Lo prometido es deuda: part tu o como se dice en mi pueblo "continuación"

Aprovechando que nuestra muy querida anestesistabasto R1-D2-P2, anteriormente conocida como Doctora Jomeini, y que ahora se nos ha pasado a las Tierras Límite y que nuestra amada boticaria @boticariagarcia anda por tierras andaluzas haciendo la reconquista libro en mano, aquí les dejo la segunda parte de respuestas a sus preguntas así, sin anestesia ni ná.


madresestresadas (@madrestresadas) ¿Mejora la vida un blog?

Fernando (@papaLobox): Supongo que si lo haces para hablar sobre productos de samsung o apple, te dedicas a los videojuegos o algo así quizás mejore, pero en mi caso tengo que decir que la ha vuelto patas arriba, más de lo que ya estaba y me la ha cambiado bastante, así que no sabría que decirte.

El rincón de Mixka (@ElRinconDeMixka) ¿Saca la paternidad a la maruja que lleváis dentro?

Fernando (@papaLobox): creo que no, al menos en mi caso. Eso si, tus temas básicos de conversación cambian radicalmente (la mayoría)
Ata (@ata_arrospide): creo que no, salvo en el caso de @papaLobox.
Raúl (@papatróspido): Opino como @ata_arrospide.
Oscar (@yanopadrenovato): No podía ser más maruja ya, así que no.
Carlos (@comovader): Igualito que @papaLobox!
José Mª (@laparejadegolpe): Pues un poco sí. No por cotilleo o marujeo, pero sí porque ahora las conversaciones son muchas veces monotemáticas. Lo que es normal, cuando la mitad de las horas del día estás con los niños en la cabeza. Durante los 3 primeros años de los padawanes, las compras mañaneras –y los paseos– nos llevaban de tienda en tienda por el barrio, y siempre acababa conversando con todo el mundo, con los peques como centro de atención. Más aún cuando eran más pequeños e íbamos con el carrito gemelar a todas partes. Nos conocen, aunque sea de vista, en medio barrio.
Pablo (@prepapa_es) No sabría interpretar el término Maruja. Probablemente lo que tengas en mente sea diferente a lo que tengo en mente yo. Si te refieres a estar todo el día recogiendo cosas y limpiando, sí.
Imu Amigurumi (@imu_amigurumi) consideráis q tras ser padres os habéis convertido en una mejor versión de vosotros mismos ?

Fernando (@papaLobox): o en la peor. A estas alturas no sabría que decirte. Depende del día.

  
Mis hallazgos (@MisHallazgos) cuantos habéis tenido que renunciar a vuestro trabajo para poder implicaros en la crianza de vuestros hijos?


Fernando (@papaLobox): en mi empresa, estar en un cliente como el que estoy ahora implica un puesto tranquilo pero cero proyección laboral. De momento, me compensa.



Fabulist Travel (@FabulistTravel) ¿En qué (si en algo) se diferencia un viaje familiar organizado por un papá de uno organizado por una mamá?

Fernando (@papaLobox): sencillo, el viaje organizado por el padre llevará un 10% del equipaje que llevará el organizado por la madre. Eso sí, probablemente nos perdamos la mitad de las cosas para ver.



Diana Oliver (@Diana_Oliver) ¿Qué opináis de los permisos de maternidad igualitarios?


Fernando (@papaLobox): ahora es cuando las feministas piden mi cabeza. No sirve de nada tener un permiso igualitario de 6, 12 o 32 meses mientras no cambie la mentalidad de la empresa española y dejen de asociar producción a horas calentando silla, mientras esto siga siendo así, nunca habrá permisos reales, pues siempre se penalizará a aquel que se acoja a un permiso o a una reducción por guarda independientemente del sexo que sea. Creo que es un error pensar que si hay permisos iguales la mujer dejará de estar en desventaja, no hay distinción de sexos si a tu jefe sigue creyendo que estar 10 horas en el trabajo es productividad. Si solucionamos este problema ya podríamos ver cuál es el periodo mínimo que necesita un bebé para estar con sus padres juntos.
Imu Amigurumi (@imu_amigurumi) Si contáis cuentos tradicionales: ¿Cómo son las princesas?¿ y los príncipes ?¿Elimináis escenas de tensión ? ¿Los adaptáis ?


Fernando (@papaLobox): recuerdo que con el mayor si que eliminábamos ciertas descripciones, por ejemplo el término “madrastra” o “le pidió su corazón”, luego aprendimos a leer cuentos menos problemáticos.
Mother Killer (@motherkiller2) ¿Qué opináis sobre el SPM?

Fernando (@papaLobox): ¿El Servicio Público de Madrid? Pues deja bastante que desear…Me dicen mis compañeros que no, que son las siglas del Síndrome Por Mestruación. Sólo a vosotras se os ocurriría definir el periodo como un síndrome, aunque quizás lleves razón, en muchos casos termina siendo un síndrome de Estocolmo como la copa de un pino. Pero volviendo a la pregunta, el síndrome y yo nos llevamos bien, aunque creo que habría que decir que con quien se lleva bien es con la que lo sufre.

Mamá en Bulgaria (@MamaenBulgaria) ¿qué respondéis cuando os alaban por «ayudar» a la mamá con los niños o la casa?


Fernando (@papaLobox): nunca lo han hecho. Como mucho han comentado la suerte que tienen algunas mujeres de hoy comparadas con las de antes.
Ata (@ata_arrospide): Nunca lo han hecho, pero me cabrearía, aunque no por lo que tú crees: la pregunta me relega a un papel secundario de una obra de la que soy coprotagonista
Raúl (@papatróspido): Debo ser mal marido, porque a mi no me alaban por nada. Sólo me tira algún piropo mi Santa, pero luego me riñe por cualquier otra cosa y compensa.
Oscar (@yanopadrenovato): Ardo en cólera; en cuanto consigo calmarme, contesto de la forma más tranquila que puedo que las cosas las hacemos ‘a medias’, nadie ayuda a nadie.
José Mª (@laparejadegolpe): xxx
Carlos (@comovader): Suelen ser comentarios de gente mayor, por lo tanto, me lo tomo con humor.
Pablo (@prepapa_es) Pensar en qué diferente soy de quien lo hace. El que alaba eso  demuestra una carencia de corresponsabilidad y por ende de responsabilidad. Yo no ayudo a la mamá con lxs niñxs. Ayudo a lxs niñxs.

Papás e hijos (@papasehijos) ¿Cuál es el peor regalo que se puede hacer a papá en el #Díadelpadre?


Fernando (@papaLobox): calcetines, pocos regalos pueden ser peores.
Mother Killer (@motherkiller2) ¿Sois conscientes de vuestros privilegios como hombres ?

Fernando (@papaLobox): yo contestaré en breve con una entrada en exclusiva sobre este tema. Palabrita.

Raúl (@papatróspido): Aha, y por eso lucho por los vuestros.
José Mª (@laparejadegolpe): xxx

Pablo (@prepapa_es) Soy muy consciente de que ciertos hombres se creen con privilegios. Y no estoy en absoluto de acuerdo con su visión. Desafortunadamente, hay cosas que se valoran más en un hombre que en una mujer.

Hola!
Me llamo Vanesa y estoy detrás del blog http://mislaboresypunto.com/
Quería preguntaros a todos, o al que quiera contestar, si os gustan las labores, lo hecho a mano, el DIY que tanto se lleva ahora, la cocina, el punto o el crochet… y si practicáis alguna/s de ellas.
Gracias!


Fernando (@papaLobox): yo soy el que cocina en casa y en lo referente al tema corte y confección, se queda en coser botones y los rotos del chándal. Me gustaría aprender a coser a máquina.

-El hecho de virtualizar tus vivencias como padre hace que estás sean vividas con mayor profundidad?


Fernando (@papaLobox): no, hacen que no te sientas un bicho raro en algunos casos, pero la intensidad se vive en el día a día con tus hijos.
-Qué opinan tus amigos y conocidos de la temática de tu blog? 


Fernando (@papaLobox): ¿que tienes un blog de qué? ¿Eso es legal?

-Qué opinas de la crianza natural?


Fernando (@papaLobox): ¿hay alguna artificial?
-Sobre el tiempo que compartes con tus hijos que crees que es más importante la calidad o la cantidad?


Fernando (@papaLobox): creo que debe haber un equilibrio. No sirve de mucho que les dediques tiempo de calidad si sólo puedes dedicarles unos minutos antes de acostarse ni tampoco que pases la tarde con ellos viendo la tele. Un ten con ten.
Ata (@ata_arrospide): “todo el tiempo que pases con tus hijos es tiempo de calidad” (toma respuesta de manual)
Raúl (@papatróspido): Defíname calidad y veremos que respondo. Hasta ahora todo el tiempo que he pasado es de calidad, no se como no puede serlo…
Oscar (@yanopadrenovato): Qué no es tiempo de calidad con los hijos? Estando en la habitación con ellos a mi ya me lo parece. Y cuanto más, mejor.
José Mª (@laparejadegolpe): No sé a quién se le ocurrió esa frase… Lo importante es pasar tiempo con ellos. Todo el tiempo que se pueda. La calidad llega, o debería, siempre que no te pases la tarde sentado viendo la tele sin hacerles caso. Si juegas con ellos y están felices; bien. Si los cuidas, los alimentas, y les enseñas; bien. Si te ven haciendo labores de casa, cocinando, cuidando; bien. Si paseas o los llevas a hacer deporte, o al parque; bien. Todo les empapa, todo les nutre. Y es recíproco. También hay que descansar, y pasar tiempo con uno mismo, y con la pareja, pero el tiempo que pasas con ellos también es para tí. ¿Qué mejor que sea de calidad?
Carlos (@comovader) Calidad por Dios!!!!!!! Puedo estar todo el día con mis hijos y que vaya como el culo el día, sin embargo, puedo estar horas, ratos, minutos, y pueden ser lo mejor del mundo.


Pablo (@prepapa_es) Paso 24h al día con ellos. Y hay tiempos para todo. Para participar activamente en sus juegos, y para que estén ellxs haciendo algo por su cuenta sin mi.

– Tienes planes a largo plazo para el blog?


Fernando (@papaLobox): si, limpiar las telas de araña, lavarle un poco la cara y ya sería la leche escribir de vez en cuando.

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PADRES INVOLUCRADOS

  Chile

Si las formas tradicionales de masculinidad se definen en oposición a lo femenino y a los roles de cuidado, ¿qué sucede cuando los hombres se involucran más activamente en el cuidado de las personas y la crianza de los niños? Algo de esos cambios es visible hoy en las sociedades latinoamericanas, donde ciertas ‘masculinidades emergentes’ parecen apostar a la equidad de género. Sin embargo, en esas mismas prácticas se filtran valores tradicionales acerca del rol del varón en la familia. La idea de cuidado paterno sigue siendo concebida por los hombres a la luz de nociones de masculinidad relacionadas con las labores de provisión y protección.
La participación de los padres en el cuidado de los hijos es un fenómeno relativamente nuevo en América Latina. La encuesta internacional IMAGES, sobre varones e igualdad de género, confirmó los hombres continúan valorando el rol proveedor económico como una de sus principales funciones. En el caso de Chile, un 87,5% declaró que “en general, tengo la mayor responsabilidad de proveer para mi familia”,en contrapartida con un 61,9% que sostuvo que su “rol en el cuidado de los hijos es principalmente como ayudante”. En el país fueron entrevistados1.192 y 426 mujeres de entre 18 y 59 años.
La investigación Ser padre en Santiago de Chile, dirigida por el sociólogo José Olavarría, constató la coexistencia entre los discursos equitativos con otros tradicionales sobre el rol de los hombres, evidente en aparentes inconsistencias o contradicciones en los relatos de los entrevistados. Pese a que los participantes de la investigación afirmaron con frecuencia el deseo de involucrarse más en la vida de sus hijos, ellos siguen siendo renuentes a realizar tareas domésticas, entre ellas las labores de cuidado. Los varones cesanteados de sus trabajos que habían asumido “labores del hogar” experimentaron malestar ante esa perspectiva, señala Olavarría. “El varón, especialmente al inicio, se siente indigno, no tiene dinero para sus gastos; la mujer le tiene que pasar dinero; siente que no se lo puede comentar a nadie, porque sería visto como un «zángano»”, relata el sociólogo. Pero con el tiempo los mismos varones asumen su nueva situación y logran adaptarse hasta encontrar un nuevo trabajo. “La cesantía es, para algunos, una oportunidad de sentir el amor, cariño y solidaridad de la mujer hacia él, o por el contrario, el menosprecio y rechazo”, reconoce.
Olavarría señala que el modelo hegemónico de masculinidad plantea a la condición adulta la exigencia de la paternidad. Al ser constitutiva de la masculinidad y uno de sus principales ejes, la paternidad reafirma mandatos y les da sentido en la vida cotidiana, entrecruzando dimensiones fundamentales de la identidad masculina con el hecho de ser padre. En palabras del sociólogo: “el padre es una persona importante, es el jefe de familia, la autoridad del hogar; su trabajo permite proveer a la familia y a los hijos; prueba y ejerce su heterosexualidad a través de los hijos que procrea, y demuestra su poder siendo fecundo”. El padre así, tiene un destino señalado: constituir una familia, estructurar relaciones claras de afecto y autoridad con la mujer y los hijos, que le permitan proteger, formar y proveerla en un espacio definido, el hogar.
El estudio IMAGES corrobora que todavía se está muy lejos de alcanzar la equidad de género y aun más lejos de poder afirmar que el machismo ha muerto. Las madres siguen asumiendo una parte desproporcionada de la atención del niño y las tareas del hogar en comparación con los padres. En el caso de Chile los resultados de la encuesta son elocuentes: la actividad donde el padre (u otro hombre en el hogar) tuvo una mayor participación fue preparar comidas: 23,6% señaló que lo hacía de manera frecuente y 32,6%, a veces. Sin embargo en el aseo, lavado y limpieza, un 52,6% señaló que su padre (u otra figura masculina) nunca hacía aseo, un 64,2% nunca lavaba ropa y un 69,5% nunca limpiaba el baño.
Existen a la vez cifras reveladoras de hombres más cómplices con la equidad de género y dispuestos a involucrarse en la crianza y el cuidado de sus hijos. Según los sondeos del Instituto Pew, a partir de 2011 los varones dedicaron siete horas a la semana al cuidado de niños y 10 horas a la semana a tareas domésticas. Eso es aproximadamente la mitad de lo que hacen las madres, pero es un gran salto desde 1965, cuando los padres dedicaban apenas dos horas y media a la semana a la atención infantil y cuatro horas a tareas domésticas, según afirma Gary Barker, director internacional de la ONG Promundo, coordinador de la campaña global de Paternidad MenCare y participante invitado en el seminario Paternidad Activa, Cuidado y Corresponsabilidad celebrado el año pasado en Chile.
En sentido dado a esas actividades se combinan diferentes valores. Según constata la encuesta IMAGES Chile, 97,8% de los encuestados considera importante que el padre esté presente en la vida de sus hijos, incluso si está separado de la madre y ocho de cada diez hombres (75,9%) que viven con sus hijos y trabajan indicaron que les “gustaría trabajar menos si eso significara pasar más tiempo con mis hijos”; mientras que un 61,7% señaló que “dedican muy poco tiempo a sus hijos por motivos de trabajo”. Sin embargo, el 46% afirmó que cambiar pañales, bañar y alimentar a los niños es responsabilidad de la madre. A esto se suma que, según resultados de la investigación, la madre fue por lejos el familiar que cuidó más a los hombres durante su infancia con un 94,4%. Mientras 69,8% también señalaron haber sido cuidados por su padre. Un porcentaje menor señaló a otros parientes como la abuela, con un 10,8%, y el abuelo, alcanzando un 7%.
Coexisten entonces, confirma Olavarría, dos modelos de paternidad, una patriarcal, donde el hombre es proveedor, figura de autoridad y protector, y otra más democrática, íntima, afectiva y cercana, que acarrea complejas demandas para los varones como padres. “Ser un buen padre capaz de satisfacer este rango de demandas o mandatos es imposible. Hay demasiadas demandas contradictorias para un simple mortal que, después de todo, es lo que son los hombres”, afirma el experto.
Francisco Aguayo, psicólogo e investigador en paternidades y masculinidades, y coordinador de la Campaña de Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre, reconoce que si bien se habla mucho de la paternidad 2.0, esto es, de la emergencia de un nuevo padre, esta aseveración es bastante discutible. “En el panorama global, mirando 8 países y más de 15 mil hombres, se observa que todavía tenemos un orden de género muy tradicional –en familias de pareja heterosexuales– donde gran parte de las tareas de cuidado la tienen las mujeres. También hay hombres que ayudan y existe un segmento que lo hacen sólo ellos, pero es menor”, afirmó recientemente en una entrevista. Sostuvo que en este nuevo escenario aparece el neomachismo”, donde muchos hombres dicen que comparten las tareas domésticas, que no son machistas y creen que la carga de cuidado es compartida, mientras que las encuestas revelan lo contrario.
Sin embargo, un espacio donde los varones sí han entrado con fuerza, dice el psicólogo, es la comunicación. “Hablan más con sus hijos, están más en contacto y buscan conocerlos. A diferencia de la generación anterior, que no se preocupaba mucho por los hijos, ahora ellos quieren ser más cercanos. Pero de ahí a compartir tareas de cuidado hay un salto”, explica. Relata que lo que los hombres más hacen es jugar con los hijos y sienten que cumplieron con su cuota. Pero falta mucho camino por recorrer cuando se observa todo el repertorio de acciones de cuidado que hay que resolver en un hogar.
Varones y cuidado
Cuando se habla de paternidad, en la actualidad resulta difícil ignorar los derechos y necesidades de las mujeres, así como desconocer la perspectiva de los derechos del niño. El artículo 18 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño señala que “los Estados miembros deben velar porque ambos padres sean igualmente responsables del cuidado del niño/a”. De esa manera la corresponsabilidad del padre en la crianza ha empezado a concebirse no sólo como una obligación de los varones sino también como un derecho que cada niño y niña tiene al nacer.
Diversos estudios dan cuenta de los beneficios para madres e hijos de la participación de los padres en las tareas de cuidado. Cuando los últimos tienen una presencia de calidad en la vida de sus hijas e hijos, éstos muestran mayores índices de salud física y mental, desarrollo cognitivo, motivación para el estudio y rendimiento académico. También mejoran las habilidades sociales, aumenta la autoestima, disminuyen los problemas de conducta y se observa mayor tolerancia al estrés (Allen y Daly, 2007; Barker, 2003; Nock y Einolf, 2008). El ingreso familiar también aumenta cuando los hombres llevan a cabo más tareas de cuidado. Cuando los hombres están involucrados en el trabajo doméstico, los niños muestran actitudes más equitativas de género.
La participación de los hombres en la paternidad y el cuidado de los otros puede ser una motivación poderosa –aunque a menudo desdeñada– para que se involucren de manera positiva en la vida familiar. Quienes promueven esos cambios en la sociedad han pasado a prestar más atención, en sus investigaciones e intervenciones, al desarrollo y las necesidades personales del padre, así como a las perspectivas de los propios hombres acerca de su rol en la familia. Cada vez es más común que en las investigaciones sean escuchadas las voces de los hombres respecto a sus creencias, percepciones y emociones, así como sus propios balances en materia de paternidad.
En cinco países del llamado Sur Global, México, Chile, Brasil, Sudáfrica e India, Barker y colegas registraron 83 historias de vida de varones que asumieron tareas del cuidado en un contexto de desempleo. Los entrevistados habían salido del mercado laboral. Para Gary Barker, “son hombres que se veían a sí mismos como perdedores en el mercado capitalista”, explica el experto. En él, si “no reciben un ingreso mensual, no existen”.
El estudio mostró que la mayoría no sabía cómo desarrollar el trabajo de cuidado. Carecían de referencias y se sentían confundidos en sus nuevos roles: “¿mis hijos me verán como hombre?” fue una de las preguntas más recurrentes, relata el director de Promundo. Escuchar las voces masculinas en la investigación permitió confirmar la hipótesis sobre la confusión que experimentan algunos hombres de cara a la transformación de las normas y roles de género, así como a las nuevas expectativas que esto ha implicado para los hombres en el hogar.
Muchos hombres reconocieron sentir que “el mundo no valorizaba su trabajo”. Se sentían “solitarios y deprimidos”. En resumen, constataron los investigadores, su discurso era muy parecido al de algunas mujeres que trabajan en el ámbito doméstico. Pero fue a través de esa experiencia que los hombres desarrollaron comportamientos más equitativos, afirma el experto. El cuidado los transformó en nuevos hombres y no al revés: “las actitudes equitativas de género no eran una vía para el cuidado; el cuidado fue un camino hacia las actitudes de igualdad de género”, afirma el profesional.
Una lenta transformación
En la búsqueda de caminos o procesos de cambio entre los hombres no se deben esperar cambios drásticos o revolucionarios. Las transformaciones en las normas de género y actitudes individuales a menudo son graduales, con paradigmas viejos y nuevos que existen simultáneamente. El llamado a los hombres a involucrarse en la promoción de la equidad de género se hizo más patente durante la década de los noventa, a partir de las conferencias de El Cairo (1994) y Beijing (1995). A su vez, cambios demográficos, migraciones y las propias dinámicas del mercado laboral impactaban profundamente los papeles del hombre y la mujer en las familias. Numerosas investigaciones y análisis apuntan a una creciente “incorporación de las mujeres en la modernidad” y su reconocimiento como sujetas de derechos. Según datos del Banco Mundial, ellas constituyen el 40% de la población económicamente activa a nivel global y aunque a los hombres aún se les pagan salarios más altos –se estima que a nivel global las mujeres ganan 22% menos que los hombres por el mismo trabajo– esas brechas tienden a reducirse. En educación también ha habido avances significativos. A nivel regional, las mujeres latinoamericanas lideran su participación en estudios universitarios.
En materia de conyugalidad, se registra que en América Latina más matrimonios terminan en divorcio o separación, que la edad de casamiento ha aumentado y que más niños nacen fuera de uniones formales. También se observa una creciente subcontratación para el cuidado de niños y niñas, aun en países con ventajosas licencias postnatales para hombres y mujeres.
Otro aspecto que ha nutrido el debate sobre el tema en los últimos años es el reconocimiento legal de las uniones del mismo sexo en varios países. Con relación a las mismas se ha indagado el papel que gays, lesbianas, bisexuales, y personas transgénero desempeñan como padres y madres. Para Barker, la cuestión pasa por tener dos o más cuidadores, sin importar el sexo de los mismos. “Dos es generalmente mejor que uno”, afirma. De hecho, indica el experto, algunos programas en Norteamérica y Europa Occidental han empezado a usar términos como “paternidad cooperativa”, “alianza paternal” o “paternidad en equipo”, para enfatizar la cooperación en pareja.
Estos cambios, así como la mayor atención a la participación de los hombres en la toma de decisiones en materia de salud sexual y reproductiva, parecen haber contribuido a la transformación de las relaciones de género en el seno de la familia, pero no lo suficiente como para promover una participación más activa en su rol de padres, pese al aumento del interés por parte de varones.
Sin embargo, a juicio de Olavarría, algunos hombres vislumbran o tienen conciencia de que la paternidad tal como la vieron en el propio padre y que aprendieron hoy ya no es posible, se ha comenzado a desmoronar. Los jóvenes de sectores medios y altos especialmente comienzan a plantearse nuevas formas de paternidad. Gary Barker reconoce que muchos hombres son conscientes de y responden a normas sociales cambiantes sobre la paternidad; sin embargo aclara que la internacionalización de estas nuevas normas –que muchos hombres se sienten obligados a cumplir– no es un proceso sencillo.
Equidad de género: el difícil camino de su promoción
Promover la equidad de género es un proceso complejo que implica ser sensible a cómo la clase social, el acceso al trabajo y a la educación formal, la edad y generación inciden en la búsqueda de justicia social. No se trata de un proceso lineal ni homogéneo. Los investigadores señalan que los cambios sucederían con mayor intensidad ahí donde los influjos culturales de la modernidad calan más hondo: en los sectores sociales ligados a la globalización, a la universalización de ciertos valores, a la convivencia con distintas visiones de mundo y estilos de vida. Otros sectores, en cambio, se opondrán a estos cambios, guiados por una visión de mundo que encuentra refugio en la tradición, o signados por un acceso diferenciado a los beneficios concretos de la modernidad, sea por su realidad socioeconómica o la disponibilidad de recursos simbólicos.
Olavarría confirma que en los sectores más populares, ser jefe de hogar y proveedores es uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica que tiene más arraigo. La inestabilidad laboral, la inclusión de las mujeres al trabajo y transiciones en el rol de género, entre los cambios socioculturales más relevantes del último tiempo, han transformado “el hogar en el espacio más importante en el que el hombre puede ejercer dominio”.
En cambio, continúa el investigador, esto no sucede así con los varones de clase media alta, a quienes estos cambios no les han afectado en su calidad de proveedores principales, y su mundo social y las redes de la que forman parte les permiten convivir en distintos espacios además de su hogar y ejercer normalmente dominio en otros, por ejemplo en su trabajo. Asimismo las mujeres de este sector son las que en mayor número han ingresado al mercado de trabajo, con altos niveles de escolaridad, y hacer aportes económicos al hogar.
La investigación Ser padre en Santiago de Chileconstató que la división sexual del trabajo se ve cuestionada por una proporción creciente de varones, especialmente los más jóvenes y de sectores medios alto, que estiman que las mujeres tienen los mismos derechos y deberes que ellos, “considerando que ellas pueden decidir libremente lo que desea hacer, dentro de un clima de respeto y comprensión mutua”. Para estos varones, tanto las mujeres como los hombres deben ocuparse de la crianza y sustento del hogar. Muchos participan ya en las actividades del hogar, cuando ellas hacen trabajo remunerado y aportan al hogar, detalla la publicación.
Los varones desean cada vez más que las mujeres participen como proveedoras o ellas así se lo están planteando. Las mujeres más jóvenes comienzan a ponerlo como condición para establecer una relación de pareja, especialmente en los sectores medios altos. “Es así que el mandato de que el varón sea el proveedor de la familia comienza a perder fuerza y se comienza a esperar que ese rol sea compartido”,observa Olavarría.
En Chile, al igual que en otros países latinoamericanos, los hombres más jóvenes están aceptando más la equidad de género que los mayores. Participan más en las tareas domésticas, en los controles prenatales, en el parto, y en el cuidado de los hijos. Sus actitudes de género también son más equitativas según el estudio de IMAGES. En este ítem los hombres chilenos son los campeones entre los países encuestados en términos de participación en el parto. La encuesta revela que cerca de la mitad de los hombres, un 49,8%, señalaron haber estado en la sala de partos al momento del nacimiento de su último hijo, un 22% declaró haber estado en la sala de espera o en otro lugar del hospital y un 28,2% de los hombres indicó no haber estado en el hospital al momento del nacimiento. Estos datos varían según el nivel educacional y la edad, donde los hombres con más escolaridad y más jóvenes aparecen con más frecuencia.
Olavarría corrobora que los padres, especialmente los mayores, se mantuvieron en los primeros meses más bien distantes del niño, hasta que éstos comenzaron a hacer manifestaciones de mayor sociabilidad. Se sentían torpes y en un espacio, en gran medida, privativo de la madre. Ellos eran más bien observadores. Los padres jóvenes, confirma el investigador, en cambio, consideran que les corresponde involucrarse activamente en la crianza de los primeros meses y así lo hacen. “Yo hacía de todo. Desde ponerle la cremita, que había que desinfectarle el ombligo, las leches, todo, absolutamente todo. Jamás pensé que esa fuera una labor que a mí no me correspondiera”, reconoce Patricio, de 32 años y estrato socio-económico medio alto.
Licencias parentales
Las instituciones juegan un papel activo en la promoción o exclusión de los varones del ejercicio de la paternidad activa y democrática. Cuestionarse y reflexionar sobre la exclusión de la perspectiva de género y la inclusión efectiva de los varones en los discursos de instituciones y profesionales es crucial para hacer efectiva esta transformación.
Aguayo corrobora que “la política de que los varones entren al parto ha sido modelo a nivel latinoamericano y los hombres han confirmado la importancia de esa experiencia en el vínculo con su hijo. Ahora se necesitan otras políticas, porque sí participan en el parto y en la ecografía, pero necesitamos que lo hagan en los controles de salud, porque ahí van poco, sólo alrededor de un 15%. ¿Por qué? Porque hay más mujeres en la casa, las barreras del trabajo de los hombres que no los dejan salir y los horarios son difíciles”.
A juicio de Olavarría, una de las grandes dificultades para que los varones asuman de un modo diferente su rol como padres se encuentra en la organización del trabajo. Por ello, es necesario revisar las agendas políticas, las negociaciones colectivas, fortalecer los sindicatos y redefinir las reglas del juego de la producción, con el fin de propiciar otras relaciones entre los varones y la familia. Parte de su problema es asumir las condiciones laborales y “dejar tiempo para el núcleo familiar”. Para Olavarría el neocapitalismo es una “máquina de moler carne” que tiene “presas” a las personas.
Es obvio que las políticas y legislaciones que excluyen a los trabajadores varones de los derechos de la crianza hacen que ésta siga siendo una responsabilidad femenina, donde los derechos relacionados al cuidado siguen ligados exclusivamente a las mujeres. En ese orden, el rol de los varones sería a lo sumo subsidiario de las mujeres en esas tareas. Según algunos estudios, la licencia postnatal para hombres sería una de las principales herramientas en la promoción de este cambio. En efecto, pocos hombres cambian espontáneamente, o solos; los cambios en actitudes y conductas generalmente requieren también cambios en el significado social que se da a sus acciones.
En Europa Occidental, Australia y América del Norte hace más de 20 años que se impulsan políticas para propiciar la participación masculina en la crianza y cuidado de los hijos. Destaca Noruega con uno de los permisos postnatales más avanzados del mundo. Desde 1977, el país escandinavo otorga participación activa a ambos progenitores con el objetivo de incentivar la participación del padre en el primer año de vida de sus hijos, además de estimular la fuerza laboral femenina en la actividad económica. Cuando las mujeres vuelven al trabajo luego de nueve meses, los hombres toman su posnatal, que tiene una duración de dos meses y medio.
De acuerdo con la experiencia de algunos países europeos, que los hombres se involucren más como padres es considerado positivamente por amplios sectores de la sociedad. Les da a los padres involucrados un estatus social especial. Los noruegos asumen el cuidado con orgullo. “Con otros amigos que también estaban en su posnatal hacíamos ‘grupos de papás’ y nos juntábamos a cocinar o a hacer actividades con los niños, lo que nos ayudó a compartir experiencias y a resolver dificultades. Lo único que no podemos hacer es alimentar a nuestros hijos con leche materna, pero incluso en eso podemos ayudar llevándolos al trabajo de nuestras esposas para que los puedan amamantar a tiempo”, comentó un empresario de 31 años en reportaje del diario La Tercera de Chile.
Según el estudio El cuidado compartido: hacia una propuesta de parentalidad, del PNUD/OIT (2013), todos los países en la región ofrecen actualmente algún tipo de licencia por maternidad y, recientemente, 16 países han aumentado esta licencia dando cumplimiento a convenciones apoyadas por la Organización Internacional del Trabajo. Sin embargo en 2003 sólo ocho países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Paraguay y Uruguay) ofrecían licencias remuneradas por paternidad. Aún en esos casos el período de la misma era bastante reducido: entre dos y ocho días de duración según constata la base de datos de condiciones de trabajo y empleo de la OIT.
En Brasil y Chile, este permiso es de 5 días, Argentina y Paraguay cuentan con 2 días. En Uruguay la normativa solo alcanza a los funcionarios públicos y es de 3 días, pero es una práctica extendida en los convenios colectivos. En Colombia, se contempla la facultad de la madre de ceder al padre una de las 12 semanas de su descanso por maternidad. Chile también le otorga a la madre la facultad de poder traspasar al padre del niño una o más semanas de dicho permiso. En el caso de Brasil, cursa un proyecto legislativo de un miembro del Partido de los Trabajadores para ampliar a 15 días la licencia de paternidad para empleados públicos, que actualmente sigue la regla de los 5 días como cualquier otra empresa. Pero nadie asegura que este eventual cambio modifique sustancialmente esta realidad.
De hecho, en Chile destaca la alta proporción de hombres que no se tomaron un período postnatal –remunerado o no: tres de cada cuatro hombres, un 76,6%, no la tomó. Un 20,6% señaló tomar una licencia pagada –que en Chile es de 5 días para los padres trabajadores con contrato de trabajo– y un 2,6% indicó haber tomado una licencia no pagada, según la encuesta IMAGES. Este indicador también revela una relación estrecha entre los permisos postnatales, la edad y el nivel educacional: las personas con menor edad y mayor nivel educacional se tomaron más permisos postnatales. Cerca de la mitad, un 51,9%, señaló que el trabajo no se lo permitió, mientras que un 13,9% manifestó que no tenía condiciones económicas para hacerlo y un 10,2% señaló que simplemente no quiso tomarse el permiso.
Aguayo recomienda como pieza clave de la política pública que exista una licencia postnatal para los padres exclusiva y remunerada de al menos 4 semanas de duración, siguiendo modelos como el Noruego, Sueco o Alemán. Adicionalmente sugiere incorporar incentivos para que los padres usen la licencia de modo compartido con la madre.
Si bien estos cambios pueden contribuir en cierta medida a un mejor reparto de las labores de cuidado y crianza, feministas han llamado la atención respecto de la efectividad de las licencias y si son los pasos más adecuados para garantizar el cuidado compartido. Tanto en Brasil como en Chile, se aprobó la extensión de la licencia por maternidad a 6 meses hace pocos años.
En Brasil, los hombres y las mujeres deben compartir dicha licencia remunerada, que es obligatoria, como en el caso de Dinamarca. Sin embargo, los resultados de la medida no han sido los esperados.“En Dinamarca y Suecia, cuando una mujer tiene un hijo, la madre puede permanecer hasta seis meses en su casa, y su padre también. Él tiene derecho a un permiso de paternidad obligatorio de igual duración. Aquí [en Brasil] se ha aumentado la responsabilidad de las madres sin extender el período para los padres para que puedan compartir esta responsabilidad con ellas, es decir, para que la carga se puede dividir entre hombres y mujeres”, comenta la investigadora Lena Lavinas, profesora asociada del Instituto de Economía, Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ ).
La legislación laboral sobre maternidad en Chile es considerada una de las más protectoras de la región. El país cuenta además con una red de salas-cuna que el gobierno, a través de la Junji (Junta Nacional de Jardines Infantiles), implementó en todo el país durante el gobierno de la presidenta Bachelet (2006-2010). Sin embargo, frente a la extensión del postnatal de 6 meses, organizaciones feministas chilenas se preguntan cómo aumentar la corresponsabilidad de los padres y facilitar una mayor conciliación en el seno de la familia, para que la medida no produzca un efecto negativo en el ámbito laboral de las mujeres. Actualmente, existe una suerte de «castigo remuneracional» o de competencias para las mujeres profesionales al tener que alejarse por tanto tiempo de su trabajo para atender la maternidad. Esto las hace menos atractivas que los hombres para el mercado laboral, porque con la extensión del postnatal su ausencia alcanzará los 7 meses y medio.
Al igual que feministas chilenas, Lena considera que una licencia de maternidad prolongada pero restringida a algunos segmentos ocupados puede aumentar las diferencias en el mercado laboral. A esto se suma que el beneficio de la licencia de maternidad deja fuera a un importante porcentaje de mujeres que no cuenta con contrato de trabajo y se desempeña en el sector informal. El desarrollo de una infraestructura adecuada –jardines infantiles y guarderías seguras– que permita aliviar la doble carga que pesa sobre las mujeres también ha sido una demanda de organizaciones feministas y de mujeres en Brasil.

A nivel regional son escasos los esfuerzos para involucrar a los hombres en sus roles como padres. Algunos entes gubernamentales –ya sea a nivel nacional, regional o municipal– y de la cooperación internacional han apoyado campañas de medios sobre la importancia de la participación de los varones en la paternidad, como la campaña global MenCare. Esta iniciativa conocida en América Latina como Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre está presente en 26 países de América Latina, África, Asia y Europa, y busca que los padres se involucren más en el cuidado diario de sus hijos, establezcan un buen trato y compartan equitativamente con la pareja las tareas de cuidado, crianza y labores domésticas.

A partir de estas intervenciones, orientadas a un cambio cultural y en las actitudes, sus promotores buscan activar debate sobre los roles de los hombres y su inclusión en las agendas estatales. Su ideal es un modelo alternativo de maternidad y paternidad que vaya más allá de “resignificar lo que es ser hombre así como reconocer que cuidar no es un atributo masculino o femenino, sino uno humano”, concluye Barker.
Publicada em: 16/01/2014

Fuente: http://www.clam.org.br/ES/destaque/conteudo.asp?cod=11364

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PADRES INVOLUCRADOS

  Chile

Si las formas tradicionales de masculinidad se definen en oposición a lo femenino y a los roles de cuidado, ¿qué sucede cuando los hombres se involucran más activamente en el cuidado de las personas y la crianza de los niños? Algo de esos cambios es visible hoy en las sociedades latinoamericanas, donde ciertas ‘masculinidades emergentes’ parecen apostar a la equidad de género. Sin embargo, en esas mismas prácticas se filtran valores tradicionales acerca del rol del varón en la familia. La idea de cuidado paterno sigue siendo concebida por los hombres a la luz de nociones de masculinidad relacionadas con las labores de provisión y protección.
La participación de los padres en el cuidado de los hijos es un fenómeno relativamente nuevo en América Latina. La encuesta internacional IMAGES, sobre varones e igualdad de género, confirmó los hombres continúan valorando el rol proveedor económico como una de sus principales funciones. En el caso de Chile, un 87,5% declaró que “en general, tengo la mayor responsabilidad de proveer para mi familia”,en contrapartida con un 61,9% que sostuvo que su “rol en el cuidado de los hijos es principalmente como ayudante”. En el país fueron entrevistados1.192 y 426 mujeres de entre 18 y 59 años.
La investigación Ser padre en Santiago de Chile, dirigida por el sociólogo José Olavarría, constató la coexistencia entre los discursos equitativos con otros tradicionales sobre el rol de los hombres, evidente en aparentes inconsistencias o contradicciones en los relatos de los entrevistados. Pese a que los participantes de la investigación afirmaron con frecuencia el deseo de involucrarse más en la vida de sus hijos, ellos siguen siendo renuentes a realizar tareas domésticas, entre ellas las labores de cuidado. Los varones cesanteados de sus trabajos que habían asumido “labores del hogar” experimentaron malestar ante esa perspectiva, señala Olavarría. “El varón, especialmente al inicio, se siente indigno, no tiene dinero para sus gastos; la mujer le tiene que pasar dinero; siente que no se lo puede comentar a nadie, porque sería visto como un «zángano»”, relata el sociólogo. Pero con el tiempo los mismos varones asumen su nueva situación y logran adaptarse hasta encontrar un nuevo trabajo. “La cesantía es, para algunos, una oportunidad de sentir el amor, cariño y solidaridad de la mujer hacia él, o por el contrario, el menosprecio y rechazo”, reconoce.
Olavarría señala que el modelo hegemónico de masculinidad plantea a la condición adulta la exigencia de la paternidad. Al ser constitutiva de la masculinidad y uno de sus principales ejes, la paternidad reafirma mandatos y les da sentido en la vida cotidiana, entrecruzando dimensiones fundamentales de la identidad masculina con el hecho de ser padre. En palabras del sociólogo: “el padre es una persona importante, es el jefe de familia, la autoridad del hogar; su trabajo permite proveer a la familia y a los hijos; prueba y ejerce su heterosexualidad a través de los hijos que procrea, y demuestra su poder siendo fecundo”. El padre así, tiene un destino señalado: constituir una familia, estructurar relaciones claras de afecto y autoridad con la mujer y los hijos, que le permitan proteger, formar y proveerla en un espacio definido, el hogar.
El estudio IMAGES corrobora que todavía se está muy lejos de alcanzar la equidad de género y aun más lejos de poder afirmar que el machismo ha muerto. Las madres siguen asumiendo una parte desproporcionada de la atención del niño y las tareas del hogar en comparación con los padres. En el caso de Chile los resultados de la encuesta son elocuentes: la actividad donde el padre (u otro hombre en el hogar) tuvo una mayor participación fue preparar comidas: 23,6% señaló que lo hacía de manera frecuente y 32,6%, a veces. Sin embargo en el aseo, lavado y limpieza, un 52,6% señaló que su padre (u otra figura masculina) nunca hacía aseo, un 64,2% nunca lavaba ropa y un 69,5% nunca limpiaba el baño.
Existen a la vez cifras reveladoras de hombres más cómplices con la equidad de género y dispuestos a involucrarse en la crianza y el cuidado de sus hijos. Según los sondeos del Instituto Pew, a partir de 2011 los varones dedicaron siete horas a la semana al cuidado de niños y 10 horas a la semana a tareas domésticas. Eso es aproximadamente la mitad de lo que hacen las madres, pero es un gran salto desde 1965, cuando los padres dedicaban apenas dos horas y media a la semana a la atención infantil y cuatro horas a tareas domésticas, según afirma Gary Barker, director internacional de la ONG Promundo, coordinador de la campaña global de Paternidad MenCare y participante invitado en el seminario Paternidad Activa, Cuidado y Corresponsabilidad celebrado el año pasado en Chile.
En sentido dado a esas actividades se combinan diferentes valores. Según constata la encuesta IMAGES Chile, 97,8% de los encuestados considera importante que el padre esté presente en la vida de sus hijos, incluso si está separado de la madre y ocho de cada diez hombres (75,9%) que viven con sus hijos y trabajan indicaron que les “gustaría trabajar menos si eso significara pasar más tiempo con mis hijos”; mientras que un 61,7% señaló que “dedican muy poco tiempo a sus hijos por motivos de trabajo”. Sin embargo, el 46% afirmó que cambiar pañales, bañar y alimentar a los niños es responsabilidad de la madre. A esto se suma que, según resultados de la investigación, la madre fue por lejos el familiar que cuidó más a los hombres durante su infancia con un 94,4%. Mientras 69,8% también señalaron haber sido cuidados por su padre. Un porcentaje menor señaló a otros parientes como la abuela, con un 10,8%, y el abuelo, alcanzando un 7%.
Coexisten entonces, confirma Olavarría, dos modelos de paternidad, una patriarcal, donde el hombre es proveedor, figura de autoridad y protector, y otra más democrática, íntima, afectiva y cercana, que acarrea complejas demandas para los varones como padres. “Ser un buen padre capaz de satisfacer este rango de demandas o mandatos es imposible. Hay demasiadas demandas contradictorias para un simple mortal que, después de todo, es lo que son los hombres”, afirma el experto.
Francisco Aguayo, psicólogo e investigador en paternidades y masculinidades, y coordinador de la Campaña de Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre, reconoce que si bien se habla mucho de la paternidad 2.0, esto es, de la emergencia de un nuevo padre, esta aseveración es bastante discutible. “En el panorama global, mirando 8 países y más de 15 mil hombres, se observa que todavía tenemos un orden de género muy tradicional –en familias de pareja heterosexuales– donde gran parte de las tareas de cuidado la tienen las mujeres. También hay hombres que ayudan y existe un segmento que lo hacen sólo ellos, pero es menor”, afirmó recientemente en una entrevista. Sostuvo que en este nuevo escenario aparece el neomachismo”, donde muchos hombres dicen que comparten las tareas domésticas, que no son machistas y creen que la carga de cuidado es compartida, mientras que las encuestas revelan lo contrario.
Sin embargo, un espacio donde los varones sí han entrado con fuerza, dice el psicólogo, es la comunicación. “Hablan más con sus hijos, están más en contacto y buscan conocerlos. A diferencia de la generación anterior, que no se preocupaba mucho por los hijos, ahora ellos quieren ser más cercanos. Pero de ahí a compartir tareas de cuidado hay un salto”, explica. Relata que lo que los hombres más hacen es jugar con los hijos y sienten que cumplieron con su cuota. Pero falta mucho camino por recorrer cuando se observa todo el repertorio de acciones de cuidado que hay que resolver en un hogar.
Varones y cuidado
Cuando se habla de paternidad, en la actualidad resulta difícil ignorar los derechos y necesidades de las mujeres, así como desconocer la perspectiva de los derechos del niño. El artículo 18 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño señala que “los Estados miembros deben velar porque ambos padres sean igualmente responsables del cuidado del niño/a”. De esa manera la corresponsabilidad del padre en la crianza ha empezado a concebirse no sólo como una obligación de los varones sino también como un derecho que cada niño y niña tiene al nacer.
Diversos estudios dan cuenta de los beneficios para madres e hijos de la participación de los padres en las tareas de cuidado. Cuando los últimos tienen una presencia de calidad en la vida de sus hijas e hijos, éstos muestran mayores índices de salud física y mental, desarrollo cognitivo, motivación para el estudio y rendimiento académico. También mejoran las habilidades sociales, aumenta la autoestima, disminuyen los problemas de conducta y se observa mayor tolerancia al estrés (Allen y Daly, 2007; Barker, 2003; Nock y Einolf, 2008). El ingreso familiar también aumenta cuando los hombres llevan a cabo más tareas de cuidado. Cuando los hombres están involucrados en el trabajo doméstico, los niños muestran actitudes más equitativas de género.
La participación de los hombres en la paternidad y el cuidado de los otros puede ser una motivación poderosa –aunque a menudo desdeñada– para que se involucren de manera positiva en la vida familiar. Quienes promueven esos cambios en la sociedad han pasado a prestar más atención, en sus investigaciones e intervenciones, al desarrollo y las necesidades personales del padre, así como a las perspectivas de los propios hombres acerca de su rol en la familia. Cada vez es más común que en las investigaciones sean escuchadas las voces de los hombres respecto a sus creencias, percepciones y emociones, así como sus propios balances en materia de paternidad.
En cinco países del llamado Sur Global, México, Chile, Brasil, Sudáfrica e India, Barker y colegas registraron 83 historias de vida de varones que asumieron tareas del cuidado en un contexto de desempleo. Los entrevistados habían salido del mercado laboral. Para Gary Barker, “son hombres que se veían a sí mismos como perdedores en el mercado capitalista”, explica el experto. En él, si “no reciben un ingreso mensual, no existen”.
El estudio mostró que la mayoría no sabía cómo desarrollar el trabajo de cuidado. Carecían de referencias y se sentían confundidos en sus nuevos roles: “¿mis hijos me verán como hombre?” fue una de las preguntas más recurrentes, relata el director de Promundo. Escuchar las voces masculinas en la investigación permitió confirmar la hipótesis sobre la confusión que experimentan algunos hombres de cara a la transformación de las normas y roles de género, así como a las nuevas expectativas que esto ha implicado para los hombres en el hogar.
Muchos hombres reconocieron sentir que “el mundo no valorizaba su trabajo”. Se sentían “solitarios y deprimidos”. En resumen, constataron los investigadores, su discurso era muy parecido al de algunas mujeres que trabajan en el ámbito doméstico. Pero fue a través de esa experiencia que los hombres desarrollaron comportamientos más equitativos, afirma el experto. El cuidado los transformó en nuevos hombres y no al revés: “las actitudes equitativas de género no eran una vía para el cuidado; el cuidado fue un camino hacia las actitudes de igualdad de género”, afirma el profesional.
Una lenta transformación
En la búsqueda de caminos o procesos de cambio entre los hombres no se deben esperar cambios drásticos o revolucionarios. Las transformaciones en las normas de género y actitudes individuales a menudo son graduales, con paradigmas viejos y nuevos que existen simultáneamente. El llamado a los hombres a involucrarse en la promoción de la equidad de género se hizo más patente durante la década de los noventa, a partir de las conferencias de El Cairo (1994) y Beijing (1995). A su vez, cambios demográficos, migraciones y las propias dinámicas del mercado laboral impactaban profundamente los papeles del hombre y la mujer en las familias. Numerosas investigaciones y análisis apuntan a una creciente “incorporación de las mujeres en la modernidad” y su reconocimiento como sujetas de derechos. Según datos del Banco Mundial, ellas constituyen el 40% de la población económicamente activa a nivel global y aunque a los hombres aún se les pagan salarios más altos –se estima que a nivel global las mujeres ganan 22% menos que los hombres por el mismo trabajo– esas brechas tienden a reducirse. En educación también ha habido avances significativos. A nivel regional, las mujeres latinoamericanas lideran su participación en estudios universitarios.
En materia de conyugalidad, se registra que en América Latina más matrimonios terminan en divorcio o separación, que la edad de casamiento ha aumentado y que más niños nacen fuera de uniones formales. También se observa una creciente subcontratación para el cuidado de niños y niñas, aun en países con ventajosas licencias postnatales para hombres y mujeres.
Otro aspecto que ha nutrido el debate sobre el tema en los últimos años es el reconocimiento legal de las uniones del mismo sexo en varios países. Con relación a las mismas se ha indagado el papel que gays, lesbianas, bisexuales, y personas transgénero desempeñan como padres y madres. Para Barker, la cuestión pasa por tener dos o más cuidadores, sin importar el sexo de los mismos. “Dos es generalmente mejor que uno”, afirma. De hecho, indica el experto, algunos programas en Norteamérica y Europa Occidental han empezado a usar términos como “paternidad cooperativa”, “alianza paternal” o “paternidad en equipo”, para enfatizar la cooperación en pareja.
Estos cambios, así como la mayor atención a la participación de los hombres en la toma de decisiones en materia de salud sexual y reproductiva, parecen haber contribuido a la transformación de las relaciones de género en el seno de la familia, pero no lo suficiente como para promover una participación más activa en su rol de padres, pese al aumento del interés por parte de varones.
Sin embargo, a juicio de Olavarría, algunos hombres vislumbran o tienen conciencia de que la paternidad tal como la vieron en el propio padre y que aprendieron hoy ya no es posible, se ha comenzado a desmoronar. Los jóvenes de sectores medios y altos especialmente comienzan a plantearse nuevas formas de paternidad. Gary Barker reconoce que muchos hombres son conscientes de y responden a normas sociales cambiantes sobre la paternidad; sin embargo aclara que la internacionalización de estas nuevas normas –que muchos hombres se sienten obligados a cumplir– no es un proceso sencillo.
Equidad de género: el difícil camino de su promoción
Promover la equidad de género es un proceso complejo que implica ser sensible a cómo la clase social, el acceso al trabajo y a la educación formal, la edad y generación inciden en la búsqueda de justicia social. No se trata de un proceso lineal ni homogéneo. Los investigadores señalan que los cambios sucederían con mayor intensidad ahí donde los influjos culturales de la modernidad calan más hondo: en los sectores sociales ligados a la globalización, a la universalización de ciertos valores, a la convivencia con distintas visiones de mundo y estilos de vida. Otros sectores, en cambio, se opondrán a estos cambios, guiados por una visión de mundo que encuentra refugio en la tradición, o signados por un acceso diferenciado a los beneficios concretos de la modernidad, sea por su realidad socioeconómica o la disponibilidad de recursos simbólicos.
Olavarría confirma que en los sectores más populares, ser jefe de hogar y proveedores es uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica que tiene más arraigo. La inestabilidad laboral, la inclusión de las mujeres al trabajo y transiciones en el rol de género, entre los cambios socioculturales más relevantes del último tiempo, han transformado “el hogar en el espacio más importante en el que el hombre puede ejercer dominio”.
En cambio, continúa el investigador, esto no sucede así con los varones de clase media alta, a quienes estos cambios no les han afectado en su calidad de proveedores principales, y su mundo social y las redes de la que forman parte les permiten convivir en distintos espacios además de su hogar y ejercer normalmente dominio en otros, por ejemplo en su trabajo. Asimismo las mujeres de este sector son las que en mayor número han ingresado al mercado de trabajo, con altos niveles de escolaridad, y hacer aportes económicos al hogar.
La investigación Ser padre en Santiago de Chileconstató que la división sexual del trabajo se ve cuestionada por una proporción creciente de varones, especialmente los más jóvenes y de sectores medios alto, que estiman que las mujeres tienen los mismos derechos y deberes que ellos, “considerando que ellas pueden decidir libremente lo que desea hacer, dentro de un clima de respeto y comprensión mutua”. Para estos varones, tanto las mujeres como los hombres deben ocuparse de la crianza y sustento del hogar. Muchos participan ya en las actividades del hogar, cuando ellas hacen trabajo remunerado y aportan al hogar, detalla la publicación.
Los varones desean cada vez más que las mujeres participen como proveedoras o ellas así se lo están planteando. Las mujeres más jóvenes comienzan a ponerlo como condición para establecer una relación de pareja, especialmente en los sectores medios altos. “Es así que el mandato de que el varón sea el proveedor de la familia comienza a perder fuerza y se comienza a esperar que ese rol sea compartido”,observa Olavarría.
En Chile, al igual que en otros países latinoamericanos, los hombres más jóvenes están aceptando más la equidad de género que los mayores. Participan más en las tareas domésticas, en los controles prenatales, en el parto, y en el cuidado de los hijos. Sus actitudes de género también son más equitativas según el estudio de IMAGES. En este ítem los hombres chilenos son los campeones entre los países encuestados en términos de participación en el parto. La encuesta revela que cerca de la mitad de los hombres, un 49,8%, señalaron haber estado en la sala de partos al momento del nacimiento de su último hijo, un 22% declaró haber estado en la sala de espera o en otro lugar del hospital y un 28,2% de los hombres indicó no haber estado en el hospital al momento del nacimiento. Estos datos varían según el nivel educacional y la edad, donde los hombres con más escolaridad y más jóvenes aparecen con más frecuencia.
Olavarría corrobora que los padres, especialmente los mayores, se mantuvieron en los primeros meses más bien distantes del niño, hasta que éstos comenzaron a hacer manifestaciones de mayor sociabilidad. Se sentían torpes y en un espacio, en gran medida, privativo de la madre. Ellos eran más bien observadores. Los padres jóvenes, confirma el investigador, en cambio, consideran que les corresponde involucrarse activamente en la crianza de los primeros meses y así lo hacen. “Yo hacía de todo. Desde ponerle la cremita, que había que desinfectarle el ombligo, las leches, todo, absolutamente todo. Jamás pensé que esa fuera una labor que a mí no me correspondiera”, reconoce Patricio, de 32 años y estrato socio-económico medio alto.
Licencias parentales
Las instituciones juegan un papel activo en la promoción o exclusión de los varones del ejercicio de la paternidad activa y democrática. Cuestionarse y reflexionar sobre la exclusión de la perspectiva de género y la inclusión efectiva de los varones en los discursos de instituciones y profesionales es crucial para hacer efectiva esta transformación.
Aguayo corrobora que “la política de que los varones entren al parto ha sido modelo a nivel latinoamericano y los hombres han confirmado la importancia de esa experiencia en el vínculo con su hijo. Ahora se necesitan otras políticas, porque sí participan en el parto y en la ecografía, pero necesitamos que lo hagan en los controles de salud, porque ahí van poco, sólo alrededor de un 15%. ¿Por qué? Porque hay más mujeres en la casa, las barreras del trabajo de los hombres que no los dejan salir y los horarios son difíciles”.
A juicio de Olavarría, una de las grandes dificultades para que los varones asuman de un modo diferente su rol como padres se encuentra en la organización del trabajo. Por ello, es necesario revisar las agendas políticas, las negociaciones colectivas, fortalecer los sindicatos y redefinir las reglas del juego de la producción, con el fin de propiciar otras relaciones entre los varones y la familia. Parte de su problema es asumir las condiciones laborales y “dejar tiempo para el núcleo familiar”. Para Olavarría el neocapitalismo es una “máquina de moler carne” que tiene “presas” a las personas.
Es obvio que las políticas y legislaciones que excluyen a los trabajadores varones de los derechos de la crianza hacen que ésta siga siendo una responsabilidad femenina, donde los derechos relacionados al cuidado siguen ligados exclusivamente a las mujeres. En ese orden, el rol de los varones sería a lo sumo subsidiario de las mujeres en esas tareas. Según algunos estudios, la licencia postnatal para hombres sería una de las principales herramientas en la promoción de este cambio. En efecto, pocos hombres cambian espontáneamente, o solos; los cambios en actitudes y conductas generalmente requieren también cambios en el significado social que se da a sus acciones.
En Europa Occidental, Australia y América del Norte hace más de 20 años que se impulsan políticas para propiciar la participación masculina en la crianza y cuidado de los hijos. Destaca Noruega con uno de los permisos postnatales más avanzados del mundo. Desde 1977, el país escandinavo otorga participación activa a ambos progenitores con el objetivo de incentivar la participación del padre en el primer año de vida de sus hijos, además de estimular la fuerza laboral femenina en la actividad económica. Cuando las mujeres vuelven al trabajo luego de nueve meses, los hombres toman su posnatal, que tiene una duración de dos meses y medio.
De acuerdo con la experiencia de algunos países europeos, que los hombres se involucren más como padres es considerado positivamente por amplios sectores de la sociedad. Les da a los padres involucrados un estatus social especial. Los noruegos asumen el cuidado con orgullo. “Con otros amigos que también estaban en su posnatal hacíamos ‘grupos de papás’ y nos juntábamos a cocinar o a hacer actividades con los niños, lo que nos ayudó a compartir experiencias y a resolver dificultades. Lo único que no podemos hacer es alimentar a nuestros hijos con leche materna, pero incluso en eso podemos ayudar llevándolos al trabajo de nuestras esposas para que los puedan amamantar a tiempo”, comentó un empresario de 31 años en reportaje del diario La Tercera de Chile.
Según el estudio El cuidado compartido: hacia una propuesta de parentalidad, del PNUD/OIT (2013), todos los países en la región ofrecen actualmente algún tipo de licencia por maternidad y, recientemente, 16 países han aumentado esta licencia dando cumplimiento a convenciones apoyadas por la Organización Internacional del Trabajo. Sin embargo en 2003 sólo ocho países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Paraguay y Uruguay) ofrecían licencias remuneradas por paternidad. Aún en esos casos el período de la misma era bastante reducido: entre dos y ocho días de duración según constata la base de datos de condiciones de trabajo y empleo de la OIT.
En Brasil y Chile, este permiso es de 5 días, Argentina y Paraguay cuentan con 2 días. En Uruguay la normativa solo alcanza a los funcionarios públicos y es de 3 días, pero es una práctica extendida en los convenios colectivos. En Colombia, se contempla la facultad de la madre de ceder al padre una de las 12 semanas de su descanso por maternidad. Chile también le otorga a la madre la facultad de poder traspasar al padre del niño una o más semanas de dicho permiso. En el caso de Brasil, cursa un proyecto legislativo de un miembro del Partido de los Trabajadores para ampliar a 15 días la licencia de paternidad para empleados públicos, que actualmente sigue la regla de los 5 días como cualquier otra empresa. Pero nadie asegura que este eventual cambio modifique sustancialmente esta realidad.
De hecho, en Chile destaca la alta proporción de hombres que no se tomaron un período postnatal –remunerado o no: tres de cada cuatro hombres, un 76,6%, no la tomó. Un 20,6% señaló tomar una licencia pagada –que en Chile es de 5 días para los padres trabajadores con contrato de trabajo– y un 2,6% indicó haber tomado una licencia no pagada, según la encuesta IMAGES. Este indicador también revela una relación estrecha entre los permisos postnatales, la edad y el nivel educacional: las personas con menor edad y mayor nivel educacional se tomaron más permisos postnatales. Cerca de la mitad, un 51,9%, señaló que el trabajo no se lo permitió, mientras que un 13,9% manifestó que no tenía condiciones económicas para hacerlo y un 10,2% señaló que simplemente no quiso tomarse el permiso.
Aguayo recomienda como pieza clave de la política pública que exista una licencia postnatal para los padres exclusiva y remunerada de al menos 4 semanas de duración, siguiendo modelos como el Noruego, Sueco o Alemán. Adicionalmente sugiere incorporar incentivos para que los padres usen la licencia de modo compartido con la madre.
Si bien estos cambios pueden contribuir en cierta medida a un mejor reparto de las labores de cuidado y crianza, feministas han llamado la atención respecto de la efectividad de las licencias y si son los pasos más adecuados para garantizar el cuidado compartido. Tanto en Brasil como en Chile, se aprobó la extensión de la licencia por maternidad a 6 meses hace pocos años.
En Brasil, los hombres y las mujeres deben compartir dicha licencia remunerada, que es obligatoria, como en el caso de Dinamarca. Sin embargo, los resultados de la medida no han sido los esperados.“En Dinamarca y Suecia, cuando una mujer tiene un hijo, la madre puede permanecer hasta seis meses en su casa, y su padre también. Él tiene derecho a un permiso de paternidad obligatorio de igual duración. Aquí [en Brasil] se ha aumentado la responsabilidad de las madres sin extender el período para los padres para que puedan compartir esta responsabilidad con ellas, es decir, para que la carga se puede dividir entre hombres y mujeres”, comenta la investigadora Lena Lavinas, profesora asociada del Instituto de Economía, Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ ).
La legislación laboral sobre maternidad en Chile es considerada una de las más protectoras de la región. El país cuenta además con una red de salas-cuna que el gobierno, a través de la Junji (Junta Nacional de Jardines Infantiles), implementó en todo el país durante el gobierno de la presidenta Bachelet (2006-2010). Sin embargo, frente a la extensión del postnatal de 6 meses, organizaciones feministas chilenas se preguntan cómo aumentar la corresponsabilidad de los padres y facilitar una mayor conciliación en el seno de la familia, para que la medida no produzca un efecto negativo en el ámbito laboral de las mujeres. Actualmente, existe una suerte de «castigo remuneracional» o de competencias para las mujeres profesionales al tener que alejarse por tanto tiempo de su trabajo para atender la maternidad. Esto las hace menos atractivas que los hombres para el mercado laboral, porque con la extensión del postnatal su ausencia alcanzará los 7 meses y medio.
Al igual que feministas chilenas, Lena considera que una licencia de maternidad prolongada pero restringida a algunos segmentos ocupados puede aumentar las diferencias en el mercado laboral. A esto se suma que el beneficio de la licencia de maternidad deja fuera a un importante porcentaje de mujeres que no cuenta con contrato de trabajo y se desempeña en el sector informal. El desarrollo de una infraestructura adecuada –jardines infantiles y guarderías seguras– que permita aliviar la doble carga que pesa sobre las mujeres también ha sido una demanda de organizaciones feministas y de mujeres en Brasil.

A nivel regional son escasos los esfuerzos para involucrar a los hombres en sus roles como padres. Algunos entes gubernamentales –ya sea a nivel nacional, regional o municipal– y de la cooperación internacional han apoyado campañas de medios sobre la importancia de la participación de los varones en la paternidad, como la campaña global MenCare. Esta iniciativa conocida en América Latina como Paternidad: amor, presencia y compromiso de padre está presente en 26 países de América Latina, África, Asia y Europa, y busca que los padres se involucren más en el cuidado diario de sus hijos, establezcan un buen trato y compartan equitativamente con la pareja las tareas de cuidado, crianza y labores domésticas.

A partir de estas intervenciones, orientadas a un cambio cultural y en las actitudes, sus promotores buscan activar debate sobre los roles de los hombres y su inclusión en las agendas estatales. Su ideal es un modelo alternativo de maternidad y paternidad que vaya más allá de “resignificar lo que es ser hombre así como reconocer que cuidar no es un atributo masculino o femenino, sino uno humano”, concluye Barker.
Publicada em: 16/01/2014

Fuente: http://www.clam.org.br/ES/destaque/conteudo.asp?cod=11364

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Guia de Paternidad Activa

Guía para Promover la Paternidad Activa y la Corresponsabilidad en el Cuidado y la Crianza de niños y niñas.

Guía para prestadores de salud con orientaciones para promover la participación de los padres en prestaciones tales como: controles prenatales, parto, controles de salud del niño/a sano/a, visita domiciliaria, talleres, entre otras.
Aguayo, F. y Kimelman, E. (2012) Guía para Promover la Paternidad Activa y la Corresponsabilidad en el Cuidado y la Crianza de niños y niñas. Santiago: Chile Crece Contigo / Ministerio de Desarrollo Social.

http://www.crececontigo.gob.cl/wp-content/uploads/2012/11/2012-11-22-Guia-Paternidad-activa-final_WEB.PDF

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Guia de Paternidad Activa

Guía para Promover la Paternidad Activa y la Corresponsabilidad en el Cuidado y la Crianza de niños y niñas.

Guía para prestadores de salud con orientaciones para promover la participación de los padres en prestaciones tales como: controles prenatales, parto, controles de salud del niño/a sano/a, visita domiciliaria, talleres, entre otras.
Aguayo, F. y Kimelman, E. (2012) Guía para Promover la Paternidad Activa y la Corresponsabilidad en el Cuidado y la Crianza de niños y niñas. Santiago: Chile Crece Contigo / Ministerio de Desarrollo Social.

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Maternidades, paternidades: la lucha por la conciliación laboral y familiar

Escrito por: Coral Herrera Gómez
Doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual 

Miércoles 25 de julio de 2012

La publicidad, la literatura y el cine idealizan la paternidad y la maternidad como la quintaesencia de la felicidad, pero nuestra organización social, política y económica no nos permite disfrutar de esta “maravillosa” experiencia. Los tiempos actuales no son los mejores para tener bebés porque pasamos casi todo el tiempo del día trabajando. Se habla de los derechos de la infancia, pero nadie tiene en cuenta que los niños y niñas no pueden ejercer su derecho a disfrutar de sus padres y madres porque estos tienen que emplear casi todo su tiempo y energía en ganar dinero. 

Nuestra cultura solo utiliza la infancia para vendernos seguros de vida. Las necesidades productivas se consideran más importantes que las reproductivas,  y los gobiernos no se preocupan en absoluto por incentivar la conciliación entre la vida personal y la laboral. Se mitifica la maternidad, pero no se nos habla de cómo afrontar la tremenda responsabilidad que conlleva sacar adelante a niños indefensos que necesitan afecto y tiempo para ellos. Se nos dice que una verdadera mujer es aquella que es madre, pero la realidad es que las que desean serlo lo tienen bien complicado para poder conciliar vida laboral y familiar.

Las empresas penalizan a las mujeres que deciden embarazarse; a menudo son despedidas o relegadas a puestos menores, y si tienen ciertos derechos, como horas de lactancia o la jornada reducida, se les dificulta al máximo su disfrute. En los pocos países donde los hombres pueden ejercer  su derecho a la paternidad,  también son penalizados de alguna u otra forma. Son pocos los que se atreven a disfrutar de sus derechos como padres, porque vivimos en una sociedad que sigue pensando que criar y educar niños es cosa de mujeres.
Los hombres han sido alejados, tradicionalmente, de la crianza de los niños; no se les ha permitido cambiar pañales, ni bañar a los bebés, ni ocuparse de ellos hasta que son grandes y comienzan a jugar con la pelota. Tampoco se les ha permitido  cuidarlos cuando están enfermos, porque deben darle prioridad a los asuntos laborales. Su rol de principal proveedor de recursos les obliga a invertir su tiempo y energía en trabajar para otros, de modo que su papel de padres queda siempre en segundo o tercer lugar. Además se les ha otorgado el papel de policía y juez; ellos han representado siempre la autoridad, y nosotras la ternura y el cariño.

Hoy, son cada vez más los hombres que quieren criar a sus hijos e hijas; muchos reivindican su derecho a participar plenamente en el embarazo, el parto y el proceso de bienvenida a las recién llegadas criaturas. Quieren pasar las primeras semanas de los bebés en casa, asistiendo a sus compañeras, atendiendo el hogar, resolviendo problemas y disfrutando de los buenos momentos.  Son cada vez más los padres que se despiertan por la noche para cuidar de sus bebés, los que acuden a reuniones en el colegio, los que se implican en su crianza y educación. Los papás modernos llegan a la oficina soñolientos tras una noche de cuidados, se van antes del trabajo para asistir a reuniones del colegio, y disfrutan ayudándoles en las tareas escolares.

Aunque en algunos países las políticas de igualdad trabajan para lograr que hombres y mujeres puedan tener relaciones equitativas y equilibradas, aunque en los congresos se habla de la importancia de la corresponsabilidad y el trabajo compartido, la gran mayoría de la población sigue sufriendo la falta de tiempo para vivir y para compartir con sus seres queridos. Los niños y las niñas son las víctimas colaterales de un sistema que los separa de sus padres; algunos no pueden verlos a diario porque llegan cuando ellos ya están durmiendo, y otros apenas los ven un par de horas, al final de la jornada, en el tiempo de la cena y el baño. Hay niños que pasan toda la tarde viendo televisión o inmersos en los videojuegos, y otros son sometidos a la tiranía de la actividad: aprenden idiomas, reciben clases particulares, aprenden artes marciales, informática, practican deportes o baile. Los niños que presentan déficits de cariño y de tiempo con sus padres y madres son medicados para que se “tranquilicen” y cesen sus conductas anómalas (esas que se llevan a cabo para llamar la atención de los progenitores y conseguir así alguna ración extra de cariño).

Si, es difícil ser papá y mamá en los tiempos que corren. Las mujeres que trabajan fuera del hogar, en su mayoría, tienen una doble carga laboral: casi todas las que van a la oficina, a la fábrica, al huerto, tienen otras cuantas horas de trabajo en casa. Además de limpiar, barrer, cocinar, regar, atender a los animales domésticos, etc  amamantan bebés, los pasean y acompañan en sus juegos al aire libre, los ayudan con las tareas escolares.  El tiempo de las madres es el más caro de todos los tiempos: son muchas las horas invertidas en ganar dinero y llevar un hogar, y muy pocas las dedicadas a disfrutar de la familia o de una misma.

Esta situación se agrava paulatinamente porque cada vez existen más hogares con jefas de hogar y críos a su cargo. Son muchas mujeres las que posponen la maternidad hasta la treintena o renuncian a ella porque se nos ha educado para dar prioridad a nuestras carreras profesionales antes que a nuestras redes de afecto, y porque la soledad y el individualismo urbano hacen que ser madre soltera sea un reto duro y difícil. Y es que es terrible, para nosotras, tener un bebé para entregárselo en pocas semanas a otras personas: cuidadoras, profesoras, abuelas y abuelos.

Mientras la sociedad pide horarios más humanos y derecho a cuidar a sus ancianos/as y a criar y educar a la infancia, las empresas siguen penalizando a la gente joven que desea tener hijos. Pese a que está demostrado que por mucho tiempo que uno pase en el lugar de trabajo no aumenta la productividad, sino que más bien disminuye, los empresarios siguen incentivando las horas extras en el trabajo, y se sigue mirando mal a los que se van primero de la oficina. Las leyes no son propicias para criar hijos, los sueldos no permiten que uno de ellos trabaje y el otro se dedique a los niños, la mayoría de los jefes no permiten que sus empleados se organicen de otro modo y trabajen desde casa.

Mamá y papá se sienten culpables, pero no pueden hacer nada excepto colmar a sus hijos de juguetes para calmar su sed de amor. Los abuelos de los países desarrollados dicen estar disfrutando mucho más a los nietos y nietas que a sus propios vástagos; ellos tampoco tuvieron mucho tiempo para disfrutar de la infancia de sus hijos porque también también trabajaban un sinfín de horas. Sin embargo, pese a que se saben necesarios, muchos se sienten desbordados porque ya pasó su tiempo de criar niños.
 
Así que creo que el ensalzamiento de la maternidad como una experiencia feliz y plena en revistas, documentales, series de televisión, novelas, etc  debería de estar acompañado de políticas que permitan a las mujeres y a los hombres criar a su prole. En los países nórdicos, por ejemplo, es más fácil ser mamá o papá. Las guarderías y ludotecas son baratas o gratuitas, las leyes permiten  disfrutar de varios meses de baja para cuidar a los bebés recién nacidos, dan facilidades para atender a los niños y niñas cuando enferman o cuando tienen cita en el médico, y otorgan subvenciones por cada hijo/a. Las empresas  permiten adaptar las vacaciones de adultos a las de sus hijos, flexibilidad de horarios, la posibilidad de trabajar desde casa, de pedir años de excedencia o vacaciones sin sueldo, entre otras. Ello permite que la gente se anime a tener hijos y que ambos puedan compartir las obligaciones y los disfrutes de un modo más igualitario y equilibrado.

Las mujeres llevamos muchos años reclamando la conciliación laboral y familiar; ahora son los varones los que están comenzando a reivindicar sus derechos como padres. Hasta hace unas décadas, el pater era una figura distante y poco comunicativa; muchos niños se han criado temiendo la ira paterna, y deseando poder acercarse a abrazarlos sin miedo a molestar. Son muchos los colectivos de hombres que están luchando por tener espacio y tiempo para sus hijos e hijas, y creo que las mujeres debemos apoyar sus reivindicaciones porque son las mismas que las nuestras, y porque si el sistema económico y político estuviese organizado en torno a las personas y no a los intereses de unos pocos, todos tendríamos (abuelos/as, hijos/as y nietos/as) mucha mayor calidad de vida.

Nuestra cultura debería dar más valor a la paternidad, y debería incluir también a las parejas de mamás y las parejas de papás que desean tener hijos. Para ello debemos permitir que el concepto de “familia” se expanda más allá del régimen heterosexual; son muchos millones de personas las que reivindican el derecho a criar niños y niñas sea cual sea su orientación sexual.  Además, la mentalidad de legisladores y empresarios debería estar más abierta a la vida: la gente tiene derecho a disfrutar de su tiempo de vida, que es corto, tenga o no tenga hijos.

También deberíamos poder crear espacios comunes de crianza y educación , para que los niños y las niñas puedan socializar con otros niños y con otros padres, y para que papás y mamás puedan turnarse en el cuidado de los menores, de modo que puedan organizar mejor su tiempo. Dando más espacio a las necesidades de la infancia, podremos construir un mundo más amable en el que los niños no tengan que rellenar el tiempo frente al televisor, y en el que ser mamá o papá no implique renunciar al desarrollo de la carrera profesional .

Necesitamos cambiar el modelo productivo y reproductivo, y para ello, la ciudadanía tiene que organizarse, las empresas han de asumir la responsabilidad social que tienen, y los Estados deben garantizar nuestros derechos. Derecho a tener padres y madres, derecho a tener hijos e hijas, derecho a cuidarnos unos a otros, derecho a conciliar el tiempo de trabajo y el tiempo de vida.  Necesitamos construir un mundo en el que la gente pueda disfrutar de su paternidad o maternidad con libertad y sin trabas, en el que los abuelos puedan jugar con sus nietos cuando quieran (sin sentirse obligados por las necesidades de los hijos), en el que los niños y las niñas se críen rodeados de afecto y se sientan cuidados. Necesitamos, pues, un mundo en el que exista  igualdad de derechos y obligaciones de madres y padres, y espacios y tiempos de crianza que hagan de la maternidad y la paternidad una experiencia “realmente” maravillosa.

Fuente: http://www.lr21.com.uy/comunidad/1050157-maternidades-paternidades-la-lucha-por-la-conciliacion-laboral-y-familiar

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Maternidades, paternidades: la lucha por la conciliación laboral y familiar

Escrito por: Coral Herrera Gómez
Doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual 

Miércoles 25 de julio de 2012

La publicidad, la literatura y el cine idealizan la paternidad y la maternidad como la quintaesencia de la felicidad, pero nuestra organización social, política y económica no nos permite disfrutar de esta “maravillosa” experiencia. Los tiempos actuales no son los mejores para tener bebés porque pasamos casi todo el tiempo del día trabajando. Se habla de los derechos de la infancia, pero nadie tiene en cuenta que los niños y niñas no pueden ejercer su derecho a disfrutar de sus padres y madres porque estos tienen que emplear casi todo su tiempo y energía en ganar dinero. 

Nuestra cultura solo utiliza la infancia para vendernos seguros de vida. Las necesidades productivas se consideran más importantes que las reproductivas,  y los gobiernos no se preocupan en absoluto por incentivar la conciliación entre la vida personal y la laboral. Se mitifica la maternidad, pero no se nos habla de cómo afrontar la tremenda responsabilidad que conlleva sacar adelante a niños indefensos que necesitan afecto y tiempo para ellos. Se nos dice que una verdadera mujer es aquella que es madre, pero la realidad es que las que desean serlo lo tienen bien complicado para poder conciliar vida laboral y familiar.

Las empresas penalizan a las mujeres que deciden embarazarse; a menudo son despedidas o relegadas a puestos menores, y si tienen ciertos derechos, como horas de lactancia o la jornada reducida, se les dificulta al máximo su disfrute. En los pocos países donde los hombres pueden ejercer  su derecho a la paternidad,  también son penalizados de alguna u otra forma. Son pocos los que se atreven a disfrutar de sus derechos como padres, porque vivimos en una sociedad que sigue pensando que criar y educar niños es cosa de mujeres.
Los hombres han sido alejados, tradicionalmente, de la crianza de los niños; no se les ha permitido cambiar pañales, ni bañar a los bebés, ni ocuparse de ellos hasta que son grandes y comienzan a jugar con la pelota. Tampoco se les ha permitido  cuidarlos cuando están enfermos, porque deben darle prioridad a los asuntos laborales. Su rol de principal proveedor de recursos les obliga a invertir su tiempo y energía en trabajar para otros, de modo que su papel de padres queda siempre en segundo o tercer lugar. Además se les ha otorgado el papel de policía y juez; ellos han representado siempre la autoridad, y nosotras la ternura y el cariño.

Hoy, son cada vez más los hombres que quieren criar a sus hijos e hijas; muchos reivindican su derecho a participar plenamente en el embarazo, el parto y el proceso de bienvenida a las recién llegadas criaturas. Quieren pasar las primeras semanas de los bebés en casa, asistiendo a sus compañeras, atendiendo el hogar, resolviendo problemas y disfrutando de los buenos momentos.  Son cada vez más los padres que se despiertan por la noche para cuidar de sus bebés, los que acuden a reuniones en el colegio, los que se implican en su crianza y educación. Los papás modernos llegan a la oficina soñolientos tras una noche de cuidados, se van antes del trabajo para asistir a reuniones del colegio, y disfrutan ayudándoles en las tareas escolares.

Aunque en algunos países las políticas de igualdad trabajan para lograr que hombres y mujeres puedan tener relaciones equitativas y equilibradas, aunque en los congresos se habla de la importancia de la corresponsabilidad y el trabajo compartido, la gran mayoría de la población sigue sufriendo la falta de tiempo para vivir y para compartir con sus seres queridos. Los niños y las niñas son las víctimas colaterales de un sistema que los separa de sus padres; algunos no pueden verlos a diario porque llegan cuando ellos ya están durmiendo, y otros apenas los ven un par de horas, al final de la jornada, en el tiempo de la cena y el baño. Hay niños que pasan toda la tarde viendo televisión o inmersos en los videojuegos, y otros son sometidos a la tiranía de la actividad: aprenden idiomas, reciben clases particulares, aprenden artes marciales, informática, practican deportes o baile. Los niños que presentan déficits de cariño y de tiempo con sus padres y madres son medicados para que se “tranquilicen” y cesen sus conductas anómalas (esas que se llevan a cabo para llamar la atención de los progenitores y conseguir así alguna ración extra de cariño).

Si, es difícil ser papá y mamá en los tiempos que corren. Las mujeres que trabajan fuera del hogar, en su mayoría, tienen una doble carga laboral: casi todas las que van a la oficina, a la fábrica, al huerto, tienen otras cuantas horas de trabajo en casa. Además de limpiar, barrer, cocinar, regar, atender a los animales domésticos, etc  amamantan bebés, los pasean y acompañan en sus juegos al aire libre, los ayudan con las tareas escolares.  El tiempo de las madres es el más caro de todos los tiempos: son muchas las horas invertidas en ganar dinero y llevar un hogar, y muy pocas las dedicadas a disfrutar de la familia o de una misma.

Esta situación se agrava paulatinamente porque cada vez existen más hogares con jefas de hogar y críos a su cargo. Son muchas mujeres las que posponen la maternidad hasta la treintena o renuncian a ella porque se nos ha educado para dar prioridad a nuestras carreras profesionales antes que a nuestras redes de afecto, y porque la soledad y el individualismo urbano hacen que ser madre soltera sea un reto duro y difícil. Y es que es terrible, para nosotras, tener un bebé para entregárselo en pocas semanas a otras personas: cuidadoras, profesoras, abuelas y abuelos.

Mientras la sociedad pide horarios más humanos y derecho a cuidar a sus ancianos/as y a criar y educar a la infancia, las empresas siguen penalizando a la gente joven que desea tener hijos. Pese a que está demostrado que por mucho tiempo que uno pase en el lugar de trabajo no aumenta la productividad, sino que más bien disminuye, los empresarios siguen incentivando las horas extras en el trabajo, y se sigue mirando mal a los que se van primero de la oficina. Las leyes no son propicias para criar hijos, los sueldos no permiten que uno de ellos trabaje y el otro se dedique a los niños, la mayoría de los jefes no permiten que sus empleados se organicen de otro modo y trabajen desde casa.

Mamá y papá se sienten culpables, pero no pueden hacer nada excepto colmar a sus hijos de juguetes para calmar su sed de amor. Los abuelos de los países desarrollados dicen estar disfrutando mucho más a los nietos y nietas que a sus propios vástagos; ellos tampoco tuvieron mucho tiempo para disfrutar de la infancia de sus hijos porque también también trabajaban un sinfín de horas. Sin embargo, pese a que se saben necesarios, muchos se sienten desbordados porque ya pasó su tiempo de criar niños.
 
Así que creo que el ensalzamiento de la maternidad como una experiencia feliz y plena en revistas, documentales, series de televisión, novelas, etc  debería de estar acompañado de políticas que permitan a las mujeres y a los hombres criar a su prole. En los países nórdicos, por ejemplo, es más fácil ser mamá o papá. Las guarderías y ludotecas son baratas o gratuitas, las leyes permiten  disfrutar de varios meses de baja para cuidar a los bebés recién nacidos, dan facilidades para atender a los niños y niñas cuando enferman o cuando tienen cita en el médico, y otorgan subvenciones por cada hijo/a. Las empresas  permiten adaptar las vacaciones de adultos a las de sus hijos, flexibilidad de horarios, la posibilidad de trabajar desde casa, de pedir años de excedencia o vacaciones sin sueldo, entre otras. Ello permite que la gente se anime a tener hijos y que ambos puedan compartir las obligaciones y los disfrutes de un modo más igualitario y equilibrado.

Las mujeres llevamos muchos años reclamando la conciliación laboral y familiar; ahora son los varones los que están comenzando a reivindicar sus derechos como padres. Hasta hace unas décadas, el pater era una figura distante y poco comunicativa; muchos niños se han criado temiendo la ira paterna, y deseando poder acercarse a abrazarlos sin miedo a molestar. Son muchos los colectivos de hombres que están luchando por tener espacio y tiempo para sus hijos e hijas, y creo que las mujeres debemos apoyar sus reivindicaciones porque son las mismas que las nuestras, y porque si el sistema económico y político estuviese organizado en torno a las personas y no a los intereses de unos pocos, todos tendríamos (abuelos/as, hijos/as y nietos/as) mucha mayor calidad de vida.

Nuestra cultura debería dar más valor a la paternidad, y debería incluir también a las parejas de mamás y las parejas de papás que desean tener hijos. Para ello debemos permitir que el concepto de “familia” se expanda más allá del régimen heterosexual; son muchos millones de personas las que reivindican el derecho a criar niños y niñas sea cual sea su orientación sexual.  Además, la mentalidad de legisladores y empresarios debería estar más abierta a la vida: la gente tiene derecho a disfrutar de su tiempo de vida, que es corto, tenga o no tenga hijos.

También deberíamos poder crear espacios comunes de crianza y educación , para que los niños y las niñas puedan socializar con otros niños y con otros padres, y para que papás y mamás puedan turnarse en el cuidado de los menores, de modo que puedan organizar mejor su tiempo. Dando más espacio a las necesidades de la infancia, podremos construir un mundo más amable en el que los niños no tengan que rellenar el tiempo frente al televisor, y en el que ser mamá o papá no implique renunciar al desarrollo de la carrera profesional .

Necesitamos cambiar el modelo productivo y reproductivo, y para ello, la ciudadanía tiene que organizarse, las empresas han de asumir la responsabilidad social que tienen, y los Estados deben garantizar nuestros derechos. Derecho a tener padres y madres, derecho a tener hijos e hijas, derecho a cuidarnos unos a otros, derecho a conciliar el tiempo de trabajo y el tiempo de vida.  Necesitamos construir un mundo en el que la gente pueda disfrutar de su paternidad o maternidad con libertad y sin trabas, en el que los abuelos puedan jugar con sus nietos cuando quieran (sin sentirse obligados por las necesidades de los hijos), en el que los niños y las niñas se críen rodeados de afecto y se sientan cuidados. Necesitamos, pues, un mundo en el que exista  igualdad de derechos y obligaciones de madres y padres, y espacios y tiempos de crianza que hagan de la maternidad y la paternidad una experiencia “realmente” maravillosa.

Fuente: http://www.lr21.com.uy/comunidad/1050157-maternidades-paternidades-la-lucha-por-la-conciliacion-laboral-y-familiar

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CUSTODIA COMPARTIDA IMPUESTA: LA INVISIBILIZACIÓN DE LAS HIJAS E HIJOS.

La custodia compartida impuesta por vía judicial, sin acuerdo de los progenitores, ignora de forma deliberada los problemas a los que se enfrentan las y los hijos cuando sus padres se separan de forma conflictiva. Y esto no es una interpretación: es un hecho contrastado.
¿Qué factores han provocado que el principio del interés superior del niño y niña se haya visto relegado en los divorcios contenciosos?

En primer lugar, habría que hablar del afán igualitario que lleva a imponer una situación de falsa igualdad aun partiendo de una situación de desigualdad previa manifiesta y demostrada, sin que haya habido un reparto equitativo en el cumplimiento de las obligaciones concernientes a la educación y el cuidado de los hijos e hijas con anterioridad a la separación. Lo que es más grave: en algunos juzgados, la omisión de pruebas que demuestran la falta de corresponsabilidad previa, como por ejemplo los incumplimientos reiterados de los regímenes de visitas o los impagos voluntarios de pensiones de alimentos, se ha convertido en un hábito. Los antecedentes no importan: sólo importa la igualdad de derechos de los progenitores desde el momento de la separación. Las consecuencias, las conocemos: hijos e hijas mal atendidos, hijas e hijos en manos de terceros, hijas e hijos solos…….

Como consecuencia directa del anterior factor, obtenemos el siguiente: la priorización de los intereses de los adultos por encima del interés superior del hijo e hija. Especial relevancia están teniendo los intereses económicos que giran en torno a este tema; cuántas custodias compartidas se están solicitando para evitar el pago de pensiones de alimentos o para forzar el reparto del que fuera el domicilio familiar. Tristemente, este afán económico se enmascara con el deseo repentino de cuidar a los hijos/as aun cuando, en muchos casos, no existe tal deseo ni ha existido nunca. 

Tampoco podemos olvidar el colapso de los juzgados, en gran parte debido a la avalancha de solicitudes de modificación de medidas, que lleva a juicios demasiado breves, en los que no se estudian debidamente los casos, en los que se obvian las pruebas y las circunstancias que rodean el caso, con pruebas psicosociales muy superficiales y realizadas por personal sin la preparación suficiente. Por no hablar de la coacción a la que están sometiendo a muchas madres en las sesiones de mediación, en las pruebas psicosociales y en ocasiones hasta en el propio juicio para que pacten una custodia compartida aun sabiendo que va a ser perjudicial para sus hijos e hijas. ¿Quiénes están pagando principalmente la falta de medios, imparcialidad y preparación de los juzgados? Como no podía ser de otra forma, la parte más débil: las hijas e hijos. Las consecuencias están siendo nefastas. 

Otro factor importante a tener en cuenta es la falta de formación de los equipos psicosociales y del personal del propio juzgado. Es fundamental que cuenten con formación en psicología evolutiva, ya que las necesidades físicas, emocionales y relacionales de los hijos e hijas, varían enormemente en función de la etapa de desarrollo en que se encuentren. Pero tristemente, los informes de los equipos psicosociales y las sentencias por las que se impone la custodia compartida, denotan una ignorancia brutal acerca de las necesidades de los menores en sus distintas etapas evolutivas. Cambios diarios, semanales, mensuales: criterios arbitrarios que atentan contra los principios más básicos de psicología infantil y que están causando daños graves en la estabilidad emocional de las hijas e hijos. En muchos casos, se están rompiendo los vínculos de apego de forma tan desgarradora y colocando a los hijos e hijas en una situación de tal inestabilidad, que los daños psicológicos serán irreparables y persistirán en la vida adulta.
Pero en algunos casos, el factor causante es mucho más primario y sobradamente conocido a lo largo de la historia: los reductos de machismo que persisten en algunos juzgados, con personajes tan retrógrados como el juez Serrano, dando apoyo a las asociaciones neomachistas de padres separados. Su discurso falaz y victimista, protegido y fomentado por estos personajes de la judicatura, defensores del patriarcado más rancio, lo conocemos de sobra: todas las madres en proceso de separación buscan única y exclusivamente el máximo beneficio económico; todas las madres recurren a la denuncia falsa de un proceso de maltrato, todas las mujeres son malas, feminazis, aprovechadas, subvencionadas, vividoras, vagas y un largo etcétera….y ellos son las víctimas. Entre tanta misoginia, ¿dónde queda el interés del menor? No sabemos.

Que los hijos e hijas necesitan contar en sus vidas con la presencia de su padre y de su madre, cada uno de ellos/as con una función psicobiológica concreta y diferenciada, está claro. Pero los inconvenientes de la imposición de la custodia compartida también son muy claros: obliga a partir (que no compartir) a un hijo o hija entre dos progenitores que no han sido capaces de entenderse ni antes ni después de la separación. ¿Las consecuencias? Muy claras también: cambios constantes de entorno para los hijos e hijas, con la consiguiente sensación de desubicación e inseguridad, criterios educacionales contradictorios, que provocan ansiedad y agresividad, ruptura repentina de los vínculos de apego provocando graves desequilibrios emocionales, problemas de las hijas e hijos para respetar las rutinas y las normas, incomunicación entre progenitores y entre la hija o hijo y el progenitor con el que no conviven en ese periodo…y un largo etcétera.

Ya es hora de que se empiece a visibilizar a los hijos e hijas y a priorizar sus necesidades y su protección, poniendo encima de la mesa las graves consecuencias negativas que la imposición de esta medida, por mucho que se quieran esconder, tiene para ellos y ellas.

Fdo. Marcos López Garrido
Miembro de la Asociación Custodia en Positivo

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CUSTODIA COMPARTIDA IMPUESTA: LA INVISIBILIZACIÓN DE LAS HIJAS E HIJOS.

La custodia compartida impuesta por vía judicial, sin acuerdo de los progenitores, ignora de forma deliberada los problemas a los que se enfrentan las y los hijos cuando sus padres se separan de forma conflictiva. Y esto no es una interpretación: es un hecho contrastado.
¿Qué factores han provocado que el principio del interés superior del niño y niña se haya visto relegado en los divorcios contenciosos?

En primer lugar, habría que hablar del afán igualitario que lleva a imponer una situación de falsa igualdad aun partiendo de una situación de desigualdad previa manifiesta y demostrada, sin que haya habido un reparto equitativo en el cumplimiento de las obligaciones concernientes a la educación y el cuidado de los hijos e hijas con anterioridad a la separación. Lo que es más grave: en algunos juzgados, la omisión de pruebas que demuestran la falta de corresponsabilidad previa, como por ejemplo los incumplimientos reiterados de los regímenes de visitas o los impagos voluntarios de pensiones de alimentos, se ha convertido en un hábito. Los antecedentes no importan: sólo importa la igualdad de derechos de los progenitores desde el momento de la separación. Las consecuencias, las conocemos: hijos e hijas mal atendidos, hijas e hijos en manos de terceros, hijas e hijos solos…….

Como consecuencia directa del anterior factor, obtenemos el siguiente: la priorización de los intereses de los adultos por encima del interés superior del hijo e hija. Especial relevancia están teniendo los intereses económicos que giran en torno a este tema; cuántas custodias compartidas se están solicitando para evitar el pago de pensiones de alimentos o para forzar el reparto del que fuera el domicilio familiar. Tristemente, este afán económico se enmascara con el deseo repentino de cuidar a los hijos/as aun cuando, en muchos casos, no existe tal deseo ni ha existido nunca. 

Tampoco podemos olvidar el colapso de los juzgados, en gran parte debido a la avalancha de solicitudes de modificación de medidas, que lleva a juicios demasiado breves, en los que no se estudian debidamente los casos, en los que se obvian las pruebas y las circunstancias que rodean el caso, con pruebas psicosociales muy superficiales y realizadas por personal sin la preparación suficiente. Por no hablar de la coacción a la que están sometiendo a muchas madres en las sesiones de mediación, en las pruebas psicosociales y en ocasiones hasta en el propio juicio para que pacten una custodia compartida aun sabiendo que va a ser perjudicial para sus hijos e hijas. ¿Quiénes están pagando principalmente la falta de medios, imparcialidad y preparación de los juzgados? Como no podía ser de otra forma, la parte más débil: las hijas e hijos. Las consecuencias están siendo nefastas. 

Otro factor importante a tener en cuenta es la falta de formación de los equipos psicosociales y del personal del propio juzgado. Es fundamental que cuenten con formación en psicología evolutiva, ya que las necesidades físicas, emocionales y relacionales de los hijos e hijas, varían enormemente en función de la etapa de desarrollo en que se encuentren. Pero tristemente, los informes de los equipos psicosociales y las sentencias por las que se impone la custodia compartida, denotan una ignorancia brutal acerca de las necesidades de los menores en sus distintas etapas evolutivas. Cambios diarios, semanales, mensuales: criterios arbitrarios que atentan contra los principios más básicos de psicología infantil y que están causando daños graves en la estabilidad emocional de las hijas e hijos. En muchos casos, se están rompiendo los vínculos de apego de forma tan desgarradora y colocando a los hijos e hijas en una situación de tal inestabilidad, que los daños psicológicos serán irreparables y persistirán en la vida adulta.
Pero en algunos casos, el factor causante es mucho más primario y sobradamente conocido a lo largo de la historia: los reductos de machismo que persisten en algunos juzgados, con personajes tan retrógrados como el juez Serrano, dando apoyo a las asociaciones neomachistas de padres separados. Su discurso falaz y victimista, protegido y fomentado por estos personajes de la judicatura, defensores del patriarcado más rancio, lo conocemos de sobra: todas las madres en proceso de separación buscan única y exclusivamente el máximo beneficio económico; todas las madres recurren a la denuncia falsa de un proceso de maltrato, todas las mujeres son malas, feminazis, aprovechadas, subvencionadas, vividoras, vagas y un largo etcétera….y ellos son las víctimas. Entre tanta misoginia, ¿dónde queda el interés del menor? No sabemos.

Que los hijos e hijas necesitan contar en sus vidas con la presencia de su padre y de su madre, cada uno de ellos/as con una función psicobiológica concreta y diferenciada, está claro. Pero los inconvenientes de la imposición de la custodia compartida también son muy claros: obliga a partir (que no compartir) a un hijo o hija entre dos progenitores que no han sido capaces de entenderse ni antes ni después de la separación. ¿Las consecuencias? Muy claras también: cambios constantes de entorno para los hijos e hijas, con la consiguiente sensación de desubicación e inseguridad, criterios educacionales contradictorios, que provocan ansiedad y agresividad, ruptura repentina de los vínculos de apego provocando graves desequilibrios emocionales, problemas de las hijas e hijos para respetar las rutinas y las normas, incomunicación entre progenitores y entre la hija o hijo y el progenitor con el que no conviven en ese periodo…y un largo etcétera.

Ya es hora de que se empiece a visibilizar a los hijos e hijas y a priorizar sus necesidades y su protección, poniendo encima de la mesa las graves consecuencias negativas que la imposición de esta medida, por mucho que se quieran esconder, tiene para ellos y ellas.

Fdo. Marcos López Garrido
Miembro de la Asociación Custodia en Positivo

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