Cinco libros con trasfondo, que se acercan a la experiencia maternal y paternal desde toda su complejidad, con sus luces y sus sombras, y que a mí al menos me remueven, me reconfortan a la que vez me incomodan, me dan mucho que pensar, me hacen sentir comprendido en mis miedos y en mis angustias vitales.
Pican pican los mosquitos, pican pi… con disimulo… Unos pican en la cara y otros pican en el cu… Cuando Madresfera dió la oportunidad de participar en la promoción para probar los productos Mama Natura para las picaduras de insectos, me pareció genial. Todos los años nos llevamos alguna picadura por las noches, porque…
Los papás que escriben en blogs no siempre escriben en blogs. Se esconden, se distraen o simplemente la pereza les invade. La falta de tiempo, las facturas o lo que […]
Me encanta desayunar hasta que el café con leche se enfría. Las no obligaciones. Las vacaciones. En mi caso, vacaciones de autónomo. Vacaciones no pagadas. Pero vacaciones al fin y al cabo. Las no obligaciones. Me encantan.Lo que más me gusta de las vacaciones son las no obligaciones. Con mucha diferencia. Hacer por hacer. Sin […]
M’encanta esmorzar fins que el cafè amb llet es refreda. Les no obligacions. Les vacances. En el meu cas, vacances d’autònom. Vacances no pagades. Però vacances al cap i a la fi. Les no obligacions. M’encanten.El que més m’agrada de les vacances són les no obligacions. Amb molta diferència. Fer per fer. Sense horaris. Poder […]
Hace más de dos semanas Sara viajó a la tierra que la vio nacer y en donde vivió su primer año de vida. Cada año se va dos o tres meses a pasar el verano con su familia materna, alguna vez incluso la navidad.Aunque ahora la tecnología juega u…
El valor de los clásicos reside en que no solo nos hablan del pasado, sino que también retratan el presente e incluso interrogan al futuro. Ese valor, que en el teatro se convierte en un ejercicio compartido de imaginación ética, es el que detectamos intacto y siempre fértil en la obra de Eurípides. La versión de sus Troyanas, que esta semana se ha estrenado en Mérida con dirección de Carme Portaceli y con una versión de Alberto Conejero, es una poética interpelación al corazón del patriarcado y a un orden que todavía hoy sigue convirtiendo en principales víctimas a las mujeres.
El gran acierto de esta versión, que no es casualidad que haya dirigido una mujer y que ha hilvanado un hombre que declara estar en camino de ser feminista, y a los que ha ayudado la dramaturga Margarita Borja, reside en la enorme fuerza que emana de un texto que nos habla de nosotros mismos, de las injusticias que vemos cada día en el telediario, de los niños muertos en Siria y de las mujeres violadas en cualquier guerra, de los náufragos del Mediterráneo y de las maquilas, en fin, de los hombres que siguen matando y de las madres que lloran las muertes de sus hijos. Este “desorden” dramático no es sino la expresión más brutal de un patriarcado que durante siglos se ha mantenido y prorrogado a través del ejercicio de múltiples violencias machistas, empezando por básica, que es la estructural y simbólica, que han convertido a la femenina en mitad subordinada. Sin voz ni voto, domesticadas y calladas, meros cuerpos que el semen y la sangre de los varones han convertido en territorios ocupados, las mujeres siempre han sido un territorio al servicio de los deseos e intereses masculinos: esclavas sexuales, botín de guerra, objetos de dogmas y reglas morales, vaginas violadas y úteros de alquiler.
Las Troyanas de Carme y Alberto, cuyos gritos de dolor desesperados se nos clavan en las tripas porque son gritos presentes, nos dejan absolutamente desnudos frente al espejo. A todas y a todos, pero sobre todo a nosotros, los sujetos históricamente detentadores del poder, de la violencia y de los privilegios. Masculinidades sagradas, como las califica Juan José Tamayo, que reproducen la ira de dioses varones vengadores. Hombres y dioses cómplices en la cultura de la violación, en la administración parcial de la Justicia, en la elaboración de leyes con las que mantener sus dividendos.
El desgarro de Hécuba, el grito sin final que Aitana Sánchez-Gijón convierte en eco del de millones de mujeres, es el primer paso para la conversión de las siempre víctimas en sujetos políticos. Ellas, las madres, las esposas, las hijas, las prometidas, las vendidas como objetos, son las que ocupan el escenario y hablan. Toman la palabra y se rebelan contra el mandato del silencio. Se atreven a desobedecer el “hágase en mí según tu palabra” y se agarran a la energía emancipadora del yo. Estas apátridas, que diría Virginia Woolf, son las primeras de una larga cadena de mujeres que con muchas dificultades se han ido empoderando y han ido cosiendo, con hilo violeta, pacifista y feminista, las hondas heridas que el patriarca ha ido dejando en el planeta Tierra. En lucha permanente con los que siempre hemos querido y queremos tener la última palabra y a la que más nos valdría abandonar la virilidad vergonzante de Taltibio, el mensajero de los dioses que interpreta Ernesto Alterio en esta versión recién estrenada, y matar de una vez por todas al dios violento y el héroe sin escrúpulos que llevamos dentro. En nombre de la diosa Eirene y de los de tantas y tantas mujeres cuya sangre derramada convierte en vinagre el vino fecundo y alegre de la democracia.
El valor de los clásicos reside en que no solo nos hablan del pasado, sino que también retratan el presente e incluso interrogan al futuro. Ese valor, que en el teatro se convierte en un ejercicio compartido de imaginación ética, es el que detectamos intacto y siempre fértil en la obra de Eurípides. La versión de sus Troyanas, que esta semana se ha estrenado en Mérida con dirección de Carme Portaceli y con una versión de Alberto Conejero, es una poética interpelación al corazón del patriarcado y a un orden que todavía hoy sigue convirtiendo en principales víctimas a las mujeres.
El gran acierto de esta versión, que no es casualidad que haya dirigido una mujer y que ha hilvanado un hombre que declara estar en camino de ser feminista, y a los que ha ayudado la dramaturga Margarita Borja, reside en la enorme fuerza que emana de un texto que nos habla de nosotros mismos, de las injusticias que vemos cada día en el telediario, de los niños muertos en Siria y de las mujeres violadas en cualquier guerra, de los náufragos del Mediterráneo y de las maquilas, en fin, de los hombres que siguen matando y de las madres que lloran las muertes de sus hijos. Este “desorden” dramático no es sino la expresión más brutal de un patriarcado que durante siglos se ha mantenido y prorrogado a través del ejercicio de múltiples violencias machistas, empezando por básica, que es la estructural y simbólica, que han convertido a la femenina en mitad subordinada. Sin voz ni voto, domesticadas y calladas, meros cuerpos que el semen y la sangre de los varones han convertido en territorios ocupados, las mujeres siempre han sido un territorio al servicio de los deseos e intereses masculinos: esclavas sexuales, botín de guerra, objetos de dogmas y reglas morales, vaginas violadas y úteros de alquiler.
Las Troyanas de Carme y Alberto, cuyos gritos de dolor desesperados se nos clavan en las tripas porque son gritos presentes, nos dejan absolutamente desnudos frente al espejo. A todas y a todos, pero sobre todo a nosotros, los sujetos históricamente detentadores del poder, de la violencia y de los privilegios. Masculinidades sagradas, como las califica Juan José Tamayo, que reproducen la ira de dioses varones vengadores. Hombres y dioses cómplices en la cultura de la violación, en la administración parcial de la Justicia, en la elaboración de leyes con las que mantener sus dividendos.
El desgarro de Hécuba, el grito sin final que Aitana Sánchez-Gijón convierte en eco del de millones de mujeres, es el primer paso para la conversión de las siempre víctimas en sujetos políticos. Ellas, las madres, las esposas, las hijas, las prometidas, las vendidas como objetos, son las que ocupan el escenario y hablan. Toman la palabra y se rebelan contra el mandato del silencio. Se atreven a desobedecer el “hágase en mí según tu palabra” y se agarran a la energía emancipadora del yo. Estas apátridas, que diría Virginia Woolf, son las primeras de una larga cadena de mujeres que con muchas dificultades se han ido empoderando y han ido cosiendo, con hilo violeta, pacifista y feminista, las hondas heridas que el patriarca ha ido dejando en el planeta Tierra. En lucha permanente con los que siempre hemos querido y queremos tener la última palabra y a la que más nos valdría abandonar la virilidad vergonzante de Taltibio, el mensajero de los dioses que interpreta Ernesto Alterio en esta versión recién estrenada, y matar de una vez por todas al dios violento y el héroe sin escrúpulos que llevamos dentro. En nombre de la diosa Eirene y de los de tantas y tantas mujeres cuya sangre derramada convierte en vinagre el vino fecundo y alegre de la democracia.
Asistir a una clase de idiomas trae grandes resultados, sin embargo hay muchas oportunidades para aprender un idioma extranjero fuera del aula cómo estudiar inglés en el extranjero. Echa un vistazo a las diferentes opciones que puedes encontrar, haz pequeños cambios en su horario diario y encuentra tiempo para aprender idiomas todos los días. En […]
Cosas que he aprendido Mi primera semana de padre está dando bastante de sí y, aunque me dejo muchas cosas en el tintero, quería compartir algunas lecciones que voy aprendiendo: La temperatura es algo muy personal: Hemos estado durmiendo con aire acondicionado, y aunque yo me tenia que tapar con sábana, mi hijo no podía…
Hoy Leo, volvemos a hablar de Valdespartera 4 (o el V4 como lo llaman otros), el nuevo cole que te ha tocado para Septiembre. Han pasado muchas cosas desde que supimos que el V4 era tu colegio y vamos a contarlas por orden Organización de los padres Al poco tiempo de que salieran las listas […]
En un mundo como el cinematográfico, prácticamente monopolizado por los varones, y en el que por tanto imperan los relatos androcéntricos y los esquemas narrativos en los que las mujeres apenas son personajes accesorios y siempre articulados en función de sus compañeros heroicos, cada día se hace más necesario, urgente diría yo, contar con otras miradas. Las de aquellas a las que la cultura, al menos la mayoritaria y comercial, sigue relegando al papel de musas y difícilmente encuentran acomodo en los espacios que el patriarcado reserva a los genios masculinos.
Solo de esa manera se podrán ir construyendo otro tipo de relatos y por tanto de imaginarios colectivos que superen al fin los esquemas más rancios del patriarcado. Para ello, insisto, es necesario que cada vez haya más mujeres contando historias, ofreciéndonos su visión de la vida, aportándonos esa otra mitad que falta en la pantalla. Porque solo cuando la cultura deje de legitimar las estructuras jerárquicas del sistema sexo/género será posible avanzar de verdad hacia una efectiva igualdad. Mientras que sigan fallando los resortes culturales –y por tanto, educativos y socializadores– las leyes, las políticas y los planes de igualdad lograrán resultados tibios, que además serán fácilmente derogables por la fuerza incontrolable de lo que nos entra por los ojos y a través de las emociones
Por todo ello, es tan saludable, y hasta democráticamente inspirador, que podamos encontrar en la cartelera películas dirigidas por mujeres y en las que por tanto sea fácil descubrir la mirada que suele faltar en los productos culturales. Esa experiencia es la que como espectador he tenido al ver la última película de la directora británica Lone Scherfig, cuyo título ha sido traducido al español como Su mejor historia. A Scherfig se deben títulos tan distintos e interesantes como Italiano para principiantes (2000), Wilbur se quiere suicidar (2002) y, sobre todo, la deliciosa An education (2009), en la que lograba dar una vuelta de tuerca al amor romántico.
En su última película la directora adapta una novela escrita por una mujer – Their finest hour and a half, de Lissa Evans– y nos cuenta una historia que está basada en la real de la guionista galesa Diana Morgan, que trabajó en los míticos estudios Ealing durante los años 40. Por lo tanto, nos encontramos con mujeres que cuentan historias de mujeres en un contexto, como el del mundo del cine, donde si todavía hoy sufren discriminaciones de tipo horizontal y vertical no digamos en los años 40, en los que difícilmente podían superar el nivel de floreros o secretarias.
En Su mejor historia, que es también un canto de amor de su directora al cine, vemos cómo la protagonista, interpretada de manera brillante por Gemma Arterton, cree que ha sido contratada como secretaria por el Ministerio de Propaganda británico cuando realmente lo que quieren de ella es que dé credibilidad a los diálogos de mujeres que habitualmente eran concebidos como si las mismas fueran seres de racionalidad limitada y fuertemente estereotipados. Catrin Cole, que así se llama la protagonista, se verá inmersa en la escritura del guión de una película que, en plena segunda guerra mundial, pretende elevar la moral de la población en unos momentos tan difíciles.
Más allá de lo bien contado que está el rodaje de la película propagandística, y del medido tono de comedia que tienen las relaciones entre los personajes de la historia, lo más interesante de esta cuidada película es cómo se nos muestra a un personaje femenino empoderado, que es capaz de liberarse incluso de las ataduras afectivas que en un determinado momento pueden llegar a encadenarla y que, sobre todo, se mueve en un mundo de hombres donde tan complicado era para una mujer, y me temo que todavía lo es, ser reconocida sin prejuicios sexistas y desde la equivalencia de méritos con sus colegas varones.
No se trata de una película a la que podamos calificar de manera rotunda como feminista, pero sí que en ella la directora nos ofrece perspectivas que no suelen ser habituales cuando las historias están en manos masculinas. En este sentido, cabe señalar la mirada crítica y hasta irónica que realiza sobre los héroes masculinos de la pantalla, las reivindicaciones de un mayor protagonismo de los personajes femeninos en historias en las que habitualmente ellas no eran las heroínas o la complicidad con una protagonista que en medio de un contexto tan brutal –la sociedad de los años 40 atravesada por los horrores de la guerra– lucha por ser ella misma, por ser la dueña de su destino y por hacerse valer y reconocer por sus méritos y capacidades. Y por supuesto que hay historia de amor, pero una historia en la que vemos cómo ella intenta en todo momento mantener las riendas y a la que incluso vemos hasta cierto punto resistirse cuando no tiene muy claro si merece la pena entregarse a un hombre.
Su mejor historia, en mitad del páramo terrible en que se convierten las salas de cine en estos meses de verano, es una opción más que recomendable para reconciliarnos no solo con el cine bien hecho, artesanalmente impecable, sino también con otra manera de contar la vida. Con mujeres que ocupan el lugar central de la cartelera y de sus destinos. Con una mirada agudamente crítica sobre un mundo hecho por y para los hombres. Esos hombres que tantas guerras han provocado y provocan, en las que se ponen tantas medallas y de las que siempre han sido y son principales víctimas las mujeres. Las que quedaron viudas, las que perdieron sus hijos y maridos, las que tuvieron que volver a sus casas cuando los héroes volvieron a las fábricas, las que tuvieron que hacer malabarismos para sobrevivir en mitad de las bombas. Esas que al fin, en películas como la de Lone Scherfig, ocupan su lugar debido en la memoria y en el imaginario que compartimos.
En un mundo como el cinematográfico, prácticamente monopolizado por los varones, y en el que por tanto imperan los relatos androcéntricos y los esquemas narrativos en los que las mujeres apenas son personajes accesorios y siempre articulados en función de sus compañeros heroicos, cada día se hace más necesario, urgente diría yo, contar con otras miradas. Las de aquellas a las que la cultura, al menos la mayoritaria y comercial, sigue relegando al papel de musas y difícilmente encuentran acomodo en los espacios que el patriarcado reserva a los genios masculinos.
Solo de esa manera se podrán ir construyendo otro tipo de relatos y por tanto de imaginarios colectivos que superen al fin los esquemas más rancios del patriarcado. Para ello, insisto, es necesario que cada vez haya más mujeres contando historias, ofreciéndonos su visión de la vida, aportándonos esa otra mitad que falta en la pantalla. Porque solo cuando la cultura deje de legitimar las estructuras jerárquicas del sistema sexo/género será posible avanzar de verdad hacia una efectiva igualdad. Mientras que sigan fallando los resortes culturales –y por tanto, educativos y socializadores– las leyes, las políticas y los planes de igualdad lograrán resultados tibios, que además serán fácilmente derogables por la fuerza incontrolable de lo que nos entra por los ojos y a través de las emociones
Por todo ello, es tan saludable, y hasta democráticamente inspirador, que podamos encontrar en la cartelera películas dirigidas por mujeres y en las que por tanto sea fácil descubrir la mirada que suele faltar en los productos culturales. Esa experiencia es la que como espectador he tenido al ver la última película de la directora británica Lone Scherfig, cuyo título ha sido traducido al español como Su mejor historia. A Scherfig se deben títulos tan distintos e interesantes como Italiano para principiantes (2000), Wilbur se quiere suicidar (2002) y, sobre todo, la deliciosa An education (2009), en la que lograba dar una vuelta de tuerca al amor romántico.
En su última película la directora adapta una novela escrita por una mujer – Their finest hour and a half, de Lissa Evans– y nos cuenta una historia que está basada en la real de la guionista galesa Diana Morgan, que trabajó en los míticos estudios Ealing durante los años 40. Por lo tanto, nos encontramos con mujeres que cuentan historias de mujeres en un contexto, como el del mundo del cine, donde si todavía hoy sufren discriminaciones de tipo horizontal y vertical no digamos en los años 40, en los que difícilmente podían superar el nivel de floreros o secretarias.
En Su mejor historia, que es también un canto de amor de su directora al cine, vemos cómo la protagonista, interpretada de manera brillante por Gemma Arterton, cree que ha sido contratada como secretaria por el Ministerio de Propaganda británico cuando realmente lo que quieren de ella es que dé credibilidad a los diálogos de mujeres que habitualmente eran concebidos como si las mismas fueran seres de racionalidad limitada y fuertemente estereotipados. Catrin Cole, que así se llama la protagonista, se verá inmersa en la escritura del guión de una película que, en plena segunda guerra mundial, pretende elevar la moral de la población en unos momentos tan difíciles.
Más allá de lo bien contado que está el rodaje de la película propagandística, y del medido tono de comedia que tienen las relaciones entre los personajes de la historia, lo más interesante de esta cuidada película es cómo se nos muestra a un personaje femenino empoderado, que es capaz de liberarse incluso de las ataduras afectivas que en un determinado momento pueden llegar a encadenarla y que, sobre todo, se mueve en un mundo de hombres donde tan complicado era para una mujer, y me temo que todavía lo es, ser reconocida sin prejuicios sexistas y desde la equivalencia de méritos con sus colegas varones.
No se trata de una película a la que podamos calificar de manera rotunda como feminista, pero sí que en ella la directora nos ofrece perspectivas que no suelen ser habituales cuando las historias están en manos masculinas. En este sentido, cabe señalar la mirada crítica y hasta irónica que realiza sobre los héroes masculinos de la pantalla, las reivindicaciones de un mayor protagonismo de los personajes femeninos en historias en las que habitualmente ellas no eran las heroínas o la complicidad con una protagonista que en medio de un contexto tan brutal –la sociedad de los años 40 atravesada por los horrores de la guerra– lucha por ser ella misma, por ser la dueña de su destino y por hacerse valer y reconocer por sus méritos y capacidades. Y por supuesto que hay historia de amor, pero una historia en la que vemos cómo ella intenta en todo momento mantener las riendas y a la que incluso vemos hasta cierto punto resistirse cuando no tiene muy claro si merece la pena entregarse a un hombre.
Su mejor historia, en mitad del páramo terrible en que se convierten las salas de cine en estos meses de verano, es una opción más que recomendable para reconciliarnos no solo con el cine bien hecho, artesanalmente impecable, sino también con otra manera de contar la vida. Con mujeres que ocupan el lugar central de la cartelera y de sus destinos. Con una mirada agudamente crítica sobre un mundo hecho por y para los hombres. Esos hombres que tantas guerras han provocado y provocan, en las que se ponen tantas medallas y de las que siempre han sido y son principales víctimas las mujeres. Las que quedaron viudas, las que perdieron sus hijos y maridos, las que tuvieron que volver a sus casas cuando los héroes volvieron a las fábricas, las que tuvieron que hacer malabarismos para sobrevivir en mitad de las bombas. Esas que al fin, en películas como la de Lone Scherfig, ocupan su lugar debido en la memoria y en el imaginario que compartimos.
Escribe un pie de foto o video… Hay días en los que antes que un paseo o meterse en la piscina apetece disfrutar de la terraza y de un libro, en los peques no tiene por qué ser diferente, por eso tenemos una buena colección de libros de @cocobooks ¿Sabíais […]
Todas las mañanas, al despuntar el alba, el Sr. López, de profesión, contable, diseminaba meticulosamente 258 pequeños y delicados besos por el cuerpo de su amada. Al volver, como siempre, demasiado tarde, la encontraba ya dormida. El solía entonces añadir uno más, el 259 -en la frente para más señas-, justo antes de recogerlos todos […]
Pues eso, que estoy muy contento, porque mi cuento ‘Mater Amantísima’ ha resultado ser el ganador del concurso de microrrelatos organizado por el portal literario MELIBRO.COM. La temática del concurso en esta su tercera edición ha sido: Personajes animales, animales personajes. Copio y pego el texto íntegro con el fallo del jurado que incluye el […]
Uno de estos días que nos hemos quedado en casa por tormentas/olas de calor/enfermedades de peques/todo a la vez, a mi Reina se le ocurrió la idea de hacer un avión de papel y hacerlo volar por el salón. Y el Pequeño Bárbaro se quedó tan extasiado que me puse a hacer más. Entonces recordé […]
Los hombres, al igual que las mujeres, también padecen la infertilidad, pero a diferencia de ellas prefieren esconder sus sentimientos y no hablar del tema porque perciben que está estrechamente ligado con su capacidad viril y su masculinidad.
En los foros de BabyCenter hay cientos de testimonios de madres que luchan contra la infertilidad, pero los hombres se niegan a ser tan abiertos, porque consideran que tener un problema para concebir es humillante y catastrófico.
Durante la semana pasada tuve contacto con varios papás que participaron de fertilización asistida y con hombres que hace tiempo buscan un hijo con su pareja y no lo logran. Lo primero que me dijeron todos fue “no pongas mi nombre”, porque evidentemente, lo entienden como un fracaso. Seguir leyendo
Los hombres, al igual que las mujeres, también padecen la infertilidad, pero a diferencia de ellas prefieren esconder sus sentimientos y no hablar del tema porque perciben que está estrechamente ligado con su capacidad viril y su masculinidad.
En los foros de BabyCenter hay cientos de testimonios de madres que luchan contra la infertilidad, pero los hombres se niegan a ser tan abiertos, porque consideran que tener un problema para concebir es humillante y catastrófico.
Durante la semana pasada tuve contacto con varios papás que participaron de fertilización asistida y con hombres que hace tiempo buscan un hijo con su pareja y no lo logran. Lo primero que me dijeron todos fue “no pongas mi nombre”, porque evidentemente, lo entienden como un fracaso. Seguir leyendo
El verano es la estación del año que más disfruto con mi familia. Sales de la rutina, puedes disfrutar de ambiente lúdico festivo en cualquier localidad del país y con el buen tiempo puedes aprovechar para hacer muchísimas cosas, desde disfrutar de los rayos de sol en la playa o piscina con sus baños refrescantes […]
Buenos días! No podía ser de otra manera… es viernes… y hay que dar la nota! Como es verano, hoy estoy de buen humor, voy a poner las canciones que me salen de xxx, aix quiero decir, las canciones que más me gustan :). Bueno, entonces, vamos a por ellas! Empezamos con algo de ritmo, … Continuar leyendo «Viernes dando la nota!!!!!! #VDLN»
Begira mirando (precedido del dativo o adlativo) (Fuente) Gracias a la gente de @TFeminista_ he llegado a esta aplicación tan interesante: #Sexismos describe anuncio/noticia motivos sexistas añade foto y envía #Begira #App @emakundEJGV t.co/3ciDGwA8lw — Tribuna Feminista (@TFeminista_) 21 de julio de 2017 Si es que la gente de Emakunde tiene una visión a medioplazo que me gusta mucho [no se me quita de la cabeza aquella rave-party de las nuevas masculinidades que decía @admievans a la que tuve el enorme placer de asistir en 2016] Hola Administraciones!!! Casi todas las personas en el estado hoy en día llevamos (un) móvil…
Empieza la Semana Grande de Santander, empiezan parte de las vacaciones, parece que el camino elegido es el correcto… ¿qué más podemos pedir? Por pensar que no sea, por por echar unos bailoteos si. Una voz femenina mitica que nos invita a darlo todo este verano en las Pistas de baile y/o Verbenas de pueblo. … Sigue leyendo #VDLN: Think
Buenos días! Hoy voy a participar revisando el sello de calidad de Madresfera de los productos de InsectDhu de Mama Natura. Lo primero de todo, es que tengo que decir que estos productos ya los conocíamos previamente, y los usábamos, es más formaba parte de nuestro “botiquín” junto otras cosas como cristalmina, arnidol, unas tiritas, … Continuar leyendo «Sello de calidad #InsectDhu de MamaNatura»