Crónica de un verano accidentado


Tenía pensado haber escrito por Halloween, por eso de ser un zombi 2.0 más que regresaba de entre los muertos digitales, pero al final uno va posponiendo y posponiendo y al final este blog va a tener una frecuencia de entradas similar a la de cobros de un autónomo y eso no es plan. 

Como diría mi amiga la pintxopeinetera  «esto es una entrada de las que sacamos de muy adentro». Es el relato, tal cual, sin paños calientes ni morfina de lo que vivimos este verano en primera persona, esto no es un «me lo contó mi primo Juan«, esto es lo que pasó una tarde de Agosto, 13 para ser exactos. 

Han pasado ya varios meses desde que regresamos de las vacaciones, semanas desde que nos llevamos el susto de nuestras vidas y aún sigue ahí, acechando cual dementor, como un halcón observando su futura presa, listo para saltar sobre ella.

No creo que nunca se borre de mi retina esa imagen, sé que se ha quedado grabada ahí, en el fondo, como si la vida hubiera hecho pause durante el tiempo justo para quemar esa imagen en nuestra pantalla y ahora la veremos siempre de fondo. Es el recuerdo, una secuela de algo que puedo terminar realmente mal y que por suerte tuvo final feliz.

No se cuantas veces había leído artículos sobre el peligro del agua y los niños pequeños, incluso había escrito algún artículo hablando de ello y como supongo nos pasa a muchos, creemos que nunca nos va a suceder a nosotros. Pero la vida no juega con nuestras mismas reglas, ella usa las suyas y trae su propia baraja a la mesa y ese día la estadística resultó en un «ahora juegas tú» y entonces silencio por un instante, unas décimas de segundo, miradas, tu cabeza analizando la situación en cuestión de milésimas. 

El resultado es claro, algo no está bien, en la escena que tienes ante tus ojos falta un actor principal, alguien no está donde debería. Y entonces saltas, saltas como nunca antes lo habías hecho. Una parte de tus pensamientos comienzan a trazar un esbozo de lo que será la próxima escena, la otra, lo niega y los aparta…hoy no, a él no. Pero sabes de sobra que es lo que te vas a encontrar, has oído a tu hijo mayor decir que su hermano ya sabe nadar…y sabes que no es cierto, nunca ha aprendido, sabes que si le sueltas se hunde y eso es justo lo que te encuentras, tu pequeño está en el fondo, tu mente hace la foto y la graba a fuego en lo más profundo de ti, en esa parte del alma donde se guardan los sentimientos más puros, los que cuando salen a la luz lo hacen atravesando todo tu ser.

Te tiras gritando para ti, «ya voy, ya estoy aquí, aguanta un poco más». Ya sale, lo tienes, has llegado hasta él…pero…pero no responde, no llora, ¿por qué no llora? !Tiene que estar asustado¡ Miras hacia el resto y les ves como si estuvieran lejos, oyes a su madre gritar, a la gente correr, un móvil…¿por qué no llora?…lo sabes de sobra, pero jamás has negado una evidencia de forma tan vehemente, en tu mente no cabe esa posibilidad, no vas a perderle, no puedes perder tu mundo, tu vida…tu pequeño.

Unas manos le recogen y lo dejan en tierra, comienzan las maniobras de reanimación, una…dos…tres…¡abre los ojos!  ¡Ha vuelto! Vomita, le cojo, aún está muy desorientado y apenas tiene fuerzas, pero respira. 

Tiene sueño y frío, procuro que no se duerma mientras llega la ambulancia. Pasa un rato y la ambulancia sigue sin aparecer, no encuentran donde estamos. ¡Y te cagas en quien tuvo la feliz idea de construir una idílica casa en una zona que ni sale en los mapas!  Alguien sale a buscarles y aparecen al rato, enseguida le cogen, en sus caras la sorpresa…esta vez el niño está vivo, el alivio.

El oxígeno en sangre está bajo, hay que llevarlo al hospital. Cuando llegamos ya está bastante mejor aunque sigue apagado, llegan las placas, los intentos por ponerle una vía en urgencias, las miradas de la gente…esas miradas de otros padres que ves como agarran y acercan a sus hijos, como si quisieran asegurarse de que siguen ahí, con ellos. 

Se tiene que quedar en observación, ahora el peligro es el ahogamiento secundario y si aparecen lesiones o infecciones en los pulmones. Le dejan dormir mientras preparan el traslado a planta. Ya en pediatría le vuelven a observar y le colocan una vía, esta vez sin demasiados problemas (es lo que tiene trabajar con niños de continuo) El sueño, el dolor y que todo el mundo le pregunte le está poniendo de muy mal humor.

Tras la exploración nos dicen que está bien, que no debía de llevar mucho tiempo en el agua (apenas unos segundos) que si hubiera llevado más tiempo nos hubiera costado mucho más recuperarle, que son cosas que pasan…que la semana pasada trajeron a una niña igual..que el verano…los niños…el agua.

Llegamos a la habitación y se duerme, esta vez durante un buen rato. Tiempo que nos da para q $laquenososporta y yo podamos quitarnos las caretas de «no ha pasado nada». Entonces te paras a pensar, piensas que no sé ni cómo ni cuando salieron el resto de niños que había en la piscina, que hay un niño de cuatro años que ha visto en crudo una escena que no debería nunca haber presenciado, que jamás habías sentido algo tan fuerte en tu vida, que te va a costar mucho digerir todo esto.

 Cuando despierta es otro niño, los niveles de oxígeno se han recuperado y él ya se comporta como siempre, su sonrisa vuelve a iluminarlo todo de nuevo. Se ha ganado un pijama de dibujos y llevar una luz superchula en el dedo, un grifo en la muñeca, ah..y lo más importante..la tablet para él solo.

Su madre se quedo esa noche junto a él y durmió de un tirón (al pequeñoJ me refiero), a la mañana siguiente llega el alta, antibióticos por si las moscas y un niño que ha descubierto que le encantan los kiuguis (kiwis, es más complicado escribirlo que pronunciarlo) y que está deseando ver a su hermano de nuevo.

A la salida, la última revisión y de nuevo,  el verano…los niños…el agua..son accidentes. No importa, nada puede quitarte esa sensación de encima, ese sentimiento de haber fallado; Racionalmente sabes que fue un accidente, estabas a menos de tres metros de él, donde se suponía que le oirías, donde le podíamos ver siempre y fallaste. Fallaste porque a veces la vida lleva mejor mano que la tuya. Menos mal que esta vez nos pilló con un par de ases en la manga.

Gracias a su tía (aka cuñaaaa) por no pensárselo dos veces y traerlo de vuelta, nunca podremos agradecértelo lo bastante.
Gracias a su madre que fue capaz de escuchar lo que ninguno oímos.
Gracias a Nacho por esa persecución de película (espero que no haya habido consecuencias).
Gracias al servicio de pediatría del Hospital Público de Motril por su trato.
Gracias a todos los que os preocupasteis y los que estuvisteis ahí, al otro lado del 2.0

Por favor tened cuidado, porque es cierto, SI que puede tocarte a ti.


No quiero pensar que hubiese terminado de otra forma


Foto candi

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Crónica de un verano accidentado


Tenía pensado haber escrito por Halloween, por eso de ser un zombi 2.0 más que regresaba de entre los muertos digitales, pero al final uno va posponiendo y posponiendo y al final este blog va a tener una frecuencia de entradas similar a la de cobros de un autónomo y eso no es plan. 

Como diría mi amiga la pintxopeinetera  «esto es una entrada de las que sacamos de muy adentro». Es el relato, tal cual, sin paños calientes ni morfina de lo que vivimos este verano en primera persona, esto no es un «me lo contó mi primo Juan«, esto es lo que pasó una tarde de Agosto, 13 para ser exactos. 

Han pasado ya varios meses desde que regresamos de las vacaciones, semanas desde que nos llevamos el susto de nuestras vidas y aún sigue ahí, acechando cual dementor, como un halcón observando su futura presa, listo para saltar sobre ella.

No creo que nunca se borre de mi retina esa imagen, sé que se ha quedado grabada ahí, en el fondo, como si la vida hubiera hecho pause durante el tiempo justo para quemar esa imagen en nuestra pantalla y ahora la veremos siempre de fondo. Es el recuerdo, una secuela de algo que puedo terminar realmente mal y que por suerte tuvo final feliz.

No se cuantas veces había leído artículos sobre el peligro del agua y los niños pequeños, incluso había escrito algún artículo hablando de ello y como supongo nos pasa a muchos, creemos que nunca nos va a suceder a nosotros. Pero la vida no juega con nuestras mismas reglas, ella usa las suyas y trae su propia baraja a la mesa y ese día la estadística resultó en un «ahora juegas tú» y entonces silencio por un instante, unas décimas de segundo, miradas, tu cabeza analizando la situación en cuestión de milésimas. 

El resultado es claro, algo no está bien, en la escena que tienes ante tus ojos falta un actor principal, alguien no está donde debería. Y entonces saltas, saltas como nunca antes lo habías hecho. Una parte de tus pensamientos comienzan a trazar un esbozo de lo que será la próxima escena, la otra, lo niega y los aparta…hoy no, a él no. Pero sabes de sobra que es lo que te vas a encontrar, has oído a tu hijo mayor decir que su hermano ya sabe nadar…y sabes que no es cierto, nunca ha aprendido, sabes que si le sueltas se hunde y eso es justo lo que te encuentras, tu pequeño está en el fondo, tu mente hace la foto y la graba a fuego en lo más profundo de ti, en esa parte del alma donde se guardan los sentimientos más puros, los que cuando salen a la luz lo hacen atravesando todo tu ser.

Te tiras gritando para ti, «ya voy, ya estoy aquí, aguanta un poco más». Ya sale, lo tienes, has llegado hasta él…pero…pero no responde, no llora, ¿por qué no llora? !Tiene que estar asustado¡ Miras hacia el resto y les ves como si estuvieran lejos, oyes a su madre gritar, a la gente correr, un móvil…¿por qué no llora?…lo sabes de sobra, pero jamás has negado una evidencia de forma tan vehemente, en tu mente no cabe esa posibilidad, no vas a perderle, no puedes perder tu mundo, tu vida…tu pequeño.

Unas manos le recogen y lo dejan en tierra, comienzan las maniobras de reanimación, una…dos…tres…¡abre los ojos!  ¡Ha vuelto! Vomita, le cojo, aún está muy desorientado y apenas tiene fuerzas, pero respira. 

Tiene sueño y frío, procuro que no se duerma mientras llega la ambulancia. Pasa un rato y la ambulancia sigue sin aparecer, no encuentran donde estamos. ¡Y te cagas en quien tuvo la feliz idea de construir una idílica casa en una zona que ni sale en los mapas!  Alguien sale a buscarles y aparecen al rato, enseguida le cogen, en sus caras la sorpresa…esta vez el niño está vivo, el alivio.

El oxígeno en sangre está bajo, hay que llevarlo al hospital. Cuando llegamos ya está bastante mejor aunque sigue apagado, llegan las placas, los intentos por ponerle una vía en urgencias, las miradas de la gente…esas miradas de otros padres que ves como agarran y acercan a sus hijos, como si quisieran asegurarse de que siguen ahí, con ellos. 

Se tiene que quedar en observación, ahora el peligro es el ahogamiento secundario y si aparecen lesiones o infecciones en los pulmones. Le dejan dormir mientras preparan el traslado a planta. Ya en pediatría le vuelven a observar y le colocan una vía, esta vez sin demasiados problemas (es lo que tiene trabajar con niños de continuo) El sueño, el dolor y que todo el mundo le pregunte le está poniendo de muy mal humor.

Tras la exploración nos dicen que está bien, que no debía de llevar mucho tiempo en el agua (apenas unos segundos) que si hubiera llevado más tiempo nos hubiera costado mucho más recuperarle, que son cosas que pasan…que la semana pasada trajeron a una niña igual..que el verano…los niños…el agua.

Llegamos a la habitación y se duerme, esta vez durante un buen rato. Tiempo que nos da para q $laquenososporta y yo podamos quitarnos las caretas de «no ha pasado nada». Entonces te paras a pensar, piensas que no sé ni cómo ni cuando salieron el resto de niños que había en la piscina, que hay un niño de cuatro años que ha visto en crudo una escena que no debería nunca haber presenciado, que jamás habías sentido algo tan fuerte en tu vida, que te va a costar mucho digerir todo esto.

 Cuando despierta es otro niño, los niveles de oxígeno se han recuperado y él ya se comporta como siempre, su sonrisa vuelve a iluminarlo todo de nuevo. Se ha ganado un pijama de dibujos y llevar una luz superchula en el dedo, un grifo en la muñeca, ah..y lo más importante..la tablet para él solo.

Su madre se quedo esa noche junto a él y durmió de un tirón (al pequeñoJ me refiero), a la mañana siguiente llega el alta, antibióticos por si las moscas y un niño que ha descubierto que le encantan los kiuguis (kiwis, es más complicado escribirlo que pronunciarlo) y que está deseando ver a su hermano de nuevo.

A la salida, la última revisión y de nuevo,  el verano…los niños…el agua..son accidentes. No importa, nada puede quitarte esa sensación de encima, ese sentimiento de haber fallado; Racionalmente sabes que fue un accidente, estabas a menos de tres metros de él, donde se suponía que le oirías, donde le podíamos ver siempre y fallaste. Fallaste porque a veces la vida lleva mejor mano que la tuya. Menos mal que esta vez nos pilló con un par de ases en la manga.

Gracias a su tía (aka cuñaaaa) por no pensárselo dos veces y traerlo de vuelta, nunca podremos agradecértelo lo bastante.
Gracias a su madre que fue capaz de escuchar lo que ninguno oímos.
Gracias a Nacho por esa persecución de película (espero que no haya habido consecuencias).
Gracias al servicio de pediatría del Hospital Público de Motril por su trato.
Gracias a todos los que os preocupasteis y los que estuvisteis ahí, al otro lado del 2.0

Por favor tened cuidado, porque es cierto, SI que puede tocarte a ti.


No quiero pensar que hubiese terminado de otra forma


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