Lo del apego

No tengo muy claro qué es el apego. Ni el desapego tampoco. Digo esto para empezar por el principio, y para que nadie se lleve a engaño conmigo. Soy un inepto.

Leia me lleva a darnos un baño. La Academia Jedi de verano en Punta Umbría.La situación es casi la de un lunes cualquiera. Bueno, no uno cualquiera, el primer lunes de julio, el primer lunes de playa, aunque tenga aún que partirme el día para ir a trabajar por la tarde. Bajamos por el camino de arena con cuatro niños de entre cinco y seis años y una bebé de pocos meses. Y nos encontramos en la orilla con otros tres o cuatro pequeños con los que jugar en la arena o en el agua. Ya por las tablas que llevan hasta la zona de sombrillas Leia me tira de la mano y me dice, me exige, que me bañe con ella. Ya.

El agua está todavía helada, pero donde hay patrona… Al rato es su hermano el que me reclama. Luke lleva un buen rato metiéndose al agua por su cuenta, pero no se lanza del todo. Hasta que me ve y ya no se separa de mí. Más de media hora peleándonos con las olas y riendo en equipo. Salimos contentos, cansados y temblando de frío. Leia y el resto de niños están levantando y destruyendo castillos, pateando una pelota, tirándose arena y salpicándose. Pero nosotros nos acurrucamos con las toallas, él sobre mis rodillas como cuando era un bebé. Reímos, jugamos, incluso cantamos. No hay forma de que se una al juego de los demás, porque quiere quedarse conmigo.

Se acaba la mañana y seguimos juntos bajo la sombrilla. Ya tengo que volverme a comer para irme a trabajar. Y Luke prefiere venirse conmigo en vez que quedarse con los demás en la playa. Cuando salgo ya están todos en casa, y al último que le doy un beso antes de marcharme es a él. Me queda una hora de carretera, pero me llevo un pensamiento dando vueltas en la cabeza: esto debe ser lo del apego.

La rutina de estos días se parece bastante a la de años anteriores. Entre la Academia Jedi de verano y mi trabajo hay unos 100 kilómetros, pero hasta que no lleguen mis días de vacaciones no queda más remedio, y seguiré haciendo las idas y vueltas que haga falta. Lo que sea por estas mañanas. Así discurrió, más o menos, la primera de este año en la playa. El verano promete.

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Viernes dando la nota #208: Holidays

Cortito y al pie. Más que nunca. Se acaba junio. Hay maletas a medio hacer en el cuarto, bañadores por estrenar, y mucho cansancio acumulado en los bolsillos. Los días se alargan, pero siguen sin ser suficiente las horas. Como os conté la semana pasada, el ritmo ha cambiado el paso, a mejor, pero ya la cabeza está en una cabina de avión, o en el callejón que a mitad de camino tiene el suelo cubierto de arena. No es solo la calle la que arde. Quiero vivir del aire, quiero salir de aquí.

Nuestras vacaciones no son como las que cuentan los geniales Green Day, pero la canción me vale. También pido soñar y no estar de acuerdo con esas mentiras vacías. En realidad casi cualquier canción suya me vale.

Se acaba junio, no da tiempo a más. Quizás el próximo jueves se me haya ocurrido ya qué hacer con los #vdln este verano y tengamos ‘Summer Edition‘. No lo sé. Supongo que como tantas veces, me encomendaré a la improvisación. La semana que viene, espero, más. Sed libres.

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Nuestras vacaciones no son como las que cuentan los geniales Green Day, pero la canción me vale. También pido soñar y no estar de acuerdo con esas mentiras vacías. En realidad casi cualquier canción suya me vale.

Se acaba junio, no da tiempo a más. Quizás el próximo jueves se me haya ocurrido ya qué hacer con los #vdln este verano y tengamos ‘Summer Edition‘. No lo sé. Supongo que como tantas veces, me encomendaré a la improvisación. La semana que viene, espero, más. Sed libres.

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El experimento

A veces creo vivir dentro de un experimento. No como objeto, sino como observador accidental. Yo solo sigo el ritmo, me dejo arrastrar por la inercia y la Fuerza. Y soy testigo de escenas, logros y ocurrencias que me dejan sin saber cómo reaccionar. A veces alcanzo a hacer unas fotos, y otras hasta las escribo aquí. En muchas ocasiones solo puedo sonreír y seguir observando.

Los padawanes dibujando en silencio... Los padawanes ya están de vacaciones, y estas ocasiones se multiplican. Pasar el día entero con ellos es agotador. Y ahora con cinco años y medio hay días que son más intensos que cuando tenían dos o tres. Ayer fue mi día de descanso: desayunos, papeleo a primera hora para recoger los chequelibros, compras, visita al Ikea –esto ya es una paliza en sí misma–, discusiones por algún juguete o el rotulador de turno, recoger, cocina, comida, un rato de tele, más discusiones, segundo intento de recoger, piscina, juegos y corchopanes toda la tarde, cenas, duchas, cuentos. Y todo con ellos. Intercalad también un par de bailes a seis pies, y alguna función improvisada de microteatro por parte de Leia. Y muchas risas y muchos tequieros.

Y la mitad de las veces, sí, estoy con ellos, pero en realidad solo soy un acompañante, el observador de este experimento. Como si fuera un vídeo de la Iniciativa Dharma, o los Observers de Fringe. Las cosas pasan delante mía. Ellos hacen que pasen. Ocurren. Yo solo soy testigo, pero realmente da igual, no importa si estoy o no o si participo.

La pequeña Leia y sus soluciones.

Hay silencio en la casa mientras empiezo a preparar la comida. Como ya sabemos lo que eso significa, me asomo al salón. Y veo que están dibujando tranquilamente. Sonrío y sigo observando. Hasta que descubro que Leia ha encendido la tele, ha puesto unos dibujos en la aplicación de ClanTV, y ha pausado la imagen para poder copiar a los personajes. Me quedo flipando. Tengo el móvil a mano, así que reacciono y hago un par de fotos, y vuelvo a la cocina, sonriendo. Y en silencio. El silencio es un bien muy preciado cuando hay mellizos en casa.

Ya es media tarde. Levanto la vista y los veo jugar en el césped. Luke sigue en bañador, y se ha puesto las gafas de sol que nunca quiere ponerse, collares de cuentas de colores y pulseras a juego, como su hermana y una amiga que compartía risas y galletas con ellos. Parece sacado de un videoclip playero de Jefferson Airplane. El que nunca quiere disfrazarse ni pintarse la cara. Y está riendo a carcajadas. Hasta me deja hacerle alguna foto –que no os enseñaré– con esa pinta. Y sigue jugando y riendo.

Volvemos a casa charlando los tres de la mano. Aún nos queda mucha batalla por delante, pero yo voy pensando que sigo siendo el testigo accidental. El observador de un experimento. Más tarde, a la hora de la cena se han pasado cinco minutos repartiendo besos y tequieros entre los cuatro, entre ellos, entre nosotros. Ha sido cosa suya, son ellos los que hacen que pasen estas cosas, que ocurran. Y esta vez, quizás por cansancio, ni reacciono para hacer fotos, casi ni para escribirlo.

Ahora son las dos y pico de la noche y sigo pensando lo mismo. La suerte que tengo de poder presenciarlo todo, y seguir sonriendo.

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Los padawanes dibujando en silencio... Los padawanes ya están de vacaciones, y estas ocasiones se multiplican. Pasar el día entero con ellos es agotador. Y ahora con cinco años y medio hay días que son más intensos que cuando tenían dos o tres. Ayer fue mi día de descanso: desayunos, papeleo a primera hora para recoger los chequelibros, compras, visita al Ikea –esto ya es una paliza en sí misma–, discusiones por algún juguete o el rotulador de turno, recoger, cocina, comida, un rato de tele, más discusiones, segundo intento de recoger, piscina, juegos y corchopanes toda la tarde, cenas, duchas, cuentos. Y todo con ellos. Intercalad también un par de bailes a seis pies, y alguna función improvisada de microteatro por parte de Leia. Y muchas risas y muchos tequieros.

Y la mitad de las veces, sí, estoy con ellos, pero en realidad solo soy un acompañante, el observador de este experimento. Como si fuera un vídeo de la Iniciativa Dharma, o los Observers de Fringe. Las cosas pasan delante mía. Ellos hacen que pasen. Ocurren. Yo solo soy testigo, pero realmente da igual, no importa si estoy o no o si participo.

La pequeña Leia y sus soluciones.

Hay silencio en la casa mientras empiezo a preparar la comida. Como ya sabemos lo que eso significa, me asomo al salón. Y veo que están dibujando tranquilamente. Sonrío y sigo observando. Hasta que descubro que Leia ha encendido la tele, ha puesto unos dibujos en la aplicación de ClanTV, y ha pausado la imagen para poder copiar a los personajes. Me quedo flipando. Tengo el móvil a mano, así que reacciono y hago un par de fotos, y vuelvo a la cocina, sonriendo. Y en silencio. El silencio es un bien muy preciado cuando hay mellizos en casa.

Ya es media tarde. Levanto la vista y los veo jugar en el césped. Luke sigue en bañador, y se ha puesto las gafas de sol que nunca quiere ponerse, collares de cuentas de colores y pulseras a juego, como su hermana y una amiga que compartía risas y galletas con ellos. Parece sacado de un videoclip playero de Jefferson Airplane. El que nunca quiere disfrazarse ni pintarse la cara. Y está riendo a carcajadas. Hasta me deja hacerle alguna foto –que no os enseñaré– con esa pinta. Y sigue jugando y riendo.

Volvemos a casa charlando los tres de la mano. Aún nos queda mucha batalla por delante, pero yo voy pensando que sigo siendo el testigo accidental. El observador de un experimento. Más tarde, a la hora de la cena se han pasado cinco minutos repartiendo besos y tequieros entre los cuatro, entre ellos, entre nosotros. Ha sido cosa suya, son ellos los que hacen que pasen estas cosas, que ocurran. Y esta vez, quizás por cansancio, ni reacciono para hacer fotos, casi ni para escribirlo.

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Viernes dando la nota #207: Solsticio

Cortito y al pie. Llegamos. La calor llegó antes que nosotros, pero ya estamos en esa idílica estación que parece sinónimo de diversión y escape para tanta gente. Llegó el Solsticio. Y yo lo que celebro es salir del trabajo con restos de luz resistiendo en el cielo. La faena se completará cuando deje de regirme por un horario que no es mío, y en lugar de despertar con la alarma del móvil, cada mañana me saquen de la cama mis padawanes. Yo, seguramente, algunas mañanas los esperaré despierto hace rato –la costumbre hecha biorritmo–, disfrutando de un rato de silencio.

Sí, ya sé que la letra es un tanto sombría, y que nada tiene que ver. Pero le tenía ganas a David Draiman y sobre todo a Myles Kennedy. Y además esta versión de Disturbed me parece tan tremenda, que tenía que traerla. El caso es que se avecinan mañanas de manguera, de piscina. Luego vendrán días de sacudirse la arena de los pies, de pelear con la marea, y de churretes de helado. Es la parte del contrato de obligada diversión que firmo. Es algo más que el Sol lo que llega.

Pocas canciones hay como ésta de George Harrison que me pongan instantáneamente de buen humor. Y si es con este ritmo, ya encadeno una detrás de otra. Solo echo en falta algo de reggae. Lo dejamos para otro día. Me quedo con Supergrass –de nuevo me repito, pero merece la pena–, y voy apagando y recogiendo, que es mi hora.

Y me voy a casa, aún con luz. Caminando hasta el coche, silbando canciones para acompañar al Sol. Feliz Solsticio. La semana que viene, más. Sed libres.

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Sí, ya sé que la letra es un tanto sombría, y que nada tiene que ver. Pero le tenía ganas a David Draiman y sobre todo a Myles Kennedy. Y además esta versión de Disturbed me parece tan tremenda, que tenía que traerla. El caso es que se avecinan mañanas de manguera, de piscina. Luego vendrán días de sacudirse la arena de los pies, de pelear con la marea, y de churretes de helado. Es la parte del contrato de obligada diversión que firmo. Es algo más que el Sol lo que llega.

Pocas canciones hay como ésta de George Harrison que me pongan instantáneamente de buen humor. Y si es con este ritmo, ya encadeno una detrás de otra. Solo echo en falta algo de reggae. Lo dejamos para otro día. Me quedo con Supergrass –de nuevo me repito, pero merece la pena–, y voy apagando y recogiendo, que es mi hora.

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Tattoo permanente

No sé de dónde sacó la pequeña Leia la idea de lo que es un tatuaje, ni lo que representan. O lo que supone hacerse uno en realidad. Pero lo que hizo hace unos días me da pie para contaros en este micro post dos o tres cosas sobre ella. Y sobre porqué nos tiene locos en la Academia-Jedi.

A Leia le encanta dibujar, y le encanta escribir. Y por supuesto, leer. A todas horas. Pero esto ya lo sabíais. Nos prepara tarjetas, cuentos, dedicatorias…

Pero también le gusta el inglés. Por la mañana, mientras yo preparo el desayuno antes de irnos al cole, ella ya ha puesto ClanTV, y se ha entretenido en cambiar el idioma. No me extraña que su Teacher de inglés ande también loca con ella.

Y todo el día nos muestra cariño, nos da besos, y dice constantemente cuánto nos quiere. Es derretirse cada vez que de improviso nos suelta un «te quiero, mamá», «te quiero, papá». O sin esperarlo se te agarra al cuello, muy fuerte, y te planta un beso. De los apretaos.

Lo mejor de todo es que el pequeño Luke se ha contagiado, y hay veces, días, semanas, que cuesta quitárselo de encima cuando le da por abrazarnos, besarnos y decirnos que nos quiere con esa lengua de medio trapo que aún mantiene, cuando pretende ser aún nuestro bebé.

¿Que a qué viene todo esto? Pues a que hace pocos días Leia me dibujó esto: un tatuaje para que yo me lo hiciera. Tenéis que leerlo tal cual, está escrito en su inglés particular.

«HaY Lof Aur FaMALi»

Creo que no me van a hacer falta tatuajes permanentes para marcarme de por vida.

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No sé de dónde sacó la pequeña Leia la idea de lo que es un tatuaje, ni lo que representan. O lo que supone hacerse uno en realidad. Pero lo que hizo hace unos días me da pie para contaros en este micro post dos o tres cosas sobre ella. Y sobre porqué nos tiene locos en la Academia-Jedi.

A Leia le encanta dibujar, y le encanta escribir. Y por supuesto, leer. A todas horas. Pero esto ya lo sabíais. Nos prepara tarjetas, cuentos, dedicatorias…

Pero también le gusta el inglés. Por la mañana, mientras yo preparo el desayuno antes de irnos al cole, ella ya ha puesto ClanTV, y se ha entretenido en cambiar el idioma. No me extraña que su Teacher de inglés ande también loca con ella.

Y todo el día nos muestra cariño, nos da besos, y dice constantemente cuánto nos quiere. Es derretirse cada vez que de improviso nos suelta un «te quiero, mamá», «te quiero, papá». O sin esperarlo se te agarra al cuello, muy fuerte, y te planta un beso. De los apretaos.

Lo mejor de todo es que el pequeño Luke se ha contagiado, y hay veces, días, semanas, que cuesta quitárselo de encima cuando le da por abrazarnos, besarnos y decirnos que nos quiere con esa lengua de medio trapo que aún mantiene, cuando pretende ser aún nuestro bebé.

¿Que a qué viene todo esto? Pues a que hace pocos días Leia me dibujó esto: un tatuaje para que yo me lo hiciera. Tenéis que leerlo tal cual, está escrito en su inglés particular.

«HaY Lof Ar FaMALí»

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Viernes dando la nota #206: Voy a repetirme

Cortito y al pie. Más que nunca. Tanto que por fin voy a hacerme caso a mí mismo, y voy a intentar ceñirme a lo que tanto tiempo llevo planteándome. Porque la sensación que tengo es la de que últimamente escribo más en esta sección musical que en las propias entradas del blog. Y las más de las veces, para quejarme. Ya sea estrés, cansancio, falta de tiempo… Me repito. Demasiado.

Me repito, con Kula Shaker, una de las bandas que me agradó mucho traeros en su día. Lo que ocurre también es que creo que en alguna ocasión, y más en el último año, los #VDLN se convierten en el centro de mis idas de olla, y he dejado algunas frases y pensamientos caer entre canciones y bandas. O con la excusa de las canciones y bandas.

Con The Darkness también me repito. Estoy escuchando música como cada jueves, entre tarea y tarea del curro. y caigo en la cuenta de que de todas las bandas que me gustan y suenan en mis listas y emisoras temáticas, pocas han dejado de pasar por aquí. Acaba de sonar el Hazel Eyes, y empieza el Because the Night de Garbage y Screaming Females.

Porque no todo van a ser grupos más o menos conocidos. Alguna semana he tenido que buscar, y buscar, y buscar… Hasta toparme con bandas como la de Marissa Paternoster. Uno de los descubrimientos de mis #vdln. Y también repito, pero basta ya de quejas y movidas. Sigo escuchando música, entre tarea y tarea… La semana que viene, más. Sed libres.

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Me repito, con Kula Shaker, una de las bandas que me agradó mucho traeros en su día. Lo que ocurre también es que creo que en alguna ocasión, y más en el último año, los #VDLN se convierten en el centro de mis idas de olla, y he dejado algunas frases y pensamientos caer entre canciones y bandas. O con la excusa de las canciones y bandas.

Con The Darkness también me repito. Estoy escuchando música como cada jueves, entre tarea y tarea del curro. y caigo en la cuenta de que de todas las bandas que me gustan y suenan en mis listas y emisoras temáticas, pocas han dejado de pasar por aquí. Acaba de sonar el Hazel Eyes, y empieza el Because the Night de Garbage y Screaming Females.

Porque no todo van a ser grupos más o menos conocidos. Alguna semana he tenido que buscar, y buscar, y buscar… Hasta toparme con bandas como la de Marissa Paternoster. Uno de los descubrimientos de mis #vdln. Y también repito, pero basta ya de quejas y movidas. Sigo escuchando música, entre tarea y tarea… La semana que viene, más. Sed libres.

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No es por ti, es por mí…

Yo soy el que tiene prisa. Yo soy el que tiene el reloj en la cabeza. Tic Tac Tic Tac detrás de los ojos. Yo soy el se pone de los nervios si te pones la camiseta o los zapatos al revés, si no te subes la cremallera, si no te abrochas el botón. Yo soy el que quiere que salgamos ya, el que quiere que estés preparado para salir ya.

Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta. Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta. Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis.

Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos días. Yo soy el que en la puerta de la clase, por fin, os doy ese beso y os pido que lo paséis genial. Cuando ya está todo el trabajo hecho, cuando ya hemos pasado por las prisas, los desesperos, la presión. Y aún así, me devolveis ese beso.

Yo soy el que le da más importancia a la camiseta limpia que al tomate que te chorrea por la barbilla, o al chocolate de tu sonrisa. El que prefiere que el plato esté al menos medio vacío a que estés contento a la mesa conmigo. ¡Seré imbécil! Yo soy el que te pide que te sientes veinte veces, el que pone mala cara porque mojaste el mantel. Y el que te habla con voz de enemigo, de dictador, sin darme cuenta. Yo soy el que no se da cuenta de nada de todo esto, hasta que la Maestra-Jedi me lo enseña.

Yo soy el que no entiende que dormir sin sentirnos junto a ti es más difícil, que cada minuto, cada cuento, cada canción es importante, es calma, es unión. Yo soy el que deja que el cansancio te arrebate eso. Nos lo arrebate. Yo soy el que no ve lo tranquila que duermes después de media hora, una hora, sin dejarme mover de los pies de tu cama. El cansancio me lo arrebata. ¿Y cómo me lo pagáis? Con besos y te quieros.

Yo soy el que olvida estas cosas, el que se las pierde, el que tiene la prisa instalada en la cabeza y la venda de adulto en los ojos de adulto. El que siempre tiene excusas. Por eso necesito apretar los párpados y mirar a la pantalla en blanco. Escribir y darle vueltas a todo esto. Para pensarlas, recordarlas, masticarlas, y caer en los detalles, en las señales, en los motivos. Y que queden aquí por escrito, para que no vuelva a olvidar. Para darme cuenta de lo importante, y de que me equivoco demasiadas veces, que lo estoy haciendo mal.

Deja que llueva, melón. Las pocas tormentas llegan y pasan, y sólo muy de vez en cuando graniza. Tengo que aprender a disfrutar de nuevo de la lluvia, y mojarme con vosotros.

Yo soy el adulto. Yo soy vuestro padre. No es por ti, ni por ti tampoco. El que falla soy yo.

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No es por ti, es por mí…

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Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta. Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta. Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis.

Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos días. Yo soy el que en la puerta de la clase, por fin, os doy ese beso y os pido que lo paséis genial. Cuando ya está todo el trabajo hecho, cuando ya hemos pasado por las prisas, los desesperos, la presión. Y aún así, me devolveis ese beso.

Yo soy el que le da más importancia a la camiseta limpia que al tomate que te chorrea por la barbilla, o al chocolate de tu sonrisa. El que prefiere que el plato esté al menos medio vacío a que estés contento a la mesa conmigo. ¡Seré imbécil! Yo soy el que te pide que te sientes veinte veces, el que pone mala cara porque mojaste el mantel. Y el que te habla con voz de enemigo, de dictador, sin darme cuenta. Yo soy el que no se da cuenta de nada de todo esto, hasta que la Maestra-Jedi me lo enseña.

Yo soy el que no entiende que dormir sin sentirnos junto a ti es más difícil, que cada minuto, cada cuento, cada canción es importante, es calma, es unión. Yo soy el que deja que el cansancio te arrebate eso. Nos lo arrebate. Yo soy el que no ve lo tranquila que duermes después de media hora, una hora, sin dejarme mover de los pies de tu cama. El cansancio me lo arrebata. ¿Y cómo me lo pagáis? Con besos y te quieros.

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Deja que llueva, melón. Las pocas tormentas llegan y pasan, y sólo muy de vez en cuando graniza. Tengo que aprender a disfrutar de nuevo de la lluvia, y mojarme con vosotros.

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Viernes dando la nota #205: Asombroso

Cortito y al pie. Lunes y martes de trabajo, ajetreo y compromisos, miércoles de graduación, jueves express, y viernes de dar la nota. La parte negativa de todo esto es que no hay tiempo para mucho más, ni para comentar al resto de participantes siquiera. Y hoy no me da ni para improvisar. La parte buena es que a pesar de que esta semana la reina indiscutible en la Academia Jedi ha sido una canción de Manuel Carrasco, yo no voy a ponerla. Este blog gira en torno a mis padawanes y a todo lo que rodea a su crianza y nuestras aventuras, pero los #VDLN son aún mi rinconcito particular. Aunque esta semana vaya al límite.

Y entra carreras, trayectos, prisas, compras y vaivenes, me encuentro en la radio con Steven Tyler, cantando al límite, como siempre. Así que esta mañana me pongo ante el ordenador escuchando a los Aerosmith, después de mucho tiempo. Y me parece mentira que desde aquella primera canción que compuso con 17 años, en 1965, el Dream On, aún siga dejándome asombrado en 2014 –y en 2017 en el tributo a Chris Cornell– con este otro impresionante Amazing.

Como cantan los Chicos Malos de Boston –esa máquina de hacer grandes éxitos–, «Life’s a journey, not a destination. And I just can’t tell just what tomorrow brings». Así que mejor no perderse nada.

Pues eso mismo, me aplico el cuento. Apenas puedo decir qué traerá el mañana. Ni el viernes que viene. Lo que sí es seguro es que la semana que viene, más. Sed libres.

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Cortito y al pie. Lunes y martes de trabajo, ajetreo y compromisos, miércoles de graduación, jueves express, y viernes de dar la nota. La parte negativa de todo esto es que no hay tiempo para mucho más, ni para comentar al resto de participantes siquiera. Y hoy no me da ni para improvisar. La parte buena es que a pesar de que esta semana la reina indiscutible en la Academia Jedi ha sido una canción de Manuel Carrasco, yo no voy a ponerla. Este blog gira en torno a mis padawanes y a todo lo que rodea a su crianza y nuestras aventuras, pero los #VDLN son aún mi rinconcito particular. Aunque esta semana vaya al límite.

Y entra carreras, trayectos, prisas, compras y vaivenes, me encuentro en la radio con Steven Tyler, cantando al límite, como siempre. Así que esta mañana me pongo ante el ordenador escuchando a los Aerosmith, después de mucho tiempo. Y me parece mentira que desde aquella primera canción que compuso con 17 años, en 1965, el Dream On, aún siga dejándome asombrado en 2014 –y en 2017 en el tributo a Chris Cornell– con este otro impresionante Amazing.

Como cantan los Chicos Malos de Boston –esa máquina de hacer grandes éxitos–, «Life’s a journey, not a destination. And I just can’t tell just what tomorrow brings». Así que mejor no perderse nada.

Pues eso mismo, me aplico el cuento. Apenas puedo decir qué traerá el mañana. Ni el viernes que viene. Lo que sí es seguro es que la semana que viene, más. Sed libres.

¡Feliz #VDLN! ¡Y que la Fuerza os acompañe!
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Fin de Curso is coming

Cosas que nunca pensé que haría #6

El fin se acerca. Los dos grupos del WhatsApp del cole echan humo. Los planetas se alinean; la fiesta de graduación –de infantil, pequeños con 5 o 6 años 😲 –, la fiesta de fin de curso, el plazo de matriculación para Primaria –con cambio de centro incluido–, regalos para las Seños… Sí, los planetas se alinean, pero los Mayas no predijeron nada de esto…

El Viaje de Arlo, iPad, dinosaurios

Hoy al volver del cole Luke me ha pedido el iPad para escuchar –otra vez– la canción que están ensayando para la función de fin de curso, aunque se supone que es un secreto. La sensación del año ha sido el proyecto que han estado haciendo sobre dinosaurios. Han visto la película El viaje de Arlo, y están aprendiéndose un tema de la banda sonora. Creo que no he visto nunca al pequeño padawan aprenderse –¡menos aún cantar!– una canción. Ni las de Frozen. No sé por qué clase vamos ya, pero me sigue pareciendo increíble lo que ha cambiado el pequeño durante este curso.

Sigo cocinando. Al rato me lo encuentro viendo la pelí de Arlo, pero en inglés. No sé muy bien cómo lo ha hecho, los vídeos sugeridos por YouTube, imagino. Está embobado ante la pantalla. Y yo no puedo evitar sonreír, y quedarme también embobado mirándolo a él. La primera parte de este #CosasQueNuncaPenséQueHaría: animarlo y desear verlo cantar junto a sus amigas y amigos una canción de Manuel Carrasco.

Reacciono lo justo para hacerle una foto, y mandarlos a lavarse las manos; la comida está lista. Luego ya llega la media horita de tranquilidad, antes de salir para el trabajo. Un vistazo rápido al móvil, para confirmar el siguiente capítulo del Fin del Mundo. Cuarenta, cincuenta, sesenta mensajes nuevos. Decido entrar, y en dos minutos de lectura en caída libre, vuelvo a dejar el móvil.

Aquí está la segunda parte de este #CosasQueNuncaPenséQueHaría. Cuando los pequeños entraron en Infantil me propuse involucrarme todo lo que pudiera en las cuestiones del cole. Acompañarlos y preocuparme por su bienestar y educación es parte de mis obligaciones. Incluso llegué a ser el delegado de clase –llámame loco– en su primer año de Infantil. Pero lo de los grupos de WhatsApp me supera. Ahora sigo participando, me presto voluntario para echar una mano en la excursiones, ayudar en las funciones, montajes, desmontajes. Incluso participé en la Feria de las Ciencias que organizaron el año pasado. Pero, sinceramente, creo que al final tanto control, tanta charla y tanto ruido de fondo es contraproducente, me quema, me agota. Nunca pensé que llegara a desentenderme. Al menos de muchas cosas que no afectan directamente a mis padawanes.

Como contaba en aquella ocasión, los grupos de WhatsApp tienen una función y son muy válidos, y hasta prácticos como canal de información. Pero pueden llegar a ser contraproducentes y hasta causa de conflictos, por saturación. La suerte que tenemos es que en el cole todas las madres y padres son un encanto, y no hay roces ni malentendidos, e incluso hemos entablado amistades.

Y vosotros, ¿qué habéis hecho por o con vuestros hijos que nunca pensasteis que haríais?

[Nota mental: buscar una tablet resultona en la que pueda instalarles YouTube Kids, ClanTV y demás, y enseñarles a acceder a contenidos adecuados con un mínimo de control…]

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Cosas que nunca pensé que haría #6

El fin se acerca. Los dos grupos del WhatsApp del cole echan humo. Los planetas se alinean; la fiesta de graduación –de infantil, pequeños con 5 o 6 años 😲 –, la fiesta de fin de curso, el plazo de matriculación para Primaria –con cambio de centro incluido–, regalos para las Seños… Sí, los planetas se alinean, pero los Mayas no predijeron nada de esto…

El Viaje de Arlo, iPad, dinosaurios

Hoy al volver del cole Luke me ha pedido el iPad para escuchar –otra vez– la canción que están ensayando para la función de fin de curso, aunque se supone que es un secreto. La sensación del año ha sido el proyecto que han estado haciendo sobre dinosaurios. Han visto la película El viaje de Arlo, y están aprendiéndose un tema de la banda sonora. Creo que no he visto nunca al pequeño padawan aprenderse –¡menos aún cantar!– una canción. Ni las de Frozen. No sé por qué clase vamos ya, pero me sigue pareciendo increíble lo que ha cambiado el pequeño durante este curso.

Sigo cocinando. Al rato me lo encuentro viendo la pelí de Arlo, pero en inglés. No sé muy bien cómo lo ha hecho, los vídeos sugeridos por YouTube, imagino. Está embobado ante la pantalla. Y yo no puedo evitar sonreír, y quedarme también embobado mirándolo a él. La primera parte de este #CosasQueNuncaPenséQueHaría: animarlo y desear verlo cantar junto a sus amigas y amigos una canción de Manuel Carrasco.

Reacciono lo justo para hacerle una foto, y mandarlos a lavarse las manos; la comida está lista. Luego ya llega la media horita de tranquilidad, antes de salir para el trabajo. Un vistazo rápido al móvil, para confirmar el siguiente capítulo del Fin del Mundo. Cuarenta, cincuenta, sesenta mensajes nuevos. Decido entrar, y en dos minutos de lectura en caída libre, vuelvo a dejar el móvil.

Aquí está la segunda parte de este #CosasQueNuncaPenséQueHaría. Cuando los pequeños entraron en Infantil me propuse involucrarme todo lo que pudiera en las cuestiones del cole. Acompañarlos y preocuparme por su bienestar y educación es parte de mis obligaciones. Incluso llegué a ser el delegado de clase –llámame loco– en su primer año de Infantil. Pero lo de los grupos de WhatsApp me supera. Ahora sigo participando, me presto voluntario para echar una mano en la excursiones, ayudar en las funciones, montajes, desmontajes. Incluso participé en la Feria de las Ciencias que organizaron el año pasado. Pero, sinceramente, creo que al final tanto control, tanta charla y tanto ruido de fondo es contraproducente, me quema, me agota. Nunca pensé que llegara a desentenderme. Al menos de muchas cosas que no afectan directamente a mis padawanes.

Como contaba en aquella ocasión, los grupos de WhatsApp tienen una función y son muy válidos, y hasta prácticos como canal de información. Pero pueden llegar a ser contraproducentes y hasta causa de conflictos, por saturación. La suerte que tenemos es que en el cole todas las madres y padres son un encanto, y no hay roces ni malentendidos, e incluso hemos entablado amistades.

Y vosotros, ¿qué habéis hecho por o con vuestros hijos que nunca pensasteis que haríais?

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Viernes dando la nota #204: Cumpleaños

Cortito y al pie. Aún mantengo el ritmo y el eco de los Guns N’ Roses metido en la cabeza, y sigo sin poder deshacerme del tarareo del Sweet Child O’Mine, el November Rain –brutal–, el My Michelle –gran sorpresa que la tocaran, y fue de las mejores de la noche–, o del emocionante homenaje a Chris Cornell con el Black Hole Sun. Pero desde la semana pasada sabía que hoy, jueves 1 de junio, tendría que cambiar de chip. La fecha lo merece.

El Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band de The Beatles se publicó el 26 de mayo, hace 50 años. CINCUENTA AÑOS. Y la música cambió para siempre. Como siempre cambia. También cambió cuando The Beach Boys lanzaron un año antes el Pet Sounds, sin el que no hubiera existido el Sgt. Pepper’s, que según George Martin, productor de los Beatles, era un intento de igualar el nivel de la obra maestra de Brian Wilson. El resto es historia, miles de horas de música, multitud de versiones, de reinterpretaciones, de influencia a lo largo de años y años de pop y rock, de música y bandas que no sonarían como suenan, o que incluso ni llegarían a existir. Cincuenta años. Y las canciones del Sargento Pimienta suenan en casi todas las formas imaginables.

Adoro esta canción. Y adoro a los Flaming Lips. Tanto como para soportar, y hasta disfrutar, de esta versión junto a Miley Cyrus. Una extraña conjunción, pero con inesperado y espectacular resultado. Tan espectacular y emocionante como escuchar de nuevo a Chris Cornell, o volver a recordar cómo sonaba el With a little help from my friend sin la voz y el estilo inigualable de Joe Cocker. La semana que viene, más. Sed libres.

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Viernes dando la nota #204: Cumpleaños

Cortito y al pie. Aún mantengo el ritmo y el eco de los Guns N’ Roses metido en la cabeza, y sigo sin poder deshacerme del tarareo del Sweet Child O’Mine, el November Rain –brutal–, el My Michelle –gran sorpresa que la tocaran, y fue de las mejores de la noche–, o del emocionante homenaje a Chris Cornell con el Black Hole Sun. Pero desde la semana pasada sabía que hoy, jueves 1 de junio, tendría que cambiar de chip. La fecha lo merece.

El Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band de The Beatles se publicó el 26 de mayo, hace 50 años. CINCUENTA AÑOS. Y la música cambió para siempre. Como siempre cambia. También cambió cuando The Beach Boys lanzaron un año antes el Pet Sounds, sin el que no hubiera existido el Sgt. Pepper’s, que según George Martin, productor de los Beatles, era un intento de igualar el nivel de la obra maestra de Brian Wilson. El resto es historia, miles de horas de música, multitud de versiones, de reinterpretaciones, de influencia a lo largo de años y años de pop y rock, de música y bandas que no sonarían como suenan, o que incluso ni llegarían a existir. Cincuenta años. Y las canciones del Sargento Pimienta suenan en casi todas las formas imaginables.

Adoro esta canción. Y adoro a los Flaming Lips. Tanto como para soportar, y hasta disfrutar, de esta versión junto a Miley Cyrus. Una extraña conjunción, pero con inesperado y espectacular resultado. Tan espectacular y emocionante como escuchar de nuevo a Chris Cornell, o volver a recordar cómo sonaba el With a little help from my friend sin la voz y el estilo inigualable de Joe Cocker. La semana que viene, más. Sed libres.

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Viernes dando la nota #203: Dylan

Cortito y al pie. Esta semana Bob Dylan cumple 76 años. En alguna ocasión he comentado que no es de mis artistas favoritos, y tengo que confesar que me he detenido nunca a leer o interpretar sus letras, ni a empaparme de sus discos. Nunca me llamó la atención, nunca me gustó especialmente Dylan. Claro que hasta él mismo dice cosas como «Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo». No sé si será la voz, o el estilo, no sé si será la época… «Yo no tengo una voz bonita. Yo no sé cantar bonito, y además no quiero». Al menos la actitud la tiene. Creo que de las canciones que le conozco –reconozco que no son muchas– me quedo con la historia tremenda de Hurricane Carter.

Seguramente muchos conoceréis y os gustarán temazos como el Blowin’ in the wind, Forever young, Don’t think twice it’s all right, Mr. Tambourine Man, y tantas otras. Son himnos, canciones históricos, obras maestras. Pero no sé porqué, yo siempre he preferido cuando las canciones de Dylan las cantaban otros, y las hacían suyas.

La canción que convirtió a Dylan en un icono pop, más allá de su fama como cantautor y poeta. Una de las mejores canciones de todos los tiempos. Los Rolling Stones lo saben.

Alguna vez leí que el All along the watchtower era la única canción que Dylan interpretaba siempre en cada uno de sus conciertos. No sé si es cierto, o si es su favorita, la verdad, pero creo que cuando Jimi Hendrix hizo su propia interpretación, rompió el molde. De hecho este tema ha sido versionado en multitud de ocasiones, y muchas veces tomando como base esta versión de Hendrix. En particular me quedo con la de Bear McCreary para la banda sonora de la serie Battlestar Galactica.

Otro himno. Pongo el vídeo desde el inicio del Knockin on Heaven’s Door, pero no os perdáis el solo de guitarra de Slash al principio. Espero ver algo así la semana que viene en el concierto de los Guns N’ Roses en San Mamés.

También comenté en su día que para darle el Nobel de Literatura a un cantautor, antes yo hubiera elegido a Franco Battiato. Pero es innegable que el legado de Bob Dylan está ahí, y es inmenso. Felicidades desde aquí, Bob. La semana que viene, más. Sed libres.

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Cortito y al pie. Esta semana Bob Dylan cumple 76 años. En alguna ocasión he comentado que no es de mis artistas favoritos, y tengo que confesar que me he detenido nunca a leer o interpretar sus letras, ni a empaparme de sus discos. Nunca me llamó la atención, nunca me gustó especialmente Dylan. Claro que hasta él mismo dice cosas como «Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo». No sé si será la voz, o el estilo, no sé si será la época… «Yo no tengo una voz bonita. Yo no sé cantar bonito, y además no quiero». Al menos la actitud la tiene. Creo que de las canciones que le conozco –reconozco que no son muchas– me quedo con la historia tremenda de Hurricane Carter.

Seguramente muchos conoceréis y os gustarán temazos como el Blowin’ in the wind, Forever young, Don’t think twice it’s all right, Mr. Tambourine Man, y tantas otras. Son himnos, canciones históricos, obras maestras. Pero no sé porqué, yo siempre he preferido cuando las canciones de Dylan las cantaban otros, y las hacían suyas.

La canción que convirtió a Dylan en un icono pop, más allá de su fama como cantautor y poeta. Una de las mejores canciones de todos los tiempos. Los Rolling Stones lo saben.

Alguna vez leí que el All along the watchtower era la única canción que Dylan interpretaba siempre en cada uno de sus conciertos. No sé si es cierto, o si es su favorita, la verdad, pero creo que cuando Jimi Hendrix hizo su propia interpretación, rompió el molde. De hecho este tema ha sido versionado en multitud de ocasiones, y muchas veces tomando como base esta versión de Hendrix. En particular me quedo con la de Bear McCreary para la banda sonora de la serie Battlestar Galactica.

Otro himno. Pongo el vídeo desde el inicio del Knockin on Heaven’s Door, pero no os perdáis el solo de guitarra de Slash al principio. Espero ver algo así la semana que viene en el concierto de los Guns N’ Roses en San Mamés.

También comenté en su día que para darle el Nobel de Literatura a un cantautor, antes yo hubiera elegido a Franco Battiato. Pero es innegable que el legado de Bob Dylan está ahí, y es inmenso. Felicidades desde aquí, Bob. La semana que viene, más. Sed libres.

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El sentido de la vida, el universo y todo lo demás

Uno no sabe ya si denominarse friki o no. Los que seguís este blog y mis redes sociales seguramente pensaréis que sí, pero la verdad es que últimamente no lo tengo tan claro. Hay muchas aficiones, muchos temas, y muchas frikadas que me superan, que casi ni conozco, o que apenas tengo tiempo que dedicarle. Las hay que ni me suenan. Y además, el término es tan amplio y se ha universalizado tanto, que ha perdido parte de su sentido –y parte de su encanto–.

Un poco de historia. Hace ya once años que se celebra en esta fecha el Día del Orgullo Friki, gracias a una ocurrencia de un grupo de foreros aficionados a la subcultura popular, y a la iniciativa del Señor Buebo, que se decidieron a conmemorar el estreno en tal día como hoy de 1977 de La Guerra de las Galaxias (Star Wars Episodio IV: una nueva esperanza). Casualmente –o no, Lucas Film siempre estrenaba en estas fechas– también el 25 de mayo, pero del año 1983, se estrenó Star Wars Episodio VI: el retorno del Jedi. Esta es la efeméride más conocida, pero muchos lo que celebramos hoy también es el Día de la Toalla en honor a Douglas Adams, autor de la Guía del autoestopista galáctico, de donde sale el título de este post. Si no lo habéis leído, ¡corred, insensatos!

Lo friki hace no demasiado tiempo era lo extraño, poco habitual, incluso lo extravagante. Se asociaba a los que nos gustaban los cómics de superhéroes, las pelis del espacio, los juegos de rol, los libros de dragones y brujerías, los videojuegos, o varias de estas cosas, o todas juntas y a la vez. Éramos bichos raros. Y la etiqueta solía ser en muchas ocasiones despectiva. Hoy esto sigue ocurriendo, pero en mucha menor medida. Entre otras cosas, porque estas aficiones se han popularizado y son ya habituales. Las tiendas de cómics ya no son los antros de antaño, raro es ir por la calle y no ver alguna camiseta de Star Wars, de Juego de Tronos, o de Super Mario, y en la cartelera no es que siempre encuentres un Scott Pilgrim, pero sueles tener alguna opción. Hemos avanzado de fase. Ya no hace falta esconderse, ya no somos bichos raros. Se ha normalizado la rareza.

O casi. Aún hoy en día me encuentro con gente que comenta con cierta autosatisfacción y aire de superioridad que nunca han visto una La Guerra de las Galaxias, como si fuera algo digno de alabar, y le dieran una chapita de «Intelectual» que lucir en la solapa. Gente que no entiende cómo a mis 40 y tantos años me vuelve loco con Star Wars –y bien que os doy la paliza con ello–. O que me apasionen Kill Bill, los Monty Python y Alien, los dibujos animados y el manga, Studio Ghibli y Pixar, Firaxis, Konami y EA, android, los smartphones, los gadgets, las redes sociales, J.J. Abrams, Christopher Nolan, Tarantino y Joss Whedon, Canción de Hielo y Fuego, Hyperion, la DrangonLance y Darkover, la Marvel, Bruguera y DC, y tantas y tantas cosas más. Y como decía en un post antiguo a cuenta de esto mismo, yo lo que no entiendo es cómo, a la edad que tienen algunos, no ven que todo esto también es cultura. Por muy simple y básica que sea, es riqueza.

Desde que los padawanes llegaron he ido acumulando nuevas aficiones, y olvidando algunas viejas. Y tengo asumido que algunas nunca​ las recuperaré. Aún seguimos con los cuentos infantiles, los dinosaurios, ClanTV, Disney y Pixar, pero estoy deseando que llegue la tarde de domingo en la que Luke y Leia echen una partida conmigo a algún videojuego, o veamos los Goonies o Indiana Jones y el Templo Maldito compartiendo un bol gigante de palomitas, o leamos El Hobbit a la vez. Estoy deseando ir compartiendo con nuestros pequeños esos placeres, culpables o no, aportándoles lo que pueda de esa riqueza.

Y ya el día que por fin quieran hacer un maratón de Star Wars, ese día sí que será un verdadero Día del Orgullo Friki para mí. Aún son pequeños, pero, parafraseando a Darth Vader, «The Force is strong with this Ones». Y parafraseando a la Guía del Autoestopista, «The device look insanely complicated to operate, Don’t panic!«.

¡Feliz Día de la Toalla, y Feliz Día del Orgullo, frikis!

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P.D.: La respuesta última a la pregunta definitiva sigue siendo 42.

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El sentido de la vida, el universo y todo lo demás

Uno no sabe ya si denominarse friki o no. Los que seguís este blog y mis redes sociales seguramente pensaréis que sí, pero la verdad es que últimamente no lo tengo tan claro. Hay muchas aficiones, muchos temas, y muchas frikadas que me superan, que casi ni conozco, o que apenas tengo tiempo que dedicarle. Las hay que ni me suenan. Y además, el término es tan amplio y se ha universalizado tanto, que ha perdido parte de su sentido –y parte de su encanto–.

Un poco de historia. Hace ya once años que se celebra en esta fecha el Día del Orgullo Friki, gracias a una ocurrencia de un grupo de foreros aficionados a la subcultura popular, y a la iniciativa del Señor Buebo, que se decidieron a conmemorar el estreno en tal día como hoy de 1977 de La Guerra de las Galaxias (Star Wars Episodio IV: una nueva esperanza). Casualmente –o no, Lucas Film siempre estrenaba en estas fechas– también el 25 de mayo, pero del año 1983, se estrenó Star Wars Episodio VI: el retorno del Jedi. Esta es la efeméride más conocida, pero muchos lo que celebramos hoy también es el Día de la Toalla en honor a Douglas Adams, autor de la Guía del autoestopista galáctico, de donde sale el título de este post. Si no lo habéis leído, ¡corred, insensatos!

Lo friki hace no demasiado tiempo era lo extraño, poco habitual, incluso lo extravagante. Se asociaba a los que nos gustaban los cómics de superhéroes, las pelis del espacio, los juegos de rol, los libros de dragones y brujerías, los videojuegos, o varias de estas cosas, o todas juntas y a la vez. Éramos bichos raros. Y la etiqueta solía ser en muchas ocasiones despectiva. Hoy esto sigue ocurriendo, pero en mucha menor medida. Entre otras cosas, porque estas aficiones se han popularizado y son ya habituales. Las tiendas de cómics ya no son los antros de antaño, raro es ir por la calle y no ver alguna camiseta de Star Wars, de Juego de Tronos, o de Super Mario, y en la cartelera no es que siempre encuentres un Scott Pilgrim, pero sueles tener alguna opción. Hemos avanzado de fase. Ya no hace falta esconderse, ya no somos bichos raros. Se ha normalizado la rareza.

O casi. Aún hoy en día me encuentro con gente que comenta con cierta autosatisfacción y aire de superioridad que nunca han visto una La Guerra de las Galaxias, como si fuera algo digno de alabar, y le dieran una chapita de «Intelectual» que lucir en la solapa. Gente que no entiende cómo a mis 40 y tantos años me vuelve loco con Star Wars –y bien que os doy la paliza con ello–. O que me apasionen Kill Bill, los Monty Python y Alien, los dibujos animados y el manga, Studio Ghibli y Pixar, Firaxis, Konami y EA, android, los smartphones, los gadgets, las redes sociales, J.J. Abrams, Christopher Nolan, Tarantino y Joss Whedon, Canción de Hielo y Fuego, Hyperion, la DrangonLance y Darkover, la Marvel, Bruguera y DC, y tantas y tantas cosas más. Y como decía en un post antiguo a cuenta de esto mismo, yo lo que no entiendo es cómo, a la edad que tienen algunos, no ven que todo esto también es cultura. Por muy simple y básica que sea, es riqueza.

Desde que los padawanes llegaron he ido acumulando nuevas aficiones, y olvidando algunas viejas. Y tengo asumido que algunas nunca​ las recuperaré. Aún seguimos con los cuentos infantiles, los dinosaurios, ClanTV, Disney y Pixar, pero estoy deseando que llegue la tarde de domingo en la que Luke y Leia echen una partida conmigo a algún videojuego, o veamos los Goonies o Indiana Jones y el Templo Maldito compartiendo un bol gigante de palomitas, o leamos El Hobbit a la vez. Estoy deseando ir compartiendo con nuestros pequeños esos placeres, culpables o no, aportándoles lo que pueda de esa riqueza.

Y ya el día que por fin quieran hacer un maratón de Star Wars, ese día sí que será un verdadero Día del Orgullo Friki para mí. Aún son pequeños, pero, parafraseando a Darth Vader, «The Force is strong with this Ones». Y parafraseando a la Guía del Autoestopista, «The device look insanely complicated to operate, Don’t panic!«.

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Viernes dando la nota #202: Sin palabras

Cortito y al pie. Al final voy a tener que seguir el consejo que más de una vez me han dado sobre los #VDLN. O más específicamente sobre mis #VDLN. Y es que me veo en la necesidad de simplificar. Ya son demasiados jueves en los que me enfrento a la pantalla en blanco. Y en esta recurrente partida Empty Screen vs. Empty Mind, alguna vez me tocará perder. Lo que pasa es que a veces el hambre y las ganas de comer tienen la jodida y demoledora habilidad de coincidir.

Hoy la pantalla y la mente en blanco se me tiñen de negro.

(Más sobre este temazo y Chris Cornell en otro de mis antiguos #VDLN.)

Os decía que tenía la firme –e inevitable– intención de simplificar mis #VDLN, pero realmente lo que ocurre es que hay jueves uno se queda sin palabras. La semana que viene, más. Sed libres.

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Hoy la pantalla y la mente en blanco se me tiñen de negro.

(Más sobre este temazo y Chris Cornell en otro de mis antiguos #VDLN.)

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Marcapáginas de Save the Children. La solidaridad también se aprende

En el cole de los padawanes siempre están inventando y llevando a cabo proyectos y actividades. Cuando no tocan dinosaurios, son experimentos y talleres sobre ciencia, arte pop, o la celebración del día. El mes pasado nos encontramos una bonita sorpresa para la celebración del Día del Libro.

Al recogerlos a la salida de clase, los peques nos contaban que ellos mismos habían hecho unos marcapáginas muy chulos, para nosotros, pero que teníamos que comprárselos. Así que sobre una mesita tenían expuestos sus pequeñas obras de arte y un bote para dejar la voluntad. Además de los marcapáginas nos llevábamos un folleto explicando la iniciativa que nos llegaba de la mano de Save the Children, y un diploma personal para cada pequeño artista. El dinero recaudado se destinaría a ayudar a niños y niñas que lo necesitan mucho más que nosotros, incluso para poder disponer de acceso a alimentos, educación, cuidados médicos, o a algo tan simple como agua potable.

Algo tan complicado y a la vez tan sencillo cuando se trata de ellos. Es solo un gesto, pero me encantó cómo con una simple actividad se fomenta la lectura, el dibujo, y la solidaridad, educando en valores y permitiendo conocer la realidad de otros niños y niñas que viven situaciones mucho más desfavorables. Es genial verlos ilusionados por estar ayudando con su granito de arena, y por dibujarnos con sus propias manos un detallito personal. Para saber más de esta y otras formas de colaborar, podéis informaros en la web de Save the Children.

La guinda la puso Leia, cuando llegamos a casa y decidimos cuál de los marcapáginas era para mí, dedicándomelo con un hermoso «Te quiero Papá». Es una frase que me repite –nos repite– constantemente a lo largo del día. Pero eso ya lo dejo para otra entrada.

Ahora que ya terminan su paso por este cole –¡no puedo creer que ya se gradúen!–no sé si el año que viene en Primaria seguirán realizando actividades como esta o trabajando con proyectos. Lo que sí sé es que echaré de menos su escuela de Infantil.

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Marcapáginas de Save the Children. La solidaridad también se aprende

En el cole de los padawanes siempre están inventando y llevando a cabo proyectos y actividades. Cuando no tocan dinosaurios, son experimentos y talleres sobre ciencia, arte pop, o la celebración del día. El mes pasado nos encontramos una bonita sorpresa para la celebración del Día del Libro.

Al recogerlos a la salida de clase, los peques nos contaban que ellos mismos habían hecho unos marcapáginas muy chulos, para nosotros, pero que teníamos que comprárselos. Así que sobre una mesita tenían expuestos sus pequeñas obras de arte y un bote para dejar la voluntad. Además de los marcapáginas nos llevábamos un folleto explicando la iniciativa que nos llegaba de la mano de Save the Children, y un diploma personal para cada pequeño artista. El dinero recaudado se destinaría a ayudar a niños y niñas que lo necesitan mucho más que nosotros, incluso para poder disponer de acceso a alimentos, educación, cuidados médicos, o a algo tan simple como agua potable.

Algo tan complicado y a la vez tan sencillo cuando se trata de ellos. Es solo un gesto, pero me encantó cómo con una simple actividad se fomenta la lectura, el dibujo, y la solidaridad, educando en valores y permitiendo conocer la realidad de otros niños y niñas que viven situaciones mucho más desfavorables. Es genial verlos ilusionados por estar ayudando con su granito de arena, y por dibujarnos con sus propias manos un detallito personal. Para saber más de esta y otras formas de colaborar, podéis informaros en la web de Save the Children.

La guinda la puso Leia, cuando llegamos a casa y decidimos cuál de los marcapáginas era para mí, dedicándomelo con un hermoso «Te quiero Papá». Es una frase que me repite –nos repite– constantemente a lo largo del día. Pero eso ya lo dejo para otra entrada.

Ahora que ya terminan su paso por este cole –¡no puedo creer que ya se gradúen!–no sé si el año que viene en Primaria seguirán realizando actividades como esta o trabajando con proyectos. Lo que sí sé es que echaré de menos su escuela de Infantil.

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Viernes dando la nota #201: Descontrol

Cortito y al pie. E improvisando. Salgo del colegio, saludando a las otras madres y padres, cada uno pensando ya en sus tareas después de haber dejado a buen recaudo allí a sus criaturas. Sonrisas, y algún que otro ¿qué tal? rápido. Hoy la policía local ha pensado que necesitábamos de sus servicios para organizar la llegada y partida de coches, así que el consensuado descontrol diario se

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Viernes dando la nota #201: Descontrol

Cortito y al pie. E improvisando. Salgo del colegio, saludando a las otras madres y padres, cada uno pensando ya en sus tareas después de haber dejado a buen recaudo allí a sus criaturas. Sonrisas, y algún que otro ¿qué tal? rápido. Hoy la policía local ha pensado que necesitábamos de sus servicios para organizar la llegada y partida de coches, así que el consensuado descontrol diario se convierte en caos total y prisas. Solo ha faltado que lloviera. Vuelvo al coche, que he tenido que aparcar una calle más abajo. Pescadería, frutería, el pan… Hoy no desayuno hasta bien entrada la mañana, pero hasta que llego a casa voy al ritmo que me marcan canciones, rocanrol, y algún que otro anuncio de seguros intercalado en medio. Recojo los restos del zafarrancho mientras me caliento el café. Me siento por fin, con la mente en blanco, y enciendo la radio como el que no quiere la cosa…

WAN!

Cambios de ritmo, gritos y acordes distorsionados. Así arranco, como si soltara el embrague solo a medias, dando gas. Me apetece este ruido, ahora, aquí, con el café ya casi frío, y la pantalla llena de cosas a medio abrir, revisar y cerrar. Al menos hasta que encuentre medio segundo de sentido, y se sincronicen pestañas, notificaciones, avisos, clicks, clicks, clicks… Este descontrol no es consensuado, es personal, solo mío, pero es donde me encuentro cómodo, más a gusto. Uno de los sitios donde soy un poco más feliz (¿se dice así?).

TU!

El o la que reconozca aquí la canción original, tiene mi admiración. Yo, por mi parte, me quedo con esta versión. Pasa como con tantas cosas, el descontrol me permite zapatear a otro ritmo. Cambiar de sentido, darle la vuelta, leer del revés en cada espejo. Quizás es solo espejismo, o simplemente que no me encuentro sin mi otra parte, mi ancla, mi constante. Quizás este pequeño caos me droga, no es más que mi particular ‘botón del pánico’, algo que me quita de en medio mientras llega el cambio de turno. Estoy deseando que llegue la noche…

ZRI!

«Buenas noches!», dice Coque Malla. Yo estoy deseando que llegue. Y que me duren estas ganas de ruido y de zapatear. Hoy tres versiones –tenéis los enlaces a las originales también–, a otro ritmo, sembrando descontrol, batería y distorsión, el ruido que me arranca. Es encender la radio, como el que no quiere la cosa, y… ♫ laaa, la ra la la, la laaa, ♪♬ la ra la la, la láaaa ♫♪…

FOR!

Sigo improvisando. Deseando que llegue la noche, y aún me queda toda la tarde por delante en el trabajo. Benditos auriculares… Perdonad mis desvaríos y mi descontrol. La semana que viene, más. Sed libres.

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Cuento sobre el acoso escolar: Hugo y la receta mágica

El pasado día 2 de mayo se celebró el Día Mundial contra el Acoso Escolar, y con el fin de visibilizar más y mejor el problema y de ayudar a muchas familias, se lanzaron multitud de artículos e iniciativas tanto en los medios de comunicación como en las redes. Hoy os traigo el proyecto de dos amigas, que lanzan el libro “Hugo y la receta mágica”, en la plataforma Verkami. La idea es recaudar fondos para la impresión de los primeros mil ejemplares.

«Hugo y la receta mágica» es un cuento infantil escrito por Valle Pérez a partir de sus propias experiencias y las de su hijo Hugo, víctima de acoso, e ilustrado por Mireia Barberá, y rematado con una guía para padres muy especial. Valle ha plasmado su experiencia en este cuento y en la guía, ayudándose de una «receta mágica» ideada para hacer sentir mejor a su pequeño y superar el problema, junto a técnicas de relajación.

El acoso escolar cada vez está más presente, y aunque los casos más graves aparecen en la adolescencia, también hay acoso escolar en edades tempranas, donde es importante actuar lo antes posible para poder ayudar al niño que la sufre. En el cuento nos muestran la historia de Hugo, un niño pequeño que se ha dado cuenta que alguien en el cole no lo trata bien. Es un cuento muy emotivo, lleno de valentía y de mucho amor, pero sobre todo lleno de apoyo para las criaturas que sufren bullying y sus padres y madres.

Mireia Barberà es la encargada de ilustrar de una forma tierna y genial «Hugo y la receta mágica», haciendo que cada escena sea extraordinaria.

Las aportaciones a la campaña se destinarán a imprimir una tirada de 1.000 ejemplares, la impresión de pegatinas y láminas de las recompensas, y en hacer frente a los gastos de envío. Todos los libros irán dedicados con tu nombre o el de la persona que quieras. Entre las recompensas puedes encontrar pegatinas de vinilo, una lámina para enmarcar de 20×20 con una de las ilustraciones del cuento, un ebook de Pilar Martínez de Maternidad Continuum, un taller de porteo para niños mayores, un taller de coaching de acoso escolar, aparecer en el libro y en la web como mecenas… Puedes informarte y realizar tu aportación en la página del proyecto en Verkami.

No iframes supported

A mí me ha encantado esta iniciativa de Valle, y las ilustraciones de Mireia. Un bonito proyecto en el que todos podemos colaborar y aportar nuestro granito de arena.

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