Las infusiones pueden ser peligrosas para los bebés (I)

La típica frase que dice que el cuerpo humano es una máquina perfecta hace tiempo que pasó a la historia. Estamos asistiendo en la actualidad a un fenómeno de “hipermedicación” en que cualquier variante de la normalidad se considera como un error o enfermedad a subsanar y este problema está afectando también a los niños (ya que son medicados por los padres).

En la intención de dar a los pequeños un tratamiento lo más sano posible muchas madres y padres ofrecen a sus hijos infusiones o preparados que muchas veces se venden con la garantía de ser un producto natural, como si la coletilla “natural” significara “exento de efectos secundarios”.

La realidad es que las infusiones de hierbas son más peligrosas de lo que parece y por tanto no deberían darse a los niños enfermos, y mucho menos a los sanos (la mayoría de los que las reciben).

Los bebés son más pequeños

Los bebés son más vulnerables que los adultos ante la toma de cualquier medicación dado su menor tamaño y las dosis deben ser calculadas en base a su peso, para evitar intoxicaciones.

Las infusiones de hierbas no dejan de ser tratamientos que pueden tener efectos secundarios ya que la mayoría contienen principios farmacológicamente activos y por lo tanto pueden provocar intoxicaciones según la cantidad administrada.

Si tenemos en cuenta también que la composición de las infusiones o preparados no está estandarizada, el peligro aumenta, pues un sobre de la infusión A puede provocar mayor efecto que un sobre de la infusión B.

No hay datos sobre su seguridad

Se calcula que alrededor del 80% de los medicamentos que actualmente se administran a los niños no han sido estudiados con ellos(básicamente por una cuestión ética… ¿quién dejaría que se hicieran pruebas médicas con su hijo?).

Si no se han realizado pruebas con la mayoría de medicamentos y por lo tanto se administran en base a suposiciones, con el riesgo que ello conlleva, menos seguridad hay todavía en los posibles efectos que puedan provocar las infusiones, que tampoco han sido estudiadas y cuya dosificación no está descrita.

Pueden ser tóxicas

Algunas plantas contienen productos tóxicos y si se toman en cantidad o tiempo suficiente podrían dañar al bebé.

Estamos hablando de alfalfa, amapola, anís estrellado (retirado del mercado español), anís verde, artemisa, boj, boldo, caulofilo, cornezuelo, efedra, eucalipto, fucus, hinojo, hisopo, kava (retirado del mercado español), nuez moscada o salvia.

Muchas infusiones contienen taninos y otros compuestos que ligan el hierro y otros minerales, disminuyendo su biodisponibilidad (o sea, evitando que el bebé lo absorba correctamente). Es el caso, por ejemplo, de la manzanilla, el té verde y otros tipos de tes.

El anís, el hinojo y el comino actúan según su principio activo anetol, un depresor neurológico que produce, según la dosis, somnolencia, convulsiones y coma. Por desgracia existen muchos casos de niños intoxicados con estas hierbas (sobretodo por el anís estrellado).

Azúcar y agua: mejor no

Otro factor a tener en cuenta es el azúcar con que se suelen preparar. El azúcar aumenta el riesgo de obesidad y caries y predispone a los niños al sabor dulce, dificultando más adelante la aceptación de otros sabores.

Las infusiones, además, no tienen ningún valor alimenticio, por lo que no sustituye nutricionalmente a ningún otro alimento. Si el que la toma es un bebé lactante la sustitución de leche por una infusión (agua+hierbas) es todavía más grave, pues estará llenando el estómago de líquido cuando podría haber recibido una toma de leche, mucho más nutritiva.

Un punto y aparte merecen las infusiones instantáneas para bebés, que vienen en latas para ser preparadas con agua. En unos días os hablo de ellas.

Más información: Guía de Lactancia Materna para profesionales de la AEP (pág. 402), IHAN (pág. 21), Lactancia y Pediatría La Plata

Publicado originalmente en Bebés y más.

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Las infusiones pueden ser peligrosas para los bebés (I)

La típica frase que dice que el cuerpo humano es una máquina perfecta hace tiempo que pasó a la historia. Estamos asistiendo en la actualidad a un fenómeno de “hipermedicación” en que cualquier variante de la normalidad se considera como un error o enfermedad a subsanar y este problema está afectando también a los niños (ya que son medicados por los padres).

En la intención de dar a los pequeños un tratamiento lo más sano posible muchas madres y padres ofrecen a sus hijos infusiones o preparados que muchas veces se venden con la garantía de ser un producto natural, como si la coletilla “natural” significara “exento de efectos secundarios”.

La realidad es que las infusiones de hierbas son más peligrosas de lo que parece y por tanto no deberían darse a los niños enfermos, y mucho menos a los sanos (la mayoría de los que las reciben).

Los bebés son más pequeños

Los bebés son más vulnerables que los adultos ante la toma de cualquier medicación dado su menor tamaño y las dosis deben ser calculadas en base a su peso, para evitar intoxicaciones.

Las infusiones de hierbas no dejan de ser tratamientos que pueden tener efectos secundarios ya que la mayoría contienen principios farmacológicamente activos y por lo tanto pueden provocar intoxicaciones según la cantidad administrada.

Si tenemos en cuenta también que la composición de las infusiones o preparados no está estandarizada, el peligro aumenta, pues un sobre de la infusión A puede provocar mayor efecto que un sobre de la infusión B.

No hay datos sobre su seguridad

Se calcula que alrededor del 80% de los medicamentos que actualmente se administran a los niños no han sido estudiados con ellos(básicamente por una cuestión ética… ¿quién dejaría que se hicieran pruebas médicas con su hijo?).

Si no se han realizado pruebas con la mayoría de medicamentos y por lo tanto se administran en base a suposiciones, con el riesgo que ello conlleva, menos seguridad hay todavía en los posibles efectos que puedan provocar las infusiones, que tampoco han sido estudiadas y cuya dosificación no está descrita.

Pueden ser tóxicas

Algunas plantas contienen productos tóxicos y si se toman en cantidad o tiempo suficiente podrían dañar al bebé.

Estamos hablando de alfalfa, amapola, anís estrellado (retirado del mercado español), anís verde, artemisa, boj, boldo, caulofilo, cornezuelo, efedra, eucalipto, fucus, hinojo, hisopo, kava (retirado del mercado español), nuez moscada o salvia.

Muchas infusiones contienen taninos y otros compuestos que ligan el hierro y otros minerales, disminuyendo su biodisponibilidad (o sea, evitando que el bebé lo absorba correctamente). Es el caso, por ejemplo, de la manzanilla, el té verde y otros tipos de tes.

El anís, el hinojo y el comino actúan según su principio activo anetol, un depresor neurológico que produce, según la dosis, somnolencia, convulsiones y coma. Por desgracia existen muchos casos de niños intoxicados con estas hierbas (sobretodo por el anís estrellado).

Azúcar y agua: mejor no

Otro factor a tener en cuenta es el azúcar con que se suelen preparar. El azúcar aumenta el riesgo de obesidad y caries y predispone a los niños al sabor dulce, dificultando más adelante la aceptación de otros sabores.

Las infusiones, además, no tienen ningún valor alimenticio, por lo que no sustituye nutricionalmente a ningún otro alimento. Si el que la toma es un bebé lactante la sustitución de leche por una infusión (agua+hierbas) es todavía más grave, pues estará llenando el estómago de líquido cuando podría haber recibido una toma de leche, mucho más nutritiva.

Un punto y aparte merecen las infusiones instantáneas para bebés, que vienen en latas para ser preparadas con agua. En unos días os hablo de ellas.

Más información: Guía de Lactancia Materna para profesionales de la AEP (pág. 402), IHAN (pág. 21), Lactancia y Pediatría La Plata

Publicado originalmente en Bebés y más.

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Al ir al médico hay que decir siempre la verdad

Las visitas al pediatra o a la enfermera suelen ser motivo de angustia y de rechazo por parte de los niños. Para que lo lleven lo mejor posible se recomienda decirles siempre la verdad.

Cuando son bebés no hay mucho problema, pues van donde les lleven sin rechistar, pero a la que empiezan a entendernos aparecen las primeras reticencias a la hora de acudir al médico.

Sobre la actuación de los profesionales con los niños hay mucho que debatir y probablemente mucho a mejorar (el trato, las miradas, el tacto,…), quizás otro día hable de ello, si a alguien le interesa.

Sin embargo hay otras cosas que pasan en la consulta que no se pueden cambiar demasiado, es lo que hay:

  • No se puede ver la garganta sin el depresor o “palito” que tantas arcadas provoca (a menos que el niño esté entrenado y sepa abrir la boca y bajar la garganta, pero esto sólo lo saben hacer algunos niños mayorcitos).
  • No se puede poner una vacuna sin pinchar.
  • No se puede sacar sangre sin una aguja.
  • No se puede suturar una herida sin una aguja y un hilo.

Ante estos eventos y dado que los padres solemos estar siempre informados de lo que les van a hacer a nuestros pequeños debemos decirles siempre la verdad: dónde vamos y a qué vamos (con un poco de tacto, claro).

Muchas madres y padres engañan a sus hijos diciéndoles que van a otro sitio, que van al médico pero que a ellos no les visitará, que van al médico pero que no les pinchará, etc.

Sin ir más lejos, hace unos días entraba una mamá con su hija de 4 años para hacerle una extracción de sangre y ante el llanto de la pequeña la madre le dijo: “No llores, tranquila, que no te van a pinchar”. Un minuto después la niña tenía clavada una aguja sacándole sangre.

¿Qué sentido puede tener para una niña que su madre le diga y le repita que puede estar tranquila, que no le van a pinchar, si acto seguido se lo van a hacer? ¿A qué nivel puede quedar la confianza de la pequeña hacia las palabras de su madre?

Lo más lógico es que cada vez que acuda al médico, aunque su madre le diga que no le van a pinchar, la niña crea que sí le van a pinchar, desconfiando de su madre y temiendo a las personas vestidas de blanco.

Quizás por esto mismo hay tantos adultos hoy en día con fobia a las agujas y jeringas (quizás no).

Lo ideal es decirles siempre la verdad. No hace falta entrar en demasiados detalles, sino adaptar lo que sucederá a su capacidad de entendimiento.

Si un día toca un pinchazo o algo desagradable y se lo comunicamos así, el niño va avisado y se dará cuenta, al confirmarse las palabras de la madre, de que ha sido sincera.

Si un día la visita es más bien de rutina y no va a haber ningún procedimiento doloroso, les decimos que no le van a hacer ningún daño y se dan cuenta que es cierto, el círculo se cierra y acaban comprendiendo que pueden confiar en mamá.

Publicado originalmente en Bebés y más.

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Al ir al médico hay que decir siempre la verdad

Las visitas al pediatra o a la enfermera suelen ser motivo de angustia y de rechazo por parte de los niños. Para que lo lleven lo mejor posible se recomienda decirles siempre la verdad.

Cuando son bebés no hay mucho problema, pues van donde les lleven sin rechistar, pero a la que empiezan a entendernos aparecen las primeras reticencias a la hora de acudir al médico.

Sobre la actuación de los profesionales con los niños hay mucho que debatir y probablemente mucho a mejorar (el trato, las miradas, el tacto,…), quizás otro día hable de ello, si a alguien le interesa.

Sin embargo hay otras cosas que pasan en la consulta que no se pueden cambiar demasiado, es lo que hay:

  • No se puede ver la garganta sin el depresor o “palito” que tantas arcadas provoca (a menos que el niño esté entrenado y sepa abrir la boca y bajar la garganta, pero esto sólo lo saben hacer algunos niños mayorcitos).
  • No se puede poner una vacuna sin pinchar.
  • No se puede sacar sangre sin una aguja.
  • No se puede suturar una herida sin una aguja y un hilo.

Ante estos eventos y dado que los padres solemos estar siempre informados de lo que les van a hacer a nuestros pequeños debemos decirles siempre la verdad: dónde vamos y a qué vamos (con un poco de tacto, claro).

Muchas madres y padres engañan a sus hijos diciéndoles que van a otro sitio, que van al médico pero que a ellos no les visitará, que van al médico pero que no les pinchará, etc.

Sin ir más lejos, hace unos días entraba una mamá con su hija de 4 años para hacerle una extracción de sangre y ante el llanto de la pequeña la madre le dijo: “No llores, tranquila, que no te van a pinchar”. Un minuto después la niña tenía clavada una aguja sacándole sangre.

¿Qué sentido puede tener para una niña que su madre le diga y le repita que puede estar tranquila, que no le van a pinchar, si acto seguido se lo van a hacer? ¿A qué nivel puede quedar la confianza de la pequeña hacia las palabras de su madre?

Lo más lógico es que cada vez que acuda al médico, aunque su madre le diga que no le van a pinchar, la niña crea que sí le van a pinchar, desconfiando de su madre y temiendo a las personas vestidas de blanco.

Quizás por esto mismo hay tantos adultos hoy en día con fobia a las agujas y jeringas (quizás no).

Lo ideal es decirles siempre la verdad. No hace falta entrar en demasiados detalles, sino adaptar lo que sucederá a su capacidad de entendimiento.

Si un día toca un pinchazo o algo desagradable y se lo comunicamos así, el niño va avisado y se dará cuenta, al confirmarse las palabras de la madre, de que ha sido sincera.

Si un día la visita es más bien de rutina y no va a haber ningún procedimiento doloroso, les decimos que no le van a hacer ningún daño y se dan cuenta que es cierto, el círculo se cierra y acaban comprendiendo que pueden confiar en mamá.

Publicado originalmente en Bebés y más.

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Presentación del libro "Maternidad adaptada"


Mañana a las 20:30, en el Cau Ple de Lletres de Terrassa, presentaré el libro Maternidad Adaptada junto a Estrella Gil, su autora.

Os dejo información acerca del libro a continuación:

Tener un hijo es una vivencia que supone un cambio radical para la mayoría de padres y madres. De repente aparece en tu monótona pero controlada vida una criatura que desmonta tus horarios y que agota a diario tus energías hasta el punto que hay días que no acabas de ver la luz al final del túnel.

Si esto sucede con muchas de las personas que tenemos de nacimiento todo nuestro cuerpo y nuestros sentidos al cien por cien de nuestras capacidades, imaginad cómo puede ser tener un hijo cuando eres Estrella Gil, una mujer que tiene una parálisis cerebral por una mala praxis en el nacimiento que le produjo una discapacidad del noventa por ciento y que necesita un andador o una silla de ruedas para desplazarse.

Esto mismo es lo que Estrella explica en su libro Maternidad adaptada, un libro en el que muestra una manera diferente, pero igual, de ser madre, y digo igual porque esta mujer tiene un hijo de 22 meses llamado Miquel que crece, engorda, habla y sonríe feliz como pudiera hacerlo cualquier niño de su edad.

No es que lo haya tenido fácil en ningún sentido, ni ahora que es madre, por su evidente discapacidad, ni antes de serlo, por la mayoritaria incomprensión. Según comenta en un pasaje de su libro:

El miércoles, siguiendo las instrucciones del médico de urgencias, llevé mi orina a la enfermera y ella hizo la prueba. Al cabo de un minuto la miró y dijo sin mirarme a la cara: «Sí, estás preñada. ¿Qué piensas hacer con el niño?»

Ahora que es madre tiene que demostrar casi a diario que es capaz de serlo y con este libro lo muestra, tanto a las personas que al verla dudan de ello, como a aquellas personas que, con alguna discapacidad, piensan que debe ser imposible cuidar de un bebé.

Esta es la magia de este libro, que sirve como muestra de que pueden cumplirse los deseos de ser madre, casi contra viento y marea e incluso como muestra de que una lactancia difícil y complicada (Estrella ha tenido siempre problemas para poner al pecho a Miquel), que ella misma llegó a dar por perdida, puede salvarse con paciencia y constancia, pues aún ahora da el pecho.

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Presentación del libro "Maternidad adaptada"


Mañana a las 20:30, en el Cau Ple de Lletres de Terrassa, presentaré el libro Maternidad Adaptada junto a Estrella Gil, su autora.

Os dejo información acerca del libro a continuación:

Tener un hijo es una vivencia que supone un cambio radical para la mayoría de padres y madres. De repente aparece en tu monótona pero controlada vida una criatura que desmonta tus horarios y que agota a diario tus energías hasta el punto que hay días que no acabas de ver la luz al final del túnel.

Si esto sucede con muchas de las personas que tenemos de nacimiento todo nuestro cuerpo y nuestros sentidos al cien por cien de nuestras capacidades, imaginad cómo puede ser tener un hijo cuando eres Estrella Gil, una mujer que tiene una parálisis cerebral por una mala praxis en el nacimiento que le produjo una discapacidad del noventa por ciento y que necesita un andador o una silla de ruedas para desplazarse.

Esto mismo es lo que Estrella explica en su libro Maternidad adaptada, un libro en el que muestra una manera diferente, pero igual, de ser madre, y digo igual porque esta mujer tiene un hijo de 22 meses llamado Miquel que crece, engorda, habla y sonríe feliz como pudiera hacerlo cualquier niño de su edad.

No es que lo haya tenido fácil en ningún sentido, ni ahora que es madre, por su evidente discapacidad, ni antes de serlo, por la mayoritaria incomprensión. Según comenta en un pasaje de su libro:

El miércoles, siguiendo las instrucciones del médico de urgencias, llevé mi orina a la enfermera y ella hizo la prueba. Al cabo de un minuto la miró y dijo sin mirarme a la cara: «Sí, estás preñada. ¿Qué piensas hacer con el niño?»

Ahora que es madre tiene que demostrar casi a diario que es capaz de serlo y con este libro lo muestra, tanto a las personas que al verla dudan de ello, como a aquellas personas que, con alguna discapacidad, piensan que debe ser imposible cuidar de un bebé.

Esta es la magia de este libro, que sirve como muestra de que pueden cumplirse los deseos de ser madre, casi contra viento y marea e incluso como muestra de que una lactancia difícil y complicada (Estrella ha tenido siempre problemas para poner al pecho a Miquel), que ella misma llegó a dar por perdida, puede salvarse con paciencia y constancia, pues aún ahora da el pecho.

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¿Acertamos con los juguetes?

El próximo miércoles daré una charla, en calidad de enfermero, acerca de los juguetes.
Es la primera vez que hago una charla para hablar de niños (normalmente he hablado de cosas muy diferentes, más centradas en las emergencias) y me hace especial ilusión porque puedo hablar de juguetes y de juego, haciendo pinceladas de muchas otras cosas como la creatividad, el tiempo con los padres, etc.

Si estáis cerca, pasaos, que cuantos más seamos, mejor nos lo pasaremos (eso dicen, ¿no?).

La charla será en Terrassa, en la Biblioteca del Distrito 6, en la Rambla Francesc Macià, el día 15 de Diciembre a las 18:00.

Foto: Diesel Demon en Flickr

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¿Acertamos con los juguetes?

El próximo miércoles daré una charla, en calidad de enfermero, acerca de los juguetes.
Es la primera vez que hago una charla para hablar de niños (normalmente he hablado de cosas muy diferentes, más centradas en las emergencias) y me hace especial ilusión porque puedo hablar de juguetes y de juego, haciendo pinceladas de muchas otras cosas como la creatividad, el tiempo con los padres, etc.

Si estáis cerca, pasaos, que cuantos más seamos, mejor nos lo pasaremos (eso dicen, ¿no?).

La charla será en Terrassa, en la Biblioteca del Distrito 6, en la Rambla Francesc Macià, el día 15 de Diciembre a las 18:00.

Foto: Diesel Demon en Flickr

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Mí mismo en la televisión

¿Recordáis que os dije que me iban a grabar en Agosto? Si no lo recordáis podéis leerlo sólo unas entradas más abajo (es lo que tiene no actualizar el blog, que en un plis se lee lo último), pues bien, esta semana pasada se emitió el programa y me lo traigo al blog para quien quiera verme la jeta y escuchar mi catalán de Lleida (no es que yo sea de Lleida, es que siendo riojano el acento me queda así como del oeste de Catalunya).

Aparezco poco, tan sólo para mostrar, junto a mi familia, cómo es el modus operandi de un papá bloguero.

En el programa aparezco escribiendo en este mi blog, aunque la realidad es que las escapadas responden a las entradas realizadas en Bebés y más, básicamente.

Si queréis ir directamente a la chicha, es decir, allí donde aparezco yo, id al minuto 12 aproximadamente.

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Mí mismo en la televisión

¿Recordáis que os dije que me iban a grabar en Agosto? Si no lo recordáis podéis leerlo sólo unas entradas más abajo (es lo que tiene no actualizar el blog, que en un plis se lee lo último), pues bien, esta semana pasada se emitió el programa y me lo traigo al blog para quien quiera verme la jeta y escuchar mi catalán de Lleida (no es que yo sea de Lleida, es que siendo riojano el acento me queda así como del oeste de Catalunya).

Aparezco poco, tan sólo para mostrar, junto a mi familia, cómo es el modus operandi de un papá bloguero.

En el programa aparezco escribiendo en este mi blog, aunque la realidad es que las escapadas responden a las entradas realizadas en Bebés y más, básicamente.

Si queréis ir directamente a la chicha, es decir, allí donde aparezco yo, id al minuto 12 aproximadamente.

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Nueva web de Alicia Torres – Belenes Artesanos

El año pasado por estas fechas os mostré la web de mi madre, artesana creadora de belenes.

Este año hemos (he) renovado la web, con un sistema mucho más visual, más bonito, práctico y lo que es más importante, con carrito de la compra (una tienda online sin carrito de la compra no es una tienda online).

El caso es que dicha web es la que me ha tenido, y me sigue teniendo, apartado tanto de el blog como de Bebés y más, donde hace más de un mes que no escribo nada.

Lo echo de menos y tengo ganas de volver a plasmar letras pensando en los bebés y los niños, pero oye, madre no hay más que una y la web merecía ser renovada.

Para quien interese el mundo de los belenes y pesebres o quieran apreciar el arte de una mujer que hace maravillas con sus manos (o incluso comprar cosas con otros fines, que hay quien utiliza los accesorios para casas de muñecas, por ejemplo), os dejo con su página web: www.aliciatorres.es.

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Nueva web de Alicia Torres – Belenes Artesanos

El año pasado por estas fechas os mostré la web de mi madre, artesana creadora de belenes.

Este año hemos (he) renovado la web, con un sistema mucho más visual, más bonito, práctico y lo que es más importante, con carrito de la compra (una tienda online sin carrito de la compra no es una tienda online).

El caso es que dicha web es la que me ha tenido, y me sigue teniendo, apartado tanto de el blog como de Bebés y más, donde hace más de un mes que no escribo nada.

Lo echo de menos y tengo ganas de volver a plasmar letras pensando en los bebés y los niños, pero oye, madre no hay más que una y la web merecía ser renovada.

Para quien interese el mundo de los belenes y pesebres o quieran apreciar el arte de una mujer que hace maravillas con sus manos (o incluso comprar cosas con otros fines, que hay quien utiliza los accesorios para casas de muñecas, por ejemplo), os dejo con su página web: www.aliciatorres.es.

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Niños solos en el coche y llamadita al 112

Este domingo pasado nos sucedió una de esas inexplicables situaciones en que, caminando por la calle, te encuentras un coche cerrado, al sol, con niños dentro.

El coche estaba aparcado en la calle, no demasiado bien en cuanto a posición (muestra de que alguien los dejó «un momento», ya que un par de maniobras más lo habría dejado perfecto) y los niños estaban dentro con el cinturón de seguridad hablando, sonriendo y jugando (muestra de que no llevaban mucho rato dentro).

Sin embargo observé en el techo unas llaves y ambas situaciones me hicieron poca gracia. Nos detuvimos para ver si venía alguien al vernos merodear cerca del coche y al ver que nada sucedía decidí llamar al 112.

Mientras realizaba la llamada, sonó la alarma del coche sin que nadie viniera, hecho que me reafirmó en la decisión de alertar de que dos niños estaban solos dentro de un coche.

Hablé con la operadora, que me preguntó las edades de los niños, dónde se encontraban, qué coche era, etc. y mientras le explicaba la situación apareció una mujer que se acercaba al vehículo con bolsas en las manos.

– «Perdona, que ya está, que ya ha aparecido la madre».
– ¿Ya ha venido la madre?
– Sí, sí, ya ha venido la madre – repetí delante de ella para que me oyera.

– ¿Pasa alguna cosa? – me preguntó la mujer.
– No, que he llamado a la policía porque como he visto a dos niños solos dentro de un coche al sol y no me ha parecido muy normal…
– Ah, bueno…, es que, he ido tres minutos aquí, a la panadería.
– No, si yo no te juzgo. Yo solo he visto dos niños solos en un coche y nadie alrededor, con unas llaves encima del techo, ha sonado la alarma y nadie aparece…
– Bueno, gracias – me dijo semiasustada por la situación.
– Bueno, coge las llaves, que las tienes ahí (la señora ya se metía en el coche sin ellas).
– Vale, uhmmm, gracias,…

Probablemente la señora se asustó un poco al oír «he llamado a la policía». No era mi intención asustarla, pero sí hacerle saber que dejar a los niños solos dentro de un coche no es algo demasiado normal (o al menos no demasiado recomendable) y sí era mi intención velar por la seguridad de esos niños (llamé pensando en ellos).

Al final pasó lo que era más probable que pasara, que apareciera la madre, se montara en el coche y se fueran todos tan contentos. Ahora bien, lo más probable no es lo que sucede siempre y son varias las ocasiones en que hemos oído en las noticias que un niño fallece al quedar olvidado dentro del coche.

En este caso no parecían estar olvidados ya que, como he comentado, la posición del coche demostraba que era un aparcamiento circunstancial.

Sin embargo los accidentes no saben de hechos circunstanciales y pueden ocurrir en el preciso momento en que menos lo esperas (bueno, de hecho ocurren cuando menos los esperas) y dejar un coche solo con niños dentro es peligroso por diversos motivos:

Cabe la posibilidad de que alguien trate de robar el coche (difícil y peliculero, con los niños dentro, pero no imposible), cabe la posibilidad de que un coche pierda el control y le de un golpe al coche aparcado con los niños dentro (no es tan difícil, es mucha casualidad, pero no es imposible), cabe la posibilidad de que alguien trate de secuestrar a los niños (peliculero también, pero vete a saber…) y sobretodo, cabe la posibilidad de que a la madre le pase algo allí donde esté.

La mamá podría desmayarse en la panadería, podría ser asaltada por el camino por algún ladrón de bolsos que la tirara al suelo o podría sufrir un atropello al correr con las bolsas cruzando la calle hacia el coche porque sabe que sus hijos están solos (además de muchas otras situaciones). En caso de que algo le sucediera a la madre nadie tendría por qué saber que ha dejado a sus hijos solos dentro de un coche, cerrado y al sol de la tarde.

Sé que todo ello son sucesos poco probables, sin embargo, no son imposibles y no me parece una acción responsable dejar a los niños dentro del coche encerrados y por ello, cada vez que vea dicha situación, avisaré al 112.

Foto | Ken Wilcox en Flickr

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Niños solos en el coche y llamadita al 112

Este domingo pasado nos sucedió una de esas inexplicables situaciones en que, caminando por la calle, te encuentras un coche cerrado, al sol, con niños dentro.

El coche estaba aparcado en la calle, no demasiado bien en cuanto a posición (muestra de que alguien los dejó «un momento», ya que un par de maniobras más lo habría dejado perfecto) y los niños estaban dentro con el cinturón de seguridad hablando, sonriendo y jugando (muestra de que no llevaban mucho rato dentro).

Sin embargo observé en el techo unas llaves y ambas situaciones me hicieron poca gracia. Nos detuvimos para ver si venía alguien al vernos merodear cerca del coche y al ver que nada sucedía decidí llamar al 112.

Mientras realizaba la llamada, sonó la alarma del coche sin que nadie viniera, hecho que me reafirmó en la decisión de alertar de que dos niños estaban solos dentro de un coche.

Hablé con la operadora, que me preguntó las edades de los niños, dónde se encontraban, qué coche era, etc. y mientras le explicaba la situación apareció una mujer que se acercaba al vehículo con bolsas en las manos.

– «Perdona, que ya está, que ya ha aparecido la madre».
– ¿Ya ha venido la madre?
– Sí, sí, ya ha venido la madre – repetí delante de ella para que me oyera.

– ¿Pasa alguna cosa? – me preguntó la mujer.
– No, que he llamado a la policía porque como he visto a dos niños solos dentro de un coche al sol y no me ha parecido muy normal…
– Ah, bueno…, es que, he ido tres minutos aquí, a la panadería.
– No, si yo no te juzgo. Yo solo he visto dos niños solos en un coche y nadie alrededor, con unas llaves encima del techo, ha sonado la alarma y nadie aparece…
– Bueno, gracias – me dijo semiasustada por la situación.
– Bueno, coge las llaves, que las tienes ahí (la señora ya se metía en el coche sin ellas).
– Vale, uhmmm, gracias,…

Probablemente la señora se asustó un poco al oír «he llamado a la policía». No era mi intención asustarla, pero sí hacerle saber que dejar a los niños solos dentro de un coche no es algo demasiado normal (o al menos no demasiado recomendable) y sí era mi intención velar por la seguridad de esos niños (llamé pensando en ellos).

Al final pasó lo que era más probable que pasara, que apareciera la madre, se montara en el coche y se fueran todos tan contentos. Ahora bien, lo más probable no es lo que sucede siempre y son varias las ocasiones en que hemos oído en las noticias que un niño fallece al quedar olvidado dentro del coche.

En este caso no parecían estar olvidados ya que, como he comentado, la posición del coche demostraba que era un aparcamiento circunstancial.

Sin embargo los accidentes no saben de hechos circunstanciales y pueden ocurrir en el preciso momento en que menos lo esperas (bueno, de hecho ocurren cuando menos los esperas) y dejar un coche solo con niños dentro es peligroso por diversos motivos:

Cabe la posibilidad de que alguien trate de robar el coche (difícil y peliculero, con los niños dentro, pero no imposible), cabe la posibilidad de que un coche pierda el control y le de un golpe al coche aparcado con los niños dentro (no es tan difícil, es mucha casualidad, pero no es imposible), cabe la posibilidad de que alguien trate de secuestrar a los niños (peliculero también, pero vete a saber…) y sobretodo, cabe la posibilidad de que a la madre le pase algo allí donde esté.

La mamá podría desmayarse en la panadería, podría ser asaltada por el camino por algún ladrón de bolsos que la tirara al suelo o podría sufrir un atropello al correr con las bolsas cruzando la calle hacia el coche porque sabe que sus hijos están solos (además de muchas otras situaciones). En caso de que algo le sucediera a la madre nadie tendría por qué saber que ha dejado a sus hijos solos dentro de un coche, cerrado y al sol de la tarde.

Sé que todo ello son sucesos poco probables, sin embargo, no son imposibles y no me parece una acción responsable dejar a los niños dentro del coche encerrados y por ello, cada vez que vea dicha situación, avisaré al 112.

Foto | Ken Wilcox en Flickr

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Novedades personales

Madre mía, acabo de coger vacaciones y las novedades se suceden en mi humilde familia.

Como veis en la foto, hemos vuelto a Eurodisney, esta vez con Aran fuera de la barriga (la otra vez llevaba siete meses dentro).

Ha vuelto a ser genial y de nuevo han vuelto a avisarme de que uno de ellos no se enteraría de nada. La primera vez, teniendo Jon 3 años, nos avisaron de que no se enteraría de nada. Es cierto que durmió sus siestas e incluso alguna más, ya que se cansaba también más, pero alucinó con muchas cosas y, la verdad, siempre hemos considerado que para él fue muy divertido.

Como además hicimos muchísimas fotos y vídeos, ha tenido una referencia visual para hacer memoria que ha ayudado a no olvidar nada e incluso a redescubrir cosas que en el viaje se perdió.

Esta vez se lo ha pasado como un enano y Aran ha pillado lo que ha podido. «El pequeño no se va a enterar» me dijeron. «No pasa nada. Volveremos», contesté.

Bueno, a lo que iba… una amiga que sigue mis andanzas lleva tiempo diciéndome que debería escribir un libro recopilando todo lo escrito. Cree tanto en mis capacidades para ello que ha creado un grupo en Facebook: «Quiero que Armando de «El mundo de Armandilio» escriba un libro!«, que lleva en 3 días 93 personas apoyándolo.

A raíz de dicho grupo se han puesto en contacto conmigo de una editorial apoyando el proyecto y esto ha sido el colofón para empezar a hablar de ello como si fuera un «y por qué no?».

Así que «habemus proyecto de libro». No sé cuándo me pondré a ello, porque ahora mismo no veo el momento casi ni de ir a mear, pero bueno. Gusta saber que quizás con el tiempo pueda tener muchas de las cosas que pienso encuadernaditas y que, dentro de unos cuantos años, pueda decir a mis nietos: «Mirad, el abuelo escribió un libro cuando era joven (o no tan joven)».

Por otro lado, han contactado conmigo de Criatures.cat, un portal sobre bebés y embarazo de Catalunya, que están buscando padres y madres para grabar algunos programas para las televisiones locales y hemos accedido, Miriam y yo, a que nos graben un ratillo y nos entrevisten.

Vamos, que ni en vacaciones paramos…

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Novedades personales

Madre mía, acabo de coger vacaciones y las novedades se suceden en mi humilde familia.

Como veis en la foto, hemos vuelto a Eurodisney, esta vez con Aran fuera de la barriga (la otra vez llevaba siete meses dentro).

Ha vuelto a ser genial y de nuevo han vuelto a avisarme de que uno de ellos no se enteraría de nada. La primera vez, teniendo Jon 3 años, nos avisaron de que no se enteraría de nada. Es cierto que durmió sus siestas e incluso alguna más, ya que se cansaba también más, pero alucinó con muchas cosas y, la verdad, siempre hemos considerado que para él fue muy divertido.

Como además hicimos muchísimas fotos y vídeos, ha tenido una referencia visual para hacer memoria que ha ayudado a no olvidar nada e incluso a redescubrir cosas que en el viaje se perdió.

Esta vez se lo ha pasado como un enano y Aran ha pillado lo que ha podido. «El pequeño no se va a enterar» me dijeron. «No pasa nada. Volveremos», contesté.

Bueno, a lo que iba… una amiga que sigue mis andanzas lleva tiempo diciéndome que debería escribir un libro recopilando todo lo escrito. Cree tanto en mis capacidades para ello que ha creado un grupo en Facebook: «Quiero que Armando de «El mundo de Armandilio» escriba un libro!«, que lleva en 3 días 93 personas apoyándolo.

A raíz de dicho grupo se han puesto en contacto conmigo de una editorial apoyando el proyecto y esto ha sido el colofón para empezar a hablar de ello como si fuera un «y por qué no?».

Así que «habemus proyecto de libro». No sé cuándo me pondré a ello, porque ahora mismo no veo el momento casi ni de ir a mear, pero bueno. Gusta saber que quizás con el tiempo pueda tener muchas de las cosas que pienso encuadernaditas y que, dentro de unos cuantos años, pueda decir a mis nietos: «Mirad, el abuelo escribió un libro cuando era joven (o no tan joven)».

Por otro lado, han contactado conmigo de Criatures.cat, un portal sobre bebés y embarazo de Catalunya, que están buscando padres y madres para grabar algunos programas para las televisiones locales y hemos accedido, Miriam y yo, a que nos graben un ratillo y nos entrevisten.

Vamos, que ni en vacaciones paramos…

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¿Cuándo deben empezar a estudiar inglés los niños?

De un tiempo a esta parte la mayor parte de los padres están solicitando que sus hijos aprendan inglés desde una edad temprana en los centros escolares.

El motivo debe ser (creo yo) el ofrecer a los pequeños la oportunidad de aprender un idioma que la mayoría de adultos desconocemos y que supondría un plus a la hora de comunicarnos con otras poblaciones y de entendernos en un mundo cada vez más global.

Por todos es sabido que los niños tienen una capacidad de aprendizaje asombrosa y es por eso que se está adelantando la edad en que reciben clases de inglés. Sin embargo cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿Es esto adecuado?, ¿Cuándo deben empezar a estudiar inglés los niños?

La Unión Europea considera que aprender idiomas a una edad temprana puede ser muy beneficioso para los niños. En un estudio presentado en el 2006 concluyeron que al aprender nuevos idiomas desarrollan su competencia lingüística, asimilan mejor todas las lenguas (incluida la materna) y conocen otras culturas y modos de pensar que pueden ayudar en su desarrollo general.

El conocimiento de otros idiomas, y en particular del inglés, permite a las personas comunicarse con otras gentes y obtener información que hasta ahora ha estado “vetada” para los españoles, simplemente, porque desconocemos la lengua.

Un niño puede aprender sin problemas una segunda (o tercera) lengua desde pequeñito y, aunque suelen tener más problemas para iniciar el habla, pronto diversifican las palabras según la lengua que estén hablando.

Ahora bien, un niño puede aprender inglés de forma natural si tiene esa lengua como un idioma familiar (que lo hable el padre o la madre), si vive en un país donde hablen el idioma durante un par de años o más, si es cuidado por una canguro que habla inglés durante varias horas al día o si asiste a un colegio en que se impartan gran cantidad de materias (por no decir la mayoría) en esta lengua.

En cambio, un niño progresa muy despacio con el modelo de enseñanza actual en que los niños reciben una o dos clases de inglés por semana.

La misma UE, en el estudio que comento, afirma que “la evidencia sugiere que para el aprendizaje temprano, para que sea adecuado, no puede dejarse solamente en manos de los profesores y las escuelas”.

Os cuento una vivencia personal: En una visita a un colegio hace un año cuando buscábamos cole para Jon nos explicaron que los niños iniciaban las clases de inglés a los 4 años. Una madre se quejó al director de la escuela de que no empezaran a los 3 años, pues su hija iba a perder la continuidad de las clases de inglés que había iniciado en la guardería. A mí se me quedó cara de pajarito, claro.

El director respondió que la realidad es que este año empezaban inglés a esa edad por petición de los padres (antes empezaban en primaria), pero no porque aprendieran realmente demasiado.

En un estudio publicado hace dos años y realizado por la Universitat de Barcelona valoraron el nivel de inglés alcanzado en niños que habían iniciado las clases a los ocho años y en niños que habían empezado a los once años. El resultado fue que los de once años tenían un mayor nivel tanto en escritura como en conversación.

La directora del estudio concluyó que “en condiciones de inmersión los niños pequeños son como las esponjas, que absorben la lengua a su alrededor. Pero en condiciones de aprendizaje escolar su contacto con la lengua es tan reducido que no pueden absorberla”.

Resumiendo: aprender inglés es beneficioso para el léxico general de los niños, ayuda al conocimiento de otras culturas y permite entender la información que nos llega desde la mayor parte de rincones del mundo y, cuanto antes se empiece, mejor. Sin embargo para aprenderlo se necesita vivir con el inglés, como si fuera un idioma más con el que comunicarse.

Las clases semanales que tanto están solicitando los padres y que tanto publicitan algunas escuelas no son el método adecuado para aprender inglés.

Personalmente no veo ningún problema en que los niños pequeños hagan inglés si estas clases son divertidas y las hacen jugando, pero si no son así casi preferiría (yo, personalmente) que aprovecharan sus altas capacidades de aprendizaje para jugar (y aprender jugando).

Más información: Europa.eu, David Kornegay, Universitat de Barcelona

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¿Cuándo deben empezar a estudiar inglés los niños?

De un tiempo a esta parte la mayor parte de los padres están solicitando que sus hijos aprendan inglés desde una edad temprana en los centros escolares.

El motivo debe ser (creo yo) el ofrecer a los pequeños la oportunidad de aprender un idioma que la mayoría de adultos desconocemos y que supondría un plus a la hora de comunicarnos con otras poblaciones y de entendernos en un mundo cada vez más global.

Por todos es sabido que los niños tienen una capacidad de aprendizaje asombrosa y es por eso que se está adelantando la edad en que reciben clases de inglés. Sin embargo cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿Es esto adecuado?, ¿Cuándo deben empezar a estudiar inglés los niños?

La Unión Europea considera que aprender idiomas a una edad temprana puede ser muy beneficioso para los niños. En un estudio presentado en el 2006 concluyeron que al aprender nuevos idiomas desarrollan su competencia lingüística, asimilan mejor todas las lenguas (incluida la materna) y conocen otras culturas y modos de pensar que pueden ayudar en su desarrollo general.

El conocimiento de otros idiomas, y en particular del inglés, permite a las personas comunicarse con otras gentes y obtener información que hasta ahora ha estado “vetada” para los españoles, simplemente, porque desconocemos la lengua.

Un niño puede aprender sin problemas una segunda (o tercera) lengua desde pequeñito y, aunque suelen tener más problemas para iniciar el habla, pronto diversifican las palabras según la lengua que estén hablando.

Ahora bien, un niño puede aprender inglés de forma natural si tiene esa lengua como un idioma familiar (que lo hable el padre o la madre), si vive en un país donde hablen el idioma durante un par de años o más, si es cuidado por una canguro que habla inglés durante varias horas al día o si asiste a un colegio en que se impartan gran cantidad de materias (por no decir la mayoría) en esta lengua.

En cambio, un niño progresa muy despacio con el modelo de enseñanza actual en que los niños reciben una o dos clases de inglés por semana.

La misma UE, en el estudio que comento, afirma que “la evidencia sugiere que para el aprendizaje temprano, para que sea adecuado, no puede dejarse solamente en manos de los profesores y las escuelas”.

Os cuento una vivencia personal: En una visita a un colegio hace un año cuando buscábamos cole para Jon nos explicaron que los niños iniciaban las clases de inglés a los 4 años. Una madre se quejó al director de la escuela de que no empezaran a los 3 años, pues su hija iba a perder la continuidad de las clases de inglés que había iniciado en la guardería. A mí se me quedó cara de pajarito, claro.

El director respondió que la realidad es que este año empezaban inglés a esa edad por petición de los padres (antes empezaban en primaria), pero no porque aprendieran realmente demasiado.

En un estudio publicado hace dos años y realizado por la Universitat de Barcelona valoraron el nivel de inglés alcanzado en niños que habían iniciado las clases a los ocho años y en niños que habían empezado a los once años. El resultado fue que los de once años tenían un mayor nivel tanto en escritura como en conversación.

La directora del estudio concluyó que “en condiciones de inmersión los niños pequeños son como las esponjas, que absorben la lengua a su alrededor. Pero en condiciones de aprendizaje escolar su contacto con la lengua es tan reducido que no pueden absorberla”.

Resumiendo: aprender inglés es beneficioso para el léxico general de los niños, ayuda al conocimiento de otras culturas y permite entender la información que nos llega desde la mayor parte de rincones del mundo y, cuanto antes se empiece, mejor. Sin embargo para aprenderlo se necesita vivir con el inglés, como si fuera un idioma más con el que comunicarse.

Las clases semanales que tanto están solicitando los padres y que tanto publicitan algunas escuelas no son el método adecuado para aprender inglés.

Personalmente no veo ningún problema en que los niños pequeños hagan inglés si estas clases son divertidas y las hacen jugando, pero si no son así casi preferiría (yo, personalmente) que aprovecharan sus altas capacidades de aprendizaje para jugar (y aprender jugando).

Más información: Europa.eu, David Kornegay, Universitat de Barcelona

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