¿Paternando que es gerundio?

Paternando hacemos camino. Leandro Álvarez Malgesini (@DonMalgeso) ha querido sumarse a esta conversación sobre paternajes y pone en la mesa una combinación maravillosa: su relato de vida, la vida cotidiana y evidencias empíricas sobre hombres (y padres) como objeto de estudio social. Gracias Leandro por sumar para #mesPADRE.

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¿Paternando que es gerundio?

Hoy “paternar” se antoja como un verbo necesario, personal y socialmente, aunque por el momento resulte increíblemente difícil de conjugar. Quien hoy quiere/debe usarlo y pretende dar sentido a un acto de tal magnitud y complejidad, aunque se halle inmerso en medio de la acción, aún no es consciente de todo aquello que debe y puede abarcar. Nos enfrentamos a un momento sociobiológico mal definido, donde el foco se ha puesto tradicionalmente en el rito de paso, en el “convertirse en…” en lugar de en intentar dar sentido a todo el conjunto de emociones, acciones, necesidades que tal identidad y práctica requieren (cuando decimos “trabajar” no imaginamos sólo la acción repetitiva de un puesto cualquiera, sino que nos evoca todo el conjunto de relaciones, tiempos, sensaciones de quien está realizando una tarea productiva).

Y aunque este foco tiene cierto sentido, porque todo parece indicar que no hay vuelta atrás en la paternidad (aunque a muchos hombres se les haya ido la vida intentando escapar de esta relación), es imprescindible que podamos empezar a imaginarnos, a nombrarnos, a posicionarnos en diferentes momentos de nuestra identidad como padres, futuros padres o
no-padres.

En mi caso personal, aunque creo que es una experiencia compartida por muchos de mis coetáneos, “paternaré” nunca fue, o, mejor dicho, durante mucho tiempo no fue, un futuro esperado, ni buscado y me atrevería a decir que tampoco imaginado.

Durante los primeros 30 años de vida mi relación con la filiación, tanto en términos materiales, como en términos imaginarios, poéticos, filosóficos, etc., fue como hijo.

Tengo la fortuna de ser hijo único de mis padres y tener a la vez seis hermanos y hermanas.

Mi padre tuvo a bien tener tres hijas y un hijo de dos parejas diferentes y mi madre una hija y un hijo de otros dos padres distintos. Mi padre fue muchos padres y mi madre muchas madres. En mi caso, en mi familia, la idea de paternar como algo único, estable y vivenciado conjuntamente no existe. Las relaciones de cuidados en las que me he criado han sido siempre complejas y difíciles, fuere por la distancia de los núcleos afectivos (migraciones continentales mediante), por la inestabilidad de la pareja reconstituida de turno, o por que las etapas en las que cuidadores y cuidados existíamos nos hacían ariscos a la relación.

Por tanto, para mí, cuidar y ser cuidado (tanto como hijo como en todas las otras vertientes que ha adoptado en estos años), más que como un escenario estable, lo he pensado y vivido como un momento a construir, una relación que mantener, una ausencia que superar. Así que desde el momento en que empecé a paternar en presente, o más bien desde el momento en que dejó de formularse como una hipótesis y pasó a ser real (ay esos tests positivos aún guardados en el cajón de las cosas valiosas), las infinitas dudas sobre cómo paternar, sus implicaciones y sus dificultades me han rodeado, atribulado y circundado sin cesar.

Fue a partir de aquí, y de la relación con la neomadre con la que comparto mi vida, cuando sentí la necesidad de convertir mi feminismo ideológico (un poco de boquilla, un poco de pose) en una herramienta práctica, en una posible fuente de solución a todas esas incertidumbres que empezaba a vislumbrar en el horizonte y que eran producto de mi propia crianza.

Hoy, después de tres años y medio, con dos vidas maravillosas creadas y tras tres años de grupos de hombres, de lecturas, de jornadas, de trabajos y de investigaciones he entendido que paternar, al menos en los tiempos actuales, es un acto hipercomplejo que como un tsunami arrasa las identidades imaginadas de esas pobres personas que mantenían la paternidad como una hipótesis o como un futuro lejano.

Paternar es para muchos de nosotros el primer acto de cuidado donde no somos, ni nos dejan ser el centro y donde no podemos esperar reciprocidad. Es una de las primeras negociaciones que perdemos por género, y es también una nueva situación donde nos vemos cuestionados por nuestras prioridades, por nuestros usos del tiempo, por nuestra forma de expresar las emociones. Hasta hace muy poco tiempo y para escapar de todas estas exigencias sociales, nuestros hombres precedentes compartimentaron la vida y la segmentaron, privándonos y privando a sus compañer@s de nuestra capacidad de cuidar. Nos y se repitieron, que su papel era producir y generar estabilidad y quisieron creer que agarrarse a ese palo salvaría a la masculinidad de la ola gigante de la paternidad.

Hoy, por fortuna, el modo hegemónico de cuidar, criar y reproducirse está cambiando; proveer y controlar no son más verbos exclusivamente masculinos y al mismo tiempo nos vemos con la necesidad de empezar a conjugar acciones que antes nos eran ajenas. La investigación de la Fundacion Cepaim sobre “Cuidados, empleo y masculinidad” que estos
días terminamos, es una muestra del cambio de paradigma en el que estamos inmersos: los hombres y nuestra masculinidad comenzamos a ser sujetos de estudio social.

En este sentido, una de las conclusiones más interesantes de la investigación es que la revolución que el feminismo empezó hace casi 200 años es de tal calado y tan profunda que no somos capaces siquiera de vislumbrar todos sus efectos. Proponemos y desarrollamos la idea de un modelo productivo-reproductivo (entre hombres y mujeres) en evolución, y que hoy se encuentra en una fase de altísima inestabilidad y sobrecarga (medidas insuficientes de conciliación, abuel@s cuidadores, consumo descontrolado de fármacos, etc.).

Los hombres que creemos que la corresponsabilidad no es una elección, sino una obligación, estamos dándole forma a un nuevo escenario que hará patente que el equilibrio entre los cuidados y la producción es imposible con este nivel de ansiedad, de exigencia, de control.

Somos la antesala de un nuevo modelo de estabilidad, de un modelo quizás andrógino de cuidados, de un modelo no binario, no segmentado por género, de un modelo feminista de vida, del modelo que, salvo que la reacción de las fuerzas históricas que daban sostén al sistema lo impidan, supondrá el fin del patriarcado.

Estamos cerca, muy cerca, y estoy convencido que los hombres cuidadores, los que paternamos incluidos, tenemos en los próximos años un papel fundamental que desempeñar.

Leandro Álvarez Malgesini (@DonMalgeso)

1 comentario sobre “¿Paternando que es gerundio?

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