m’ijo, el fulanito 2011-08-05 19:06:00

Un regalo para los chamaquitos de Uganda…

Hace un par de meses me enteré sobre una empresa social que hace mantitas para bebés. No es cualquier mantita ya que debido a la alta tasa de mortalidad en niños menores de un año en todo el mundo, se les ocurrió hacer una cobija con información básica sobre salud infantil. La idea es que la mamá tenga a la mano dicha información, la recuerde y pueda ayudar a mejorar la calidad de vida del pequeño durante los primeros meses de vida.

Es una idea súper sencilla pero muy útil que ayuda a reducir la mortalidad de los chamaquitos. La misión de esta empresa social es «Proporcionar las mantas a los padres de los recién nacidos en las zonas subdesarrolladas de todo el mundo y reducir la mortalidad infantil»



Hasta ahora se han repartido 600 cobijas en Uganda y el asunto funciona así: se compra una cobija y otra se manda a los niños de este país La cobijita tiene impresa información como :

· Tabla de Vacunas

· Tabla de crecimiento

· Síntomas más importantes cuando el niño se enferme y sobre los cuales hay que poner especial atención como la fiebre o diarrea.

· Temperatura normal en un niño de 0 meses al año de edad.

Sinceramente creo que es una muy buena labor, si podemos hacer un esfuerzo valdría mucho la pena apoyar la labor que realizan para revertir las cifras de mortalidad infantil. Por lo pronto nosotros ya encargamos nuestra mantita para zutanito y enviaran a otro chamaquito la suya.

Les dejo los datos para que revisen la página, le echen un ojo a las fotos y conozcan el trabajo que realizan. A ver si se animan!

Sigue leyendo ->

m’ijo, el fulanito 2011-08-05 19:06:00

Un regalo para los chamaquitos de Uganda…

Hace un par de meses me enteré sobre una empresa social que hace mantitas para bebés. No es cualquier mantita ya que debido a la alta tasa de mortalidad en niños menores de un año en todo el mundo, se les ocurrió hacer una cobija con información básica sobre salud infantil. La idea es que la mamá tenga a la mano dicha información, la recuerde y pueda ayudar a mejorar la calidad de vida del pequeño durante los primeros meses de vida.

Es una idea súper sencilla pero muy útil que ayuda a reducir la mortalidad de los chamaquitos. La misión de esta empresa social es «Proporcionar las mantas a los padres de los recién nacidos en las zonas subdesarrolladas de todo el mundo y reducir la mortalidad infantil»



Hasta ahora se han repartido 600 cobijas en Uganda y el asunto funciona así: se compra una cobija y otra se manda a los niños de este país La cobijita tiene impresa información como :

· Tabla de Vacunas

· Tabla de crecimiento

· Síntomas más importantes cuando el niño se enferme y sobre los cuales hay que poner especial atención como la fiebre o diarrea.

· Temperatura normal en un niño de 0 meses al año de edad.

Sinceramente creo que es una muy buena labor, si podemos hacer un esfuerzo valdría mucho la pena apoyar la labor que realizan para revertir las cifras de mortalidad infantil. Por lo pronto nosotros ya encargamos nuestra mantita para zutanito y enviaran a otro chamaquito la suya.

Les dejo los datos para que revisen la página, le echen un ojo a las fotos y conozcan el trabajo que realizan. A ver si se animan!

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m’ijo, el fulanito 2011-08-05 19:06:00

Un regalo para los chamaquitos de Uganda…

Hace un par de meses me enteré sobre una empresa social que hace mantitas para bebés. No es cualquier mantita ya que debido a la alta tasa de mortalidad en niños menores de un año en todo el mundo, se les ocurrió hacer una cobija con información básica sobre salud infantil. La idea es que la mamá tenga a la mano dicha información, la recuerde y pueda ayudar a mejorar la calidad de vida del pequeño durante los primeros meses de vida.

Es una idea súper sencilla pero muy útil que ayuda a reducir la mortalidad de los chamaquitos. La misión de esta empresa social es «Proporcionar las mantas a los padres de los recién nacidos en las zonas subdesarrolladas de todo el mundo y reducir la mortalidad infantil»



Hasta ahora se han repartido 600 cobijas en Uganda y el asunto funciona así: se compra una cobija y otra se manda a los niños de este país La cobijita tiene impresa información como :

· Tabla de Vacunas

· Tabla de crecimiento

· Síntomas más importantes cuando el niño se enferme y sobre los cuales hay que poner especial atención como la fiebre o diarrea.

· Temperatura normal en un niño de 0 meses al año de edad.

Sinceramente creo que es una muy buena labor, si podemos hacer un esfuerzo valdría mucho la pena apoyar la labor que realizan para revertir las cifras de mortalidad infantil. Por lo pronto nosotros ya encargamos nuestra mantita para zutanito y enviaran a otro chamaquito la suya.

Les dejo los datos para que revisen la página, le echen un ojo a las fotos y conozcan el trabajo que realizan. A ver si se animan!

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m’ijo, el fulanito 2011-08-03 16:48:00

Plastilina hecha en casa

Al fulanito le gusta jugar con la plastilina, digamos que no le encanta del todo la textura pero le fascina hacer muchas bolitas, tenerlas en el vasito y después inventarse cosas como vaciarlas en una pelota con forma de reja y aventarla por el pasillo mientas ve con singular alegría como se van desparramando por todos lados dichas bolitas de plastilina.

Pero como es de suponerse, él no hace las bolitas, las perfecciona. Nos pone a Má o a mí a hacerlas, después les da otra pasada por sus manos y las acomoda en el envase previamente seleccionado. Es muy paciente y siempre espera a que se llene el vasito para después tirarlas, pisarlas, aventarlas o simplemente esconderlas supongo que las guarda para después jugar nuevamente con ellas.

Pero la bronca con la plastilina no toxica que le compramos en el súper es que se seca de volada y aun echándole agua no agarra la misma consistencia y queda toda pegajosa. Cuando el fulanito juega con ella no solo acaba embarrada en todos lados, es seguro que ese envase de plastilina le dure sólo un momentito porque pasa horas sin guardarla y se seca o cada vez tiene menos pelotitas para aventar, cuando eso sucede el fulanito nos pide desesperado “mash” (más)…y pues eso de estar comprando como que no.


Así que de plano encontramos esta receta de plastilina casera que tampoco es tóxica, es barata, podemos hacerla de varios colores, con la consistencia que queramos y si se seca pues sólo le agregamos más agua y ya estuvo.

Les dejo la receta:

INGREDIENTES:

· 3 tazas de harina

· 1/4 de taza de sal

· 1 taza de agua

· 1 cucharada de aceite vegetal

PREPARACIÓN:

· Vaciar todos los ingredientes en un recipiente y amasarlos, después se colocan a fuego lento por unos minutos mientras se mueve la mezcla hasta que se vea homogénea

· Luego dejar enfriar y se añaden 1 o 2 gotitas de de colorante vegetal (se usa para las comidas ) y ya estuvo!

· Para guardarlas se recomienda hacerlas bolita y ponerlas en una bolsa de plástico hasta que las necesites.

· Si la mezcla está muy pegajosa solamente agrega más harina, si está demasiado tiesa agrega más agua.

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m’ijo, el fulanito 2011-08-03 16:48:00

Plastilina hecha en casa

Al fulanito le gusta jugar con la plastilina, digamos que no le encanta del todo la textura pero le fascina hacer muchas bolitas, tenerlas en el vasito y después inventarse cosas como vaciarlas en una pelota con forma de reja y aventarla por el pasillo mientas ve con singular alegría como se van desparramando por todos lados dichas bolitas de plastilina.

Pero como es de suponerse, él no hace las bolitas, las perfecciona. Nos pone a Má o a mí a hacerlas, después les da otra pasada por sus manos y las acomoda en el envase previamente seleccionado. Es muy paciente y siempre espera a que se llene el vasito para después tirarlas, pisarlas, aventarlas o simplemente esconderlas supongo que las guarda para después jugar nuevamente con ellas.

Pero la bronca con la plastilina no toxica que le compramos en el súper es que se seca de volada y aun echándole agua no agarra la misma consistencia y queda toda pegajosa. Cuando el fulanito juega con ella no solo acaba embarrada en todos lados, es seguro que ese envase de plastilina le dure sólo un momentito porque pasa horas sin guardarla y se seca o cada vez tiene menos pelotitas para aventar, cuando eso sucede el fulanito nos pide desesperado “mash” (más)…y pues eso de estar comprando como que no.


Así que de plano encontramos esta receta de plastilina casera que tampoco es tóxica, es barata, podemos hacerla de varios colores, con la consistencia que queramos y si se seca pues sólo le agregamos más agua y ya estuvo.

Les dejo la receta:

INGREDIENTES:

· 3 tazas de harina

· 1/4 de taza de sal

· 1 taza de agua

· 1 cucharada de aceite vegetal

PREPARACIÓN:

· Vaciar todos los ingredientes en un recipiente y amasarlos, después se colocan a fuego lento por unos minutos mientras se mueve la mezcla hasta que se vea homogénea

· Luego dejar enfriar y se añaden 1 o 2 gotitas de de colorante vegetal (se usa para las comidas ) y ya estuvo!

· Para guardarlas se recomienda hacerlas bolita y ponerlas en una bolsa de plástico hasta que las necesites.

· Si la mezcla está muy pegajosa solamente agrega más harina, si está demasiado tiesa agrega más agua.

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m’ijo, el fulanito 2011-08-03 16:48:00

Plastilina hecha en casa

Al fulanito le gusta jugar con la plastilina, digamos que no le encanta del todo la textura pero le fascina hacer muchas bolitas, tenerlas en el vasito y después inventarse cosas como vaciarlas en una pelota con forma de reja y aventarla por el pasillo mientas ve con singular alegría como se van desparramando por todos lados dichas bolitas de plastilina.

Pero como es de suponerse, él no hace las bolitas, las perfecciona. Nos pone a Má o a mí a hacerlas, después les da otra pasada por sus manos y las acomoda en el envase previamente seleccionado. Es muy paciente y siempre espera a que se llene el vasito para después tirarlas, pisarlas, aventarlas o simplemente esconderlas supongo que las guarda para después jugar nuevamente con ellas.

Pero la bronca con la plastilina no toxica que le compramos en el súper es que se seca de volada y aun echándole agua no agarra la misma consistencia y queda toda pegajosa. Cuando el fulanito juega con ella no solo acaba embarrada en todos lados, es seguro que ese envase de plastilina le dure sólo un momentito porque pasa horas sin guardarla y se seca o cada vez tiene menos pelotitas para aventar, cuando eso sucede el fulanito nos pide desesperado “mash” (más)…y pues eso de estar comprando como que no.


Así que de plano encontramos esta receta de plastilina casera que tampoco es tóxica, es barata, podemos hacerla de varios colores, con la consistencia que queramos y si se seca pues sólo le agregamos más agua y ya estuvo.

Les dejo la receta:

INGREDIENTES:

· 3 tazas de harina

· 1/4 de taza de sal

· 1 taza de agua

· 1 cucharada de aceite vegetal

PREPARACIÓN:

· Vaciar todos los ingredientes en un recipiente y amasarlos, después se colocan a fuego lento por unos minutos mientras se mueve la mezcla hasta que se vea homogénea

· Luego dejar enfriar y se añaden 1 o 2 gotitas de de colorante vegetal (se usa para las comidas ) y ya estuvo!

· Para guardarlas se recomienda hacerlas bolita y ponerlas en una bolsa de plástico hasta que las necesites.

· Si la mezcla está muy pegajosa solamente agrega más harina, si está demasiado tiesa agrega más agua.

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¿Y si al final de todo me hiciera homeópata?

Después de varias entradas hablando de homeopatía y expresando todos los argumentos que he podido aglutinar e incluso después de ir a la TV3 a hablar acerca de las terapias alternativas sigue escribiéndome gente, tanto por las redes sociales como por correo para explicarme que a ellos les funciona y que estoy equivocado (a veces estoy incluso muy equivocado).

Es decir, después de explicar todo lo explicado y demostrar que no hay lógica por donde coger a la homeopatía, sigue habiendo gente que cierra los ojos a las evidencias mostradas, algunas científicas y otras que nos hacen recordar la química del instituto, y confirma que, sea como sea, funciona.

Pues bien, como en Catalunya la sanidad está a punto de desmoronarse (después vendrá el resto de España, pero aquí parece ser que hemos querido ser pioneros), pues ya hay hospitales cerrados y EREs en camino en los que aún permanecen abiertos, y dado que parece que el futuro es la privatización de la sanidad y ninguno tenemos el puesto asegurado, he pensado que podría abrir mi propia consulta de algo que domino un poco: ¿y si al final de todo me hiciera homeópata?

En el programa de TV3 al que acudí hace una semana pude escuchar a una homeópata decir que hay cerca de 6.000 homeópatas titulados y trabajando a la luz y otros 6.000 titulados (o no, porque total, da lo mismo), trabajando “en negro” (yo diría que se refería a España).

Algunos de ellos serán personal sanitario y otros no, pero a día de hoy, como la homeopatía no está regulada, puede ejercer quien quiera. Tú te montas una consulta en tu casa (que parezca una consulta, porque si parece tu casa igual queda feo), pones abajo en el portal una placa con tu nombre y “Homeópata” y ya está. A esperar que vayan viniendo.

Yo soy enfermero y podría poner “Enfermero homeópata”, que me distinguiría como alguien que tiene más estudios que muchos de los homeópatas con consulta, sin embargo, como la gente cree que los homeópatas son médicos (no todo el mundo lo piensa, pero muchos sí), casi me iría mejor no poniendo nada.

Mis tarifas

Soy una persona sensata y de igual modo que no me gusta que me estafen no me gusta estafar a los demás. He pensado que podría tener unas tarifas un poco más bajas que el resto de homeópatas, aunque no mucho más, porque podrían pensar que sé poco.

Pensándolo mejor, creo que cobraré un poco más que los demás y así la gente pensará que sé mucho. Lo que haré es, de vez en cuando, regalar alguna visita: “María, hoy no le cobro, que estoy muy contento por cómo le está funcionando la medicación a su hijo y para mí eso es lo primero… venga cuando quiera”. Así me aseguro que volverán y me aseguro también los turrones en Navidad (ya sabéis, la gente para Navidad suele regalar cositas a las personas que les hacen sentir bien).

Medicando, que es gerundio

Todos saldrán con algo: gránulos, glóbulos, pomada… lo que haga falta, pero que sea homeopático, claro. A la gente le encanta sentirse bien tratada y les gusta sentir que te preocupas por ellos y por sus hijos, así que tiene que parecer que me interesa la salud de las personas. Les diré, de vez en cuando: “para esto prefiero de momento no darte nada… vamos a esperar a ver si se le soluciona porque creo que con un poco de suero para los moquitos y un poco más de agua lo arreglaremos” y si la cosa no va bien, pues medicamentos al canto: “mira, creo que está yendo a peor. Casi mejor le damos esta disolución y… no, espera, vamos a por todas, venga, disolución 30 CH… no suelo utilizarla en niños porque me gusta ser más precavido, pero esto no le hará ningún daño y seguro que logramos que su cuerpo responda”.

Pero por si acaso, que vayan al médico

La medicina que todos conocemos y la homeopatía son incompatibles. Repito: son incompatibles.

Muchos homeópatas, para abarcar más radio de acción, se están sumando al carro de “las terapias complementarias”, para decirle a la gente que no tiene por qué elegir entre una y otra cuando puede utilizar las dos.

Sin embargo es un sinsentido, porque la homeopatía trata las enfermedades con las sustancias que provocan los síntomas que uno padece y la medicina convencional lo hace, normalmente, utilizando un contrario.

Si un niño tiene fiebre lo lógico es darle un medicamento que baje la fiebre. La homeopatía, en cambio, ofrece como solución una sustancia que aumenta la temperatura corporal, pero diluida hasta el infinito (y más allá).

No tiene sentido que alguien le de a un niño paracetamol para bajar la fiebre y que acto seguido le dé Belladona, que la provoca. Por eso no entiendo que haya médicos homeópatas o pediatras homeópatas, a menos que estén haciendo la misma reflexión que yo: estás un rato con la gente, les atiendes, les escuchas como nadie lo hace (casi nadie quiere escuchar los problemas de los demás, sino contar los propios), les haces sentir importantes y luego te sacas una pasta por darles caramelitos de azúcar y agua.

Entonces, como yo estoy en el grupo de profesionales que creen que lo que cura de verdad es la medicina convencional y como no me perdonaría que a alguien le sucediera algo por venir a mi consulta, haré lo que hacen algunos homeópatas (traidores de Hahnemann y sus postulados, traidores de la homeopatía), que es permitir que ambas medicinas coexistan.

Si me llama una madre y veo que el niño está chungo, le diré que vaya al pediatra, pero que luego venga a verme para darle algo que le suba las defensas y algo para paliar los efectos secundarios del jarabe que le ha dado el pediatra. Esa visita la cobraré baratita… que no se sienta estafada, que me vea como ese ángel salvador que piensa en los niños y en su bienestar y no en llenarse la cartera.

Y si me vienen a la consulta y veo lo mismo, que la cosa está difícil y que la salud del niño corre riesgo (otitis, laringitis, bronquitis,…), haré lo mismo: “mira, esto puede curarse con homeopatía, pero tardará mucho y el niño lo va a pasar mal… ya sabes que la homeopatía a veces es muy lenta. Te recomiendo que lo lleves al pediatra y te voy a dar algo para complementar ese tratamiento y algo para evitar los efectos secundarios”.

¿Cómo lo veis?

Como veis está todo ya bastante pensado… voy dándole vueltas a ver cómo podría ser la consulta y de qué color tiene que ser la bata, que es importante. De momento ya tengo cinco títulos de Boiron, que es más de lo que tienen muchos homeópatas que ejercen (y eso que me los saqué todos en una mañana). Tres de ellos los habéis podido ver a lo largo de esta entrada.

¿Qué os parece? ¿Me hago homeópata? Total, ya me sé todos los argumentos a favor y en contra, así que estoy preparado para todo, hasta para los escépticos que no creen en la homeopatía y a los que les interesa dejarla mal porque detrás hay unos intereses económicos de las grandes farmacéuticas bestiales… ¿no dicen que el mejor policía es aquel que fue ladrón?

Publicado originalmente en Bebés y más.

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¿Y si al final de todo me hiciera homeópata?

Después de varias entradas hablando de homeopatía y expresando todos los argumentos que he podido aglutinar e incluso después de ir a la TV3 a hablar acerca de las terapias alternativas sigue escribiéndome gente, tanto por las redes sociales como por correo para explicarme que a ellos les funciona y que estoy equivocado (a veces estoy incluso muy equivocado).

Es decir, después de explicar todo lo explicado y demostrar que no hay lógica por donde coger a la homeopatía, sigue habiendo gente que cierra los ojos a las evidencias mostradas, algunas científicas y otras que nos hacen recordar la química del instituto, y confirma que, sea como sea, funciona.

Pues bien, como en Catalunya la sanidad está a punto de desmoronarse (después vendrá el resto de España, pero aquí parece ser que hemos querido ser pioneros), pues ya hay hospitales cerrados y EREs en camino en los que aún permanecen abiertos, y dado que parece que el futuro es la privatización de la sanidad y ninguno tenemos el puesto asegurado, he pensado que podría abrir mi propia consulta de algo que domino un poco: ¿y si al final de todo me hiciera homeópata?

En el programa de TV3 al que acudí hace una semana pude escuchar a una homeópata decir que hay cerca de 6.000 homeópatas titulados y trabajando a la luz y otros 6.000 titulados (o no, porque total, da lo mismo), trabajando “en negro” (yo diría que se refería a España).

Algunos de ellos serán personal sanitario y otros no, pero a día de hoy, como la homeopatía no está regulada, puede ejercer quien quiera. Tú te montas una consulta en tu casa (que parezca una consulta, porque si parece tu casa igual queda feo), pones abajo en el portal una placa con tu nombre y “Homeópata” y ya está. A esperar que vayan viniendo.

Yo soy enfermero y podría poner “Enfermero homeópata”, que me distinguiría como alguien que tiene más estudios que muchos de los homeópatas con consulta, sin embargo, como la gente cree que los homeópatas son médicos (no todo el mundo lo piensa, pero muchos sí), casi me iría mejor no poniendo nada.

Mis tarifas

Soy una persona sensata y de igual modo que no me gusta que me estafen no me gusta estafar a los demás. He pensado que podría tener unas tarifas un poco más bajas que el resto de homeópatas, aunque no mucho más, porque podrían pensar que sé poco.

Pensándolo mejor, creo que cobraré un poco más que los demás y así la gente pensará que sé mucho. Lo que haré es, de vez en cuando, regalar alguna visita: “María, hoy no le cobro, que estoy muy contento por cómo le está funcionando la medicación a su hijo y para mí eso es lo primero… venga cuando quiera”. Así me aseguro que volverán y me aseguro también los turrones en Navidad (ya sabéis, la gente para Navidad suele regalar cositas a las personas que les hacen sentir bien).

Medicando, que es gerundio

Todos saldrán con algo: gránulos, glóbulos, pomada… lo que haga falta, pero que sea homeopático, claro. A la gente le encanta sentirse bien tratada y les gusta sentir que te preocupas por ellos y por sus hijos, así que tiene que parecer que me interesa la salud de las personas. Les diré, de vez en cuando: “para esto prefiero de momento no darte nada… vamos a esperar a ver si se le soluciona porque creo que con un poco de suero para los moquitos y un poco más de agua lo arreglaremos” y si la cosa no va bien, pues medicamentos al canto: “mira, creo que está yendo a peor. Casi mejor le damos esta disolución y… no, espera, vamos a por todas, venga, disolución 30 CH… no suelo utilizarla en niños porque me gusta ser más precavido, pero esto no le hará ningún daño y seguro que logramos que su cuerpo responda”.

Pero por si acaso, que vayan al médico

La medicina que todos conocemos y la homeopatía son incompatibles. Repito: son incompatibles.

Muchos homeópatas, para abarcar más radio de acción, se están sumando al carro de “las terapias complementarias”, para decirle a la gente que no tiene por qué elegir entre una y otra cuando puede utilizar las dos.

Sin embargo es un sinsentido, porque la homeopatía trata las enfermedades con las sustancias que provocan los síntomas que uno padece y la medicina convencional lo hace, normalmente, utilizando un contrario.

Si un niño tiene fiebre lo lógico es darle un medicamento que baje la fiebre. La homeopatía, en cambio, ofrece como solución una sustancia que aumenta la temperatura corporal, pero diluida hasta el infinito (y más allá).

No tiene sentido que alguien le de a un niño paracetamol para bajar la fiebre y que acto seguido le dé Belladona, que la provoca. Por eso no entiendo que haya médicos homeópatas o pediatras homeópatas, a menos que estén haciendo la misma reflexión que yo: estás un rato con la gente, les atiendes, les escuchas como nadie lo hace (casi nadie quiere escuchar los problemas de los demás, sino contar los propios), les haces sentir importantes y luego te sacas una pasta por darles caramelitos de azúcar y agua.

Entonces, como yo estoy en el grupo de profesionales que creen que lo que cura de verdad es la medicina convencional y como no me perdonaría que a alguien le sucediera algo por venir a mi consulta, haré lo que hacen algunos homeópatas (traidores de Hahnemann y sus postulados, traidores de la homeopatía), que es permitir que ambas medicinas coexistan.

Si me llama una madre y veo que el niño está chungo, le diré que vaya al pediatra, pero que luego venga a verme para darle algo que le suba las defensas y algo para paliar los efectos secundarios del jarabe que le ha dado el pediatra. Esa visita la cobraré baratita… que no se sienta estafada, que me vea como ese ángel salvador que piensa en los niños y en su bienestar y no en llenarse la cartera.

Y si me vienen a la consulta y veo lo mismo, que la cosa está difícil y que la salud del niño corre riesgo (otitis, laringitis, bronquitis,…), haré lo mismo: “mira, esto puede curarse con homeopatía, pero tardará mucho y el niño lo va a pasar mal… ya sabes que la homeopatía a veces es muy lenta. Te recomiendo que lo lleves al pediatra y te voy a dar algo para complementar ese tratamiento y algo para evitar los efectos secundarios”.

¿Cómo lo veis?

Como veis está todo ya bastante pensado… voy dándole vueltas a ver cómo podría ser la consulta y de qué color tiene que ser la bata, que es importante. De momento ya tengo cinco títulos de Boiron, que es más de lo que tienen muchos homeópatas que ejercen (y eso que me los saqué todos en una mañana). Tres de ellos los habéis podido ver a lo largo de esta entrada.

¿Qué os parece? ¿Me hago homeópata? Total, ya me sé todos los argumentos a favor y en contra, así que estoy preparado para todo, hasta para los escépticos que no creen en la homeopatía y a los que les interesa dejarla mal porque detrás hay unos intereses económicos de las grandes farmacéuticas bestiales… ¿no dicen que el mejor policía es aquel que fue ladrón?

Publicado originalmente en Bebés y más.

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La familia crece

Por fin llegó el día. Ana Isabel me despertaba de madrugada con la sugerente frase: “ha llegado la hora” Y así fue, nos preparamos rápidamente, avisé a los abuelos y cogí a Sara para meterla en el coche – Papá, ¿es de noche? – preguntaba la pequeña – sí, cariño, duerme un poquito más. Ya en el coche, Sara nos volvía a preguntar – ¿dónde vamos? – y entonces entonamos la cantinela que habíamos practicado los meses anteriores: ¡Que vieeene Cristina! ¡Que vieeene Cristina! Todo fue muy rápido: parto natural, sin epidural y a las 3:45 de la noche llegó Cristina, chiquitita, con 2.660 kg, apenas 2 horas después de haberme despertado.


La familia crece, la familia cambia. Empezamos una nueva etapa, una nueva familia de cuatro, nuevos proyectos y nuevas ilusiones; también nuevos miedos, nuevas dudas: ¿cogerá bien el pecho? ¿engordará y crecerá rápido? ¿le prestaremos la misma atención que tuvo Sara? ¿y el mismo cariño? ¿tendrá Sara celos del bebé?


Cristina nació el 4 de mayo. Han pasado ya más de dos meses y crece sana y feliz; dos meses también que llevamos sin escribir en el blog, pero volvemos de nuevo para contar nuestros cambios, nuestras alegrías y todo lo que vamos aprendiendo de los niños con nuestra nueva maestra.

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La familia crece

Por fin llegó el día. Ana Isabel me despertaba de madrugada con la sugerente frase: “ha llegado la hora” Y así fue, nos preparamos rápidamente, avisé a los abuelos y cogí a Sara para meterla en el coche – Papá, ¿es de noche? – preguntaba la pequeña – sí, cariño, duerme un poquito más. Ya en el coche, Sara nos volvía a preguntar – ¿dónde vamos? – y entonces entonamos la cantinela que habíamos practicado los meses anteriores: ¡Que vieeene Cristina! ¡Que vieeene Cristina! Todo fue muy rápido: parto natural, sin epidural y a las 3:45 de la noche llegó Cristina, chiquitita, con 2.660 kg, apenas 2 horas después de haberme despertado.


La familia crece, la familia cambia. Empezamos una nueva etapa, una nueva familia de cuatro, nuevos proyectos y nuevas ilusiones; también nuevos miedos, nuevas dudas: ¿cogerá bien el pecho? ¿engordará y crecerá rápido? ¿le prestaremos la misma atención que tuvo Sara? ¿y el mismo cariño? ¿tendrá Sara celos del bebé?


Cristina nació el 4 de mayo. Han pasado ya más de dos meses y crece sana y feliz; dos meses también que llevamos sin escribir en el blog, pero volvemos de nuevo para contar nuestros cambios, nuestras alegrías y todo lo que vamos aprendiendo de los niños con nuestra nueva maestra.

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m’ijo, el fulanito 2011-07-26 20:12:00

De dar vueltas al bailongo…

Al fulanito le ha gustado bailar desde siempre, desde que estaba en la panza de Má. Una vez de plano la susodicha nos censuró…íbamos los dos bailando muy a gusto en el carro mientras escuchábamos Van Halen, pero de plano Má quitó la canción porque el fulanito andaba brincoteando harto en la panza y creo que eso no le resultó muy cómodo.

Desde chiquitito la música le gusta al chamaco, desde que estaba en la panza ha escuchado de todo tipo, ya que nació le poníamos música tranquila para dormir y relajarlo antes del baño. La mayoría de las veces, al escuchar lo que le poníamos el fulanito movía piernas y brazos cuando aun o podía enderezarse, después comenzó a hacer un movimiento de cadera medio chistosito cuando ya se sentaba o si la canción le encantaba se sacudía todo.

Más adelante comenzó a coordinar mejor y pudo mover la cabeza, o los brazos o las piernas. Pero lo mero bueno llegó cuando el chamaco comenzó a pararse y en su brincolin giraba como loco sin miedo alguno a marearse, se impulsaba con tal fuerza que al final solo levantaba los pies y echaba la cabeza para atrás viendo como todo se movía a su alrededor al compás de la música. Ya que pudo sostenerse el chamaco se inventó su propia forma de “perreo” y movía la cadera de adelante hacia atrás con movimientos chiquitos y rápidos, eso sí, sin soltarse ya fuera de la mesa o una silla o sillón. Cuando el chamaco pudo caminar, la técnica de las vueltas se hizo presente de nuevo pero esta vez fue más selectivo con la música y el mariachi se convirtió en su preferido, nomás lo escuchaba y se ponía a brincar y a dar vueltas por toda la habitación y si se nos ocurría quitarla uff! Cuidado!

Justamente aprovechando el gusto por este tipo de música que también le gusta a su abuela materna, el fulanito aprendió a bailar de “cachetito” así que el ritual siempre era el mismo: llegaba a casa de los abuelos, pedía la música, corría hacia su abuela para sacarla a bailar, la abuela lo cargaba y extendía la mano mientras el fulanito le sostenía el dedo y se le repegaba al cachete, así podían estar horas a pesar de que la abuela se cansara.

Después el fulanito comenzó a bailar casi con cualquier cosa que escuchaba en la tele, música de las novelas, de película, comerciales y demás programas, con todo se emocionaba, daba vueltas e incluso zapateaba. El problema era cuando la canción terminaba…el drama se hacía presente porque no teníamos como repetirla y había que esperar a que otro ritmo llamara su atención.

Ahora el chamaco baila moviendo o la cabeza, o los pies, o gira dependiendo del ritmo y como lo siente, tiene un chorro de pasos para presumir, pero eso sí, el decide la música que quiere bailar, el lugar y la hora así sean las 7 de la mañana o las 9 de la noche. El fulanito corre hacia donde tenemos el CD, lo prende, le sube el volumen a todo lo que da y se pone a dar vueltas ya sea alrededor de la mesa, o se avienta contra el sillón si la música está de plano muy pesada o me pida la mano mientras gira a mi alrededor.

Ahora, los fines de semana le ha dado por poner la música, buscar una canción lenta y pedirme que lo cargue mientas me abraza y se recarga en mi hombro y yo me muevo de un lado a otro, es como una variación de lo que en su momento definí lo que era bailar con Má: abrazarnos y dar vueltas… Incluso a veces estamos los tres abrazados dando vueltas bien temprano mientras el fulanito cierra los ojitos y disfruta el momento junto a nosotros…re-bonito…

Ha sido rico ver como mi chamaco ha ido perfeccionando sus técnicas de baile, se ha vuelto más selectivo y siento que cada vez disfruta más el moverse al ritmo de la música mientras comparte el momento con la gente que lo quiere.

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m’ijo, el fulanito 2011-07-26 20:12:00

De dar vueltas al bailongo…

Al fulanito le ha gustado bailar desde siempre, desde que estaba en la panza de Má. Una vez de plano la susodicha nos censuró…íbamos los dos bailando muy a gusto en el carro mientras escuchábamos Van Halen, pero de plano Má quitó la canción porque el fulanito andaba brincoteando harto en la panza y creo que eso no le resultó muy cómodo.

Desde chiquitito la música le gusta al chamaco, desde que estaba en la panza ha escuchado de todo tipo, ya que nació le poníamos música tranquila para dormir y relajarlo antes del baño. La mayoría de las veces, al escuchar lo que le poníamos el fulanito movía piernas y brazos cuando aun o podía enderezarse, después comenzó a hacer un movimiento de cadera medio chistosito cuando ya se sentaba o si la canción le encantaba se sacudía todo.

Más adelante comenzó a coordinar mejor y pudo mover la cabeza, o los brazos o las piernas. Pero lo mero bueno llegó cuando el chamaco comenzó a pararse y en su brincolin giraba como loco sin miedo alguno a marearse, se impulsaba con tal fuerza que al final solo levantaba los pies y echaba la cabeza para atrás viendo como todo se movía a su alrededor al compás de la música. Ya que pudo sostenerse el chamaco se inventó su propia forma de “perreo” y movía la cadera de adelante hacia atrás con movimientos chiquitos y rápidos, eso sí, sin soltarse ya fuera de la mesa o una silla o sillón. Cuando el chamaco pudo caminar, la técnica de las vueltas se hizo presente de nuevo pero esta vez fue más selectivo con la música y el mariachi se convirtió en su preferido, nomás lo escuchaba y se ponía a brincar y a dar vueltas por toda la habitación y si se nos ocurría quitarla uff! Cuidado!

Justamente aprovechando el gusto por este tipo de música que también le gusta a su abuela materna, el fulanito aprendió a bailar de “cachetito” así que el ritual siempre era el mismo: llegaba a casa de los abuelos, pedía la música, corría hacia su abuela para sacarla a bailar, la abuela lo cargaba y extendía la mano mientras el fulanito le sostenía el dedo y se le repegaba al cachete, así podían estar horas a pesar de que la abuela se cansara.

Después el fulanito comenzó a bailar casi con cualquier cosa que escuchaba en la tele, música de las novelas, de película, comerciales y demás programas, con todo se emocionaba, daba vueltas e incluso zapateaba. El problema era cuando la canción terminaba…el drama se hacía presente porque no teníamos como repetirla y había que esperar a que otro ritmo llamara su atención.

Ahora el chamaco baila moviendo o la cabeza, o los pies, o gira dependiendo del ritmo y como lo siente, tiene un chorro de pasos para presumir, pero eso sí, el decide la música que quiere bailar, el lugar y la hora así sean las 7 de la mañana o las 9 de la noche. El fulanito corre hacia donde tenemos el CD, lo prende, le sube el volumen a todo lo que da y se pone a dar vueltas ya sea alrededor de la mesa, o se avienta contra el sillón si la música está de plano muy pesada o me pida la mano mientras gira a mi alrededor.

Ahora, los fines de semana le ha dado por poner la música, buscar una canción lenta y pedirme que lo cargue mientas me abraza y se recarga en mi hombro y yo me muevo de un lado a otro, es como una variación de lo que en su momento definí lo que era bailar con Má: abrazarnos y dar vueltas… Incluso a veces estamos los tres abrazados dando vueltas bien temprano mientras el fulanito cierra los ojitos y disfruta el momento junto a nosotros…re-bonito…

Ha sido rico ver como mi chamaco ha ido perfeccionando sus técnicas de baile, se ha vuelto más selectivo y siento que cada vez disfruta más el moverse al ritmo de la música mientras comparte el momento con la gente que lo quiere.

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El Comeniños

Sí, señor, el comeniños. Mamá le ha comprado a Nico una baraja de cartas de animales, de esas de emparejar, un poco anticuada, y nos hemos encontrado con delicias como las siguientes: El león y el cazador que le mata. El toro con banderillas y el torero que le mata. Los perros de circo y […]

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m’ijo, el fulanito 2011-07-21 22:22:00


Los terribles “casi” dos años

El fulanito lleva dos días en ser el terror en casa. Se ha vuelto súper inquieto, escala todo y después nos grita para que veamos que está en el respaldo del sillón recargado de la ventana, tira todo, no hace caso y quiere que a toda hora se haga su santa voluntad, sin duda cree que puede hacer lo que se le dé la gana. Creo que estamos entrando a los terribles dos años aunque aun no los cumpla.

Ahora sí tenemos harto para pensar que ya entramos en esa etapa porque el fulanito anda de un chipil-necio-retador que nomás nos dan ganas de ponernos a llorar con él. Y por más que Má y yo hemos leído sobre el tema y en todos lados dicen que tenemos que entender que no se porta mal porque quiere hacerlo sino que actúa según sus impulsos los cuales tiene que aprender a controlar, entendemos que la practica no es lo mismo que la teoría y de verdad creo que es un reto a nuestra paciencia.

Supongo que los terribles dos años es la edad más temida por los papás porque no sabemos cómo reaccionar ante sus impulsos o berrinches o pataletas, es decir, a su frustración por no hacer lo que se le antoja a placer. Aquí encontré algunos consejos, igual que con todo algunas cosas se podrán aplicar si es que están viviendo lo mismo que nosotros y va de acuerdo a la forma en la cual están educando a su chamaco.

-Marcar límites. Todos los niños necesitan seguir una serie de reglas para sentirse seguros. No puedes permitir que haga lo que se le antoje en algunos casos por seguridad. Antes de ir al parque por ejemplo explícale 3 o 4 normas sencillas que deberá cumplir: no pegar a otros niños, no colarse en la fila del tobogán, no quitar ningún juguete y no separarse mucho de sus papá por ejemplo

Nunca olvides llevar al parque alguno de sus juguetes preferidos, así habrá menos opciones de que quiera los de los demás. (Aunque ya se sabe cómo son los niños, siempre quieren lo que ellos no tienen.) y podrá ayudarte mucho si es que hace berrinche o de plano quiere correr en dirección contraria a la que tú estás

Intenta ponerte en su lugar cuando le veas enfadado o descontento porque no ha logrado lo que quería. Si le ves llorar porque no se ha podido subir al columpio, consuélale y busca una alternativa. El tratar de ponerte en su lugar podrá hacer más fácil el entender por lo que está pasando y también ayudarte a encontrar la mejor solución en ese momento.

Nunca le grites ni le castigues o le hagas lo mismo que él ha hecho (empujarle, quitarle un juguete suyo…). A pesar de los progresos que tu pequeño ha hecho desde que nació, no debes olvidar que aún es un bebé y, por lo tanto, necesita aprender a comportarse correctamente.

Si a pesar de todo comienza con uno de sus berrinches y no hay forma de calmarlo, vuelve a casa o sal de ese lugar con él hasta que se tranquilice.

Supongo que mientras vayamos viviendo esta etapa con el fulanito podremos irles contando cómo nos va, porque no todo es malo, el fulanito es un chamaco lindo, bien cariñoso y pasamos muy buenos ratos con nuestros rounds de cariño.

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m’ijo, el fulanito 2011-07-21 22:22:00


Los terribles “casi” dos años

El fulanito lleva dos días en ser el terror en casa. Se ha vuelto súper inquieto, escala todo y después nos grita para que veamos que está en el respaldo del sillón recargado de la ventana, tira todo, no hace caso y quiere que a toda hora se haga su santa voluntad, sin duda cree que puede hacer lo que se le dé la gana. Creo que estamos entrando a los terribles dos años aunque aun no los cumpla.

Ahora sí tenemos harto para pensar que ya entramos en esa etapa porque el fulanito anda de un chipil-necio-retador que nomás nos dan ganas de ponernos a llorar con él. Y por más que Má y yo hemos leído sobre el tema y en todos lados dicen que tenemos que entender que no se porta mal porque quiere hacerlo sino que actúa según sus impulsos los cuales tiene que aprender a controlar, entendemos que la practica no es lo mismo que la teoría y de verdad creo que es un reto a nuestra paciencia.

Supongo que los terribles dos años es la edad más temida por los papás porque no sabemos cómo reaccionar ante sus impulsos o berrinches o pataletas, es decir, a su frustración por no hacer lo que se le antoja a placer. Aquí encontré algunos consejos, igual que con todo algunas cosas se podrán aplicar si es que están viviendo lo mismo que nosotros y va de acuerdo a la forma en la cual están educando a su chamaco.

-Marcar límites. Todos los niños necesitan seguir una serie de reglas para sentirse seguros. No puedes permitir que haga lo que se le antoje en algunos casos por seguridad. Antes de ir al parque por ejemplo explícale 3 o 4 normas sencillas que deberá cumplir: no pegar a otros niños, no colarse en la fila del tobogán, no quitar ningún juguete y no separarse mucho de sus papá por ejemplo

Nunca olvides llevar al parque alguno de sus juguetes preferidos, así habrá menos opciones de que quiera los de los demás. (Aunque ya se sabe cómo son los niños, siempre quieren lo que ellos no tienen.) y podrá ayudarte mucho si es que hace berrinche o de plano quiere correr en dirección contraria a la que tú estás

Intenta ponerte en su lugar cuando le veas enfadado o descontento porque no ha logrado lo que quería. Si le ves llorar porque no se ha podido subir al columpio, consuélale y busca una alternativa. El tratar de ponerte en su lugar podrá hacer más fácil el entender por lo que está pasando y también ayudarte a encontrar la mejor solución en ese momento.

Nunca le grites ni le castigues o le hagas lo mismo que él ha hecho (empujarle, quitarle un juguete suyo…). A pesar de los progresos que tu pequeño ha hecho desde que nació, no debes olvidar que aún es un bebé y, por lo tanto, necesita aprender a comportarse correctamente.

Si a pesar de todo comienza con uno de sus berrinches y no hay forma de calmarlo, vuelve a casa o sal de ese lugar con él hasta que se tranquilice.

Supongo que mientras vayamos viviendo esta etapa con el fulanito podremos irles contando cómo nos va, porque no todo es malo, el fulanito es un chamaco lindo, bien cariñoso y pasamos muy buenos ratos con nuestros rounds de cariño.

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m’ijo, el fulanito 2011-07-21 22:22:00


Los terribles “casi” dos años

El fulanito lleva dos días en ser el terror en casa. Se ha vuelto súper inquieto, escala todo y después nos grita para que veamos que está en el respaldo del sillón recargado de la ventana, tira todo, no hace caso y quiere que a toda hora se haga su santa voluntad, sin duda cree que puede hacer lo que se le dé la gana. Creo que estamos entrando a los terribles dos años aunque aun no los cumpla.

Ahora sí tenemos harto para pensar que ya entramos en esa etapa porque el fulanito anda de un chipil-necio-retador que nomás nos dan ganas de ponernos a llorar con él. Y por más que Má y yo hemos leído sobre el tema y en todos lados dicen que tenemos que entender que no se porta mal porque quiere hacerlo sino que actúa según sus impulsos los cuales tiene que aprender a controlar, entendemos que la practica no es lo mismo que la teoría y de verdad creo que es un reto a nuestra paciencia.

Supongo que los terribles dos años es la edad más temida por los papás porque no sabemos cómo reaccionar ante sus impulsos o berrinches o pataletas, es decir, a su frustración por no hacer lo que se le antoja a placer. Aquí encontré algunos consejos, igual que con todo algunas cosas se podrán aplicar si es que están viviendo lo mismo que nosotros y va de acuerdo a la forma en la cual están educando a su chamaco.

-Marcar límites. Todos los niños necesitan seguir una serie de reglas para sentirse seguros. No puedes permitir que haga lo que se le antoje en algunos casos por seguridad. Antes de ir al parque por ejemplo explícale 3 o 4 normas sencillas que deberá cumplir: no pegar a otros niños, no colarse en la fila del tobogán, no quitar ningún juguete y no separarse mucho de sus papá por ejemplo

Nunca olvides llevar al parque alguno de sus juguetes preferidos, así habrá menos opciones de que quiera los de los demás. (Aunque ya se sabe cómo son los niños, siempre quieren lo que ellos no tienen.) y podrá ayudarte mucho si es que hace berrinche o de plano quiere correr en dirección contraria a la que tú estás

Intenta ponerte en su lugar cuando le veas enfadado o descontento porque no ha logrado lo que quería. Si le ves llorar porque no se ha podido subir al columpio, consuélale y busca una alternativa. El tratar de ponerte en su lugar podrá hacer más fácil el entender por lo que está pasando y también ayudarte a encontrar la mejor solución en ese momento.

Nunca le grites ni le castigues o le hagas lo mismo que él ha hecho (empujarle, quitarle un juguete suyo…). A pesar de los progresos que tu pequeño ha hecho desde que nació, no debes olvidar que aún es un bebé y, por lo tanto, necesita aprender a comportarse correctamente.

Si a pesar de todo comienza con uno de sus berrinches y no hay forma de calmarlo, vuelve a casa o sal de ese lugar con él hasta que se tranquilice.

Supongo que mientras vayamos viviendo esta etapa con el fulanito podremos irles contando cómo nos va, porque no todo es malo, el fulanito es un chamaco lindo, bien cariñoso y pasamos muy buenos ratos con nuestros rounds de cariño.

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Debatiendo en "Banda Ampla" acerca de las Terapias Naturales

Hace poco más de una semana tuve la oportunidad de ir al programa de debate Banda Ampla de TV3. Es un programa de debate pensado para el ciudadano en el que tanto pueden hablar profesionales y personas expertas en una materia como los mismos ciudadanos.

Ese día se hablaba de las terapias naturales y de su posible regulación o no. Yo fui en calidad de invitado para hablar un poco de dichas terapias, de la sanidad actual y entre otras cosas para tratar de decir cosas acerca de la homeopatía.

Si lo queréis ver: Banda Ampla – Teràpies Alternatives

PD: Aviso que está en catalán.

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Debatiendo en "Banda Ampla" acerca de las Terapias Naturales

Hace poco más de una semana tuve la oportunidad de ir al programa de debate Banda Ampla de TV3. Es un programa de debate pensado para el ciudadano en el que tanto pueden hablar profesionales y personas expertas en una materia como los mismos ciudadanos.

Ese día se hablaba de las terapias naturales y de su posible regulación o no. Yo fui en calidad de invitado para hablar un poco de dichas terapias, de la sanidad actual y entre otras cosas para tratar de decir cosas acerca de la homeopatía.

Si lo queréis ver: Banda Ampla – Teràpies Alternatives

PD: Aviso que está en catalán.

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m’ijo, el fulanito 2011-07-14 20:04:00

Silla para auto con ¿caducidad?

Ahora con la llegada de zutanito@ comenzaremos de nuevo con todo este relajo para elegir algunas cosas que son indispensables, como la sillita del auto.

Ayer leí en el Publimetro que las sillas de auto para bebé tienen caducidad, y eso me causó mucha curiosidad porque nunca lo consideré, y aunque creo que la palabra caducidad está mal empleada ya que una silla no se echa a perder con el tiempo, si es segurísimo que ya no sirva tras un accidente.

Lo que me llamó la atención del articulo es que la silla de auto se debe elegir en función del peso del niño y no de su edad es en este sentido en el cual se “caduca” el producto ya que las sillas sirven hasta cierto peso, después ya no serán lo suficientemente seguras para llevar al chamaco en el auto. Casi siempre se indica la edad en los manuales pero como los niños difieren de peso, la edad es lo que debe de servir de orientación y el peso es lo que debe de dar la base de uso para todos los demás productos.

C

omo ya lo hemos comentado, si queremos seguridad es mejor comprar una silla nueva para nuestro chamaco ya que no sabemos cómo se han utilizado, o si han estado implicadas en un accidente, o no vienen con instrucciones o falta alguna pieza de la silla. De esta manera no podremos garantizar la seguridad que requerimos para viajar con nuestros niños y al final, las ventajas económicas no compensan los riesgos para la seguridad. Por todo esto lo más seguro es comprar una silla nueva donde le puedan asesorar sobre el uso correcto además de garantizar la calidad.

Estudios realizados demuestran que el 80%[1] de los propietarios de vehículos con niños pequeños instala la silla de auto incorrectamente. Esto se debe, por ejemplo, a errores en la fijación o en la colocación en el sentido equivocado. Es importante exigir siempre al comprar una silla que le asesoren sobre la instalación y elección de la adecuada al peso y talla del chamaco.

Los tipos de sillas que hay son los siguientes:


SILLAS DE AUTO GUPO 0+: de 0 a 13 kg hasta aprox. 12 meses

El grupo 0+ es para bebes recién nacidos hasta que tienen trece kilos (aproximadamente 12 meses) siempre estas sillas deben colocarse en sentido contrario a la marcha y para mayor comodidad y seguridad algunas tienen la opción de utilizarse en combinación de una base que facilita su instalación. La mayoría de las sillas de este grupo se adaptan a la carriola lo cual es muy cómodo porque se puede trasladar al chamaco de la carriola al automóvil en un solo movimiento y sin molestarlo. Si el viaje es más de dos horas es recomendable hacer paradas de descanso para que no sufra la columna. Algunas sillas de este grupo se pueden utilizar hasta que el bebe alcanza los 18 kilos de peso por lo cual son más rentables aunque no permiten adaptarse a la carriola.


SILLAS DE AUTO GUPO I: de 9 a 18 kg hasta aprox. 3,5 años

Abarcan bebes a partir de que alcanzan los 9 Kg de peso hasta los 18 Kg (aproximadamente tres años y medio) aunque en el grupo anterior el bebe puede estar hasta los 13 Kg se le suele cambiar antes a esta silla porque ya le permite ir en sentido de la marcha en contacto visual con los padres y en general al chamaco le gusta observar todo lo que le rodea.



SILLAS DE AUTO GUPO II/III: de 15 a 36 kg hasta aprox. 12 años

Este es el último grupo de silla, lo fundamental de este grupo es la protección en la zona cervical que es la parte más vulnerable en caso de colisión además que permite que, aunque se quede dormido, mantenga la columna recta. A la hora de elegir la silla asegúrate de que cumpla con estos requisitos incluso te recomendamos que tu chamaco la pruebe para asegurarte de que se adapte bien.



Nosotros recomendamos ahorrar y comprar un solo producto, por ello comenzaremos a buscar sillita que pueda ser utilizada hasta que el zutanit@ tenga, si no los 12 años al menos si que aguante un poco menos.

Hemos buscado por internet y encontramos que todas las sillas de la marca The First Years son para niños desde 5 hasta 57 libras en algunas y 100 en otras, es decir de 2.26 kg a hasta 29.5 kg en algunas y 45 kg en otras (lo que pesaba Má antes del embarazo!) Por lo que solo realizaremos una compra que durará mucho tiempo evitando que la silla de nuestro zutanit@ “caduque”…cosa que no pasó con el fulanito a quien también le tendremos que comprar una silla nueva…



[1] Fuente: The Automobile Association

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m’ijo, el fulanito 2011-07-14 20:04:00

Silla para auto con ¿caducidad?

Ahora con la llegada de zutanito@ comenzaremos de nuevo con todo este relajo para elegir algunas cosas que son indispensables, como la sillita del auto.

Ayer leí en el Publimetro que las sillas de auto para bebé tienen caducidad, y eso me causó mucha curiosidad porque nunca lo consideré, y aunque creo que la palabra caducidad está mal empleada ya que una silla no se echa a perder con el tiempo, si es segurísimo que ya no sirva tras un accidente.

Lo que me llamó la atención del articulo es que la silla de auto se debe elegir en función del peso del niño y no de su edad es en este sentido en el cual se “caduca” el producto ya que las sillas sirven hasta cierto peso, después ya no serán lo suficientemente seguras para llevar al chamaco en el auto. Casi siempre se indica la edad en los manuales pero como los niños difieren de peso, la edad es lo que debe de servir de orientación y el peso es lo que debe de dar la base de uso para todos los demás productos.

C

omo ya lo hemos comentado, si queremos seguridad es mejor comprar una silla nueva para nuestro chamaco ya que no sabemos cómo se han utilizado, o si han estado implicadas en un accidente, o no vienen con instrucciones o falta alguna pieza de la silla. De esta manera no podremos garantizar la seguridad que requerimos para viajar con nuestros niños y al final, las ventajas económicas no compensan los riesgos para la seguridad. Por todo esto lo más seguro es comprar una silla nueva donde le puedan asesorar sobre el uso correcto además de garantizar la calidad.

Estudios realizados demuestran que el 80%[1] de los propietarios de vehículos con niños pequeños instala la silla de auto incorrectamente. Esto se debe, por ejemplo, a errores en la fijación o en la colocación en el sentido equivocado. Es importante exigir siempre al comprar una silla que le asesoren sobre la instalación y elección de la adecuada al peso y talla del chamaco.

Los tipos de sillas que hay son los siguientes:


SILLAS DE AUTO GUPO 0+: de 0 a 13 kg hasta aprox. 12 meses

El grupo 0+ es para bebes recién nacidos hasta que tienen trece kilos (aproximadamente 12 meses) siempre estas sillas deben colocarse en sentido contrario a la marcha y para mayor comodidad y seguridad algunas tienen la opción de utilizarse en combinación de una base que facilita su instalación. La mayoría de las sillas de este grupo se adaptan a la carriola lo cual es muy cómodo porque se puede trasladar al chamaco de la carriola al automóvil en un solo movimiento y sin molestarlo. Si el viaje es más de dos horas es recomendable hacer paradas de descanso para que no sufra la columna. Algunas sillas de este grupo se pueden utilizar hasta que el bebe alcanza los 18 kilos de peso por lo cual son más rentables aunque no permiten adaptarse a la carriola.


SILLAS DE AUTO GUPO I: de 9 a 18 kg hasta aprox. 3,5 años

Abarcan bebes a partir de que alcanzan los 9 Kg de peso hasta los 18 Kg (aproximadamente tres años y medio) aunque en el grupo anterior el bebe puede estar hasta los 13 Kg se le suele cambiar antes a esta silla porque ya le permite ir en sentido de la marcha en contacto visual con los padres y en general al chamaco le gusta observar todo lo que le rodea.



SILLAS DE AUTO GUPO II/III: de 15 a 36 kg hasta aprox. 12 años

Este es el último grupo de silla, lo fundamental de este grupo es la protección en la zona cervical que es la parte más vulnerable en caso de colisión además que permite que, aunque se quede dormido, mantenga la columna recta. A la hora de elegir la silla asegúrate de que cumpla con estos requisitos incluso te recomendamos que tu chamaco la pruebe para asegurarte de que se adapte bien.



Nosotros recomendamos ahorrar y comprar un solo producto, por ello comenzaremos a buscar sillita que pueda ser utilizada hasta que el zutanit@ tenga, si no los 12 años al menos si que aguante un poco menos.

Hemos buscado por internet y encontramos que todas las sillas de la marca The First Years son para niños desde 5 hasta 57 libras en algunas y 100 en otras, es decir de 2.26 kg a hasta 29.5 kg en algunas y 45 kg en otras (lo que pesaba Má antes del embarazo!) Por lo que solo realizaremos una compra que durará mucho tiempo evitando que la silla de nuestro zutanit@ “caduque”…cosa que no pasó con el fulanito a quien también le tendremos que comprar una silla nueva…



[1] Fuente: The Automobile Association

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m’ijo, el fulanito 2011-07-14 20:04:00

Silla para auto con ¿caducidad?

Ahora con la llegada de zutanito@ comenzaremos de nuevo con todo este relajo para elegir algunas cosas que son indispensables, como la sillita del auto.

Ayer leí en el Publimetro que las sillas de auto para bebé tienen caducidad, y eso me causó mucha curiosidad porque nunca lo consideré, y aunque creo que la palabra caducidad está mal empleada ya que una silla no se echa a perder con el tiempo, si es segurísimo que ya no sirva tras un accidente.

Lo que me llamó la atención del articulo es que la silla de auto se debe elegir en función del peso del niño y no de su edad es en este sentido en el cual se “caduca” el producto ya que las sillas sirven hasta cierto peso, después ya no serán lo suficientemente seguras para llevar al chamaco en el auto. Casi siempre se indica la edad en los manuales pero como los niños difieren de peso, la edad es lo que debe de servir de orientación y el peso es lo que debe de dar la base de uso para todos los demás productos.

C

omo ya lo hemos comentado, si queremos seguridad es mejor comprar una silla nueva para nuestro chamaco ya que no sabemos cómo se han utilizado, o si han estado implicadas en un accidente, o no vienen con instrucciones o falta alguna pieza de la silla. De esta manera no podremos garantizar la seguridad que requerimos para viajar con nuestros niños y al final, las ventajas económicas no compensan los riesgos para la seguridad. Por todo esto lo más seguro es comprar una silla nueva donde le puedan asesorar sobre el uso correcto además de garantizar la calidad.

Estudios realizados demuestran que el 80%[1] de los propietarios de vehículos con niños pequeños instala la silla de auto incorrectamente. Esto se debe, por ejemplo, a errores en la fijación o en la colocación en el sentido equivocado. Es importante exigir siempre al comprar una silla que le asesoren sobre la instalación y elección de la adecuada al peso y talla del chamaco.

Los tipos de sillas que hay son los siguientes:


SILLAS DE AUTO GUPO 0+: de 0 a 13 kg hasta aprox. 12 meses

El grupo 0+ es para bebes recién nacidos hasta que tienen trece kilos (aproximadamente 12 meses) siempre estas sillas deben colocarse en sentido contrario a la marcha y para mayor comodidad y seguridad algunas tienen la opción de utilizarse en combinación de una base que facilita su instalación. La mayoría de las sillas de este grupo se adaptan a la carriola lo cual es muy cómodo porque se puede trasladar al chamaco de la carriola al automóvil en un solo movimiento y sin molestarlo. Si el viaje es más de dos horas es recomendable hacer paradas de descanso para que no sufra la columna. Algunas sillas de este grupo se pueden utilizar hasta que el bebe alcanza los 18 kilos de peso por lo cual son más rentables aunque no permiten adaptarse a la carriola.


SILLAS DE AUTO GUPO I: de 9 a 18 kg hasta aprox. 3,5 años

Abarcan bebes a partir de que alcanzan los 9 Kg de peso hasta los 18 Kg (aproximadamente tres años y medio) aunque en el grupo anterior el bebe puede estar hasta los 13 Kg se le suele cambiar antes a esta silla porque ya le permite ir en sentido de la marcha en contacto visual con los padres y en general al chamaco le gusta observar todo lo que le rodea.



SILLAS DE AUTO GUPO II/III: de 15 a 36 kg hasta aprox. 12 años

Este es el último grupo de silla, lo fundamental de este grupo es la protección en la zona cervical que es la parte más vulnerable en caso de colisión además que permite que, aunque se quede dormido, mantenga la columna recta. A la hora de elegir la silla asegúrate de que cumpla con estos requisitos incluso te recomendamos que tu chamaco la pruebe para asegurarte de que se adapte bien.



Nosotros recomendamos ahorrar y comprar un solo producto, por ello comenzaremos a buscar sillita que pueda ser utilizada hasta que el zutanit@ tenga, si no los 12 años al menos si que aguante un poco menos.

Hemos buscado por internet y encontramos que todas las sillas de la marca The First Years son para niños desde 5 hasta 57 libras en algunas y 100 en otras, es decir de 2.26 kg a hasta 29.5 kg en algunas y 45 kg en otras (lo que pesaba Má antes del embarazo!) Por lo que solo realizaremos una compra que durará mucho tiempo evitando que la silla de nuestro zutanit@ “caduque”…cosa que no pasó con el fulanito a quien también le tendremos que comprar una silla nueva…



[1] Fuente: The Automobile Association

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Homeopatía para bebés, ¿estamos seguros?

Después de tres días de hablar de todo lo relacionado con la homeopatía para bebés y, de hecho, con la homeopatía en general, hoy quiero dar una vuelta más a la tuerca con un vídeo para mostrar que las diluciones homeopáticas acaban siendo agua y nada más que agua.

Seguro que más de uno habéis oído hablar de esos “taraos” que un día decidieron realizar un suicidio homeopático, tomándose no sé cuántas bolitas y preparados sin notar efecto alguno. Pues bien, yo he querido jugar con lo mismo pero no con un preparado homeopático comprado, sino con uno que hice yo mismo.

Como escribí esta entrada para Bebés y más y el objetivo es siempre hablar de bebés hasta los seis años o de las madres y padres, pensé en darle el preparado a uno de mis hijos, pero enseguida me arrepentí. Sólo le iba a dar agua del grifo, que es lo queda cuando diluyes algo hasta la saciedad, pero no me pareció ético preparar un “veneno” homeopático y mostrar al mundo entero cómo se lo bebe uno de mis hijos, que no tiene ni idea de qué va el tema. Así que para evitar tener que dar explicaciones a nadie decidí que me lo bebería yo mismo.

En el vídeo está todo más o menos explicado, pero hago un resumen:

Compré un veneno para cucarachas, hormigas y otros insectos y lo fui diluyendo hasta llegar a la concentración 20 CH, que me bebí. Luego seguí hasta 30 CH, que según los homeópatas hace más efecto en el cuerpo, y me la bebí también. No me pasó nada, lógicamente, porque un preparado a partir de 12 CH es sólo agua. Agua y nada más.

Dirán los que defienden la homeopatía que si lo que me tomé provoca inconsciencia, dolor abdominal, problemas respiratorios, diarreas y vómitos tomándolo sin diluir, diluido hasta 30 CH debería ser algo así como un tratamiento para síntomas como el dolor abdominal, problemas respiratorios, diarreas y vómitos. Pero, ¿cómo me va a tratar algo que es sólo agua? ¿Cómo es posible que algo que no hace ningún efecto cure? Pues de ningún modo, porque el agua no cura.

Si creyéramos que lo que preparé es un remedio homeopático realmente para todo lo comentado deberíamos creer cosas tan absurdas como que a una persona con ardor de estómago le tenemos que dar algo que produzca aún más ardor, pero diluido, que a un niño con una bronquitis de caballo con una saturación de oxígeno baja, en vez de darle a respirar oxígeno, le tenemos que dar a respirar un poquito de dióxido de carbono (o alguna sustancia que provoque problemas respiratorios diluida), que hay que tomar café diluido para dormir (bueno, esto es cierto, existe la coffea como remedio homeopático) o que si nuestro hijo es alérgico a algo y por alguna razón entra en contacto con el alérgeno y hace una reacción bestial, en la que su cuerpo está liberando histamina a mansalva, hay que darle histamina (aunque ahora que lo pienso esto también es cierto, existe la histamina como remedio homeopático para los alérgicos).

No quiero imaginar la cara que se les pondría a los del servicio de Urgencias de un hospital si ante una reacción de ese tipo voy y saco el kit de rescate para alérgicos. Ellos preparando antihistamínicos, corticoides o adrenalina, si es una reacción severa, y yo sacando mi tubito de Histaminum 30 CH:

La homeopatía es mentira. Ya dije el primer día que el primer apenado era yo, porque una medicina sin efectos secundarios era una maravilla. El problema es que tampoco tiene efectos primarios más allá del placebo, como vimos en las anteriores entradas, donde cientos de estudios bien hechos no han sido capaces de demostrar ningún efecto.

Foto: Boiron

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Homeopatía para bebés, ¿estamos seguros?

Después de tres días de hablar de todo lo relacionado con la homeopatía para bebés y, de hecho, con la homeopatía en general, hoy quiero dar una vuelta más a la tuerca con un vídeo para mostrar que las diluciones homeopáticas acaban siendo agua y nada más que agua.

Seguro que más de uno habéis oído hablar de esos “taraos” que un día decidieron realizar un suicidio homeopático, tomándose no sé cuántas bolitas y preparados sin notar efecto alguno. Pues bien, yo he querido jugar con lo mismo pero no con un preparado homeopático comprado, sino con uno que hice yo mismo.

Como escribí esta entrada para Bebés y más y el objetivo es siempre hablar de bebés hasta los seis años o de las madres y padres, pensé en darle el preparado a uno de mis hijos, pero enseguida me arrepentí. Sólo le iba a dar agua del grifo, que es lo queda cuando diluyes algo hasta la saciedad, pero no me pareció ético preparar un “veneno” homeopático y mostrar al mundo entero cómo se lo bebe uno de mis hijos, que no tiene ni idea de qué va el tema. Así que para evitar tener que dar explicaciones a nadie decidí que me lo bebería yo mismo.

En el vídeo está todo más o menos explicado, pero hago un resumen:

Compré un veneno para cucarachas, hormigas y otros insectos y lo fui diluyendo hasta llegar a la concentración 20 CH, que me bebí. Luego seguí hasta 30 CH, que según los homeópatas hace más efecto en el cuerpo, y me la bebí también. No me pasó nada, lógicamente, porque un preparado a partir de 12 CH es sólo agua. Agua y nada más.

Dirán los que defienden la homeopatía que si lo que me tomé provoca inconsciencia, dolor abdominal, problemas respiratorios, diarreas y vómitos tomándolo sin diluir, diluido hasta 30 CH debería ser algo así como un tratamiento para síntomas como el dolor abdominal, problemas respiratorios, diarreas y vómitos. Pero, ¿cómo me va a tratar algo que es sólo agua? ¿Cómo es posible que algo que no hace ningún efecto cure? Pues de ningún modo, porque el agua no cura.

Si creyéramos que lo que preparé es un remedio homeopático realmente para todo lo comentado deberíamos creer cosas tan absurdas como que a una persona con ardor de estómago le tenemos que dar algo que produzca aún más ardor, pero diluido, que a un niño con una bronquitis de caballo con una saturación de oxígeno baja, en vez de darle a respirar oxígeno, le tenemos que dar a respirar un poquito de dióxido de carbono (o alguna sustancia que provoque problemas respiratorios diluida), que hay que tomar café diluido para dormir (bueno, esto es cierto, existe la coffea como remedio homeopático) o que si nuestro hijo es alérgico a algo y por alguna razón entra en contacto con el alérgeno y hace una reacción bestial, en la que su cuerpo está liberando histamina a mansalva, hay que darle histamina (aunque ahora que lo pienso esto también es cierto, existe la histamina como remedio homeopático para los alérgicos).

No quiero imaginar la cara que se les pondría a los del servicio de Urgencias de un hospital si ante una reacción de ese tipo voy y saco el kit de rescate para alérgicos. Ellos preparando antihistamínicos, corticoides o adrenalina, si es una reacción severa, y yo sacando mi tubito de Histaminum 30 CH:

La homeopatía es mentira. Ya dije el primer día que el primer apenado era yo, porque una medicina sin efectos secundarios era una maravilla. El problema es que tampoco tiene efectos primarios más allá del placebo, como vimos en las anteriores entradas, donde cientos de estudios bien hechos no han sido capaces de demostrar ningún efecto.

Foto: Boiron

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Homeopatía: por qué no funciona incluso cuando “a mi me funciona” (II)

Tras una entrada en la que explicamos los principios de la homeopatía para saber qué es y qué no es ayer iniciamos el tema de la homeopatía y el efecto placebo, que es lo mismo que decir que no hace nada, mostrando los estudios científicos relacionados.

Hoy, siguiendo con este tema, vamos a hablar un poco más del efecto placebo y de bebés y niños, porque aunque parezca mentira, ellos también “sufren” el efecto placebo. Por eso debemos decir que la homeopatía no funciona incluso cuando la gente explica que “a mi hijo le funciona”.

La homeopatía podría funcionar más allá del placebo

Algunos estudios sugieren que la homeopatía funciona más allá del placebo y en algunos casos es cierto que se produce esta diferencia. La explicación no es otra que la atención recibida por parte del homeópata.

Dice la teoría que un buen homeópata debe conocer a la persona, sus costumbres, sus necesidades, su manera de ver la vida, de vivir la salud y vivir la enfermedad, etc. Vamos, que antes de dar un remedio tiene que conocer a la persona en diversos ámbitos de la vida, cosa que equivale a hablar poco y escuchar mucho.

Acostumbrados como estamos a que los médicos nos escuchen 30 segundos, nos diagnostiquen en dos minutos y nos receten algo en los 3 minutos que quedan de consulta, ir a la consulta de un homeópata debe ser una gozada. Te pregunta cosas de tu vida, te escucha, te habla tranquilamente, te transmite paz y buenas vibraciones y encima, al final, te da algo que prepara especialmente para ti.

Es normal entonces que dicho remedio actúe mejor que un placebo entregado en mano sin atención ni escucha activa de los padecimientos y problemas de cada persona.

Pero los niños también mejoran

Muchas madres explican que sus hijos han mejorado desde que están tomando homeopatía. Puede ser, no digo que no, pero esa mejoría no puede deberse a la homeopatía (porque no hace nada, repito), como puede verse en esta revisión sistemática de estudios relacionados en la que se analizaron 91 estudios con homeopatía en niños de 0 a 19 años, cuya conclusión dice que “La evidencia de los estudios clínicos rigurosos relacionados con el tratamiento o la prevención de enfermedades en la infancia y la adolescencia con homeopatía no es lo suficientemente convincente como para recomendarla en ningún supuesto”.

El efecto placebo existe también en los niños
, aunque parezca mentira. Sabiendo que el efecto placebo se basa en la autosugestión de una persona, que cree que con algo que está tomando se va a curar, los niños parecen ser capaces también de sugestionarse pensando que se van a curar.

Creo que todos como padres hemos curado heridas y dolores con agua, soplando o incluso cantando una canción o recitando un “cura, sana, cura, sana, si no te curas hoy te curarás mañana”. No les hacemos nada, es absurdo, pero los niños “se curan”.

Con esto quiero decir que sí, son sugestionables como los adultos y no sólo eso, sino que ellos lo son más que los adultos (a mí el “cura, sana” no me cura nada). Por eso a veces les decimos “bebe un poco de agua y te encontrarás mejor” y se lo creen o “tómate este jarabe que te encontrarás mejor”, siendo quizás cierto si es jarabe de verdad y encontrándose mejor igualmente si es homeopatía.

Este efecto es tan conocido en los niños que hasta se han inventado unas pastillas falsas para niños, cuyo nombre es Obecalp (Placebo al revés), que no son más que caramelitos de fresa, muy útiles cuando dicen que están malitos o les duele algo y les queremos curar con nada.

Por otra parte las enfermedades agudas, tarde o temprano, sufren lo que se conoce como regresión a la media, que es lo que sucede cuando algo está en un lugar casi extremo. Estadísticamente, cuando algo va muy mal, muy mal, lo más probable es que poco a poco vaya a mejor, porque a peor es difícil que vaya. De igual modo, cuando algo va muy bien, muy bien, lo más lógico es que en algún momento la cosa vaya a peor, porque a mejor es difícil que vaya.

Por eso se suele decir que “después de la tormenta llega la calma” o que “no llueve eternamente”. Cuando un niño o un adulto está enfermo y se encuentra mal (hablo de enfermedades leves) lo más lógico es que vaya a mejor, ya tome homeopatía, ya tome medicina convencional. Esto sucede casi siempre porque la mayoría de enfermedades de los niños son más o menos banales… vamos, que con poca cosa o con nada, se curan (como la gripe o los resfriados, que si tomas homeopatía se curan en una semana y si no tomas nada se curan en 7 días).

Concluyendo

No hay estudio científico serio que demuestre que la homeopatía funciona y la lógica dice que lo más absurdo del asunto es que se lleguen a hacer estudios al respecto. Si la homeopatía no es más que un soluto diluido hasta la saciedad, quedando sólo agua, ¿qué sentido tiene hacer estudios sabiendo que los resultados serán negativos?

La homeopatía no hace ningún bien más allá del placebo y si se toma como medicamento alternativo, sumado al de verdad, pues tampoco hace ningún mal. Ahora bien, si unos padres deciden tratar a su hijo sólo con homeopatía el riesgo es mayor. Será un riesgo bajo si se trata de dolencias leves, pero muy alto si las enfermedades son más graves o si son crónicas.

Por favor, si te importa la salud de tus hijos, nunca les des homeopatía. Si además te importa tu bolsillo, no compres homeopatía, que es más cara que la medicina convencional y también responde a los intereses económicos de unos laboratorios que, además de ganar mucho dinero, venden algo que no hace nada (hasta yo podría empezar a producir medicamentos homeopáticos: son seguros, no tienen efectos secundarios – bueno, ni primarios -, el gasto de producción es mínimo y los beneficios increíbles).

Foto: Fotomontaje realizado con fotos de Torsten Mangner y distillated en Flickr

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Homeopatía: por qué no funciona incluso cuando “a mi me funciona” (II)

Tras una entrada en la que explicamos los principios de la homeopatía para saber qué es y qué no es ayer iniciamos el tema de la homeopatía y el efecto placebo, que es lo mismo que decir que no hace nada, mostrando los estudios científicos relacionados.

Hoy, siguiendo con este tema, vamos a hablar un poco más del efecto placebo y de bebés y niños, porque aunque parezca mentira, ellos también “sufren” el efecto placebo. Por eso debemos decir que la homeopatía no funciona incluso cuando la gente explica que “a mi hijo le funciona”.

La homeopatía podría funcionar más allá del placebo

Algunos estudios sugieren que la homeopatía funciona más allá del placebo y en algunos casos es cierto que se produce esta diferencia. La explicación no es otra que la atención recibida por parte del homeópata.

Dice la teoría que un buen homeópata debe conocer a la persona, sus costumbres, sus necesidades, su manera de ver la vida, de vivir la salud y vivir la enfermedad, etc. Vamos, que antes de dar un remedio tiene que conocer a la persona en diversos ámbitos de la vida, cosa que equivale a hablar poco y escuchar mucho.

Acostumbrados como estamos a que los médicos nos escuchen 30 segundos, nos diagnostiquen en dos minutos y nos receten algo en los 3 minutos que quedan de consulta, ir a la consulta de un homeópata debe ser una gozada. Te pregunta cosas de tu vida, te escucha, te habla tranquilamente, te transmite paz y buenas vibraciones y encima, al final, te da algo que prepara especialmente para ti.

Es normal entonces que dicho remedio actúe mejor que un placebo entregado en mano sin atención ni escucha activa de los padecimientos y problemas de cada persona.

Pero los niños también mejoran

Muchas madres explican que sus hijos han mejorado desde que están tomando homeopatía. Puede ser, no digo que no, pero esa mejoría no puede deberse a la homeopatía (porque no hace nada, repito), como puede verse en esta revisión sistemática de estudios relacionados en la que se analizaron 91 estudios con homeopatía en niños de 0 a 19 años, cuya conclusión dice que “La evidencia de los estudios clínicos rigurosos relacionados con el tratamiento o la prevención de enfermedades en la infancia y la adolescencia con homeopatía no es lo suficientemente convincente como para recomendarla en ningún supuesto”.

El efecto placebo existe también en los niños
, aunque parezca mentira. Sabiendo que el efecto placebo se basa en la autosugestión de una persona, que cree que con algo que está tomando se va a curar, los niños parecen ser capaces también de sugestionarse pensando que se van a curar.

Creo que todos como padres hemos curado heridas y dolores con agua, soplando o incluso cantando una canción o recitando un “cura, sana, cura, sana, si no te curas hoy te curarás mañana”. No les hacemos nada, es absurdo, pero los niños “se curan”.

Con esto quiero decir que sí, son sugestionables como los adultos y no sólo eso, sino que ellos lo son más que los adultos (a mí el “cura, sana” no me cura nada). Por eso a veces les decimos “bebe un poco de agua y te encontrarás mejor” y se lo creen o “tómate este jarabe que te encontrarás mejor”, siendo quizás cierto si es jarabe de verdad y encontrándose mejor igualmente si es homeopatía.

Este efecto es tan conocido en los niños que hasta se han inventado unas pastillas falsas para niños, cuyo nombre es Obecalp (Placebo al revés), que no son más que caramelitos de fresa, muy útiles cuando dicen que están malitos o les duele algo y les queremos curar con nada.

Por otra parte las enfermedades agudas, tarde o temprano, sufren lo que se conoce como regresión a la media, que es lo que sucede cuando algo está en un lugar casi extremo. Estadísticamente, cuando algo va muy mal, muy mal, lo más probable es que poco a poco vaya a mejor, porque a peor es difícil que vaya. De igual modo, cuando algo va muy bien, muy bien, lo más lógico es que en algún momento la cosa vaya a peor, porque a mejor es difícil que vaya.

Por eso se suele decir que “después de la tormenta llega la calma” o que “no llueve eternamente”. Cuando un niño o un adulto está enfermo y se encuentra mal (hablo de enfermedades leves) lo más lógico es que vaya a mejor, ya tome homeopatía, ya tome medicina convencional. Esto sucede casi siempre porque la mayoría de enfermedades de los niños son más o menos banales… vamos, que con poca cosa o con nada, se curan (como la gripe o los resfriados, que si tomas homeopatía se curan en una semana y si no tomas nada se curan en 7 días).

Concluyendo

No hay estudio científico serio que demuestre que la homeopatía funciona y la lógica dice que lo más absurdo del asunto es que se lleguen a hacer estudios al respecto. Si la homeopatía no es más que un soluto diluido hasta la saciedad, quedando sólo agua, ¿qué sentido tiene hacer estudios sabiendo que los resultados serán negativos?

La homeopatía no hace ningún bien más allá del placebo y si se toma como medicamento alternativo, sumado al de verdad, pues tampoco hace ningún mal. Ahora bien, si unos padres deciden tratar a su hijo sólo con homeopatía el riesgo es mayor. Será un riesgo bajo si se trata de dolencias leves, pero muy alto si las enfermedades son más graves o si son crónicas.

Por favor, si te importa la salud de tus hijos, nunca les des homeopatía. Si además te importa tu bolsillo, no compres homeopatía, que es más cara que la medicina convencional y también responde a los intereses económicos de unos laboratorios que, además de ganar mucho dinero, venden algo que no hace nada (hasta yo podría empezar a producir medicamentos homeopáticos: son seguros, no tienen efectos secundarios – bueno, ni primarios -, el gasto de producción es mínimo y los beneficios increíbles).

Foto: Fotomontaje realizado con fotos de Torsten Mangner y distillated en Flickr

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Homeopatía: por qué no funciona incluso cuando “a mi me funciona” (I)

Tras explicar en una entrada nada breve (lo siento, las cosas importantes requieren algo de extensión) cómo funciona la homeopatía y en qué se basa, tras ver cómo se crean los remedios homeopáticos y por qué es imposible que funcionen (los remedios homeopáticos más “potentes” son agua, como la del grifo o la embotellada) hoy vamos a explicar cómo puede ser que a pesar de saber esto la gente diga que “a mí me funciona” porque a mi hijo se le curaron las otitis, o los resfriados, o dejó de tener bronquitis o vete tú a saber qué.

A continuación lo explico todo, pero para el que no tenga muchas ganas de leer: funciona porque la homeopatía trabaja como un placebo.

Qué es un placebo

El efecto placebo es el fenómeno que sucede cuando un paciente recibe una sustancia inocua (sustancia sin efectos relacionados con el tratamiento de síntomas o enfermedades) como tratamiento, mejorando sus síntomas.

Esto sucede porque las personas somos capaces de autosugestionarnos, llegando a mejorar por el simple hecho de estar tomando algo que creemos que va a curarnos (evidentemente hay enfermedades con las que no funciona… si no se curaría todo con placebos).

Nadie duda de la existencia del efecto placebo y se sabe que si se compararan a cien personas enfermas a las que no se les da ningún tratamiento con cien personas con la misma enfermedad a las que se les da un placebo, las del segundo grupo mejoran con respecto a las del primero.

Como nadie duda de la existencia del efecto placebo, cuando alguien quiere saber si un medicamento real o una sustancia tiene algún efecto no puede hacer un estudio entre personas que toman el medicamento y personas que no lo toman, porque siempre logrará buenos resultados, sino que tiene que hacer un estudio comparando personas que toman la sustancia a estudiar y personas que toman un placebo, para ver si el efecto positivo de la medicación tiene efecto más allá del efecto placebo.

En caso de que un medicamento no funcione significativamente mejor que el placebo se considera ineficaz e inadecuado para tratar la enfermedad y entonces no puede salir al mercado.

¿Qué dicen los estudios científicos de la homeopatía?

Estudios sobre homeopatía hay muchos, muchísimos, básicamente porque la gracia de una nueva manera de hacer medicina es que haya evidencia científica que diga que funciona. Si no, cualquiera se puede poner a inventar medicinas (yo podría inventar la “armandoterapia”) y decir que con eso curas cualquier cosa.

El problema de los estudios es que los hay bien hechos y los hay mal hechos (sin tener en cuenta variables que pueden influir en el resultado), como sucedió con el conocidísimo estudio de Benveniste, publicado en la revista Nature en 1988 en el que se observó que el agua tenía memoria y que a pesar de estar extremadamente diluida afectaba a ciertas células con las que entraba en contacto.

La prestigiosa revista Nature lo publicó diciendo en un rinconcito que tenía sus reservas y que trataría de dilucidar si los datos se podían volver a producir. Dos meses después, cuidando todas las variables posibles, los resultados demostraron que la memoria del agua no existía. Lo que sucedió en el primer estudio fue que los investigadores sabían qué muestras habían sido tratadas con agua normal y cuáles con el agua que debería tener memoria. No es que hubiera mala intención (digo yo…), sino que estaban condicionados por la ilusión o las ganas de obtener resultados favorables y las muestras celulares que habían estado en contacto con el agua “milagrosa” se comportaban, a ojos de los investigadores, de otra manera.

Para conocer el resto de estudios y poder valorarlos sin miedo a que haya errores en la planificación o ejecución de los mismos es buena idea buscar las revisiones realizadas por la Cochrane Collaboration, que analiza los estudios sobre un tema sin tener en cuenta aquellos que no están bien realizados.

Veamos qué dicen dichas revisiones acerca de la homeopatía:

O sea, que no hay evidencia ninguna

Exacto, no hay ninguna evidencia de que funcione y ni siquiera es porque no haya sido estudiado, sino que nadie hasta la fecha ha podido demostrar que la homeopatía funciona mejor que un placebo. Algo totalmente lógico, si tenemos en cuenta que en resumidas cuentas es agua y punto (como mucho agua con azúcar, si la añaden).

Continuará

Mañana seguimos con esta entrada y nos centramos más en el efecto de la homeopatía en niños. O mejor dicho, en el efecto placebo en los niños, porque la homeopatía, efecto, ninguno.

Más información: Qué es la homeopatía (pruebas científicas)
Foto: Fotomontaje realizado con fotos de Upsilon Andromedae y distillated en Flickr

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Homeopatía: por qué no funciona incluso cuando “a mi me funciona” (I)

Tras explicar en una entrada nada breve (lo siento, las cosas importantes requieren algo de extensión) cómo funciona la homeopatía y en qué se basa, tras ver cómo se crean los remedios homeopáticos y por qué es imposible que funcionen (los remedios homeopáticos más “potentes” son agua, como la del grifo o la embotellada) hoy vamos a explicar cómo puede ser que a pesar de saber esto la gente diga que “a mí me funciona” porque a mi hijo se le curaron las otitis, o los resfriados, o dejó de tener bronquitis o vete tú a saber qué.

A continuación lo explico todo, pero para el que no tenga muchas ganas de leer: funciona porque la homeopatía trabaja como un placebo.

Qué es un placebo

El efecto placebo es el fenómeno que sucede cuando un paciente recibe una sustancia inocua (sustancia sin efectos relacionados con el tratamiento de síntomas o enfermedades) como tratamiento, mejorando sus síntomas.

Esto sucede porque las personas somos capaces de autosugestionarnos, llegando a mejorar por el simple hecho de estar tomando algo que creemos que va a curarnos (evidentemente hay enfermedades con las que no funciona… si no se curaría todo con placebos).

Nadie duda de la existencia del efecto placebo y se sabe que si se compararan a cien personas enfermas a las que no se les da ningún tratamiento con cien personas con la misma enfermedad a las que se les da un placebo, las del segundo grupo mejoran con respecto a las del primero.

Como nadie duda de la existencia del efecto placebo, cuando alguien quiere saber si un medicamento real o una sustancia tiene algún efecto no puede hacer un estudio entre personas que toman el medicamento y personas que no lo toman, porque siempre logrará buenos resultados, sino que tiene que hacer un estudio comparando personas que toman la sustancia a estudiar y personas que toman un placebo, para ver si el efecto positivo de la medicación tiene efecto más allá del efecto placebo.

En caso de que un medicamento no funcione significativamente mejor que el placebo se considera ineficaz e inadecuado para tratar la enfermedad y entonces no puede salir al mercado.

¿Qué dicen los estudios científicos de la homeopatía?

Estudios sobre homeopatía hay muchos, muchísimos, básicamente porque la gracia de una nueva manera de hacer medicina es que haya evidencia científica que diga que funciona. Si no, cualquiera se puede poner a inventar medicinas (yo podría inventar la “armandoterapia”) y decir que con eso curas cualquier cosa.

El problema de los estudios es que los hay bien hechos y los hay mal hechos (sin tener en cuenta variables que pueden influir en el resultado), como sucedió con el conocidísimo estudio de Benveniste, publicado en la revista Nature en 1988 en el que se observó que el agua tenía memoria y que a pesar de estar extremadamente diluida afectaba a ciertas células con las que entraba en contacto.

La prestigiosa revista Nature lo publicó diciendo en un rinconcito que tenía sus reservas y que trataría de dilucidar si los datos se podían volver a producir. Dos meses después, cuidando todas las variables posibles, los resultados demostraron que la memoria del agua no existía. Lo que sucedió en el primer estudio fue que los investigadores sabían qué muestras habían sido tratadas con agua normal y cuáles con el agua que debería tener memoria. No es que hubiera mala intención (digo yo…), sino que estaban condicionados por la ilusión o las ganas de obtener resultados favorables y las muestras celulares que habían estado en contacto con el agua “milagrosa” se comportaban, a ojos de los investigadores, de otra manera.

Para conocer el resto de estudios y poder valorarlos sin miedo a que haya errores en la planificación o ejecución de los mismos es buena idea buscar las revisiones realizadas por la Cochrane Collaboration, que analiza los estudios sobre un tema sin tener en cuenta aquellos que no están bien realizados.

Veamos qué dicen dichas revisiones acerca de la homeopatía:

O sea, que no hay evidencia ninguna

Exacto, no hay ninguna evidencia de que funcione y ni siquiera es porque no haya sido estudiado, sino que nadie hasta la fecha ha podido demostrar que la homeopatía funciona mejor que un placebo. Algo totalmente lógico, si tenemos en cuenta que en resumidas cuentas es agua y punto (como mucho agua con azúcar, si la añaden).

Continuará

Mañana seguimos con esta entrada y nos centramos más en el efecto de la homeopatía en niños. O mejor dicho, en el efecto placebo en los niños, porque la homeopatía, efecto, ninguno.

Más información: Qué es la homeopatía (pruebas científicas)
Foto: Fotomontaje realizado con fotos de Upsilon Andromedae y distillated en Flickr

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Por qué la homeopatía no funciona con bebés, con niños ni con adultos

Llevo varios días hablando de homeopatía en Bebés y más y como creo que es un tema interesante e importante me lo traigo aquí al blog:

Hace cosa de un año vinieron al Centro de Atención Primaria en el que trabajo como enfermero un representante de los laboratorios Boiron, líder en fabricación de medicamentos homeopáticos, y una pediatra de atención primaria que nos explicó que llevaba un tiempo trabajando con homeopatía, diciendo nombres rarísimos con dosificaciones imposibles de memorizar y contándonos cómo gracias a la homeopatía una niña con múltiples bronquitis había dejado de padecerlas y otros casos que nos dejaron bastante perplejos.

El hecho de que una pediatra utilizara homeopatía nos hizo pensar que podía ser una buena opción, aunque confieso que era desconcertante saber que la homeopatía no tiene ningún efecto secundario y que un bebé o un niño podría tomarse un preparado entero sin intoxicarse. Desconcertante porque como profesionales sanitarios no lográbamos entender que algo curara sin ser tóxico si se tomaba en exceso y porque nos preguntábamos cómo es posible que una sustancia cure y no tenga efectos secundarios y que la medicina tradicional, llena de química, no adopte dicha sustancia o trabaje en base a los mismos sistemas de curación.

Pues bien, meses después quise conocer las respuestas a estas preguntas y después de investigar un poco y de buscar estudios científicos que apoyen a la homeopatía o que demuestren que funciona más allá del efecto placebo he llegado por fin a una conclusión que me apena: la homeopatía no funciona con los niños ni con los adultos y, de hecho, no funcionará jamás.

Me apena

Lo confieso, pese a las dudas salí de aquella sesión relativamente ilusionado con la homeopatía. Imaginad un montón de medicamentos sin efectos secundarios que curan un montón de cosas y que además parecen no tener detrás a las grandes compañías farmacéuticas que tantas cosas raras han hecho para obtener cuantiosos beneficios. Imaginad el bien que puede hacer algo así para la salud de todas las personas.

Suena precioso, fabuloso. Pero es mentira. Cuando fui deshojando la margarita me quedé con un tallo chuchurrío que ni era bonito ni olía bien. Por eso me apenó saber la verdad, por eso me apené, porque la homeopatía no tiene más efecto que el de un placebo y no podrá utilizarse para curar a nadie, porque detrás hay otras multinacionales farmacéuticas que siguen otros intereses y, lo que es peor, la gente que la está utilizando con patologías graves está jugando seriamente con su salud, más todavía si el hecho de tomar estos remedios supone dejar de tomar los que se indican desde la medicina alopática (“paso de darle inhaladores a mi hijo con bronquitis… le daré homeopatía”).

Qué no es la homeopatía

Muchas personas creen que la homeopatía es una medicina alternativa que se basa en el poder curativo de los extractos de las plantas o las hierbas. De hecho se asocia mucho homeopatía con herboristería, quizás porque allí se pueden conseguir algunos remedios homeopáticos, haciendo que realmente la gente crea que está tomando infusiones de plantas o cosas similares.

La realidad es diferente, porque la ciencia que estudia las hierbas y las plantas para tratar o prevenir enfermedades no es la homeopatía, sino la fitoterapia, que en muchas ocasiones sí tiene efectos verdaderos y sí puede provocar efectos secundarios, porque de hecho muchos de los tratamientos de la medicina convencional proceden de principios activos que se hallan en las plantas.

Qué es la homeopatía

Una vez hemos dejado de lado las plantas y las hierbas es necesario definir entonces qué es la homeopatía.

La homeopatía fue inventada por Christian Friedrich Samuel Hahnemann (1775-1843), quien tras dejar la medicina en 1794, cansado porque decía que la medicina causaba más sufrimiento que beneficio al paciente, decidió utilizar nuevas técnicas para tratar a los enfermos.

Hahnemann explicó que para curar una enfermedad había que centrarse en los síntomas y dijo que para tratar un síntoma era necesario buscar una sustancia que lo provocara y dársela al paciente en cantidades diminutas para activar al cuerpo y promover la resolución del síntoma y en consecuencia de la enfermedad (una vez se han tratado todos los síntomas).

Como a menos dosis de una sustancia los efectos secundarios de la misma eran menores, Hahnemann postuló que a menor cantidad de una sustancia, más rápida sería la curación (menos síntomas padecería el paciente).

Entonces, recapitulando, la homeopatía se basa en la utilización de una sustancia, que se conoce como “tintura madre”, diluida en agua. Cuanto más diluida esté, al ser menores los síntomas, mayor será el efecto (dicen).

Cómo se diluye una tintura madre

La tintura madre puede ser casi cualquier sustancia. Puede ser una hierba, el mismo café (que utilizando la lógica homeopática sirve para aquellas personas que no pueden dormir), caca de perro, cucarachas, humo de cigarro, caspa y cientos de sustancias más que luego se diluyen para conseguir el preparado homeopático.

Para hacer una dilución se coge 1 unidad de la tintura, por ejemplo 1 ml y se diluye en 99 unidades de agua, en este caso ml. De este modo se consigue una concentración 1:100, que se conoce como 1 CH (Centesimal de Hahnemann).

Esta concentración obtenida es, según las “leyes” homeopáticas, demasiado débil, poco curativa. Por eso hay que seguir diluyendo para que sea un mejor “medicamento”.

Entonces se coge 1 ml de la dilución 1 CH y se mezcla con 99 ml de agua otra vez, mezclándolo enérgicamente (acción que recibe el nombre de sucusión) para obtener un concentrado 1:10000, conocido como 2 CH.

En el mercado se pueden encontrar fácilmente productos homeopáticos con concentraciones 30 CH. Para que os hagáis una idea de la cantidad de agua que supone dicha dilución decir solamente que una disolución 30 CH es algo así como una molécula de un principio activo diluida en una cantidad de agua equivalente a una esfera de agua de 150 millones de km de diámetro, que es la distancia entre la luna y el sol.

Según esto está claro que la probabilidad de tomarse una sola molécula de principio activo en un producto con concentración 30 CH es cero. De hecho, según el principio de Avogadro, a partir de 12 CH cualquier molécula está tan diluida que lo único que encontramos es agua.

¿Avogadro?

Amadeo Avogadro descubrió cómo averiguar cuántas moléculas de una sustancia determinada hay en una determinada cantidad de dicha sustancia según su peso molecular. Lo que conocemos comúnmente como “mol”. El número de Avogadro, redondeado, es 6,02 × 10^23.

Según esta ley (ya demostrada hasta la saciedad), cualquier preparado con una dilución 12 CH o mayor es agua, porque ya no queda ni una sola molécula de lo que se supone que te estás tomando.

La memoria del agua

Por si acaso a alguien se le ocurre pensar que tomándose algo muy diluido no va a curarse existe lo que se conoce como la memoria del agua.

Hahnemann explicó que el efecto curativo no se produce por la sustancia disuelta, sino porque de alguna manera, en el proceso de dilución y agitación la sustancia transmite al agua su espíritu curativo. Esto se conoce como la memoria del agua, que viene a decir que el agua recuerda la sustancia con la que ha estado en contacto y por eso cura.

¿Y las demás sustancias que entran en contacto con el agua?

Que levante la mano el que nunca se ha meado en el mar. ¿Nadie? Vale, ahora que levante la mano el que nunca ha tragado un poco de agua en el mar sin querer. ¿Nadie?

Pues eso, según la homeopatía, cuando alguien da un trago de agua del mar, debe de estar tomando orina humana en concentraciones muy bajas, por lo que debe tener un efecto potentísimo sobre nuestro cuerpo. Por no hablar de cuando te encuentras un trocito de caca de algún niño (o de algún adulto con pocos escrúpulos) que no ha podido aguantarse, o incluso del petróleo que vierten los barcos de tanto en cuanto.

Resumiendo

La homeopatía no puede tener efecto alguno porque las sustancias homeopáticas son agua con azúcar. De hecho existen remedios homeopáticos en pastillas, como si la memoria del agua se hubiera transmitido al concentrado de azúcar que compone la pastilla.

De todas maneras, como sé que hay mucha gente que explica que “a mí me funciona”, hablaré del efecto placebo, que es el efecto que tiene este tipo de productos.

Foto: Fotomontaje realizado con fotos de Boa-sorte&Careca y distillated en Flickr

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