Noches sin dormir, cambio de pestosos pañales, carreras a urgencias, esterilizar biberones a las 3 de la mañana, llantinas en la oreja… Ser padre es difícil y tiene bastantes inconvenientes. Si no lo has vivido por ti mismo, olvídate de la bucólica imagen de los telefilmes siesteros de los domingos. Pero entonces… ¿Por qué nos empeñamos en ser padres? ¿En que nos condensa?
Es cierto que cuando un bebé te sonríe, por triste o decaído que estés, tú también sonríes por dentro. Estamos programados genéticamente para ello. Ya sabes, eso de perpetuar la especie, protegiendo a nuestros ADNherederos. Eso compensa, cierto, pero no tanto.
También es verdad que cuando tu monstruito pide perdón por haber pisoteado casi sin intención a alguien en el bus o el Metro, te sientes orgulloso de lo bien que lo estas educando. Si compensa, pero no tanto.
Nunca nadie, o casi nadie, dice a los padres de un niño que es feo. Siempre se le dice que es guapo, mono o al menos “simpático”. Y como eso suele venir en la misma típica conversación en la que te dicen que se parece mucho a ti, inconscientemente te aplicas a ti mismo el halago que le hacían a tu nena. Otra compensación, pero también insuficiente.
Un buen día, sin aviso previo, llega tu nena y te recita las vocales de corrido, sin venir a cuento, solo llega, te las suelta y se larga a la carrera mientras piensas: “Dios, que buen maestro soy”. Y eso compensa… pero poco.
¿Y entonces qué demonios es lo que nos compensa para ser padres? Pues la respuesta me vino sola a la cabeza la otra noche, mientras trataba de dormir a mi enanita.
Tranquilos, que ya os cuento.
Era la tercera o la cuarta vez que abandonaba la cena y la tele para acudir a la mini-cuna a volver a dormir a mi enanita insomne. Ya estaba un poco quemadillo, así que iba tratando de rebajar el enfado racionalizando, vamos, que iba gruñendo por lo bajinis algo parecido a “pero ¿que cojXXXs le pasa ahora?” y me estaba respondiendo a mí mismo con algo que había leído por la mañana y que venía a decir que aunque nosotros sepamos que en la cuna están seguros y a salvo, ellos solo saben que están solos.
El caso es que la cogí, y ella apoyo la cabeza en el interior de mi codo, me cogió un dedo con la mano y se durmió plácidamente. Y entonces me di cuenta de que no había llegado papá, si no Superman, Spiderman, Batman, Yo
Si, lo que nos compensa, es que todos hemos querido de niños ser algún superhéroe. De hecho sigo queriendo ser un superhéroe (Tio Gilito, para ser exactos) y durante un tiempo, eso es lo que somos para ellos. Su protector, su fuente de sabiduría, el que lo arregla todo, el que lo puede todo.
Eso y no otra cosa es lo que nos compensa, que para ellos no somos gorditos con entradas si no Star Swirl El Barbudo.