VIERNES DANDO LA NOTA #57: TODO EL MUNDO SUFRE

Ayer empecé a trabajar después de casi tres semanas de vacaciones y aunque nunca he sido de los de «síndrome post-vacacional» reconozco que cada año me cuesta más volver.

Hay un momento en el que te rompes por dentro y es justo cuando vuelves a activar la alarma y el móvil te dice «la alarma sonará en seis horas y cinco minutos«. Esa noche te despiertas un par de veces. La primera al poco de dormirte (y cuando ves la hora te alegras por todo lo que te queda para dormir) y la segunda, unos minutos antes de que suene la alarma (que es cuando te quieres morir).

Pronto recuerdas lo «bonito» que es ir en transporte público ya sea por los atascos o por la compañía tan cercana en la que puedes descubrir nuevos olores antes jamás olidos. Siempre es agradable llegar a la oficina y que te suelten aquello de «lo bueno siempre se acaba» o el «para haber estado en la playa, has cogido poco color«.

Aunque creo que uno de los mejores momentos es el que revuelves los papeles buscando la password que dejaste escrita para la vuelta y que no encuentras y no recuerdas cual era. (Si la introduces a la primera es un gran EPIC WIN).

Así que ayer me pasé el día como Joey en aquel capítulo de Friends en el que miraba melancólico a través de una ventana (realmente era de pega) por la que caía lluvia. Y me puse a buscar canciones tristes y encontré una especie de encuesta en la que la más votada era esta de REM que traigo a este #VDLN

Si os soy sincero, la vuelta no estuvo tan mal. Los compañeros no me dieron para nada el coñazo, no tenía tanto trabajo acumulado como me temía y encima HOY ES VIERNES…


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COMO HEMOS CAMBIADO #1: SERIES INFANTILES

Iniciamos nueva sección en la que contaremos como hemos ido cambiando nuestra forma de pensar o de hacer las cosas desde aquel 2003 en el que llegó nuestra primogénita hasta hoy (con dos peques más).

Para empezar, un clásico, las series infantiles que han visto cuando todavía eran pequeñas.

La mayor, llegó al mundo de la televisión en pleno apogeo de Los Lunnis. Aquellos extraterrestres del planeta Luna Lunera coparon nuestras horas de tele en casa. Los Lupita, Lucho, Lula, Lublú y demás personajes del programa nos acompañaron durante varios años. Incluso, a modo de Casimiro, mandaban a los peques a dormir con su «buenas noches, hasta mañana, los lunnis y los niños nos vamos a la cama«.

Recuerdo que los RRMM lo tuvieron fácil por aquella época. A casa llegaron libros de cuentos con sus historietas, marionetas y muñecos de todos los tamaños de los protagonistas y hasta un piano con micrófono con alguna canción pregrabada que hizo que no le cambiásemos las pilas (era eso o que saliera volando el piano por la ventana).

Pasaron los años y cuando la mediana descubrió el maravilloso mundo de la televisión, quien estaba en el top de los dibujos era Pocoyo, aquel niño de cuatro años que rompía la cuarta pared hablando con nosotros a través de un narrador (la voz original de ese narrador era de Stephen Fry). Pocoyo siempre estaba acompañado de Elly, una elefanta rosa, Pato (no hace falta decir qué era), Loula, su perra fiel y Pajaroto (un pájaro que dormía más que un koala).

Esta serie, como la de los Lunnis, era española, aunque fue la televisión británica la primera que confió en ella. A España no llegó hasta un año después de su estreno. Como curiosidad, el nombre viene de la hija de uno de los creadores. Cuando rezaba el jesusito de mi vida, siempre decía «eres niño poco yo«.

Recuerdo que los RRMM lo tuvieron fácil (otra vez) por aquella época. A casa llegaron libros de cuentos con sus historietas, muñecos de todos los tamaños y hasta un piano con micrófono acompañado de una guitarra que hizo que no le cambiásemos las pilas (era eso o que saliera por la ventana volando el piano, el micrófono, la guitarra y el rey mago que lo trajo).

La mayor y la mediana crecieron y olvidaron a los Lunnis y Pocoyo y entonces llegó la peque y con ella Peppa Pig. Esa cerdita a la que le gusta saltar en los charcos de barro y que siempre va acompañada de su hermano, de su mejor amiga Sussie Sheep y demás fauna (nunca mejor dicho) que vive en su pueblo inglés. De las tres series, es la que menos me gusta por lo caprichosa que es Peppa y lo mal que suele tratar a sus padres (sobre todo a Papá Pig).

Una de las cosas que me llama la atención es que todos los nombres de los personajes empiezan con la misma inicial del animal que son. Peppa Pig, Sussie Sheep, Danny Dog, Emily Elephant, Candy Cat…todos, menos su hermano que es George Pig. También me preocupa el paro en ese pueblo. Debe de haber mucho porque todos los trabajos los hace La Señora Rabbit.

Recuerdo que los RRMM lo tuvieron fácil (otra vez más) por aquella época. A casa llegaron libros de cuentos con sus historietas, muñecos de todos los tamaños y ruidos posibles. Eso sí, aprendieron y esta vez ni piano, ni micrófono ni guitarra.

En realidad, la fiebre Peppa Pig no ha sido tan grande como las de Los Lunnis y Pocoyo, más que nada porque se tienen que repartir el tiempo de tele entre las tres y claro, las mayores no quieren ver Peppa y convencen a la pequeña para ver las suyas como (casi siempre de Disney Channel) Jessie, Los magos de Waverly Place, Buena Suerte Charlie, El Asombroso Mundo de Gumball, etc. La pequeña a veces cambia a Peppa por La Patrulla Canina.

Eso sí, en las tres etapas de las tres peques, lo que se ha mantenido constante son las canciones de los Cantajuegos. Desde que una amiga nos pasó el DVD del primer volumen (por supuesto no hemos vuelto a dirigirle la palabra) hemos bailado y cantado todas las versiones de las canciones infantiles, hemos sido testigos de las idas y venidas de los cantantes, de los culebrones y escisiones del grupo creando grupos nuevos. Eso sí, después de tantos años y tantas veces escuchadas sus canciones, ¿alguien me puede decir que animales son los Icos de EL arca de Noé?

Por cierto, para terminar, he de confesar que este verano hemos visto todos juntos un clásico entre los clásicos, Verano Azul pero como decían en Conan, eso es otra historia (que la leeréis y oiréis muy pronto).

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VIERNES DANDO LA NOTA #56: NEVER CAN SAY GOODBYE

Este #VDLN está dedicado a los que se van hoy de vacaciones, a los que ya se han ido y están volviendo poco a poco a la rutina, a los que están de vacaciones en estos momentos (y no me van a leer) y…

…por encima de todos, está dedicado a los que todavía no se han ido y llevan sufriendo todo el verano las idas y venidas de compañeros, amigos y familiares. ¡¡¡Ánimo!!! que ya queda menos para que deis envidia vosotros.

Y que mejor manera de celebrar las vacaciones (de los que se van) o de levantar un poco el ánimo a los que han vuelto o todavía no se han ido que con un poco de música movidita ochentera. Estás dos canciones que traemos son de las que (como he dicho en otros post) si no se te van los pies o no te levantas y te pones a bailar es que estás muerto.

El grupo es The Communards que con Jimmy Somerville al frente (y no va con segundas por la suya) nos trajo estos dos súper éxitos (en realidad son dos versiones) que seguro os transportarán (si no sois asquerosamente jóvenes) a otros veranos totalmente distintos a los que vivimos ahora.

En realidad, aunque a veces ponga canciones que me gustaron y que dan cosica, me encanta ver la estética de aquellos años, el vestuario, los bailes. etc. En este caso, la manera de moverse de Jimmy Somerville es muy característica, así como sus falsetes (por cierto, ¿no os recuerda físicamente a Tintín?).

La primera canción es Don’t Leave Me This Way (la original es de Harold Melvin & The Blue Notes)

La segunda (la original es de los Jackson 5) es Never Can Say Goodbye. Subid el volumen y poneros a bailar como si no hubiera un mañana.

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#ElTemaDeLaSemana: ¿QUE LEGADO QUIERES DEJAR?

No sabía si iba a encontrar algo que legar para poder participar en esta nueva edición de #ElTemaDeLaSemana que nos proponen los Papás Blogueros.

Lo primero que he hecho es buscar la definición en la RAE sobre legado por si me podía ayudar, ya que lo primero que me viene por legado es lo que tengo…huy, perdón, esto era para otro sitio. Aquí está la definición.

Hace unas semanas murió la abuela de mi Santa. Era mayor y estaba malita la pobre, así que, aunque era algo esperado no dejó de ser una mierda. A las peques mayores se lo contamos. Y días después nos enteramos que entre ellas se pusieron a pensar que pasaría si nosotros muriéramos. Tienen claro que solas no se iban a quedar (las abuelas estarían ahí para cuidarlas, o los tíos, o las primas…), así que se dedicaron a repartir la herencia. La mayor se pidió (sin ella saberlo, me ha resuelto el post) mi anillo de boda y mis cosas del Atleti.

Siendo ese un buen legado (el anillo simboliza muchísimo. Y ya sabéis que para mí, el Atleti es la cosa más importante de entre las menos importantes), la verdad es que yo me decantaría por algo menos material. Lo que en realidad me gustaría es que ellas me recordasen como una buena persona y un buen padre, que siempre intentó darles lo mejor, estar a su lado siempre para lo que les hiciera falta y que ellas siempre aspirasen a eso, a ser buenas personas y que fueran lo más felices que pudieran como lo intento ser yo y como intento que ellas lo sean.

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