Son como son, cada uno con sus cosas, muy diferentes entre ellos, y aun mas diferentes de nosotros, nuestros hijos, a pesar de llevar el posesivo » nuestros» no lo son realmente, quiero decir, que no nos pertenecen, que mas allá de eso, lo que tenemos es una obligación, un deber moral con ellos, de darles, no solo cariño, alimentos, ropa, formación, etc. sino que también es nuestra obligación, olvidada mas veces de la cuenta, darles valores, unas reglas básicas a las que agarrarse en cada situación de su vida para saber si están actuando bien o mal…nada mas, y nada menos, nadie dijo que ser padres fuese fácil. Esto, por si mismo, no da solo para enrrollarme en este post todo lo que quiera, sino que daría para escribir un libro, que no es mi intención ahora, mi intención es hablar sobre esos pequeños » troyanos» que se cuelan cuando intentamos inculcar valores positivos, es inevitable, y necesario, poner parte de nosotros mismos, que parte de lo que somos se transmita también a ellos, lo difícil, al final, es saber que parte se la hemos transferido, y cual es innata, qué ha aprendido a amar y qué hubiese desarrollado por si mismo, si lo hubiese criado otra familia, por ejemplo…
Me planteaba esto mismo ayer, cuando, al traer a casa un sofá nuevo, bueno, no era nuevo, era » recogido» de mi hermano (esto tendrá sentido luego) llego el momento de tirar el viejo sillón orejero, mi Hijo Lucas, ha heredado de mi ( o aprendido, pero me inclino por lo primero) ese apego por algunos objetos, ese algo que te hace difícil tirar las cosas, y, aunque me lo estoy tratando y cada vez tiro mas cosas, no lo hago alegremente, me cuesta, es lo que mi madre pasó a llamar » espíritu de recogimiento» , para las personas hiper practicas, esas de usar y tirar, debo ser una pesadilla. El tema es que, fue comentarle que nos deshacíamos del viejo sofá, y se lanzó hacia él, se sentó, y empezó a acariciarlo con verdadero cariño, al tiempo que hacia unos muy lastimosos pucheros, y se negaba a tirarlo, yo, como es natural, lo entendí perfectamente, yo también le tengo mucho cariño…
El caso es que, inculcado o innato, nuestros hijos tienen un trocito nuestro, mas pequeño o mas grande, y que, por puro ego, nos encanta, admitamoslo.
Sigue leyendo ->