sino derretirme de ternura. Y de ahí que ese sea mi momento favorito.

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Recetas BLW: Tortitas sin azúcar

Aunque todavía no me he expayado con el tema del BLW (Baby Lead Weaning, o alimentación complementaria a demanda), ya os adelanto que lo llevamos practicando desde que la peque tenía seis meses y no podríamos estar más contentos con ello. Principalmente ha sido mi mujer la que ha estado indagando y encontrando recetas, pero de vez en cuando soy yo el que se pone el gorro de chef y prepara alguna cosa nueva que añadir al recetario.

Ahora que mi campeona ya ha cumplido un año y hemos introducido los lácteos, esta receta es perfectamente válida para ella. Además, es muy sencilla de hacer. El sabor predominante en las tortitas es el del plátano, así que los adultos podéis añadirles un poco de nutella o crema de toffee por encima, le quedarán de rechupete. Y dicho esto, vamos con la receta:


Ingredientes (~10 tortitas)

  • 150g de harina
  • 2 plátanos muy maduros
  • 2 huevos
  • 1 vaso de leche entera
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 cucharadita de levadura
Preparación
Echa los dos plátanos (¡pelados!) en un bol y machácalos con un tenedor hasta que formen una pasta poco grumosa. Añade los huevos, el aceite y el bicarbonato y bátelo todo bien hasta lograr una masa uniforme.
Añade la leche, bátelo todo, e incorpora la harina poco a poco sin dejar de batir. Nuevamente, el objetivo es que el resultado sea uniforme. Usa un cacito para hacer obleas en una sartén caliente. Cuando la masa en la sartén empiece a hacer burbujas en la parte de arriba, utiliza una rasera para darle la vuelta y dejarla hacer por el otro lado. Con uno o dos minutos por lado debería ser más que suficiente para que queden bien hechas.


Y eso es todo, en serio, no hay más. Cuantas más veces hagáis las tortitas, mejor os irán quedando. Además, cuando los niños sean un poco más mayores, involucrarlos en la cocina con vosotros a la hora de prepararlas puede ser una actividad de lo más gratificante tanto para vosotros como para ellos. Yo ya estoy deseando que mi peque crezca un poco y prepararlas juntos los fines de semana para desayunar.
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Recetas BLW: Tortitas sin azúcar

Aunque todavía no me he expayado con el tema del BLW (Baby Lead Weaning, o alimentación complementaria a demanda), ya os adelanto que lo llevamos practicando desde que la peque tenía seis meses y no podríamos estar más contentos con ello. Principalmente ha sido mi mujer la que ha estado indagando y encontrando recetas, pero de vez en cuando soy yo el que se pone el gorro de chef y prepara alguna cosa nueva que añadir al recetario.

Ahora que mi campeona ya ha cumplido un año y hemos introducido los lácteos, esta receta es perfectamente válida para ella. Además, es muy sencilla de hacer. El sabor predominante en las tortitas es el del plátano, así que los adultos podéis añadirles un poco de nutella o crema de toffee por encima, le quedarán de rechupete. Y dicho esto, vamos con la receta:


Ingredientes (~10 tortitas)

  • 150g de harina
  • 2 plátanos muy maduros
  • 2 huevos
  • 1 vaso de leche entera
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 cucharadita de levadura
Preparación
Echa los dos plátanos (¡pelados!) en un bol y machácalos con un tenedor hasta que formen una pasta poco grumosa. Añade los huevos, el aceite y el bicarbonato y bátelo todo bien hasta lograr una masa uniforme.
Añade la leche, bátelo todo, e incorpora la harina poco a poco sin dejar de batir. Nuevamente, el objetivo es que el resultado sea uniforme. Usa un cacito para hacer obleas en una sartén caliente. Cuando la masa en la sartén empiece a hacer burbujas en la parte de arriba, utiliza una rasera para darle la vuelta y dejarla hacer por el otro lado. Con uno o dos minutos por lado debería ser más que suficiente para que queden bien hechas.


Y eso es todo, en serio, no hay más. Cuantas más veces hagáis las tortitas, mejor os irán quedando. Además, cuando los niños sean un poco más mayores, involucrarlos en la cocina con vosotros a la hora de prepararlas puede ser una actividad de lo más gratificante tanto para vosotros como para ellos. Yo ya estoy deseando que mi peque crezca un poco y prepararlas juntos los fines de semana para desayunar.
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A contramarcha

Escoger una sillita para el coche no es sencillo. Hay docenas de modelos y múltiples modos de anclaje posiciones: A favor o en contra de la marcha, reversibles o no, sujetas con cinturones o con isofix, con escudo o sin él, de 0 a 18 kg, de 9 a 32 kg… Por eso, cuando consultas a un (supuesto) experto en la materia, lo que esperas es que te oriente teniendo en cuenta tus necesidades específicas. De ahí que nuestra experiencia tratando de comprar una nueva silla para la peque haya sido frustrante y esté un tanto cabreado. Sirva este post como advertencia para otros padres primerizos que anden en busca de una buena silla.

Nosotros tendremos que jubilar la sillita de grupo 0 en breve y pasar a una más grande. Después de una investigación exhaustiva* redujimos la lista de candidatas a tres: Britax MaxWay, Britax HiTech o Axkid Minikid. Todas son sillas a contramarcha, ya que varios estudios han demostrado que son las más seguras. Como en Inglaterra no tenemos coche propio y venimos a visitar a los abuelos regularmente, las tres se sujetan con los propios cinturones del coche. Y como nuestra peque está hecha una vikinga (con diez meses y medio ya ha llegado a los 10 kilos), el rango de pesos de las tres nos maximiza el tiempo de vida útil.

Aprovechando el viaje a Madrid por las fiestas de Navidad decidimos pasarnos por Todonene’S, en Villaviciosa de Odón, tienda pionera en Madrid en comercializar sillas a contramarcha. Habíamos estado hablando con ellos por Facebook y nos habían confirmado que tenían stock de nuestras tres candidatas. Queríamos ir, probar los tres modelos con la peque, que nos asesorasen y, con las mismas, llevarnos una de las tres ya puesta en el coche de mis padres.

Al llegar nos dijeron que la chica experta en sillas a contramarcha estaba ocupada y que esperásemos. A los cinco minutos apareció otra vendedora que nos dijo que podía ayudarnos, así que nos fuimos con ella y le empezamos a explicar lo que buscábamos. Sin dejarnos terminar, empezó a decirnos que las sillitas que le decíamos no eran una buena idea, que eran muy complicadas de instalar, que «los expertos» de la tienda que «hacían las demostraciones» tardaban entre 20 y 30 minutos en instalarlas, y que si eso era lo que tardaban los expertos, a nosotros nos iba a llevar casi una hora. Y que no, que mejor nos olvidásemos de esas sillas.

En vez de eso, se empeñó en que nos llevásemos una Klippan, ya fuese la Kiss2 o la TrioFix, sillitas entre 100 y 200 euros más caras que nuestras opciones. Son sillas de 0 a 18 kg que se colocan sujetando una base al asiento del coche y luego encajando la sillita ahí. Que esas eran fáciles de instalar y fabulosas, y que las que nosotros decíamos eran muy muy difíciles de instalar, y no compensaban. También quería, ya puestos, que comprásemos también un par de bases extra (a 120 euros cada una) para dejar en los coches de mis padres y mis suegros. Nuestras tres opciones no llegó ni a sacarlas de las estanterías donde las tenía.

Podéis imaginaros nuestra cara. Media hora pasó insistiendo en que nos gastásemos 400 euros más de lo que teníamos presupuestado en una silla para las que nuestra peque ya ha pasado de más de la mitad del rango de peso. Media hora que remató con un «Ah, bueno, eso sí… Ahora mismo no hay nada de stock de la Kiss2 o la TrioFix, y no lo va a haber hasta marzo. Pero podéis dejarla pagada ahora y ya os venís a recogerla cuando la traigamos». En ese momento le dimos las gracias, le dijimos que nos lo pensaríamos, y nos marchamos para no volver.

¿Qué hemos descubierto al leer las instrucciones del fabricante y ver un par de vídeos de YouTube? Que las sillas que nosotros queríamos comprar, esas «tan complicadas» de montar, no requieren más que media docena de pasos de instalación que no se tarda más de cinco minutos seguir. Y que probablemente la vendedora que nos atendió no tenía ni puñetera idea de cómo se montaban esas sillas. Pero que, en vez de decirnos que esperásemos a su compañera, trató de vendernos las únicas que conocía sin tener en cuenta nuestras necesidades ni nuestras circunstancias.

No pienso volver jamás a Todonene’S. Y mi consejo es que lo evitéis vosotros también. Si no, corréis el riesgo de volver a casa con 600 euros menos en el bolsillo, mano sobre mano, y teniendo que esperar dos o tres meses por un producto que no será lo que mejor se adapta a vuestra necesidad, sino únicamente a los limitados conocimientos de la vendedora de turno.

* Hecha principalmente por mi mujer, al César lo que es del César.

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A contramarcha

Escoger una sillita para el coche no es sencillo. Hay docenas de modelos y múltiples modos de anclaje posiciones: A favor o en contra de la marcha, reversibles o no, sujetas con cinturones o con isofix, con escudo o sin él, de 0 a 18 kg, de 9 a 32 kg… Por eso, cuando consultas a un (supuesto) experto en la materia, lo que esperas es que te oriente teniendo en cuenta tus necesidades específicas. De ahí que nuestra experiencia tratando de comprar una nueva silla para la peque haya sido frustrante y esté un tanto cabreado. Sirva este post como advertencia para otros padres primerizos que anden en busca de una buena silla.

Nosotros tendremos que jubilar la sillita de grupo 0 en breve y pasar a una más grande. Después de una investigación exhaustiva* redujimos la lista de candidatas a tres: Britax MaxWay, Britax HiTech o Axkid Minikid. Todas son sillas a contramarcha, ya que varios estudios han demostrado que son las más seguras. Como en Inglaterra no tenemos coche propio y venimos a visitar a los abuelos regularmente, las tres se sujetan con los propios cinturones del coche. Y como nuestra peque está hecha una vikinga (con diez meses y medio ya ha llegado a los 10 kilos), el rango de pesos de las tres nos maximiza el tiempo de vida útil.

Aprovechando el viaje a Madrid por las fiestas de Navidad decidimos pasarnos por Todonene’S, en Villaviciosa de Odón, tienda pionera en Madrid en comercializar sillas a contramarcha. Habíamos estado hablando con ellos por Facebook y nos habían confirmado que tenían stock de nuestras tres candidatas. Queríamos ir, probar los tres modelos con la peque, que nos asesorasen y, con las mismas, llevarnos una de las tres ya puesta en el coche de mis padres.

Al llegar nos dijeron que la chica experta en sillas a contramarcha estaba ocupada y que esperásemos. A los cinco minutos apareció otra vendedora que nos dijo que podía ayudarnos, así que nos fuimos con ella y le empezamos a explicar lo que buscábamos. Sin dejarnos terminar, empezó a decirnos que las sillitas que le decíamos no eran una buena idea, que eran muy complicadas de instalar, que «los expertos» de la tienda que «hacían las demostraciones» tardaban entre 20 y 30 minutos en instalarlas, y que si eso era lo que tardaban los expertos, a nosotros nos iba a llevar casi una hora. Y que no, que mejor nos olvidásemos de esas sillas.

En vez de eso, se empeñó en que nos llevásemos una Klippan, ya fuese la Kiss2 o la TrioFix, sillitas entre 100 y 200 euros más caras que nuestras opciones. Son sillas de 0 a 18 kg que se colocan sujetando una base al asiento del coche y luego encajando la sillita ahí. Que esas eran fáciles de instalar y fabulosas, y que las que nosotros decíamos eran muy muy difíciles de instalar, y no compensaban. También quería, ya puestos, que comprásemos también un par de bases extra (a 120 euros cada una) para dejar en los coches de mis padres y mis suegros. Nuestras tres opciones no llegó ni a sacarlas de las estanterías donde las tenía.

Podéis imaginaros nuestra cara. Media hora pasó insistiendo en que nos gastásemos 400 euros más de lo que teníamos presupuestado en una silla para las que nuestra peque ya ha pasado de más de la mitad del rango de peso. Media hora que remató con un «Ah, bueno, eso sí… Ahora mismo no hay nada de stock de la Kiss2 o la TrioFix, y no lo va a haber hasta marzo. Pero podéis dejarla pagada ahora y ya os venís a recogerla cuando la traigamos». En ese momento le dimos las gracias, le dijimos que nos lo pensaríamos, y nos marchamos para no volver.

¿Qué hemos descubierto al leer las instrucciones del fabricante y ver un par de vídeos de YouTube? Que las sillas que nosotros queríamos comprar, esas «tan complicadas» de montar, no requieren más que media docena de pasos de instalación que no se tarda más de cinco minutos seguir. Y que probablemente la vendedora que nos atendió no tenía ni puñetera idea de cómo se montaban esas sillas. Pero que, en vez de decirnos que esperásemos a su compañera, trató de vendernos las únicas que conocía sin tener en cuenta nuestras necesidades ni nuestras circunstancias.

No pienso volver jamás a Todonene’S. Y mi consejo es que lo evitéis vosotros también. Si no, corréis el riesgo de volver a casa con 600 euros menos en el bolsillo, mano sobre mano, y teniendo que esperar dos o tres meses por un producto que no será lo que mejor se adapta a vuestra necesidad, sino únicamente a los limitados conocimientos de la vendedora de turno.

* Hecha principalmente por mi mujer, al César lo que es del César.

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10 meses

Acabas de quedarte dormida al lado de mamá, así que aprovecho el momento para escribirte esta pequeña carta, mi campeona.

Diez meses. Acabas de cumplir diez meses. ¿Cómo ha pasado tanto tiempo, tan rápido? ¿A dónde han ido los días? Ayer mismo estaba sujetándote en brazos en nuestra habitación en la planta de maternidad. Tú con menos de una hora de vida fuera de mamá, y yo con cerca de treinta horas sin pegar ojo. No tenías fuerzas ni para sujetar la cabeza erguida… y yo a esas alturas tampoco, la verdad. Esta mañana, sin embargo, te has despertado, me has visto, y has salido escopetada gateando hacia mí por la cama para incorporarte y abrazarte a mí. Y esta tarde has brincado de alegría al verme entrar por la puerta y has empezado a balbucear ese «pa-pa-pa-pa-pa….» que tan poquito tiempo llevas haciendo. A mí, claro, se me humedecen los ojos. Pero porque hace mucho calor y me sudan, ¿eh? No te vayas tú a creer…

Estos diez meses han dado para mucho. El otro día, viendo vídeos de marzo o abril, costaba pensar que eran del mismo bebé que tenía en esos momentos a mi lado intentando abalanzarse sobre el teclado de mi portátil. Has crecido muchísimo, tienes muchísimo más control de ti misma y has aprendido a hacer un montón de cosas. Da la impresión de que cada día tienes algo nuevo con lo que sorprendernos. Mamá y yo, por nuestra parte, también nos hemos visto frente a todo tipo de nuevas experiencias y nos hemos abierto a muchas ideas que, antes de que tú existieses, ni siquiera se nos habían pasado por la cabeza.

Pero ahora me tienes en una disyuntiva total.

Estoy deseando que sigas creciendo. Quiero verte andar, correr, hablar, cuestionarlo todo y descubrir el mundo de nuevo, esta vez a través de tus ojos. Quiero saber en qué tipo de persona te convertirás, y qué será de ti en el futuro. Quiero ver La Princesa Prometida, las de Indiana Jones y Star Wars contigo, quiero verte verlas por primera vez. Quiero salir de excursión al monte contigo, perdernos paseando por otras ciudades (¡y otros países!) y jugar contigo en el parque de al lado de casa. Aunque sea al fútbol, a pesar de que no me guste nada de nada. Quiero sentarme contigo en el sofá en las lluviosas tardes británicas y que leamos libros y cuentos de todo tipo acurrucados bajo una mantita y con un tazón de leche humeante con galletas. Quiero eso y mucho más.

Pero también quiero que el tiempo se detenga. Eres adorable, cariñosa, inocente, dulce, simpática, despreocupada y alegre. Eres un bebé de anuncio. Qué leches, eres infinitamente mejor que un bebé de anuncio. Y no quiero que cambies más, quiero que te quedes tal y como eres hoy, con esos ojos azules brillantes y limpios, con esa lenguecita de trapo que apenas es capaz de articular palabras. Con esas piernas rechonchas capaces ya de sujetarte en pie pero poco más. Con esa adoración por mamá, por mí y por Eme (ya sabes, nuestra perra, la que duerme cada noche a los pies de la cama). Quiero que sigas siendo la bebé perfecta que eres hoy en día. Y poder pasar todas las horas del día contigo. Jugando con las piezas a construir edificios de bloques de madera y a derrumbarlos después. Tocando ese piano de cuatro teclas que te regaló el tío Alfredo. O sintiendo cómo te duermes en mis brazos cuando tienes tanto sueño que te pones gruñona.

Y sí, sé que es una tontería querer que el tiempo se pare, porque es imposible. Por eso, en vez de ello, me dedico a aprovechar lo máximo posible el tiempo que paso a tu lado. Y disfruto de la suerte que he tenido de tener una hija tan maravillosa como tú. No me queda más remedio que seguir viendo las hojas del calendario pasar a ritmo vertiginoso, pero eso no me impide atesorar todos esos momentos contigo y recordarlos como los regalos de incalculable valor que son.

Campeona mía, muchísimas gracias por estos diez primeros meses de tu vida. No puedo esperar a descubrir qué nos deparan los diez siguientes.

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10 meses

Acabas de quedarte dormida al lado de mamá, así que aprovecho el momento para escribirte esta pequeña carta, mi campeona.

Diez meses. Acabas de cumplir diez meses. ¿Cómo ha pasado tanto tiempo, tan rápido? ¿A dónde han ido los días? Ayer mismo estaba sujetándote en brazos en nuestra habitación en la planta de maternidad. Tú con menos de una hora de vida fuera de mamá, y yo con cerca de treinta horas sin pegar ojo. No tenías fuerzas ni para sujetar la cabeza erguida… y yo a esas alturas tampoco, la verdad. Esta mañana, sin embargo, te has despertado, me has visto, y has salido escopetada gateando hacia mí por la cama para incorporarte y abrazarte a mí. Y esta tarde has brincado de alegría al verme entrar por la puerta y has empezado a balbucear ese «pa-pa-pa-pa-pa….» que tan poquito tiempo llevas haciendo. A mí, claro, se me humedecen los ojos. Pero porque hace mucho calor y me sudan, ¿eh? No te vayas tú a creer…

Estos diez meses han dado para mucho. El otro día, viendo vídeos de marzo o abril, costaba pensar que eran del mismo bebé que tenía en esos momentos a mi lado intentando abalanzarse sobre el teclado de mi portátil. Has crecido muchísimo, tienes muchísimo más control de ti misma y has aprendido a hacer un montón de cosas. Da la impresión de que cada día tienes algo nuevo con lo que sorprendernos. Mamá y yo, por nuestra parte, también nos hemos visto frente a todo tipo de nuevas experiencias y nos hemos abierto a muchas ideas que, antes de que tú existieses, ni siquiera se nos habían pasado por la cabeza.

Pero ahora me tienes en una disyuntiva total.

Estoy deseando que sigas creciendo. Quiero verte andar, correr, hablar, cuestionarlo todo y descubrir el mundo de nuevo, esta vez a través de tus ojos. Quiero saber en qué tipo de persona te convertirás, y qué será de ti en el futuro. Quiero ver La Princesa Prometida, las de Indiana Jones y Star Wars contigo, quiero verte verlas por primera vez. Quiero salir de excursión al monte contigo, perdernos paseando por otras ciudades (¡y otros países!) y jugar contigo en el parque de al lado de casa. Aunque sea al fútbol, a pesar de que no me guste nada de nada. Quiero sentarme contigo en el sofá en las lluviosas tardes británicas y que leamos libros y cuentos de todo tipo acurrucados bajo una mantita y con un tazón de leche humeante con galletas. Quiero eso y mucho más.

Pero también quiero que el tiempo se detenga. Eres adorable, cariñosa, inocente, dulce, simpática, despreocupada y alegre. Eres un bebé de anuncio. Qué leches, eres infinitamente mejor que un bebé de anuncio. Y no quiero que cambies más, quiero que te quedes tal y como eres hoy, con esos ojos azules brillantes y limpios, con esa lenguecita de trapo que apenas es capaz de articular palabras. Con esas piernas rechonchas capaces ya de sujetarte en pie pero poco más. Con esa adoración por mamá, por mí y por Eme (ya sabes, nuestra perra, la que duerme cada noche a los pies de la cama). Quiero que sigas siendo la bebé perfecta que eres hoy en día. Y poder pasar todas las horas del día contigo. Jugando con las piezas a construir edificios de bloques de madera y a derrumbarlos después. Tocando ese piano de cuatro teclas que te regaló el tío Alfredo. O sintiendo cómo te duermes en mis brazos cuando tienes tanto sueño que te pones gruñona.

Y sí, sé que es una tontería querer que el tiempo se pare, porque es imposible. Por eso, en vez de ello, me dedico a aprovechar lo máximo posible el tiempo que paso a tu lado. Y disfruto de la suerte que he tenido de tener una hija tan maravillosa como tú. No me queda más remedio que seguir viendo las hojas del calendario pasar a ritmo vertiginoso, pero eso no me impide atesorar todos esos momentos contigo y recordarlos como los regalos de incalculable valor que son.

Campeona mía, muchísimas gracias por estos diez primeros meses de tu vida. No puedo esperar a descubrir qué nos deparan los diez siguientes.

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Humo

Volvimos ayer de una semanita por España visitando a familia y amigos. Por supuesto, llevamos a la peque para que sus tíos y los bisabuelos pudiesen disfrutar un poco con ella. Y por supuesto, como todas las otras veces que hemos ido, ha habido bronca por el humo.
A la hora de ver a la peque solo tenemos dos normas que pedimos cumplir a rajatabla:
  1. Si hay demasiada gente montando bulla y la peque se pone nerviosa, nos la llevamos a otro sitio hasta que se calme.
  2. Si alguien ha fumado recientemente y huele a tabaco, no puede coger al bebé.

Creo que son dos reglas muy sencillas y bastante de sentido común. La primera estaba pensada, sobre todo, para cuando era especialmente pequeña. Ahora ya con ocho meses disfruta mucho de que la gente le diga monerías. Pero la segunda… La segunda siempre nos provoca peleas. Cada vez que hemos ido a España hemos tenido por lo menos a dos familiares apestando a humazo de tabaco e insistiendo en querer coger en brazos al bebé. A lo cual nos hemos opuesto diametralmente.

«Hay que ver cómo sois, si no es para tanto.»

Esa es la frase que me he hinchado a escuchar una y otra vez. Resulta que el malo de la película soy yo por no dejarles coger a la niña. No ellos, por venir apestando a tabaco (probablemente se habrán fumado el último en el portal de casa antes de subir) e insistir. No ellos por darle más importancia a su cigarro que a mi hija. No ellos por no pensar en la salud de la peque antes que en su vicio. No, el malo soy yo por no querer que mi hija acabe con el olor del tabaco impregnado por todo el cuerpo, o por querer protegerla de un elemento cancerígeno tanto como esté en mi mano.

Pues lo siento mucho, pero en ese campo me niego a ceder. Así que sí, hay que ver cómo soy. Soy un padre preocupado por la salud de su hija, y con tolerancia cero al tabaco cuando ella está por medio. Y si a alguien eso le parece mal, la solución es fácil. Que no vengan a verla y se queden en su casa, fumándose sus queridos cigarros.

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Humo

Volvimos ayer de una semanita por España visitando a familia y amigos. Por supuesto, llevamos a la peque para que sus tíos y los bisabuelos pudiesen disfrutar un poco con ella. Y por supuesto, como todas las otras veces que hemos ido, ha habido bronca por el humo.
A la hora de ver a la peque solo tenemos dos normas que pedimos cumplir a rajatabla:
  1. Si hay demasiada gente montando bulla y la peque se pone nerviosa, nos la llevamos a otro sitio hasta que se calme.
  2. Si alguien ha fumado recientemente y huele a tabaco, no puede coger al bebé.

Creo que son dos reglas muy sencillas y bastante de sentido común. La primera estaba pensada, sobre todo, para cuando era especialmente pequeña. Ahora ya con ocho meses disfruta mucho de que la gente le diga monerías. Pero la segunda… La segunda siempre nos provoca peleas. Cada vez que hemos ido a España hemos tenido por lo menos a dos familiares apestando a humazo de tabaco e insistiendo en querer coger en brazos al bebé. A lo cual nos hemos opuesto diametralmente.

«Hay que ver cómo sois, si no es para tanto.»

Esa es la frase que me he hinchado a escuchar una y otra vez. Resulta que el malo de la película soy yo por no dejarles coger a la niña. No ellos, por venir apestando a tabaco (probablemente se habrán fumado el último en el portal de casa antes de subir) e insistir. No ellos por darle más importancia a su cigarro que a mi hija. No ellos por no pensar en la salud de la peque antes que en su vicio. No, el malo soy yo por no querer que mi hija acabe con el olor del tabaco impregnado por todo el cuerpo, o por querer protegerla de un elemento cancerígeno tanto como esté en mi mano.

Pues lo siento mucho, pero en ese campo me niego a ceder. Así que sí, hay que ver cómo soy. Soy un padre preocupado por la salud de su hija, y con tolerancia cero al tabaco cuando ella está por medio. Y si a alguien eso le parece mal, la solución es fácil. Que no vengan a verla y se queden en su casa, fumándose sus queridos cigarros.

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Las presentaciones pertinentes

¡Buenas! Al final me he animado y he terminado abriendo un blog.

¿Pero quién soy? Pues soy el papá de una maravillosa niña de siete meses llamada Abril. Mi misión, por supuesto, es criarla y educarla para que crezca feliz y sea una adulta madura y responsable. Y ya que estamos, disfrutar y divertirme en el proceso. Reconozco que nunca he sido muy activo o constante en la blogosfera pero, para ser sinceros, nunca había tenido entre manos un proyecto tan importante, tan grande y del que sentirme tan orgulloso como es el criar a mi hija (añado: y tan aterrador). Así que creo que este se me dará un poquito mejor.

¿Y por qué escribir este blog? Hace no mucho me crucé con un artículo donde se hablaba de que son muchos los casos en los que las madres son las que cargan con todo el peso de la crianza y con la responsabilidad de que el niño esté bien atendido. Que se encargan de tomar todas las decisiones, y los padres, de forma consciente o inconsciente, simplemente van a la zaga, «ayudando», hasta el punto en que su papel lo podría desempeñar cualquier otra persona (un abuelo, un primo, o un amigo). Ante algo así ya no podemos hablar de criar al niño entre dos, sino que lo hace uno solo.
Leyendo ese artículo me di cuenta de que yo me encontraba en una situación similar, y era algo que quería cambiar. Porque quiero criar a mi hija y porque la situación es totalmente injusta para mi mujer. Pero reconozco que no tenía ni idea de por dónde empezar. Así que abrí un navegador y empecé a buscar información. Entonces constaté dos cosas:
1) El 99.9% de los blogs, revistas y artículos sobre crianza están orientados hacia la mujer. Como si ella fuese la única que tuviese que hacerse cargo de ello.
2) Son ellas las que, de forma mayoritaria, hablan, debaten, participan y comparten experiencias sobre la maternidad. El número de padres que hacen lo mismo es infinitamente menor.
Por suerte, me encontré con un par de blogs de paternidad y a través de ellos he dado con un pequeño grupo de papás que participan activamente en la crianza de sus hijos y que quieren hablar y compartir sus experiencias. Y de ahí que yo haya empezado esto. Quiero, escribiendo en este blog, poner a disposición de otros padres mi experiencia personal a la hora de criar a mi hija y, sobre todo, quiero aprender de las experiencias de otros para poder ser un padre mejor.

¿Qué formato de posts y periodicidad esperar? La periodicidad es una cuestión delicada. Ahora mismo estoy pasando por una temporada… interesante, y de aquí a finales de año no será mucho el tiempo del que disponga para dedicarle a esto de escribir. Pero me gustaría sacar tiempo para actualizar, por lo menos, una vez por semana. No tengo claro qué publicaré, o cómo lo haré, pero sí que me gustaría ser capaz de tener posts nuevos de forma regular. Por suerte, estoy convencido de que de la interacción con otros padres saldrán uno y mil temas apasionantes de los que hablar.

Dicho lo cual… ¿empezamos?

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¡Buenas! Al final me he animado y he terminado abriendo un blog.

¿Pero quién soy? Pues soy el papá de una maravillosa niña de siete meses llamada Abril. Mi misión, por supuesto, es criarla y educarla para que crezca feliz y sea una adulta madura y responsable. Y ya que estamos, disfrutar y divertirme en el proceso. Reconozco que nunca he sido muy activo o constante en la blogosfera pero, para ser sinceros, nunca había tenido entre manos un proyecto tan importante, tan grande y del que sentirme tan orgulloso como es el criar a mi hija (añado: y tan aterrador). Así que creo que este se me dará un poquito mejor.

¿Y por qué escribir este blog? Hace no mucho me crucé con un artículo donde se hablaba de que son muchos los casos en los que las madres son las que cargan con todo el peso de la crianza y con la responsabilidad de que el niño esté bien atendido. Que se encargan de tomar todas las decisiones, y los padres, de forma consciente o inconsciente, simplemente van a la zaga, «ayudando», hasta el punto en que su papel lo podría desempeñar cualquier otra persona (un abuelo, un primo, o un amigo). Ante algo así ya no podemos hablar de criar al niño entre dos, sino que lo hace uno solo.
Leyendo ese artículo me di cuenta de que yo me encontraba en una situación similar, y era algo que quería cambiar. Porque quiero criar a mi hija y porque la situación es totalmente injusta para mi mujer. Pero reconozco que no tenía ni idea de por dónde empezar. Así que abrí un navegador y empecé a buscar información. Entonces constaté dos cosas:
1) El 99.9% de los blogs, revistas y artículos sobre crianza están orientados hacia la mujer. Como si ella fuese la única que tuviese que hacerse cargo de ello.
2) Son ellas las que, de forma mayoritaria, hablan, debaten, participan y comparten experiencias sobre la maternidad. El número de padres que hacen lo mismo es infinitamente menor.
Por suerte, me encontré con un par de blogs de paternidad y a través de ellos he dado con un pequeño grupo de papás que participan activamente en la crianza de sus hijos y que quieren hablar y compartir sus experiencias. Y de ahí que yo haya empezado esto. Quiero, escribiendo en este blog, poner a disposición de otros padres mi experiencia personal a la hora de criar a mi hija y, sobre todo, quiero aprender de las experiencias de otros para poder ser un padre mejor.

¿Qué formato de posts y periodicidad esperar? La periodicidad es una cuestión delicada. Ahora mismo estoy pasando por una temporada… interesante, y de aquí a finales de año no será mucho el tiempo del que disponga para dedicarle a esto de escribir. Pero me gustaría sacar tiempo para actualizar, por lo menos, una vez por semana. No tengo claro qué publicaré, o cómo lo haré, pero sí que me gustaría ser capaz de tener posts nuevos de forma regular. Por suerte, estoy convencido de que de la interacción con otros padres saldrán uno y mil temas apasionantes de los que hablar.

Dicho lo cual… ¿empezamos?

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