Los manuales del mejor uso | Colaboración con Samsung España

Los que me seguís sabéis que uno de los temas de los que suelo hablar es de la corresponsabilidad y la coeducación, porque creo que es desde el hogar, el primer contexto de socialización de los niños, desde donde tenemos que empezar a derribar los estereotipos de género. De hecho, algunos quizá recordéis un artículo […]

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Los niños lo tienen claro: no hay tareas de chicos o de chicas | Colaboración con Samsung.

Con frecuencia recibo propuestas de diversas empresas que me proponen colaborar con ellas en alguna campaña de marketing, pero son muy pocas las veces que he aceptado, porque si no es algo congruente con lo que defiendo, y mi forma de ver la psicología y la crianza, no tiene sentido. Hace algunas semanas se puso […]

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TULLY: La madre presente

Las madres son las grandes ausentes de los relatos. Me refiero a las madres en cuanto sujetas autónomas, completas y complejas, más allá de la versión instrumental que de ellas presenta la cultura. Es decir, las madres como individuas no resignadas al …

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Premios Madresfera 2017

25 blogs nominados en la categoría paternidad. Sólo uno podrár vencer. ¡Que comiencen los juegos del hambre! Ah no… perdón… me he venido arriba: ¡Que comiencen los premios madresfera 2017! Ya están aquí los premios madresfera 2017. Aunque en realidad ya hace días que están aquí, pero no me había decidido hasta ahora a meterme […]

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LO PEOR DE TODO

En las últimas semanas, no he dejado de ir sumando sensaciones negativas como consecuencia de todo lo que he está provocando el conflicto catalán. Ante tan cúmulo de despropósitos, por ambas partes y con distintos niveles de responsabilidad, me resulta…

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Cómo hemos cambiado

Hoy este blog cumple seis años. ¡Menudo viaje! Y parafraseando a Tolkien en El Hobbit, como todo viaje, inesperado o no, todo empieza con un simple paso. Con un simple post. Tal día como hoy, me plantaba ante el ordenador para contar la Maestra-Jedi cumplía 27 semanas de embarazo.

Hace poco leía sobre los miedos e incertidumbres que asaltan a un futuro padre ante su próxima paternidad. Parece muy fácil resumirlo en unos cuantos puntos, reducirlo a una lista de inseguridades. Cuando empezó este rincón de internet, aún no era consciente de casi nada, ni siquiera de la mitad de los miedos que sufriría y los que tendría que superar. Fueron sobreviniéndome a cada paso, a cada noche de vueltas y más vueltas a la almohada, a cada descubrimiento.

Y todo cambió, y explotaron los Universos Paralelos.

Los miedos de antes no eran nada, ni siquiera el calentamiento. Ni idea tenía de todas las cosas que iban a pasarme en este viaje, y ni idea tengo de lo que me espera. Ni de la suerte que tengo. Algo así no se puede reducir a una lista o a unos cuantos post. Seis años de paternidad no se pueden contar ni resumir en seis años de entradas en un blog. Yo ya he necesitado más de seiscientos post, y sigue sin ser suficiente.

El aprendizaje que supone ser padre es incomparable a cualquier otra experiencia. Aprender sobre uno mismo se convierte en una necesidad. pero a mí particularmente me ha servido para darme de bruces con muchas cuestiones que antes ni imaginaba. Ya no solo en temas de crianza o de educación, sino también de empatía, de conciliación, de corresponsabilidad, de igualdad y de feminismo. Seiscientos post aprendiendo, y aún estoy en prácticas.

Hace seis años tampoco imaginaba la de grandes personas que conocería, ni las experiencias y alegrías que iría atesorando. Mes a mes, hito a hito, post a post. No sé si este séptimo año el blog mantendrá el nivel o siquiera algo de actividad, pero sí os prometo una cosa: seguiré aprendiendo. Tengo la mejor Maestra.

¡Que la Fuerza os acompañe!
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Nueva solicitud a gobierno para la equiparación de permisos

Tenemos novedades en #papanoara !

Nueva solicitud a gobierno para equiparar permisos: y creo que con esta van 3 en los últimos 7 u 8 meses. Veo en prensa esta nota (www.publico.es/sociedad/unanimidad-congreso-equiparar-permisos-paternidad-maternidad.html) y me sacan de los nervios esta gente. La actitud chulesca y de desprecio total a demandas reales, concretas y deseadas por un amplísimo espectro de la sociedad (independientemente de ideologías o bandos)   A esto suma en los últimos diez días el asunto de custodias compartidas ¿preferentes? y todo lo de vientres de alquiler [de muestra un botón –> “entre requisitos de la gestante se explicita, entre otros: “(…) en particular, no…

#dalegas

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Consideraciones de hecho y de derecho a la custodia compartida impuesta


Abogada feminista desde hace mas de 31 años. Activista por los derechos de las mujeres. Socia fundadora del Lobby de Dones de Mallorca.

La Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio introdujo en nuestro Ordenamiento Jurídico dos cuestiones trascendentes respecto de las obligaciones paterno-materno-filiales y custodia de los hijos e hijas.

El artículo 68 referido a las obligaciones de los cónyuges las amplia al deber de “compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes y otras personas dependientes a su cargo”.

El artículo 92 estableció, por primera vez, la guarda y custodia de los y las hijas de forma compartida entre ambos progenitores en el supuesto de mutuo acuerdo, y excepcionalmente, cuando así lo solicite un progenitor, haya un informe favorable del Ministerio Público y el o la juez, en la ponderación de las circunstancias considere que esta medida es más favorable a los intereses de las y los menores (artículo 92 apartados 5, 6, 7 y 8 del Código Civil)

De este modo, se quedaba a salvo el mandato constitucional desarrollado por la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, que obliga a los poderes públicos a priorizar el interés de las y los menores.

No puede entenderse la custodia compartida del artículo 92 sin la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos e hijas del artículo 68, igual que ninguna persona acudiría a un profesional de la medicina que no tuviera diplomatura o licenciatura, no puede dejarse al albur del no conocimiento el cuidado, la educación y la formación integral de los y las hijas a quien durante la convivencia con la pareja no asumió la corresponsabilidad.

Igual que ninguna persona acudiría a un profesional de la medicina que no tuviera diplomatura o licenciatura, no puede dejarse al albur del no conocimiento el cuidado, la educación y la formación integral de los y las hijas a quien durante la convivencia con la pareja no asumió la corresponsabilidad.

En el Ordenamiento Jurídico Español, el incumplimiento de los deberes u obligaciones conlleva una sanción, que unas veces es explícita y otras implícita o simplemente que se deduce de otros apartados o artículos del mismo texto legal, como es el caso del artículo 92 del Código Civil.

Advera esta afirmación la Jurisprudencia que sobre el mismo artículo 68 ha formulado el Tribunal Supremo, en el supuesto de la obligación de vivir juntos. Así pues si el Alto Tribunal indica que se entiende por vivir juntos y las consecuencias que se derivan de no hacerlo, pese a no estar regulado expresamente, lo mismo tiene que ocurrir en el supuesto de incumplimiento del deber de corresponsabilidad.

Con la Ley 15/2005 se posibilita que los progenitores que estén de acuerdo puedan ejercer la custodia compartida. Estar de acuerdo es fundamental para el desarrollo de los hijos e hijas, para su educación y para su aprendizaje de experiencia de la vida. Compartir la custodia obliga a cada progenitor al consenso, a la comunicación permanente y a minimizar los efectos negativos que tiene para los y las hijas el vivir en dos casas, tener los libros y material escolar en la casa en la que deben realizarse los deberes escolares, la medicación, la ropa y calzado en una y otra casa, compartir criterios sobre la alimentación e higiene de las y los menores, la proximidad o lejanía en el centro donde realizan las actividades extraescolares, etc. etc.

La segunda opción que prevé la Ley 15/2005 es que, con carácter excepcional a instancias de un sólo progenitor y con un informe del Ministerio Público, el juez o la jueza acuerde una custodia compartida, en estos casos el juzgador deberá tener en cuenta las circunstancias materiales y personales que permitan hacer efectiva la custodia compartida, sin que ello suponga una merma en el interés de los y las hijas, que debe salvaguardar.

El apartado 8º del artículo 92 pone de relieve la excepcionalidad del otorgamiento de la custodia compartida a instancias de una parte.

Las reglas interpretativas de las normas las establece el artículo 3 del Código Civil y en el apartado 1º de este artículo se indica “las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquella.”

La expresión “excepcionalmente”, como indica el apartado 8º del artículo 92, no da lugar a otro tipo de interpretación que no sea la excepcionalidad de la medida que vaya adoptar el juez, y ello a pesar de que algunas sentencias del Tribunal Supremo haya puesto de relieve lo contrario, a ello sólo cabe atribuir una voluntad legislativa que no corresponde a este alto tribunal.

Para una mayor certeza sobre la naturaleza excepcional cabe hacer referencia a la sentencia del Pleno del Tribunal Constitucional 185/2012, de 17 de octubre, indica en su Fundamento Jurídico 5º que señala:

“Situado en el contexto expuesto, no se puede dudar que el número 8º del artículo 92 del Código Civil es una norma de carácter excepcional, como expresamente lo advierte el precepto, porque la custodia compartida descansa en el principio general de existencia de acuerdo entre los progenitores (…)”

El cuarto párrafo del mismo apartado, refiriéndose a la custodia compartida determinada judicialmente sin consenso entre las partes, indica:

Y en este último supuesto donde quiebra, en términos constitucionales, la razonabilidad de la norma enjuiciada (art. 117, 39 y 24 CE). Precisamente porque una custodia compartida impuesta judicialmente debe ser excepcional conforme a la normativa vigente o, lo que es igual, porque debe obligarse a los progenitores a ejercerla conjuntamente solo cuando quede demostrado que es beneficiosa para el menor (…)”.

Así pues, la custodia compartida impuesta no debería otorgarse de no concurrir la existencia previa de corresponsabilidad durante la convivencia entre ambos progenitores y la acreditación de que esta es la única forma de garantizar el interés de los menores (excepcionalidad)

La custodia compartida, sea consensual o fruto de un procedimiento contencioso, sólo tiene dos variables, bien los progenitores se alternan periodos cortos de tiempo de residir en el domicilio único de los y las hijas o, las y los hijos viven en dos domicilios, alternando de forma permanente durante toda su minoría de edad, y durante su mayoría de edad si dependen económicamente de sus progenitores. Ninguna de las dos soluciones es óptima, la primera dificulta que los progenitores establezcan una convivencia con otra persona, la segunda tiene el riesgo de que los y las hijas tengan consideración de “cosa” que se puede trasladar de un sitio a otro.

La preferencia de la custodia compartida en caso de discrepancia entre los progenitores puede plantear un problema de igualdad ante la ley, ya que en determinados casos la resolución judicial de custodia compartida puede ser de imposible cumplimiento, por causa económica.

El acuerdo mutuo permite que los progenitores puedan pactar la proximidad de los domicilios donde vivan los hijos e hijas, la elección del colegio equidistante de ambos domicilios, el centro sanitario de atención a los y las hijas, etc.

Con todo, la custodia compartida en abstracto, tiene una limitación cual es la capacidad económica de los progenitores, ya que no todos los progenitores pueden permitirse ejercer una custodia compartida, como ya se ha señalado anteriormente exige bien duplicidad de viviendas de cada progenitor o residir en domicilios próximos para evitar perjuicios a los hijos e hijas; además hay que tener en cuenta los gastos que voluntaria o involuntariamente se duplican al residir los hijos e hijas en dos viviendas. La preferencia de la custodia compartida en caso de discrepancia entre los progenitores puede plantear un problema de igualdad ante la ley, ya que en determinados casos la resolución judicial de custodia compartida puede ser de imposible cumplimiento, por causa económica.

Dentro del ámbito de la situación de hecho, quedan por señalar varias cuestiones, asimismo significativas:

– Los y las hijos e hijas son los grandes damnificados de la custodia compartida impuesta. Es imposible obligar a los progenitores a negociar permanentemente como educar a los hijos e hijas, y en este caso son los menores los que median entre ambos progenitores para mantener la paz familiar. Si se descargara del peso ideológico la custodia compartida se podría observar como la exigencia que se hace a los menores de convivir alternativamente con personas que no son capaces de dialogar entre si, ni configurar un modelo educativo común, vulnera el principio constitucional del interés del menor.

– El segundo aspecto a considerar es cómo afecta a los y las menores, en periodo de formación de conciencia y aprendizaje de conocimientos, la disociación permanente en el modelo socializador: alimentación, higiene, estudios, organización de los tiempos, forma de vestir, actividades lúdicas, etc.

– En países como Francia, que desde hace años se venía acordando la custodia compartida aún en el caso de que no hubiera acuerdo entre los progenitores, se ha vuelto al sistema anterior de custodia a uno de los progenitores y comunicación y visitas al otro, básicamente, porque se ha detectado problemas de concentración y ubicación espacio-temporal en los y las menores que se han visto sometidos a una custodia compartida impuesta al otro progenitor.

– Finalmente otra cuestión no baladí es ¿Cómo queda garantizado el derecho a la libre circulación del progenitor que se ve inmerso en una custodia compartida impuesta? ¿Ha de renunciar a la custodia de los y las hijas en el supuesto de que quiera cambiar de residencia?

La Jurisprudencia del Tribunal Supremo ha variado desde la posición inicial, que consideraba la custodia compartida impuesta una excepción hasta llegar al punto de considerarla preferente.

¿Cuáles eran los requisitos que viene exigiendo la Jurisprudencia para el otorgamiento de la custodia compartida, solicitada por uno sólo de los progenitores?

·         En primer lugar que esta sea la medida mas idónea para la protección del interés del menor.

·         Que haya un informe del Ministerio público, si bien no es vinculante para el juzgador.

·         Que sean oídos los y las menores, cuando tengan suficiente juicio.

·         Que existan informes de los equipos técnicos sobre la idoneidad del ejercicio de la patria potestad y régimen de custodia.

·         El/la juez/a debe “valorar las alegaciones de las partes vertidas en la comparecencia y la prueba practicada en ella, y la relación que los progenitores mantengan entre sí y con sus hijos para determinar su idoneidad con el régimen de guarda atendiendo principalmente a los siguientes criterios”:

o    Práctica anterior de los progenitores en sus relaciones con el menor y sus aptitudes personales.

o    Los deseos manifestados por los menores competentes el número de hijos.

o    El cumplimiento por parte de los progenitores de sus deberes en relación con los hijos y el respeto mutuo en sus relaciones personales y con otras personas que convivan en el hogar familiar acuerdos adoptados por los progenitores.

o    La ubicación de sus respectivos domicilios horarios y actividades de unos y otros el resultado de los informes exigidos legalmente.

o    Y, en definitiva, cualquier otro que permita a los menores una vida adecuada en una convivencia que forzosamente deberá ser más compleja que la que se lleva a cabo cuando los progenitores conviven.

Hasta el 29 de abril de 2013 los criterios en los que descansaba la custodia compartida estaban centrados en datos objetivos, como es de ver, a partir de la Sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo 257/2013 que declara como Doctrina Jurisprudencial:

“…que la interpretación de los artículos 92, 5, 6 y 7 CC debe estar fundada en el interés de los menores que van a quedar afectados por la medida que se debe tomar, que se acordará cuando concurran criterios tales como la práctica anterior de los progenitores en sus relaciones con el menor y sus aptitudes personales, los deseos manifestados por los menores competentes; el numero de hijos; el cumplimento por parte de los progenitores de sus deberes en relación con los hijos y el respeto mutuo en sus relaciones personales; el resultado de los informes exigidos legalmente, y en definitiva, cualquier otro que permita a los menores una vida adecuada, aunque en la práctica sea mas compleja que la que se lleva a cabo cuando los progenitores conviven. Señalando que la redacción del artículo 92 no permite concluir que se trate de una medida excepcional, sino al contrario, habrá de considerarse normal e incluso deseable, porque permite que sea efectivo el derecho que los hijos tienen a relacionarse con ambos progenitores, aun en situaciones de crisis, siempre que ello sea posible i en tanto en cuanto lo sea”.

La sentencia de la misma Sala núm. 495/2013, de 19 de Julio, del mismo ponente, va más allá e indica:

“Siempre que se den los requisitos se ha de adoptar la guarda y custodia compartida porque esta es la mejor manera de proteger al menor.

(…)

Aproximar un modelo de convivencia existente antes de la ruptura matrimonial y garantizar al tiempo a sus padres la posibilidad de seguir ejerciendo sus derechos y obligaciones inherentes a la potestad y participar en igualdad de condiciones en el desarrollo y crecimiento de los hijos, lo que sin duda, parece mas beneficioso para ellos…”.

En igual línea jurisprudencial las Sentencias núm. 758/2013, de 25 de noviembre y 762/2013, de 17 de diciembre.

Estas sentencias incorporan tres premisas muy importantes, a saber:

a) No se considera una medida excepcional el otorgamiento de la custodia compartida a petición de un solo cónyuge.

b) Se amplían los sujetos que pueden solicitar la custodia compartida al Ministerio Fiscal, incluso en el supuesto de que ninguno de los progenitores lo solicite.

c) Se invierte la carga de la prueba, y en lugar de datos objetivos que permitan la medida excepcional, se establece que lo que hay que acreditar es que la custodia compartida es perjudicial para el o la menor.

Respecto a la no consideración de medida excepcional lo previsto en el artículo 92.8 quien suscribe considera que es contrario a la Constitución, a la referida Sentencia del Tribunal Constitucional y que vulnera el artículo 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que obliga a todo los jueces y tribunales a interpretar las Normas conforme a la Constitución y a las sentencias del Tribunal Constitucional.

En cuanto a la solicitud del Ministerio Público, si el legislador hubiera querido que pudiera instar la custodia compartida lo hubiera hecho constar expresamente, sesgar a los progenitores que tienen exlege los deberes inherentes a la patria potestad, obligándoles a una medida que ninguno de ellos ha solicitado, no hace sino judicializar todavía mas la vida de los y las menores.

Y en cuanto a la inversión de la carga de la prueba, es evidente tener que acreditar que la custodia compartida es perjudicial para el menor, además de que en algunas ocasiones se estará ante la prueba diabólica (acreditar que quien solicita la guarda y custodia compartida es un mal padre o mala madre, dicho textualmente), en los otros supuestos no cumple con lo prescrito en el artículo 217 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, por cuanto, y a tenor de este artículo, la carga de la prueba del actor es acreditar la certeza de los hechos, pero si ya opera una presunción de que la custodia compartida impuesta es buena para el o la menor, el actor no tendrá que acreditar nada, sino que quien tendrá que acreditar la característica negativa será quien se oponga a la misma.

Esta Jurisprudencia contradice tanto el derecho sustantivo (articulo 92.8 CC como el derecho adjetivo 217 LEC y ss)

Ya con anterioridad el Tribunal Supremo ya estableció de facto la inversión de la carga de la prueba en los supuestos de privación de la patria potestad cuando quien la solicitaba era la madre, puesto que había que demostrar que la continuidad de la patria potestad suponía un perjuicio para el menor4.

La proliferación de legislaciones autonómicas sobre la custodia compartida basadas en el artículo 149.1.8º de la Constitución Española5 ha supuesto un cambio cualitativo y cuantitativo respecto de la interpretación del principio constitucional del interés del menor, ha habido un desplazamiento legislativo y jurisprudencial en pro del interés de los progenitores.

Por norma las Audiencias Provinciales siguen la Doctrina del Tribunal Supremo o en su caso de los Tribunales Superiores de Justicia donde se ha legislado (Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, entre otras)

A modo de conclusión, se ha legislado y establecido una Jurisprudencia sobre una ficta situación: que a pesar de la crisis de los progenitores nada ha cambiado, y por tanto, aún en el supuesto de la inexistencia de relaciones entre ambos progenitores o la constatación de que uno de ellos no se corresponsabilizó del cuidado y educación de los y las hijas constante convivencia, se otorga la custodia compartida sin la voluntad de una de las partes, experimentando con los menores y obligándoles en mucha ocasiones ejercer mediación entre el padre y la madre.

A la hora de establecer la custodia compartida impuesta, no se individualizan las necesidades y características del menor

A la hora de establecer la custodia compartida impuesta, no se individualizan las necesidades y características del menor, sino que operan las presunciones de que ambos progenitores tendrán una actitud ideal (no real), aún en el caso de que haya habido una dejación de funciones inherentes a la patria potestad, lo que es una clara violación del principio del interés del menor.

Podría plantearse una cuestión de inconstitucionalidad por vulneración del artículo 24 con relación al 117 de la Constitución al no respetar el Tribunal Supremo ni la referida sentencia del Tribunal Constitucional, ni el derecho adjetivo en cuanto a la carga de la prueba, además de dejar sin eficacia el principio de interés del menor.

El transfondo no explicitado en ningún momento de este cambio jurisprudencial podría tener una naturaleza económico-patrimonial, dejar de abonar las pensiones alimenticias y que el uso de la vivienda no esté condicionado al otorgamiento de la guarda y custodia.

La expresión de custodia compartida es como la de las participaciones preferentes, tienen un nombre que invita a confiar. La custodia compartida entre ambos progenitores es una situación ideal que todo el mundo quisiera para sí y destinada a aquellos que la llevan a la práctica previo a la crisis de pareja. Las participaciones preferentes, aunque parece que al ser llamadas preferentes están en posición ventajosa respecto de otras participaciones de capital, sólo quien tiene conocimientos financieros previos a la contratación de este tipo de depósito a perpetuidad puede beneficiarse de ellos, en otros supuestos ha significado la ruina y la perdida de muchos ahorradores. La custodia compartida impuesta puede significar la pérdida del talento y potencial de los y las menores cuando ambos progenitores no han sido capaces de llegar a un acuerdo sobre la misma.

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Consideraciones de hecho y de derecho a la custodia compartida impuesta


Abogada feminista desde hace mas de 31 años. Activista por los derechos de las mujeres. Socia fundadora del Lobby de Dones de Mallorca.

La Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio introdujo en nuestro Ordenamiento Jurídico dos cuestiones trascendentes respecto de las obligaciones paterno-materno-filiales y custodia de los hijos e hijas.

El artículo 68 referido a las obligaciones de los cónyuges las amplia al deber de “compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes y otras personas dependientes a su cargo”.

El artículo 92 estableció, por primera vez, la guarda y custodia de los y las hijas de forma compartida entre ambos progenitores en el supuesto de mutuo acuerdo, y excepcionalmente, cuando así lo solicite un progenitor, haya un informe favorable del Ministerio Público y el o la juez, en la ponderación de las circunstancias considere que esta medida es más favorable a los intereses de las y los menores (artículo 92 apartados 5, 6, 7 y 8 del Código Civil)

De este modo, se quedaba a salvo el mandato constitucional desarrollado por la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, que obliga a los poderes públicos a priorizar el interés de las y los menores.

No puede entenderse la custodia compartida del artículo 92 sin la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos e hijas del artículo 68, igual que ninguna persona acudiría a un profesional de la medicina que no tuviera diplomatura o licenciatura, no puede dejarse al albur del no conocimiento el cuidado, la educación y la formación integral de los y las hijas a quien durante la convivencia con la pareja no asumió la corresponsabilidad.

Igual que ninguna persona acudiría a un profesional de la medicina que no tuviera diplomatura o licenciatura, no puede dejarse al albur del no conocimiento el cuidado, la educación y la formación integral de los y las hijas a quien durante la convivencia con la pareja no asumió la corresponsabilidad.

En el Ordenamiento Jurídico Español, el incumplimiento de los deberes u obligaciones conlleva una sanción, que unas veces es explícita y otras implícita o simplemente que se deduce de otros apartados o artículos del mismo texto legal, como es el caso del artículo 92 del Código Civil.

Advera esta afirmación la Jurisprudencia que sobre el mismo artículo 68 ha formulado el Tribunal Supremo, en el supuesto de la obligación de vivir juntos. Así pues si el Alto Tribunal indica que se entiende por vivir juntos y las consecuencias que se derivan de no hacerlo, pese a no estar regulado expresamente, lo mismo tiene que ocurrir en el supuesto de incumplimiento del deber de corresponsabilidad.

Con la Ley 15/2005 se posibilita que los progenitores que estén de acuerdo puedan ejercer la custodia compartida. Estar de acuerdo es fundamental para el desarrollo de los hijos e hijas, para su educación y para su aprendizaje de experiencia de la vida. Compartir la custodia obliga a cada progenitor al consenso, a la comunicación permanente y a minimizar los efectos negativos que tiene para los y las hijas el vivir en dos casas, tener los libros y material escolar en la casa en la que deben realizarse los deberes escolares, la medicación, la ropa y calzado en una y otra casa, compartir criterios sobre la alimentación e higiene de las y los menores, la proximidad o lejanía en el centro donde realizan las actividades extraescolares, etc. etc.

La segunda opción que prevé la Ley 15/2005 es que, con carácter excepcional a instancias de un sólo progenitor y con un informe del Ministerio Público, el juez o la jueza acuerde una custodia compartida, en estos casos el juzgador deberá tener en cuenta las circunstancias materiales y personales que permitan hacer efectiva la custodia compartida, sin que ello suponga una merma en el interés de los y las hijas, que debe salvaguardar.

El apartado 8º del artículo 92 pone de relieve la excepcionalidad del otorgamiento de la custodia compartida a instancias de una parte.

Las reglas interpretativas de las normas las establece el artículo 3 del Código Civil y en el apartado 1º de este artículo se indica “las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquella.”

La expresión “excepcionalmente”, como indica el apartado 8º del artículo 92, no da lugar a otro tipo de interpretación que no sea la excepcionalidad de la medida que vaya adoptar el juez, y ello a pesar de que algunas sentencias del Tribunal Supremo haya puesto de relieve lo contrario, a ello sólo cabe atribuir una voluntad legislativa que no corresponde a este alto tribunal.

Para una mayor certeza sobre la naturaleza excepcional cabe hacer referencia a la sentencia del Pleno del Tribunal Constitucional 185/2012, de 17 de octubre, indica en su Fundamento Jurídico 5º que señala:

“Situado en el contexto expuesto, no se puede dudar que el número 8º del artículo 92 del Código Civil es una norma de carácter excepcional, como expresamente lo advierte el precepto, porque la custodia compartida descansa en el principio general de existencia de acuerdo entre los progenitores (…)”

El cuarto párrafo del mismo apartado, refiriéndose a la custodia compartida determinada judicialmente sin consenso entre las partes, indica:

Y en este último supuesto donde quiebra, en términos constitucionales, la razonabilidad de la norma enjuiciada (art. 117, 39 y 24 CE). Precisamente porque una custodia compartida impuesta judicialmente debe ser excepcional conforme a la normativa vigente o, lo que es igual, porque debe obligarse a los progenitores a ejercerla conjuntamente solo cuando quede demostrado que es beneficiosa para el menor (…)”.

Así pues, la custodia compartida impuesta no debería otorgarse de no concurrir la existencia previa de corresponsabilidad durante la convivencia entre ambos progenitores y la acreditación de que esta es la única forma de garantizar el interés de los menores (excepcionalidad)

La custodia compartida, sea consensual o fruto de un procedimiento contencioso, sólo tiene dos variables, bien los progenitores se alternan periodos cortos de tiempo de residir en el domicilio único de los y las hijas o, las y los hijos viven en dos domicilios, alternando de forma permanente durante toda su minoría de edad, y durante su mayoría de edad si dependen económicamente de sus progenitores. Ninguna de las dos soluciones es óptima, la primera dificulta que los progenitores establezcan una convivencia con otra persona, la segunda tiene el riesgo de que los y las hijas tengan consideración de “cosa” que se puede trasladar de un sitio a otro.

La preferencia de la custodia compartida en caso de discrepancia entre los progenitores puede plantear un problema de igualdad ante la ley, ya que en determinados casos la resolución judicial de custodia compartida puede ser de imposible cumplimiento, por causa económica.

El acuerdo mutuo permite que los progenitores puedan pactar la proximidad de los domicilios donde vivan los hijos e hijas, la elección del colegio equidistante de ambos domicilios, el centro sanitario de atención a los y las hijas, etc.

Con todo, la custodia compartida en abstracto, tiene una limitación cual es la capacidad económica de los progenitores, ya que no todos los progenitores pueden permitirse ejercer una custodia compartida, como ya se ha señalado anteriormente exige bien duplicidad de viviendas de cada progenitor o residir en domicilios próximos para evitar perjuicios a los hijos e hijas; además hay que tener en cuenta los gastos que voluntaria o involuntariamente se duplican al residir los hijos e hijas en dos viviendas. La preferencia de la custodia compartida en caso de discrepancia entre los progenitores puede plantear un problema de igualdad ante la ley, ya que en determinados casos la resolución judicial de custodia compartida puede ser de imposible cumplimiento, por causa económica.

Dentro del ámbito de la situación de hecho, quedan por señalar varias cuestiones, asimismo significativas:

– Los y las hijos e hijas son los grandes damnificados de la custodia compartida impuesta. Es imposible obligar a los progenitores a negociar permanentemente como educar a los hijos e hijas, y en este caso son los menores los que median entre ambos progenitores para mantener la paz familiar. Si se descargara del peso ideológico la custodia compartida se podría observar como la exigencia que se hace a los menores de convivir alternativamente con personas que no son capaces de dialogar entre si, ni configurar un modelo educativo común, vulnera el principio constitucional del interés del menor.

– El segundo aspecto a considerar es cómo afecta a los y las menores, en periodo de formación de conciencia y aprendizaje de conocimientos, la disociación permanente en el modelo socializador: alimentación, higiene, estudios, organización de los tiempos, forma de vestir, actividades lúdicas, etc.

– En países como Francia, que desde hace años se venía acordando la custodia compartida aún en el caso de que no hubiera acuerdo entre los progenitores, se ha vuelto al sistema anterior de custodia a uno de los progenitores y comunicación y visitas al otro, básicamente, porque se ha detectado problemas de concentración y ubicación espacio-temporal en los y las menores que se han visto sometidos a una custodia compartida impuesta al otro progenitor.

– Finalmente otra cuestión no baladí es ¿Cómo queda garantizado el derecho a la libre circulación del progenitor que se ve inmerso en una custodia compartida impuesta? ¿Ha de renunciar a la custodia de los y las hijas en el supuesto de que quiera cambiar de residencia?

La Jurisprudencia del Tribunal Supremo ha variado desde la posición inicial, que consideraba la custodia compartida impuesta una excepción hasta llegar al punto de considerarla preferente.

¿Cuáles eran los requisitos que viene exigiendo la Jurisprudencia para el otorgamiento de la custodia compartida, solicitada por uno sólo de los progenitores?

·         En primer lugar que esta sea la medida mas idónea para la protección del interés del menor.

·         Que haya un informe del Ministerio público, si bien no es vinculante para el juzgador.

·         Que sean oídos los y las menores, cuando tengan suficiente juicio.

·         Que existan informes de los equipos técnicos sobre la idoneidad del ejercicio de la patria potestad y régimen de custodia.

·         El/la juez/a debe “valorar las alegaciones de las partes vertidas en la comparecencia y la prueba practicada en ella, y la relación que los progenitores mantengan entre sí y con sus hijos para determinar su idoneidad con el régimen de guarda atendiendo principalmente a los siguientes criterios”:

o    Práctica anterior de los progenitores en sus relaciones con el menor y sus aptitudes personales.

o    Los deseos manifestados por los menores competentes el número de hijos.

o    El cumplimiento por parte de los progenitores de sus deberes en relación con los hijos y el respeto mutuo en sus relaciones personales y con otras personas que convivan en el hogar familiar acuerdos adoptados por los progenitores.

o    La ubicación de sus respectivos domicilios horarios y actividades de unos y otros el resultado de los informes exigidos legalmente.

o    Y, en definitiva, cualquier otro que permita a los menores una vida adecuada en una convivencia que forzosamente deberá ser más compleja que la que se lleva a cabo cuando los progenitores conviven.

Hasta el 29 de abril de 2013 los criterios en los que descansaba la custodia compartida estaban centrados en datos objetivos, como es de ver, a partir de la Sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo 257/2013 que declara como Doctrina Jurisprudencial:

“…que la interpretación de los artículos 92, 5, 6 y 7 CC debe estar fundada en el interés de los menores que van a quedar afectados por la medida que se debe tomar, que se acordará cuando concurran criterios tales como la práctica anterior de los progenitores en sus relaciones con el menor y sus aptitudes personales, los deseos manifestados por los menores competentes; el numero de hijos; el cumplimento por parte de los progenitores de sus deberes en relación con los hijos y el respeto mutuo en sus relaciones personales; el resultado de los informes exigidos legalmente, y en definitiva, cualquier otro que permita a los menores una vida adecuada, aunque en la práctica sea mas compleja que la que se lleva a cabo cuando los progenitores conviven. Señalando que la redacción del artículo 92 no permite concluir que se trate de una medida excepcional, sino al contrario, habrá de considerarse normal e incluso deseable, porque permite que sea efectivo el derecho que los hijos tienen a relacionarse con ambos progenitores, aun en situaciones de crisis, siempre que ello sea posible i en tanto en cuanto lo sea”.

La sentencia de la misma Sala núm. 495/2013, de 19 de Julio, del mismo ponente, va más allá e indica:

“Siempre que se den los requisitos se ha de adoptar la guarda y custodia compartida porque esta es la mejor manera de proteger al menor.

(…)

Aproximar un modelo de convivencia existente antes de la ruptura matrimonial y garantizar al tiempo a sus padres la posibilidad de seguir ejerciendo sus derechos y obligaciones inherentes a la potestad y participar en igualdad de condiciones en el desarrollo y crecimiento de los hijos, lo que sin duda, parece mas beneficioso para ellos…”.

En igual línea jurisprudencial las Sentencias núm. 758/2013, de 25 de noviembre y 762/2013, de 17 de diciembre.

Estas sentencias incorporan tres premisas muy importantes, a saber:

a) No se considera una medida excepcional el otorgamiento de la custodia compartida a petición de un solo cónyuge.

b) Se amplían los sujetos que pueden solicitar la custodia compartida al Ministerio Fiscal, incluso en el supuesto de que ninguno de los progenitores lo solicite.

c) Se invierte la carga de la prueba, y en lugar de datos objetivos que permitan la medida excepcional, se establece que lo que hay que acreditar es que la custodia compartida es perjudicial para el o la menor.

Respecto a la no consideración de medida excepcional lo previsto en el artículo 92.8 quien suscribe considera que es contrario a la Constitución, a la referida Sentencia del Tribunal Constitucional y que vulnera el artículo 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que obliga a todo los jueces y tribunales a interpretar las Normas conforme a la Constitución y a las sentencias del Tribunal Constitucional.

En cuanto a la solicitud del Ministerio Público, si el legislador hubiera querido que pudiera instar la custodia compartida lo hubiera hecho constar expresamente, sesgar a los progenitores que tienen exlege los deberes inherentes a la patria potestad, obligándoles a una medida que ninguno de ellos ha solicitado, no hace sino judicializar todavía mas la vida de los y las menores.

Y en cuanto a la inversión de la carga de la prueba, es evidente tener que acreditar que la custodia compartida es perjudicial para el menor, además de que en algunas ocasiones se estará ante la prueba diabólica (acreditar que quien solicita la guarda y custodia compartida es un mal padre o mala madre, dicho textualmente), en los otros supuestos no cumple con lo prescrito en el artículo 217 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, por cuanto, y a tenor de este artículo, la carga de la prueba del actor es acreditar la certeza de los hechos, pero si ya opera una presunción de que la custodia compartida impuesta es buena para el o la menor, el actor no tendrá que acreditar nada, sino que quien tendrá que acreditar la característica negativa será quien se oponga a la misma.

Esta Jurisprudencia contradice tanto el derecho sustantivo (articulo 92.8 CC como el derecho adjetivo 217 LEC y ss)

Ya con anterioridad el Tribunal Supremo ya estableció de facto la inversión de la carga de la prueba en los supuestos de privación de la patria potestad cuando quien la solicitaba era la madre, puesto que había que demostrar que la continuidad de la patria potestad suponía un perjuicio para el menor4.

La proliferación de legislaciones autonómicas sobre la custodia compartida basadas en el artículo 149.1.8º de la Constitución Española5 ha supuesto un cambio cualitativo y cuantitativo respecto de la interpretación del principio constitucional del interés del menor, ha habido un desplazamiento legislativo y jurisprudencial en pro del interés de los progenitores.

Por norma las Audiencias Provinciales siguen la Doctrina del Tribunal Supremo o en su caso de los Tribunales Superiores de Justicia donde se ha legislado (Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, entre otras)

A modo de conclusión, se ha legislado y establecido una Jurisprudencia sobre una ficta situación: que a pesar de la crisis de los progenitores nada ha cambiado, y por tanto, aún en el supuesto de la inexistencia de relaciones entre ambos progenitores o la constatación de que uno de ellos no se corresponsabilizó del cuidado y educación de los y las hijas constante convivencia, se otorga la custodia compartida sin la voluntad de una de las partes, experimentando con los menores y obligándoles en mucha ocasiones ejercer mediación entre el padre y la madre.

A la hora de establecer la custodia compartida impuesta, no se individualizan las necesidades y características del menor

A la hora de establecer la custodia compartida impuesta, no se individualizan las necesidades y características del menor, sino que operan las presunciones de que ambos progenitores tendrán una actitud ideal (no real), aún en el caso de que haya habido una dejación de funciones inherentes a la patria potestad, lo que es una clara violación del principio del interés del menor.

Podría plantearse una cuestión de inconstitucionalidad por vulneración del artículo 24 con relación al 117 de la Constitución al no respetar el Tribunal Supremo ni la referida sentencia del Tribunal Constitucional, ni el derecho adjetivo en cuanto a la carga de la prueba, además de dejar sin eficacia el principio de interés del menor.

El transfondo no explicitado en ningún momento de este cambio jurisprudencial podría tener una naturaleza económico-patrimonial, dejar de abonar las pensiones alimenticias y que el uso de la vivienda no esté condicionado al otorgamiento de la guarda y custodia.

La expresión de custodia compartida es como la de las participaciones preferentes, tienen un nombre que invita a confiar. La custodia compartida entre ambos progenitores es una situación ideal que todo el mundo quisiera para sí y destinada a aquellos que la llevan a la práctica previo a la crisis de pareja. Las participaciones preferentes, aunque parece que al ser llamadas preferentes están en posición ventajosa respecto de otras participaciones de capital, sólo quien tiene conocimientos financieros previos a la contratación de este tipo de depósito a perpetuidad puede beneficiarse de ellos, en otros supuestos ha significado la ruina y la perdida de muchos ahorradores. La custodia compartida impuesta puede significar la pérdida del talento y potencial de los y las menores cuando ambos progenitores no han sido capaces de llegar a un acuerdo sobre la misma.

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LA MÍSTICA DE LAS NUEVAS PATERNIDADES

Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo. Todo esto, además, me ha permitido comprobar de primera mano que ser padre es un deseo no un derecho.


Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a su hijo como nunca el suyo hizo con ellos.


Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo.

Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento. Todo ello por no hablar, porque eso sí que sería para nota, de lo importante que sería que fueran haciendo algunas lecturas feministas que les permitieran asumir el tapiz que han tejido millones de mujeres como un modo de vida y no como una simple bandera que enarbolan el 8M o el 25N.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a sus hijos como nunca los suyos hicieron con ellos.

Publicado en THE HUFFINGTON POST, 17-3-2017:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/la-mistica-de-las-nuevas-paternidades_a_21879956/?utm_hp_ref=es-homepage

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LA MÍSTICA DE LAS NUEVAS PATERNIDADES

Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo. Todo esto, además, me ha permitido comprobar de primera mano que ser padre es un deseo no un derecho.

Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a su hijo como nunca el suyo hizo con ellos.


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LA MÍSTICA DE LAS NUEVAS PATERNIDADES

Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo. Todo esto, además, me ha permitido comprobar de primera mano que ser padre es un deseo no un derecho.


Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a su hijo como nunca el suyo hizo con ellos.


Soy padre de un hijo adolescente y no creo que exagere si afirmo que ésta es una de las aventuras más complejas que he tenido que asumir en mi vida. A falta de libro de instrucciones, y nadando permanentemente en un mar de dudas e inseguridades, intento no naufragar en exceso y en asumir todo el proceso como un aprendizaje del que no solo él sino también yo salgamos más empoderados. Lo cual no quiere decir que nos convirtamos en hombres heroicos e imbatibles sino más bien todo lo contrario, es decir, en individuos que hayamos aprendido que la vulnerabilidad y la necesidad del otro/la otra es lo que otorga fortaleza ética a nuestra existencia. Este hondo compromiso me ha regalado algunos de los mejores momentos de mis últimos 15 años, pero también me ha restado tiempo y energías, por lo que no siempre ha sido ese estado ideal que ahora me meten por los ojos en blogs y redes sociales. He intentado, e intento, ser un buen padre, o sea, un padre dubitativo, generoso y cómplice, que no amigo de mi hijo, pero eso no me ha llevado a uno de esos paraísos que parecen sacados de un anuncio y en los que la paternidad se nos vende como si fuera la única vía posible para la felicidad. Al contrario, yo en muchos instantes me he sentido con ganas de tirar la toalla, me he arrepentido de parte de las decisiones de vida y hasta he soñado con dimitir de mi función. Y, por supuesto, he seguido construyendo otras muchas facetas de mi vida que me generan satisfacciones, que multiplican mis energías y que me ayudan a crecer como el hombre de coraje y ternura que un día me propuse ser. Todas ellas tan relevantes como mi paternidad porque sin ellas estoy seguro que mi hijo no tendría cerca al aprendiz de casi todo que continuo siendo.

Por todo ello siento de entrada tanta desconfianza hacia todo ese movimiento, que no sé si no pasa de ser una moda o, en el peor de los casos, una manera de revestir de manera políticamente correcta un neomachismo «soft», que insiste en mostrarnos una imagen brillante de nuevos padres, la cual parece ser, para algunos, el primer paso hacia la construcción de masculinidades mucho más igualitarias y empáticas. Es cierto que esa dimensión de lo privado es casi la única en la que muchos hombres hemos empezado a compartir responsabilidades y a asumirlo como un espacio que nos permite desarrollar habilidades y capacidades que durante siglos pensamos que eran propias de mujeres. No seré yo quien dude de esos padres tiernos que cada vez veo con más frecuencia en los parques o de esos hombres con carrito que generan una expectación por donde pasan digna de la portada de la revista para mujeres más «exigente». Sin embargo, y como hace ya tiempo que asumí eso de que el feminismo es una permanente «filosofía de la sospecha», no dejo de preguntarme si detrás de esa fachada hay o no una auténtica transformación, y no solo de ellos, sino sobre todo de las relaciones de género, o sea, de poder, que siguen dando forma al sistema sexo/género. Me gustaría saber cómo es el reparto de autoridad en su ámbito familiar, o cómo esos padres amorosos actúan en sus entornos laborales o si perpetúan las fratrías viriles de siempre aunque hayan cambiado los escenarios. Querría imaginar que ese esmero en jugar con los niños, o en darle la merienda, o en jugar con ellos mientras se bañan, tiene su correspondencia en la transformación de muchos de las expresiones macro y micro de una masculinidad que continúa, me temo, apoyándose en los muchos privilegios que heredamos de nuestros padres. Sería estupendo pensar que todos esos padres que recogen a sus niños del cole pero que no sé si son capaces de sacrificar parte de su recorrido profesional para que sus compañeras brillen, o que no me consta si señalan con el dedo a los colegas que a su alrededor hacen alarde de machismo o que dudo si están por la labor de militar al lado de mujeres feministas con el objetivo de hacer más justo el mundo que vivimos, tuvieran muy claro que lo personal es político y que no se trata simplemente de ser buen padre sino de asumir que ya es hora que aprendamos a restar y a dividir. Porque solo así, por ejemplo, nuestras compañeras podrán sumar oportunidades, prestigio y autoridad. Como también sería revelador comprobar que esos hombres tan cuidadores lo son también de ancianos, enfermos o dependientes, es decir, que igualmente se implican en trabajos de atención a los demás que no suelen ser tan gratificantes ni divertidos como acompañar a un hijo en su crecimiento. Todo ello por no hablar, porque eso sí que sería para nota, de lo importante que sería que fueran haciendo algunas lecturas feministas que les permitieran asumir el tapiz que han tejido millones de mujeres como un modo de vida y no como una simple bandera que enarbolan el 8M o el 25N.

Creo que corremos el riego pues de convertir las nuevas paternidades en una especie de mística mediante la cual, una vez más, asumimos las portadas y el protagonismo, acaparamos jornadas y eventos, convirtiéndonos en héroes que en vez de superpoderes llevan en sus manos ramos de flores y paquetes de pañales. Me da miedo pensar que nos volvamos a quedar en la superficie y que la conversión del 19 de marzo en día del padre igualitario no sea más que una operación cosmética de esas que hacen que todo cambie para que todo siga igual. Y todo ello porque estoy plenamente convencido de que la desigualdad entre mujeres y hombres tiene que ver con unas estructuras de poder – político, económico, cultural, simbólico – que van mucho más allá de nuestras relaciones familiares. Unas relaciones que, obviamente, hemos de construir sobre el reconocimiento del otro como igual y de la corresponsabilidad a todos los niveles, pero que no bastarán para darle la vuelta a un mundo en el que ellas son las principales víctimas del «gobierno de los padres», incluidos esos que ahora suben fotos a Facebook acariciando a sus hijos como nunca los suyos hicieron con ellos.

Publicado en THE HUFFINGTON POST, 17-3-2017:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/la-mistica-de-las-nuevas-paternidades_a_21879956/?utm_hp_ref=es-homepage

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FEMINISTAS Y TAN FRESCAS

Hace ya algún tiempo que asumí como un compromiso personal y cívico la defensa del feminismo como el pensamiento que más y mejor puede servir para la emancipación del ser humano y, por lo tanto, como la herramienta mediante la que conseguir que ninguna persona sea privada de bienes o derechos en función de su sexo. En estos años de revancha patriarcal, como bien los ha bautizado Alicia Miyares, siento cada día con más convencimiento la necesidad de reafirmar esa defensa y de reivindicar un término que es permanentemente devaluado. Los prejuicios y la ignorancia se están aliando con el terror patriarcal a la pérdida de privilegios y están provocando que el machismo ocupe espacios que ya creíamos conquistados por la igualdad. El retroceso es evidente en muchos ámbitos, por lo que ahora, más que nunca, necesitamos sumar energías y multiplicar la lucha de las muchas y de los pocos que pensamos que es incompatible la democracia con una sociedad en la que una mitad continúa subordinada a la otra. De ahí que resulte tan saludable y gozoso que en esta ciudad, tan poco habituada a romper esquemas, un grupo de mujeres haya decidido crear un espacio para la reflexión y el debate feminista. Su estreno, hace un par de semanas, no pudo ser más exitoso, demostrándose así que la ciudadanía, y muy especialmente las que todavía hoy tienen que luchar por tener las mismas oportunidades y autoridad que nosotros, pide a gritos escapar de los cauces institucionales y hacer política sin hipotecas partidistas ni intermediarios que finalmente parecen mirarse solo su ombligo.

Que estas mujeres se califiquen a sí mismas como frescas, apoyándose en el título del libro de una de las urdidoras de este proyecto, la siempre combativa Anna Freixas, es toda una declaración de intenciones. Porque ese adjetivo, que María Moliner conecta con el descaro o la insolencia, pero también con contar «las verdades del barquero», implica plantarle cara al patriarcado y hacerlo desde la alegría que supone sentirse autónomas y acompañadas, cómplices en un ejercicio lúcido y sanísimo de sororidad. La frescura que reclaman mujeres como Marta Jiménez, Elena Lázaro o Esther Casado supone romper con las cadenas del victimismo, apostar por la construcción de un nuevo mundo y, a ser posible, hacer todo eso con buen humor y poderío. Pisando fuerte, sin pedir perdón ni permiso, sintiéndose luminosamente empoderadas.
Una experiencia como ésta debería convertirse en un referente que, sumado al activismo de todas esas mujeres que en muchos casos desde la invisibilidad y el escaso o nulo reconocimiento luchan en esta ciudad por romper las barreras de género, ayude a remover conciencias y a movilizar el sentido y la sensibilidad necesarios para replantear las cláusulas de un contrato que continúa amparando los privilegios de los poderosos. Espero pues que mes a mes el número de frescas vaya creciendo y sus voces desborden lo políticamente correcto y se hagan presentes e incómodas en la Córdoba del cordobés. También desearía que muchos hombres se fueran acercando a ellas, no para asumir el mando ni el protagonismo, como solemos hacer, ni mucho menos para esgrimir argumentos propios de víctimas, sino para aprender y acompañar, para ser partícipes de una transformación en la que, estoy convencido, nosotros tenemos que estar implicados. Una implicación que pasa necesariamente por la renuncia a buena parte de nuestros privilegios y por el ejercicio real de la corresponsabilidad tanto en lo público como en lo privado. Estaría muy bien que nos dejáramos contagiar por la frescura y la valentía de unas mujeres que nos obligan a mirarnos en el espejo y cuestionarnos qué queda en nosotros del macho que heredamos. Sólo así será posible acabar con eso que Clara Campoamor denominó «una república aristocrática de privilegio masculino» y haremos realidad el mundo que soñó John Stuart Mill gracias en gran medida a la inteligencia de su compañera Harriet Taylor.
LAS FRONTERAS INDECISAS, Diario Córdoba (20-2-17)
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/feministas-tan-frescas_1124785.html
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FEMINISTAS Y TAN FRESCAS

Hace ya algún tiempo que asumí como un compromiso personal y cívico la defensa del feminismo como el pensamiento que más y mejor puede servir para la emancipación del ser humano y, por lo tanto, como la herramienta mediante la que conseguir que ninguna persona sea privada de bienes o derechos en función de su sexo. En estos años de revancha patriarcal, como bien los ha bautizado Alicia Miyares, siento cada día con más convencimiento la necesidad de reafirmar esa defensa y de reivindicar un término que es permanentemente devaluado. Los prejuicios y la ignorancia se están aliando con el terror patriarcal a la pérdida de privilegios y están provocando que el machismo ocupe espacios que ya creíamos conquistados por la igualdad. El retroceso es evidente en muchos ámbitos, por lo que ahora, más que nunca, necesitamos sumar energías y multiplicar la lucha de las muchas y de los pocos que pensamos que es incompatible la democracia con una sociedad en la que una mitad continúa subordinada a la otra. De ahí que resulte tan saludable y gozoso que en esta ciudad, tan poco habituada a romper esquemas, un grupo de mujeres haya decidido crear un espacio para la reflexión y el debate feminista. Su estreno, hace un par de semanas, no pudo ser más exitoso, demostrándose así que la ciudadanía, y muy especialmente las que todavía hoy tienen que luchar por tener las mismas oportunidades y autoridad que nosotros, pide a gritos escapar de los cauces institucionales y hacer política sin hipotecas partidistas ni intermediarios que finalmente parecen mirarse solo su ombligo.
Que estas mujeres se califiquen a sí mismas como frescas, apoyándose en el título del libro de una de las urdidoras de este proyecto, la siempre combativa Anna Freixas, es toda una declaración de intenciones. Porque ese adjetivo, que María Moliner conecta con el descaro o la insolencia, pero también con contar «las verdades del barquero», implica plantarle cara al patriarcado y hacerlo desde la alegría que supone sentirse autónomas y acompañadas, cómplices en un ejercicio lúcido y sanísimo de sororidad. La frescura que reclaman mujeres como Marta Jiménez, Elena Lázaro o Esther Casado supone romper con las cadenas del victimismo, apostar por la construcción de un nuevo mundo y, a ser posible, hacer todo eso con buen humor y poderío. Pisando fuerte, sin pedir perdón ni permiso, sintiéndose luminosamente empoderadas.
Una experiencia como ésta debería convertirse en un referente que, sumado al activismo de todas esas mujeres que en muchos casos desde la invisibilidad y el escaso o nulo reconocimiento luchan en esta ciudad por romper las barreras de género, ayude a remover conciencias y a movilizar el sentido y la sensibilidad necesarios para replantear las cláusulas de un contrato que continúa amparando los privilegios de los poderosos. Espero pues que mes a mes el número de frescas vaya creciendo y sus voces desborden lo políticamente correcto y se hagan presentes e incómodas en la Córdoba del cordobés. También desearía que muchos hombres se fueran acercando a ellas, no para asumir el mando ni el protagonismo, como solemos hacer, ni mucho menos para esgrimir argumentos propios de víctimas, sino para aprender y acompañar, para ser partícipes de una transformación en la que, estoy convencido, nosotros tenemos que estar implicados. Una implicación que pasa necesariamente por la renuncia a buena parte de nuestros privilegios y por el ejercicio real de la corresponsabilidad tanto en lo público como en lo privado. Estaría muy bien que nos dejáramos contagiar por la frescura y la valentía de unas mujeres que nos obligan a mirarnos en el espejo y cuestionarnos qué queda en nosotros del macho que heredamos. Sólo así será posible acabar con eso que Clara Campoamor denominó «una república aristocrática de privilegio masculino» y haremos realidad el mundo que soñó John Stuart Mill gracias en gran medida a la inteligencia de su compañera Harriet Taylor.
LAS FRONTERAS INDECISAS, Diario Córdoba (20-2-17)
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/feministas-tan-frescas_1124785.html
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El largo viaje de la paternidad

El siguiente articulo fue publicado originalmente en la revista 
«Crecer en Familia» Nº 28 de Marzo/Abril 2014
Ver ficha de la revista AQUI

Tu sonrisa se hizo el pan con dulce de mis

mañanas. Todavía no sé nombrar este

amor que me desarma. Cuando te veo

así, panzón y filibustero, lo único que me

importa, ahora sí, es llegar a viejo.


Iván Noble “Bienvenito”



Serían cerca de las cinco de la tarde, de un día cualquiera del año pasado. Me recuerdo caminando sereno por los patios del colegio, como cada día, con la intención de recoger a mis hijos en sus respectivas aulas. 

Al acercarme a la clase de mi hija, observé a un hombre charlar con la maestra.
Sostenía la manita de una niña de unos 4 años. Un padre, una profe, sonrisas, complicidad, un hasta mañana. Una escena cada vez más habitual en la salida y entrada del colegio de mis hijos.

Somos muchos –quizá todavía en franca minoría-, los que entre padres, madres y cuidadoras llevamos y recogemos a nuestros niños y niñas en los coles. Una escena no tan frecuente, sin ir más lejos, diez años atrás; me saludan, intercambiamos una sonrisa y la complicidad de sabernos parte de una generación que, por lo menos, está intentando hacer las cosas diferentes en relación a
nuestra presencia en la educación de nuestros hijos. Y aunque no conozco sus nombres, a veces en un traje o en su ropa, a veces en la prisa o tal vez en los papeles que sueltan en el coche, intuyo sus profesiones, sus vidas y sus preocupaciones. Probablemente porque nos parecemos mucho; quizá porque las suyas no estén tan lejos de las mías. O, ¿tal vez sí?

¿QUÉ PASA CON LOS PADRES?


¿Qué está sucediendo con los hombres y, en particular, con aquellos que son padres en este principio de siglo, este comienzo de década? De pronto vemos padres en los parques, en los coles, en los festivales de los niños o en los cines. A algunos afortunados nos piden que escribamos libros sobre ello y nos llaman para dar conferencias sobre «nuevas paternidades». Las redes sociales, otrora copadas por madres y blogs de maternidad, ya se dejan teñir de testimonios de padres reclamando un lugar, un espacio desde donde aportar nuestra visión, nuestro sentir, nuestra presencia.

Desde mi punto de vista, es un hecho que algo ha cambiado en cuanto al rol del padre en el sistema familiar. Tanto en lo que tiene que ver con la pareja, como con lo que tiene que ver con la crianza y la educación. La corresponsabilidad empieza a ser un hecho y un grito desesperado desde muchas familias a toda la sociedad. No son la sociedad ni el sistema los que han llamado la atención de los hombres para redefinir su rol. 

Ha sido exactamente al revés: son algunos sistemas familiares los que se empeñan en ofrecer modelos diferentes de gestión a toda la sociedad. Padres con jornadas reducidas o excedencias para cuidar de sus hijos, padres corresponsabilizados en lo doméstico y en el ocio, padres más presentes, padres conectados con lo más esencial de la paternidad: su enorme carga emocional. 

Y aquí viene la mala noticia. ¿Está realmente tan extendido este modelo de padre presente y consciente como parece? Honestamente, no lo creo. 

Porque como digo, la paternidad es un proceso profundamente emocional y los hombres no vamos sobrados de este tipo de conciencia.

En cierta ocasión le pregunté a un alumno de uno de mis cursos que «cómo se llevaba» con su «mundo emocional» y me contestó preguntándome: «¿Qué es eso? ¿A qué te refieres». Y no. No era una broma, tal como pensó el resto del aula. Realmente no sabía de lo que le hablaba. Quizá sea éste un ejemplo radical, sin embargo sirve para ilustrar el punto de partida de los hombres de cara a un nuevo rol familiar y social. Un rol de sostén emocional del sistema familiar, de conexión y de presencia con la pareja y los hijos, para el que no sólo no hemos sido educados, sino que probablemente existan todo tipo de resistencias para que se desarrolle.

Desde mi punto de vista, los hombres apenas nos permitimos sentir. Cuando ni siquiera le podemos poner nombre a lo que sentimos… ¿Cómo digerir y manejar la paternidad? ¿Qué nos queda cuando la paternidad no consigue pasar por las emociones y el sentir? Nos quedan la cabeza y las razones. Nos queda un discurso aprendido, y nos quedan los escondites donde encontrarnos con otros hombres como nosotros, resultado de todo un modelo de educación. Nos queda el fútbol, la política y nuestros trabajos. Nos queda un viejo y ancestral rol, profundamente desigualitario hacia nuestras parejas, vergonzoso en lo que a la educación de los hijos se refiere, puesto al servicio de perpetuar un sistema intolerante, injusto y muy poco solidario. Creo que ése es un rol que necesitamos descartar para construir una sociedad diferente, donde los hombres padres podamos ser (también) el referente emocional de nuestros/as hijos/as, ese referente emocional y masculino que por cierto, nosotros no tuvimos.

PADRES EN LOS PARQUES


El progresivo cambio cultural es incipiente pero, en relación a nuestros padres, parece que el avance es claro. Estamos viviendo un tipo de padre que algunos llaman moderno, un padre del que se hacen eco las campañas publicitarias, un padre algo más corresponsable, más logístico si cabe el término, más cogestor, junto a su pareja, de todo el entramado familiar. Como decíamos, vamos viendo cada vez más padres recogiendo niños en las escuelas, asistiendo a las reuniones y las tutorías. Ya casi no conozco padres que a día de hoy no cambien pañales, o no den biberones si es el caso, acompañen la lactancia materna o les acuesten y les lean un cuento. Y, ¿antes del nacimiento…? En mi experiencia, todavía vemos pocos padres en las ecografías, en el acompañamiento del embarazo, implicados en «su barriga» desde el predictor, en los cursos de preparación… Muy pocos.

El año pasado, en el congreso Nacer del agua, me abordó un chaval muy joven en el café. Me felicitó por la conferencia y me dijo que estaba inquieto, preocupado: esperaba su primer hijo, no tenía ni idea de qué tenía que hacer, de cómo iba a ser todo cuando el niño naciera y «no quería equivocarse».

Me llamó la atención que no fuese consciente de que YA estaba haciendo mucho. Mucho más de lo que muchos padres de hoy fuimos capaces de hacer. Ese chico estaba en un congreso sobre parto en el agua, método canguro, padres y emociones, sostenimiento de la madre. 

Estaba simplemente siendo padre… aún cuando su bebé no había nacido. Estaba haciéndose cargo, compartiendo las implicaciones de una barriga que portaba su pareja y donde ya crecía su hijo. Por eso, en ocasiones, defendemos que uno empieza a ser padre desde el mismo deseo de serlo. Implicándose y participando de todas las etapas del proceso. Resulta a todas luces mucho más sencillo, y hace falta menos recorrido de reeducación personal, cuando el punto de partida de la pater/maternidad es compartido por ambos miembros de la pareja.

LAS MUJERES Y NUESTRO CAMBIO


Parte de lo que ha sucedido con el rol tradicional de hombre proveedor de recursos es que la mujer está diciendo basta. Una parte de la conciencia de cambio de muchos de nosotros, tenemos que agradecérselo a un tipo de mujer inconformista que no se resigna a vivir la maternidad en solitario sumándole, en pleno puerperio, la exigencia social de ser la mejor de las profesionales del mundo laboral. En este marco de pretendida igualdad, nuestras parejas se han hastiado de esperarnos. 

Unas están cansadas de esperar a ver si nos quitamos el disfraz de Peter Pan y por fin crecemos, otras ya se han dado cuenta de que el disfraz se convirtió en piel y que el crecimiento no llegará. De pronto recuerdo aquel padre en la puerta del aula de mi hija. Cuando llegué donde estaban padre y maestra llegué a escuchar una parte del final de la conversación. 

Él decía: «Se lo digo, se lo digo…. Ya hablo yo con ella. Es que esos temas los lleva ella, ¿sabes? Yo ni idea… Se lo digo, sí… Se lo digo. Gracias. Hasta mañana».

Siempre me quedará la duda de si la profe hablaba de la ropa o el pelo, de las tareas o de las extraescolares, de la autoestima o del sueño de su hija, del niñito que le gusta o de la amiga que la despreció en el patio, de los piojos o de la fiebre y el paracetamol… Nunca lo sabré. Pero sí tengo claro que ningún tema relacionado con tu hijo o hija, es un «tema de ella».

Cualquier tema es también un tema de «nosotros dos»: de las mujeres madres y de los hombres padres. Aquella escena de conversación cotidiana con la maestra, cada vez más habitual, es sólo el principio de un largo viaje. Un viaje de reconexión con nuestras emociones, con nuestro sentir. Un viaje que no es sencillo para muchos de nosotros, difícil y tortuoso por momentos, y en el que todavía no está la mayoría. Un viaje con pesadas maletas que fueron preparadas por otros y nosotros tomamos como propias.

Así las cosas, caminamos muchas veces solos, con mochilas que ya no nos sirven, con prisas, llenos de dudas e incertidumbre. Somos esos que, a veces, nos cruzamos en el patio de un colegio. Nos saludamos, sonreímos, no sabemos nuestros nombres… pero intuimos que somos parte de la solución, que estamos siendo parte de la última e incipiente revolución social.

La revolución de los padres que, junto con las madres, no sólo proveen, abastecen, deciden y dirigen. Los padres que se sientan, observan, sienten, quieren y disfrutan; se ocupan, se hablan, se equivocan, se alegran, se quedan.

_________________________________________________________

Testimonios…

FREDI PAVÓN, 43 AÑOS, ARTES GRÁFICAS. PADRE DE MAEL (23 MESES)
«No quiero perderme nada»

«Desde hace casi dos años soy padre, y deseo acompañar a Mael y a su mamá en todo momento. No debí ser ignorado en las visitas al ginecólogo (con una simple mirada de los profesionales me habría conformado) y mucho menos ahora en el pediatra. Quise asistir al curso de preparación al parto (y casi no lo consigo pues a la matrona “no le parecía bien que asistiéramos los papas”), por supuesto al parto (casi me lo pierdo, me sacaron del paritorio sin motivo y mi pareja tuvo que decir que “si no me llamaban, no empujaba”). No quiero perderme nada. Intento disfrutar al máximo del tiempo que estoy con él, cada baño, cada cambio de pañal, cada noche sin dormir, gritos, llantos, canciones, risas, carcajadas, juegos. Todo.»
ÁLEX MUÑOZ, 43 AÑOS, SANITARIO. PADRE DE ÁLVARO (6 AÑOS) Y GAEL (3 AÑOS)
«Necesitaba estar cerca de ellos»

«Mi papel era fundamental: necesitaba estar cerca de ellos. La figura paternal en esos momentos es un colchón para que la sincronía madre-hijo funcione. Había que proveer logísticamente la
madriguera, cocinar, vestir, lavar, filtrar visitas para garantizar el descanso de ellos dos y estar presente pero sin agobiar. En definitiva, disfrutar del espectáculo de verlos tranquilos. (…) Estábamos criando a nuestro hijo de manera distinta a la de nuestro entorno, y lo mantuvimos, haciendo caso a nuestro corazón. A pesar de los momentos duros que tuvimos que vivir, seguíamos confiando en nuestras sensaciones, y a día de hoy me siento orgulloso de cómo lo hicimos.»
________________________________________________________
Texto: ALEJANDRO BUSTO CASTELLI es psicólogo, coautor del libro “Una nueva paternidad” y Director de Psicologia CEIBE



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El largo viaje de la paternidad

El siguiente articulo fue publicado originalmente en la revista 
«Crecer en Familia» Nº 28 de Marzo/Abril 2014
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Tu sonrisa se hizo el pan con dulce de mis

mañanas. Todavía no sé nombrar este

amor que me desarma. Cuando te veo

así, panzón y filibustero, lo único que me

importa, ahora sí, es llegar a viejo.


Iván Noble “Bienvenito”



Serían cerca de las cinco de la tarde, de un día cualquiera del año pasado. Me recuerdo caminando sereno por los patios del colegio, como cada día, con la intención de recoger a mis hijos en sus respectivas aulas. 

Al acercarme a la clase de mi hija, observé a un hombre charlar con la maestra.
Sostenía la manita de una niña de unos 4 años. Un padre, una profe, sonrisas, complicidad, un hasta mañana. Una escena cada vez más habitual en la salida y entrada del colegio de mis hijos.

Somos muchos –quizá todavía en franca minoría-, los que entre padres, madres y cuidadoras llevamos y recogemos a nuestros niños y niñas en los coles. Una escena no tan frecuente, sin ir más lejos, diez años atrás; me saludan, intercambiamos una sonrisa y la complicidad de sabernos parte de una generación que, por lo menos, está intentando hacer las cosas diferentes en relación a
nuestra presencia en la educación de nuestros hijos. Y aunque no conozco sus nombres, a veces en un traje o en su ropa, a veces en la prisa o tal vez en los papeles que sueltan en el coche, intuyo sus profesiones, sus vidas y sus preocupaciones. Probablemente porque nos parecemos mucho; quizá porque las suyas no estén tan lejos de las mías. O, ¿tal vez sí?

¿QUÉ PASA CON LOS PADRES?


¿Qué está sucediendo con los hombres y, en particular, con aquellos que son padres en este principio de siglo, este comienzo de década? De pronto vemos padres en los parques, en los coles, en los festivales de los niños o en los cines. A algunos afortunados nos piden que escribamos libros sobre ello y nos llaman para dar conferencias sobre «nuevas paternidades». Las redes sociales, otrora copadas por madres y blogs de maternidad, ya se dejan teñir de testimonios de padres reclamando un lugar, un espacio desde donde aportar nuestra visión, nuestro sentir, nuestra presencia.

Desde mi punto de vista, es un hecho que algo ha cambiado en cuanto al rol del padre en el sistema familiar. Tanto en lo que tiene que ver con la pareja, como con lo que tiene que ver con la crianza y la educación. La corresponsabilidad empieza a ser un hecho y un grito desesperado desde muchas familias a toda la sociedad. No son la sociedad ni el sistema los que han llamado la atención de los hombres para redefinir su rol. 

Ha sido exactamente al revés: son algunos sistemas familiares los que se empeñan en ofrecer modelos diferentes de gestión a toda la sociedad. Padres con jornadas reducidas o excedencias para cuidar de sus hijos, padres corresponsabilizados en lo doméstico y en el ocio, padres más presentes, padres conectados con lo más esencial de la paternidad: su enorme carga emocional. 

Y aquí viene la mala noticia. ¿Está realmente tan extendido este modelo de padre presente y consciente como parece? Honestamente, no lo creo. 

Porque como digo, la paternidad es un proceso profundamente emocional y los hombres no vamos sobrados de este tipo de conciencia.

En cierta ocasión le pregunté a un alumno de uno de mis cursos que «cómo se llevaba» con su «mundo emocional» y me contestó preguntándome: «¿Qué es eso? ¿A qué te refieres». Y no. No era una broma, tal como pensó el resto del aula. Realmente no sabía de lo que le hablaba. Quizá sea éste un ejemplo radical, sin embargo sirve para ilustrar el punto de partida de los hombres de cara a un nuevo rol familiar y social. Un rol de sostén emocional del sistema familiar, de conexión y de presencia con la pareja y los hijos, para el que no sólo no hemos sido educados, sino que probablemente existan todo tipo de resistencias para que se desarrolle.

Desde mi punto de vista, los hombres apenas nos permitimos sentir. Cuando ni siquiera le podemos poner nombre a lo que sentimos… ¿Cómo digerir y manejar la paternidad? ¿Qué nos queda cuando la paternidad no consigue pasar por las emociones y el sentir? Nos quedan la cabeza y las razones. Nos queda un discurso aprendido, y nos quedan los escondites donde encontrarnos con otros hombres como nosotros, resultado de todo un modelo de educación. Nos queda el fútbol, la política y nuestros trabajos. Nos queda un viejo y ancestral rol, profundamente desigualitario hacia nuestras parejas, vergonzoso en lo que a la educación de los hijos se refiere, puesto al servicio de perpetuar un sistema intolerante, injusto y muy poco solidario. Creo que ése es un rol que necesitamos descartar para construir una sociedad diferente, donde los hombres padres podamos ser (también) el referente emocional de nuestros/as hijos/as, ese referente emocional y masculino que por cierto, nosotros no tuvimos.

PADRES EN LOS PARQUES


El progresivo cambio cultural es incipiente pero, en relación a nuestros padres, parece que el avance es claro. Estamos viviendo un tipo de padre que algunos llaman moderno, un padre del que se hacen eco las campañas publicitarias, un padre algo más corresponsable, más logístico si cabe el término, más cogestor, junto a su pareja, de todo el entramado familiar. Como decíamos, vamos viendo cada vez más padres recogiendo niños en las escuelas, asistiendo a las reuniones y las tutorías. Ya casi no conozco padres que a día de hoy no cambien pañales, o no den biberones si es el caso, acompañen la lactancia materna o les acuesten y les lean un cuento. Y, ¿antes del nacimiento…? En mi experiencia, todavía vemos pocos padres en las ecografías, en el acompañamiento del embarazo, implicados en «su barriga» desde el predictor, en los cursos de preparación… Muy pocos.

El año pasado, en el congreso Nacer del agua, me abordó un chaval muy joven en el café. Me felicitó por la conferencia y me dijo que estaba inquieto, preocupado: esperaba su primer hijo, no tenía ni idea de qué tenía que hacer, de cómo iba a ser todo cuando el niño naciera y «no quería equivocarse».

Me llamó la atención que no fuese consciente de que YA estaba haciendo mucho. Mucho más de lo que muchos padres de hoy fuimos capaces de hacer. Ese chico estaba en un congreso sobre parto en el agua, método canguro, padres y emociones, sostenimiento de la madre. 

Estaba simplemente siendo padre… aún cuando su bebé no había nacido. Estaba haciéndose cargo, compartiendo las implicaciones de una barriga que portaba su pareja y donde ya crecía su hijo. Por eso, en ocasiones, defendemos que uno empieza a ser padre desde el mismo deseo de serlo. Implicándose y participando de todas las etapas del proceso. Resulta a todas luces mucho más sencillo, y hace falta menos recorrido de reeducación personal, cuando el punto de partida de la pater/maternidad es compartido por ambos miembros de la pareja.

LAS MUJERES Y NUESTRO CAMBIO


Parte de lo que ha sucedido con el rol tradicional de hombre proveedor de recursos es que la mujer está diciendo basta. Una parte de la conciencia de cambio de muchos de nosotros, tenemos que agradecérselo a un tipo de mujer inconformista que no se resigna a vivir la maternidad en solitario sumándole, en pleno puerperio, la exigencia social de ser la mejor de las profesionales del mundo laboral. En este marco de pretendida igualdad, nuestras parejas se han hastiado de esperarnos. 

Unas están cansadas de esperar a ver si nos quitamos el disfraz de Peter Pan y por fin crecemos, otras ya se han dado cuenta de que el disfraz se convirtió en piel y que el crecimiento no llegará. De pronto recuerdo aquel padre en la puerta del aula de mi hija. Cuando llegué donde estaban padre y maestra llegué a escuchar una parte del final de la conversación. 

Él decía: «Se lo digo, se lo digo…. Ya hablo yo con ella. Es que esos temas los lleva ella, ¿sabes? Yo ni idea… Se lo digo, sí… Se lo digo. Gracias. Hasta mañana».

Siempre me quedará la duda de si la profe hablaba de la ropa o el pelo, de las tareas o de las extraescolares, de la autoestima o del sueño de su hija, del niñito que le gusta o de la amiga que la despreció en el patio, de los piojos o de la fiebre y el paracetamol… Nunca lo sabré. Pero sí tengo claro que ningún tema relacionado con tu hijo o hija, es un «tema de ella».

Cualquier tema es también un tema de «nosotros dos»: de las mujeres madres y de los hombres padres. Aquella escena de conversación cotidiana con la maestra, cada vez más habitual, es sólo el principio de un largo viaje. Un viaje de reconexión con nuestras emociones, con nuestro sentir. Un viaje que no es sencillo para muchos de nosotros, difícil y tortuoso por momentos, y en el que todavía no está la mayoría. Un viaje con pesadas maletas que fueron preparadas por otros y nosotros tomamos como propias.

Así las cosas, caminamos muchas veces solos, con mochilas que ya no nos sirven, con prisas, llenos de dudas e incertidumbre. Somos esos que, a veces, nos cruzamos en el patio de un colegio. Nos saludamos, sonreímos, no sabemos nuestros nombres… pero intuimos que somos parte de la solución, que estamos siendo parte de la última e incipiente revolución social.

La revolución de los padres que, junto con las madres, no sólo proveen, abastecen, deciden y dirigen. Los padres que se sientan, observan, sienten, quieren y disfrutan; se ocupan, se hablan, se equivocan, se alegran, se quedan.

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Testimonios…

FREDI PAVÓN, 43 AÑOS, ARTES GRÁFICAS. PADRE DE MAEL (23 MESES)
«No quiero perderme nada»

«Desde hace casi dos años soy padre, y deseo acompañar a Mael y a su mamá en todo momento. No debí ser ignorado en las visitas al ginecólogo (con una simple mirada de los profesionales me habría conformado) y mucho menos ahora en el pediatra. Quise asistir al curso de preparación al parto (y casi no lo consigo pues a la matrona “no le parecía bien que asistiéramos los papas”), por supuesto al parto (casi me lo pierdo, me sacaron del paritorio sin motivo y mi pareja tuvo que decir que “si no me llamaban, no empujaba”). No quiero perderme nada. Intento disfrutar al máximo del tiempo que estoy con él, cada baño, cada cambio de pañal, cada noche sin dormir, gritos, llantos, canciones, risas, carcajadas, juegos. Todo.»
ÁLEX MUÑOZ, 43 AÑOS, SANITARIO. PADRE DE ÁLVARO (6 AÑOS) Y GAEL (3 AÑOS)
«Necesitaba estar cerca de ellos»

«Mi papel era fundamental: necesitaba estar cerca de ellos. La figura paternal en esos momentos es un colchón para que la sincronía madre-hijo funcione. Había que proveer logísticamente la
madriguera, cocinar, vestir, lavar, filtrar visitas para garantizar el descanso de ellos dos y estar presente pero sin agobiar. En definitiva, disfrutar del espectáculo de verlos tranquilos. (…) Estábamos criando a nuestro hijo de manera distinta a la de nuestro entorno, y lo mantuvimos, haciendo caso a nuestro corazón. A pesar de los momentos duros que tuvimos que vivir, seguíamos confiando en nuestras sensaciones, y a día de hoy me siento orgulloso de cómo lo hicimos.»
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Texto: ALEJANDRO BUSTO CASTELLI es psicólogo, coautor del libro “Una nueva paternidad” y Director de Psicologia CEIBE



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Lo prometido es deuda: part tu o como se dice en mi pueblo "continuación"

Aprovechando que nuestra muy querida anestesistabasto R1-D2-P2, anteriormente conocida como Doctora Jomeini, y que ahora se nos ha pasado a las Tierras Límite y que nuestra amada boticaria @boticariagarcia anda por tierras andaluzas haciendo la reconquista libro en mano, aquí les dejo la segunda parte de respuestas a sus preguntas así, sin anestesia ni ná.


madresestresadas (@madrestresadas) ¿Mejora la vida un blog?

Fernando (@papaLobox): Supongo que si lo haces para hablar sobre productos de samsung o apple, te dedicas a los videojuegos o algo así quizás mejore, pero en mi caso tengo que decir que la ha vuelto patas arriba, más de lo que ya estaba y me la ha cambiado bastante, así que no sabría que decirte.

El rincón de Mixka (@ElRinconDeMixka) ¿Saca la paternidad a la maruja que lleváis dentro?

Fernando (@papaLobox): creo que no, al menos en mi caso. Eso si, tus temas básicos de conversación cambian radicalmente (la mayoría)
Ata (@ata_arrospide): creo que no, salvo en el caso de @papaLobox.
Raúl (@papatróspido): Opino como @ata_arrospide.
Oscar (@yanopadrenovato): No podía ser más maruja ya, así que no.
Carlos (@comovader): Igualito que @papaLobox!
José Mª (@laparejadegolpe): Pues un poco sí. No por cotilleo o marujeo, pero sí porque ahora las conversaciones son muchas veces monotemáticas. Lo que es normal, cuando la mitad de las horas del día estás con los niños en la cabeza. Durante los 3 primeros años de los padawanes, las compras mañaneras –y los paseos– nos llevaban de tienda en tienda por el barrio, y siempre acababa conversando con todo el mundo, con los peques como centro de atención. Más aún cuando eran más pequeños e íbamos con el carrito gemelar a todas partes. Nos conocen, aunque sea de vista, en medio barrio.
Pablo (@prepapa_es) No sabría interpretar el término Maruja. Probablemente lo que tengas en mente sea diferente a lo que tengo en mente yo. Si te refieres a estar todo el día recogiendo cosas y limpiando, sí.
Imu Amigurumi (@imu_amigurumi) consideráis q tras ser padres os habéis convertido en una mejor versión de vosotros mismos ?

Fernando (@papaLobox): o en la peor. A estas alturas no sabría que decirte. Depende del día.

  
Mis hallazgos (@MisHallazgos) cuantos habéis tenido que renunciar a vuestro trabajo para poder implicaros en la crianza de vuestros hijos?


Fernando (@papaLobox): en mi empresa, estar en un cliente como el que estoy ahora implica un puesto tranquilo pero cero proyección laboral. De momento, me compensa.



Fabulist Travel (@FabulistTravel) ¿En qué (si en algo) se diferencia un viaje familiar organizado por un papá de uno organizado por una mamá?

Fernando (@papaLobox): sencillo, el viaje organizado por el padre llevará un 10% del equipaje que llevará el organizado por la madre. Eso sí, probablemente nos perdamos la mitad de las cosas para ver.



Diana Oliver (@Diana_Oliver) ¿Qué opináis de los permisos de maternidad igualitarios?


Fernando (@papaLobox): ahora es cuando las feministas piden mi cabeza. No sirve de nada tener un permiso igualitario de 6, 12 o 32 meses mientras no cambie la mentalidad de la empresa española y dejen de asociar producción a horas calentando silla, mientras esto siga siendo así, nunca habrá permisos reales, pues siempre se penalizará a aquel que se acoja a un permiso o a una reducción por guarda independientemente del sexo que sea. Creo que es un error pensar que si hay permisos iguales la mujer dejará de estar en desventaja, no hay distinción de sexos si a tu jefe sigue creyendo que estar 10 horas en el trabajo es productividad. Si solucionamos este problema ya podríamos ver cuál es el periodo mínimo que necesita un bebé para estar con sus padres juntos.
Imu Amigurumi (@imu_amigurumi) Si contáis cuentos tradicionales: ¿Cómo son las princesas?¿ y los príncipes ?¿Elimináis escenas de tensión ? ¿Los adaptáis ?


Fernando (@papaLobox): recuerdo que con el mayor si que eliminábamos ciertas descripciones, por ejemplo el término “madrastra” o “le pidió su corazón”, luego aprendimos a leer cuentos menos problemáticos.
Mother Killer (@motherkiller2) ¿Qué opináis sobre el SPM?

Fernando (@papaLobox): ¿El Servicio Público de Madrid? Pues deja bastante que desear…Me dicen mis compañeros que no, que son las siglas del Síndrome Por Mestruación. Sólo a vosotras se os ocurriría definir el periodo como un síndrome, aunque quizás lleves razón, en muchos casos termina siendo un síndrome de Estocolmo como la copa de un pino. Pero volviendo a la pregunta, el síndrome y yo nos llevamos bien, aunque creo que habría que decir que con quien se lleva bien es con la que lo sufre.

Mamá en Bulgaria (@MamaenBulgaria) ¿qué respondéis cuando os alaban por «ayudar» a la mamá con los niños o la casa?


Fernando (@papaLobox): nunca lo han hecho. Como mucho han comentado la suerte que tienen algunas mujeres de hoy comparadas con las de antes.
Ata (@ata_arrospide): Nunca lo han hecho, pero me cabrearía, aunque no por lo que tú crees: la pregunta me relega a un papel secundario de una obra de la que soy coprotagonista
Raúl (@papatróspido): Debo ser mal marido, porque a mi no me alaban por nada. Sólo me tira algún piropo mi Santa, pero luego me riñe por cualquier otra cosa y compensa.
Oscar (@yanopadrenovato): Ardo en cólera; en cuanto consigo calmarme, contesto de la forma más tranquila que puedo que las cosas las hacemos ‘a medias’, nadie ayuda a nadie.
José Mª (@laparejadegolpe): xxx
Carlos (@comovader): Suelen ser comentarios de gente mayor, por lo tanto, me lo tomo con humor.
Pablo (@prepapa_es) Pensar en qué diferente soy de quien lo hace. El que alaba eso  demuestra una carencia de corresponsabilidad y por ende de responsabilidad. Yo no ayudo a la mamá con lxs niñxs. Ayudo a lxs niñxs.

Papás e hijos (@papasehijos) ¿Cuál es el peor regalo que se puede hacer a papá en el #Díadelpadre?


Fernando (@papaLobox): calcetines, pocos regalos pueden ser peores.
Mother Killer (@motherkiller2) ¿Sois conscientes de vuestros privilegios como hombres ?

Fernando (@papaLobox): yo contestaré en breve con una entrada en exclusiva sobre este tema. Palabrita.

Raúl (@papatróspido): Aha, y por eso lucho por los vuestros.
José Mª (@laparejadegolpe): xxx

Pablo (@prepapa_es) Soy muy consciente de que ciertos hombres se creen con privilegios. Y no estoy en absoluto de acuerdo con su visión. Desafortunadamente, hay cosas que se valoran más en un hombre que en una mujer.

Hola!
Me llamo Vanesa y estoy detrás del blog http://mislaboresypunto.com/
Quería preguntaros a todos, o al que quiera contestar, si os gustan las labores, lo hecho a mano, el DIY que tanto se lleva ahora, la cocina, el punto o el crochet… y si practicáis alguna/s de ellas.
Gracias!


Fernando (@papaLobox): yo soy el que cocina en casa y en lo referente al tema corte y confección, se queda en coser botones y los rotos del chándal. Me gustaría aprender a coser a máquina.

-El hecho de virtualizar tus vivencias como padre hace que estás sean vividas con mayor profundidad?


Fernando (@papaLobox): no, hacen que no te sientas un bicho raro en algunos casos, pero la intensidad se vive en el día a día con tus hijos.
-Qué opinan tus amigos y conocidos de la temática de tu blog? 


Fernando (@papaLobox): ¿que tienes un blog de qué? ¿Eso es legal?

-Qué opinas de la crianza natural?


Fernando (@papaLobox): ¿hay alguna artificial?
-Sobre el tiempo que compartes con tus hijos que crees que es más importante la calidad o la cantidad?


Fernando (@papaLobox): creo que debe haber un equilibrio. No sirve de mucho que les dediques tiempo de calidad si sólo puedes dedicarles unos minutos antes de acostarse ni tampoco que pases la tarde con ellos viendo la tele. Un ten con ten.
Ata (@ata_arrospide): “todo el tiempo que pases con tus hijos es tiempo de calidad” (toma respuesta de manual)
Raúl (@papatróspido): Defíname calidad y veremos que respondo. Hasta ahora todo el tiempo que he pasado es de calidad, no se como no puede serlo…
Oscar (@yanopadrenovato): Qué no es tiempo de calidad con los hijos? Estando en la habitación con ellos a mi ya me lo parece. Y cuanto más, mejor.
José Mª (@laparejadegolpe): No sé a quién se le ocurrió esa frase… Lo importante es pasar tiempo con ellos. Todo el tiempo que se pueda. La calidad llega, o debería, siempre que no te pases la tarde sentado viendo la tele sin hacerles caso. Si juegas con ellos y están felices; bien. Si los cuidas, los alimentas, y les enseñas; bien. Si te ven haciendo labores de casa, cocinando, cuidando; bien. Si paseas o los llevas a hacer deporte, o al parque; bien. Todo les empapa, todo les nutre. Y es recíproco. También hay que descansar, y pasar tiempo con uno mismo, y con la pareja, pero el tiempo que pasas con ellos también es para tí. ¿Qué mejor que sea de calidad?
Carlos (@comovader) Calidad por Dios!!!!!!! Puedo estar todo el día con mis hijos y que vaya como el culo el día, sin embargo, puedo estar horas, ratos, minutos, y pueden ser lo mejor del mundo.


Pablo (@prepapa_es) Paso 24h al día con ellos. Y hay tiempos para todo. Para participar activamente en sus juegos, y para que estén ellxs haciendo algo por su cuenta sin mi.

– Tienes planes a largo plazo para el blog?


Fernando (@papaLobox): si, limpiar las telas de araña, lavarle un poco la cara y ya sería la leche escribir de vez en cuando.

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