¿Seguridad infantil?

Cuando asistía a los cursos de preparación al parto de mi hija mayor, Pilar, la matrona que los impartía nos comentaba que todo lo que pudiéramos comprar para bebés era seguro, puesto que el mercado de los productos para ellos movía miles de millones al año, y ninguna empresa quiere jugársela a quedarse fuera de ese jugoso pastel.

¡Error!

Ya sabemos que los niños son de piel delicada, que tienden a llevarlo todo a la boca, los elásticos de la ropa les corta la circulación con facilidad, se pueden enredar con cualquier  cordón… Así que a pesar del optimismo de Pilar, miro un poco de reojo cada nueva compra, y por supuesto huyo como de la peste de los productos que venden en los bazares chinos, que ya sabemos que son de dudosa calidad.

Pero la sorpresa salta donde menos lo esperas.

Quería comprar una cadenita para sujetar el chupete y que este no se fuera al suelo a las primeras de cambio.  En una gran superficie cuyo nombre no diré, solo diré que empieza por Merca y acaba por dona, venden unas cadenitas con un broche mono, pero la cadena en si está hecha de eslabones de plástico que dan poca confianza. Así pues, idea descartada.

En otras superficies, a falta de marca propia, prosperan los productos de Tigex, que casi casi rivalizan en precio con los de marcas como Jane o Bebeconfort. De esta marca encontré una “cadenita” compuesta por un broche, con una tira de goma semi-rigida y el enganche para el chupete. Y para ser un trocito de plástico y goma, no era barato.

Lo compre y primera sorpresa. La tira de goma es tan rígida, que en ocasiones, al doblarse, tira del chupete, con lo que lo saca de la boca del bebé. Y para acabar con el alarde de buen diseño, si el chupete queda en su sitio, la cinta hace marcas en la piel del bebe si este se apoya sobre ella al dormirse, porque los cantos son finos y duros.

Así que de vuelta a la primera gran superficie, compre su cadenita y sustituí a la fallida de Tigex. Al sacarla de la caja me sorprendió que los eslabones son más resistentes de lo que parece a primera vista, y el broche se sujeta fácil y firmemente.

Al final, al cadena de Tigex se destinó a la hamaquita donde juega mi nena, por eso de que a los 7 meses su principal diversión es tirar las cosas al suelo, y por supuesto, gritar a pleno pulmón para que se las devolvamos. Vamos, que sujetamos a ella un sonajero o un mordedor para evitar tener que estarlo recogiendo y lavando continuamente.

Ayer, al llegar a casa, la cadenita estaba sobre la tele. La había puesto allí mi mujer tras un bocado de mi nena, que tiene solo dos dientes, pero bien afilados.

¿No ves el motivo? Te echo una mano

Si, la cadenita está rota de un mordisco. Y no es que mi niña sea un tiburón. Muerde como cualquier otra niña con dos dientes y siete meses.

¿Y si hubiera arrancado el trozo por completo y se lo hubiera tragado?

Así que Pilar. ¡NO! ¡Las marcas solo buscan minimizar costes! Si con ello pierden mercado… ¡es que los comerciales no saben vender!

Señores de Tigex, ¡nunca más!

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¿Seguridad infantil?

Cuando asistía a los cursos de preparación al parto de mi hija mayor, Pilar, la matrona que los impartía nos comentaba que todo lo que pudiéramos comprar para bebés era seguro, puesto que el mercado de los productos para ellos movía miles de millones al año, y ninguna empresa quiere jugársela a quedarse fuera de ese jugoso pastel.

¡Error!

Ya sabemos que los niños son de piel delicada, que tienden a llevarlo todo a la boca, los elásticos de la ropa les corta la circulación con facilidad, se pueden enredar con cualquier  cordón… Así que a pesar del optimismo de Pilar, miro un poco de reojo cada nueva compra, y por supuesto huyo como de la peste de los productos que venden en los bazares chinos, que ya sabemos que son de dudosa calidad.

Pero la sorpresa salta donde menos lo esperas.

Quería comprar una cadenita para sujetar el chupete y que este no se fuera al suelo a las primeras de cambio.  En una gran superficie cuyo nombre no diré, solo diré que empieza por Merca y acaba por dona, venden unas cadenitas con un broche mono, pero la cadena en si está hecha de eslabones de plástico que dan poca confianza. Así pues, idea descartada.

En otras superficies, a falta de marca propia, prosperan los productos de Tigex, que casi casi rivalizan en precio con los de marcas como Jane o Bebeconfort. De esta marca encontré una “cadenita” compuesta por un broche, con una tira de goma semi-rigida y el enganche para el chupete. Y para ser un trocito de plástico y goma, no era barato.

Lo compre y primera sorpresa. La tira de goma es tan rígida, que en ocasiones, al doblarse, tira del chupete, con lo que lo saca de la boca del bebé. Y para acabar con el alarde de buen diseño, si el chupete queda en su sitio, la cinta hace marcas en la piel del bebe si este se apoya sobre ella al dormirse, porque los cantos son finos y duros.

Así que de vuelta a la primera gran superficie, compre su cadenita y sustituí a la fallida de Tigex. Al sacarla de la caja me sorprendió que los eslabones son más resistentes de lo que parece a primera vista, y el broche se sujeta fácil y firmemente.

Al final, al cadena de Tigex se destinó a la hamaquita donde juega mi nena, por eso de que a los 7 meses su principal diversión es tirar las cosas al suelo, y por supuesto, gritar a pleno pulmón para que se las devolvamos. Vamos, que sujetamos a ella un sonajero o un mordedor para evitar tener que estarlo recogiendo y lavando continuamente.

Ayer, al llegar a casa, la cadenita estaba sobre la tele. La había puesto allí mi mujer tras un bocado de mi nena, que tiene solo dos dientes, pero bien afilados.

¿No ves el motivo? Te echo una mano

Si, la cadenita está rota de un mordisco. Y no es que mi niña sea un tiburón. Muerde como cualquier otra niña con dos dientes y siete meses.

¿Y si hubiera arrancado el trozo por completo y se lo hubiera tragado?

Así que Pilar. ¡NO! ¡Las marcas solo buscan minimizar costes! Si con ello pierden mercado… ¡es que los comerciales no saben vender!

Señores de Tigex, ¡nunca más!

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Neymar y las paperas mediáticas

Hace pocos días,nos desayunábamos con una noticia sorprendente: Neymar Jr, una de las estrellas del FC Barcelona sufría paperas. A parte del disgusto puramente futbolístico, en seguida me vino a la cabeza el impacto que semejante noticia puede tener en nuestro entorno.
A nadie se le escapa que la dimensión mediática de los grandes gigantes del deporte supera, amplia y desgraciadamente, a la de cualquier científico o investigador. Basta con conocer que, solo en España, existen un mínimo de 4 periódicos de tirada nacional dedicados casi por completo al mundo del fútbol. Yo la verdad es que desconozco si hay alguna revista científica (tan siquiera una) que salga a la luz todos los días del año (Diario Médico a parte, claro) pero lo cierto es que, en caso de existir,no creo que disponga de un número diario de lectores igual al de cualquiera de estos panfletos deportivos. Pues bien, después de echarnos las manos a la cabeza ante tamaña insensatez, quizás podríamos reflexionar sobre el efecto que tiene para la sociedad una noticia del calado de la parotiditis de Neymar. Y no me refiero tanto a la gravedad de la enfermedad (poca en este caso) como a la magnitud pública del enfermo, nos guste o no,un referente para niños y no tan niños. 
Basta recordar algunos casos de personajes famosos que, al hacer pública su dolencia,permitieron dar un impulso definitivo al conocimiento de la enfermedad y, en muchas ocasiones,contribuyeron de forma activa a recaudar fondos para la investigación de nuevos tratamientos y medidas preventivas.
Uno de los casos más conocidos es el del ex-jugador de baloncesto de la NBA, «Magic» Johnson que hizo público su contagio por el virus del VIH. Un heterosexual no adicto a drogas vía parenteral infectado abrió la mente a la población del riesgo que suponía mantener relaciones sexuales sin protección fueran estas con personas del mismo sexo o no. Hasta entonces,la gran mayoría de la población no era consciente de este riesgo.
Recordado es también el caso del tenor catalán Josep Carreras, superviviente de leucemia que llegó a crear una fundación con su nombre destinada a proporcionar fondos para la investigación y el tratamiento de tan grave enfermedad y que todavía hoy perdura.


No menos impactante fue hace décadas el caso del boxeador más famoso de todos los tiempos, Muhammed Alí, afectado por la enfermedad de Parkinson o el más reciente del político Pasqual Maragall afecto de la enfermedad de Alzheimer. Ambos casos permitieron sensibilizar a una población general ajena en su mayoría al sufrimiento que estas severas y crueles patologías ocasionan a quienes las padecen y a sus familiares.
Por tanto, noticias como la parotiditis del bueno (buenísimo) de Neymar, sin ser un caso extremo como los expuestos, deben ser objeto de análisis por parte del personal sanitario y reflexionar en como aprovechar el impacto mediático para convencer a los aún escépticos de los beneficios de una acción preventiva tan eficaz y controvertida (menuda paradoja) como es la vacunación. 
Y para finalizar, una pregunta a los antivacunas culés ¿hubierais vacunado a Neymar si os hubieran garantizado que jugaría la Supercopa?

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Neymar y las paperas mediáticas

Hace pocos días,nos desayunábamos con una noticia sorprendente: Neymar Jr, una de las estrellas del FC Barcelona sufría paperas. A parte del disgusto puramente futbolístico, en seguida me vino a la cabeza el impacto que semejante noticia puede tener en nuestro entorno.
A nadie se le escapa que la dimensión mediática de los grandes gigantes del deporte supera, amplia y desgraciadamente, a la de cualquier científico o investigador. Basta con conocer que, solo en España, existen un mínimo de 4 periódicos de tirada nacional dedicados casi por completo al mundo del fútbol. Yo la verdad es que desconozco si hay alguna revista científica (tan siquiera una) que salga a la luz todos los días del año (Diario Médico a parte, claro) pero lo cierto es que, en caso de existir,no creo que disponga de un número diario de lectores igual al de cualquiera de estos panfletos deportivos. Pues bien, después de echarnos las manos a la cabeza ante tamaña insensatez, quizás podríamos reflexionar sobre el efecto que tiene para la sociedad una noticia del calado de la parotiditis de Neymar. Y no me refiero tanto a la gravedad de la enfermedad (poca en este caso) como a la magnitud pública del enfermo, nos guste o no,un referente para niños y no tan niños. 
Basta recordar algunos casos de personajes famosos que, al hacer pública su dolencia,permitieron dar un impulso definitivo al conocimiento de la enfermedad y, en muchas ocasiones,contribuyeron de forma activa a recaudar fondos para la investigación de nuevos tratamientos y medidas preventivas.
Uno de los casos más conocidos es el del ex-jugador de baloncesto de la NBA, «Magic» Johnson que hizo público su contagio por el virus del VIH. Un heterosexual no adicto a drogas vía parenteral infectado abrió la mente a la población del riesgo que suponía mantener relaciones sexuales sin protección fueran estas con personas del mismo sexo o no. Hasta entonces,la gran mayoría de la población no era consciente de este riesgo.
Recordado es también el caso del tenor catalán Josep Carreras, superviviente de leucemia que llegó a crear una fundación con su nombre destinada a proporcionar fondos para la investigación y el tratamiento de tan grave enfermedad y que todavía hoy perdura.


No menos impactante fue hace décadas el caso del boxeador más famoso de todos los tiempos, Muhammed Alí, afectado por la enfermedad de Parkinson o el más reciente del político Pasqual Maragall afecto de la enfermedad de Alzheimer. Ambos casos permitieron sensibilizar a una población general ajena en su mayoría al sufrimiento que estas severas y crueles patologías ocasionan a quienes las padecen y a sus familiares.
Por tanto, noticias como la parotiditis del bueno (buenísimo) de Neymar, sin ser un caso extremo como los expuestos, deben ser objeto de análisis por parte del personal sanitario y reflexionar en como aprovechar el impacto mediático para convencer a los aún escépticos de los beneficios de una acción preventiva tan eficaz y controvertida (menuda paradoja) como es la vacunación. 
Y para finalizar, una pregunta a los antivacunas culés ¿hubierais vacunado a Neymar si os hubieran garantizado que jugaría la Supercopa?

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El niñito que quería pescar

* por Olga Carmona

«…Y el mundo está lleno de seres infelices, muertos vivientes que oscurecen  a quienes tienen cerca, incapaces de dar valor a lo bueno y aprovechar lo malo para aprender, personas a las que la vida les queda grande, como un regalo que no saben qué hacer con él….»
 

Tenía unos cuatro años  y quería pescar.

Estábamos en un río cristalino, fresco, en un paraje maravilloso de algún recóndito lugar de la sierra abulense.

La madre, mal encarada desde el principio, desde que llegó con sus dos pequeños, flacos, con caritas tristes, inhibidos para no enfadarla, para que no se desatara el monstruo que se intuía su rostro  y que ellos debían conocer mejor que a sí mismos.

El mayor, unos 6 años, de conducta intachable: no gritaba, no jugaba, estudiando cada uno de sus movimientos para no enfadar a mamá.

Pero el pequeño quería pescar. Y tras muchas horas esperando la  oportunidad de poder hacerlo, puesto que en su pequeño universo  las condiciones estaban dadas, empezó a verbalizar insistentemente que él quería pescar. Se empezaba a poner el sol y el niñito triste intuía sabiamente que se le llevarían de la mano, casi a rastras, sin darle explicación ni consuelo alguno.

Y entonces empezó a demandar: “es que yo quiero pescar”…

El monstruo que habitaba el alma de su madre encontró terreno abonado y emergió: “me tienes harta, no te soporto, eres horriblemente pesado, si  lo vuelves a decir no saldrás de casa mañana”,…

Pero el monstruo, una vez desatado, no se conforma con palabras:  le zarandeó, le pegó un azote en el culo y le obligó a sentarse en silencio… “Hago todo por ti y tu no agradeces nada”, “me paso la vida sacrificándome por vosotros y no reconocéis nada”, “no vas a pescar, ni hoy ni nunca, por pesado”.

Sentado en una piedra,  las lágrimas corriéndole por su pequeña carita, mirando hacía el agua del río dijo bajito:   …“yo quiero pescar”.

Mi hija de 6 años, testigo sereno de la tristeza del niño, se giró hacia a mí y me espetó: “¿qué le pasa a esa madre”?

Y la pregunta me retumba desde entonces tratando de entender, sin juicios, sin caer en simplismos reduccionistas y planos  sobre el bien y el mal, qué lleva a una madre a tratar con ese sadismo cotidiano y conocido a su propia cría.

Y, aún a riesgo de equivocarme, creo tener alguna respuesta: lo que yo vi, más allá de lo evidente,  fue a un  ser humano profundamente infeliz. Lo llevaba tatuado en el gesto, en el cuerpo, en la mirada.  Yo sé bien, que  ese veneno pringoso como alquitrán,  se contagia, se expande, intoxica todo aquello con lo que entra en contacto y especialmente a quienes se alimentan de ella para poder ser: sus hijos.

Y el mundo está lleno de seres infelices, muertos vivientes que oscurecen  a quienes tienen cerca, incapaces de dar valor a lo bueno y aprovechar lo malo para aprender, personas a las que la vida les queda grande, como un regalo que no saben qué hacer con él. Y esas personas traen a otras al mundo y les enseñan a vivir a través de su filtro empañado, perpetuando y engrosando las filas de un ejército de infelices,  que sin embargo, ocuparán lugares de responsabilidad y desempeñaran roles sociales importantes que a su vez harán más y más grande la ya gigantesca tela de araña de esta  inmensa mediocridad.

Sin embargo  a veces, sólo a veces, aparece un individuo, pequeño, flaco, frágil, anónimo,  que a pesar del dolor, a pesar la sumisión, a pesar de la absoluta indefensión, insiste:

 …“es que yo quiero pescar”.

Y yo siento que ese niñito, le devuelve la esperanza al mundo, en una sola frase.

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El niñito que quería pescar

* por Olga Carmona

«…Y el mundo está lleno de seres infelices, muertos vivientes que oscurecen  a quienes tienen cerca, incapaces de dar valor a lo bueno y aprovechar lo malo para aprender, personas a las que la vida les queda grande, como un regalo que no saben qué hacer con él….»
 

Tenía unos cuatro años  y quería pescar.

Estábamos en un río cristalino, fresco, en un paraje maravilloso de algún recóndito lugar de la sierra abulense.

La madre, mal encarada desde el principio, desde que llegó con sus dos pequeños, flacos, con caritas tristes, inhibidos para no enfadarla, para que no se desatara el monstruo que se intuía su rostro  y que ellos debían conocer mejor que a sí mismos.

El mayor, unos 6 años, de conducta intachable: no gritaba, no jugaba, estudiando cada uno de sus movimientos para no enfadar a mamá.

Pero el pequeño quería pescar. Y tras muchas horas esperando la  oportunidad de poder hacerlo, puesto que en su pequeño universo  las condiciones estaban dadas, empezó a verbalizar insistentemente que él quería pescar. Se empezaba a poner el sol y el niñito triste intuía sabiamente que se le llevarían de la mano, casi a rastras, sin darle explicación ni consuelo alguno.

Y entonces empezó a demandar: “es que yo quiero pescar”…

El monstruo que habitaba el alma de su madre encontró terreno abonado y emergió: “me tienes harta, no te soporto, eres horriblemente pesado, si  lo vuelves a decir no saldrás de casa mañana”,…

Pero el monstruo, una vez desatado, no se conforma con palabras:  le zarandeó, le pegó un azote en el culo y le obligó a sentarse en silencio… “Hago todo por ti y tu no agradeces nada”, “me paso la vida sacrificándome por vosotros y no reconocéis nada”, “no vas a pescar, ni hoy ni nunca, por pesado”.

Sentado en una piedra,  las lágrimas corriéndole por su pequeña carita, mirando hacía el agua del río dijo bajito:   …“yo quiero pescar”.

Mi hija de 6 años, testigo sereno de la tristeza del niño, se giró hacia a mí y me espetó: “¿qué le pasa a esa madre”?

Y la pregunta me retumba desde entonces tratando de entender, sin juicios, sin caer en simplismos reduccionistas y planos  sobre el bien y el mal, qué lleva a una madre a tratar con ese sadismo cotidiano y conocido a su propia cría.

Y, aún a riesgo de equivocarme, creo tener alguna respuesta: lo que yo vi, más allá de lo evidente,  fue a un  ser humano profundamente infeliz. Lo llevaba tatuado en el gesto, en el cuerpo, en la mirada.  Yo sé bien, que  ese veneno pringoso como alquitrán,  se contagia, se expande, intoxica todo aquello con lo que entra en contacto y especialmente a quienes se alimentan de ella para poder ser: sus hijos.

Y el mundo está lleno de seres infelices, muertos vivientes que oscurecen  a quienes tienen cerca, incapaces de dar valor a lo bueno y aprovechar lo malo para aprender, personas a las que la vida les queda grande, como un regalo que no saben qué hacer con él. Y esas personas traen a otras al mundo y les enseñan a vivir a través de su filtro empañado, perpetuando y engrosando las filas de un ejército de infelices,  que sin embargo, ocuparán lugares de responsabilidad y desempeñaran roles sociales importantes que a su vez harán más y más grande la ya gigantesca tela de araña de esta  inmensa mediocridad.

Sin embargo  a veces, sólo a veces, aparece un individuo, pequeño, flaco, frágil, anónimo,  que a pesar del dolor, a pesar la sumisión, a pesar de la absoluta indefensión, insiste:

 …“es que yo quiero pescar”.

Y yo siento que ese niñito, le devuelve la esperanza al mundo, en una sola frase.

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El niñito que quería pescar

* por Olga Carmona

«…Y el mundo está lleno de seres infelices, muertos vivientes que oscurecen  a quienes tienen cerca, incapaces de dar valor a lo bueno y aprovechar lo malo para aprender, personas a las que la vida les queda grande, como un regalo que no saben qué hacer con él….»
 

Tenía unos cuatro años  y quería pescar.

Estábamos en un río cristalino, fresco, en un paraje maravilloso de algún recóndito lugar de la sierra abulense.

La madre, mal encarada desde el principio, desde que llegó con sus dos pequeños, flacos, con caritas tristes, inhibidos para no enfadarla, para que no se desatara el monstruo que se intuía su rostro  y que ellos debían conocer mejor que a sí mismos.

El mayor, unos 6 años, de conducta intachable: no gritaba, no jugaba, estudiando cada uno de sus movimientos para no enfadar a mamá.

Pero el pequeño quería pescar. Y tras muchas horas esperando la  oportunidad de poder hacerlo, puesto que en su pequeño universo  las condiciones estaban dadas, empezó a verbalizar insistentemente que él quería pescar. Se empezaba a poner el sol y el niñito triste intuía sabiamente que se le llevarían de la mano, casi a rastras, sin darle explicación ni consuelo alguno.

Y entonces empezó a demandar: “es que yo quiero pescar”…

El monstruo que habitaba el alma de su madre encontró terreno abonado y emergió: “me tienes harta, no te soporto, eres horriblemente pesado, si  lo vuelves a decir no saldrás de casa mañana”,…

Pero el monstruo, una vez desatado, no se conforma con palabras:  le zarandeó, le pegó un azote en el culo y le obligó a sentarse en silencio… “Hago todo por ti y tu no agradeces nada”, “me paso la vida sacrificándome por vosotros y no reconocéis nada”, “no vas a pescar, ni hoy ni nunca, por pesado”.

Sentado en una piedra,  las lágrimas corriéndole por su pequeña carita, mirando hacía el agua del río dijo bajito:   …“yo quiero pescar”.

Mi hija de 6 años, testigo sereno de la tristeza del niño, se giró hacia a mí y me espetó: “¿qué le pasa a esa madre”?

Y la pregunta me retumba desde entonces tratando de entender, sin juicios, sin caer en simplismos reduccionistas y planos  sobre el bien y el mal, qué lleva a una madre a tratar con ese sadismo cotidiano y conocido a su propia cría.

Y, aún a riesgo de equivocarme, creo tener alguna respuesta: lo que yo vi, más allá de lo evidente,  fue a un  ser humano profundamente infeliz. Lo llevaba tatuado en el gesto, en el cuerpo, en la mirada.  Yo sé bien, que  ese veneno pringoso como alquitrán,  se contagia, se expande, intoxica todo aquello con lo que entra en contacto y especialmente a quienes se alimentan de ella para poder ser: sus hijos.

Y el mundo está lleno de seres infelices, muertos vivientes que oscurecen  a quienes tienen cerca, incapaces de dar valor a lo bueno y aprovechar lo malo para aprender, personas a las que la vida les queda grande, como un regalo que no saben qué hacer con él. Y esas personas traen a otras al mundo y les enseñan a vivir a través de su filtro empañado, perpetuando y engrosando las filas de un ejército de infelices,  que sin embargo, ocuparán lugares de responsabilidad y desempeñaran roles sociales importantes que a su vez harán más y más grande la ya gigantesca tela de araña de esta  inmensa mediocridad.

Sin embargo  a veces, sólo a veces, aparece un individuo, pequeño, flaco, frágil, anónimo,  que a pesar del dolor, a pesar la sumisión, a pesar de la absoluta indefensión, insiste:

 …“es que yo quiero pescar”.

Y yo siento que ese niñito, le devuelve la esperanza al mundo, en una sola frase.

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Peripecias de un papá: El graduado

Aunque ha pasado más de un mes, esta sección no podía dejar pasar por alto este momento tan importante en la vida de todos los que rodeamos a mi hijo. Por si no ha quedado bien claro el matiz, recalco, importante para todos, no para él. Dudo mucho que Miguel guarde un sitio en la memoria para el día de su graduación en la guardería, y, a poco que la adolescencia le enfatice el sentido del ridículo, no me extrañaría que incluso se encargue de eliminar las pruebas gráficas. Desde la perspectiva de los que fueron padres hace tiempo, desde

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Cómo saber si tu hijo tiene que usar gafas

niño-necesita-gafas
Photo credit: Thomas Hawk / Foter / CC BY-NC

En esta ocasión te voy a hablar de algo por lo que todos los padres nos preocupamos en un momento u otro: la vista de nuestros hijos.

Que si al niño parece que le cuesta leer, que si ahora no se concentra, que si ve mucho la tele,… tarde o temprano hay algo que nos hace saltar la alarma y nos genera esa pregunta inevitable: ¿Será que ve mal mi hijo? ¡A ver si necesita gafas…!
Obviamente las gafas no deberían de ser un trauma para nadie. Cuando hay que usarlas es, sin duda, la mejor opción. Pero no es menos cierto que a nadie le agrada tener que usarlas y todo lo que esto conlleva (adaptarse a ellas, cuidarlas, revisiones periódicas,…)
Hace ya un mes y medio desde que acabó el curso y lo cierto es que no hemos disfrutado mucho ni de la playa ni de la piscina (papá y mamá trabajando y el tiempo aquí… en Invernalia… vamos que no ayuda nada). Pero a pesar de eso lo cierto es que el verano está siendo bastante tranquilo y llevadero. 
Sin embargo, nos habíamos propuesto como tarea conseguir que Alonso le cogiese el gusto a la lectura y, de paso, que mejorase la fluidez y comprensión en la misma. Algo, esto último, que me da la impresión de que es lo que peor llevó el año pasado (a pesar de que las notas no fueron nada malas).
Para que negarlo: no estamos teniendo mucho éxito. En julio fue al campamento del colegio y eso le dejaba menos tiempo, pero en agosto no hay disculpa. Unos días está con unos abuelos y otros días está con otros. Me consta que todos los días intentan que lea, pero también me consta que les cuesta un montón y cuando lo consiguen no es por mucho tiempo.
Así que surgió la pregunta que nos hacemos todos los padres cuando llega este momento:

¿Será que mi hijo no ve bien?

En otra ocasión hubiese corrido a pedir hora con el oculista, pero como a mediados de este mes ya tenemos la revisión anual… pues esperaremos.
De todas formas, una vez planteada la cuestión no pude evitar informarme, documentarme y como no contártelo todo a ti en este artículo.

La importancia de la vista en los niños

Obviamente la vista es uno de los sentidos más importantes en el proceso de aprendizaje y madurez de los niños.

Se estima que entre el 80% y el 90% del aprendizaje en los primeros años se realiza a través de la vista.

La lectura es básica desde el principio para el proceso de aprendizaje que los niños llevan a cabo en la etapa escolar.

Pero además, la vista tiene un papel crucial en las relaciones sociales y el desarrollo del niño como persona.

Queda claro, por lo tanto, que cuidar la vista no es un asunto menor y debe de tenerse en cuenta desde el principio.

¿Cómo se desarrolla la visión del niño?

Antes de preocuparte por la vista de tu niño o tu niña tendrás que saber que la vista no se desarrolla por completo hasta los 6 años. Antes de esa edad los niños no ven bien de todo y todavía tienen que desarrollar físicamente sus ojos y esto hace más difícil determinar si lo que le ocurre es causa de un problema en la vista o simplemente se trata de una fase más del crecimiento normal del niño.

¿Significa esto que no puede tener problemas de vista hasta los 6 años?

Categoricamente: No
Puede haber problemas con la vista mucho antes y un profesional podrá detectarlos en una revisión oftalmológica.
Es más, la mayoría de los problemas oculares será más fácil curarlos cuanto antes se detecten. Es por eso que es tan importante hacer revisiones periódicas desde los primeros años de vida.
Pero lo cierto es que muchos de loGs problemas se detectan pasados los 5 o 6 años. Esto es debido, en parte a que se completa el desarrollo ocular, pero también coincide con la época en la que los niños empiezan a leer y esto a veces hace que estos problemas afloren.

problemas ópticos en niños miopia, hipermetropia, astigmatismo y ojo vago
Photo credit: demandaj / Foter / CC BY-NC-ND

¿Cómo saber si necesita gafas?

Lo primero que has de saber es que la mejor única forma de saber si tu hijo o hija necesita gafas es hacer como nosotros: llevarlo al oculista. Es una perogrullada pero parece que a veces la gente no se entera.
Bueno… a veces una primera valoración en un centro óptico puede descartar cualquier problema. Pero como nosotros ya tenemos hora con el especialista… pues esperamos unos días.
Pero si mientras esperas a que llegue la fecha de la consulta con el oculista te pasa como a mi y no soportas la curiosidad, estas son algunas de las cuatro enfermedades oculares más comunes y los indicios a través de los cuales puede que las identifiques. (Recuerda que son solamente indicios y el que debe determinar si tu hijo o hija padece alguna enfermedad o no es el oculista o el optometrista)

Miopía

¿Qué es la miopía?

La miopía se produce cuando el globo ocular es más grande de lo que debiera. En este caso se
produce un defecto óptico que le impide al niño enfocar correctamente los objetos más lejanos.

Síntomas de una posible miopía

Que tu peque entorne los ojos para ver los objetos, se acerque mucho al papel o le cueste reconocer a las personas a cierta distancia pueden ser síntomas de que exista miopía.
También es común que el niño haya ido dejando a un lado las actividades al aire libre y prefiera quedarse en casa jugando o pintando. Es decir, que mostrará una clara preferencia por las actividades que requieran de una visión cercana ante aquellas que le obliguen a utilizar una visión lejana (en distancias a las que no será capaz de enfocar)

Tratamiento

A pesar de que los adultos tenemos la posibilidad de utilizar gafas, lentillas o eliminar la miopía por medio de cirugía láser, en el caso de los menores la cosa cambia.
La cirugía láser es una opción descartada en los niños, pues para poder practicarla el ojo debe de estar completamente desarrollado (lo cual no ocurre hasta que la adolescencia está muy avanzada).

Hipermetropía

¿Qué es la hipermetropía?

Justo al contrario que la miopía, la hipermetropía se produce cuando el globo ocular es más pequeño de lo debido. En este caso el niño no será capaz de enfocar las cosas más cercanas pero verá perfectamente todo lo que se encuentra a cierta distancia.

Síntomas de la hipermetropía


Los niños con hipermetropía suelen ser niños con más facilidad para cansarse en clase y a menudo son incapaces de concentrarse leyendo ni unos pocos minutos. Necesitan parar frecuentemente y les cuesta comprender la lectura.

El dolor de cabeza y los ojos irritados son síntomas típicos de los niños con hipermetropía

Tratamiento

El tratamiento habitual para los niños con hipermetropía suele ser la utilización de las gafas. Es frecuente que la utilización de las gafas no sea permanente, sino que se limite a aquellas actividades en las que se requiere de una visión cercana.

Además, a menudo la hipermetropía se corrige con el tiempo. Al estar causado por un globo ocular menor de lo que debería ser, es frecuente que el único problema sea un desarrollo tardío del ojo. Así, en cuanto el desarrollo se complete la hipermetropía desaparecerá.

Astigmatismo

¿Qué es el astigmatismo?

El astigmatismo es una deformación de la cornea que, en vez de tener una curvatura uniforme tiene una forma irregular. Esto hace que algunas partes del campo visual se puedan enfocar mientras otras se ven borrosas.

No se trata de una dificultad para enfocar objetos a una distancia determinada (como ocurría con la miopía y la hipermetropía). Se trata de enfocar objetos en ciertas áreas del campo visual.

¿Cómo identificar el astigmatismo?

Suele resultar muy difícil identificar el astigmatismos en un niño pequeño ya que en la mayor parte de los casos torcerán la cabeza para tratar de enfocar con otra parte de la cornea.

Si el niño se queja de que ve borroso o gira la cabeza para enfocar puede ser que sufra astigmatismo, pero esto también se puede confundir fácilmente con una miopía o una hipermetropía (que suelen padecer junto con el astigmatismo)

Tratamiento del astigmatismo

Una vez identificado el astigmatismo el tratamiento habitual son las gafas correctoras.

Ojo vago

¿Qué es el ojo vago?

El ojo vago puede estar provocado por diferentes disfunciones: falta de movilidad en un ojo, perdida de visión parcial en uno de los ojos,… y hasta cataratas.

La cuestión es que, cuando la señal que llega al cerebro de ambos ojos no es «congruente» (el cerebro no puede formar una imagen con profundidad de campo razonable) lo que hace el cerebro es «desechar» una de las dos (la del ojo que presenta el problema). Así, el niño dependerá solamente de las imágenes recogidas por uno de los ojos.

El niño perderá, no solo la visión del ojo discriminado (que puede ser total o parcial) sino también la visión espacial que proporciona la vista con dos ojos

La importancia de un diagnostico precoz

Es crítico detectar el problema lo antes posible, puesto que una vez que el cerebro deja de utilizar los nervios que llevan la información visual de uno de los ojos estas conexiones empiezan a atrofiarse y poco después serán irrecuperables.

Hasta los 3 o 4 años de edad es posible recuperar dichos nervios, pero pasada esa etapa el cerebro pierde esa plasticidad que le permite reeducar la forma en la que recibe las imágenes.

Al contrario que con las otras 3 enfermedades vistas aquí, el mejor tratamiento no lo podremos aplicar en la etapa de madurez, sino en la más precoz.

Síntomas del ojo vago

Los niños que empiezan a padecer este trastorno suelen inclinar la cabeza, cerrar un ojo o incluso torcerlo cuando tratan de enfocar.

Tratamiento del ojo vago

El tratamiento se basa en poner gafas y parche. De lo que se trata es de tapar el ojo sano para forzar al otro a trabajar y así recuperar la visión en este.

Que hacer si tu hijo tiene que usar gafas
Photo credit: Christos Tsoumplekas (Back again!) / Foter / CC BY-NC

¿Cómo reaccionar si al final tiene que usar gafas?

Pongámonos en el peor de los casos: vamos al oculista y nos dice que el niño tiene que usar gafas. Bueno, en realidad no sería el peor, pero es un caso probable y vale la pena estar preparado para saber reaccionar correctamente y plantearle el caso con un enfoque adecuado al peque. Al fin y al cabo nunca hay una segunda oportunidad para la primera reacción 😉

Tengamos claras las ventajas

Lo primero que hay que hacer es tener claro nosotros mismos que llevar gafas no es un drama. Al contrario. Haber diagnosticado el problema hará que nuestro peque lleve una vida mucho más cómoda y su desarrollo y aprendizaje sean los adecuados. Además, si es posible una recuperación solamente lo será a partir de este momento.

Explicarselo al niño

Para muchos niños el hecho de llevar gafas será percibido como un problema pues a partir de ese momento necesitará preocuparse por su cuidado, responsabilizarse y supondrán un elemento diferenciador con sus amigos y compañeros de clase que, en ocasiones puede hacer que se sienta incómodo.

Es por eso que debemos trasmitirle un mensaje positivo cuando le expliquemos que llevará gafas, haciendo hincapié en todos los beneficios:

  • Podrá ver detalles que antes no veía
  • Disfrutará mucho más de las películas y los libros
  • Le costará menos atender en clase y se lo pasará mejor
Cómo escoger gafas para niños
Photo credit: Spiterman / Foter / CC BY-ND

Escogiendo las gafas

Saber escoger las gafas más adecuadas para un peque también es importante.

Por una parte, es importante que el niño participe en la elección de las gafas. Una buena opción será permitirle que escoja la montura y nosotros decidir algo menos ‘visible’ pero más importante si cabe: la elección de los cristales. Nos arriesgamos a que quiera precisamente esas gafas tan horteras que ni Elton John las compraría, pero… somos padres… tenemos que saber negociar mejor que nadie 😉

Por otra parte, los criterios en los que nos basaremos para escoger las gafas de un niño no son exactamente los mismos que los que utilizaríamos para escoger unas gafas para nosotros mismos.

La montura

Ha de ser cómoda: eso es algo esencial. Por mucho que le dejemos escoger el modelo habrá que asegurarse de que le resulta cómoda, pues será mucho el tiempo que pase con ellas puestas.

Lo aconsejable es que no sea demasiado grande y que se adapte bien a la fisonomía del niño. Esto nos asegurará que las lentes se centrarán en su sitio.

A poder ser orientaremos a nuestro peque hacia aquellos modelos de puente nasal de silicona y varillas flexibles.

Para peques más ‘inquietos’ existen algunos modelos que permiten (o traen de serie) una banda para sujetar a la cabeza

Cristales

El consejo de casi cualquier óptico será utilizar lentes orgánicas para los niños. Esto les proporciona mayor seguridad en caso de rotura.

También deberíamos valorar la posibilidad de aplicar un tratamiento endurecedor y antireflejante a los cristales. Esto aumentará la durabilidad de los mismos y le facilitará al niño la visión en ciertas situaciones.


Si estás en esta situación espero haberte ayudado con toda la información que he recopilado al respecto para mi mismo.

Ahora te toca a ti. Te animo a que me comentes, corrijas o sugieras cosas que se me hayan podido quedar en el tintero.

Sigue leyendo ->

Cómo saber si tu hijo tiene que usar gafas

niño-necesita-gafas
Photo credit: Thomas Hawk / Foter / CC BY-NC

En esta ocasión te voy a hablar de algo por lo que todos los padres nos preocupamos en un momento u otro: la vista de nuestros hijos.

Que si al niño parece que le cuesta leer, que si ahora no se concentra, que si ve mucho la tele,… tarde o temprano hay algo que nos hace saltar la alarma y nos genera esa pregunta inevitable: ¿Será que ve mal mi hijo? ¡A ver si necesita gafas…!
Obviamente las gafas no deberían de ser un trauma para nadie. Cuando hay que usarlas es, sin duda, la mejor opción. Pero no es menos cierto que a nadie le agrada tener que usarlas y todo lo que esto conlleva (adaptarse a ellas, cuidarlas, revisiones periódicas,…)
Hace ya un mes y medio desde que acabó el curso y lo cierto es que no hemos disfrutado mucho ni de la playa ni de la piscina (papá y mamá trabajando y el tiempo aquí… en Invernalia… vamos que no ayuda nada). Pero a pesar de eso lo cierto es que el verano está siendo bastante tranquilo y llevadero. 
Sin embargo, nos habíamos propuesto como tarea conseguir que Alonso le cogiese el gusto a la lectura y, de paso, que mejorase la fluidez y comprensión en la misma. Algo, esto último, que me da la impresión de que es lo que peor llevó el año pasado (a pesar de que las notas no fueron nada malas).
Para que negarlo: no estamos teniendo mucho éxito. En julio fue al campamento del colegio y eso le dejaba menos tiempo, pero en agosto no hay disculpa. Unos días está con unos abuelos y otros días está con otros. Me consta que todos los días intentan que lea, pero también me consta que les cuesta un montón y cuando lo consiguen no es por mucho tiempo.
Así que surgió la pregunta que nos hacemos todos los padres cuando llega este momento:

¿Será que mi hijo no ve bien?

En otra ocasión hubiese corrido a pedir hora con el oculista, pero como a mediados de este mes ya tenemos la revisión anual… pues esperaremos.
De todas formas, una vez planteada la cuestión no pude evitar informarme, documentarme y como no contártelo todo a ti en este artículo.

La importancia de la vista en los niños

Obviamente la vista es uno de los sentidos más importantes en el proceso de aprendizaje y madurez de los niños.

Se estima que entre el 80% y el 90% del aprendizaje en los primeros años se realiza a través de la vista.

La lectura es básica desde el principio para el proceso de aprendizaje que los niños llevan a cabo en la etapa escolar.

Pero además, la vista tiene un papel crucial en las relaciones sociales y el desarrollo del niño como persona.

Queda claro, por lo tanto, que cuidar la vista no es un asunto menor y debe de tenerse en cuenta desde el principio.

¿Cómo se desarrolla la visión del niño?

Antes de preocuparte por la vista de tu niño o tu niña tendrás que saber que la vista no se desarrolla por completo hasta los 6 años. Antes de esa edad los niños no ven bien de todo y todavía tienen que desarrollar físicamente sus ojos y esto hace más difícil determinar si lo que le ocurre es causa de un problema en la vista o simplemente se trata de una fase más del crecimiento normal del niño.

¿Significa esto que no puede tener problemas de vista hasta los 6 años?

Categoricamente: No
Puede haber problemas con la vista mucho antes y un profesional podrá detectarlos en una revisión oftalmológica.
Es más, la mayoría de los problemas oculares será más fácil curarlos cuanto antes se detecten. Es por eso que es tan importante hacer revisiones periódicas desde los primeros años de vida.
Pero lo cierto es que muchos de loGs problemas se detectan pasados los 5 o 6 años. Esto es debido, en parte a que se completa el desarrollo ocular, pero también coincide con la época en la que los niños empiezan a leer y esto a veces hace que estos problemas afloren.

problemas ópticos en niños miopia, hipermetropia, astigmatismo y ojo vago
Photo credit: demandaj / Foter / CC BY-NC-ND

¿Cómo saber si necesita gafas?

Lo primero que has de saber es que la mejor única forma de saber si tu hijo o hija necesita gafas es hacer como nosotros: llevarlo al oculista. Es una perogrullada pero parece que a veces la gente no se entera.
Bueno… a veces una primera valoración en un centro óptico puede descartar cualquier problema. Pero como nosotros ya tenemos hora con el especialista… pues esperamos unos días.
Pero si mientras esperas a que llegue la fecha de la consulta con el oculista te pasa como a mi y no soportas la curiosidad, estas son algunas de las cuatro enfermedades oculares más comunes y los indicios a través de los cuales puede que las identifiques. (Recuerda que son solamente indicios y el que debe determinar si tu hijo o hija padece alguna enfermedad o no es el oculista o el optometrista)

Miopía

¿Qué es la miopía?

La miopía se produce cuando el globo ocular es más grande de lo que debiera. En este caso se
produce un defecto óptico que le impide al niño enfocar correctamente los objetos más lejanos.

Síntomas de una posible miopía

Que tu peque entorne los ojos para ver los objetos, se acerque mucho al papel o le cueste reconocer a las personas a cierta distancia pueden ser síntomas de que exista miopía.
También es común que el niño haya ido dejando a un lado las actividades al aire libre y prefiera quedarse en casa jugando o pintando. Es decir, que mostrará una clara preferencia por las actividades que requieran de una visión cercana ante aquellas que le obliguen a utilizar una visión lejana (en distancias a las que no será capaz de enfocar)

Tratamiento

A pesar de que los adultos tenemos la posibilidad de utilizar gafas, lentillas o eliminar la miopía por medio de cirugía láser, en el caso de los menores la cosa cambia.
La cirugía láser es una opción descartada en los niños, pues para poder practicarla el ojo debe de estar completamente desarrollado (lo cual no ocurre hasta que la adolescencia está muy avanzada).

Hipermetropía

¿Qué es la hipermetropía?

Justo al contrario que la miopía, la hipermetropía se produce cuando el globo ocular es más pequeño de lo debido. En este caso el niño no será capaz de enfocar las cosas más cercanas pero verá perfectamente todo lo que se encuentra a cierta distancia.

Síntomas de la hipermetropía


Los niños con hipermetropía suelen ser niños con más facilidad para cansarse en clase y a menudo son incapaces de concentrarse leyendo ni unos pocos minutos. Necesitan parar frecuentemente y les cuesta comprender la lectura.

El dolor de cabeza y los ojos irritados son síntomas típicos de los niños con hipermetropía

Tratamiento

El tratamiento habitual para los niños con hipermetropía suele ser la utilización de las gafas. Es frecuente que la utilización de las gafas no sea permanente, sino que se limite a aquellas actividades en las que se requiere de una visión cercana.

Además, a menudo la hipermetropía se corrige con el tiempo. Al estar causado por un globo ocular menor de lo que debería ser, es frecuente que el único problema sea un desarrollo tardío del ojo. Así, en cuanto el desarrollo se complete la hipermetropía desaparecerá.

Astigmatismo

¿Qué es el astigmatismo?

El astigmatismo es una deformación de la cornea que, en vez de tener una curvatura uniforme tiene una forma irregular. Esto hace que algunas partes del campo visual se puedan enfocar mientras otras se ven borrosas.

No se trata de una dificultad para enfocar objetos a una distancia determinada (como ocurría con la miopía y la hipermetropía). Se trata de enfocar objetos en ciertas áreas del campo visual.

¿Cómo identificar el astigmatismo?

Suele resultar muy difícil identificar el astigmatismos en un niño pequeño ya que en la mayor parte de los casos torcerán la cabeza para tratar de enfocar con otra parte de la cornea.

Si el niño se queja de que ve borroso o gira la cabeza para enfocar puede ser que sufra astigmatismo, pero esto también se puede confundir fácilmente con una miopía o una hipermetropía (que suelen padecer junto con el astigmatismo)

Tratamiento del astigmatismo

Una vez identificado el astigmatismo el tratamiento habitual son las gafas correctoras.

Ojo vago

¿Qué es el ojo vago?

El ojo vago puede estar provocado por diferentes disfunciones: falta de movilidad en un ojo, perdida de visión parcial en uno de los ojos,… y hasta cataratas.

La cuestión es que, cuando la señal que llega al cerebro de ambos ojos no es «congruente» (el cerebro no puede formar una imagen con profundidad de campo razonable) lo que hace el cerebro es «desechar» una de las dos (la del ojo que presenta el problema). Así, el niño dependerá solamente de las imágenes recogidas por uno de los ojos.

El niño perderá, no solo la visión del ojo discriminado (que puede ser total o parcial) sino también la visión espacial que proporciona la vista con dos ojos

La importancia de un diagnostico precoz

Es crítico detectar el problema lo antes posible, puesto que una vez que el cerebro deja de utilizar los nervios que llevan la información visual de uno de los ojos estas conexiones empiezan a atrofiarse y poco después serán irrecuperables.

Hasta los 3 o 4 años de edad es posible recuperar dichos nervios, pero pasada esa etapa el cerebro pierde esa plasticidad que le permite reeducar la forma en la que recibe las imágenes.

Al contrario que con las otras 3 enfermedades vistas aquí, el mejor tratamiento no lo podremos aplicar en la etapa de madurez, sino en la más precoz.

Síntomas del ojo vago

Los niños que empiezan a padecer este trastorno suelen inclinar la cabeza, cerrar un ojo o incluso torcerlo cuando tratan de enfocar.

Tratamiento del ojo vago

El tratamiento se basa en poner gafas y parche. De lo que se trata es de tapar el ojo sano para forzar al otro a trabajar y así recuperar la visión en este.

Que hacer si tu hijo tiene que usar gafas
Photo credit: Christos Tsoumplekas (Back again!) / Foter / CC BY-NC

¿Cómo reaccionar si al final tiene que usar gafas?

Pongámonos en el peor de los casos: vamos al oculista y nos dice que el niño tiene que usar gafas. Bueno, en realidad no sería el peor, pero es un caso probable y vale la pena estar preparado para saber reaccionar correctamente y plantearle el caso con un enfoque adecuado al peque. Al fin y al cabo nunca hay una segunda oportunidad para la primera reacción 😉

Tengamos claras las ventajas

Lo primero que hay que hacer es tener claro nosotros mismos que llevar gafas no es un drama. Al contrario. Haber diagnosticado el problema hará que nuestro peque lleve una vida mucho más cómoda y su desarrollo y aprendizaje sean los adecuados. Además, si es posible una recuperación solamente lo será a partir de este momento.

Explicarselo al niño

Para muchos niños el hecho de llevar gafas será percibido como un problema pues a partir de ese momento necesitará preocuparse por su cuidado, responsabilizarse y supondrán un elemento diferenciador con sus amigos y compañeros de clase que, en ocasiones puede hacer que se sienta incómodo.

Es por eso que debemos trasmitirle un mensaje positivo cuando le expliquemos que llevará gafas, haciendo hincapié en todos los beneficios:

  • Podrá ver detalles que antes no veía
  • Disfrutará mucho más de las películas y los libros
  • Le costará menos atender en clase y se lo pasará mejor
Cómo escoger gafas para niños
Photo credit: Spiterman / Foter / CC BY-ND

Escogiendo las gafas

Saber escoger las gafas más adecuadas para un peque también es importante.

Por una parte, es importante que el niño participe en la elección de las gafas. Una buena opción será permitirle que escoja la montura y nosotros decidir algo menos ‘visible’ pero más importante si cabe: la elección de los cristales. Nos arriesgamos a que quiera precisamente esas gafas tan horteras que ni Elton John las compraría, pero… somos padres… tenemos que saber negociar mejor que nadie 😉

Por otra parte, los criterios en los que nos basaremos para escoger las gafas de un niño no son exactamente los mismos que los que utilizaríamos para escoger unas gafas para nosotros mismos.

La montura

Ha de ser cómoda: eso es algo esencial. Por mucho que le dejemos escoger el modelo habrá que asegurarse de que le resulta cómoda, pues será mucho el tiempo que pase con ellas puestas.

Lo aconsejable es que no sea demasiado grande y que se adapte bien a la fisonomía del niño. Esto nos asegurará que las lentes se centrarán en su sitio.

A poder ser orientaremos a nuestro peque hacia aquellos modelos de puente nasal de silicona y varillas flexibles.

Para peques más ‘inquietos’ existen algunos modelos que permiten (o traen de serie) una banda para sujetar a la cabeza

Cristales

El consejo de casi cualquier óptico será utilizar lentes orgánicas para los niños. Esto les proporciona mayor seguridad en caso de rotura.

También deberíamos valorar la posibilidad de aplicar un tratamiento endurecedor y antireflejante a los cristales. Esto aumentará la durabilidad de los mismos y le facilitará al niño la visión en ciertas situaciones.


Si estás en esta situación espero haberte ayudado con toda la información que he recopilado al respecto para mi mismo.

Ahora te toca a ti. Te animo a que me comentes, corrijas o sugieras cosas que se me hayan podido quedar en el tintero.

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Verano

Se despertó con la bruma de la resaca en la boca. Masculló algo ininteligible y se esforzó incorporándose en el filo de la cama que tenía más cerca.
Se levantó, izó la persiana y observó el deslumbrante mar de color turquesa y arena blanquecina.
Ante esa imagen sólo pudo sonreír mientras se acariciaba el mentón y bostezaba.
Bajó la persiana y se dirigió al baño. Se aseó levemente y cayó nuevamente en la cama.
Al despertar fue consciente del paso de muchas horas y de una sensación de ahogo insoportable.
Levantó de nuevo la persiana, esta vez más lentamente y comprobó el ruidoso tráfico y los sucesivos toques de claxón.
Se le había olvidado que la oposición que preparaba estaba en la ciudad esperando como cada mañana.

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Verano

Se despertó con la bruma de la resaca en la boca. Masculló algo ininteligible y se esforzó incorporándose en el filo de la cama que tenía más cerca.
Se levantó, izó la persiana y observó el deslumbrante mar de color turquesa y arena blanquecina.
Ante esa imagen sólo pudo sonreír mientras se acariciaba el mentón y bostezaba.
Bajó la persiana y se dirigió al baño. Se aseó levemente y cayó nuevamente en la cama.
Al despertar fue consciente del paso de muchas horas y de una sensación de ahogo insoportable.
Levantó de nuevo la persiana, esta vez más lentamente y comprobó el ruidoso tráfico y los sucesivos toques de claxón.
Se le había olvidado que la oposición que preparaba estaba en la ciudad esperando como cada mañana.

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Carta para mi Mujer

Hola,
¿Qué tal estas? Hace tiempo que pienso en ti. Como sé que me vas leyendo te he escrito esta post-carta.

Hace ya un tiempo, unos dos años, dos meses, 9 días, 21 horas y 43 minutos (aproximadamente) que te noto como cambiada, distante. Es como si hubiese «alguien» más entre nosotros. Quizá son imaginaciones mías pero creo que «algo» ha cambiado entre nosotros.

Recuerdo muchas cosas que me gustaban hacer contigo. Pequeños detalles, insignificantes, que he notado que han cambiado.

Me gustaba cuando ejerciendo de Rey solitario en mi trono podía reflexionar largo y tendido, EN SOLITARIO, sobre el sentido de la vida, la física y la metafísica. Y si tenía alguna buena idea podía llamarte para que me acercases papel discretamente para anotarlas. Ahora tengo al bufón de la corte distrayéndome con malabares con la escombrilla.

Me gustaba cuando haciamos cucharita. Ahora hay tropezones en nuestra cucharita. Y desde que he descubierto que nuestro cabecero tiene un efecto gravitatorio que impide dormir en posicion vertical, la distancia entre nosotros va creciendo (horizontalmente) mes a mes.

Me gustaba cuando cenábamos juntos. Ahora lo hacemos por turnos, de pie en la cocina y corriendo para tener algo en el estómago «Just in case» por si nos tienen de narradores de Contar por Contar, hasta bien entrada la Noche.

Me gustaba cuando podía tomarme un vino contigo sin temor de que sonase el despertador muy pronto recordándome los excesos de la anterior noche.

Me gustaba cuando podía ducharme «en compañía» para ahorrar agua sin que me colgasen esponjas de ballenas en el monomando.

Me gustaba cuando salíamos a pasear, parábamos en la heladería y nos comprábamos aquel batido de chocolate tan rico sin que nos atracasen yonkis  con los ojos inyectados en sangre y necesitados de sus dosis.

Me gustaba cuando vivíamos en libertad y democracia televisiva, pudiendo parlamentar acerca de qué queríamos ver. Y no bajo la dictadura pocoyiense con temor a las represalias si cambiamos el canal furtivamente cuando se quedan fritos en el sofá.

Me gustaba cuando podía organizar ataques improvisados «aquí y ahora» con la caballería, en lugar de tener que programar ataques ninja «con premeditación y alevosía» amparados bajo la oscuridad de la noche.

Me gustaba nuestro pequeño mundo, donde teníamos controlado el equilibrio orden-desorden, sabiendo donde estaba todo, sin tener que revisar lavadoras, altavoces y otros escondrijos para coger las llaves del coche antes de poder salir de casa.

Y ya no te cuento lo que me gustaba salir a cenar, al cine, al teatro o a tomar algo. Tengo vagos recuerdos en mi memoria de que eso molaba. Y molaba bastante.

Pero me queda la esperanza de que los otros que han tenido este «distanciamiento» antes que nosotros, siempre nos han dicho que:

Volverán las quemadas palomitas  
Entre nuestros dientes sus tropezones a insertar
Y otra vez pero con otro tipo de peli 
Jugando por los pasillos nos llamarán.

Recuerdo muchas cosas que me gustaba hacer contigo. Pequeños detalles, insignificantes, que he notado que han cambiado. 

Pero esas cosas que me gustaban hacer contigo, ahora son más divertidas. Y los pequeños detalles, insignificantes, han dejado de serlo. Ahora los pequeños e insignificantes detalles son los que hacen de nuestra vida un lugar más entretenido y curioso donde vivir. Los pequeños detalles, como aquel buzón de delante de casa, que ni te habías percatado que existía, pasan a ser curiosos objetos como lugares donde se esconde el eco.

La vida y el mundo han cobrado sentido ahora que no estamos tú y yo solos.


PD: Gracias por abrirme los ojos. Os quiero.

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Carta para mi Mujer

Hola,
¿Qué tal estas? Hace tiempo que pienso en ti. Como sé que me vas leyendo te he escrito esta post-carta.

Hace ya un tiempo, unos dos años, dos meses, 9 días, 21 horas y 43 minutos (aproximadamente) que te noto como cambiada, distante. Es como si hubiese «alguien» más entre nosotros. Quizá son imaginaciones mías pero creo que «algo» ha cambiado entre nosotros.

Recuerdo muchas cosas que me gustaban hacer contigo. Pequeños detalles, insignificantes, que he notado que han cambiado.

Me gustaba cuando ejerciendo de Rey solitario en mi trono podía reflexionar largo y tendido, EN SOLITARIO, sobre el sentido de la vida, la física y la metafísica. Y si tenía alguna buena idea podía llamarte para que me acercases papel discretamente para anotarlas. Ahora tengo al bufón de la corte distrayéndome con malabares con la escombrilla.

Me gustaba cuando haciamos cucharita. Ahora hay tropezones en nuestra cucharita. Y desde que he descubierto que nuestro cabecero tiene un efecto gravitatorio que impide dormir en posicion vertical, la distancia entre nosotros va creciendo (horizontalmente) mes a mes.

Me gustaba cuando cenábamos juntos. Ahora lo hacemos por turnos, de pie en la cocina y corriendo para tener algo en el estómago «Just in case» por si nos tienen de narradores de Contar por Contar, hasta bien entrada la Noche.

Me gustaba cuando podía tomarme un vino contigo sin temor de que sonase el despertador muy pronto recordándome los excesos de la anterior noche.

Me gustaba cuando podía ducharme «en compañía» para ahorrar agua sin que me colgasen esponjas de ballenas en el monomando.

Me gustaba cuando salíamos a pasear, parábamos en la heladería y nos comprábamos aquel batido de chocolate tan rico sin que nos atracasen yonkis  con los ojos inyectados en sangre y necesitados de sus dosis.

Me gustaba cuando vivíamos en libertad y democracia televisiva, pudiendo parlamentar acerca de qué queríamos ver. Y no bajo la dictadura pocoyiense con temor a las represalias si cambiamos el canal furtivamente cuando se quedan fritos en el sofá.

Me gustaba cuando podía organizar ataques improvisados «aquí y ahora» con la caballería, en lugar de tener que programar ataques ninja «con premeditación y alevosía» amparados bajo la oscuridad de la noche.

Me gustaba nuestro pequeño mundo, donde teníamos controlado el equilibrio orden-desorden, sabiendo donde estaba todo, sin tener que revisar lavadoras, altavoces y otros escondrijos para coger las llaves del coche antes de poder salir de casa.

Y ya no te cuento lo que me gustaba salir a cenar, al cine, al teatro o a tomar algo. Tengo vagos recuerdos en mi memoria de que eso molaba. Y molaba bastante.

Pero me queda la esperanza de que los otros que han tenido este «distanciamiento» antes que nosotros, siempre nos han dicho que:

Volverán las quemadas palomitas  
Entre nuestros dientes sus tropezones a insertar
Y otra vez pero con otro tipo de peli 
Jugando por los pasillos nos llamarán.

Recuerdo muchas cosas que me gustaba hacer contigo. Pequeños detalles, insignificantes, que he notado que han cambiado. 

Pero esas cosas que me gustaban hacer contigo, ahora son más divertidas. Y los pequeños detalles, insignificantes, han dejado de serlo. Ahora los pequeños e insignificantes detalles son los que hacen de nuestra vida un lugar más entretenido y curioso donde vivir. Los pequeños detalles, como aquel buzón de delante de casa, que ni te habías percatado que existía, pasan a ser curiosos objetos como lugares donde se esconde el eco.

La vida y el mundo han cobrado sentido ahora que no estamos tú y yo solos.


PD: Gracias por abrirme los ojos. Os quiero.

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Carta para mi Mujer

Hola,
¿Qué tal estas? Hace tiempo que pienso en ti. Como sé que me vas leyendo te he escrito esta post-carta.

Hace ya un tiempo, unos dos años, dos meses, 9 días, 21 horas y 43 minutos (aproximadamente) que te noto como cambiada, distante. Es como si hubiese «alguien» más entre nosotros. Quizá son imaginaciones mías pero creo que «algo» ha cambiado entre nosotros.

Recuerdo muchas cosas que me gustaban hacer contigo. Pequeños detalles, insignificantes, que he notado que han cambiado.

Me gustaba cuando ejerciendo de Rey solitario en mi trono podía reflexionar largo y tendido, EN SOLITARIO, sobre el sentido de la vida, la física y la metafísica. Y si tenía alguna buena idea podía llamarte para que me acercases papel discretamente para anotarlas. Ahora tengo al bufón de la corte distrayéndome con malabares con la escombrilla.

Me gustaba cuando haciamos cucharita. Ahora hay tropezones en nuestra cucharita. Y desde que he descubierto que nuestro cabecero tiene un efecto gravitatorio que impide dormir en posicion vertical, la distancia entre nosotros va creciendo (horizontalmente) mes a mes.

Me gustaba cuando cenábamos juntos. Ahora lo hacemos por turnos, de pie en la cocina y corriendo para tener algo en el estómago «Just in case» por si nos tienen de narradores de Contar por Contar, hasta bien entrada la Noche.

Me gustaba cuando podía tomarme un vino contigo sin temor de que sonase el despertador muy pronto recordándome los excesos de la anterior noche.

Me gustaba cuando podía ducharme «en compañía» para ahorrar agua sin que me colgasen esponjas de ballenas en el monomando.

Me gustaba cuando salíamos a pasear, parábamos en la heladería y nos comprábamos aquel batido de chocolate tan rico sin que nos atracasen yonkis  con los ojos inyectados en sangre y necesitados de sus dosis.

Me gustaba cuando vivíamos en libertad y democracia televisiva, pudiendo parlamentar acerca de qué queríamos ver. Y no bajo la dictadura pocoyiense con temor a las represalias si cambiamos el canal furtivamente cuando se quedan fritos en el sofá.

Me gustaba cuando podía organizar ataques improvisados «aquí y ahora» con la caballería, en lugar de tener que programar ataques ninja «con premeditación y alevosía» amparados bajo la oscuridad de la noche.

Me gustaba nuestro pequeño mundo, donde teníamos controlado el equilibrio orden-desorden, sabiendo donde estaba todo, sin tener que revisar lavadoras, altavoces y otros escondrijos para coger las llaves del coche antes de poder salir de casa.

Y ya no te cuento lo que me gustaba salir a cenar, al cine, al teatro o a tomar algo. Tengo vagos recuerdos en mi memoria de que eso molaba. Y molaba bastante.

Pero me queda la esperanza de que los otros que han tenido este «distanciamiento» antes que nosotros, siempre nos han dicho que:

Volverán las quemadas palomitas  
Entre nuestros dientes sus tropezones a insertar
Y otra vez pero con otro tipo de peli 
Jugando por los pasillos nos llamarán.

Recuerdo muchas cosas que me gustaba hacer contigo. Pequeños detalles, insignificantes, que he notado que han cambiado. 

Pero esas cosas que me gustaban hacer contigo, ahora son más divertidas. Y los pequeños detalles, insignificantes, han dejado de serlo. Ahora los pequeños e insignificantes detalles son los que hacen de nuestra vida un lugar más entretenido y curioso donde vivir. Los pequeños detalles, como aquel buzón de delante de casa, que ni te habías percatado que existía, pasan a ser curiosos objetos como lugares donde se esconde el eco.

La vida y el mundo han cobrado sentido ahora que no estamos tú y yo solos.


PD: Gracias por abrirme los ojos. Os quiero.

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VDLN #002 ¿Tienes algún problema con este super padre?

Salí del hospital con un bebé en brazos, luego de una noche de lluvia, en donde la promesa según palabras del médico, era que podía grabar a mi hijo justo al nacer, y al final las cosas no salieron tal como lo esperabamos.

Lee aquí la historia completa: El parto de «mileidi»

El caso es que, por fin estaba conmigo y por supuesto me sentía el super hombre, ahí estaba, caminando, con mi mujer rajada pero más bella que nunca y el bicho, a que chamaco, 3150 gramos de poder y por supuesto no podía faltar mi soundtrack, yo mirando al mundo con mi nuevo poder, el poder de padre, nadie podía meterse conmigo ahora y en mi cabeza…

Nick Waterhouse «If You Want Trouble»

PapáDe1ra
Sigue leyendo ->

VDLN #002 ¿Tienes algún problema con este super padre?

Salí del hospital con un bebé en brazos, luego de una noche de lluvia, en donde la promesa según palabras del médico, era que podía grabar a mi hijo justo al nacer, y al final las cosas no salieron tal como lo esperabamos.

Lee aquí la historia completa: El parto de «mileidi»

El caso es que, por fin estaba conmigo y por supuesto me sentía el super hombre, ahí estaba, caminando, con mi mujer rajada pero más bella que nunca y el bicho, a que chamaco, 3150 gramos de poder y por supuesto no podía faltar mi soundtrack, yo mirando al mundo con mi nuevo poder, el poder de padre, nadie podía meterse conmigo ahora y en mi cabeza…

Nick Waterhouse «If You Want Trouble»




PapáDe1ra
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Las dificultades de mi conciliación

Ha sido a través de estas nuevas lecturas, a través de grupos, paginas como Papás Blogueros, consejos y temas que se han puesto sobre la mesa que conocí la conciliación familiar, sobre todo que conocí la palabra, la triste realidad de las cosas es que lo conocí por medio de otros blogs y blogueros extranjeros, y no es que aquí en México no exista la conciliación, pero al parecer los padres de otros países como España son quienes más luchan por conseguir una conciliación entre su vida familiar y laboral.


¿Sabes que es la conciliación? al parecer se trata de buscar un equilibrio, cómodo y armónico (si, armónico) entre la vida familiar, laboral y personal.

De esta manera, se busca que el trabajo se adecue y no afecte la vida familiar del empleado y viceversa.

Sin duda brinda muchas ventajas para las partes, tanto para padre por que puede ver crecer a sus hijos, a los hijos que pueden ser criados por sus padres y a los patrones, digo, que mejor que trabajadores felices que produzcan y te den lo mejor de ellos ¿no?

Sin embargo hay algo que me hace dudar, no voy a justificarme diciendo que amo a mi hijo y esas cosas porque es evidente, pero pienso ¿qué tan fácil es para un papá conciliar? aunque en mis post siempre escribo de manera generalizada debo reafirmar que es solo mi experiencia y de ahí es de donde nacen mis dudas.

Vivimos de retos, y como hombre puedo decir que el ego pesa, y pesa mucho, queremos hacer más de lo que podemos con tal de mostrarnos superiores, desde luego esperando un pago o reconocimiento por ello, una copa, una medalla o en lo laboral un mejor puesto o más ganancias.

Debo decir que la conciliación me pesa, desde que ha nacido mi hijo es instintivo el querer estar con él, y por lo mismo he disminuido mis horas de trabajo, no puedo decir que mi jefe es un pro-familia, sin embargo no existe mucho problema en salir o no estar presente en la oficina cuando mi Matt está enfermo y hay que llevarlo al médico, o cuando decido quedarme a jugar unos minutos más con él por la mañana.

Mi mujer tiene la oportunidad de trabajar desde casa, estar con el niño y hacer su chamba, lo que es realmente pesado, y yo, voy a la oficina, regreso en la tarde y de ahí en adelante la paso con Matt, me cuesta conciliar, ¿Por qué? Porque estos años me los había pasado trabajando y de alguna forma esperaba que así continuara, esperaba dedicarme al trabajo tratando de escalarhasta donde me diera el tope y continuar, ¿pero como puedo seguir haciéndolo? jamás sacrificaría el tiempo con mi hijo por el trabajo, no vale la pena, pero ¿que pasará más delante?


No sé si todos los padres buscan conciliar y no entiendo como es que lo hacen, en verdad que he pensado mucho en este tema, al final decidí continuar, porque lo disfruto mucho y porque al parecer también la vida sabe lo que necesitas, los tiempos y la economía se han ajustado de manera que puedo conciliar con mi vida familiar pero estoy en el tope.


El problema es que me cuesta conciliar con mi conciliación, aun trato de sentirme completo teniendo lo que tengo pero estoy acostumbrado a buscar más ¿codicia? Seguro estoy que no pasa por lo económico, pero estamos en un momento global en el que no podemos bajar la guardia, el conocimiento parece ser el único pilar que nos mantendrá en el juego y bueno creo que los hijos necesitan un bienestar, familiar, económico y personal en el que me he prometido contribuir.


Al final de todo mi análisis de mi nueva conciliación, descubrí que tal vez para esto lo mejor sea crear tu propio medio, ser tu propio jefe, o encontrar la mera de vivir que te llene, compartiendo con tus hijos tus metas, que es justamente lo que busco, continuaré estudiando, me mantendré en el mercado con mis horas bien distribuidas y si la conciliación así lo deja seguiremos de la mano mi familia, mi trabajo y mi yo.



¿Como haz podido conciliar tu vida familiar, laboral y personal?

PapáDe1ra
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Las dificultades de mi conciliación

Ha sido a través de estas nuevas lecturas, a través de grupos, paginas como Papás Blogueros, consejos y temas que se han puesto sobre la mesa que conocí la conciliación familiar, sobre todo que conocí la palabra, la triste realidad de las cosas es que lo conocí por medio de otros blogs y blogueros extranjeros, y no es que aquí en México no exista la conciliación, pero al parecer los padres de otros países como España son quienes más luchan por conseguir una conciliación entre su vida familiar y laboral.


¿Sabes que es la conciliación? al parecer se trata de buscar un equilibrio, cómodo y armónico (si, armónico) entre la vida familiar, laboral y personal.

De esta manera, se busca que el trabajo se adecue y no afecte la vida familiar del empleado y viceversa.

Sin duda brinda muchas ventajas para las partes, tanto para padre por que puede ver crecer a sus hijos, a los hijos que pueden ser criados por sus padres y a los patrones, digo, que mejor que trabajadores felices que produzcan y te den lo mejor de ellos ¿no?

Sin embargo hay algo que me hace dudar, no voy a justificarme diciendo que amo a mi hijo y esas cosas porque es evidente, pero pienso ¿qué tan fácil es para un papá conciliar? aunque en mis post siempre escribo de manera generalizada debo reafirmar que es solo mi experiencia y de ahí es de donde nacen mis dudas.

Vivimos de retos, y como hombre puedo decir que el ego pesa, y pesa mucho, queremos hacer más de lo que podemos con tal de mostrarnos superiores, desde luego esperando un pago o reconocimiento por ello, una copa, una medalla o en lo laboral un mejor puesto o más ganancias.

Debo decir que la conciliación me pesa, desde que ha nacido mi hijo es instintivo el querer estar con él, y por lo mismo he disminuido mis horas de trabajo, no puedo decir que mi jefe es un pro-familia, sin embargo no existe mucho problema en salir o no estar presente en la oficina cuando mi Matt está enfermo y hay que llevarlo al médico, o cuando decido quedarme a jugar unos minutos más con él por la mañana.

Mi mujer tiene la oportunidad de trabajar desde casa, estar con el niño y hacer su chamba, lo que es realmente pesado, y yo, voy a la oficina, regreso en la tarde y de ahí en adelante la paso con Matt, me cuesta conciliar, ¿Por qué? Porque estos años me los había pasado trabajando y de alguna forma esperaba que así continuara, esperaba dedicarme al trabajo tratando de escalarhasta donde me diera el tope y continuar, ¿pero como puedo seguir haciéndolo? jamás sacrificaría el tiempo con mi hijo por el trabajo, no vale la pena, pero ¿que pasará más delante?


No sé si todos los padres buscan conciliar y no entiendo como es que lo hacen, en verdad que he pensado mucho en este tema, al final decidí continuar, porque lo disfruto mucho y porque al parecer también la vida sabe lo que necesitas, los tiempos y la economía se han ajustado de manera que puedo conciliar con mi vida familiar pero estoy en el tope.


El problema es que me cuesta conciliar con mi conciliación, aun trato de sentirme completo teniendo lo que tengo pero estoy acostumbrado a buscar más ¿codicia? Seguro estoy que no pasa por lo económico, pero estamos en un momento global en el que no podemos bajar la guardia, el conocimiento parece ser el único pilar que nos mantendrá en el juego y bueno creo que los hijos necesitan un bienestar, familiar, económico y personal en el que me he prometido contribuir.


Al final de todo mi análisis de mi nueva conciliación, descubrí que tal vez para esto lo mejor sea crear tu propio medio, ser tu propio jefe, o encontrar la mera de vivir que te llene, compartiendo con tus hijos tus metas, que es justamente lo que busco, continuaré estudiando, me mantendré en el mercado con mis horas bien distribuidas y si la conciliación así lo deja seguiremos de la mano mi familia, mi trabajo y mi yo.



¿Como haz podido conciliar tu vida familiar, laboral y personal?

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¿Qué nos compensa de ser papás?

Noches sin dormir, cambio de pestosos pañales, carreras a urgencias, esterilizar biberones a las 3 de la mañana, llantinas en la oreja… Ser padre es difícil y tiene bastantes inconvenientes. Si no lo has vivido por ti mismo, olvídate de la bucólica imagen de los telefilmes siesteros de los domingos. Pero entonces… ¿Por qué nos empeñamos en ser padres? ¿En que nos condensa?

Es cierto que cuando un bebé te sonríe, por triste o decaído que estés, tú también sonríes por dentro. Estamos programados genéticamente para ello. Ya sabes, eso de perpetuar la especie, protegiendo a nuestros ADNherederos. Eso compensa, cierto, pero no tanto.

También es verdad que cuando tu monstruito pide perdón por haber pisoteado casi sin intención a alguien en el bus o el Metro, te sientes orgulloso de lo bien que lo estas educando. Si compensa, pero no tanto.

Nunca nadie, o casi nadie, dice a los padres de un niño que es feo. Siempre se le dice que es guapo, mono o al menos “simpático”. Y como eso suele venir en la misma típica conversación  en la que te dicen que se parece mucho a ti, inconscientemente te aplicas a ti mismo el halago que le hacían a tu nena. Otra compensación, pero también insuficiente.

Un buen día, sin aviso previo, llega tu nena y te recita las vocales de corrido, sin venir a cuento, solo llega, te las suelta y se larga a la carrera mientras piensas: “Dios, que buen maestro soy”. Y eso compensa… pero poco.

¿Y entonces qué demonios es lo que nos compensa para ser padres? Pues la respuesta me vino sola a la cabeza la otra noche, mientras trataba de dormir a mi enanita.

Tranquilos, que ya os cuento.

Era la tercera o la cuarta vez que abandonaba la cena y la tele para acudir a la mini-cuna a volver a dormir a mi enanita insomne. Ya estaba un poco quemadillo, así que iba tratando de rebajar el enfado racionalizando, vamos, que iba gruñendo por lo bajinis algo parecido a “pero ¿que cojXXXs le pasa ahora?” y me estaba respondiendo a mí mismo con algo que había leído por la mañana y que venía a decir que aunque nosotros sepamos que en la cuna están seguros y a salvo, ellos solo saben que están solos.

El caso es que la cogí, y ella apoyo la cabeza en el interior de mi codo, me cogió un dedo con la mano y se durmió plácidamente. Y entonces me di cuenta de que no había llegado papá, si no Superman, Spiderman, Batman, Yo

Si, lo que nos compensa, es que todos hemos querido de niños ser algún superhéroe. De hecho sigo queriendo ser un superhéroe (Tio Gilito, para ser exactos) y durante un tiempo, eso es lo que somos para ellos. Su protector, su fuente de sabiduría, el que lo arregla todo, el que lo puede todo.

Eso y no otra cosa es lo que nos compensa, que para ellos no somos gorditos con entradas si no Star Swirl El Barbudo.

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¿Qué nos compensa de ser papás?

Noches sin dormir, cambio de pestosos pañales, carreras a urgencias, esterilizar biberones a las 3 de la mañana, llantinas en la oreja… Ser padre es difícil y tiene bastantes inconvenientes. Si no lo has vivido por ti mismo, olvídate de la bucólica imagen de los telefilmes siesteros de los domingos. Pero entonces… ¿Por qué nos empeñamos en ser padres? ¿En que nos condensa?

Es cierto que cuando un bebé te sonríe, por triste o decaído que estés, tú también sonríes por dentro. Estamos programados genéticamente para ello. Ya sabes, eso de perpetuar la especie, protegiendo a nuestros ADNherederos. Eso compensa, cierto, pero no tanto.

También es verdad que cuando tu monstruito pide perdón por haber pisoteado casi sin intención a alguien en el bus o el Metro, te sientes orgulloso de lo bien que lo estas educando. Si compensa, pero no tanto.

Nunca nadie, o casi nadie, dice a los padres de un niño que es feo. Siempre se le dice que es guapo, mono o al menos “simpático”. Y como eso suele venir en la misma típica conversación  en la que te dicen que se parece mucho a ti, inconscientemente te aplicas a ti mismo el halago que le hacían a tu nena. Otra compensación, pero también insuficiente.

Un buen día, sin aviso previo, llega tu nena y te recita las vocales de corrido, sin venir a cuento, solo llega, te las suelta y se larga a la carrera mientras piensas: “Dios, que buen maestro soy”. Y eso compensa… pero poco.

¿Y entonces qué demonios es lo que nos compensa para ser padres? Pues la respuesta me vino sola a la cabeza la otra noche, mientras trataba de dormir a mi enanita.

Tranquilos, que ya os cuento.

Era la tercera o la cuarta vez que abandonaba la cena y la tele para acudir a la mini-cuna a volver a dormir a mi enanita insomne. Ya estaba un poco quemadillo, así que iba tratando de rebajar el enfado racionalizando, vamos, que iba gruñendo por lo bajinis algo parecido a “pero ¿que cojXXXs le pasa ahora?” y me estaba respondiendo a mí mismo con algo que había leído por la mañana y que venía a decir que aunque nosotros sepamos que en la cuna están seguros y a salvo, ellos solo saben que están solos.

El caso es que la cogí, y ella apoyo la cabeza en el interior de mi codo, me cogió un dedo con la mano y se durmió plácidamente. Y entonces me di cuenta de que no había llegado papá, si no Superman, Spiderman, Batman, Yo

Si, lo que nos compensa, es que todos hemos querido de niños ser algún superhéroe. De hecho sigo queriendo ser un superhéroe (Tio Gilito, para ser exactos) y durante un tiempo, eso es lo que somos para ellos. Su protector, su fuente de sabiduría, el que lo arregla todo, el que lo puede todo.

Eso y no otra cosa es lo que nos compensa, que para ellos no somos gorditos con entradas si no Star Swirl El Barbudo.

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Ya lo sabemos

Al final se adelantó la ecografía programada y hemos podido averiguar el sexo de nuestro próximo retoño. Aunque no es necesario escribirlo, preferimos que todo vaya bien y tengamos una criatura sana, pero -semoh asín- teníamos también una preferencia y ambos deseábamos que fuera una niña.

Llegamos a la hora señalada y el ginecólogo intentaba desesperadamente averiguar el sexo. Venga a deslizar el aparatito por la barriga de A. intentando que el feto cambiara de posición y nos dejara ver esa entrepierna. Pero no había manera. Yo, por muy atento que estuviera, solo era capaz de distinguir la cabeza, la columna vertebral y las extremidades.

De repente, el ginecólogo exclamó: «Creo que ya lo sé, pero no estoy del todo seguro»

Intenté varias veces que se mojara, pero nada, no soltaba prenda.

Finalmente, se fue a buscar a una compañera para que confirmara sus sospechas. Llegó, miró el monitor y enseguida dijo «Está clarísimo … (1 segundo de pausa que se me hizo una eternidad) ¡es una niña!»

Pues eso, que parece que es una niña y estamos todos encantados con la noticia. Ahora ya solo falta decidirnos por el nombre (se agradecen las propuestas recibidas en los comentarios a la anterior entrada), donde va ganando enteros la posibilidad de que se llame como su madre. Así que ya sabéis, probablemente se llame A. Bonito nombre.

Los/as más avezados/as ya conocías el resultado antes de leer la entrada. Bastaba con haberse fijado un poco en el margen superior izquierdo de la página, donde ya aparece. 😉
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Ya lo sabemos

Al final se adelantó la ecografía programada y hemos podido averiguar el sexo de nuestro próximo retoño. Aunque no es necesario escribirlo, preferimos que todo vaya bien y tengamos una criatura sana, pero -semoh asín- teníamos también una preferencia y ambos deseábamos que fuera una niña.

Llegamos a la hora señalada y el ginecólogo intentaba desesperadamente averiguar el sexo. Venga a deslizar el aparatito por la barriga de A. intentando que el feto cambiara de posición y nos dejara ver esa entrepierna. Pero no había manera. Yo, por muy atento que estuviera, solo era capaz de distinguir la cabeza, la columna vertebral y las extremidades.

De repente, el ginecólogo exclamó: «Creo que ya lo sé, pero no estoy del todo seguro»

Intenté varias veces que se mojara, pero nada, no soltaba prenda.

Finalmente, se fue a buscar a una compañera para que confirmara sus sospechas. Llegó, miró el monitor y enseguida dijo «Está clarísimo … (1 segundo de pausa que se me hizo una eternidad) ¡es una niña!»

Pues eso, que parece que es una niña y estamos todos encantados con la noticia. Ahora ya solo falta decidirnos por el nombre (se agradecen las propuestas recibidas en los comentarios a la anterior entrada), donde va ganando enteros la posibilidad de que se llame como su madre. Así que ya sabéis, probablemente se llame A. Bonito nombre.

Los/as más avezados/as ya conocías el resultado antes de leer la entrada. Bastaba con haberse fijado un poco en el margen superior izquierdo de la página, donde ya aparece. 😉
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Padres valiente!… Al supermercado.

Fabián ya tiene la edad de 2 años y, ya me permiten llevarlo al supermercado. Como sabrán su madre es muy protectora y debí pasar 48 meses de entrenamiento de cómo ser un Padre para mi hijo. No me…

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Padres valiente!… Al supermercado.

Fabián ya tiene la edad de 2 años y, ya me permiten llevarlo al supermercado. Como sabrán su madre es muy protectora y debí pasar 48 meses de entrenamiento de cómo ser un Padre para mi hijo. No me…

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Método Jedi: de la paternidad al control de la Fuerza.

Hola, soy el Señor Lobo. Soluciono problemas.
¿Tu problema es que vas eres padre y UNA vez al año que sales tus amigos dicen que no aguantas nada?. No te preocupes, el Método Jedi ha estado desarrollando tu control sobre la Fuerza para tumbar a cualquier fiestero.


Cuando eres padre dejas atrás tus noches de vicios y perversiones en lúgubres tugurios y antros de mala muerte en los que si permanecías de pie más de 5 segundos en el mismo sitio te quedabas pegado en el suelo de la roña que había. No, ahora no. Ahora ya no frecuentas ese tipo de bares oscuros donde ponían cerveza (“To’ buena”) aunque sigues habitando en lugares en los que si te quedas más de 5 segundos en el mismo sitio te puedes quedar pegado al suelo y también hay gente vomitando.

Eso lo puedes sobrellevar más o menos bien. Tú vida ha cambiado, acéptalo. Pero llegará un día en el que quedas a tomar una cerveza con algunos amigos de la Galaxia Solteaurus, y cuando se te escapa un bostezo, te dirán: “Tío, no aguantas nada…”.

Vamos a ver: Pa-pa-na-tas. ¿¿¿Qué no aguanto qué??? A ver, como os lo explico para que me entendáis. 
¿Habéis visto Star Wars? 
Si… La Triología original. 
Si, la buena. 
Si… A ver que hace JJ Abra… ¡Que me liáis! 
A lo que iba: Los que vivimos en la Galaxia Padremeda hemos sentido la llamada de la Fuerza, tenemos control sobre los Midiclorianos del universo y hemos sido duramente entrenados para iniciarnos como Padres Maestros Jedi.

«Entrenar para convertirse en Jedi no es sencillo, aún si lo logras es una dura vida«.

Por lo que siento deciros, habitantes de la Galaxia Solteaurus, que no sois rivales para nosotros, los Maestros Jedi. Os voy a listar tan sólo 5 de los muchos poderes que nos ha concedido el control de la Fuerza:

1- Sanar.

Tenemos una gran capacidad auto curativa. Nuestros cuerpos están expuestos a condiciones límite, y seguimos vivos (de momento). Por ejemplo: Podemos estar largos periodos de tiempo sin dormir. Lo único que pasadas las primeras 144 horas seguidas sin dormir, todo empieza a ponerse un poco borroso («Tus ojos pueden engañarte, no confíes en ellos»).  Cuando la cafetera del trabajo empieza a decirte cosas, sospechas que tu raciocinio está ligeramente alterado. En este instante usas tus habilidades Jedi: «Concéntrate en el momento. Siente, no pienses, usa tu instinto». Porque si en una reunión intentas pensar, puedes poner en riesgo tu trabajo. Limítate a seguir tu instinto: Si éste te dice que tirarte un pedo en medio de la reunión no es buena idea, QUIZÁ y sólo QUIZÁ, tu instinto este en lo cierto.

Amigos Soltearus: Que nos hayáis visto bostezar una sola vez, no quiere decir que estemos cansados. Si esa noche hemos dormido 3 horas, tenemos energía suficiente para aguantar jueves universitario, viernes de cervezas, sábado de juerga y domingo de matineé sin un solo café.

2- Telequinesis.

Los Maestros Jedis hemos desarrollado la capacidad de mover objetos con la mente. Esta habilidad tiene una evolución hasta que dominas la técnica completamente.

De los 0 a los 6 meses de entrenamiento, “tu capacidad de abstracción de la realidad” logra que las Biberhinas se preparen “solas”, vayan con tu Lö-Båby y que este se la tome. En la siguiente fase, de los 6 a los 18 meses, “tu mente” mueve más objetos pero de una manera inconsciente, por lo que no te extrañe que aparezcan mandos a distancia en la lavadora o iphones en la basura. Finalmente, cuando logras ejercer un control mental sobre tus poderes, puedes pedir a tus “Midiclorianos” que te pasen unas zapatillas o te traigan una cervecita fresquita de la nevera (es la técnica Yoda conocida como Lö-Båby-Oompa Loompa).

Amigos Soltearus: Si estando en bar retáis a un Maestro Jedia mover algún objeto con la mente, por ejemplo la mesa donde estemos sentados, sed conscientes que podemos levantarla sin las manos. Llevamos mucho, mucho, mucho tiempo de “Ley Seca” (y no de cerveza precisamente).

3-  Control mental.

Nuestro nuevo estado paternal Jedi ha puesto a prueba los límites de la paciencia. «El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento» Así que si no queremos acabar como Darth Vader, dando a nuestros Lö-Båby en adopción o lanzándolos a un pozo a las 3:47 de la madrugada tras decirles “Yo soy tu padre (¡¡¡Cállate coño!!!)”. Hemos desarrollado una capacidad para aguantar gilipolleces tonterías  pataletas “Hasta el infinito y más allá”.

Amigos Solteaurus: No intentéis convencernos que vosotros sois muy Zen gracias a entrenamientos, coachings y Mens sana in corpore sano cuando no soportáis que os pongan los gintonics en vaso de tubo. Vosotros no sabéis lo que es el autocontrol. Autocontrol es cuando te encuentras a tu Lö-Båby limpiando el chocolate que se le ha caído en la alfombra con la escobilla del WC, y no solo no puedes chillar de espanto, si no que le tienes que felicitar PERO explicándole que la asociación de ideas está bien, pero no sería la mejor del mundo. Todo con un tono jovial y cariñoso, porque el pobre ha intentado recogerlo y sólo faltaría que lo frustres de por vida, consiguiendo que se declare oficialmente inútil y no recoja nunca más. Eso es Control Mental.

4-  Telepatía.

Los Maestros Jedi podemos comunicarnos entre nosotros sin necesidad de hablar. Por ejemplo, están dos Maestros Jedi reunidos con un grupo de habitantes de la Galaxia Solteaurus. Estos como buenos maestros a los que se le han mostrado los secretos del universo (como a qué sabe un provechito de un Lö-Båby alzado por encima de la cabeza o qué huele la avena digerida), pueden estar ilustrando a sus tertulianos hasta altas horas de la madrugada. Excepto si debates con alguien que tenga un perro… Cuando en medio del relato anécdotas relacionadas con Lö-Båbies  (que a los de la Galaxia Saolteaurusos aburren, mientras que para los de Padremeda son droga dura), uno de los habitantes de la Galaxia Solteaurus interviene bajo la premisa de “ Ah! pues mi perro…” los dos Maestros Jedis con sólo cruzar una mirada ya han decidido con que arma van a matarlo, donde enterrarán su cuerpo y la coartada que se darán mutuamente.

Amigos Solteaurus (con perros): No hagáis un Jar Jar Binks por favor. («La capacidad de hablar no os hace inteligentes«).

5-   Clarividencia.

Podemos ver el futuro. Si. Y si decimos que nos tenemos que ir porque hoy nuestro Lö-Båby ha comido 143cc de papilla en lugar de los 147cc de siempre (la última cucharada la huelen), es porque podemos predecir el futuro y decir a ciencia cierta que la falta de esos 4cc harán que a las 19:37 quiere cenar, y que si no le das de comer Ipso Facto tienen más mala leche que Kim Jong Un si le quitan el bocata de la merienda, es verdad.

Amigos Solteaurus: Sí, es así. No, no somos un exagerados. Todo lo que cuento es cierto. Palabra por palabra. Que mi condición de Drama-papa Queen no os enturbie el fondo del contenido «Su carencia de fe resulta molesta«.

Así que amigos Solteaurus, no intentéis nunca rivalizar con un Maestro Jedi. Podemos sanar, ejercer telequinesis, control mental, telepatía y ver el futuro con nuestra clarividencia. No tengáis miedo de cruzar a nuestro lado «Somos un padres jedi, como nuestros padre antes que nosotros«. Ya vemos que empezáis a sentir el poder de nuestro Lado… ¡Somos Maestros Jedis! Supuramos Fuerza por todos los poros. Somos la versión masculina de las MILF: ¡Somos los FILF!. No podéis resistiros… ¡Nos amáis! Y lo sabemos.

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Método Jedi: de la paternidad al control de la Fuerza.

Hola, soy el Señor Lobo. Soluciono problemas.
¿Tu problema es que vas eres padre y UNA vez al año que sales tus amigos dicen que no aguantas nada?. No te preocupes, el Método Jedi ha estado desarrollando tu control sobre la Fuerza para tumbar a cualquier fiestero.


Cuando eres padre dejas atrás tus noches de vicios y perversiones en lúgubres tugurios y antros de mala muerte en los que si permanecías de pie más de 5 segundos en el mismo sitio te quedabas pegado en el suelo de la roña que había. No, ahora no. Ahora ya no frecuentas ese tipo de bares oscuros donde ponían cerveza (“To’ buena”) aunque sigues habitando en lugares en los que si te quedas más de 5 segundos en el mismo sitio te puedes quedar pegado al suelo y también hay gente vomitando.

Eso lo puedes sobrellevar más o menos bien. Tú vida ha cambiado, acéptalo. Pero llegará un día en el que quedas a tomar una cerveza con algunos amigos de la Galaxia Solteaurus, y cuando se te escapa un bostezo, te dirán: “Tío, no aguantas nada…”.

Vamos a ver: Pa-pa-na-tas. ¿¿¿Qué no aguanto qué??? A ver, como os lo explico para que me entendáis. 
¿Habéis visto Star Wars? 
Si… La Triología original. 
Si, la buena. 
Si… A ver que hace JJ Abra… ¡Que me liáis! 
A lo que iba: Los que vivimos en la Galaxia Padremeda hemos sentido la llamada de la Fuerza, tenemos control sobre los Midiclorianos del universo y hemos sido duramente entrenados para iniciarnos como Padres Maestros Jedi.

«Entrenar para convertirse en Jedi no es sencillo, aún si lo logras es una dura vida«.

Por lo que siento deciros, habitantes de la Galaxia Solteaurus, que no sois rivales para nosotros, los Maestros Jedi. Os voy a listar tan sólo 5 de los muchos poderes que nos ha concedido el control de la Fuerza:

1- Sanar.

Tenemos una gran capacidad auto curativa. Nuestros cuerpos están expuestos a condiciones límite, y seguimos vivos (de momento). Por ejemplo: Podemos estar largos periodos de tiempo sin dormir. Lo único que pasadas las primeras 144 horas seguidas sin dormir, todo empieza a ponerse un poco borroso («Tus ojos pueden engañarte, no confíes en ellos»).  Cuando la cafetera del trabajo empieza a decirte cosas, sospechas que tu raciocinio está ligeramente alterado. En este instante usas tus habilidades Jedi: «Concéntrate en el momento. Siente, no pienses, usa tu instinto». Porque si en una reunión intentas pensar, puedes poner en riesgo tu trabajo. Limítate a seguir tu instinto: Si éste te dice que tirarte un pedo en medio de la reunión no es buena idea, QUIZÁ y sólo QUIZÁ, tu instinto este en lo cierto.

Amigos Soltearus: Que nos hayáis visto bostezar una sola vez, no quiere decir que estemos cansados. Si esa noche hemos dormido 3 horas, tenemos energía suficiente para aguantar jueves universitario, viernes de cervezas, sábado de juerga y domingo de matineé sin un solo café.

2- Telequinesis.

Los Maestros Jedis hemos desarrollado la capacidad de mover objetos con la mente. Esta habilidad tiene una evolución hasta que dominas la técnica completamente.

De los 0 a los 6 meses de entrenamiento, “tu capacidad de abstracción de la realidad” logra que las Biberhinas se preparen “solas”, vayan con tu Lö-Båby y que este se la tome. En la siguiente fase, de los 6 a los 18 meses, “tu mente” mueve más objetos pero de una manera inconsciente, por lo que no te extrañe que aparezcan mandos a distancia en la lavadora o iphones en la basura. Finalmente, cuando logras ejercer un control mental sobre tus poderes, puedes pedir a tus “Midiclorianos” que te pasen unas zapatillas o te traigan una cervecita fresquita de la nevera (es la técnica Yoda conocida como Lö-Båby-Oompa Loompa).

Amigos Soltearus: Si estando en bar retáis a un Maestro Jedia mover algún objeto con la mente, por ejemplo la mesa donde estemos sentados, sed conscientes que podemos levantarla sin las manos. Llevamos mucho, mucho, mucho tiempo de “Ley Seca” (y no de cerveza precisamente).

3-  Control mental.

Nuestro nuevo estado paternal Jedi ha puesto a prueba los límites de la paciencia. «El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento» Así que si no queremos acabar como Darth Vader, dando a nuestros Lö-Båby en adopción o lanzándolos a un pozo a las 3:47 de la madrugada tras decirles “Yo soy tu padre (¡¡¡Cállate coño!!!)”. Hemos desarrollado una capacidad para aguantar gilipolleces tonterías  pataletas “Hasta el infinito y más allá”.

Amigos Solteaurus: No intentéis convencernos que vosotros sois muy Zen gracias a entrenamientos, coachings y Mens sana in corpore sano cuando no soportáis que os pongan los gintonics en vaso de tubo. Vosotros no sabéis lo que es el autocontrol. Autocontrol es cuando te encuentras a tu Lö-Båby limpiando el chocolate que se le ha caído en la alfombra con la escobilla del WC, y no solo no puedes chillar de espanto, si no que le tienes que felicitar PERO explicándole que la asociación de ideas está bien, pero no sería la mejor del mundo. Todo con un tono jovial y cariñoso, porque el pobre ha intentado recogerlo y sólo faltaría que lo frustres de por vida, consiguiendo que se declare oficialmente inútil y no recoja nunca más. Eso es Control Mental.

4-  Telepatía.

Los Maestros Jedi podemos comunicarnos entre nosotros sin necesidad de hablar. Por ejemplo, están dos Maestros Jedi reunidos con un grupo de habitantes de la Galaxia Solteaurus. Estos como buenos maestros a los que se le han mostrado los secretos del universo (como a qué sabe un provechito de un Lö-Båby alzado por encima de la cabeza o qué huele la avena digerida), pueden estar ilustrando a sus tertulianos hasta altas horas de la madrugada. Excepto si debates con alguien que tenga un perro… Cuando en medio del relato anécdotas relacionadas con Lö-Båbies  (que a los de la Galaxia Saolteaurusos aburren, mientras que para los de Padremeda son droga dura), uno de los habitantes de la Galaxia Solteaurus interviene bajo la premisa de “ Ah! pues mi perro…” los dos Maestros Jedis con sólo cruzar una mirada ya han decidido con que arma van a matarlo, donde enterrarán su cuerpo y la coartada que se darán mutuamente.

Amigos Solteaurus (con perros): No hagáis un Jar Jar Binks por favor. («La capacidad de hablar no os hace inteligentes«).

5-   Clarividencia.

Podemos ver el futuro. Si. Y si decimos que nos tenemos que ir porque hoy nuestro Lö-Båby ha comido 143cc de papilla en lugar de los 147cc de siempre (la última cucharada la huelen), es porque podemos predecir el futuro y decir a ciencia cierta que la falta de esos 4cc harán que a las 19:37 quiere cenar, y que si no le das de comer Ipso Facto tienen más mala leche que Kim Jong Un si le quitan el bocata de la merienda, es verdad.

Amigos Solteaurus: Sí, es así. No, no somos un exagerados. Todo lo que cuento es cierto. Palabra por palabra. Que mi condición de Drama-papa Queen no os enturbie el fondo del contenido «Su carencia de fe resulta molesta«.

Así que amigos Solteaurus, no intentéis nunca rivalizar con un Maestro Jedi. Podemos sanar, ejercer telequinesis, control mental, telepatía y ver el futuro con nuestra clarividencia. No tengáis miedo de cruzar a nuestro lado «Somos un padres jedi, como nuestros padre antes que nosotros«. Ya vemos que empezáis a sentir el poder de nuestro Lado… ¡Somos Maestros Jedis! Supuramos Fuerza por todos los poros. Somos la versión masculina de las MILF: ¡Somos los FILF!. No podéis resistiros… ¡Nos amáis! Y lo sabemos.

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Método Jedi: de la paternidad al control de la Fuerza.

Hola, soy el Señor Lobo. Soluciono problemas.
¿Tu problema es que vas eres padre y UNA vez al año que sales tus amigos dicen que no aguantas nada?. No te preocupes, el Método Jedi ha estado desarrollando tu control sobre la Fuerza para tumbar a cualquier fiestero.


Cuando eres padre dejas atrás tus noches de vicios y perversiones en lúgubres tugurios y antros de mala muerte en los que si permanecías de pie más de 5 segundos en el mismo sitio te quedabas pegado en el suelo de la roña que había. No, ahora no. Ahora ya no frecuentas ese tipo de bares oscuros donde ponían cerveza (“To’ buena”) aunque sigues habitando en lugares en los que si te quedas más de 5 segundos en el mismo sitio te puedes quedar pegado al suelo y también hay gente vomitando.

Eso lo puedes sobrellevar más o menos bien. Tú vida ha cambiado, acéptalo. Pero llegará un día en el que quedas a tomar una cerveza con algunos amigos de la Galaxia Solteaurus, y cuando se te escapa un bostezo, te dirán: “Tío, no aguantas nada…”.

Vamos a ver: Pa-pa-na-tas. ¿¿¿Qué no aguanto qué??? A ver, como os lo explico para que me entendáis. 
¿Habéis visto Star Wars? 
Si… La Triología original. 
Si, la buena. 
Si… A ver que hace JJ Abra… ¡Que me liáis! 
A lo que iba: Los que vivimos en la Galaxia Padremeda hemos sentido la llamada de la Fuerza, tenemos control sobre los Midiclorianos del universo y hemos sido duramente entrenados para iniciarnos como Padres Maestros Jedi.

«Entrenar para convertirse en Jedi no es sencillo, aún si lo logras es una dura vida«.

Por lo que siento deciros, habitantes de la Galaxia Solteaurus, que no sois rivales para nosotros, los Maestros Jedi. Os voy a listar tan sólo 5 de los muchos poderes que nos ha concedido el control de la Fuerza:

1- Sanar.

Tenemos una gran capacidad auto curativa. Nuestros cuerpos están expuestos a condiciones límite, y seguimos vivos (de momento). Por ejemplo: Podemos estar largos periodos de tiempo sin dormir. Lo único que pasadas las primeras 144 horas seguidas sin dormir, todo empieza a ponerse un poco borroso («Tus ojos pueden engañarte, no confíes en ellos»).  Cuando la cafetera del trabajo empieza a decirte cosas, sospechas que tu raciocinio está ligeramente alterado. En este instante usas tus habilidades Jedi: «Concéntrate en el momento. Siente, no pienses, usa tu instinto». Porque si en una reunión intentas pensar, puedes poner en riesgo tu trabajo. Limítate a seguir tu instinto: Si éste te dice que tirarte un pedo en medio de la reunión no es buena idea, QUIZÁ y sólo QUIZÁ, tu instinto este en lo cierto.

Amigos Soltearus: Que nos hayáis visto bostezar una sola vez, no quiere decir que estemos cansados. Si esa noche hemos dormido 3 horas, tenemos energía suficiente para aguantar jueves universitario, viernes de cervezas, sábado de juerga y domingo de matineé sin un solo café.

2- Telequinesis.

Los Maestros Jedis hemos desarrollado la capacidad de mover objetos con la mente. Esta habilidad tiene una evolución hasta que dominas la técnica completamente.

De los 0 a los 6 meses de entrenamiento, “tu capacidad de abstracción de la realidad” logra que las Biberhinas se preparen “solas”, vayan con tu Lö-Båby y que este se la tome. En la siguiente fase, de los 6 a los 18 meses, “tu mente” mueve más objetos pero de una manera inconsciente, por lo que no te extrañe que aparezcan mandos a distancia en la lavadora o iphones en la basura. Finalmente, cuando logras ejercer un control mental sobre tus poderes, puedes pedir a tus “Midiclorianos” que te pasen unas zapatillas o te traigan una cervecita fresquita de la nevera (es la técnica Yoda conocida como Lö-Båby-Oompa Loompa).

Amigos Soltearus: Si estando en bar retáis a un Maestro Jedia mover algún objeto con la mente, por ejemplo la mesa donde estemos sentados, sed conscientes que podemos levantarla sin las manos. Llevamos mucho, mucho, mucho tiempo de “Ley Seca” (y no de cerveza precisamente).

3-  Control mental.

Nuestro nuevo estado paternal Jedi ha puesto a prueba los límites de la paciencia. «El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento» Así que si no queremos acabar como Darth Vader, dando a nuestros Lö-Båby en adopción o lanzándolos a un pozo a las 3:47 de la madrugada tras decirles “Yo soy tu padre (¡¡¡Cállate coño!!!)”. Hemos desarrollado una capacidad para aguantar gilipolleces tonterías  pataletas “Hasta el infinito y más allá”.

Amigos Solteaurus: No intentéis convencernos que vosotros sois muy Zen gracias a entrenamientos, coachings y Mens sana in corpore sano cuando no soportáis que os pongan los gintonics en vaso de tubo. Vosotros no sabéis lo que es el autocontrol. Autocontrol es cuando te encuentras a tu Lö-Båby limpiando el chocolate que se le ha caído en la alfombra con la escobilla del WC, y no solo no puedes chillar de espanto, si no que le tienes que felicitar PERO explicándole que la asociación de ideas está bien, pero no sería la mejor del mundo. Todo con un tono jovial y cariñoso, porque el pobre ha intentado recogerlo y sólo faltaría que lo frustres de por vida, consiguiendo que se declare oficialmente inútil y no recoja nunca más. Eso es Control Mental.

4-  Telepatía.

Los Maestros Jedi podemos comunicarnos entre nosotros sin necesidad de hablar. Por ejemplo, están dos Maestros Jedi reunidos con un grupo de habitantes de la Galaxia Solteaurus. Estos como buenos maestros a los que se le han mostrado los secretos del universo (como a qué sabe un provechito de un Lö-Båby alzado por encima de la cabeza o qué huele la avena digerida), pueden estar ilustrando a sus tertulianos hasta altas horas de la madrugada. Excepto si debates con alguien que tenga un perro… Cuando en medio del relato anécdotas relacionadas con Lö-Båbies  (que a los de la Galaxia Saolteaurusos aburren, mientras que para los de Padremeda son droga dura), uno de los habitantes de la Galaxia Solteaurus interviene bajo la premisa de “ Ah! pues mi perro…” los dos Maestros Jedis con sólo cruzar una mirada ya han decidido con que arma van a matarlo, donde enterrarán su cuerpo y la coartada que se darán mutuamente.

Amigos Solteaurus (con perros): No hagáis un Jar Jar Binks por favor. («La capacidad de hablar no os hace inteligentes«).

5-   Clarividencia.

Podemos ver el futuro. Si. Y si decimos que nos tenemos que ir porque hoy nuestro Lö-Båby ha comido 143cc de papilla en lugar de los 147cc de siempre (la última cucharada la huelen), es porque podemos predecir el futuro y decir a ciencia cierta que la falta de esos 4cc harán que a las 19:37 quiere cenar, y que si no le das de comer Ipso Facto tienen más mala leche que Kim Jong Un si le quitan el bocata de la merienda, es verdad.

Amigos Solteaurus: Sí, es así. No, no somos un exagerados. Todo lo que cuento es cierto. Palabra por palabra. Que mi condición de Drama-papa Queen no os enturbie el fondo del contenido «Su carencia de fe resulta molesta«.

Así que amigos Solteaurus, no intentéis nunca rivalizar con un Maestro Jedi. Podemos sanar, ejercer telequinesis, control mental, telepatía y ver el futuro con nuestra clarividencia. No tengáis miedo de cruzar a nuestro lado «Somos un padres jedi, como nuestros padre antes que nosotros«. Ya vemos que empezáis a sentir el poder de nuestro Lado… ¡Somos Maestros Jedis! Supuramos Fuerza por todos los poros. Somos la versión masculina de las MILF: ¡Somos los FILF!. No podéis resistiros… ¡Nos amáis! Y lo sabemos.

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