Dos niños, dos niñas, la parejita…¿qué prefieres?

Uno de los momentos más especiales de todo el embarazo gemelar, es cuando te informan del sexo de lo que está por venir (aunque no todas las parejas optan por saberlo).

En las fechas previas a conocer la noticia, tu vida se convierte en ocasiones en una auténtica casa de apuestas, con afirmaciones y opiniones de todos los colores: «lo ideal es la parejita, así ya lo tenéis hecho», «yo creo que van a ser dos niñas», «en tu familia predominan los niños así que vais a tener dos chicos», y un larguísimo etcétera…
Está claro que hay tres combinaciones posibles, pero sólo hay una apuesta ganadora: apostar a pares.
Y luego viene la inevitable pregunta: Y tú…¿qué prefieres?
En mi caso concreto no tenía ninguna preferencia en especial. Bueno…, miento,…Sí que me apetecía especialmente que al menos uno de los dos fuera niña. Había un exceso de masculinidad en mi familia y un toque de ternura femenino sería más que bienvenido. 
Los planteamientos por mi cabeza eran de la siguiente manera:
Según iban pasando los días, cada vez tenía una cosa más clara: ¡Fuera lo que fuera iba a ser algo muy bueno!
La parejita aportaba variedad y en el caso de que los dos fueran del mismo sexo, más facilidad para conectar en juegos, compartir cosas, etc… Todo tenía su parte buena y la verdad que a ninguna le encontraba la parte mala. 
Aunque en muchas ocasiones es bastante antes, normalmente en la revisión de la semana 20 es probable tener noticias. Depende de varios factores, pero es fundamental que haya transcurrido el tiempo mínimo de desarrollo y que haya una correcta colocación para que dejen ver su cosita, y esto…, no siempre es fácil. Hablamos de bebés, no de políticos en busca de la foto.
Llega la semana 20 y estás mirando la pantalla según van haciendo la ecografía, esperando nervioso que todo vaya bien. Por cierto, en mi caso la mayor parte de las veces las ecografías han sido como las catas de vinos. Los especialistas ven cosas que el común de los normales no alcanzamos…Igual que el catador ve tintes violetas y obtiene sabores afrutados, el ginecólogo muestra claramente partes del cuerpo que yo nunca llegué a descifrar. Pero eso da igual, lo único que quieres oír es…bien…y eso también está bien…y lo otro también…y de repente…¿queréis saber lo que es?,…¡una niña! 
Como tengo pares, había que repetir de nuevo el proceso y esperar el resultado y…¡otra niña!
En esos momentos la gran mayoría de padres actuamos como políticos después de las elecciones: todos estamos contentísimos con el resultado y en el fondo era lo que queríamos (la diferencia es que los padres tenemos motivos reales para estarlo y los políticos muchas veces no). 
¡Dos niñas! se puede sustituir por ¡Dos niños! o ¡Niña y niño! según los casos…
En los casos en los que eso no es así, sólo hay que esperar a verles el día que nacen para pensar que lo hemos tenido es lo mejor que nos podía pasar. Ya no les cambiarías por nada del mundo.
¡Al menos eso siento yo con mis mellizas!
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Dos niños, dos niñas, la parejita…¿qué prefieres?

Uno de los momentos más especiales de todo el embarazo gemelar, es cuando te informan del sexo de lo que está por venir (aunque no todas las parejas optan por saberlo).

En las fechas previas a conocer la noticia, tu vida se convierte en ocasiones en una auténtica casa de apuestas, con afirmaciones y opiniones de todos los colores: «lo ideal es la parejita, así ya lo tenéis hecho», «yo creo que van a ser dos niñas», «en tu familia predominan los niños así que vais a tener dos chicos», y un larguísimo etcétera…
Está claro que hay tres combinaciones posibles, pero sólo hay una apuesta ganadora: apostar a pares.
Y luego viene la inevitable pregunta: Y tú…¿qué prefieres?
En mi caso concreto no tenía ninguna preferencia en especial. Bueno…, miento,…Sí que me apetecía especialmente que al menos uno de los dos fuera niña. Había un exceso de masculinidad en mi familia y un toque de ternura femenino sería más que bienvenido. 
Los planteamientos por mi cabeza eran de la siguiente manera:
Según iban pasando los días, cada vez tenía una cosa más clara: ¡Fuera lo que fuera iba a ser algo muy bueno!
La parejita aportaba variedad y en el caso de que los dos fueran del mismo sexo, más facilidad para conectar en juegos, compartir cosas, etc… Todo tenía su parte buena y la verdad que a ninguna le encontraba la parte mala. 
Aunque en muchas ocasiones es bastante antes, normalmente en la revisión de la semana 20 es probable tener noticias. Depende de varios factores, pero es fundamental que haya transcurrido el tiempo mínimo de desarrollo y que haya una correcta colocación para que dejen ver su cosita, y esto…, no siempre es fácil. Hablamos de bebés, no de políticos en busca de la foto.
Llega la semana 20 y estás mirando la pantalla según van haciendo la ecografía, esperando nervioso que todo vaya bien. Por cierto, en mi caso la mayor parte de las veces las ecografías han sido como las catas de vinos. Los especialistas ven cosas que el común de los normales no alcanzamos…Igual que el catador ve tintes violetas y obtiene sabores afrutados, el ginecólogo muestra claramente partes del cuerpo que yo nunca llegué a descifrar. Pero eso da igual, lo único que quieres oír es…bien…y eso también está bien…y lo otro también…y de repente…¿queréis saber lo que es?,…¡una niña! 
Como tengo pares, había que repetir de nuevo el proceso y esperar el resultado y…¡otra niña!
En esos momentos la gran mayoría de padres actuamos como políticos después de las elecciones: todos estamos contentísimos con el resultado y en el fondo era lo que queríamos (la diferencia es que los padres tenemos motivos reales para estarlo y los políticos muchas veces no). 
¡Dos niñas! se puede sustituir por ¡Dos niños! o ¡Niña y niño! según los casos…
En los casos en los que eso no es así, sólo hay que esperar a verles el día que nacen para pensar que lo hemos tenido es lo mejor que nos podía pasar. Ya no les cambiarías por nada del mundo.
¡Al menos eso siento yo con mis mellizas!
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Las primeras semanas del embarazo gemelar.

La verdad es que durante las primeras semanas no hubo ni mareos, ni vómitos, ni problemas para dormir, ni siquiera pequeños dolores de cabeza. Quizás algún pequeño antojo, pero nada llamativo ni extravagante. Puede que en esto influyera que soy el padre, pero esto no está científicamente demostrado y hay muy pocos estudios al respecto.

Me pasaba horas mirando la barriga de mi pareja y además podía hacerlo sin que se sintiera incómoda ni me dijera inquisitivamente: – «¿Qué pasa? ¿He engordado?»

Físicamente no se notaba nada pero me embargaba la curiosidad,…¿notará algo?…¿se encontrará bien?…¿qué sentirá?…Aquello era para mí como los motivos que llevan a una mujer a casarse (enamorarse es ya más complicado) con Donald Trump: un misterio.

Melania Trump. Actual esposa de Donal Trump (2016)

Iba obteniendo respuestas a todas las preguntas que satisfacían mi curiosidad, pero eso es como cuando hablas de las fiestas de tu pueblo, por mucho que te las cuenten, para saber lo que son, hay que vivirlas…¿no?
Puede que algún día vaya a las fiestas de tu pueblo, pero veo más difícil quedarme embarazado…

Por otra parte, uno de los grandes clásicos que se plantea en ese momento es….¿cuándo lo decimos?
En este sentido hay varias doctrinas al respecto y yo creo que esto es como cuando le preguntan a Falete si prefiere comer un arroz con bovagante o un lechazo asado: ambas son correctas.

Por un lado están los que consideran oportuno contarlo desde el primer momento y por otra aquellos que esperan hasta la semana doce de embarazo.

¡Ah! ¡Otra cosa nueva para mí! ¡Los embarazos son de cuarenta semanas y no de nueve meses! Los meses tienen cuatro semanas en vez de treinta días, en fin…¡una movida!.
(Además, en el caso de un embarazo gemelar vivirás con un comentario constante durante todo el tiempo: «¡Lo normal es que se te adelante!»)

Los que defienden contarlo en la semana doce, argumentan que el embarazo está más consolidado y existen menos riesgos. Parece que hay menos probabilidades de que pase nada y así, en el caso de que surgiera cualquier imprevisto no deseado, no habría que dar explicaciones.

Los que defienden contarlo desde el principio argumentan que en el caso de que ese imprevisto surgiera, las personas a las que se lo han contado serían un gran apoyo en esos momentos.

¿Qué hacer entonces? En mi opinión, lo que parezca oportuno a la pareja.
(Con esta respuesta los usuarios pueden seleccionarla,  hacer  Ctrl +C y posteriormente Ctrl + V y responder a la práctica totalidad de preguntas que se les planteen)

Una cosa está clara….si unos amigos te comentan que van a tener hijo cuando ya tiene 2 añitos, asimila que estás bastante lejos de su círculo confianza, otra, es que durante las primeras semanas de embarazo parece que inconscientemente se establece un primer objetivo: ¡llegar perfectamente a la semana doce!

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Las primeras semanas del embarazo gemelar.

La verdad es que durante las primeras semanas no hubo ni mareos, ni vómitos, ni problemas para dormir, ni siquiera pequeños dolores de cabeza. Quizás algún pequeño antojo, pero nada llamativo ni extravagante. Puede que en esto influyera que soy el padre, pero esto no está científicamente demostrado y hay muy pocos estudios al respecto.

Me pasaba horas mirando la barriga de mi pareja y además podía hacerlo sin que se sintiera incómoda ni me dijera inquisitivamente: – «¿Qué pasa? ¿He engordado?»

Físicamente no se notaba nada pero me embargaba la curiosidad,…¿notará algo?…¿se encontrará bien?…¿qué sentirá?…Aquello era para mí como los motivos que llevan a una mujer a casarse (enamorarse es ya más complicado) con Donald Trump: un misterio.

Melania Trump. Actual esposa de Donal Trump (2016)

Iba obteniendo respuestas a todas las preguntas que satisfacían mi curiosidad, pero eso es como cuando hablas de las fiestas de tu pueblo, por mucho que te las cuenten, para saber lo que son, hay que vivirlas…¿no?
Puede que algún día vaya a las fiestas de tu pueblo, pero veo más difícil quedarme embarazado…

Por otra parte, uno de los grandes clásicos que se plantea en ese momento es….¿cuándo lo decimos?
En este sentido hay varias doctrinas al respecto y yo creo que esto es como cuando le preguntan a Falete si prefiere comer un arroz con bovagante o un lechazo asado: ambas son correctas.

Por un lado están los que consideran oportuno contarlo desde el primer momento y por otra aquellos que esperan hasta la semana doce de embarazo.

¡Ah! ¡Otra cosa nueva para mí! ¡Los embarazos son de cuarenta semanas y no de nueve meses! Los meses tienen cuatro semanas en vez de treinta días, en fin…¡una movida!.
(Además, en el caso de un embarazo gemelar vivirás con un comentario constante durante todo el tiempo: «¡Lo normal es que se te adelante!»)

Los que defienden contarlo en la semana doce, argumentan que el embarazo está más consolidado y existen menos riesgos. Parece que hay menos probabilidades de que pase nada y así, en el caso de que surgiera cualquier imprevisto no deseado, no habría que dar explicaciones.

Los que defienden contarlo desde el principio argumentan que en el caso de que ese imprevisto surgiera, las personas a las que se lo han contado serían un gran apoyo en esos momentos.

¿Qué hacer entonces? En mi opinión, lo que parezca oportuno a la pareja.
(Con esta respuesta los usuarios pueden seleccionarla,  hacer  Ctrl +C y posteriormente Ctrl + V y responder a la práctica totalidad de preguntas que se les planteen)

Una cosa está clara….si unos amigos te comentan que van a tener hijo cuando ya tiene 2 añitos, asimila que estás bastante lejos de su círculo confianza, otra, es que durante las primeras semanas de embarazo parece que inconscientemente se establece un primer objetivo: ¡llegar perfectamente a la semana doce!

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Bivitelino, monoamniótico y otras movidas raras…

Una vez que fui asimilando la noticia de que iba a tener gemelos, lo primero que pensé es que iba a tener dos hijos iguales. Una vez más, mi ignorancia quedaba de manifiesto.

Tener gemelos era tener dos hijos prácticamente iguales y tener mellizos era tener dos hijos que podían ser parecidos o totalmente diferentes. Hasta ahí habían llegado mis pensamientos sobre este asunto y poco más ya que no era algo que me planteara que me pudiera pasar a mí.
Fotografías de Martin Schoeller.


Lo primero que aprendí es que todo embarazo en el que haya dos fetos, es gemelar. Podía tener sentido, la verdad que nunca había oído embarazo «mellizar» ni nada que se le pareciese.
Eso sí, quedaban muchos conceptos por aprender…
Una vez aclarado este punto, lo segundo que aprendí era que el embarazo pasaba a ser de alto riesgo. No había nada por lo que preocuparse, simplemente había que tener unos mayores cuidados y controles porque se gestaban dos personitas a la vez.

 Embarazo Alto Riesgo. Tengo Pares.

Pero la cosa no acaba ahí…Empecé a escuchar que el índice de riesgo venía determinado por otra serie de factores: si el embarazo era monocigótico o no, si había uno o dos sacos amnióticos, una o dos placentas…
La verdad que en esos momentos lo único que me sonaba con total claridad era lo de la placenta. Tenía clara su existencia, pero el resto de conceptos, o los había olvidado, o nunca los había sabido….


El menor riesgo lo tenía el embarazo bicorial biamniótico, es decir dos placentas y dos sacos amnióticos. Cada uno tiene lo suyo y por tanto las posibilidades de discutir disminuyen.
Como en todo, existen diferentes tipos de combinaciones:

Para profundizar más en el tema, os recomiendo la lectura de Coks Feenstra
Esto es como todo en la vida…¡no te interesa una cosa hasta que la vives en primera persona!

Posteriormente llegarían otras palabras también desconocidas para mí como moisés, muselina, pasta al agua, capazo …pero esas forman parte de otro capítulo.
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Bivitelino, monoamniótico y otras movidas raras…

Una vez que fui asimilando la noticia de que iba a tener gemelos, lo primero que pensé es que iba a tener dos hijos iguales. Una vez más, mi ignorancia quedaba de manifiesto.

Tener gemelos era tener dos hijos prácticamente iguales y tener mellizos era tener dos hijos que podían ser parecidos o totalmente diferentes. Hasta ahí habían llegado mis pensamientos sobre este asunto y poco más ya que no era algo que me planteara que me pudiera pasar a mí.
Fotografías de Martin Schoeller.


Lo primero que aprendí es que todo embarazo en el que haya dos fetos, es gemelar. Podía tener sentido, la verdad que nunca había oído embarazo «mellizar» ni nada que se le pareciese.
Eso sí, quedaban muchos conceptos por aprender…
Una vez aclarado este punto, lo segundo que aprendí era que el embarazo pasaba a ser de alto riesgo. No había nada por lo que preocuparse, simplemente había que tener unos mayores cuidados y controles porque se gestaban dos personitas a la vez.

 Embarazo Alto Riesgo. Tengo Pares.

Pero la cosa no acaba ahí…Empecé a escuchar que el índice de riesgo venía determinado por otra serie de factores: si el embarazo era monocigótico o no, si había uno o dos sacos amnióticos, una o dos placentas…
La verdad que en esos momentos lo único que me sonaba con total claridad era lo de la placenta. Tenía clara su existencia, pero el resto de conceptos, o los había olvidado, o nunca los había sabido….


El menor riesgo lo tenía el embarazo bicorial biamniótico, es decir dos placentas y dos sacos amnióticos. Cada uno tiene lo suyo y por tanto las posibilidades de discutir disminuyen.
Como en todo, existen diferentes tipos de combinaciones:

Para profundizar más en el tema, os recomiendo la lectura de Coks Feenstra
Esto es como todo en la vida…¡no te interesa una cosa hasta que la vives en primera persona!

Posteriormente llegarían otras palabras también desconocidas para mí como moisés, muselina, pasta al agua, capazo …pero esas forman parte de otro capítulo.
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Voy a ser padre…múltiple

Hay eventos o situaciones que sin duda recordaremos toda la vida. Aquella medalla que ganaste en el colegio que te llevó a pensar que algún día serías olímpico, ese gran ridículo que te hizo grande y que tus amigos se encargan de recordarte, en dos de cada cuatro reuniones, por mucho que hayan pasado los años, cuándo y cómo le pediste a tu mujer que se casara contigo y por supuesto, el día que te enteras de que vas a ser padre.
Por muy pronto que sea, la verdad es que no me suele costar mucho levantarme, pero recuerdo perfectamente el respingo que di en la cama cuando mi mujer salió del baño y me dijo: «Pues parece ser que sí», con un test de embarazo de la mano.
Después de pasar dos minutos de completo semi shock, hice algo muy habitual en mí cuando me dan una noticia que me descoloca, sobre todo si es algo positivo: cuestionar su veracidad.
Tras escuchar que este tipo de pruebas tenía una fiabilidad bastante grande, empecé a tener una sensación de felicidad nerviosa. La verdad es que tampoco tenía que sorprenderme tanto ya que era algo que realmente quería que pasara. 
Luego llegaron los abrazos y palabras propias del momento, que no voy a reproducir aquí porque creo que pertenecen a otro tipo de blogs más del estilo de seguidoras del Diario de Noa y acto seguido me empezaron a surgir un montón de preguntas por la cabeza: ¿será verdad?, ¿en qué mes va a nacer?, ¿estará todo bien?, ¿decimos algo?, ¿y ahora qué hacemos?…
Curiosamente en esos momentos no me planteaba si sería niño o niña. De manera absurda y completamente irracional mi cabeza pensaba que iba a tener un hijo, y al decir hijo lo asociaba de manera inherente con un niño pese a que toda mi vida había querido tener una niña.  En mi familia hemos sido siempre mayoría de varones y una niña era el deseo todos. Lo que no sabíamos era que todos estábamos equivocados…¡pero que muy equivocados!…

Pasamos dos días con un montón de proyectos e ilusiones en la cabeza y fuimos a un ginecólogo de confianza para comprobar que efectivamente todo lo que estaba pasando era cierto.
Lo dicho, las buenas noticias te las tienen que confirmar al cien por cien.Y así era. Allí había un pequeño punto negro que así lo indicaba. Hubo un momento en el que nos dijeron que parecían dos embriones en vez de uno pero todo quedó en una falsa alarma…El ginecólogo era de confianza pero el ecógrafo parece que era de poco después de la posguerra… «¡Nada! ¡Es un pliegue que ha hecho ver que pareciesen dos pero parece que sólo es uno!»
Así nos fuimos a casa. La verdad que en un momento dado me hacía gracia y hasta ilusión el hecho de pensar que hubieran podido ser dos, pero nada, era sólo uno…
En esos momentos recordé un anuncio de la tele sobre un producto para evitar la caída de cabello. Era sobre un señor que iba al ginecólogo y le decían que iba a ser padre de gemelos y con el susto se le empezaba a caer el pelo de manera irremediable. Pensé que era muy exagerado, tampoco era para tanto ¿no? ¡a mí me hubiera molado que fueran dos!
Foto | thinkstock
Al poco tiempo, pasadas unas semanas, tuvimos que ira a una revisión médica para comprobar que todo estaba correcto. La verdad que no sé porqué pero iba especialmente nervioso. Siempre me han inquietado los hospitales y durante el embarazo, sobre todo al principio, mi nivel de tensión era muy alto. Y así llegamos a la situación en la que el ginecólogo encargado dijo: «Está todo bien. Todo correcto. Es claramente un embarazo gemelar,…bla bla bla….»
Mi nivel de nervios en esos momentos era tal que entendí nuclear en vez de gemelar. 
– ¿Nuclear? 
Pregunté con cara de no entender nada.
– GE-ME-LAR 
Me contestó con cara de estar hablando con un completo idiota.
– ¡Aaaah! ¡Gemelar!
Y en ese momento me quedé tan tranquilo porque todo estaba bien.
Tardé bastante en asimilar el concepto y lo que eso suponía. 
Ya se me había olvidado aquella posibilidad, ¡era claramente un pliegue!…además no teníamos indicios que favoreciesen esa posibilidad, pero no, lo vimos claros, dos puntitos negros latiendo a una velocidad endiablada que indicaban que sí…iba a ser padre…¡múltiple!
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Voy a ser padre…múltiple

Hay eventos o situaciones que sin duda recordaremos toda la vida. Aquella medalla que ganaste en el colegio que te llevó a pensar que algún día serías olímpico, ese gran ridículo que te hizo grande y que tus amigos se encargan de recordarte, en dos de cada cuatro reuniones, por mucho que hayan pasado los años, cuándo y cómo le pediste a tu mujer que se casara contigo y por supuesto, el día que te enteras de que vas a ser padre.
Por muy pronto que sea, la verdad es que no me suele costar mucho levantarme, pero recuerdo perfectamente el respingo que di en la cama cuando mi mujer salió del baño y me dijo: «Pues parece ser que sí», con un test de embarazo de la mano.
Después de pasar dos minutos de completo semi shock, hice algo muy habitual en mí cuando me dan una noticia que me descoloca, sobre todo si es algo positivo: cuestionar su veracidad.
Tras escuchar que este tipo de pruebas tenía una fiabilidad bastante grande, empecé a tener una sensación de felicidad nerviosa. La verdad es que tampoco tenía que sorprenderme tanto ya que era algo que realmente quería que pasara. 
Luego llegaron los abrazos y palabras propias del momento, que no voy a reproducir aquí porque creo que pertenecen a otro tipo de blogs más del estilo de seguidoras del Diario de Noa y acto seguido me empezaron a surgir un montón de preguntas por la cabeza: ¿será verdad?, ¿en qué mes va a nacer?, ¿estará todo bien?, ¿decimos algo?, ¿y ahora qué hacemos?…
Curiosamente en esos momentos no me planteaba si sería niño o niña. De manera absurda y completamente irracional mi cabeza pensaba que iba a tener un hijo, y al decir hijo lo asociaba de manera inherente con un niño pese a que toda mi vida había querido tener una niña.  En mi familia hemos sido siempre mayoría de varones y una niña era el deseo todos. Lo que no sabíamos era que todos estábamos equivocados…¡pero que muy equivocados!…

Pasamos dos días con un montón de proyectos e ilusiones en la cabeza y fuimos a un ginecólogo de confianza para comprobar que efectivamente todo lo que estaba pasando era cierto.
Lo dicho, las buenas noticias te las tienen que confirmar al cien por cien.Y así era. Allí había un pequeño punto negro que así lo indicaba. Hubo un momento en el que nos dijeron que parecían dos embriones en vez de uno pero todo quedó en una falsa alarma…El ginecólogo era de confianza pero el ecógrafo parece que era de poco después de la posguerra… «¡Nada! ¡Es un pliegue que ha hecho ver que pareciesen dos pero parece que sólo es uno!»
Así nos fuimos a casa. La verdad que en un momento dado me hacía gracia y hasta ilusión el hecho de pensar que hubieran podido ser dos, pero nada, era sólo uno…
En esos momentos recordé un anuncio de la tele sobre un producto para evitar la caída de cabello. Era sobre un señor que iba al ginecólogo y le decían que iba a ser padre de gemelos y con el susto se le empezaba a caer el pelo de manera irremediable. Pensé que era muy exagerado, tampoco era para tanto ¿no? ¡a mí me hubiera molado que fueran dos!
Foto | thinkstock
Al poco tiempo, pasadas unas semanas, tuvimos que ira a una revisión médica para comprobar que todo estaba correcto. La verdad que no sé porqué pero iba especialmente nervioso. Siempre me han inquietado los hospitales y durante el embarazo, sobre todo al principio, mi nivel de tensión era muy alto. Y así llegamos a la situación en la que el ginecólogo encargado dijo: «Está todo bien. Todo correcto. Es claramente un embarazo gemelar,…bla bla bla….»
Mi nivel de nervios en esos momentos era tal que entendí nuclear en vez de gemelar. 
– ¿Nuclear? 
Pregunté con cara de no entender nada.
– GE-ME-LAR 
Me contestó con cara de estar hablando con un completo idiota.
– ¡Aaaah! ¡Gemelar!
Y en ese momento me quedé tan tranquilo porque todo estaba bien.
Tardé bastante en asimilar el concepto y lo que eso suponía. 
Ya se me había olvidado aquella posibilidad, ¡era claramente un pliegue!…además no teníamos indicios que favoreciesen esa posibilidad, pero no, lo vimos claros, dos puntitos negros latiendo a una velocidad endiablada que indicaban que sí…iba a ser padre…¡múltiple!
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¡Comenzamos!

Fueron muchos los post, artículos de opinión, páginas web y un largo etc los que leí durante el embarazo de mi pareja mientras esperábamos a nuestras mellizas.
La mayoría de ellos correspondían a mujeres y por supuesto me sirvieron de gran ayuda pero tal vez eché un poco de menos tener alguna visión desde un punto de vista paterno.

En este blog podrás ver las vivencias, paranoias y reflexiones de un padre de mellizas…

Ya no tengo tiempo de jugar al mus…¡pero tengo pares!

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Fueron muchos los post, artículos de opinión, páginas web y un largo etc los que leí durante el embarazo de mi pareja mientras esperábamos a nuestras mellizas.
La mayoría de ellos correspondían a mujeres y por supuesto me sirvieron de gran ayuda pero tal vez eché un poco de menos tener alguna visión desde un punto de vista paterno.

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Ya no tengo tiempo de jugar al mus…¡pero tengo pares!

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