PUTEROS: LOS NUEVOS BÁRBAROS DEL PATRIARCADO


 Los puteros encuentran en el acto prostitucional la posibilidad de desarrollar una masculinidad salvaje hasta borrar de su subjetividad los límites entre violencia, coacción y consentimiento. Sus prácticas agresivas y violentas son llevadas a su conciencia como actos voluntarios de las mujeres prostituidas. En el prostíbulo refuerzan la fantasía de su hipermasculinidad, permanentemente en sospecha”.  

Así termina el último e imprescindible libro de Rosa Cobo, desvelando en el rostro de quienes habitualmente son invisibles en los relatos sobre la prostitución cuando son ellos los que permiten la prórroga de una institución en la que el patriarcado se expresa con toda su crudeza.  Aunque se calcula que aproximadamente el 40% de la población masculina española es o ha sido demandante de prostitución, los sujetos prostituidores apenas aparecen en unas narrativas que dan por prácticamente natural, y por tanto legitiman, que los hombres tengamos una irrefrenable sexualidad que exige que tengamos a nuestra disposición el cuerpo de cualquier mujer. Una manera más de evidenciar a quien corresponde el poder en nuestras sociedades, un poder que en plena apoteosis neoliberal se traduce en la posibilidad de convertir los deseos en derechos.


En unos momentos de revancha patriarcal, y en los que la cultura consumista y del ocio propia del capitalismo más salvaje ha convertido el sexo en una industria global, la prostitución representa uno de esas últimos espacios en los que los varones, muchos varones lamentablemente, refuerzan  y normalizan la masculinidad hegemónica. Una masculinidad construida por los siglos de los siglos sobre la idea del control y el dominio, y que requiere constantemente de la confirmación entre los pares. Solo así sobrevive a su innata precariedad. De ahí que ser un hombre de verdad implique, ante todo, poder demostrarlo ante los iguales, para lo que, con frecuencia, se participa en ceremonias tribales, como es el acceso en grupo a mujeres prostituidas o las violaciones en la que los pares hacen viral su virilidad.  En esta celebración colectiva, que no es solo la manifestación más extrema de como hemos legitimado mediante el ocio el puro y duro comercio sexual, los sujetos masculinos sellan y confirman uno de esos  “pactos juramentados” que, como bien ha explicado Celia Amorós, sostienen el orden patriarcal.

El gran acierto del libro La prostitución en el corazón del capitalismo no es solo evidenciar el significado político de los demandantes de prostitución, y en consecuencia la necesidad de incidir de manera urgente sobre la desactivación y deslegitimación  de su demanda, sino insertar la institución en la intersección entre capitalismo y patriarcado.  Una intersección que ha cobrado especial vigor a partir de los años 80 del pasado siglo y que se está traduciendo de hecho en un mayor poder de muchos varones frente a la creciente vulnerabilidad de las mujeres. En ese contexto, en el que además estamos asistiendo a una reacción patriarcal frente a lo que en las últimas décadas del siglo XX fueron conquistas del feminismo, es donde hemos de situar la cada día más pujante industria del sexo, la casi naturalizada hipersexualización de las mujeres y, por supuesto, el discurso que ha convertido la autonomía femenina en el argumento clave para justificar prácticas que, sin embargo, solo pueden ser analizadas éticamente desde el contexto relacional de género que las sitúa a ellas  como subordinadas.

En consecuencia, como bien explica Rosa Cobo, la prostitución no puede ser estudiada desde las experiencias individuales sino que necesariamente ha de situarse en el marco de los sistemas de dominio sobre los que se edifican las sociedades.  Eso pasa por realizar un análisis de género en el que tengamos en cuenta no solo como se construyen jerarquías a partir del control masculino sobre el cuerpo femenino, sino también como desde esa construcción jerárquica estamos dando un determinado sentido de poder a una subjetividad y otra. Además, ese análisis resultaría incompleto si no abordamos como la prostitución se ha convertido en un poderosísimo sector económico a nivel global, que expresa dramáticamente la brecha entre los pudientes y las excluidas y en el que además interseccionan los factores étnicos, de raza o de procedencia nacional que alimentan lo que Saskia Sassen denomina “nuevas lógicas de expulsión”.  Todo ello en un contexto cultural en el que la pornografía se ha convertido en un fenómeno social global, naturalizado y legitimado, apenas censurado, y que constituye la “metáfora perfecta del significado simbólico y material del patriarcado”.  Es decir, “la pornografía representa a las mujeres como seres radicalmente sexualizados y pasivos que cumplen la función de disponibilidad sexual para los varones; (…) los varones son representados como seres activos que necesitan acceder sexualmente al cuerpo de las mujeres como condición de posibilidad de su masculinidad;  y el parámetro de la sexualidad masculina opera casi siempre con dosis mayores  o menores de violencia y agresividad”. Una representación que se está convirtiendo en los últimos años en un factor esencial en una “socialización de género” que reafirma y subraya el derecho de los varones a disponer del cuerpo y de la sexualidad de las mujeres, las cuales, a su vez, han de convertir en eje de su construcción como sujetos las armas de seducción mediante las que captar la atención en el mercado de machos feroces.

Por lo tanto, es imposible separar el análisis de la prostitución de la trata y las nuevas formas de esclavitud que se generan en el mercado transnacional. Como tampoco es posible argumentar sin más la autonomía de las mujeres para que opten por la prestación de servicios sexuales como si se tratara de un trabajo más sin tener en cuenta las relaciones de poder en el que se enmarca esa pretendida libertad de elección.  Situarse en esa posición implica dar por bueno el paradigma del individuo propietario y la lógica contractual en que se apoya el liberalismo para sostener su visión de los derechos humanos.  De ahí a legitimar la esclavitud, cualquier forma de esclavitud, hay solo un paso. Por lo tanto, y estoy totalmente de acuerdo con la autora, no creo que el “trabajo sexual” emancipe a las mujeres, sino que más bien es la lucha contra cualquier explotación, incluida la sexual, la que puede finalmente hacerlas libres.  Una lucha en la que los varones, como he sostenido en el recientemente publicado Elementos para una teoría crítica del sistema prostitucional (http://www.editorialcomares.com/TV/articulo/3166-Elementos_para_una_teoria_critica_del_sistema_prostitucional.html ), hemos de jugar un papel esencial porque hemos de dejar de ser cómplices legitimadores de todas esas formas de esclavitud y convertirnos en agentes militantes contra un orden económico, político y cultural que nos sitúa en el lado privilegiado y a nuestras compañeras en el de la sumisión. Es decir, solo atreviéndonos a romper los pactos juramentados que desde hace siglos nos revisten de autoridad podremos poner las bases para un mundo más justo en el que mujeres y hombres seamos al fin seres equivalentes. Lo cual pasa, entre otras urgentes cuestiones, por deconstruir una virilidad dominante y depredadora así como por socializarnos en un entendimiento de la sexualidad como espacio de comunicación entre iguales.

PUBLICADO EN THE HUFFINGTON POST, 7 DE JUNIO DE 2017: 
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/puteros-los-nuevo-barbaros-del-patriarcado_a_22124951/
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PUTEROS: LOS NUEVOS BÁRBAROS DEL PATRIARCADO


 Los puteros encuentran en el acto prostitucional la posibilidad de desarrollar una masculinidad salvaje hasta borrar de su subjetividad los límites entre violencia, coacción y consentimiento. Sus prácticas agresivas y violentas son llevadas a su conciencia como actos voluntarios de las mujeres prostituidas. En el prostíbulo refuerzan la fantasía de su hipermasculinidad, permanentemente en sospecha”.  

Así termina el último e imprescindible libro de Rosa Cobo, desvelando en el rostro de quienes habitualmente son invisibles en los relatos sobre la prostitución cuando son ellos los que permiten la prórroga de una institución en la que el patriarcado se expresa con toda su crudeza.  Aunque se calcula que aproximadamente el 40% de la población masculina española es o ha sido demandante de prostitución, los sujetos prostituidores apenas aparecen en unas narrativas que dan por prácticamente natural, y por tanto legitiman, que los hombres tengamos una irrefrenable sexualidad que exige que tengamos a nuestra disposición el cuerpo de cualquier mujer. Una manera más de evidenciar a quien corresponde el poder en nuestras sociedades, un poder que en plena apoteosis neoliberal se traduce en la posibilidad de convertir los deseos en derechos.


En unos momentos de revancha patriarcal, y en los que la cultura consumista y del ocio propia del capitalismo más salvaje ha convertido el sexo en una industria global, la prostitución representa uno de esas últimos espacios en los que los varones, muchos varones lamentablemente, refuerzan  y normalizan la masculinidad hegemónica. Una masculinidad construida por los siglos de los siglos sobre la idea del control y el dominio, y que requiere constantemente de la confirmación entre los pares. Solo así sobrevive a su innata precariedad. De ahí que ser un hombre de verdad implique, ante todo, poder demostrarlo ante los iguales, para lo que, con frecuencia, se participa en ceremonias tribales, como es el acceso en grupo a mujeres prostituidas o las violaciones en la que los pares hacen viral su virilidad.  En esta celebración colectiva, que no es solo la manifestación más extrema de como hemos legitimado mediante el ocio el puro y duro comercio sexual, los sujetos masculinos sellan y confirman uno de esos  “pactos juramentados” que, como bien ha explicado Celia Amorós, sostienen el orden patriarcal.

El gran acierto del libro La prostitución en el corazón del capitalismo no es solo evidenciar el significado político de los demandantes de prostitución, y en consecuencia la necesidad de incidir de manera urgente sobre la desactivación y deslegitimación  de su demanda, sino insertar la institución en la intersección entre capitalismo y patriarcado.  Una intersección que ha cobrado especial vigor a partir de los años 80 del pasado siglo y que se está traduciendo de hecho en un mayor poder de muchos varones frente a la creciente vulnerabilidad de las mujeres. En ese contexto, en el que además estamos asistiendo a una reacción patriarcal frente a lo que en las últimas décadas del siglo XX fueron conquistas del feminismo, es donde hemos de situar la cada día más pujante industria del sexo, la casi naturalizada hipersexualización de las mujeres y, por supuesto, el discurso que ha convertido la autonomía femenina en el argumento clave para justificar prácticas que, sin embargo, solo pueden ser analizadas éticamente desde el contexto relacional de género que las sitúa a ellas  como subordinadas.

En consecuencia, como bien explica Rosa Cobo, la prostitución no puede ser estudiada desde las experiencias individuales sino que necesariamente ha de situarse en el marco de los sistemas de dominio sobre los que se edifican las sociedades.  Eso pasa por realizar un análisis de género en el que tengamos en cuenta no solo como se construyen jerarquías a partir del control masculino sobre el cuerpo femenino, sino también como desde esa construcción jerárquica estamos dando un determinado sentido de poder a una subjetividad y otra. Además, ese análisis resultaría incompleto si no abordamos como la prostitución se ha convertido en un poderosísimo sector económico a nivel global, que expresa dramáticamente la brecha entre los pudientes y las excluidas y en el que además interseccionan los factores étnicos, de raza o de procedencia nacional que alimentan lo que Saskia Sassen denomina “nuevas lógicas de expulsión”.  Todo ello en un contexto cultural en el que la pornografía se ha convertido en un fenómeno social global, naturalizado y legitimado, apenas censurado, y que constituye la “metáfora perfecta del significado simbólico y material del patriarcado”.  Es decir, “la pornografía representa a las mujeres como seres radicalmente sexualizados y pasivos que cumplen la función de disponibilidad sexual para los varones; (…) los varones son representados como seres activos que necesitan acceder sexualmente al cuerpo de las mujeres como condición de posibilidad de su masculinidad;  y el parámetro de la sexualidad masculina opera casi siempre con dosis mayores  o menores de violencia y agresividad”. Una representación que se está convirtiendo en los últimos años en un factor esencial en una “socialización de género” que reafirma y subraya el derecho de los varones a disponer del cuerpo y de la sexualidad de las mujeres, las cuales, a su vez, han de convertir en eje de su construcción como sujetos las armas de seducción mediante las que captar la atención en el mercado de machos feroces.

Por lo tanto, es imposible separar el análisis de la prostitución de la trata y las nuevas formas de esclavitud que se generan en el mercado transnacional. Como tampoco es posible argumentar sin más la autonomía de las mujeres para que opten por la prestación de servicios sexuales como si se tratara de un trabajo más sin tener en cuenta las relaciones de poder en el que se enmarca esa pretendida libertad de elección.  Situarse en esa posición implica dar por bueno el paradigma del individuo propietario y la lógica contractual en que se apoya el liberalismo para sostener su visión de los derechos humanos.  De ahí a legitimar la esclavitud, cualquier forma de esclavitud, hay solo un paso. Por lo tanto, y estoy totalmente de acuerdo con la autora, no creo que el “trabajo sexual” emancipe a las mujeres, sino que más bien es la lucha contra cualquier explotación, incluida la sexual, la que puede finalmente hacerlas libres.  Una lucha en la que los varones, como he sostenido en el recientemente publicado Elementos para una teoría crítica del sistema prostitucional (http://www.editorialcomares.com/TV/articulo/3166-Elementos_para_una_teoria_critica_del_sistema_prostitucional.html ), hemos de jugar un papel esencial porque hemos de dejar de ser cómplices legitimadores de todas esas formas de esclavitud y convertirnos en agentes militantes contra un orden económico, político y cultural que nos sitúa en el lado privilegiado y a nuestras compañeras en el de la sumisión. Es decir, solo atreviéndonos a romper los pactos juramentados que desde hace siglos nos revisten de autoridad podremos poner las bases para un mundo más justo en el que mujeres y hombres seamos al fin seres equivalentes. Lo cual pasa, entre otras urgentes cuestiones, por deconstruir una virilidad dominante y depredadora así como por socializarnos en un entendimiento de la sexualidad como espacio de comunicación entre iguales.

PUBLICADO EN THE HUFFINGTON POST, 7 DE JUNIO DE 2017: 
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/puteros-los-nuevo-barbaros-del-patriarcado_a_22124951/
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Habemus colegio. Valdespartera IV

Por fin, casi después de 1 mes y pico, Leo ya tienes colegio de mayores. No era nuestra primera opción pero al final no estamos muy descontentos. El colegio que nos ha tocado (porque realmente nos ha tocado aunque lo habíamos elegido como tercer opción) es Valdespartera IV Pero vamos a contar toda la historia… […]

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Amosdecasa programa completo 3 Horas 4-6-17

Amosdecasaradio con Pedro Caballero, un programa fabuloso en el que comenzamos desayunando con un libro «El cerebro afectivo», continuamos con una comedia Matrioskas, la música vendrá de la mano del grupo Gotelé. Viajaremos con Joaquín, coseremos con Luz, el encanto picantón de Misstuppersex.. Nuestros trucos, consejos, recetas y mucho más.

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Lo que hay que aguantar

Como decíamos ayer …

Pues eso, precisamente ayer, comía con mi amigo N. y le comenté que me estoy volviendo más insoportable … que cada vez soporto menos situaciones. Y le ponía algún ejemplo: A mediodía, después de una provechosa mañana de trabajo en el despacho, me fui a Barcelona con los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya (FGC). Saqué mi billete con descuento por Familia Numerosa de categoría especial y subí al primer tren que vino. Me bajé en la estación de Sarrià y al llegar al torno de salida, ya noté algo raro. Estaba lleno de interventores (lo que toda la vida hemos llamado revisores y que ahora -imagino que por el aumento de incivismo en los convoyes- brillan por su ausencia), cosa que no es normal y que a uno (que es más sabio por viejo que por otra cosa) le hizo sospechar. Introduje el billete y -como me temía- no se abrió, sonó una alarma y aparecía un mensaje que decía algo así como «Diríjase a un punto-no-sé-qué de la estación«. Me acerqué a uno de esos interventores señalándole el billete y me dijo «¿Me enseña su carnet de pensionista?» Reconozco que se me pasó por la cabeza darle un guantazo a la vez que le decía «Tú sí que vas a tener carnet de pensionista, pero por incapacidad laboral«, pero eso, solo se me pasó por la cabeza. Le dije que no, que yo lo que tenía era el carnet de Familia Numerosa … y me pidió que se lo exhibiera. Después de mirarlo, me abrió el torno y me permitió salir de la estación. Cualquiera podría pensar que no hay nada malo en esto … y seguramente tendrá razón, pero lo que me molesta es que por el mero hecho de ser familia numerosa, sacar un billete con descuento (que nos corresponde) y, sobre todo, por el hecho de que quizá haya gente que haga eso sin tener ese derecho, haga que pasemos a ser sospechosos y tengamos que destruir la presunción de culpabilidad.

Pues bien, si eso es poco, por la tarde-noche, para volver a casa, usé el servicio que nos proporciona el servicio de Cercanías (Rodalies en Cataluña, que hasta para eso somos diferentes) de Renfe. A la hora de sacar el billete con el descuento de familia numerosa, no se contempla la posibilidad de hacerlo a través de las máquinas expendedoras, sino que hay que pasar por taquilla. Me puse en la cola (pocas veces he visto mayor descoordinación en las colas) dispuesto a sacar mi billete. Tras 15′ de cola (y dos trenes perdidos), me tocó mi turno. Saqué el billete y aproveché para preguntarle al empleado si tenían previsto algún día dar la opción de sacar el billete a través de la máquina. Me dijo que no, que no pueden controlar si quien lo saca tiene o no derecho a esa reducción en la tarifa. ¿Resultado? Otra vez lo mismo, los miembros de las familias numerosas discriminados porque otros pueden aprovecharse de una bonificación a la que no tienen derecho.

Y volviendo en el tren, se me ocurrió mirar Twitter y vi como una seguidora-a la que sigo (@MaruViguera) se quejaba de que había visto una casa de alquiler para pasar las vacaciones y, tras llamar para interesarse y decir que eran familia numerosa, sospechosamente dejó de estar en alquiler.

Alguno podría pensar que me quejo por tonterías, que hay cosas más importantes en la vida como para molestarse por esto y, claro, tiene razón. Pero eso no quita que, aunque sea de vez en cuando, nos quejemos un poco por el (mal)trato que en España recibimos las Familias Numerosas. Y no entro en esas lindezas que más de una vez te sueltan por ese mismo motivo. Solo citaré uno:

Estaba yo en el Ayuntamiento de mi ciudad solicitando información por el repentino (sin aviso previo) de la subida del recibo del IBI en un 65%. Me atendió una joven muy amable que empezó a buscar la causa de ese aumento. Cuando lo localizó, me dijo que era porque el Ayuntamiento había decidido eliminar una bonificación del 70% (en nuestro caso llegaba hasta ese porcentaje por el número de miembros que convivíamos en casa) para las familias numerosas, pasando a ser del 5% (que se iría incrementando si demostrabas unos ingresos tan bajos que -de verdad, no exagero- te hacían traspasar el llamado «umbral de la pobreza»). En definitiva -y me da igual que me llaméis xenófobo-, esas ayudas se las llevarían los inmigrantes magrebíes (en mi ciudad, son los acaparadores de la mayoría de las ayudas que existen). Cuando le dije a la chica que me atendía que no me parecía justo, me soltó un «no haber tenido tantos hijos» (no daba crédito, la verdad). Me controlé y solo le contesté algo como «Bueno, me parece que Vd. no es nadie para decirme qué debo hacer y que, el día de mañana, seguramente mis hijos pagarán su pensión«. Evidentemente, hice una queja a un superior y me pidieron disculpas. Eso sí, la bonificación de la que gozábamos no ha vuelto, a pesar de las reuniones que a través de una Asociación de Familias Numerosas a la que pertenecemos, tuvimos con el Ayuntamiento.
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Lo que hay que aguantar

Como decíamos ayer …

Pues eso, precisamente ayer, comía con mi amigo N. y le comenté que me estoy volviendo más insoportable … que cada vez soporto menos situaciones. Y le ponía algún ejemplo: A mediodía, después de una provechosa mañana de trabajo en el despacho, me fui a Barcelona con los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya (FGC). Saqué mi billete con descuento por Familia Numerosa de categoría especial y subí al primer tren que vino. Me bajé en la estación de Sarrià y al llegar al torno de salida, ya noté algo raro. Estaba lleno de interventores (lo que toda la vida hemos llamado revisores y que ahora -imagino que por el aumento de incivismo en los convoyes- brillan por su ausencia), cosa que no es normal y que a uno (que es más sabio por viejo que por otra cosa) le hizo sospechar. Introduje el billete y -como me temía- no se abrió, sonó una alarma y aparecía un mensaje que decía algo así como «Diríjase a un punto-no-sé-qué de la estación«. Me acerqué a uno de esos interventores señalándole el billete y me dijo «¿Me enseña su carnet de pensionista?» Reconozco que se me pasó por la cabeza darle un guantazo a la vez que le decía «Tú sí que vas a tener carnet de pensionista, pero por incapacidad laboral«, pero eso, solo se me pasó por la cabeza. Le dije que no, que yo lo que tenía era el carnet de Familia Numerosa … y me pidió que se lo exhibiera. Después de mirarlo, me abrió el torno y me permitió salir de la estación. Cualquiera podría pensar que no hay nada malo en esto … y seguramente tendrá razón, pero lo que me molesta es que por el mero hecho de ser familia numerosa, sacar un billete con descuento (que nos corresponde) y, sobre todo, por el hecho de que quizá haya gente que haga eso sin tener ese derecho, haga que pasemos a ser sospechosos y tengamos que destruir la presunción de culpabilidad.

Pues bien, si eso es poco, por la tarde-noche, para volver a casa, usé el servicio que nos proporciona el servicio de Cercanías (Rodalies en Cataluña, que hasta para eso somos diferentes) de Renfe. A la hora de sacar el billete con el descuento de familia numerosa, no se contempla la posibilidad de hacerlo a través de las máquinas expendedoras, sino que hay que pasar por taquilla. Me puse en la cola (pocas veces he visto mayor descoordinación en las colas) dispuesto a sacar mi billete. Tras 15′ de cola (y dos trenes perdidos), me tocó mi turno. Saqué el billete y aproveché para preguntarle al empleado si tenían previsto algún día dar la opción de sacar el billete a través de la máquina. Me dijo que no, que no pueden controlar si quien lo saca tiene o no derecho a esa reducción en la tarifa. ¿Resultado? Otra vez lo mismo, los miembros de las familias numerosas discriminados porque otros pueden aprovecharse de una bonificación a la que no tienen derecho.

Y volviendo en el tren, se me ocurrió mirar Twitter y vi como una seguidora-a la que sigo (@MaruViguera) se quejaba de que había visto una casa de alquiler para pasar las vacaciones y, tras llamar para interesarse y decir que eran familia numerosa, sospechosamente dejó de estar en alquiler.

Alguno podría pensar que me quejo por tonterías, que hay cosas más importantes en la vida como para molestarse por esto y, claro, tiene razón. Pero eso no quita que, aunque sea de vez en cuando, nos quejemos un poco por el (mal)trato que en España recibimos las Familias Numerosas. Y no entro en esas lindezas que más de una vez te sueltan por ese mismo motivo. Solo citaré uno:

Estaba yo en el Ayuntamiento de mi ciudad solicitando información por el repentino (sin aviso previo) de la subida del recibo del IBI en un 65%. Me atendió una joven muy amable que empezó a buscar la causa de ese aumento. Cuando lo localizó, me dijo que era porque el Ayuntamiento había decidido eliminar una bonificación del 70% (en nuestro caso llegaba hasta ese porcentaje por el número de miembros que convivíamos en casa) para las familias numerosas, pasando a ser del 5% (que se iría incrementando si demostrabas unos ingresos tan bajos que -de verdad, no exagero- te hacían traspasar el llamado «umbral de la pobreza»). En definitiva -y me da igual que me llaméis xenófobo-, esas ayudas se las llevarían los inmigrantes magrebíes (en mi ciudad, son los acaparadores de la mayoría de las ayudas que existen). Cuando le dije a la chica que me atendía que no me parecía justo, me soltó un «no haber tenido tantos hijos» (no daba crédito, la verdad). Me controlé y solo le contesté algo como «Bueno, me parece que Vd. no es nadie para decirme qué debo hacer y que, el día de mañana, seguramente mis hijos pagarán su pensión«. Evidentemente, hice una queja a un superior y me pidieron disculpas. Eso sí, la bonificación de la que gozábamos no ha vuelto, a pesar de las reuniones que a través de una Asociación de Familias Numerosas a la que pertenecemos, tuvimos con el Ayuntamiento.
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Papás…lo que callamos… acompáñame en esta historia

Papás: Esta entrada es para ustedes, para los compañeros caídos en las líneas de la crianza en manos de los estereotipos de las mujeres hacia nosotros… guerreros incansables de la tribu del pañal. Esta entrada es para todos los que se unen a nuestros rangos, que debutan en las líneas de la paternidad (y que … LEER MÁS…

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Microfotorrelato. Hoy: La chica cíclope.

A la chica cíclope solo había una cosa que la perturbara más que saber el día y la hora de su muerte, y esto es no haber conocido el amor verdadero. Por eso, ha decidido ponerse guapa y salir a buscarlo, convencida de que ese noche encontraría al hombre ideal. Por si acaso, no se […]

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El cáncer es una mierda. 

Hoy no toca post. Hoy hay post. Hoy no toca llorar. Hoy tengo que llorar. Hoy no toca cabrearse. Hoy hay que cabrearse. Hoy no toca pensar que el cáncer es una mierda. Hoy hay que pensar que el cáncer es una mierda. Hoy se ha muerto Carles Capdevila. Qué mierda. Hoy ha muerto una […]

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El càncer és una merda.

Avui no toca post. Avui cal post. Avui no toca plorar. Avui cal plorar. Avui no toca emprenyar-se. Avui cal emprenyar-se. Avui no toca pensar que el càncer és una merda. Avui cal pensar que el càncer és una merda. Avui s’ha mort el Carles Capdevila. Quina merda. Avui s’ha mort una bona persona. Una […]

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