Ser padre no significa dejar de existir como individuo. Al contrario; una buena gestión de nuestras necesidades nos permitirá dar lo mejor de nosotros con placer y determinación. Procediendo así, nuestro propio placer y la atención a nuestra familia se alimentan mutuamente.
Mis amigos sin hijos suelen decirme que mi vida es muy sacrificada. Supongo que le pasará a todos los padres. Me dicen que antes de atarse a semejante responsabilidad quieren viajar, salir de fiesta y aventurarse con proyectos arriesgados. No los culpo, la idea de cargar con vidas ajenas suena aterradora.
Pero, ¿qué pasa con los que ya renunciamos a nuestra libertad y disfrute a manos de la familia? ¿Cómo hacemos para encontrar placer entre tanta responsabilidad?
Pero, ¿qué pasa con los que ya renunciamos a nuestra libertad y disfrute a manos de la familia? ¿Cómo hacemos para encontrar placer entre tanta responsabilidad?
Para la mayoría de los padres es muy común el siguiente diálogo interno:
-Venga, los niños duermen, aprovecha y coge el libro, a ver si te acuerdas de qué iba. Y ponte una cerveza.
-Mala idea, además, no tienes cervezas hace tiempo. Mejor aprovecha estos 15 minutos para cerrar algún asunto del trabajo
-Mala idea, además, no tienes cervezas hace tiempo. Mejor aprovecha estos 15 minutos para cerrar algún asunto del trabajo
-¿Trabajo? pero si no dejas de trabajar nunca. Estás agotado. Vale, olvídate de la cerveza y del libro. Siéntate un rato en el WC y trastea con el móvil
-¡Deja ya el facebook! Eso solo te enfada. Mira, organízate bien y te vas de cañas el viernes con los colegas; dejas a los niños dormidos y te escapas un ratín. Ahora céntrate en todo lo pendiente. Como siga creciendo la lista te vas a agobiar. Ponte con la puerta del armario, aunque te cueste empezar, te lo agradecerás.
-Pero si estas agotado, además no puedes esperar a las cañas del viernes; siempre se truncan. En cuanto los niños se duermen te entra un sopor… Aprovecha ahora, como sea.
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Esto podría seguir eternamente. Para la mayoría de nosotros el conflicto entre responsabilidades y deseos es constante. Hacer caso al llamado del placer nos deja con una sensación de culpa -o irresponsabilidad-, pero cuando decidimos dedicarnos a las obligaciones nos sentimos grises y, enfadados, nos preguntamos sobre el sentido de nuestras vidas. Con el tiempo es la propia culpa la que nos hace cumplir con las responsabilidades. Y el resentimiento llamar a los amigos o coger la bicicleta. Dejamos de elegir libremente.
Sin darnos cuenta nos ahogamos lentamente en una masa de responsabilidades mientras perdemos placer y disfrute. Los niños crecen y cuando no es una cosa es otra. Es un callejón sin salida.
¿Lo es? ¿De verdad no hay salida?
Lo cierto es que si. Espero que mi propuesta te sirva de ayuda.
De entrada podemos apuntar a un equilibrio. Dedicarnos al gusto y a las obligaciones de forma alternada; cuando nuestro peso se exceda hacia alguna dirección, corregimos.
De entrada podemos apuntar a un equilibrio. Dedicarnos al gusto y a las obligaciones de forma alternada; cuando nuestro peso se exceda hacia alguna dirección, corregimos.
Ahora, es importante dar un paso más y replantearnos la cuestión desde el principio, pues de lo contrario seguimos alimentando la raíz del problema: seguimos pensando que deber y placer están reñidos.
Como caballos desbocados, lo que DEBO hacer y lo que QUIERO tiran de nosotros hacia direcciones totalmente opuestas. El caballo bueno nos recuerda lo importante que es cumplir con las obligaciones y el malo lo aburrida que es la vida sin placeres (o al revés, esto ya depende de cada uno). Por si esto fuese poco, no importa cuánto caso hagamos a sus peticiones, no cesan de tirar.
Dado que entre dos oponentes siempre habrá lucha, entonces ¿qué tal si hermanamos a las bestias?.
Entendiendo responsabilidades y placer como dos caras de una misma moneda podemos ser nosotros los que llevemos las riendas.
Para hacernos con el mando, entonces, analicemos la naturaleza de estas inclinaciones.
Puede ayudarnos la visión que tuvo Abraham Maslow sobre la motivación humana. Propuso que a todos nos empuja -y guía- la necesidad constante de encontrar los ingredientes necesarios para mantenernos vivos. Es muy interesante -y revelador- que haya utilizado la palabra “necesidad” para referirse a todo lo que las personas buscamos, desde alimento a la felicidad más plena. Especialmente porque su interés era entender cómo es que elegimos y nos impulsamos hacia determinadas direcciones.
En resumidas cuentas, la necesidad no es una cualidad de las cosas, sino una fuerza que nos dirige momento a momento. Cuando el hambre está satisfecha, la comida deja de ser necesaria. De la misma forma, cuando una serie de necesidades están cubiertas de forma estable, aparecen otras más complejas. ¿Te acuerdas de cuando empezaste a vivir por tu propia cuenta? En esos momentos una cama cualquiera y un plato de pasta mal hecha sabían a gloria. Cierto tiempo después, empezaste a necesitar mayor comodidad en casa, mejor descanso y tranquilidad. Luego, encontrar un trabajo afín a tus inquietudes y en el que te sintieses más reconocido y así sucesivamente.
Siguiendo esta idea, Maslow clasificó las necesidades en cinco grandes niveles que se suceden en complejidad y en el último colocó la de autorrealización: encontrar un sentido a todo lo que hacemos; percibirnos útiles y eficientes; y sentir que nuestro paso por la vida deja una huella importante. Cuando la mayoría de las personas hablamos de felicidad nos referimos a esto.
Podemos decir entonces que nuestra satisfacción depende de cómo respondamos al llamado de esta fuerza que algunas veces tendrá cara de “obligación” y otras de “placer”. Visto así, proveer a los hijos de buenos alimentos y compañía es tan importante -y gratificante- como saber transmitir nuestro apoyo y amor a nuestra compañera, pasar una noche de disfrute con los amigos o procurarnos ratos de silencio, soledad, descanso y/o reflexión.
En el padre autorrealizado, el placer se puede vivir como una obligación y la obligación con placer.
Esto supone que, más allá de las gratificaciones inmediatas, una felicidad firme y duradera viene de ir haciéndonos con el mando de nuestra vida de tal manera que demos a cada cosa que hacemos, elegimos y renunciamos un sentido. Es buena idea, entonces, aprender a atender y entender nuestras necesidades; las distintas caras que adoptan. Es habitual el error de menospreciar ciertas necesidades y aferrarnos a otras, o atarnos de forma compulsiva a una actividad que dejó de ser necesaria hace tiempo -y que por lo tanto aporta muy poca o ninguna satisfacción.
Una clave fundamental para esta gestión es entender que detrás de la cara que adopta la necesidad en determinado momento, está su esencia (muy probablemente sea uno de los 5 niveles de la pirámide). Es a esto a lo que hay que atender. Por ejemplo, como padres no necesitamos que nuestros hijos duerman en su cuna, lo que necesitamos es procurarnos un sueño reparador. Más allá de lo que queramos transmitir a nuestro hijo con el formato que elijamos para su higiene de sueño, entender la esencia de nuestra necesidad nos permitirá tomar decisiones más acertadas y adaptarnos a la situación de forma realista. Siguiendo esta idea, cuando identificamos nuestra necesidad de reconocimiento, sabremos que las posibilidades para hacernos con él son amplísimas.
Una clave fundamental para esta gestión es entender que detrás de la cara que adopta la necesidad en determinado momento, está su esencia (muy probablemente sea uno de los 5 niveles de la pirámide). Es a esto a lo que hay que atender. Por ejemplo, como padres no necesitamos que nuestros hijos duerman en su cuna, lo que necesitamos es procurarnos un sueño reparador. Más allá de lo que queramos transmitir a nuestro hijo con el formato que elijamos para su higiene de sueño, entender la esencia de nuestra necesidad nos permitirá tomar decisiones más acertadas y adaptarnos a la situación de forma realista. Siguiendo esta idea, cuando identificamos nuestra necesidad de reconocimiento, sabremos que las posibilidades para hacernos con él son amplísimas.
Con creatividad para probar nuevos caminos e improvisar podremos satisfacer nuestras necesidades sin chocar con las circunstancias u otras necesidades.
Si bien ayuda mucho pensar en una sola necesidad a la hora de gestionarla, lo cierto es que nos movemos en una matriz de necesidades que se interrelacionan de forma compleja. De esto se desprende la importancia de conocernos lo suficiente para priorizar, desarrollar paciencia y conocer a fondo de lo que se nos da bien y lo que se nos da mal.
Dado que cada persona es única, el camino hacia la autorrealización es impredecible e intransferible. Aceptando la invitación que nos brindan nuestras necesidades descubriremos los rincones más preciosos de nuestra existencia y nos encontraremos con lo más auténtico que hay en nosotros. He visto que la mejor disposición es la de descubrirnos en el proceso.
La idea es que el necesitar nos sirva como herramienta, y no como limitación. Cada necesidad nos indica el paso que nos llevará a un estado de felicidad estable y duradera.
Aun así, hay ciertos pensamientos, ideas y actitudes muy comunes entre los hombres que suelen entorpecer la gestión de nuestras necesidades. La mayoría de las veces basta con identificarlos en el momento en que aparecen. Te comparto, entonces, los más habituales:
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Dejamos que algo o alguien externo dicte nuestras necesidades. Hacemos caso a lo que un libro, nuestra compañera, amigos, profesionales o familiares dicen sobre qué es y qué no es propio de un padre.
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Prestamos poca atención a ciertas necesidades: Nos sentimos avergonzados, culpables y potencialmente juzgados por necesitar determinada cosa. Esto puede llegar a ser tan obstaculizante que ni siquiera nos permitamos enterarnos de lo que de verdad necesitamos. Esto suele suceder mucho con la necesidad de reconocimiento pues nos parece demasiado egocéntrica o infantil de nuestra parte. Sin embargo, muchos padres nos sentimos dolorosamente invisibles.
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Nos aferramos a una necesidad que ha dejado de serlo hace tiempo: De la misma manera que ya no jugamos con cochecitos, lo que hace dos años nos proporcionaba placer puede que haya dejado de hacerlo o no tenga ya sentido en la nueva configuración familiar.
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No prestamos atención a nuestros éxitos -necesidades satisfechas- y nos perseguimos con lo que aún queda por hacer.
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Desacreditamos las necesidades que no conseguimos satisfacer rápidamente: Por ejemplo, en la relación con nuestra compañera (o compañero), tras algunos intentos fallidos de mayor cercanía desistimos y pensamos que no pasará nada si prescindimos de eso que nuestro corazón -o cualquier otra parte de nuestro cuerpo- pide.
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Pensamos erróneamente que unas necesidades son más importantes que otras. Aunque unas se presentan de forma más acusada que otras, de cara a tu felicidad de padre todas cumplen una misma función: llevarte hacia ella. Piensa en una cadena; cada eslabón cumple la misma función y es la continuidad en su unión lo que hace que de simples aros pasen a ser una cadena.
Como puedes ver, las necesidades nos muestran el camino directo hacia el bienestar. Forman una intrincada red única para cada persona; descanso, diversión, silencio, cariño, cervezas, retos, apoyo, información… Solo tu podrás reconocer lo que necesitas. Ábrete a este llamado con inocencia y respeto; desarrolla tu sensibilidad para descubrir cuál es el paso que tienes que dar a cada momento. ¡Y para descubrir la mejor versión de ti!
🙂
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